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Personaje Arquitecto Escultor
De su maestro, Andrea Sansovino, adopta su apodo. En los primeros años del siglo XVI se traslada a Roma, donde vive cinco años, y en 1512 emprende la marcha a Florencia. En esta ciudad ejecuta algunas imágenes de inspiración clásica y aborda sus primeros proyectos arquitectónicos. De esta época son el monumento al cardenal de Sant'Angelo y la falsa portada de Santa María dei Fiore, que realizó con Andrea del Sarto, con motivo de la llegada del pontífice León X. En 1516 emprende un viaje a Roma, invitado a un debate teórico y práctico de arquitectura, donde estarían presentes Sangallo, Rafael y Miguel Angel. En esta época es ganador del concurso para la realización de la iglesia de San Giovanni dei Fiorentini. Pero el saqueo de Roma en 1527 impide que se lleven a cabo este y otros proyectos, además de provocar su marcha a Venecia. En la Ciudad de los Canales le nombran maestro de obras de las Procadurias Nuevas. En esta época realiza trabajos de gran envergadura como el altar mayor de la Escuela Grande de San Marcos, la nueva Escuela de la Misericordia o el Palacio Corner, entre otras obras. Pero su obra más importante es la remodelación de la Plaza de San Marcos, obra con la que se pretendía simbolizar las libertades civiles. En 1537 comienza a edificar la Biblioteca de San Marcos, la Casa de la Moneda -los principales edificios de la Plaza- y la pequeña logia del Campanille. Todo este conjunto está dotado además de una espléndida organización urbanística. Gracias a su lenguaje clasicista y a su modo de jugar con el espacio supo integrar con total maestría los nuevos edificios y los ya existentes -pertenecientes al medievo y al Quattrocento-. También es autor de la Villa Garzón en Pontecasle.
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Este pequeño pueblo de apenas 30 habitantes, situado en un espléndido paraje natural de la frontera entre las provincias de Barcelona y Gerona, cuenta con una joya románica, la iglesia dedicada a sant Jaume, que ha dado nombre a la localidad. La iglesia románica fue fundada por el obispo de Urgell en el año 905, construyéndose en los pies de la montaña un nuevo templo en el siglo XIX.
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En la comarca del Baix Llobregat se encuentra esta activa población que tiene sus raíces en una serie de viviendas y masías dispersas alrededor de la hoy llamada carrer del Bon Viatge. A finales del siglo XIX se produce la primera ampliación de la villa, al construirse el ensanche paralelo a la línea de ferrocarril. La cercanía a Barcelona motivó que se instalaran aquí las residencias de verano de numerosos barceloneses. Un nuevo ensanche, proyectado por Josep Maria Jujol, se planificó en 1926, pero no se llevó a cabo, construyéndose en estos terrenos un polígono industrial. Precisamente, la implantación en la ciudad de numerosas empresas provocó una importante afluencia de emigrantes, creciendo Sant Joan de manera indiscriminada al multiplicar por cuatro su población en una década. Desde los años 80, se ha llevado a cabo una intensa labor de reordenación urbanística que ha dado importantes frutos. En la actualidad, San Joan Despí cuenta con una población superior a los 31.000 habitantes. Entre su amplia nómina de edificios modernistas construidos por los arquitectos más prestigiosos del momento, sobresalen las Casas Gibert y Negre, ambas de Josep Maria Jujol.
Personaje Literato
Chambelán de la corte de Alfonso V de Aragón, participó en algunas de las expediciones a Córcega y Cerdeña con el Rey. Estando en Nápoles fue hecho prisionero por el condottiere Sforza. De su producción literaria, han llegado hasta nuestros días poemas como "Estat d'honor" y "Canço d'opòsits", inspirada en el soneto 90 de Petrarca.
