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A pesar de las pocas obras que de los semitas acadios se han conservado (recuérdese que la capital imperial Akkadé aún no ha sido descubierta), esta cabeza, trabajada en bronce y de tamaño casi natural procedente de Nínive, muestra el realismo que sus artistas dieron a sus obras plásticas. La cabeza, creída durante un tiempo retrato de Sargón de Akkad (2334-2279), hoy se atribuye a su nieto Naram-Sin (2254-2218). La perfección de la pieza habla de un gran broncista al servicio de la corte. Por lo que sabemos fue mutilada en la Antigüedad para aprovechar los metales preciosos que tenía incrustados.
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Esta cabeza es una magnífica escultura de granito, bien elaborada, procedente del castro de Rubiás, ayuntamiento de Bande (Orense) y que desde 1935 figura en el Museo. Esta pieza se ha relacionado con una estatua de guerrero que Castellá Ferrer en 1609 describe, indicando que en el escudo redondo llevaba la inscripción ADRONO / VEROTI, F. Alcanza gran perfección en el tratamiento de los rasgos faciales: ojos globulares, nariz saliente, pómulos suaves. Lleva un torques en torno al cuello.
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Su similitud con la famosa Cabeza Verde de Berlín, nos hace pensar que se trata del mismo personaje. Al igual que la célebre cabeza, parece que responde más bien a la representación de un tipo que a un retrato concreto. La escultura procede de Sakkarah y corresponde a la época saítica.
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Felipe de Espinabete se especializará en modelar cabezas de santos degollados como podemos observar en esta cabeza de san Juan Bautista realizada para la iglesia parroquial de san Andrés de Valladolid.
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Entre los numerosos bocetos y estudios realizados por Rubens para el cuadro de la Virgen con Niño y santos destinado al altar mayor de la iglesia de San Agustín de Amberes destaca la figura de Santa Apolonia, donde establece la posición del trabajo definitivo. Así, la santa inclina su cabeza para charlar con su compañera y dirige su mano al pecho en señal de devoción. La modelo empleada es su segunda esposa, Helene Fourment, con la que contrajo matrimonio en 1630, convirtiéndose en la modelo favorita del pintor. Una vez más nos encontramos ante la facilidad del maestro flamenco con el dibujo, mostrando un acertado y firme trazo, empleando para ello la tiza negra, roja y blanca.
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En sus aguafuertes tempranos y en los dibujos de los años iniciales de la década de 1620 Ribera exhibe un especial interés hacia la expresividad de los rostros, como podemos apreciar en esta cabeza de sátiro. De esta manera se comprende mejor la manera de estudiar las composiciones y analizar cada uno de los personajes que las configuran. El maestro valenciano utiliza un dibujo seguro y firme que define con fuerza los trazos de la figura, empleando la sanguina en líneas paralelas pronunciadas, consiguiendo excelentes contrastes de luz. Podía hacerse referencia a cierta influencia de Leonardo en esta obra al emplear una figura con la boca abierta de la misma manera que hacía el maestro renacentista.
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En el lienzo original sobre la Visita de Dionisos a los hombres, destruido en el incendio del Alcázar de 1734, esta cabeza quedaba a la derecha, tocando la flauta, a continuación del dios Dionisos. A pesar de su mala conservación, en ella podemos también apreciar el cambio estilístico de Ribera, abandonando el tenebrismo de Caravaggio para inspirarse en la escuela veneciana, el clasicismo boloñés y Van Dyck. No obstante, el naturalismo que identifica la primera etapa riberista no se abandona, tratando al sátiro como un personaje popular, cuyos gestos recuerdan a cualquier pícaro de la ciudad de Nápoles en el siglo XVII. La Cabeza femenina es también su compañera. Este lienzo fue cambiado por Fernando VII al canónigo sevillano López Cepero por unos cuadros de Pacheco y Zurbarán para el Museo del Prado.
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Un inventario de 1912, firmado por Narciso Sentenach, director de las primeras excavaciones en la ciudad de Tiermes (Soria), da fe del ingreso de esta cabeza de bronce en la colección del Museo. El propio Sentenach anota, junto a la descripción, que la pieza podía estar relacionada con las patas y la cabeza de un caballo, también en bronce, aparecidas en la misma zona del yacimiento, que él identifica con el foro de la ciudad. Esta cabeza en bronce de rostro severo, labios finos, nariz puntiaguda y recta, y pelo peinado a mechones, que cae en flequillo lineal sobre la frente, ha sido interpretada, con reservas, como el retrato del emperador Tiberio. Pertenecía a una estatua de cuerpo entero que, por otros fragmentos aparecidos en la misma zona, podría haber sido de tipo ecuestre. Ha sido atribuida a un taller hispano, lo que justificaría ciertas diferencias con los modelos al uso en Roma y explicaría los problemas de identificación planteados a los investigadores.