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Debido a las dificultades económicas por las que Van Gogh atravesó durante toda su vida, en algunos momentos debía economizar óleo y lienzo por lo que empleaba la pluma de caña para dibujar. Así surgen obras tan atractivas como estas barcas que contemplamos, estudio preparatorio para las Barcas en la playa. El trazo seguro y firme de Vincent queda de manifiesto en este bello trabajo.
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Durante el verano de 1888 Van Gogh se dedicó a visitar los alrededores de Arles para encontrar temas para sus obras. En Saintes-Maries se encontró con una magnífica población que protagonizó algunos cuadros - Vista de Saintes-Maries - y con la playa del Mediterráneo. Aquí vemos unos barcos varados en la arena, mientras que al fondo contemplamos otras que se dirigen mar adentro. Los vivos tonos con los que los marineros pintan sus embarcaciones - para ser vistas desde la costa - llaman la atención de Vincent, quien pone su empeño en mostrarlas con todo lujo de detalles. Por eso resulta sorprendente el contraste entre el preciosismo con que trabaja los barcos y la pincelada tan suelta, casi mancha, empleada para el resto de la escena. Esas barquitas tienen los contornos perfectamente delimitados, siguiendo en parte el cloisonnismo de Bernard y Gauguin. La línea del horizonte, dividiendo la composición en dos partes, recuerda la Escuela paisajista del Barroco holandés, por la que Vincent sentía gran atracción.
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El otoño de 1885 en Etrerat fue bastante duro climáticamente hablando y Monet lo recogió en sus lienzos, interesándose especialmente por los barcos varados en las playas. El maestro nos muestra una visión definida por efectos lumínicos característicos del Impresionismo. La iluminación fría provoca tonalidades apagadas, especialmente en las casetas de baño y en una de las embarcaciones, contrastando con los vivos colores de las otras. El mar adquiere tonos verdosos en los que el blanco de las olas despunta. La visión está realizada desde un punto de vista elevado que parece dotar de planitud al conjunto, apreciándose cierta influencia de la estampa japonesa. Las pinceladas son empastadas, aplicando el color de manera rápida, a base de manchas y ligeros trazos que acentúan el efecto de abocetamiento del conjunto. La expresividad de la escena influirá en Van Gogh.
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El Sena en las cercanías de Asnières será para Van Gogh un importante motivo de inspiración a lo largo del verano de 1887; las orillas, los puentes o los barcos como en este caso ocuparán sus lienzos para representar todo lo que le rodea, mostrándose entusiasmado con este tipo de modelos. En todas estas escenas encontramos un interés especial por plasmar los efectos lumínicos de un momento determinado, siguiendo las teorías impresionistas que tanto le entusiasmaron al llegar a París. Será un impresionismo muy personal al otorgar mayor importancia al color que sus compañeros, empleando tonalidades muy vivas, lideradas por el amarillo y el azul como en este lienzo. Las formas parecen desaparecer ante la importancia del color, relacionándose con los trabajos de Monet y Pissarro. La aplicación del óleo siempre resulta atractiva en Vincent ya que los trazos crean las formas, mezclando toques muy cortos - casi pequeños puntos - con pinceladas muy largas y empastadas, organizando la composición con maestría.
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En los últimos días de agosto de 1888 Vincent sentirá una especial atención hacia las labores de descarga en el puerto de Arles, realizando una pequeña serie formada por Descargadores de carbón en Arles, Barcazas en el Ródano y estas barcazas de carbón que contemplamos. Todas las escenas se incluyen en los deseos del pintor por recoger las luces del atardecer, siendo posiblemente una mera excusa para pintar las últimas luces del sol y las tonalidades anaranjadas que se crean. Las figuras del primer plano obtienen así unos colores tremendamente oscuros al quedar en semipenumbra, de la misma manera que ocurre con la silueta de la ciudad al fondo. Los reflejos anaranjados y amarillentos en el agua indican la maestría del holandés, haciendo gala una vez más de esos trazos rápidos pero certeros que le caracterizan con los que organiza la composición y crea los diferentes elementos sin apenas utilizar el dibujo.
