CAPITULO III Descripcion de la bahía de Cartagena de las Indias. Su capacidad, disposicion y mareas 54 Hallase la plaza de Cartagena de las Indias con una de las mejores bahías que se conocen no solamente en aquella costa pero aun en todas las descubiertas de aquellas parages. Estiendese dos leguas y media norte sur tiene mucho fondo y bueno y grande serenidad, de suerte que no se reconoce mas movimiento en ella que el que puede notarse en un apacible río no obstante, es necessario poner cuidado al entrar en ella por causa de algunos baxos donde hay poca agua, que aun las embarcaciones menores suelen barar, y, para evitar este peligro, es lo regular tomar práctico del puerto á la boca de él, á cuyo fin mantiene uno S.M., que cuida de balizarlo ó marcarlo quando lo pide la necesidad. 55 La entrada antigua era, como yá se advirtió, por el angosto canal de Boca Chica, nombre conveniente á su mucha estrechura pues solo debe lugar á que pudiesse passar un navio y, este, muy arrimado á la tierra; defendiala un castillo que estaba á la parte del este sobre la extremidad de Tierra-Bomba con el nombre de San Luis de Boca Chica y otra fortaleza, que nombraban San Joseph, en la costa opuesta ó isla de Barú. Aquel, pues, haviendo sufrido el recio combate con que la armada inglesa le acometió por mar y tierra en esta ultima invasion y con que al cabo de once dias de estarlo batiendo quedaron demolidos todos sus parapetos y desmontada su artilleria, fue forzoso abandonarlo; y hechos dueños de él los enemigos, les quedó libre la entrada, y passaron con su esquadra y armamento á lo interior de la bahía pero encontraron clavada por la precaucion y diligencia de los nuestros toda la artilleria de otra fortaleza que dominaba el fondeadero de los navios y tenia el nombre de Santa Cruz y era llamada por su capacidad castillo grande. Assi, esta como el de Boca-Chica, San Joseph y otros dos que guarnecian la bahía, nombrados el Manzanillo y Pastelillo, fueron demolidos por aquella armada quando, furiosa de no conseguir la empressa, levantó el sitio y desembarazó el puerto. De resultas de esta invasion, queda yá advertido en el capitulo antecedente haverse deliberado dexar ciega é intratable la entrada por Boca Chica y abrir de nuevo la antigua, fortificandola y preparandola de suerte que no sea tan facil el que la fuerza de los armamentos enemigos la puedan superar. 56 Las mareas no guardan regularidad en la bahía de esta ciudad, y á corta distancia se puede assentar lo mismo en toda la costa; suele experimentarse que tienen el movimiento de subir todo un día entero y despues baxan en quatro ó cinco horas, y es la mayor mutacion que se advierte en su altura de dos pies ó dos y medio, pero en otras ocasiones es menos sensible y solo se percibe en el curso que lleva el agua. Por esta razon, son malas las baradas aun dentro de la serenidad continua que se experimenta allí porque, siendo el fondo de lama gredosa, quando una embarcacion encalla en ella, es menester para sacarla en muchas ocasiones hacer algun alijo. 57 Por la parte de Boca Chica y á dos leguas y media distante de aquel sitio, mar afuera, hay un baxo de cascajo y arena gorda, el qual no tiene en muchos parages mas que un pie y medio de agua. El año de 1735, saliendo el navio de guerra el Conquistador de Cartagena para ir á Portobelo, baró en él y estuvo en grande peligro de perderse, pero se libertó por haver logrado bonanza en la mar. Algunos quisieron decir que fue el baxo antecedente, conocido entre todos por el nombre de Salmedina, pero los prácticos que llevaba dentro el navio asseguraron que no, que el baxo donde encalló no lo havian reconocido hasta entonces. Las relevaciones que hicieron los pilotos y prácticos, estando barados desde el mismo navio, fueron que Nuestra Señora de la Popa demoraba el es nordeste dos grados norte, el castillo de San Luis de Boca-Chica al es sueste distancia de tres leguas y media con corta diferencia y la junta septentrional de la isla Vosaria al sur quarta al sudoeste; se entiende que estas demarcaciones son de los rumbos aparentes de la aguja. 58 Es muy abundante en pescados la bahía, haylos de varios espacios, tienen buen gusto y son saludables; los mas comunes son sabalos, cuyo gusto no es muy saludable; tortugas en gran cantidad, muy grandes y de buen sabor, y otros; pueblanla monstruosos taburones y son perjudiciales á la gente de mar, pues acometen á los hombres estando en el agua y se los comen. 59 La marinería de los navios que hacen alguna demora allí dentro tienen su diversion en pescarlos con muy gruesos anzuelos encadenados, pero, despues que logran cogerlos y destrozarlos, no se aprovechan de ellos porque toda su carne se reduce á grasa. Hay algunos á quienes se les ha descubierto hasta quatro andanas de dientes molares pero los regulares, que no son tan viejos, solo tienen dos; sus buches ó estomagos son deposito de quantas inmundicias se desperdician de los navios y lleva la mar. Yo he visto en uno toda la ossamenta entera de un perro, de quien solo havia digerido hasta entonces las partes mas moles. Los naturales del país asseguran haver visto algunos caymanes ó lagartos, pero, si es cierto que los hay, serán muy pocos porque este es animal propio de rio. 60 A esta bahía es donde llegan las armadas de galeones y se mantienen en ella hasta que la del Perú se halla en Panamá; con esta noticia, passan á Portobelo y, concluida la feria, se vuelven á ella, reciben los viveres que necessitan para su regresso y, sin detenerse mucho, vuelven á hacerse á la vela. Con su ausencia queda solitaria porque las embarcaciones del país, balandras y goletas, son en corto numero y no se detienen mas que lo muy preciso para carenar y aprestarse á continuar los viages que se les proporcionan, segun el trato que tiene aquella ciudad.
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De los puertos que hay desde la ciudad de Panamá hasta llegar a la tierra del Perú, y las leguas que hay de uno a otro, y en los grados de altura que están A todo el mundo es notorio cómo los españoles, ayudados por Dios, con tanta felicidad han ganado y señoreado este Nuevo Mundo que Indias se llama. En el cual se incluyen tantos y tan grandes reinos y provincias, que es cosa de admiración pensarlos, y en las conquistas y descubrimientos tan venturosos, como todos los que en esta edad vivimos sabemos. He yo considerado que, como el tiempo trastornó con el tiempo largo otros estados y monarquías y las traspasó a otras gentes, perdiéndose la memoria de los primeros, que andando el tiempo podría suceder en nosotros lo que en los pasados, lo cual Dios nuestro Señor no permita, pues estos reinos y provincias fueron ganadas y descubiertas en tiempo del cristianísimo y gran Carlos semper Augusto, emperador de los romanos, rey y señor nuestro, el cual tanto cuidado ha tenido y tiene de la conversión destos indios. Por las cuales causas yo creeré que para siempre España será la cabeza deste reino, y todos los que en él vivieren reconocerán por señores a los reyes della. Por tanto, en este capítulo quiero dar a entender a los que esta obra leyeren la manera de navegar por los rumbos y gardos que en el camino del mar hay de la ciudad de Panamá al Perú. Donde digo que el navegar de Panamá para el Perú es por el mes de enero, febrero y marzo, porque en este tiempo hay siempre grandes brisas y no reinan los vendavales, y las naos con brevedad allegan a donde van, antes que reine otro viento, que es el sur, el cual gran parte del año corre en la costa del Perú; y así, antes que viente el sur, las naos acaban su navegación. También pueden salir por agosto y setiembre, mas no van tan bien como en el tiempo ya dicho. Si fuera destos meses algunas naos partieren de Panamá, irán con trabajo, y aun harán mala navegación y muy larga; y así, muchas naos arriban sin poder tomar la costa. El viento sur y no otro reina mucho tiempo, como dicho he, en las provincias del Perú desde Chile hasta cerca de Tumbez, el cual es provechoso para venir del Perú a la Tierra Firme, Nicaragua y otras partes, mas para ir es dificultoso. Saliendo de Panamá, los navíos van a reconoscer las islas que llaman de las Perlas, las cuales están en ocho grados escasos a la parte del sur. Serán estas islas hasta veinticinco o treinta, pegadas a una que es la mayor de todas. Solían ser pobladas de naturales, mas en este tiempo ya no hay ninguno. Los que son señores dellas tienen negros y indios de Nicaragua y Cubagua, que les guardan los ganados y siembran las sementeras, porque son fértiles. Sin esto se han sacado gran cantidad de perlas ricas, por lo cual les quedó el nombre de islas de Perlas. Destas islas van a reconoscer a la punta de Carachine, que está dellas diez leguas noruestesueste con la isla Grande. Los que llegaren a este cabo verán ser la tierra alta y montañosa; está en siete grados y un tercio. Desta punta corre la costa a puerto de Piñas a sudueste cuarta del sur, y está della ocho leguas, en seis grados y un cuarto. Es tierra alta, de grandes breñas y montañas; junto a la mar hay grandes piñales, por lo cual le llaman puerto de Piñas; desde donde vuelve la costa al sur cuarta de sudueste hasta cabo de Corrientes, el cual sale a la mar y es angosto. Y prosiguiendo el camino por el rumbo ya dicho se va hasta llegar a la isla que llaman de Palmas, por los grandes palmares que en ella hay; terná en contorno poco más de legua y media; hay en ella ríos de buena agua, y solía ser poblada. Está de cabo de Corrientes veinte y cinco leguas y en cuatro grados y un tercio. Desta isla corre la costa por el mismo rumbo hasta llegar a la Bahía de la Buena ventura, y está de la isla tres leguas, poco más; junto a la bahía, la cual es muy grande, está un peñol o farallón alto; está la entrada de la bahía en tres grados y dos tercios; toda aquella parte está llena de grandes montañas, y salen a la mar muchos y muy grandes ríos, que nacen en la sierra; por el uno dellos entran las naos hasta llegar al pueblo o puerto de la Buena ventura4l. Y el piloto que entrare ha de saber bien el río, y si no, pasará gran trabajo, como lo he pasado yo y otros muchos, por llevar pilotos nuevos. Desta bahía corre la costa al este cuarta del sueste hasta la isla que llaman de Gargona, la cual está de la Bahía veinte y cinco leguas. La costa que corre en este término es baja, llena de manglares y otras montañas bravas. Salen a la costa muchos ríos grandes, y entre ellos el mayor y más poderoso es el río de San Juan, el cual es poblado de gentes bárbaras, y tienen las casas armadas en grandes horcones a manera de barbacoas o tablados, y allí viven muchos moradores, por ser los canelles o casas largas y muy anchas. Son muy riquísimos estos indios de oro, y la tierra que tienen muy fértil, y los ríos llevan abundancia deste, metal; mas es tan fragosa y llena de paludes o lagunas, que por ninguna manera se puede conquistar si no es a costa de mucha gente y con gran trabajo. La isla de la Gorgona es alta, y adonde jamás deja de llover y tronar, que paresce que los elementos unos con otros combaten. Terná dos leguas de contorno, llenas de montañas; hay arroyos de buen agua y muy dulce, y en los árboles se ven muchas pavas, faisanes y gatos pintados y grandes culebras, y otras aves nocturnas; parece que nunca fue poblada. Aquí estuvo el marqués don Francisco Pizarro con trece cristianos españoles, compañeros suos, que fueron los descubridores desta tierra que llamamos Perú. Muchos días (como diré en la tercera parte desta obra) ellos y el gobernador pasaron grandes trabajos y hambres, hasta que enteramente Dios fue servido que descubriese las provincias del Perú. Esta isla de la Gorgona, está en tres grados; della corre la costa al oessudueste hasta la isla de Gallo, y toda esta costa es baja y montañosa y salen a ella muchos ríos. Es la isla de Gallo pequeña; terná de contorno casi una legua; hace unas barrancas bermejas en la misma costa de tierra firme a ella; está en dos grados de la equinocial. De aquí vuelve la costa al sudueste hasta la punta que llaman de Manglares, la cual está en otros dos grados escasos, y hay de la isla a la punta ocho leguas, poco más o menos. La costa es baja, montañosa y salen a la mar algunos ríos, los cuales la tierra dentro están poblados de las gentes que dije que hay en el río de San Juan. De aquí corre la costa al sudueste hasta la bahía que llaman de Santiago, y hácese una gran ensenada, donde hay un ancón que nombran de Sardinas; está en él el grande y furioso río de Santiago, que es donde comenzó la gobernación del marqués don Francisco Pizarro. Está quince leguas la bahía de Punta Manglares, y acaece las naos tener la proa en ochenta brazas y estar la popa zabordada en tierra, y también acontece ir en dos brazas y dará luego en más de quince, lo cual hace la furia del río; mas aunque hay estos bancos no son peligrosos ni dejan las naos de entrar y salir a su voluntad. Está la bahía de oeste en demanda del cabo de San Francisco, que está de la bahía diez leguas. Está este cabo en tierra alta, y junto a él se hacen unas barrancas bermejas y blancas también altas, y está este cabo de San Francisco en un grado a la parte del norte de la equinocial. Desde aquí corre la costa al sudueste hasta llegar al cabo de Passaos, que es por donde pasa la línea equinocial. Entre estos dos cabos o puntas salen a la mar cuatro ríos muy grandes, a los cuales llaman los Quiximies; hácese un puerto razonable, donde las naos toman agua muy buena y leña. Hácense del cabo de Passaos a la tierra firme unas sierras altas que dicen de Quaque; el cabo es una tierra no muy baja, y vense unas barracas como las pasadas.
