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En 1497 Rodrigo Alemán es llamado por el cabildo de Plasencia para realizar la sillería del coro de la catedral. Poco tiempo después de su intervención, los respaldos del coro alto fueron sustituidos por paneles taraceados, en sintonía con la moda italiana. Esta silla de coro, con san Pedro en el respaldo, que conserva el Museo Nacional de Escultura es la primitiva sede episcopal labrada por el escultor, que durante centurias permaneció en la catedral utilizada por el canónigo penitenciario. La estructura de la pieza es la característica de este tipo de muebles. En el respaldo alto se representa a san Pedro, figura tallada en un sensacional relieve, simbolizando la autoridad emanada del pontífice y transmitida al obispo. El falso apoyo colocado en el asiento abatible -denominado misericordia- está decorado con la escena de la historia clásica de la cortesana Philis cabalgando a Aristóteles, incluyendo así la temática profana en zonas marginales del conjunto. En los mutilados apoyamanos encontramos un animal vistiendo hábito franciscano y un exhibicionista tañendo la gaita, dos figuras también con clara intención satírica. Fotografía cedida por el Archivo Fotográfico del Museo Nacional de Escultura.
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Compañera de la Silla de Van Gogh, en esta imagen Vincent pretende recordar al amigo que se ha ido, evocando una situación idílica que tampoco encontró en los últimos tres meses de convivencia. Las discusiones entre ambos eran frecuentes, especialmente cuando hablaban de pintura al tener visiones distintas de los conceptos artísticos. La ansiada comunidad de artistas del sur hubiera sido más fácil en compañía de Gauguin, lo que hubiera atraído más pintores a la casa amarilla. Pero todos sus sueños se alejaron con la partida de Paul tras la fuerte discusión del 23 de diciembre. Vincent siempre se sintió interesado por la representación de objetos personales en sus lienzos como sus botas o su habitación, mostrándonos en este caso la silla vacía del compañero, la mejor de la casa, para que el invitado se encuentre a su gusto en el hogar. Sobre ella contemplamos una palmatoria con una vela encendida - ¿el creyente Vincent implora a Dios el regreso de su amigo? - y dos libros. Al fondo observamos una lámpara de gas brillando, creando a su alrededor un halo de luminosidad. El holandés realiza la obra siguiendo las pautas ya establecidas en los últimos meses: empleo de una línea oscura para delimitar los contornos - inspirado en el cloisonismo aprendido de Bernard y del propio Gauguin -; pincelada rápida a base de facetas como observamos en el suelo; interés por las luces artificiales, contrastando la vela con el gas. Sin embargo, el colorido es más austero, más triste, al recurrir a tonalidades verdosas y marrones - curiosamente son las empleadas por Paul en estos momentos - quizá como motivo de la evocación general del cuadro. Las zonas de sombra están representadas en tonos malvas, en un claro recuerdo del Impresionismo. El punto de vista utilizado, más frontal que su compañera, resulta un interesante contraste al contemplar las dos obras juntas.
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Desde el verano de 1888 Vincent estaba esperando la llegada de Gauguin procedente de Pont-Aven. En el mes de octubre recibió la noticia de la inminente venida por lo que en esta obra podríamos encontrar un cierto simbolismo con ese viaje. Los carruajes enfrentados se sitúan ante la pared amarilla que sirve de fondo, recibiendo las luces del atardecer para provocar sombras coloreadas en relación con el Impresionismo. Las formas de las sillas están firmemente trazadas con una línea oscura que recuerda al cloisonismo de Bernard, uniendo líneas y color en esta bella composición. Las tonalidades vivas y brillantes que caracterizan la etapa de Arles están también aquí presentes, aplicadas con una pincelada rápida y empastada claramente visible.
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La noche del 23 de diciembre de 1888 Gauguin y Van Gogh tuvieron una fuerte discusión. Su tensa relación, iniciada en octubre, alcanzó el culmen cuando Vincent amenazó a Paul con un cuchillo. Gauguin decidió abandonar la Casa amarilla y alojarse en un hotel con intención de regresar a París. Vincent, convencido de su culpabilidad y para solucionar el conflicto, decidió arrancarse el lóbulo de la oreja y enviárselo a su amigo en señal de arrepentimiento. Gauguin abandonó definitivamente Arles y Vincent fue internado en un hospital local. Esta obra debió realizarse al poco tiempo de marcharse Gauguin; comparada con su compañera - la Silla de Gauguin - muestra la diferencia entre ambos artistas. Vincent se conforma con una silla de paja sobre la que deposita su vieja pipa y su rollo de tabaco; al fondo podemos contemplar una caja - en la que estampa su firma - de la que salen brotes de cebolla para reafirmar su sencillez. El artista ha empleado una perspectiva elevada para su silla, perfectamente dibujada al marcar las líneas de los contornos con un fuerte trazo de color oscuro, siguiendo el "cloisonnismo" de los simbolistas. Toda la perspectiva se anula con la pared del fondo, pintada en tonos azules mientras que el suelo embaldosado recuerda al Quattrocento. Precisamente ese suelo está contemplado en otra perspectiva, mezclando diferentes puntos de vista como hacía Degas. Las pinceladas empleadas por Vincent no son tan vigorosas como en otras obras; sin embargo, en la zona del suelo se puede apreciar el empaste de color, igual que en parte de la pared y las patas de la silla. Respecto a los tonos utilizados, son los preferidos por el pintor: amarillos y azules predominan en una composición llena de melancolía y tristeza por haber perdido aquello en lo que tanto empeño había puesto: la creación de la Comunidad de Autores del Sur. Con la marcha de Gauguin su deseo se veía remitido al fracaso. Pero también hay cierta esperanza en la escena al desarrollar Vincent toda su capacidad creativa en la corta vida que le resta.
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El Museo de Lleida posee una obra excepcional y emblemática, adscribible al gótico lineal. Se trata del trono prioral de Blanca de Aragón y Anjou, hija del rey Jaime II de Aragón y de Blanca de Anjou, que fuera priora entre 1321 y 1348 del monasterio de Sijena (Huesca). Se trata de un mueble de líneas sencillas, cuyo valor radica, comprensiblemente en su policromía. A nivel iconográfico contiene, además de diversas representaciones hagiográficas, escenas alusivas a la vida y la ceremonia conventual y, en la parte posterior, una imagen entronizada de la Virgen de la Leche. En la parte frontal y en los laterales campea la heráldica de la priora, compuesta por las barras de la casa de Aragón y la flor de lis de la dinastía francesa de los Anjou. Durante la agresión que sufrió el Museo en los primeros momentos de la Guerra Civil, el trono quedó prácticamente destrozado. En el año 1968 se emprendió su restauración en el Museo de Arte de Cataluña, que se prolongó hasta 1976.