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La labor de los estibadores en el puerto de Arles llamó poderosamente la atención de Van Gogh en el verano de 1888 poniéndose manos a la obra para elaborar una pequeña serie formada por Barcazas de carbón, Descargadores de carbón en Arles y estas barcazas que contemplamos. Si en las compañeras la verdadero protagonista es la luz del atardecer aquí será la labor de los trabajadores, enlazando con las obras ejecutadas en Nuenen. Las dos barcazas cargadas de arena se balancean sobre las aguas verdosas del Ródano, recogiendo también la iluminación del atardecer, momento de menor calor. La vista está tomada desde una perspectiva alzada, recordando a Degas, resaltando así la contundencia de las embarcaciones. Las líneas resultan importantes protagonistas en esta composición al marcar todos los contornos con un trazo oscuro, siguiendo a su amigo Bernard. Las tonalidades oscuras se han adueñado de esta imagen, acercándonos a los trabajos otoñales.
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En el periodo entre 1809 y 1819, y especialmente entre 1810-1812, los óleos de Constable están cargados de vigor, originalidad y madurez, trabajando en un estilo personal, tremendamente descriptivo, en el que cada uno de los elementos adquiere vida propia. Se trata en su mayor parte de escenas captadas directamente del natural, que posteriormente servirán para cuadros definitivos que son enviados a la exposición de la Royal Academy. Este naturalismo será la línea maestra de la pintura de Constable, interesándose por las amplias perspectivas y los cielos tormentosos -un crítico llegó a decir "echo de menos un paraguas cuando me coloco ante un chaparrón de Constable"- tomando como referencia las obras de Claudio de Lorena, Gainsborough, los paisajistas holandeses del Barroco y Poussin. La pincelada rápida y empastada vendrá motivada por el tratamiento de la obra como boceto.
Personaje Pintor
<p>Nace en Felanitx (Mallorca) en 1957. Estudió en la Escuela de Artes Decorativas de Palma de Mallorca y, en 1974 en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona. Al año siguiente vuelve a Mallorca y forma parte de Taller Lunatic, un grupo de arte conceptual, pero pronto optó por una carrera pictórica independiente. A finales de la década de 1970, presentó sus primeras obras cercanas al espíritu conceptual.</p><p>Su ascenso en la escena internacional se consolidó con su participación en la Bienal de São Paulo de 1981 donde sus obras muestran influencias del neoexpresionismo alemán y la transvanguardia italiana. Ocupa uno de los lugares más destacados entre la pintura española y el mercado internacional actual. En 1982 participa en la Documenta VII de Kassel, estableciéndose como un modelo contemporáneo de artista que entrelaza su actividad con la rica tradición de la pintura occidental desde el Barroco.</p><p>En los años 80 realiza viajes por Europa, Estados Unidos y África Occidental. En 1981 participa en la Bienal de Sao Paolo donde sus obras muestran influencias del neoexpresionismo alemán y la transvanguardia italiana. Ocupa uno de los lugares más destacados entre la pintura española y el mercado internacional actual.</p><p>Residió entre París y Mallorca desde mediados de la década de 1980, los frecuentes viajes de Barceló a África Occidental enriquecieron su imaginario con figuras y mitos africanos. Desde principios de los años ochenta, expuso en destacados museos y galerías de Europa y Estados Unidos, convirtiéndose en uno de los artistas españoles más estimados a nivel internacional.</p><p>Barceló ha sido objeto de exposiciones en prestigiosas instituciones como el CAPC de Burdeos, el IVAM de Valencia, el Jeu de Paume y el Centre Pompidou en París, el Musée des Arts Décoratifs y el Museo Nacional del Louvre en París, La Galleria Nazionale d#Arte Moderna en Roma, el Museu d#Art Contemporani de Barcelona y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en Madrid. Recientemente, ha realizado grandes intervenciones como el revestimiento cerámico en la Capilla de Sant Pere de la Catedral de Mallorca y la cúpula de la sala XX del Palacio de las Naciones Unidas en Ginebra.</p><p>A lo largo de su carrera, Barceló ha recibido numerosos reconocimientos, incluyendo el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1986, el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2003 y el Premio Sorolla de la Hispanic Society of America en 2007.</p><p>Desde sus inicios a principios de los años ochenta, Barceló se ha asociado con la corriente expresionista de la recuperación de la pintura.</p>