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Durante la estancia de Samuel van Hoogstraten en el taller de Rembrandt entre 1640 y 1648 procederá a la ejecución de algunos autorretratos como hacía su maestro. Samuel se nos presenta con una medalla en una gruesa cadena, identificándose como burgués con ciertos recursos. Su mirada se dirige al espectador, destacando sus ojos vivos e inteligentes. La pincelada es rápida y amplia, especialmente en el cabello, creando un íntimo ambiente gracias a la iluminación dorada empleada. El rostro está suavemente moldeado, existiendo una similitud con la Joven muchacha en la ventana.
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<p>El cuadro fue encargado por &nbsp;A. Conger Goodyear, presidente del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Inicialmente, Goodyear deseaba adquirir un autorretrato previo de Kahlo en el que aparecía con su mono araña, Fulang Chang, pero este había sido regalado a una amiga. Kahlo creó esta pintura específicamente para Goodyear y la completó en tan solo una semana. Actualmente, la obra se exhibe en la Galería de Arte Albright-Knox en Buffalo.</p><p>En esta pintura, Frida Kahlo se representa mirando directamente al espectador con una expresión solemne y algo severa, situada sobre un fondo de hojas verdes. Un pequeño mono aparece detrás de su hombro derecho, también mirando directamente al espectador.</p><p>El mono sostiene su brazo de manera protectora alrededor del hombro de Kahlo. Debido a que no pudo tener hijos a causa de la polio infantil y un accidente automovilístico que la dejó gravemente herida, la artista tenía varios monos como mascotas a los que cuidaba como si fueran sus propios hijos.</p><p>Aunque en la mitología mexicana el mono simboliza la lujuria, aquí se muestra de manera tierna y cariñosa. Lleva una cinta verde alrededor del cuello que hace juego con la cinta verde que Kahlo ha tejido en su cabello recogido. Su vestido blanco complementa el color de las vides que hay detrás de ella, y lleva un collar tradicional mexicano tallado en hueso.</p>
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La autolesión de Van Gogh en la noche del 23 de diciembre de 1888 provocó su internamiento en el hospital de Arles. Los tres primeros días de estancia los pasó delirando, apareciendo las primeras muestras de su enfermedad psíquica. Con un fuerte vendaje protegiendo la herida fue dado de alta en enero de 1889, momento en el que realizó este autorretrato, uno de los más impactantes de su producción. El busto de Vincent - vestido con gabán y tocado con un gorro debido al frío invernal - se recorta sobre una pared en la que apreciamos una estampa japonesa, mostrando el deseo del pintor por exhibir uno de los pilares de su obra. Junto a la estampa se sitúa la puerta, pintada en tonos malvas igual que las notas cromáticas del gabán o el gorro. El rostro de Vincent nos abre su corazón; demacrado, triste, mutilado, se siente fatal al no poder retener a su amigo Gauguin y formar así la Comunidad de Artistas del Sur en la que tanto había pensado. Pero ahora se abre su mejor etapa, en la que su acceso de locura no le impedirá crear las escenas más maravillosas salidas de su pincel. Respecto a la técnica, apenas se aprecia evolución respecto a cuadros anteriores - la Habitación de Van Gogh por ejemplo - continuando con el empleo de ese toque de pincel característico, corto, lleno de óleo, pudiéndose apreciar a simple vista. Los contornos - o al menos parte de ellos como el gabán - se resaltan con una línea oscura, influencia del "cloisonnisme" de Bernard.
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Tras regresar del hospital donde pasó dos semanas internado, Van Gogh realizó dos autorretratos con la oreja cortada variando los colores e introduciendo en este que contemplamos la pipa. El fondo rojo y anaranjado sobre el que se recorta la figura de Vincent aun se mantiene plano, recordando las obras de Gauguin y la estampa japonesa mientras la figura presenta una sensacional volumetría. Sus ojos tristes y asustados se convierten en el centro de referencia así como el gran vendaje con el que fue cortada la hemorragia y que mantuvo durante casi todo el mes de enero. Las líneas de los contornos del tabardo que porta están acentuadas con colores oscuros, recordando al cloisonismo de Bernard. En el humo de la pipa hallamos pinceladas en espiral que están inspiradas en la xilografía japonesa y que serán características de las obras elaboradas en los meses posteriores.
