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Barcelona está situada en el nordeste de la Península Ibérica, a orillas del Mediterráneo. Es capital de su provincia homónima y de Cataluña, ubicándose en su interior las instituciones de la Generalita de Catalunya. Es la segunda ciudad más poblada de España, tras Madrid, y está constituida no sólo por el municipio estrictamente sino que su área metropolitana es constituida por un amplio cinturón de ciudades limítrofes que han acabado siendo absorbidas por el crecimiento urbano, creando una superficie de 172 kilómetros cuadrados de extensión y casi tres millones de habitantes. No existen datos sobre la fundación real de la ciudad, apareciendo por primera vez documentada en época romana, denominada Barcino, Pía Faventia y Julia Augusta, gozando de exención de impuestos desde muy pronto. Con la llegada de los visigodos, Barcelona comienza su importante papel sociopolítico siendo elegida por Ataulfo capital de su reino, aunque sea un privilegio sólo momentáneo. Los musulmanes conquistaron la ciudad en el año 718, siendo reconquistada por Ludovico Pío casi un siglo después, pasando a ser capital de la Marca Hispánica y dependiente de los reyes francos. En la época de los condados independientes, Barcelona empieza a gozar de mayor importancia como puerto estratégico, impulsando su desarrollo hacia el Mediterráneo. Capital del Principado de Cataluña englobado dentro del reino de Aragón, su papel en la historia de España ha sido fundamental. En 1888 se celebró en Barcelona una gran Exposición Universal que permitió un importante impulso urbanístico, comparable al recibido por la Exposición de 1929 y especialmente al conseguido al ser sede de las Olimpiadas de 1992.
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Barcelona es una de las cuatro provincias que integran la Comunidad Autónoma de Catalunya. Podemos encontrar tres áreas diferenciadas: las comarcas del interior, el área prepirenaica y la costa. En las comarcas del interior se encuentran las grandes ciudades que se desarrollaron tras la Revolución Industrial como Granollers, Terrasa, Manresa o Igualada, combinadas con espacios donde abundan los viñedos como el Penedès o parques naturales como el Montseny o Sant Llorenç del Munt i Obac. En el área prepirenaica se sitúan las comarcas de Osona y Berga. Es un espacio salpicado de pistas de esquí, cuevas, cascadas, pantanos y santuarios, ideal para impresionar a cualquier visitante. La costa barcelonesa cuenta con un buen número de excelentes playas que se extienden desde el Maresme hasta el Garraf. Localidades como Calella, Canet de Mar, Sitges o Vilanova i la Geltrú son buena muestra de la calidad de estas playas, sin olvidar las que también posee la propia ciudad de Barcelona y su entorno metropolitano, eje indiscutible de la provincia.
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El siglo XIX deja una Barcelona burguesa e industrial, moderna, abierta al exterior. La entrada de aires de renovación cultural se plasma en la llamada Renaixença, movimiento que afecta a todos los niveles: literario, pictórico, arquitectónico, científico, político, etc. Barcelona se configura entonces como la ciudad más progresista de España, la puerta de entrada a nuevas tendencias y manifestaciones. Al mismo tiempo, Barcelona es el escenario en el que se dirimen profundas diferencias sociales y políticas. Con respecto a las primeras, los movimientos obreros plantean sus reivindicaciones frente al poder económico de la burguesía, multiplicándose las huelgas y manifestaciones, que culminarán en el pistolerismo de los años 20. Con respecto a las