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CAPITULO III Noticias del puerto de Portobelo, su capacidad y disposicion 206 El nombre de este puerto descifra bastantemente su bondad para toda suerte de embarcaciones grandes y pequeñas, y, aunque su boca es bastantemente ancha, no tanto que dexara de cubrirla ventajosamente la artilleria de la fortaleza de San Phelipe de Todo Fierro, que estaba situada en la punta de la costa del norte que forma su entrada. Esta es solamente de 600 tuessas, aun algo menos que un quarto de legua, á que se agrega que, siendo la costa del sur algo peligrosa por las piedras y arrecifes que salen acia afuera, aunque no mucho, siempre es forzoso arrimarse mas á la del norte por ser mas fondable, bien que la verdadera canal esta a medio fredo de la entrada, y assi continúa hasta adentro desde 15 hasta 10 brazas de agua en fondo de lama pegajosa y greda con alguna arena. 207 En la costa del sur, dentro del puerto y haciendo frente á todo el fondeadero de los navios, estaba otra fortaleza muy capaz que tenia el nombre de Santiago de la Gloria; y al este de esta, como cien tuessas apartada de él, empieza la poblacion de la ciudad; y delante de ella, en una punta de tierra que se abanza al puerto, estaba otra pequeña fortaleza que tenia el nombre de San Geronymo, no mas distante de las casas de 10 tuessas. Todas estas fueron arruinadas y demolidas por el almirante Wernon en el año de 1740, que se apoderó con una numerosa armada de este puerto, haviendolo encontrado tan desprevenido que la mayor parte de su artilleria, particularmente la del castillo de Todo Fierro, estaba desmontada por falta de cureñas; las municiones de guerra eran muy pocas y malas, la guarnicion, muy corta, pues ni aun la que le corresponde por assignacion en tiempo de paz estaba completa; el governador de la ciudad, Don Bernardo Gutierrez de Bocanegra, ausente en Panamá, dando sus descargos en algunos assuntos que se le havian acumulado; con que, esta armada, no hallando resistencia, no tuvo dificultad en conseguir su invasion, y la ciudad se le entregó por medio de capitulacion. Todas estas ventajas huvo menester la armada inglesa para apoderarse de Portobelo en aquella ocasion. 208 E1 fondeadero de los navios grandes es al noroeste del castillo de la Gloria, en cuyo parage quedan en medio del puerto; pero, con las pequeñas embarcaciones que se acercan mas á tierra y entran para adentro, es menester tener cuidado de no ponerse sobre un baxo de arena que está 150 tuessas distante del fuerte, ó punta de San Geronymo, al oeste quarta-noroeste de él, donde solo hay dos brazas y una y media de agua. 209 A la parte del noroeste de la ciudad, se halla una ensenada que llaman la Caldera, la qual tiene quatro brazas y media de agua, y es muy propia para que carenen navios y toda suerte de embarcaciones, llevando lo necessario para este fin porque, además de tener el fondo que queda dicho, está abrigada de todos vientos. Para entrar, es menester arrimarse á la costa del oeste y passar como al tercio del ancho de la boca, en donde hay 5 brazas de agua, porque al otro tercio de la parte del este no tiene mas que 3 ó 2 pies; y una vez dentro, pueden estar las embarcaciones á quatro amarras este oeste con otra ensenada pequeña que hay en la misma Caldera de la parte del oeste, á cuyo lado deben acercarse siempre. 210 Al nordeste de la ciudad tiene su desembocadura un rio que llaman del Cascajal; no se coge en él agua dulce hasta un quarto de legua mas arriba de su boca, y tiene algunos caymanes ó lagartos. 211 Las mareas guardan poca regularidad, y, assi, en esto como en los vientos, no difiere este puerto de el de Cartagena, áexcepcion de que siempre necessitan entrar los navios espiandose porque ó son por la proa ó calmas. 212 Por varias observaciones que se hicieron, assi de la estrellar polar como por el azimuth del sol, se concluyó que varía la aguja en aquel puerto 8 grados 40 minutos al nordeste. 213 Entre los cerros que circundan todo el puerto de Portobelo, empezando por la punta del castillo de Todo Fierro, en cuyas faldas se encumbra una gran parte de esta fortaleza, y siguen sin disminucion de su altura hasta la opuesta, se particulariza uno assi por descollar mas su cumbre como por ser el thermometro de aquel país anunciando el tiempo que se ha de experimentar. Cae este, cuyo nombre es monte Capiro, á la parte del camino que va á Panamá, en el fondo de todo el puerto; su copete está siempre cubierto de nubes que lo rodean, las quales se distinguen de las demás, que suelen ocupar lo restante de aquella athmosphera, en ser mas espesas y obscuras. A estas, pues, llaman el capillo ó bonete del monte, de donde, corrompido, acaso le ha venido el nombre de monte Capito, y dan á entender quando se ha de hacer turbonada porque, condensandose y poniendose renegridas, baxan mas de aquella regular altura en que siempre están y, por el contrario, quando se dissipan en parte y elevan, anuncian la serenidad; pero es de advertir que estas mutaciones suceden muy frequentemente y con gran prontitud, siendo muy raras las ocasiones en que llega á descubrirse su cumbre despejada, y, si acaece, es momentaneamente. 214 La jurisdiccion del theniente general que govierna en Portobelo no se estiende mas que á aquella ciudad y sus fortalezas, y todo el territorio donde pudiera dilatarse es de montaña muy espesa é impenetrable, y solo en algunas pequeñas colinas y llanos que dexan estas hay unas quintas ó haciendas en muy corto numero, no permitiendo otra cosa la disposicion del país.
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De la comida privada del rey y de su recorrido por la ciudad Al mediodía en punto, al tocar un tambor muy grande que llaman teponaztli, junto al templo de Hoitzilopochtli, era frecuente y acostumbrado poner las mesas dentro de la cámara real, cargadas con muchos manjares. Las ponían las concubinas, que solas con algunos de la familia del rey asistían a la comida predicha. Cuando había saciado su hambre y se habían quitado las mesas, bromeaba plácidamente con un truhán cuyos dichos salados lo movían a risa, hasta que se anunciaba que ya era llegado el tiempo de la comida pública, cuyos manjares condimentaban los mayordomos, y entonces se dirigía a un cenáculo amplísimo adonde encontraba las viandas puestas sobre las mesas y a alguno de los sacerdotes que acostumbraban estar presentes a la cena, llevando carbones y dirigiendo hacia el cielo el humo del copal. Entonces tomaba algunos bocados de las angarillas más próximas y vuelto hacia los cuatro vientos, los arrojaba e inmediatamente algunos de los maestresalas repartía toda aquella comida entre los varones principales y los pobres que había en la ciudad. En cuanto concluía la cena volvía el rey a su cámara, donde permanecía hasta que tuviera que oír los negocios (lo cual sólo se hacía en ciertos días señalados) y ya cayendo la tarde salía al público. Cuando tenía que salir por la ciudad, el día anterior se anunciaba con un pregón, no a fe mía por otro motivo, sino para que pudiera hacer bien a sus súbditos y aliviara la inopia de los pobres y para que constare a todos que el rey vivía. Lo predecían más de diez mil hombres, tanto de los próceres de la ciudad, como de aquellos que venían en grupos a la ciudad regia en tiempos establecidos del año de todas las provincias del imperio. Estos marchaban en orden distantes del rey un largo intervalo. Y mientras andaba, hablaba con algún señor que le fuera muy querido y llevaba en la mano un junco marino. Nadie atravesaba la vía por reverencia al rey, aun cuando a cuantos pobres estaban presentes, les era permitido saludarle y ofrecerle pequeños presentes, por los cuales recibían la mayor parte de las veces premio opimo. Y si de casualidad o por fortuna, encontrase casas que él mismo había mandado destruir, o algunas estructuras de la ciudad ruinosas y que la deformaban, inmediatamente eran reparadas por su orden y cuando la dilación era mayor, al día siguiente ya estaban reconstruidas.
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CAPÍTULO III Del tamaño de las canoas, y la gala y orden que los indios sacaron en ellas Volviendo, pues, al particular de nuestra historia, decimos que, entre las muchas canoas que en seguimiento de los españoles amanecieron el segundo día de su navegación, se vieron algunas de extraña grandeza que les causó admiración. Las que eran capitanas, y otras iguales a ellas, eran tan grandes que traían a veinte y cinco remos por banda y, sin los remeros, traían otros veinte y cinco y treinta soldados de guerra puestos por su orden de popa a proa. Por manera que había muchas canoas capaces de setenta y cinco y de ochenta hombres, que en ellas venían puestos de tal suerte que pudiesen pelear todos sin estorbarse unos a otros. Y los remeros también traían sus arcos y flechas para munición de las canoas, las cuales, con ser tan grandes, son hechas de una sola pieza, y es de advertir que haya árboles tan hermosos en aquella tierra. Desde el tamaño que hemos dicho que eran las mayores, iban otras disminuyendo hasta las menores, que eran de catorce remos por banda y ningunas se hallaron en esta flota menores que éstas. Los remos en común son de una braza en largo, antes más que menos de tres cuartas en largo y una tercia en ancho, todo de una pieza, tan acepillados y pulidos, que, aunque fueran lanzas jinetas, no se pudieran pulir más. Cuando una canoa de éstas va de boga arrancada, lleva tanta velocidad que apenas se hará ventaja un caballo a todo correr. Para bogar a una y en compás tienen aquellos indios hechos diversos cantares con diferentes tonadas, breves o largas, conforme a la prisa o espacio que se les ofrece en el remar. Lo que en estos cantares van diciendo son hazañas que sus pasados u otros capitanes extraños hicieron en la guerra, con cuya memoria y recordación se incitan a la batalla y al triunfo y victoria de ella. De las canoas capitanas de esta armada y de las que eran de los hombres ricos y poderosos hay otra particularidad curiosa y extraña que contar, y es que cada una de por sí venía teñida de dentro y de fuera, hasta los remos, de un color solo, como digamos de azul o amarillo, blanco o rojo, verde o encarnado, morado o negro, o de otro color si lo hay más que los dichos. Y esto era conforme al blasón o a la afición del capitán, o del curaca, o hombre rico y poderoso cuya era la canoa. Y no solamente las canoas, mas también los remeros y remos y los soldados; hasta las plumas y las madejas que traen por tocado rodeados a la cabeza, y hasta los arcos y flechas, todo venía teñido de un color solo sin mezcla de otro, que, aunque fueran cuadrillas de caballeros que con mucha curiosidad quisieran hacer un juego de cañas, no pudieran salir con más primor que el que estos indios sacaron en sus canoas. Las cuales, como fuesen muchas y de tantos colores, y con el buen orden y concierto que traían, y como el río fuese muy ancho, que a todas partes podían extenderse sin salir de orden, hacían una hermosísima vista a los ojos. Con esta belleza y grandeza siguieron los indios a los españoles el segundo día hasta las doce, sin darles pesadumbre alguna para que, sin ella, pudiesen ver y considerar mejor la hermosura y pujanza de su armada. Íbanse en pos de ellos bogando al son de sus cantares. Entre otras cosas que decían (según lo interpretaron los indios que los españoles consigo llevaban) era loar y engrandecer su esfuerzo y valentía y vituperar la pusilanimidad y cobardía de los castellanos, y decir que ya huían los cobardes de sus armas y fuerzas, y que los ladrones temían su justicia, y que no les valdría huir de la tierra, que todos morirían presto en el agua, y que, si en tierra habían de ser manjar de aves y perros, en el río les harían lo fuesen de peces y animales marinos, y así acabarían sus maldades y el enfado que daban a todo el mundo. Estas y otras cosas semejantes venían diciendo, y bogaban al son de ellas. Y al fin de cada cantar, daban grandísima grita y alarido.
