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En el trascoro de la catedral de Burgos se conserva un importante ciclo de fray Juan Rizi. Se trata de la representación a tamaño natural de una serie de santos significativos como san Antonio de Padua, san Francisco o santa Casilda. Su ubicación en un lugar tan visitado convirtieron estas obras en las más citadas de Rizi, descritas por numerosos viajeros que pasaron por nuestro país, destacanmdo los versos escritos por el escritor Théophile Gautier.
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La admiración por Murillo y la escuela sevillana del Barroco será una constante en la producción de Gutiérrez de la Vega. Una de sus obras más famosas es el Martirio de Santa Catalina, temática religiosa que en la pintura decimonónica cada vez es más escasa, ya que la demanda de obras de arte por parte de la Iglesia decae de manera imparable. En el lado derecho de la composición se observa al ángel en el momento que detiene la rueda con su espada, mientras otro ángel desata las manos a la Santa, figura que se sitúa en el centro de la composición. Cabecitas de querubines de talante murillesco rodean el conjunto, contrastando su desdibujamiento con la plenitud de los volúmenes de las demás figuras.
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Cuando Rafael recibía un encargo primero trabajaba sobre un dibujo inicial que después sería llevado a la tabla o el lienzo utilizados como soporte. Aquí contemplamos el primer estudio para la Santa Catalina de Alejandría que se exhibe en la National Gallery de Londres, existiendo una manifiesta similitud entre ambos trabajos lo que nos indica las escasas modificaciones introducidas en la obra final por el pintor respecto a los estudios preparatorios. La firmeza, elegancia y seguridad del dibujo rafaelesco queda claramente de manifiesto en esta bella figura cuya dulzura y nobleza se aprecian en el rostro de manera contundente.
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Zurbarán era maestro a la hora de pintar vírgenes mártires; su taller tan sólo podía remedar la genialidad de aquel. En este cuadro que representa a Santa Catalina encontramos una sombra de lo que el maestro extremeño era capaz de hacer. El lienzo es mayoritariamente obra de taller, pues se trataba de un encargo de cuatro cuadros con mártires de una iglesia secundaria. Los pintores al mando de Zurbarán toman el modelo que éste había establecido para sus santas mártires, aunque se muestran incapaces de transmitir la humanidad y la hermosura que su jefe había impreso en cuadros del mismo tema -recordemos el hermoso Entierro de Santa Catalina-.
Personaje Religioso
Santa Catalina era originaria de Alejandría, cuna de una de las principales escuelas culturales. De buena familia, dedicó la mayor parte de su tiempo a defender la fe católica entre los intelectuales romanos, consiguiendo sus propósitos en algunos casos como con la emperatriz Faustina. Fue martirizada en una rueda dentada y murió decapitada por lo que sus atributos son la espada y la rueda. Es la patrona de los filósofos y los estudiantes.
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Rafael ha presentado a la santa mártir sólo con su rueda como atributo, eliminando el libro, la palma, la corona y la espada. La figura se sitúa en primer plano, en una postura tremendamente escorzada al elevar su mirada hacia el cielo, creando una línea ondulada de gran belleza que parece anticipar el Manierismo. Al fondo apreciamos un paisaje de clara influencia umbra, destacando las montañas transparentes y el lago donde se reflejan los árboles como si de un espejo se tratara. En el azulado cielo aparece una luz anaranjada que se identificaría con un elemento divino, iluminación que se refleja en el bello rostro de la santa. Esa tonalidad se repite en el manto de Catalina contrastando con las tonalidades frías del vestido. La admiración por la anatomía humana que manifestó Miguel Ángel motivará que el vestido se ciña al cuerpo para acentuar sus volúmenes, creando una figura de gran belleza y absoluta piedad cuyas manos se convierten, junto al rostro, en el principal centro de atención de la obra. Existe un sensacional estudio preparatorio donde se pone de manifiesto la seguridad del dibujo del maestro.
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En los primeros años, Caravaggio ha tratado lienzos de tema simple y escasas figuras u objetos. Sin embargo, en este lienzo se preludian ya las grandes composiciones que no tardará en realizar para importantes iglesias romanas. Pese a que la escena está dominada por una sola figura, la santa mártir, abundan los objetos de diferentes colores y tamaños que, sin embargo, poseen una armonía que los relaciona en un conjunto perfecto. El autor ha distribuido con gran sabiduría los objetos en un complejo juego de diagonales y formas geométricas, como el propio cuerpo de la santa, situado oblicuamente y apoyado por la línea de la espada, que a su vez es el símbolo de su martirio. La hoja de palma en el suelo cruza la anterior diagonal y traza una nueva línea compositiva. La estabilidad proviene de la rueda con cuchillos donde la joven fue torturada antes de que se la decapitara con la espada. El tratamiento de las telas, bordadas y con brocados es suntuoso, acorde con la condición de princesa de Catalina. Sin embargo, su rostro no es el de una dama, sino el de una muchacha de pueblo, sonrosado y sensual, lo cual nos habla nuevamente de los modelos realistas que Caravaggio prefería sobre las idealizaciones de otros estilos.
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Florencia fue una capital cultural extraordinaria. En su corte, dominada por los Médici, se apreciaba enormemente la pintura de Artemisia Gentileschi, seguidora del estilo de Caravaggio. Su pintura tenía que competir con el idealismo que estaba imponiendo la familia Carracci a través de sus seguidores: Guido Reni, Domenichino... Artemisia terminará por introducir la luz y el color según estos mismos modelos en su propia producción. Sin embargo, en esta Santa Catalina mantiene intacto el espíritu del tenebrismo: la blancura de la piel femenina destaca en un fuerte contraluz con el fondo neutro oscuro, a la mejor manera de Caravaggio. El realismo es otra de las bazas de la pintora, que plasmaba a sus modelos, mujeres del pueblo, vecinas, con toda fidelidad, vestidas como santas, princesas o heroínas mitológicas. Santa Catalina es un ejemplo más del tipo preferido por Artemisia Gentileschi: la santa fue una princesa martirizada por los romanos ante su negativa de renegar a su fe y por su elocuencia y dominio de la retórica a la hora de defenderse ante sus jueces. La mártir es el símbolo de la sabiduría femenina dentro del catolicismo.
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Santa Catalina de Alejandría fue mártir, lo cual apenas se indica en una palma abandonada sobre el libro a la izquierda de la figura. A la derecha está la corona de reina. En la mano sostiene la espada y a sus pies la rueda del martirio. Nada indica sin embargo que esta hermosa joven haya sido objeto de violencia, pues ofrece un semblante sereno y una pose dulce. El tratamiento del tema es completamente diferente al que tan sólo unas décadas antes podía haber hecho del mismo Fernando Gallego, en su Martirio de Santa Catalina. Aquí se ha elegido la sola figura de la santa, lejos del lugar del martirio y de la acción del mismo, a diferencia del hispanoflamenco, que eligió el momento más dramático. La santa responde indudablemente al modelo de belleza de Leonardo, con un rostro suavemente difuminado, inclinado con ternura hacia un lado y con una pose distinguida. Sus labios dibujan esa sonrisa triste, cuya ambigüedad hizo famoso al italiano. Sus vestidos son los de una princesa, con una túnica dorada de adornos turcos. Las joyas rodean su cuello, como el collar de hileras de perlas. Esta figura monumental se encuentra respondida en sus proporciones armoniosas por un fondo de arquitectura que sigue las medidas canónicas de Bramante, el principal teórico de la arquitectura renacentista. Yáñez pues, nos muestra un resumen espléndido de las teorías del Renacimiento aplicadas a la pintura, con un resultado de hermosa contemplación.