segundas, Barcelona se convierte en capital del catalanismo, siendo frecuentes los roces con respecto a la política estatal desarrollada por el gobierno establecido en Madrid. Uno de los momentos culminantes de estos enfrentamientos será la Semana Trágica, de 1906, en la que la protesta por el embarque de tropas catalanas con destino a Marruecos derivará en sangrientos combates. En 1914 se creará la Mancomunitat de Catalunya. Las reivindicaciones nacionalistas llevarán a la creación de la Generalitat y la promulgación del Estatuto de Autonomía, en 1932. A pesar de vivir tiempos tan convulsos en lo político-social, Barcelona se beneficia de una gran despegue económico en los años 20, gracias fundamentalmente al papel neutral de España durante la I Guerra Mundial. El mejor exponente de esta prosperidad es la celebración de la Exposición Internacional de 1929. Barcelona es una de las capitales españolas en las que la sublevación militar del 18 de julio de 1936 no triunfa, gracias a la resistencia de sus ciudadanos y autoridades. La guerra civil, no obstante, dejará una importante secuela de víctimas y daños materiales, siendo bombardeada cruelmente por la Aviación y la Marina de Franco. La represión de los vencedores fue atroz, eliminando todos los logros anteriores. El paisaje de la posguerra fue, como en toda España, literal y metafóricamente grisáceo. Los años 50 y especialmente los 60 significan el comienzo de la recuperación económica. La llegada de inmigrantes multiplica su población hasta situar a Barcelona como la segunda ciudad de España en población, tras Madrid, un aporte demográfico que, no obstante, crea graves problemas sociales y carencias. A pesar de ello, Barcelona crece físicamente y la calidad de vida de sus habitantes se incrementa de manera paulatina. La muerte de Franco en 1975 supone la vuelta a la democracia y la recuperación de las instituciones catalanas. El proceso de crecimiento de Barcelona culmina con la celebración, en 1992, de los Juegos Olímpicos, ocasión que es aprovechada por la ciudad para renovar su configuración urbanística, embelleciéndose con nuevas y modernas construcciones -Estadio Olímpico, Hotel Arts, etc.-, y convertirse en una de las principales ciudades de España en el ámbito cultural. En la línea de esta dinámica política cultural surge el Fórum 2004, un acontecimiento internacional en el que se pretende pensar y experimentar sobre los principales momentos culturales y sociales que debe afrontar el mundo a lo largo de este siglo XXI. El Fórum ha sido organizado de manera conjunta por el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat de Catalunya y el Gobierno de España, recibiendo el apoyo de la UNESCO. Las actividades se desarrollan en dos espacios: el propio recinto del Fórum y la ciudad de Barcelona. Durante los 141 días de su duración, entre el 9 de mayo y el 26 de septiembre de 2004, este importante encuentro cultural y ciudadano se estructura en torno a tres grandes ejes: la diversidad cultural, el desarrollo sostenible y las condiciones de paz. A través de diversas actividades culturales y lúdicas -exposiciones, talleres, espectáculos, conciertos, juegos o mercados- el visitante podrá disfrutar de este evento, sin olvidar los Diálogos, un programa de debates para reflexionar sobre los ejes mencionados, con la participación de más de 1.500 ponentes procedentes de todo el mundo. La celebración de este importante evento ha permitido a Barcelona rehabilitar la zona litoral de la ciudad próxima al río Besòs y ganar un nuevo barrio, dotado de importantes infraestructuras que, evidentemente, siguen criterios de desarrollo urbano sostenible.