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CAPITULO III Vecindario y temperamento de Panamá, noticia de sus campos y frutos que estos producen 270 Muchos parages de Indias son tan semejantes entre sí en quanto al vecindario y costumbres que parecen uno mismo. Esto se observa tambien en el temperamento, quando la accidental disposicion del terreno no lo hace variar; y como estos assuntos quedan yá bastantemente explicados, no será necessario volverlos á repetir, y quedará satisfecha la curiosidad con hacer mencion de aquellas cosas en que difieren. Assi, dexando sentado que el vecindario de esta ciudad es semejante al de Cartagena en quanto á su calidad, digo que en el genio se nota alguna diferencia porque los de Panamá son mas economicos, mas reducidos de animo y mucho mas puntuales y sutiles para su propia utilidad, y su consto está con mayor aplicacion al interés, en lo qual europeos y criollos siguen un mismo rumbo; y sería dificil acertar á resolver quales son los que empezaron á tomarlo de los otros. Lo mismo sucede con el sexo femenino, á excepcion de algunas señoras europeas que han passado allá con sus maridos yendo de oidores ó con otros empleos porque estas conservan siempre aquellas calidades que les dió la educacion de su país. 271 El vestuario de las mugeres en Panamá empieza á imitar al del Perú y se reduce en la calle á manto y basquiña, que, aunque con alguna novedad en su hechura, se assemejan á los de España. Pero el regular trage, con que andan dentro de sus casas y van á las visitas y otras funciones de corte, se compone, de la cintura arriba, de solo la camisa, en la qual hay unas mangas largas muy anchas y abiertas totalmente por abaxo, y, asi, estas como la abertura del cuello, guarnecidas de encages que procuran sean muy finos porque es de los que pende todo el lucimiento; se faxan la cintura y cuelgan al cuello cinco ó seis rosarios diferentes, unos engarzados en oro, otros de corales de quentas de oro y sencillos engarzados en seda, pero todos desiguales en el gruesso para que hagan mejor harmonía, y, además de esto, una, dos ó mas cadenas de oro, de donde van asidos algunos relicarios; igualmente, adornan los brazos con brazaletes de oro ó tumbaga y, juntamente, sartas de perlas, de corales y avalorios, unas mas arriba que otras; de la cintura abaxo, la pollera solo les llega á la pantorrilla, y desde allí hasta poco mas arriba del tobillo cuelga un encage ancho, que pende de la ropa interior, y calzan zapato. No se distinguen las mugeres de color de las españolas en el vestuario mas que en el manto y basquiño, que es privilegio de estas ultimas, y, en siendoles licito gozar de esta prerrogativa, están en la linea de señoras aunque su estado o possibles no sean muy sobresalientes. 272 Aunque no noté en Cartagena lo que voy á decir, fue por tenerlo reservado para este lugar, y es que, assi en aquella ciudad como en Portobelo y esta, tienen sus moradores un methodo de prorrumpir las palabras quando hablan bien particular; y, assi, como hay unos pueblos que tienen arrogancia, otros dulzura y otros brevedad, este tiene una floxedad y desmayo en las voces tal que es muy sensible y molesto al que le oye, hasta que la costumbre le vá habituando á ello; aun mas sucede en este particular, y es que en cada una de las tres ciudades llevan distinto methodo en el desquadernamiento, flaqueza y acento de las voces, acompañado de diversas sylabas propias de cada uno, no menos distinguibles entre sí que todas ellas apartadas del estilo con que se habla en España. Yo he comprehendido que esto puede provenir en alguna manera de la indisposicion en que están los cuerpos desfallecidos con la calor, aunque tampoco me opongo á que tenga mucha parte la costumbre. 273 El temperamento solo se diferencia del de Cartagena en que el verano se retarda algo mas y tambien cessa primero porque, tanto quanto tardan las brisas en recalar, se adelantan sin cessar. Por las observaciones del thermometro que se hicieron en repetidos dias, sin que se notasse alteracion de unos á otros en unas mismas horas, se concluyó en los dias 5 y 6 de enero de 1736 que á las 6 de la mañana tenia de altura el licor 1020 medio, al medio dia 1023 y medio y á las 3 de la tarde 1025; pero es de notar que yá por este tiempo quieren empezar á recalar las brisas y no es la mayor fuerza de los calores, los quales se experimentan en los meses de agosto, septiembre y octubre. 274 Aunque segun la calidad de aquel clima no debería ser menos abundante de semillas que los otros de su misma naturaleza, son muy escasas las que se encuentran allí, no porque la tierra dexe de ser fértil sino porque sus habitadores viven totalmente retirados de la agricultura. Atribuyese esto á la facilidad con que se exercitan en el comercio y á la aversion que tienen á la fatiga del cultivo de los campos; sease por una ú otra razon ello, es cierto que en las inmediaciones de aquella ciudad no se reconoce mas cultura en la tierra que la natural que goza ella por sí ni se advierte que le haya tenido porque todas aquellas campañas están virgenes, de aqui nace que sea muy escasa de todo y, consiguientemente, cara. En particular, se experimenta la falta total en las verduras y legumbres, no pudiendose atribuir á esterilidad de la tierra porque en una pequeña huerta que cuydaba un gallego en el tiempo que estuvimos allí se criaban de todas especies con mucho vicio; assi, está reducida la ciudad á que todo le entre de fuera, ó de las costas del Perú ó de las de su misma jurisdiccion.
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CAPITULO III Descripción de la grande y célebre isla Española La muy dilatada y rica isla Española está en la altura de diez y siete grados y medio; la mayor parte se extiende del oriente al occidente, hasta veinte grados, latitud septentrional; su circunferencia es de trescientas leguas, su longitud de ciento y veinte y su latitud cerca de cincuenta en algunas partes, poco más o menos, ancha o angosta; sobre lo cual no me haré importuno ni tampoco cómo esta isla se descubrió, pues notorio es a todo el mundo fue descubierta por Cristóbal Colón el año de 1492, habiendo sido enviado por este fin de don Fernando el Católico, Rey de España, de cuyo tiempo los españoles han sido posedores hasta el presente. Hállanse muchas, muy buenas y fuertes ciudades, villas y lugares, como también cuantidad de muy alegres, deliciosas y abundantes poblaciones y plantaciones, debiéndolo todo al cuidado y trabajo de la nación española. Su principal ciudad y metrópoli está dedicada a Santo Domingo, llamándose de ese mismo nombre; en su situación hacia la parte del medio día en bellísimo aspecto en todos sus contornos hay numerosas plantaciones, cuanto matizados prados y fructuosos jardines, que producen con abundancia muchos, muy agradables y óptimos frutos, según la naturaleza del país. El gobernador de esta isla tiene su residencia en esta ciudad, la cual es como almacén y depósito de todas las otras ciudades, villas y lugares, sacando de ella y proveyéndose de víveres necesarios a la vida humana; gozando de una ventaja: que se mantiene sin comercio foráneo, sino sólo con los de la nación española. La mayor parte de sus moradores son gruesos mercaderes y otros que tienen tiendas efectivas para menuda mercancía. Fue dedicada al apóstol Santiago una ciudad de esta isla, la cual se gloria del mismo nombre; está abierta sin murallas ni castillos, situada en la altura de diez y nueve grados, latitud septentrional; sus moradores por la mayor parte son cazadores y plantadores por ser muy propio su territorio y jurisdicción a dichos ejercicios, a causa de su constitución. Descúbrense desde ella tan deliciosas campañas como las de Santo Domingo, que abundando en toda suerte de bestias, tanto silvestres que otras, sacan de ellas cantidad de pieles de cuero, de que se hace un ventajoso comercio. A la parte meridional se descubre otra ciudad intitulada Nuestra Señora de Alta Gracia, cuya comarca fructifica crecida abundancia de cacao, dando ocasión a los moradores de fabricar rico chocolate; crece asimismo allí genjibre, tabaco, y derrítese mucho sebo de las bestias que cazan. Los españoles de esta amenísima isla tienen costumbre de navegar con sus canoas hacia la isla llamada Savona, donde hacen su pesca, principalmente, de tortugas que vienen y se acercan de ordinario a las riberas de la mar para echar sus huevos en la arena, soterrándolos en ella y, por medio de los rayos del sol, fermentarlo y conseguir la multiplicación de su especie. No tiene esta isla cosa digna de atención ni particular relación, pues es estéril a causa de su arenoso territorio, si bien produce un poco de Leño Santo o Guayco, cuyo uso ya explicamos en otra parte. Hacia la parte del occidente de la ciudad de Santo Domingo está situada una muy populosa aldea, cuyo nombre es el pueblo de Aso; los vecinos de ella van muy de ordinario a negociar y contratar con los de otra aldea, que está situada en el corazón de la isla, la cual se llama San Juan de Goave, que está rodeada de un aspecto magnífico de jardines, florestas y prados; extiéndese su territorio a más de veinte leguas, que apacienta muchos toros y vacas silvestres; dentro de esta aldea no viven otros que desolladores de bestias y cazadores; los cuales son mezclados de diversas sangres, esto es, blancos y negras, de donde viene la palabra Mulatos; los que nacen de indios y blancos se llaman Mestizos; y los que provienen de negros e indios se llaman Arcatraces; y otras muchas especies y raleas que allí se hallan porque los españoles se agradan más del sexo femenino negro en aquellas partes, que de las propias y semejantes. De dicha aldea se saca grande abundancia de sebo y de pieles, no dándose en ella a otro negocio ni trabajo, porque la tierra en esta parte no se puede cultivar a razón de la grande sequedad. Esto es lo que los españoles tienen en posesión en esta isla, después del Cabo de Lobos hacia San Juan de Goave, hasta el Cabo de Samana, cerca de la mar del lado del norte; y de la parte del oriente hacia la mar llamada Punta de espada, con que el resto de la isla la poseen los cazadores y plantadores franceses. Tiene muy buenos puertos esta isla desde el Cabo de Lobos hasta el de Tiburón, que cae a la parte occidental de la isla, en cuyo distrito se hallan cuatro que exceden en bondad, capacidad y seguridad a los mejores de Inglaterra. Después del cabo de Tiburón hasta el de Doña María hay otros dos muy excelentes puertos, y de éste hasta el Cabo de San Nicólas se hallan otros doce; cada uno de ellos tiene el concurso de dos o tres buenas riberas, en cuyas aguas se pescan diversidades de pescados muy sabrosos y con abundancia. Sus campañas son tan ricas en caudalosos ríos y arroyos, que generalmente esta comarca puede cultivarse sin miedo de falta de humedad, por sus grandes raudales, suponiendo, como es cierto, que no se pueden hallar mejores en todo el mundo. Las orillas de la mar son también muy agradables, a las cuales llegan las tortugas en abundancia a echar sus huevos. Fue muy poblada la parte del norte de esta isla con muchas villas y lugares, pero arruinándolos la nación holandesa, los desterró del todo la española.
