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La Cofradía de Arcabuceros encargó a Rubens un tríptico para su capilla de la Catedral de Amberes con el Descendimiento de la cruz en el panel central. La razón de esta temática vendría impuesta por el patrono del gremio de arcabuceros, San Cristóbal. Cristophoros como portador de Cristo se muestra en las puertas exteriores del tríptico al tiempo que se evoca tanto en la Visitación como en el Descendimiento o la Presentación ya que el cuerpo de Cristo será sostenido por la Virgen, los discípulos y Simeón, respectivamente.En esta Presentación encontramos el retrato de Nicolas Rockox, uno de los más importantes mecenas de Rubens y el promotor de este encargo. Se trata del hombre de perfil que dirige su mirada al Niño, tras Simeón. La escena se desarrolla en un interior de marcado acento clasicista, con elevados arcos de medio punto y gruesas columnas de capiteles corintios. Gracias a la arquitectura se consigue un efecto espacial que desaparece en la tabla central. Simeón recibe la iluminación dorada que envuelve la escena, iluminación inspirada en la escuela veneciana para crear una admirable sensación atmosférica.La composición se organiza a través de una acentuada diagonal formada por san José arrodillado -en una postura que recuerda a Caravaggio- y Simeón. Las figuras tienen cierto aspecto estatuario al tomar como referencia la escultura clásica y Miguel Angel, dotando así de monumentalidad a los personajes.
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Esta obra se considera realizada por un Hans Memling muy joven, todavía trabajando en el taller de Rogier van der Weyden. Incluso algunos autores consideran que algunas partes del panel pudieran haber sido retocadas por el maestro, especialmente los delicados rostros de las dos niñas, que no remiten en absoluto al estilo más rotundo del Memling maduro. En cualquier caso, la escena es de una maestría inigualable. El artista muestra la presentación de Jesús a los sacerdotes de la sinagoga, para circuncidarlo y convertirlo en un miembro de la comunidad. Los personajes de la historia sagrada aparecen con los ropajes de corte orientalizante que se les suele pintar. Sin embargo, los tres asistentes, que parecen retratos de los donantes (el viejo del manto rojo y las niñas), visten a la moda flamenca. El viejo lleva esos zuecos características del mundo neerlandés que podemos ver en otras obras de la época y que pretendían unir el mundo del espectador contemporáneo con el mundo de la historia sagrada, pretérita en el tiempo. Así mismo, destaca la utilización de los elementos arquitectónicos: el interior del templo es románico, estilo que los pintores utilizaban para escenas del Antiguo Testamento. Pero el exterior es ya gótico, el estilo de actualidad en época de Memling, simbolizando el Nuevo Testamento, la llegada del Mesías y la inauguración de una nueva época, la cristiana. De igual modo, las vidrieras del templo muestran escenas con la caída del hombre en el pecado original, pecado que viene a redimir el nacimiento de Cristo.
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En esta obra, van Scorel recopila todas las influencias adquiridas en su estancia en Roma; retoma la monumentalidad estatuaria y geométrica de las obras de Mantegna, utiliza los colores propios de la pintura veneciana, y representa motivos arquitectónicos en relación con proyectos de Bramante y Rafael.
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Para la basílica Inferior de Asís, el lugar de enterramiento del santo, Giotto desarrolló en el transepto sur episodios relativos a la infancia de Cristo. Una de las mejor ejecutadas es esta de la Presentación en el templo. Giotto ha configurado un marco digno y lleno de solemnidad donde se desarrollan los acontecimientos. Para alcanzar esta idea ha revestido los elementos arquitectónicos, la tela que cubre el altar y la alfombra del primer término, de una profusa decoración en ajedrezado y de estilo cosmatesco, de muy variados colores, al estilo de la época. La composición se centra en la figura del Niño que, en los brazos del sacerdote, vuelve el rostro y mira a su Madre, que avanza los brazos para cogerlo. Pero estas figuras no ocupan el núcleo principal de la obra, ya que Giotto los ha desplazado hacia los lados para relacionarlos con la gran cantidad de personajes que asisten al evento, y que también ocupan un espacio en profundidad, con las diagonales que describen sus cuerpos hacia el verdadero centro compositivo de la obra. Mientras que estos personajes se sitúan en las naves laterales de la iglesia, enlazando con los protagonistas, en la nave central, Giotto deja al descubierto el espacio del altar y el ábside de la iglesia, al fondo. De esta forma, el maestro italiano ha dado una mayor importancia a la concreción de un espacio representativo y muy concreto, además de verosímil, para el desarrollo de los hechos.
