Desconocemos el tiempo que Tiziano estuvo en el taller de Giovanni Bellini ni cuales fueron las enseñanzas que recibió. Si es cierto que en las primeras obras se pone claramente de manifiesto la influencia del gran maestro veneciano e incluso algunos rasgos de Mantegna, cuñado de Bellini. Estas influencias se pueden apreciar en la Virgen de las cerezas que contemplamos, llamada así por las frutas que ofrece el Niño a su madre. San José aparece en la izquierda mientras que en la derecha podemos apreciar a San Zacarías, el padre de San Juan Bautista que se presenta como un niño, portando en su mano una filacteria y dirigiendo la mirada a la Virgen. El centro de la composición está ocupado por María, una figura amplia y volumétrica, estableciendo Tiziano en esta figura el eje del conjunto al crear un esquema piramidal. Un cortinaje cierra la escena en el centro mientras en los laterales se deja ver el celaje. El juego de miradas que establecen entre la Madre, el Hijo y san Juanito indica la renovación que pronto invadirá el arte veneciano durante el Cinquecento.
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Leonardo recibió un encargo, el veinticinco de abril de 1483 para realizar una Madonna. El cliente era la Hermandad de la Inmaculada Concepción, con la que Leonardo entró en contacto a través de los hermanos Evangelista y Ambrogio de Predis. Los monjes recibieron una primera versión de la Virgen de las Rocas, que hoy se encuentra en el Louvre, rechazada por ciertas inconveniencias formales. Esa primera versión fue comprada por el rey de Francia. La segunda versión es la que ahora vemos, con ligeros cambios: el ángel no mira al espectador ni está señalando. Simplemente acompaña al Niño, que ha cambiado de lugar y bendice a San Juanito, también en otro lugar. La segunda versión tardó en ser entregada varios años más de lo estipulado en el contrato, y se conservan peticiones de pago más alto de lo establecido. Finalmente, en 1506-1508 se debió concluir la obra.
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Leonardo recibió el encargo de un tríptico con una Madonna, hecho junto a los artistas milaneses Ambrogio y Evangelista de Predis. Ambrogio se encargó de los dos paneles laterales, con dos ángeles músicos, Evangelista era el encargado de retocar, rellenar y realizar los marcos, y "el florentino", Leonardo, tenía que hacer el panel central, con la Virgen, el ángel y los niños. El cliente era la Hermandad de la Inmaculada Concepción de Milán, que ajustó el pago y la entrega de la obra para el año 1485. Sin embargo, no aceptó esta primera obra y Leonardo realizó la segunda Virgen, de la National Gallery. Por esta causa, se conservan peticiones de pago posteriores, prolongándose casi diez años el cumplimiento del contrato.
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La única obra al óleo que se conserva de Schongauer es esta exquisitez, pintada para la iglesia de San Martín, en la ciudad donde desarrolló mayoritariamente su actividad. Schongauer es más conocido como grabador, actividad que puede rastrearse incluso en el modo de pintar a esta Virgen: observemos que su vestido está dividido en planos gracias a pliegues lineales, y que cada plano está alternativamente en sombra e iluminado. Esta era la técnica mediante la que los grabadores conseguían dar tonos e iluminación a sus dibujos en blanco y negro.La imagen está reproducida con el marco original, lo cual es algo muy infrecuente y difícil de conseguir. En el marco podemos apreciar una elegante cenefa compuesta por delicados angelitos músicos entre cintas y cresterías góticas.Un rasgo curioso de la Madona es que el Niño y María miran en direcciones opuestas, pese a los gestos de cariño que cada uno tiene con el otro, como si ambos pertenecieran a mundos diferentes. La minuciosidad del maestro Schongauer está inevitablemente relacionada con la pintura flamenca, que le influyó en toda su obra. Son prodigiosos los trazos de la corona, llena de joyas y piedras preciosas, así como la estructura del jardín, cubierto de rosas y pajarillos. La estética de este parterre recuerda a las labores de tapicería de Bruselas y Gante. Las rosas significan el huerto cerrado que es símbolo de María, un jardín lleno de hermosura y cerrado al resto del mundo, como se le adjudica en la letanía ("hortus conclusus").