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CAPITULO III Residencia hecha en Guayaquil y providencias tomadas para passar á la sierra 390 El navio San Christoval, que haviamos dexado fondeado en la Puná, hizo despues que nosotros su derrota para entrar por el rio y el dia 26 en la noche llegó á dar fondo enfrente de la ciudad; en el siguiente se desembarcaron todos los equipages é instrumentos, y se dió principio á las observaciones con el fin de situar aquella ciudad segun su latitud y longitud, pero, aunque el deseo de conseguirlo nos tuvo cuidadosos en la observacion de alguna immersion de los satelites de Jupiter que llenasse el hueco de la del eclypse de luna, no fuimos mas felices en ellas que en este lo haviamos sido, pues la athmosphera, cubierta de vapores, que con dificultad se dissipaban enteramente, no permitió que lo consiguiessemos. Pero siendonos los dias mas favorables que las noches para los progressos de la astronomía, se tomaron varias alturas meridianas del sol, y, en los intervalos que las nubes daban lugar á ello, se executaba lo mismo con algunas estrellas. 391 Desde que llegamos á aquella ciudad, havia participado su corregidor, á quien como á los oficiales reales y demás personas de distincion merecimos toda especie de atenciones, á el de Guaranda la noticia de nuestro arribo para que diesse providencia de que baxasen bagages al puerto del Caracol en que pudiessemos transportarnos á la sierra, cuyo transito efectivamente estaba suspenso á causa de ser por aquel tiempo allí los fines del ibierno, sazón sumamente contraria para él tanto por la maleza de los caminos quanto porque, estando crecidos todos los rios, es de gran peligro el vadearlos y por su extension no admiten puentes. 392 El corregidor de Guaranda se hallaba entonces en Quito entendiendo en negocios de su empleo pero, aunque estos pudieran haverle detenido, informado el presidente y governador de aquella provincia, que lo era entonces Don Dionysio de Alcedo y Herrera, de ello, le ordenó que sin detencion alguna se restituyesse á su corregimiento y diesse todas las providencias de passar hasta llegar á Quito para que nos atendiessen y facilitassen quanto se nos pudiesse ofrecer. Con tan buenas y prontas disposiciones y la noticia de que caminaban las mulas que se havian pedido para el Caracol, donde se hallarían el dia 6 de mayo, empezó á disponerse nuestro viage por el rio, cuya derrota es la que regularmente se sigue porque, aunque por tierra no dexa de haver camino, es impracticable en todos tiempos por la cantidad de cienagas que median entre uno y otro parage y abundancia de rios, los mas grandes, que hay que atravesar, y, assi, solo puede traficar por él en tiempo de verano una ú otra persona que vaya escotera y sin embarazo, sabiendo los parages donde suele haver canoas para passarlos.
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CAPITULO III De una nueva armazón que hizo Lolonois para ir a tomar la ciudad de Santiago de León, como también a Nicaragua, donde murió miserablemente Lolonois (por su último viaje) se había ganado grandísima opinión en Tortuga, por razón que les dio grandes provechos apropiándose él lo que se suele decir: Ayer maravilla fui, hoy sombra aún suya no soy ; siendo un día rico y ciento pobre. No se daba grande fatiga para juntar, pues le venían a rogar más que quería y había menester, teniendo cada uno tal confianza en él y en su dirección, para hallar su fortuna, que les parecían seguridades exponerse con él a los mayores riesgos y peligros del mundo. Tomó, pues, resolución con sus oficiales para ir hacia la mar de Nicaragua y saquear cuantas poblaciones pudiese, pero antes de proseguir esta historia por satisfacción del lector, haré una pequeña descripción de esta dicha mar y sus costas, a fin que mejor se pueda entender lo que después contaré en la tercera parte, donde hallaréis la toma de Panamá y la descripción de Costa Rica, con láminas en talla dulce. Según lo que publicó Lolonois, juntó toda su gente, que fueron en todos cerca de 700 hombres, e hizo armar el navío que tomó en Maracaibo, sobre el cual puso 300 personas, y el resto en otras embarcaciones más pequeñas, que eran 5 de manera que en todos eran 6 navíos; asignó su primer alto en la isla Española, en un lugar llamado Baiahá, donde determinaron tomar todas sus provisiones. Hecho esto se hicieron a la vela, encaminándose hacia una plaza, que se nombra Matamaná, que está al lado del mediodía de la isla de Cuba. Sus intenciones eran de tomar todas las canoas que pudiesen encontrar, porque en estas costas viven muchos pescadores de tortugas, que las llevan de allí a La Habana. Tomaron los piratas tantas de dichas canoas (a pesar de aquellas pobres gentes) cuantas hubieron menester para sus empresas, porque necesitaban de aquellas pequeñas embarcaciones, a causa que el puerto donde tenían designio de ir, no es bastantemente profundo para entrar con sus navíos. Siguieron después su curso hacia el cabo de Gracias a Dios, situado en tierra firme, en la altura de 15 grados, latitud septentrional, 100 leguas de la isla de los Pinos; pero estando en mar les sobrevino una pesante calma, con que la sola agitación de las olas los llevó al golfo de Honduras, donde trabajaron mucho para volver a subir de la profundidad en que estaban, pero las aguas y los vientos contrarios les rendían sus trabajos inútiles; además que el navío en que Lolonois estaba no podía seguir los otros y, lo que peor era, les faltaban ya las vituallas; con que fueron obligados a irse a la primera plaza que pudieron hallar, entrándose por una ribera con sus canoas, la cual es llamada agua, y la poseen indios, a quienes robaron totalmente, hallando entre sus bienes cantidad de maíz, mucho ganado de cerda y gallinas. No contentos aún de esto, determinaron de quedar allí mientras pasaba el mal tiempo y, entretanto, saquear todas las villas y lugares que están en la costa del golfo. Pasaron, no obstante, de una parte a otra buscando más vituallas, por no tener lo que les parecía haber menester para el cumplimiento de sus designios y, habiendo buscado y rebuscado en algunas aldeas donde no hallaron gran cosa, llegaron a Puerto Cabello, en cuya plaza se hallan almacenes españoles, que sirven de poner todas las mercadurías, las cuales vienen de país alto para guardarlas hasta la llegada de navíos. Estaba entonces un navío español allí, el cual era fuerte de 24 piezas de artillería y 16 pedreros, que fue luego al punto cogido por los piratas y con él fueron cerca de tierra, saltando en ella y quemando los dichos dos almacenes con todas las otras casas que había, y tomando muchos de los moradores prisioneros, ejecutaron en ellos las más insufribles crueldades que jamás bárbaros inventaron, dándoles atroces tormentos, los peores que podían imaginar. Lolonois tenía por costumbre que poniendo algunos en tormento y no confesando, al instante los hacía tajadas con su alfange o espada, cortándoles la lengua y deseando hacer lo mismo con el último español del mundo. Sucedía muy de ordinario que algunos de los mal aventurados prisioneros, por temor, prometían de mostrar lugares o sitios donde estaban los demás fugitivos, pero después (no sabiendo nada) que no podían hallarlos los dieron la muerte más enorme que a otros. Muertos y aniquilados todos los prisioneros (excepto dos, que reservaron para mostrarles lo que deseaban) se fueron hacia la villa de S. Pedro, que está cerca de 10 a 12 leguas de Puerto Caballo, con 300 hombres, capitaneándoles Lolonois y dejando por teniente del resto de su gente a Moisés van Vin que gobernase en su ausencia. Caminado que hubo cerca de tres leguas halló una tropa de españoles que tenían formada una emboscada, que les acometieron con valor, y al principio pelearon furiosamente, pero no pudiendo resistir a la furia de los piratas, procuraron huirse, dejando muchos piratas muertos y heridos, y a algunos de los españoles quedaron en el camino estropeados, Lolonois los hizo acabar de matar sin misericordia, cuando les hubo preguntado lo que le parecía a su propósito. Quedaron, aún, algunos por prisioneros, que no estaban heridos, a quienes preguntó si había más españoles en emboscadas. A que respondieron sí. Hizo llamar uno a uno aparte, haciéndoles interrogación ¿si no habría medio para hallar otro camino que aquél? a fin de contraguardarse. Dijeron todos que no. Después de haber examinado a todos, y viendo no le mostraban otro camino, se encolerizó Lolonois de tal modo, que tomó uno de los españoles y con su alfange le abrió toda la parte anterior, arrancándole el corazón con sus sacrílegas manos, mordiéndole con sus propios dientes, y diciendo a los otros: -"Yo os haré lo mismo si no me descubrís otro camino". Prometiéronle, aquellos mal afortunados, mostrarle otro camino, pero le declaraban era muy peligroso y penoso; con que, por satisfacer a aquel dragón, comenzaron a guiarle. Viendo no le servía, se vio obligado a volver al primero, diciendo con cólera infernal: -Mort Dieu: les Espagnols me le payeront: muerte de Dios, los españoles me la pagarán. El día siguiente dio en otra emboscada, a la cual acometió con tal horrible furor, que en menos de una hora fueron echados los españoles fuera, y la mayor parte muertos. Creían los españoles disipar y arruinar los piratas desde sus emboscadas, y así se dividieron en diferentes puestos. Dieron, finalmente, en una tercera, donde había otro partido de españoles más fuerte y ventajoso que los precedentes, mas, no obstante, los piratas, echando de pequeñas granadas de fuego a la mano con grandísima abundancia, continuando de tiempo en tiempo, obligaron a este partido del mismo modo que a los precedentes, haciéndoles huir de tal manera, que antes que llegasen a la villa ya eran muertos o heridos la mayor parte. No había sino un solo camino para llegar a dicha villa, que tenían bien prevenido de buenas defensas, y el resto, alrededor del pueblo, estaba plantado de ciertos árboles llamados raqueltes, muy espinosos y más picantes que los triángulos de que en Europa se sirven cuando un ejército debe pasar por un lugar forzoso, siéndoles casi imposible de atravesar por ellos. Los españoles que estaban detrás de dichas defensas, viendo venir los piratas comenzaron a tirar sobre ellos con su artillería, lo cual visto por éstos se agazapaban, y después del rito hecho, daban sobre los defensores con las granadas de fuego a la mano y sus alfanges, haciendo grande destrozo en los de la villa, pero, no obstante, no pudiendo más avanzar, fueron forzados a retirarse por esta vez. Después, tornando al ataque con poca gente, no disparando ningún tiro antes de estar cerca, dieron una carga tan diestra, que de cada tiro derribaban un español. Continuando de este modo de una parte y otra hasta la noche, los españoles se vieron obligados a levantar estandarte blanco en señal que querían tregua y acordarse con ellos, rindiendo la villa a tales condiciones: que darían cuartel por dos horas a los vecinos. Pedían este tiempo para sacar fuera y esconder cuanto pudieran, y huirse a otra cualquiera plaza circunvecina. Sobre aquel acuerdo entraron en la villa, donde estuvieron las dos horas sin moverse a hacer alguna hostilidad ni molestia, pero después Lolonois los hizo seguir y robar todo cuanto se habían llevado consigo, no sólo todos los bienes, mas sus personas también, haciéndolos todos prisioneros. No obstante, la mayor parte de mercadurías y muebles estaban de tal modo escondidas, que los piratas no pudieron dar con ellas, hallando solos algunos sacos de cuero, llenos de añil o índigo. Después de haber estado un poco de tiempo y ejecutado grandísimas insolencias (según sus costumbres ordinarias) dejaron la villa, llevándose todo cuanto les fue posible y reduciéndola totalmente en cenizas. Llegando a la costa de la mar, donde dejaron un partido de sus camaradas, hallaron que éstos se habían entretenido en correr tras los pescadores que en aquellos distritos vivían, o venían del río de Guatemala, donde aguardaban un navío que debía venir de España. Finalmente, resolvieron de ir hacia las islas que están de la otra parte del golfo, para limpiar y calafatear sus navíos, dejando entretanto dos canoas delante de la costa o boca del río de Guatemala, para tomar el navío que dijimos se aguardaba allí de España. El intento principal de su ida a aquellas islas era buscar provisiones, sabiendo que las tortugas de por allí son excelentes y gustosa comida. Luego que llegaron se separaron en tropas, escogiendo cada partido un puesto a parte para la pesca. Cada uno procuraba tejer una red de ciertas cortezas de árboles, llamados macoa, de los cuales también hacen cuerdas y maromas, necesarias al servicio de los