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Manet se presenta en este autorretrato más como un burgués que como un artista. Su elegante traje oscuro y su sombrero negro difícilmente hacen suponer que estaría pintando de esa manera en el estudio. Además, porta la paleta en la mano derecha y el pincel en la izquierda, prueba irrefutable de que emplea un espejo para pintarse. Su figura se recorta sobre un fondo neutro, como venía siendo habitual en la mayor parte de sus primeras obras. Se ilumina con un fuerte fogonazo de luz procedente de la izquierda, igual que hacían sus queridos maestros españoles del Barroco, a los que tanto admiraría en sus visitas al Louvre. Las gamas oscuras empleadas son un recurso extraño en estos momentos en que el Impresionismo marca buena parte de su producción. Sin embargo, es muy característica la pincelada rápida empleada, casi como si se tratase de pequeñas comas que organizan la composición, igual que un puzzle. La penetrante mirada del pintor atrae la atención del espectador, demostrando su habilidad para captar las personalidades de los modelos, elemento imprescindible de un buen retratista.
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Rembrandt es uno de los pintores que más veces se autorretrató en todos los momentos de su vida. Concretamente, aquí le vemos con unos 60 años, por lo que el retrato se fecharía hacia 1665-1666. Se nos presenta con las ropas de faena, la paleta y los pinceles en la mano. En algunas zonas la obra está sin acabar, como en el turbante o en la mano izquierda, aunque hay que destacar la pincelada tan suelta que se observa ya en la obra del artista. Los círculos del fondo posiblemente representen un mapamundi, algo muy habitual en las casas holandesas en aquellos tiempos. El excelente claroscuro tenebrista que define gran parte de la obra de Rembrandt también se repite aquí, iluminando profundamente el rostro y el pecho, dejando en penumbra el resto. El oscuro colorido también es el habitual en el artista.
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Gauguin, igual que su amigo Van Gogh, es uno de los pintores que más tiempo emplea en representar su propia imagen en el lienzo. Aquí le vemos con 46 años, sosteniendo en su mano derecha el pincel y en la izquierda la paleta. Viste capa oscura y gorro de astracán con el que se paseaba por París. En el rostro del pintor está presente la desgana y el deseo de abandonar una ciudad que le viene grande y donde sus deseos de fama y fortuna no se han visto recompensados. El fondo plano y rojizo podría aludir al vivo colorido de Tahití al que pronto desea regresar. Para realizar este autorretrato, se inspiró en una fotografía, dedicándolo a su amigo Charles Morice - teórico simbolista y defensor del pintor - como se aprecia en la parte superior del lienzo.
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Si bien son numerosos los autorretratos de Cézanne -se han catalogado cuarenta y siete- no es habitual ver al maestro de Aix como pintor, siendo ésta una de las escasas muestras en la que se nos presenta trabajando ante el lienzo, con la paleta y los pinceles en la mano. Cézanne se presenta en su postura favorita, girado en tres cuartos, dirigiendo su cabeza hacia la derecha, estableciendo un paralelismo imaginario con el lienzo y el caballete. La figura se recorta ante un claro fondo neutro, contrastando con las tonalidades grises del traje y el marrón de la paleta. La iluminación es totalmente fantaseada, estableciendo un imaginario entramado de luces y sombras. El color y las formas geométricas serán los protagonistas de la composición. Las tonalidades se aplican de manera empastada, en cortos y contundentes trazos que paulatinamente van tomando particular protagonismo, hasta convertirse en facetas que obtienen autonomía en el cubismo.
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<p>En esta pintura, Frida Kahlo está sentada en el centro de la composición. A diferencia de sus otros autorretratos, su figura aparece pequeña y el foco de la obra se encuentra más en el fondo que en ella. Además, Frida viste un traje de hombre.</p><p>Este traje es oscuro y de gran tamaño, posiblemente perteneciente a Diego Rivera. Durante su matrimonio con Rivera, Frida solía usar ropa femenina tradicional mexicana. Después del divorcio, comenzó a vestirse con prendas más masculinas.</p><p>En el suelo se pueden ver mechones de cabello esparcidos entre las patas de la silla, indicando que acaba de cortarse el cabello con las tijeras que sostiene entre las manos. Aunque viste de forma masculina, Frida decidió conservar sus pendientes como único atributo de su feminidad.</p><p>El análisis iconográfico revela que Frida refleja sentimientos de abandono dejados por Diego Rivera tras la separación. El acto de cortarse el cabello y vestir el traje oscuro y grande simboliza la negación de su feminidad.</p><p>En este cuadro, Frida se representa erguida y fuerte, mirando hacia un mundo que desea vivir. A pesar de sus experiencias traumáticas, sigue enfrentando la vida como un desafío. Está conectada con todo: la naturaleza, cada momento que vive, el mundo y los demás.</p><p>El verso escrito en la parte superior revela por qué Frida decidió cortarse el cabello. Se trata de un fragmento de una canción mexicana popular en los años cuarenta. Frida elige dejar de lado los atributos femeninos y la imagen delicada que se esperaba de ella.<br>&nbsp;</p>