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La obra de conjunto más importante que realizó Fra Angelico es la decoración de las celdas y la planta superior del convento de san Marcos en Florencia, ocupado por la orden dominica a la que pertenecía el pintor en 1436. Como miembro de la Orden de los Predicadores que era, Fra Angelico intentó emplear el arte como instrumento pedagógico, dejando de lado el misticismo de generaciones anteriores. Su faceta de maestro de transición entre el Gótico Internacional y el Quattrocento le deja siempre en una posición complicada. Este fresco que contemplamos está situado en el corredor al que se abren las celdas de los monjes, por lo que sería contemplado por todos sus compañeros de convento. La figura de la Virgen con el Niño en su rodilla preside la composición, sentada bajo una hornacina de clara inspiración renacentista; a ambos lados encontramos diversos santos portando sus atributos, dispuestos en diagonal para crear la sensación de perspectiva. Los fondos dorados han desaparecido para mostrar una pared con pilastras romanas, siguiendo la arquitectura de Michelozzo o Alberti, empleando pan de oro en las coronas de las figuras celestiales. Quizá la característica más destacable de Fra Angelico sea el colorido que aplica a sus obras, destacando los azules, rosas o rojos. A diferencia de Masaccio, hay cierta planitud en sus personajes, situándose más cerca de Gentile da Fabriano en buena parte de su producción. La Sagrada Conversación que contemplamos supone una importante novedad iconográfica al situar a los santos en un mismo espacio, rompiendo con la disposición sesgada de los polípticos. La unidad otorgada a la escena a través de la luz será interpretada más tarde por Piero della Francesca, Mantegna, Botticelli o Tiziano.
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La pintura italogótica está representada en el Museo de Lleida con una deliciosa tabla al estilo de las "palas" italianas que presenta a la Virgen entronizada y rodeada de ángeles, cuyo estilo recoge las influencias de los modelos italianos relacionados con la escuela de Siena. La tabla procede de la iglesia parroquial de San Lorenzo de Lleida.
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Durero realizó esta acuarela en el año 1503. En ella podemos observar el término de un laborioso trabajo previo: el artista tomaba numerosos apuntes de plantas y animales vivos con sorprendente realismo. Estos dibujos le servían para decorar e insertarlos en sus grandes composiciones, como sería esta Virgen de los Animales que quedó inacabada. Los animales que rodean a la Sagrada Familia no son meramente anécdotas, sino que representan diversos pecados, virtudes y alegorías. Por ejemplo, el zorro encadenado es el Mal que la venida de Cristo deja sin poder. El perrillo a los pies de María representa la fidelidad. La lechuza es la sabiduría. El ibis que está frente al anciano José es la resurrección, etc. Así pues, este tipo de composiciones debemos considerarles como complejos mensajes alegóricos, con varios niveles de significado que sólo los más cultos podían desentrañar correctamente.
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Muy similar a la Virgen de los Animales a la acuarela, que el mismo Durero realizó poco después, en este dibujo podemos admirar toda la gracia y la técnica del maestro con los lápices. En la imagen están presentes todos los animales y los símbolos de la obra coloreada: el periquito, cuyo estudio veíamos en solitario en la obra de 1502 de la Ambrosiana de Milán; el zorro encadenado, el perrillo, el búho, la lechuza, el ibis, el rebaño, los cisnes (muy similares a los del estanque de San Eustaquio) y un cangrejo de mar en mitad del campo (a partir del dibujo de Cangrejo marino tomado en Venecia).
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De origen alemán, Alejo Fernández mezcla en sus obras elementos de la pintura flamenca (especialmente notable es la huella de Quentin Metsys) con características propias del arte italiano. En este retablo la Virgen, protege con su manto a Colón, Hernán Cortés, Pizarro, y otros navegantes aún sin identificar, quedando de manifiesto el interés de Fernández por la figura humana.