navíos, de suerte que jamás tienen falta de tales cosas cuando pueden hallar dichos árboles. Hállanse en aquellas partes muchos lugares donde van a buscar pez, que sacan en grande abundancia, y es de tal modo la cantidad, que corriendo a las orillas de la mar, por medio del calor del sol, hace y se congela con la humedad del agua en grandísimos montones, que se forman a modo de pequeñas islas. Esta pez no se parece a la de nuestras tierras, pero tiene grandísima semejanza a la espuma de la mar en la forma y color, lo cual llaman los naturalistas bitumen. Según lo que juzgo, diré que esta tal materia no es otra cosa que cera, la cual las tempestades echaron en la mar, de la que en los territorios vecinos, las abejas hacen, y de lo más apartado de la mar, los vientos y olas traen a la ribera, pues que ella está mezclada de arena y tiene el olor del ámbar negro que envían del oriente. En aquellos puestos se encuentran cantidades de dichas abejas que labran su miel en los árboles, de donde sucede que estando los panales agarrados a los troncos, sobreviniendo los torbellinos, se desgajan y por la furia del viento son llevados (como dijimos) a la mar. Algunos físicos quieren decir que en esta cera y miel se hace una separación por medio del agua salada, de donde proviene el buen ámbar, y es probable, porque cuando se halla dicho ámbar y lo gustan, tiene un sabor al de la cera. Volviendo a nuestro discurso prosigo en que los piratas se preparaban en aquellas islas con prisa, por serles llegada nueva de la venida del navío español que aguardaban. Gastaron algún tiempo corriendo las costa de Yucatán, donde viven muchos indios que buscan el ámbar en aquellas riberas; mas pues hemos llegado con los piratas hasta aquí haré, pasando, alguna reseña del modo con que viven estas gentes y del servicio, o culto divino, que practican. Han estado estos indios más de cien años debajo de la dominación española y cuando tenían necesidad de algún esclavo o criado, enviaban a buscar uno de ellos para que les sirviesen tanto que habían menester. Acostumbraban todos los domingos y fiestas enviar un sacerdote, que por algunos inconvenientes, según que a su modo hallaron (investigados de malas tentaciones), maltrataron el tal sacerdote y abandonaron el culto divino, por cuya razón los españoles les castigaron como merecían, metiendo en prisión muchos de los contumaces. Cada uno de aquellos indios tenía y tiene un dios aparte, al cual sirve y adora. Cosa bien digna de admiración es ver el modo con que tratan a una criatura recién nacida, pues luego que salió del viente de la madre le llevan a su templo, donde hacen un círculo hoyo que llenan de cenizas (sin mezcla de otra cosa), sobre las cuales ponen la criatura, dejándola una noche entera sola con grandísimo peligro, sin que allí se atreva a llegar persona estando el templo abierto de todas partes por donde las bestias pueden entrar y salir. El día siguiente el padre y parientes de la criatura vienen a mirar en las cenizas si alguna pata o pezuña de bestia está señalada en ellas; y si no hallan señal la dejan hasta tanto que algún animal haya dejado impresa alguna de sus patas, al cual consagran la criatura como a su dios, que debe adorar y servir toda su vida, teniendo a la tal bestia por su patrón y protector en todo peligro y necesidad. Ofrecen a sus dioses sacrificios de fuego, donde queman una cierta goma que ellos llaman Copal, y nosotros llamamos Goma Caragna, cuyas humaredas son de un olor muy agradable. Llegado que ha la criatura a ser grande, sus padres le dicen y muestran a quien debe adorar, servir y honrar como a su Dios. Sabiendo esto va al templo, donde hace ofrenda a la tal bestia. Cuando sucede que a cualquiera le hacen algún mal o que por mala fortuna le viene algún desastre, se va a lamentar a la bestia y le ofrece sacrificio, pidiéndole justicia; de lo cual muchas veces acontece que si alguno le ha hecho el mal de que se lamenta, se halla muerto, mordido o maltratado de la tal bestia. De este modo y con tales supersticiones e idolatrías se gobiernan aquellos míseros e ignorantes indios que habitan todas las islas del golfo de Honduras, como también muchos de los que viven en la tierra firme de Yucatán, en cuyos territorios se hallan deliciosísimos puertos, donde hacen la fábrica de sus casas. Esta suerte de gentes no son muy fieles entre sí, y usan unas extrañas ceremonias en sus casamientos. Pretendiendo alguno una doncella para casarse va primero a hablar al padre de ella, el cual le examina tocante al modo de cultivar los plantíos y de otras cosas, según su fantasía; a cuyos interrogatorios habiendo respondido con aprobación del pretendido suegro le da al joven un arco y una flecha, con el cual armado y el joven va a la doncella y la da una guirnalda de hojas verdes mezcladas con muy lindas flores, que debe poner sobre su cabeza, y desechar la que trae (porque es la costumbre que las doncellas anden siempre coronadas de flores), y recibida y puesta se va cada uno de los parientes y amigos a aconsejarse con otros de entre ellos mismos si aquel casamiento será útil y bueno. Júntanse después los dichos parientes y amigos en la casa del padre de la doncella y beben de cierto licor hecho de maíz y, delante de la compañía, el padre da a su hija al novio. El día siguiente viene la nuevamente casada en la presencia de su madre y se quita la guirnalda rompiéndola, dando grandes gritos y lamentándose amargamente, según la costumbre del país. Otras cosas pudiera largamente relatar de la vida y acciones de estos indios, pero seguiré mi asunto diciendo: Que los piratas tenían algunas canoas de los indios en la isla de Sambale, cinco leguas de las costas de Yucatan. En esta dicha isla se halla mucho ámbar y, principalmente cuando hace alguna tempestad del lado del oriente, de donde las olas traen muchas cosas y muy diversas. Por esta mar no pueden pasar sino pequeñas embarcaciones, por ser poco profunda. En las tierras que esta mar gira se coge mucho palo campeche y otras cosas de este género, que pueden servir a la tintura, muy estimada en nuestras tierras; y sería más, si tuviésemos la ciencia de los indios, que son industriosos en hacer ellos tintura, que jamás muda el color en otro, ni desvanece. Después de tres meses que los piratas quedaron en aquel golfo, tuvieron noticia que el navío español había llegado y vinieron con prisa al puerto, donde estaba descargando la mercaduría que traía, con ánimo de acometerle; para cuyo efecto, primeramente, enviaron a la entrada de la ribera algunos de sus bajeles a buscar una barca que aguardaban, teniendo noticia estaba cargada ricamente la mayor parte de plata, índigo y cochinilla. Supo la gente del navío que estaba en el puerto, que los piratas tenían designios sobre él; con que se preparó todo muy bien, siendo su artillería cuarenta y dos piezas y muchas más armas y pertrechos, necesarios para su defensa con ciento treinta hombres combatientes. A Lolonois, todo eso le parecía nada, y así le embistió con grande valor, no siendo su navío que de veinte y dos piezas de artillería y otra pequeña saetía para su ayuda; pero los españoles se defendieron de tal manera, que obligaron a los piratas a retirarse; mas, mientras las humaredas de la pólvora estaban aún densas, enviaron (como entre espesas nieblas) cuatro canoas con mucha gente y asaltaron el navío con grande agilidad, haciendo rendir a los españoles. No hallaron dentro lo que pensaron, pues ya estaba descargado de casi todo, consistiendo la mina en cincuenta barras de hierro, un poco de papel, algunas vasijas llenas de vino, y cosas de este género, de muy poca importancia. Juntó consejo Lolonois con toda la gente de su flota, proponiéndoles tenía intentos de ir hacia Guatemala, sobre lo cual hubo diversos pareceres; oyéndolo unos con agrado y otros no; principalmente una partida que eran nuevos en tales ejercicios y se imaginaron, al salir de Tortuga, que los reales de a ocho se cogían como peras en los árboles; y habiendo experimentado de otra suerte bien distinta, dejaron la compañía y se volvieron de donde salieron. Los otros, al contrario, dijeron que estimarían más morir de hambre que volverse sin mucho dinero. La mayor parte, también, viendo este propuesto viaje poco acertado se separaron, y con éstos un tal Moisés Vauclein, que estaba en el navío tomado a Puerto Caballo, y se fue hacia Tortuga para cruzar en aquellas mares con otro su camarada, llamado Pierre le Picard o Pedro el Picardo, que viendo a los otros dejar a Lolonois, le dejó también y tomó su rota, costeando la tierra firme y vino, en fin, a Costa Rica, donde saltó a tierra, cerca de la ribera de Veraguas, yendo con sus camaradas hasta la villa de este mismo nombre, que tomaron y saquearon totalmente, no obstante la grande resistencia que los españoles hicieron. Lleváronse algunos moradores hechos prisioneros con lo que robaron, que no fue cosa de importancia, por razón que los habitantes de la villa son pobres, no teniendo algún comercio, sino sólo trabajar en las minas, donde hay algunos de ellos; pero otra persona no busca el oro que los solos esclavos, a los cuales fuerzan a minar, que mueran o vivan, y lavar la tierra que sacan en los ríos cercanos, en los cuales se suelen hallar algunos pedazos de oro grandes como garbanzos. En fin, los piratas no hallaron en el tal robo más que siete u ocho libras de oro, con que se volvieron dejando el designio que tenían antes de pasar hasta la villa de Nata, situada en las costas de la mar del sur, donde habían determinado de ir porque sabían eran todos mercaderes, que tienen todos sus esclavos en Veraguas, poniéndoles temor para no emprenderlo, la multitud de españoles que veían juntar, de unas y otras partes, de que también estaban con seguridad preadvertidos. Lolonois quedó solo en el golfo de Honduras, por razón que su navío era muy grande para pasar los flujos del mar y riberas como los otros pequeños; allí tuvo grande falta de vituallas, de manera que les era forzoso ir todos los días a tierra para buscar de que mantenerse, y no hallando otra cosa cazaban algunos monos y otros animales de los mejores que podían para su sustento. Finalmente hallóse en la altura del cabo de Gracias a Dios ciertas islas llamadas de las Perlas junto a ellas su navío dio en un banco de arena, donde se encalló sin hallar remedio para sacarle a profundidad suficiente, aunque le descargaron de toda la artillería, hierro y otros pesos cuanto les fue posible, que no les sirvió de otra cosa alguna; con que hicieron de la necesidad virtud, procurando deshacer el navío, y con alguna madera de él y clavos fabricar una barca larga. Comenzáronlo, y mientras los piratas están ocupados en ello, pasaremos a describir sucintamente las islas sobredichas y sus moradores. Las islas de las Perlas son habitadas de indios propiamente salvajes, no habiendo casi jamás conversado ni hablado con gentes civiles; son de una estatura alta, muy ágiles para correr, que lo hacen como caballos ligeros; y a zambullirse en el agua son muy propios y diestros, pues de lo más hondo de la mar sacaron una ancora que pesaba 600 libras habiéndola atado un cable abajo con mucha destreza, y tirando de él desde unas peñas vinieron a lograr su intento. No se sirven de otras armas que de las que hacen de madera, sin que mezclen algún hierro, sino sólo (algunos) algún diente de cocodrilo, el cual ponen a modo de púa; no usan de arcos ni flechas, como los otros indios; pero tienen un género a modo de lanzas largas de brazada y media. Hay en estas islas muchos plantíos que tienen cercados de bosques, de donde sacan abundancia de frutas, como patatas, bananas, racoven, ananás y otros muchos, según la constitución del país, cerca de los cuales no tienen casas para sus moradas. Algunos quieren decir que estos indios comen carne humana, y parece que se comprueba, pues en tiempo de Lolonois dos de sus compañeros, uno español y otro francés, se fueron al bosque y habiendo caminado hora y media encontraron una tropa de indios, de quienes fueron perseguidos; pero defendiéndose con sus alfanges, no obstante, se vieron obligados a huir, lo cual hizo el francés con mucha agilidad y el español (que era más pesado) fue cogido por aquellos bárbaros, de quien no se supo más. Algunos días después intentaron ir al bosque, para procurar ver lo que se habría pasado; salieron doce piratas bien armados, entre los cuales estaba el dicho francés, que llevó a los otros y les mostró la parte donde había dejado a sus compañeros; vieron cerca del puesto que los indios habían encendido fuego, y a pocos pasos de allí hallaron los huesos del dicho español bien tostados, pudiendo bien asegurar que asaron al mísero español, de quien aún