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Entre los paisajistas del Realismo español destaca la figura de Carlos de Haes, promotor de esta temática gracias a su plaza de catedrático de Pintura de Paisaje en la madrileña Escuela de Bellas Artes de San Fernando a partir del año 1857 desde donde formará a una interesante generación de paisajistas en la que destacan Beruete y Rico. Haes considera el paisaje como un género de entendidos al ser difícil de tratar y de entender. Plantea que el fin del arte es la verdad que se encuentra en la imitación de la naturaleza, fuente de toda belleza por lo que el pintor debe imitar lo más fielmente posible la naturaleza, debe conocer la naturaleza y no dejarse llevar por la imaginación. El pintor debe salir a la naturaleza para captar los primeros bocetos y acabar el cuadro en el taller, incluso el cuadro puede cambiar si la naturaleza cambia. Podríamos pensar entonces que el artista se limita a ser un mero imitador de la naturaleza pero Haes piensa que cada persona contempla la naturaleza de forma diferente. Estos aspectos filosófico-artísticos que plantea el maestro se aprecian claramente en esta escena donde observamos los restos de un barco en una playa, revoloteando las gaviotas y faenando los marineros a su alrededor. La línea del horizonte se ve reforzada por la presencia del faro y el fuerte oleaje. Los elementos de la composición están sabiamente estructurados, mostrando una pincelada minuciosa y cuidada aunque no se pierde un ápice de frescura dentro del más puro realismo atmosférico, especialmente la descripción del celaje cubierto de nubes, recreándose en los juegos de luz. Las tonalidades grises y azuladas predominantes remiten a su Bélgica natal, viéndose también influido por la Escuela de Barbizon.
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La quinta obra de la serie de "six-foot" fue expuesta en la Royal Academy en 1824, siendo adquirida el primer día de la muestra por el próspero industrial James Morrison por 150 guineas. Esta imagen que contemplamos es una variante del tema de este cuadro que hoy conserva el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid.Constable nos presenta una habitual escena del río Stour, vista desde una perspectiva baja que también repetirá en el Salto del caballo. Un barco que avanza río arriba espera, atado a un poste, que un hombre abra la esclusa de Flatford. En la zona de la derecha podemos contemplar una pequeña masa de árboles mientras que en la lejanía se eleva, majestuosa, la torre de la iglesia de Dedham. El hombre presiona con la barra para permitir abrir la compuerta, esfuerzo que el maestro ha captado a la perfección ya que conocía el sistema al realizar numerosos dibujos en la década de 1812 de la maquinaria.Constable nos presenta una escena de la vida cotidiana del canal pero lo pintoresco de la composición deja paso al efecto pictórico, trabajando con el mismo detallismo que acostumbra pero incorporando un mayor abocetamiento en algunas zonas, especialmente la figura del guardaesclusa. También debemos hacer referencia al naturalismo que encierra esta composición, a pesar de estar pintada en Londres pero basada en un buen número de bocetos y dibujos tomados del natural, intentando plasmar la naturaleza que tan bien conocía el maestro.Esta obra que contemplamos fue encargo de un tal mister Carpenter. Cuando en 1829 Constable fue elegido miembro de la Royal Academy debía entregar una obra en depósito a la institución, eligiendo el nuevo académico este lienzo, por lo que hubo de llegar a un acuerdo con mister Carpenter para volvérselo a comprar. Este detalle indica que esta obra sería considerada por el propio pintor como representativa de su estilo, saliendo satisfecho del trabajo realizado.
Personaje
Político
Era nieto de Barco Virgilio, un general de ideología conservadora que tuvo una destacada actuación en los inicios de la industria petrolera colombiana. Ingresa en la Universidad Nacional de Colombia y una vez que finaliza sus estudios ingresa en el Partido Liberal. Desde entonces comienza a ocupar varias carteras ministeriales hasta que en 1977 es destinado a Estados Unidos como embajador. En la década de los ochenta se instala de nuevo en su país y se prepara como candidato a las elecciones de 1986. Tras salir vencedor en los comicios se mantuvo en la presidencia hasta 1990. Durante su legislatura el narcotráfico y la guerrilla fueron los dos problemas más graves a los que se tuvo que enfrentar. A pesar de su lucha no logró grandes avances en ninguno de estos dos temas. A comienzos de la década de los noventa fue reemplazado por César Gaviria Trujillo.
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Constable supo captar la evolución de Inglaterra a través de su paisaje, como cambios sutiles que afectan a la morfología de aquello que podemos ver. En este caso, lo que parece una sencilla marina es la expresión del poderío de ultramar que ejercía el Reino Unido. El barco principal es el Victoria, el navío de Su Majestad. Constable lo pintó en 1806, en plena batalla, con el casco desarbolado de otra nave británica a su costado, entre las nubes de los cañonazos. El enfoque de un pintor de historia podría haber sido el del fragor de la batalla, los marineros muertos, los generales victoriosos... Sin embargo Constable omite estos detalles y se concentra en los efectos de la atmósfera, en las grandes masas de humo blancuzco que rodean de manera fantasmal a los barcos, en cuyas cubiertas no podemos apreciar seres humanos. Los barcos, como esqueletos, se desplazan sobre una superficie plateada contra un fondo impenetrable de pólvora y humo.
fuente
Los británicos desarrollaron medios especiales para la lucha submarina, sobre todo para operaciones peligrosas. Junto al torpedo tripulado chariot, el minisubmarino "barco X" fue uno de los medios de combate más utilizados. Tremendamente eficaz, llevaba una carga explosiva repartida en dos cargas externas que se adaptaban al perfil del casco, cada una de ellas de 9 metros de largo y 5,5 toneladas de peso. Podía navegar a 100 metros de profundidad.
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Cuando Manet y Renoir llegaron a Argenteuil en el verano de 1874 se sorprendieron del estudio que empleaba Monet; era un barco que había adaptado como taller con el que recorría diversos parajes del río Sena, parándose donde más le interesara. A Manet le llamó tanto la atención que realizó una obra protagonizada por Claude y su esposa en el taller flotante, siendo la escena más cercana al Impresionismo de ese artista. El pequeño barco protagoniza este lienzo, anclado en el centro de la imagen, apreciándose tras él un soberbio bosque conseguido a través de rápidos toques de pincel que semejan manchas y que eliminan toda referencia a las formas. Los reflejos de los diferentes elementos proyectados en el agua hacen de esta escena una de las más atractivas del pintor, recogiendo la iluminación del atardecer, una de sus favoritas. Las sombras malvas se aprecian claramente en los árboles del fondo, donde destaca una pequeña mancha rojiza que otorga mayor vivacidad al conjunto.