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La frontera cristiano-musulmana se estabiliza desde comienzos del siglo IX en la línea formada por las sierras de Boumort, Cadí, Montserrat y Garraf, quedando entre las primeras una amplia zona de nadie que no será ocupada hasta la época de Vifredo, y de manera definitiva en los años finales del siglo X, coincidiendo con los ataques de Almanzor. La fragmentación política es una constante en la historia de los dominios cristianos de la zona oriental, pero esta corriente disgregadora coexiste con una tendencia a la unidad, manifestada en el reconocimiento de un prestigio y de una autoridad superior de los condes de Barcelona, que intentarán en el siglo X unificar eclesiásticamente los condados catalanes mediante la reconstrucción de la metrópoli tarraconense. El primer intento es obra del abad Cesáreo de Montserrat, que consigue ser nombrado metropolitano por los obispos leoneses el año 954. El recurso a León se explica por la creencia de que en Compostela descansan los restos del apóstol Santiago, primer evangelizador de Hispania, pero aceptar la decisión de los obispos leoneses equivale, de algún modo, a reconocer la superioridad del rey de León, y el nombramiento de Cesáreo no será aceptado por el conde de Barcelona que buscará en Roma, la otra sede apostólica de Occidente, el nombramiento del obispo Atón de Vic como arzobispo con jurisdicción sobre todas las diócesis situadas en territorio catalán: Barcelona, Gerona, Vic, Urgel y Elna. El arzobispado no sobrevivió al arzobispo, del que sabemos fue asesinado, quizá como consecuencia del revuelo provocado por su nombramiento, que separaba la iglesia catalana de la franca para ponerla en manos del conde de Barcelona que, de este modo, ejercía un cierto control sobre el condado de Ampurias, políticamente diferenciado. El recurso a Roma para contrarrestar o evitar la presencia carolingia se fortalece a través de los monjes cluniacenses, dependientes directamente del Pontificado, y cuya regla adoptan en el siglo X la mayoría de los monasterios catalanes. La unión de condados lograda por Vifredo el Velloso no le sobrevive: el condado de Urgel se unirá momentáneamente al núcleo barcelonés hacia el 940 para ser una vez más separado y permanecer independiente hasta el siglo XIII. También Cerdaña-Besalú permanecen al margen del núcleo Barcelona-Gerona-Vic hasta los primeros años del siglo XII, como consecuencia del concepto patrimonial de los condes catalanes que distribuyen los condados entre sus hijos del mismo modo que dividían las tierras de su propiedad. Este concepto patrimonial no impedirá, sin embargo, que se mantenga la unión Barcelona-Vic-Gerona, aunque para lograrlo sea preciso atribuir los condados conjuntamente a dos o más hijos del conde como ocurrió a la muerte de Vifredo (898), de Suñer (954) o de Berenguer Ramón I (1035) tras el cual se puso en peligro la política unificadora. Aun cuando los datos son confusos, parece seguro que entre Ramón y su madre Ermesinda surgieron desavenencias que fueron aprovechadas por la nobleza para independizarse del conde, y que obligaron a los grupos en pugna a buscar la ayuda de fuerzas ajenas al condado: Ramón Berenguer parece haberse inclinado hacia Sancho el Mayor de Navarra, y Ermesinda contó con el apoyo de tropas normandas. La situación caótica provocada por estas diferencias, por la insubordinación de la nobleza y por la anarquía existente en el condado nos es conocida fundamentalmente a través de la actuación del abad Oliba, cuya personalidad llena la primera mitad del siglo XI catalán. Descendiente de los condes de Cerdaña, Oliba -monje de Ripoll, abad del mismo monasterio y del de Cuixá y obispo de Vic- actúa como mediador en los conflictos surgidos entre los condes catalanes y entre éstos y sus vasallos, y culmina su acción pacificadora con la difusión en Cataluña de las Constituciones de Paz y Tregua en las que -hasta fines del siglo XIII- se basarán los condes de Barcelona para mantener pacificados sus dominios. La institución que garantizaba la paz a los fieles en el cumplimiento de sus deberes religiosos, con el tiempo se hace laica, se transforma en paz y tregua del príncipe según se hace constar en los Usatges (usos y costumbres) de Barcelona o en las asambleas celebradas por los condes-reyes, que utilizan la fórmula eclesiástica para mantener pacificados los dominios durante sus ausencias. Aunque debilitada la presencia franca, la ruptura abierta con los monarcas no era aconsejable mientras persistiera el peligro musulmán, al menos mientras los reyes francos fueran capaces de ofrecer ayuda en caso de ataque. Fiados en este apoyo indirecto, los condes catalanes dirigen algunas expediciones contra los dominios musulmanes en la primera mitad del siglo X, pero al afirmarse la autoridad de Abd al-Rahmán III y de sus sucesores, Borrell II (954-992) se apresura a reconciliarse con el califa y las embajadas barcelonesas alternan en Córdoba con las leonesas, castellanas y navarras, y rivalizan con ellas en probar la buena disposición de los cristianos hacia los musulmanes y su obediencia a los deseos califales, sin que por ello Barcelona se viera libre de los ataques de Almanzor (985). La falta de ayuda franca ante estos ataques, la extinción de la dinastía carolingia definitivamente en el año 987 y el convencimiento de que nada podía esperar de los capetos fueron el pretexto invocado por Borrell II para romper los lazos que unían el condado barcelonés con la monarquía franca, y los catalanes de Urgel y de Barcelona actuarán en adelante con total independencia, real y teórica. Juntos colaboran con los eslavos en las luchas internas ocurridas en al-Andalus a la muerte del segundo de los hijos de Almanzor. Por primera vez los condes catalanes abandonan la política defensiva y emprenden una campaña que, pese a su relativo fracaso -en ella murieron el conde de Urgel y el obispo de Barcelona- constituyó un triunfo psicológico de gran trascendencia y, además, el botín logrado permitió una mayor circulación monetaria y una relativa activación del comercio; hizo posible la reconstrucción de los castillos derruidos por Almanzor y la repoblación de las tierras abandonadas y, sobre todo, sirvió para afianzar la autoridad del conde barcelonés frente a sus vasallos y ante los demás condes catalanes.