hallaron algunos pedazos de carne mal mondada de los huesos y una mano que no tenía más que dos dedos. Pasaron adelante buscando algunos indios, de quienes hallaron una grande tropa, los cuales procuraron huir, por ver muy fuertes y armados a los piratas; que se trajeron consigo a sus navíos, cinco hombres y cuatro mujeres, con los cuales hacían lo posible para darse a entender, y por ese medio comerciar con ellos algunas chucherías, ofreciéndoles algunos cuchillos y corales que aceptaron; dábanles también de comer y beber, lo cual no quisieron aceptar ni probar. Notaron mucho los piratas que en todo el tiempo que los dichos indios estuvieron en sus navíos no hablaron entre ellos una palabra. Viendo los piratas que los indios tenían grande temor por ellos, los presentaron algunas alhajillas, y los dejaron ir, con que al tiempo de la separación hicieron señales de que volverían; pero olvidáronse de tal modo que jamás los volvieron a ver, no pudiendo tener más noticias en toda la isla de estos tales indios, de quienes se cree, y de los otros que allí había, que de noche se pasaron todos a nado a otras isletas vecinas, pues ni pareció más algún indio, ni jamás se vio en toda la circunferencia de la isla alguna barca, u otra embarcación, ni señal de tal cosa. Entretanto, los piratas deseaban ver acabado el barco largo que fabricaban de la madera del navío que se les encalló, mas considerando tenían obra para mucho tiempo, dieron en cultivar algunos campos, sembrando en ellos fríjoles, que en seis semanas recogieron con otros muchos frutos; tenían consigo mucho trigo de España, bananas, racovent y otras provisiones, con que amasaban pan y lo cocían en hornos portátiles que para ello tenían, no temiendo por entonces morir de hambre en aquellos desiertos. Estuvieron cinco o seis meses de este modo entretenidos, los cuales pasados, y acabado ya su barco largo, determinaron ir a la ribera de Nicaragua a escudriñar si no habría medio de coger algunas canoas para venir a buscar a los que quedaban en tierra y que no cabían en las embarcaciones que tenían; y para que no hubiese alguna disputa entre ellos, echaron suerte para saber cuáles debían ir. Salió la suerte para la mitad de la gente, que se pusieron en el barco largo y chalupa que tenían consigo, y la otra mitad quedaron en tierra. En pocos días llegó Lolonois a la entrada de la ribera de Nicaragua, donde fue asaltado de la mala fortuna, que muchos días había le estaba guardada, en castigo de tanta multitud de maldades como en su desenfrenada vida cometió. Le descubrieron los españoles e indios, que juntos le sacudieron y a sus compañeros; de tal modo fue, que la mayor parte de los piratas quedaron muertos sobre el campo. Lolonois, con los que quedaron hicieron bastante en escaparse y montar sobre sus barcos, determinando, aún, de no volver a ver los que quedaron en la isla de las Perlas, al no tener otras barcas, que andaban buscando, resolvió de ir a las costas de Cartagena con los designios de buscar lo que querían; pero ya, como harto Dios de tantas iniquidades y llegado el tiempo determinado de su terrible justicia, se sirvió para ministros de ella de los indios de Darién (que los españoles tienen por bravos o salvajes), donde fue Lolonois, llevándoles al suplicio su propia mala conciencia y creyendo hacer en aquella tierra de las suyas, los indios le cogieron y despedazaron vivo, echando los pedazos en el fuego y las cenizas al viento, para que no quedase memoria de tan infame humano. Uno de sus compañeros me dio cuenta de esta tragedia, y me aseguró se escapó él mismo con muchísimo trabajo, creyendo también que muchos de sus socios quedaron en la demanda, como su cruel caudillo, abrasados. Esta es la historia de la vida y fin del infernal Lolonois, que lleno de execraciones y enormes hechos, deudor de tanta sangre de inocentes, murió a manos carniceras, como las suyas lo fueron en su vida. Los que quedaron en la isla de las Perlas, aguardando la vuelta de los que por mala suerte salieron, no teniendo nuevas de su capitán ni compañeros, se pusieron sobre un navío de cierto pirata que pasó por allí viniendo de Jamaica, con intención de ir a saltar en tierra al cabo de Gracias a Dios, y de allí montar con sus canoas la ribera para intentar tomar la ciudad de Cartago. Estos dos partidos de piratas, ya juntos, se hallaban contentos, los unos por verse libres de sus miserias, pobreza y necesidades donde vivieron diez meses, los otros por verse más fuertes para efectuar más satisfechos sus designios. Llegado que hubieron al dicho cabo de Gracias a Dios, pusieron su gente en canoas, y con ellas montaron la ribera (en todos eran quinientos hombres), dejando en cada una de las embarcaciones cinco o seis personas por guardas. No tomaron vituallas consigo, creyendo hallarían en toda parte muchas, pero se hallaron engañados de su confianza, no siendo fundada en Dios, el cual dispuso que luego que los indios percibieron su mala llegada, se huyeron, no dejando en sus casas provisiones algunas, ni en sus plantíos (que de ordinario cultivan cerca de las riberas), cosa de sustento. Con que en pocos días, después que salieron de sus navíos, estaban tan necesitados y hambrientos, que ya no veían nada, aunque la esperanza que tenían de hacer bien presto su fortuna les animaba, contentándose en su grande aflicción de algunas verduras que hallaban en las orillas de la ribera. Todo su esfuerzo y ánimo no les bastó para que después de quince día dejasen de comenzar a desmayar de hambre, de tal modo que se vieron obligados a resolver dejar la ribera e irse a las selvas, buscando entre ellas algunas poblaciones donde poder hallar alguna subsistencia, mas en vano, porque después de haber caminado algunos días sin poder hallar consolación para sus hambrientos deseos se volvieron a dicha ribera; habiendo vuelto, juzgaron a propósito bajar a las costas de la mar, no sabiendo descubrir lo que buscaban. Estaban ya tan miserables muchos de entre ellos, que se comían sus propios zapatos, vainas de espadas, de cuchillos y cosas semejantes; de suerte que se hallaban como rabiosos, deseando se les apareciese algún indio para sacrificarle a sus dientes. Finalmente, llegaron a las costas de la mar, donde hallaron alguna refocilación, y la invención de buscar más, que aunque les dio algún alivio, no dejaron de perecer los más, y el resto se disiparon para venir a dar por sus pasos contados en el abismo de Lolonois (de quien, y de sus cómplices, hemos hecho relación compendiosa). Ahora trataremos de su segundo y semejante Juan Morgan, que no cedió al precedente en crueldades contra los españoles, ni en enormes ejecuciones contra multitud de inocentes.
contexto
CAPITULO III Comprehende los nombres de los páramos y otros sitios donde estuvieron los señales que formaban los triangulos de la meridiano y los que cada compañia habitó para hacer las observaciones que le correspondian con una breve noticia del tiempo que se detuvo en ellas 561 A fin de no defraudar á la curiosidad las noticias de los páramos en que estuvo cada una de las dos compañias practicando las observaciones que le pertenecian y del tiempo que fue necessario detenerse en ellas, me ha parecido insertarla en este capitulo aunque desnudandole de aquellas prolijas circunstancias que pudieran hacerla molesta por la individual repeticion que el sufrimiento tuvo que vencer en cada una, debiendo ser bastante para su conocimiento lo que queda dicho en el capitulo antecedente. No se incluyen en este aquellas estaciones que se hicieron en el año de 1736, luego que se acabó de medir la base de Yaruquí, tanto en sus extremos como en los páramos de Pambamarca y Yllahaló, porque, con el distinto orden en que despues se dispusieron los triangulos, fue preciso volver á repetirlas; y no considerandose estas evacuadas por entonces, empezaré sus noticias por aquellas señales en quienes no concurrió la misma circunstancia, siguiendolos por su orden. 562 I. Señal ó estacion en el páramo de Pichincha. Al principio, en lo mas elevado de la cumbre, y despues en otro sitio al pie del peñon, donde se colocó el señal con el desengaño de que no convenian los lugares mas elevados para las observaciones. En este cerro se empezaron desde el dia 14 de agosto de 1737 y no se concluyó hasta principios de diciembre del mismo año. 563 II. Señal en Oyambaro, termino austral de la base de Yaruquí. El 20 de diciembre de 1737 se passó á Oyambaro, y el 29 del mismo mes quedó concluido todo en aquel parage. 564 III. Señal en Caraburu, termino boreal de la base de Yaruquí. El 30 de diciembre passamos á Caraburu, y allí permaneció la compañia hasta el 24 de enero de 1738, en que se concluyó, cuya dilacion la causó unas veces el mal tiempo y otras la falta de señales. 565 IV. Señal en el páramo de Pambamarca. En este páramo de Pambamarca, donde haviamos estado el año de 1736 quando se acabó de medir la base de Yaruquí queda yá advertido, se hizo segunda estacion, subí con los de mi compañia el 26 de enero de 1738 permaneciendo hasta el 8 de febrero; y en otros donde estuvimos despues, los vientos eran tan fuertes que con dificultad podian mantenerse en pie las personas haciendo oposicion á su fuerza, y esta fue una gran penalidad para executar las observaciones con la delicadeza y prolixidad que era necessario porque todos los abrigos que se formaban no bastaban á tener en sossiego los quartos de circulo. 566 V. Señal en el cerro de Tanlagua. El dia 12 de febrero subimos al cerro de Tanlagua, y en el siguiente 13 se terminaron las observaciones, y descendimos de él. Este cerro, que es pequeño respeto de los otros de aquellas cordilleras y que por su elevacion no causaba tanta incomodidad como ellos, le daba en la subida y baxa lo perpendicular de su escape, el qual es de modo que solo gateando y asiendose bien con manos y pies puede vencerse, á lo qual es consiguiente la fatiga y el cansancio que causa un exercicio tan violento y largo, pues dura la subida el tiempo de quatro horas ó mas; la baxada no se encontró mas comoda y casi toda ella fue preciso hacerla sentados y dexandose resvalar poco á poco para no despeñarse. 567 VI. Señal en el llano de Changallí. Al señal de Changallí passamos el dia 7 de marzo, y el 20 se finalizó lo que havia que hacer en él. Este señal estaba en un llano, donde ni el temple nos incomodaba ni faltaban aquellas conveniencias de que se carecia en los páramos porque nos alojamos en una hacienda que estaba cerca del señal y no muy distante del pueblo de Píntac; y assi no se perdia instante en que los otros cerros estuviessen libres de nubes que no aprovechasse el deseo de concluir allí las observaciones, pero se oponia á su logro haciendo mayor la demora el que, guando aparecian desembarazados de vapores los otros cerros, se echaban menos en ellos los señales que el viento havia derribado, y esto fue causa para que se determinasse desde entonces que las mismas tiendas de campaña lo fuessen, en cuya forma se practicó despues. 568 VII. Señal en Pucaguaico, sobre la falda del cerro Cotopacsi. A Pucaguaico passamos el dia 21 de marzo y el 4 de abril baxamos de él, sin haver hecho otra cosa que sufrir su intemperie, tanto de yelos y nieves como de vientos tan horribles que parecia querian desquiciar de su sitio aquel monstruoso volcán. Lo que en este tuvo que experimentar la constancia no fue menos que lo que superó en la cumbre de Pichincha; y aun los irracionales daban pruebas de los rigores de aquel clima pues, huyendo de ellos tal vez las mismas mulas que havian de servir á nuestra conducion, se alejaban del sitio en que los indios de su guarda las ponian travadas en busca de mas apacible temple, á distancias tales que en muchos dias despues no parecian. 569 Como se reconociesse en Pucaguaico ser preciso mudar el señal que se seguia por la vanda del sur ó poner otro intermedio y faltassen que resolver algunos assuntos á que se debia atender para determinarlo de una vez, se dexó suspensa allí la medida hasta que fuesse tiempo de volverla á continuar, y en este intermedio se hicieron las observaciones de la velocidad del sonido y otras, de que se trata en el tomo de ellas; y estando yá todo pronto para volver á continuar, fuimos por segunda vez á Pucaguaico, donde permanecimos desde el 16 de agosto hasta el 22 del mismo mes, en cuyo tiempo se lograron hacer todas las observaciones necessarias. 570 VIII. Señal del Corazon, páramo assi nombrado. El 12 de julio, antes de concluir la estacion de Pucaguaico, haviamos subido al páramo del Corazon y permanecido en él hasta el 9 de agosto. Este cerro, cuya altura es con corta distancia como la del de Pichincha, forma tambien á su imitacion un alto peñasco que se encumbra desde lo elevado de él, y á su pie estaba la señal, por cuya causa fue la estacion en él muy semejante á la segunda que se havia hecho en Pichincha; pero aunque no faltaban yelos, nieves y vientos que incomodaban, no fueron con tanto excesso como los que se havian sufrido en lo mas elevado de aquel. 