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Hacia 1453 Mantegna se casa con Nicolasia Bellini, iniciándose una estrecha relación profesional con su cuñado Giovanni. Las obras de este momento tendrán un marcado acento veneciano como apreciamos en esta Presentación en el templo. La figura del sacerdote de primer plano está influida por el expresionismo de Squarcione, maestro de Andrea, recibiendo al Niño Jesús envuelto en telas como era la costumbre mediterránea hasta hace poco tiempo para los recién nacidos. La Virgen María ocupa la zona izquierda y en segundo plano encontramos a san José, atento con su mirada hacia el sacerdote. En el fondo a la izquierda hallamos un retrato femenino que se ha identificado con Nicolasia mientras que el de la derecha se considera un autorretrato del maestro, pudiendo existir cierta relación entre esta tabla y la boda de ambos. Las figuras se recortan sobre un fondo neutro para obtener una mayor volumetría, iluminadas por una potente luz procedente de la izquierda. El espacio viene determinado por un marco fingido que rodea la tabla, sobre el cual apoya el brazo María para relacionar al espectador con el asunto pictórico. La filigrana de la capa del sacerdote se relaciona con la pintura flamenca pero el aire general de la escena es típicamente quattrocentista, encontrándose ecos venecianos en la iluminación y en el colorido, existiendo una Presentación en el templo de su cuñado muy parecida.
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Nicolasia, la hermana de Giovanni Bellini, contrajo matrimonio con Mantegna en los primeros años de la década de 1450, produciéndose una influencia mutua entre ambos pintores. El estilo escultórico y monumental de Mantegna se aprecia en esta obra, muy similar a una Presentación en el templo pintada por Andrea en estos años. Las figuras de Giovanni son algo más blandas pero existe también un acentuado interés por el estudio de los volúmenes y de la perspectiva creada con la sucesión de figuras en diferentes planos y colocando en primer término una amplia barandilla donde se apoya la Virgen y el Niño. Los personajes están recortados sobre el fondo neutro, interesándose por los plegados de las telas y los expresivos rostros. La iluminación es típicamente veneciana, acentuando el color como más tarde hará Tiziano.
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Colección de Carlos V, en el Prado en 1847. Memling se formó en el taller de Van der Weyden en Bruselas, y se estableció en Brujas. Practicó un estilo claro, simétrico, rico en matices y sumamente competente, que carece de la fuerza emotiva de su maestro y del exquisito detalle técnico de Jan van Eyck. Las composiciones de este tríptico siguen modelos establecidos por Van der Weyden, pero son más apagadas y menos monumentales.
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Existe cierta sintonía entre esta Presentación en el Templo del retablo de los Oddi y la famosa escena de los Desposorios de la Virgen, especialmente en los simétricos grupos que acompañan a la escena central y en la disposición arquitectónica clásica donde se desarrolla la escena. En el centro de la composición María y José acompañan a Simeón, cuya figura se recorta ante un fondo neutro, relacionándose las figuras gracias a las miradas que confluyen en la Virgen, principal protagonista a la que se dirige el Niño Jesús. Las monumentales figuras se disponen bajo los arcos y enmarcadas por las columnas, destacando los pesados y plegados vestidos en sintonía con la alta sociedad renacentista, como también hacía Ghirlandaio. Los brillantes colores y las expresiones más vivaces indican un significativo avance en la pintura de Rafael, incluyendo estudios de claroscuro aprendidos de Leonardo.
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La Presentación en el templo, junto con otras seis tablas de idénticas dimensiones, formaría parte de alguno de los cuatro retablos de que nos hablan las crónicas que Giotto realizó durante su estancia en la ciudad de Florencia. El centro argumental de la obra lo forma la estructura arquitectónica, de líneas muy estilizados, que cubre el argumento de la tabla. El edificio presenta una decoración de carácter gótico que realza más sus formas elegantes. El espacio no está bien conseguido, aunque existe un empeño por parte del artista en simular cierta profundidad, tanto en la decorativa alfombra del suelo, como en la disposición ligeramente oblicua del templete. Es también característico el gesto del Niño, con los brazos extendidos, que lo pone en relación con la Madre, que igualmente avanza los brazos para cogerle. Pero este detalle más o menos naturalista queda atenuado por la profusión del dorado de fondo que, aunque recorta perfectamente las figuras, hace perder verosimilitud a la pintura. Y es que, el último período del maestro italiano tiende hacia el estilo refinado y elegante del Gótico internacional.