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Los orígenes de esta villa de la comarca del Alt Penedès debemos buscarlos en la parroquia de Sant Sadurní de Subirats, documentada por primera vez en el año 1080. Esta parroquia formaba parte del señorío del castillo de Subirats, siempre en manos de familias nobles hasta que en 1493 fue incorporado a la corona de Aragón. Durante centurias, la villa no fue más que un puñado de casas alineadas alrededor de la carretera entre Tarragona y Barcelona. Su situación geográfica permitió un mayor desarrollo de la población respecto a las parroquias cercanas -que formaban la Universitat de Subirats-, alcanzando la independencia como municipio en 1764. Desde ese momento adopta su nombre actual, tomado como sobrenombre el del río que la atraviesa: el Anoia. La historia de Sant Sadurní da un vuelco espectacular en los últimos años del siglo XIX. Su agricultura estaba centrada en la producción vinícola y en 1872 se producen las primeras botellas de cava. Desde ese momento, el cava será el pilar de la economía de la villa. No en balde, en Sant Sadurní se produce el 90% del cava español. Uno de los edificios emblemáticos de la ciudad es el de las Cavas Codorníu, obra modernista de Josep Puig i Cadafalch.
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Francia recuperó el arte religioso en el siglo XIX. Ingres se adhirió a esta corriente como muestran estas hermosas vidrieras de la capilla de San Fernando, que incluye las efigies, entre otras, de San Luis y San Rafael, en las que sigue los modelos de los maestros del Quattrocento.
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La imagen de esta Santa Águeda hubiera encantado a cualquier surrealista, pues nos muestra a una virgen martirizada en tiempos de los romanos, con sus pechos en una bandeja. Son éstos el símbolo de su suplicio, igual que ocurre con Santa Lucía, que lleva los ojos en la bandeja de bronce. La historia de Santa Águeda es muy parecida a la de otras mártires cristianas de los primeros siglos, casi todas elaboradas durante la Edad Media para aleccionar y asustar, dada la truculencia de las leyendas. Era una joven cristiana, objeto de la pasión del romano Quintiliano quien, al verse rechazado por la castidad de la joven, quiso castigarla. La ley romana prohibía condenar a las vírgenes, por lo que fue violada. Milagrosamente, mantuvo su virginidad. Entonces se la sometió a una tortura que incluía la mutilación de sus senos. San Pedro se le apareció en la prisión, curándola y dando pie a nuevas torturas para la mártir, que murió en el momento en que el volcán Etna entraba en erupción. Las ciudades próximas invocaron su protección, y desde entonces la consideran su patrona.
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Santa Agueda es una virgen siciliana que no se plegó a los deseos del prefecto romano de la región, Quintiliano, ni realizó sacrificios a los dioses paganos por lo que fue martirizada, consistiendo su tortura en arrancar sus senos con grandes tenazas. Trasladada a una celda donde fue curada por el propio san Pedro, posteriormente falleció quemada por carbones ardientes en el interior de la prisión. La bella mártir aparece en primer plano, elevando su mirada hacia el cielo para contemplar como el angelito procede a coronarla. Viste elegantes y pesados ropajes que indican su elevada clase social y muestra un pecho mientras que con su mano derecha se oculta el otro, símbolos ambos de su martirio. Su mano izquierda porta la palma de mártir y se apoya en una mesa. Al fondo, en un iluminado paisaje, apreciamos como un sayón está procediendo a arrancar sus senos en presencia de varias personas. El estilo vaporoso de Rizi indica su relación con las pinturas de Van Dyck y Rubens que existían en la corte madrileña. Emplea una pincelada rápida y abocetada, especialmente en el pasaje del martirio, y una iluminación uniforme que evita contrastes y provoca un sensacional efecto atmosférico. Los colores son brillantes y ricos, característicos de la escuela flamenca. Desgraciadamente, durante su depósito en la Diputación de Guipúzcoa sufrió un incendio en 1885, provocando un ligero oscurecimiento que no limita la belleza de la imagen.