571 IX. Señal de Papa Urco. El señal intermedio que debia situarse entre el. de Pucaguaico y el de Vengotasín, que estaba mas acia el sur, se resolvió ponerlo en Papa Urco, cerro de mediana altura; á este subimos el 11 de agosto y estuvimos en él hasta el 16 del mismo, en que passamos al de Pucaguaico, sirviendo como de descanso entre las dos estaciones del Corazon y Pucaguaico esta de Papa Urco, cuyo temperamento no era desapacible ni incomodo. 572 X. Señal en el cerro de Milín. A el cerro de Milín, que tambien es de poca altura como el de Papa Urco, passamos el 23 de agosto, y el 29 quedaron concluidas las observaciones de él. 573 XI. Señal en el cerro de Vengotasín. El cerro de Vengotasín, aunque no muy alto, prolongó nuestra demora mas de lo que se presumía, pues, haviendo passado á hacer en él las observaciones el 4 de septiembre, nos detuvimos hasta el 18, provenido de que se ofrecian algunas dificultades que vencer sobre el lugar que deberia ocupar el señal siguiente por la parte del sur, pero, como el assiento de Latacunga hace immediacion á las faldas de este cerro, y en él hay varias haciendas, se gozaba alguna mas comodidad que en los otros, donde una y otra providencia se echaba menos. 574 XII. Señal en el cerro de Chulapu. La estacion sobre el cerro de Chulapu fue la mas corta que tuvimos en todo el discurso de la meridiana porque, haviendo subido el dia 20 de septiembre, baxamos el 23. Este cerro, que es de los de mediana altura, hace vecindad al assiento de Hambato, y su falda está bien poblada de haciendas. La subida es muy áspera y peligrosa para practicarla en mula. 575 XIII .Señal de Chichi choco. El señal de Chichi-choco estaba á las faldas del cerro de este nombre, que se forma en las pendientes del nevado y célebre de Carguairaso. En Chichi choco solo nos mantuvimos desde el dia 24 hasta el 29 de septiembre; y aunque el parage en donde estaba situado el señal era de poca altura respeto a las de otros cerros, como se hallaba immediato al de Carguairaso, no dexaba de sentirse algun frio quando ventaba de aquella parte, pero no de modo que fuesse comparable con el de los páramos, en donde todo era yelo y granizo ó nieve. El mismo dia que nos partimos de aquel parage, interin estaban los indios cargando las mulas y nosotros debaxo de la tienda dando tiempo á que concluyessen para ponernos en camino, se sintió un temblor y fue general en el país que se estiende quatro leguas en contorno de allí; la tienda de campaña se bamboleaba de un lado á otro con movimiento bastantemente sensible y al mismo respecto se percibia el de la tierra ondeado, siendo de suponer que este terremoto fue de los pequeños que se sienten en aquellas partes. 576 XIV. Señal de Mulmul. En este señal y los tres siguientes fue forzoso hacer distintos viages porque, obligando la mayor exactitud de las observaciones á formar triangulos auxiliares por donde se comprobassen las distancias que se concluyessen de los principales, la dificultad de no poderse divisar reciprocamente unos señales de otros precisó á mudarlos de sitio hasta que estuvieron bien y, por consiguiente, á repetir los viages en unas mismas estaciones; y el 8 de noviembre, quedando concluidas todas las observaciones, passó la compañía á Riobamba, en donde yo me hallaba desde el 20 de octubre porque, contraida una peligrosa y critica enfermedad en Chichi choco y haviendose agravado esta en Mulmul, fue forzoso quedarme en una baquería de aquel páramo y desde ella continuar á convalecer en Riobamba, por cuyo motivo no pude assitir á las observaciones de los señales XV, XVI y XVII, que le fueron los de Guayama, Ilmal y Nabuso. 577 XVIII. Señal de Sisa Pongo. En el señal de Sisa-Pongo estuvimos desde el 19 de noviembre hasta fin del mes, y en esta estacion se suspendieron las observaciones de la meridiana interin que Don Jorge Juan y M. Godin volvin de Quito, adonde havian passado con el fin de tomar nuevas providencias para la continuacion de la obra; y en el intermedio que estuvo suspensa, se practicaron algunas experiencias concernientes á la comprobacion del systema de las atracciones, para cuyo fin hizo M. Bouguer, que fue el promotor de esta idea, eleccion del páramo de Chimborazo, cuya estacion y la segunda, que se repitió en el lugar correspondiente sobre el arenal del mismo páramo, fueron de las mas penosas que huvo en todo lo que duró la meridiana. Estas observaciones no se incluyen en el tomo de las Astronomicas y Physicas porque yo no pude assistir mas que á las primeras que se hicieron en el páramo de Chimborazo desde el dia 29 de noviembre hasta el 17 de diciembre, á causa de que lo desapacible del clima volvió á renovar en mí el accidente anterior, de que aun no me hallaba enteramente fortalecido. 578 XIX. Señal de Lalanguso. En el páramo de Lalanguso estuvimos desde el dia 24 hasta el 31 de enero de 1739, que se terminaron allí las observaciones. 579 XX. Señal en el páramo de Chusay. El páramo de Chusay fue una de las estaciones mas largas de la meridiana porque se hizo preciso detenernos en aquel cerro desde el dia 3 de febrero hasta el 24 de marzo, y esto se originó de ser dificil hallar sitio en donde colocar los señales que seguian, de forma que descubriessen unos de otros y formassen triangulos regulares, en lo qual se encontraban muchas dificultades porque los empinados cerros de la cordillera del Azuay, donde se havian de situar, se hacian estorvo los unos á los otros. Además del largo tiempo de la estacion, fue tambien penosa por el temple, por los vientos y por lo que en tanta soledad y falta de toda suerte de comodidades es regular que se padezca. 580 XXI. Señal en el páramo de Tioloma. En el páramo de Tioloma fue la demora que se hizo desde el dia 26 de marzo hasta el 25 de abril, y en este salimos de él. 581 XXII. Señal en el páramo de Sinasaguán. En el páramo de Sinasaguán, de quien yá se hizo mencion, estuvimos desde el 27 de abril, que llegamos, hasta el 9 de mayo, que partimos de él, provenido de haver sido el tiempo malo á excepcion del ultimo dia en que finalizamos; lo que allí se padeció queda yá dicho, y assi no es necessario volverlo á repetir. 582 XXIII. Señal en el páramo de Buerán. La estacion de Buerán duró desde el 10 de mayo hasta el 1 de junio. Este cerro era yá baxo respeto de los que havian precedido, con la immediacion que tiene al pueblo de Cañar, de donde solo dista cosa de dos leguas, se hacía llevadera la pension de habitarle porque se gozaba la comodidad de estar bien assistidos; era mucho mas benigno que el de los otros páramos, y los dias de domingo ú otros de precepto ibamos al pueblo con el fin de oir missa, desechando en parte la molestia de la continua soledad en que viviamos. Interin que estuvimos en este páramo, de varios rayos que cayeron en las llanuras de su immediacion, se experimentaron estragos bien lastimosos por tres veces en los indios, en los animales y en las casas de campo porque son aquellos sitios muy propensos á tempestades fuertes, y con especialidad al páramo de Burgay, que está immediato á Buerán. 583 XXIV. Señal en el páramo de Yasuay. La estacion de Yasuay no se concluyó hasta el 16 de julio porque, antes de terminarla, era necessario reconocer el parage mas comodo, en donde se pudiesse medir una segunda base que sirviesse de comprobacion á la exactitud de las operaciones geometricas practicadas hasta entonces y, despues de elegido el lugar, ver la mejor forma en que se havian de situar los señales que mediassen entre el de Yasuay y la base. A este fin, passamos á Cuenca y de allí á reconocer los llanos de Talqui y de los Baños; luego que lo estuvieron, y determinado que en el primero se midiesse la base con quien se havia de comprobar por mi compañia la media de los triangulos y en el segundo la que havia de servir á la otra compañia y situados los señales que faltaban, se volvió á continuar, manteniendonos en el páramo de Yasuay desde el 7 hasta el 16 de julio. Este páramo es el mas alto de los que hay en aquel territorio de Cuenca y tan escarpado que parte de él es preciso subirlo á pie y con mucho trabajo, pero con toda su altura no es su temperamento tan penoso como el de Sinasaguán ó el de los páramos que están acia el norte de aquella cordillera; assi, no fue estacion para nosotros de las mas incomodas. 584 XXV. Señal en el cerro de Borma. El cerro de Borma es baxo y á su respeto todos lo demás de acia Cuenca; con que, no padeciendo el embarazo de cubrirse sus copetes con las nubes y haviendo logrado que el de Yasuay, que era el que peligraba en esto, permaneciesse descubierto el 19 de julio, en el corto termino de dos dias se concluyeron allí todas las observaciones, y la apacibilidad del temple nos fue muy propicia porque no huvo cosa que incomodara en él. 585 XXVI, XXVII, XXVIII y XXIX en los señales de Pugín, Pillichíquir, Alparupasca y Chinán, estos dos ultimos terminos norte y sur de la base de Talqui. Las estaciones que se hicieron en los quatro puntos, Pugín, Pillichíquir, Alparupasca y Chinán, no necessitaron de que fuessemos á hacer demora en ellos porque, hallandose immediatos á la base de Talqui, passabamos á observar los angulos diariamente desde las haciendas en donde nos hallabamos alojados, á excepcion de Pillichíquir, que, por estar mas distante que los otros dos señales, fue preciso passar de proposito á vivir en él y, logrando concluir las observaciones el mismo dia en que llegamos, no huvo necessidad de mayor demora. 586 XXX y XXXI. Guanacauri y en la torre de la iglesia mayor de Cuenca. Concluida la serie de los triangulos hasta los dos ultimos de los extremos de la segunda base, fue necessario formar otros para ligar el observatorio donde, despues de concluida la medida geometrica, se empezaba la astronomica. Los que me sirvieron á mi fueron un señal en el cerro de Guanacauri y la torre de la iglesia mayor de Cuenca, en los quales se evaquaron las observaciones que les correspondian al mismo tiempo que se hacian las astronomicas. 587 Por la parte del norte de la meridiana, se formaron despues nuevos triangulos, como queda dicho en el capitulo anterior, y con este motivo fue preciso hacer otras estaciones en los cerros donde se situaron los señales que los componían. Los que me correspondieron á mi, siguiendo el mismo orden que se havia tenido en toda la meridiana de observar cada sugeto dos angulos en todos los triangulos, fueron los que se siguen. 588 XXXII, XXXIII, XXXIV y XXXV. Los señales de Guápulo, cerro de Campanario, el de Cosín y en Mira. Las observaciones correspondientes á estos quatro señales de Guápulo, Campanario, Cosín y Mira no se terminaron hasta que, haviendo concluido en Lima y Chile los demas assuntos que nos llamaron allá, pudimos restituirnos á Quito. En el primero y ultimo no fue necessario alojar porque, estando cercanas á Quito y al pueblo de Mira, se passaba á ellas quando el tiempo prometia oportunidad de conseguir el fin, pero en Campanario y Cosín sí, y todas quatro quedaron evaquadas en el mismo tiempo en que estuve haciendo la segunda observacion astronomica, desde 14 de febrero hasta 23 de mayo de 1744, que dexamos terminado lo que pertenecía á la meridiana. 589 Las estaciones que se hicieron, luego que se acabó de medir la base de Yaruquí en el año de 1736 y que despues no sirvieron, como quede prevenido, fueron comunes á ambas compañias porque todavia no se havia puesto en planta el methodo que se siguió despues, de observar cada una en todos los triangulos dos de sus angulos para aligerar el trabajo y abrevir la obra; con que, Don Jorge Juan y M. Godin estuvieron, quando M. M. Bouguer, de la Condamine y yo, en los páramos de Illahaló y de Pambamarca. 590 I y II. Señal en los terminos de la base de Yaruquí. A fin de evacuar las observaciones correspondientes á estos dos señales, salieron de Quito el 20 de agosto de 1737 y el 27 las dexaron concluidas todas. 591 III. Señal en el páramo de Pambamarca. Despues que tuvieron hechas en los extremos de la base las observaciones necessarias, passaron al páramo de Pambarmarca y terminaron el 1.° de septiembre. 592 IV. Señal en el cerro de Tanlagua. Haviendo concluido en el páramo de Pambamarca, baxaron al pueblo de Quinche, que era el mas cercano, para proseguir despues á Tanlagua; pero, escarmentados los indios de la rigurosa intemperie de aquel páramo, se les huyeron todos los que debian acompañarlos, temerosos de ir a padecer en Tanlangua lo que acababan de experimentar en Pambamarca. Los del pueblo, recelosos de que la fuga de los otros hiciesse caer la suerte sobre ellos, se ausentaron y escondieron todos á su imitacion, y, no bastando las diligencias que los alcaldes practicaron para encontrarlos ni las providencias que el cura daba para descubrirlos, fue preciso, despues de haverse detenido dos dias, que el mismo cura dispusiesse los acompañassen el sacristán y otros indios del servicio de la iglesia, llevando el cuidado de las mulas de carga hasta Tanlagua, á cuya hacienda llegaron el 5 de septiembre, y, en el siguiente 6, emprehendieron la subida del cerro, en el qual encontraron tanta dificultad que huvieron menester todo el dia para vencer su aspereza. Los indios, que subian á hombros la tienda de campaña, instrumentos y equipages, no pudiendo concluirlo, quedaron en medio de la cuesta; y precisados los que yá estaban arriba á passar la noche sin cubierto ni abrigo, les faltó poco para parecer con el frio porque una fuerte helada que hizo los maltrató hasta ponerlos en extremo de amortecerselas los cuerpos y faltar el movimiento en los miembros de él. En esta ocasion no pudieron concluir la observacion á causa de echarse menos algunos señales, que ó los fuertes temporales havian derribado ó los indios ganaderos llevadose, y, en el interin que passaban otras personas á situarlas, se restituyeron á Quito para emplear el tiempo que se gastasse en aquella diligencia en el examen de las divisiones de los quartos de circulo, cuyas operaciones sumamente prolixas los detuvieron hasta el mes de diciembre; y estando situados para entonces los señales que faltaban antes, passaron de nuevo á Tanlagua el 20 de diciembre, y el 27 quedaron terminadas enteramente las observaciones pertenecientes á él. 593 V. Señal en el cerro de Guápulo. Como el señal de Guápulo estaba en cerro de poca altura y no lexos de Quito, no fue necessario el ir á vivir á él, y, assi, tomando la madrugada, salian de la ciudad y llegaban al amanecer á la tienda de campaña, donde quedaban todos los instrumentos que servian para las observaciones, y, aunque fueron repetidos los viages que hicieron diariamente, no pudieron finalizar las observaciones hasta el 24 de enero de 1738. 594 VI. Señal en la cordillera y páramo de Guamaní. A el cerro de Guamaní fue preciso hacer dos viages, dando á ello motivo el que la primer situacion de esta señal no estaba en parage de donde se descubriese el del Corazon; y para lograrlo, se mejoró de sitio. Por esto, aunque la subida á aquel cerro fue el 28 de enero, no se escusó el repetirle el 7 de febrero, con la felicidad de que en el siguiente 8 quedó evacuado lo que havia que hacer en él. 595 VII. Señal en el páramo del Corazon. En este cerro tambien huvo igual repeticion de viages; el primero fue el dia 11 de febrero y el segundo el 12 de marzo. 596 VIII. Señal de Limpia Pongo en el páramo de Cotopacsi. A1 páramo de Cotopacsi subieron el 16 de marzo; y haviendose mantenido hasta el 31 y reconocido no descubrirse de allí el señal de Guamaní, fue preciso hacer poner uno intermedio y, estandolo yá el 9 de agosto, volver al señal de Limpia Pongo, en Cotopacsi, y permanecer en él hasta el 13 del mismo mes, que concluyeron. En esta segunda jornada le sucedió á Don Jorge Juan, á la subida del cerro, el accidente de caer con la mula en que iba en lo mas hondo de una pequeña quebrada, cuya profundidad era de 4 á 5 tuessas, que hacen de 10 á 11 varas, pero tuvo la felicidad de no recibir daño alguno. 597 Como fue preciso situar otro señal entre el de Guamaní y Limpia Pongo por no verse reciprocamente estos dos, fue tambien indispensable volver á observar los angulos de algunas estaciones que quedaban evaquadas antes; y assi en esto como en hacer las experiencias de la velocidad del sonido y en evaquar el nuevo que se añadía entre los dos, estuvieron empleados el tiempo que medió desde que suspendieron las observaciones en Limpia Pongo hasta que volvieron á terminarlas. 598 IX. Señal en el páramo de Chinchulagua. El señal de Chinchulagua, puesto en el páramo del mismo nombre, quedó evaquado el 8 de agosto pero, ofreciendose alguna duda sobre uno de los angulos que se observaron, fue preciso repetir esta estacion despues que se concluyó en Limpia Pongo para asegurarse de ella. 599 X. Señal en el cerro de Papa Urco. Concluida la verificacion de la observacion en Chinchulagua, passaron al señal de Papa-Urco, adonde el 16 del mismo mes de agosto evaquaron la que havia que observar y de allí fueron á Quito porque assi lo pedian algunos negocios correspondientes á la compañía francesa. 600 XI. Señal en el cerro de Milín. Los assuntos que havian llamado á Quito la presencia de Mr. Godin quedaron evaquados en lo que restaba de aquel mes, y el 1.° de septiembre se volvieron á hallar en el señal de Milín, permaneciendo en él hasta el 7 del mismo. 601 XII. Señal en el páramo de Chulapu. De Milín passaron al páramo de Chulapu y estuvieron en él hasta el 18 de aquel mes de septiembre, que dexaron evaquadas las observaciones. Hasta este señal exclusiva, observó cada una de las compañias los tres angulos de todos sus triangulos, tanto porque estos eran distintos entre sí quanto porque con semejante diligencia se comprobaban los yerros de las divisiones de los quartos de circulo hallados por los otros methodos que se havian usado para conocerlos. Pero desde este señal inclusive en adelante, cada compañia solo observó dos angulos en los demas triangulos, y estos fueron comunes segun se tenia dispuesto. 602 XIII. Señal en Javicatsu. En Javicatsu se mantuvieron desde el 18 hasta el 26 de septiembre. Esta estacion fue de las menos incomodas que huvo porque el cerro donde estaba el señal era baxo; su temperamento, no muy frio, y alegre el país, á que se agregaba que, con la immediacion en que estaba el pueblo de Píllaro, no carecian de ninguna providencia que se necessitasse. 603 XIV y XV. Señales en los páramos de Mulmul y Guayama. Estos dos páramos se colocan unidos porque, estando immediatos, forman las faldas de ellos con el encuentro reciproco de sus lomas una ensillada, en cuya medianía havia una baquería, la qual sirve unicamente de albergue á los indios quando van á hacer rodeo de los ganados bacunos que pastean en sus pendientes. En esta baquería se alojaron Don Jorge Juan, Mr. Godin y los que les seguian el 30 de septiembre; y tomando diariamente la madrugada, iban á uno y otro cerro quando la bonanza del tiempo ofrecia oportunidad para hacer las observaciones. Pero como aquella distancia que se estendía entre ambos era tan corta y preciso comprobar las siguientes que fuessen concluidas por ella con la de otros triangulos auxiliares, se hizo indispensable determinar los sitios en donde havian de estar y detenerse allí hasta que, quedando establecidas, se finalizaron todas las observaciones que correspondian, lo qual se consiguió el 20 de octubre. 604 Concluidas las dos estaciones antecedentes, passaron á la villa de Riobamba con animo de continuar la obra sin detencion; pero, viendo que se ofrecían algunas dificultades sobre la mejor disposicion que debia darse á los triangulos subsequentes y que tanto la compañia francesa como nosotros empezabamos á padecer escasez de dinero, pareció conveniente aprovechar en su solicitud el tiempo que se havia de tardar en determinar los parages donde debian ponerse los señales. Y, á este fin, salieron los mismos Mr. Godin y Don Jorge Juan de Riobamba para Quito el 7 de noviembre y no pudieron estar de retorno hasta el 2 de febrero de 1739 porque el primero se halló falto de salud con unas fiebres que le sobrevinieron, y no le permitieron que se pusiese antes en camino. 605 XVI y XVII. Señales en los páramos de Amula y Sisa Pongo. Las observaciones que se debian hacer en el señal de Amula las dexaron evaquadas antes de passar á Quito y desde el 2 de febrero, que se restituyeron á Riobamba, hasta el 19 estuvieron empleados en terminar las que correspondian al páramo de Sisa Pongo. 606 XVIII. Señal en el cerro de Sesgum. En el cerro de Sesgum solo fue la demora desde el 20 hasta el 23 de febrero porque el señal estaba en la falda de un cerro, de donde se aprovechaban los momentos en que los demás páramos se hallaban sin el embarazo de las nubes que regularmente los rodean. 607 XIX. Señal en el páramo de Senegualap. El señal de Senegualap los detuvo en su estacion desde el 23 de febrero hasta el 13 de marzo; no obstante, este páramo no fue de los mas penosos que huvo en la meridiana. 608 XX. Señal en el páramo de Chusay. De Senegualap passaron al páramo de Chusay, cuyo señal no fue menos molesto para aquella compañia que para la nuestra, pues se detuvieron en él desde el 14 de marzo hasta el 23 de abril. 609 La estacion de este páramo no le correspondia á mi compañia porque, siguiendo el orden alternativo que debian guardar las dos, era el de Senegualap adonde nos tocaba ir nosotros; pero, viendo despues de haver concluido las observaciones en Lalanguso que se detenían en Quito, Mr.Godin y Don Jorge Juan, determinamos formar dos compañias de la nuestra para ir adelantando la medida interin que la otra se restituía, y á este fin Mr. Bouguer, que componia la una, passó al señal de Senegualap, y Mr. de la Condamine y yo fuymos al de Chusay pero, haviendonos alcanzado en él Mr.Godin y Don Jorge Juan, volvimos á reunirnos en la nuestra y a continuar siguiendo el orden que debia guardarse reciprocamente. 610 XIX. Señal en el páramo de Sinasaguán. Este páramo, que fue de los comunes á ambas compañias, las recibió á un mismo tiempo, y la de Don Jorge Juan estuvo en él desde el 28 de abril hasta el 9 de mayo, que, concluyendo igualmente entrambas las observaciones, fueron compañeras, como en esto, en el sufrimiento de los trabajos que el riguroso clima de aquel parage ofreció. 611 XXII. Señal en el páramo de Quinoá Loma. El páramo de Quimoá Loma fue tambien del numero de los penosos que huvo entre los de la meridiana; y passando á él desde Sinasaguán, fue preciso mantenerse hasta el 31 de mismo mes, que se dió fin á la medida de los angulos correspondientes á este señal. 612 De Quinoá Loma passaron por el pueblo de los Azogues y, dexando en él instrumentos y equipages, fueron á Cuenca á reconocer los llanos de Talqui y Baños para hacer eleccion de el que huviesse de servir de base y, haviendo recaido en este ultimo y convenido con nosotros en la disposicion que se havia de dar á los señales, se restituyeron á los Azogues. 613 XXIII. Señal en el páramo de Yasuay. El 15 de junio passaron al páramo de Yasuay y permanecieron en él hasta el 11 de julio, que, haviendo terminado, volvieron á Cuenca, donde se emplearon en medir la base de los Baños y empezar la observacion astronomica, en lo qual se estuvieron hasta el 10 de diciembre del mismo año, que, siendo preciso fabricar de nuevo otro instrumento para hacerlas con mas seguridad y satisfaccion, se restituyeron á Quito con este fin. 614 XXIV, XXV, XXVI y XXVII. Señales en Ñamurelte, Guanacauri, los Baños y la torre de la iglesia mayor de Cuenca. Mientras que estuvieron haciendo en Cuenca la observacion astronomica, evaquaron las que correspondian á la medida geometrica en los quatro señales de Ñamurelte, Guanacauri, los Baños y la torre de la iglesia mayor de Cuenca. Las primeras tres estaciones sirvieron para ligar la base, que se estendia desde Guanacauri hasta los Baños, con la serie de los triangulos, y la ultima para que lo quedase el observatorio con ella, y las dexaron concluidas en esta ocasion pues, aunque fue necessario volver á Cuenca en el año siguiente para repetir la observacion astronomica, yá entonces estaban terminadas por aquella parte todas las operaciones tocantes á la medida geometrica. 615 XXVIII, XXIX, XXX, XXXI y XXXII. Señales en los cerros de Guápulo, Pambamarca, Campanario, Cuicocha y en Mira. El año de 1744, quando, con el fin de concluir toda la obra, volvimos á la provincia de Quito, dexando evaquados los assuntos que havian sido causa para que, terminadda la observacion astronomica en Cuenca, quedasse suspensa, como yá se advirtió, hizo Don Jorge Juan cinco estaciones mas porque fue preciso que repitiesse las de Guápulo y de Pambamarca, á fin de prolongar los triangulos por la parte del norte y que fuesse de nuevo á los cerros del Campanario y Cuicocha. En estos dos y en Pambamarca huvo de alojarse en ellos y detenerse, como antes havia practicado, expuesto á los rigores de su intemperie y incomodidades hasta que finalizó las observaciones que las correspondian; no assi en el de Guápulo y en el de Mira, que sirvió para ligar aquel observatorio; y como esta estacion y observacion ultima la executamos unidos, no es necessario repetir el tiempo en que se concluyó porque queda ya advertido.