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Barcelona es una ciudad de contrastes, una urbe viva y múltiple, que se transforma a medida que pasan las horas del día o los meses del año. Cosmopolita y bimilenaria, Barcelona dirige su mirada al Mediterráneo, sin abandonar los lazos con la tierra de Cataluña, de la que es capital. De esta manera, Barcelona se convierte en una ciudad única. Fundación romana de época del emperador Augusto, el primitivo foro urbano se situaba en la actual plaza de Sant Jaume, centro político de la ciudad. Aun hoy podemos admirar algunos lienzos de la muralla, fechada en los siglos III y IV de nuestra era. Será en época medieval cuando Barcelona adquiera un papel determinante en la política de su tiempo. En el Barrio Gótico encontramos los principales monumentos de estas centurias en las que Barcelona se convertirá en una de las principales potencias mediterráneas. El Palacio Real es un conjunto de edificios que fueron residencia de los reyes de Aragón desde el siglo XIV. Entre éstos destaca la torre conocida como Mirador del rey Martín, así como el salón del Tinell, dos de las construcciones góticas más espectaculares de su tiempo. La catedral es otro de los principales edificios góticos de la ciudad. Las obras se iniciaron en 1298 y fueron prácticamente finalizadas mediado el siglo XV. Presenta planta de salón, con tres naves y cabecera con girola, a la que se abren nueve capillas. Entre los contrafuertes se ubican dobles capillas. A través del claustro se accede a capilla románica de Santa Lucía. Testigo de los principales episodios de la vida ciudadana, la plaza de Santa Jaume alberga, frente a frente, las sedes de la Generalitat y del Ayuntamiento. En el Palacio de la Generalitat encontramos interesantes muestras del arte gótico, como la entrada, el patio de las Naranjas o la capilla de Sant Jordi. La armoniosa fachada es del siglo XVI. En el Ayuntamiento sobresale el Salón de Cent, construido por el maestro Pere Llobet hacia 1375. En esta sala se reunían los representantes populares de la ciudad. La fachada principal es una obra neoclásica purista, construida entre 1831 y 1847. Otro de los hitos del gótico catalán lo encontramos en el barrio de la Ribera. No es otro que la iglesia de Santa María del Mar. Tiene tres naves, capilla mayor poligonal y las habituales capillas entre contrafuertes, destacando las proporciones y esbeltez de los pilares. Fundado en 1410, el Hospital de la Santa Creu hace también referencia a un pasado esplendoroso. Junto a las salas góticas -hoy ocupadas por la Biblioteca de Cataluña- podemos admirar la antigua sala de Convalecencia, de época barroca, y el neoclásico Colegio de Cirugía, obra de Ventura Rodríguez. Inmersa en este barrio medieval se alza una de las joyas del modernismo: el Palau de la Música Catalana, la obra maestra de Domenech i Muntaner, cuya decoración ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El pulso a la ciudad se toma en uno de sus lugares más populares: la Rambla, colorista vía que discurre entre la plaza de Cataluña y el puerto. El primer tramo, más cercano a la plaza, recibe el nombre de Rambla de Canaletas, caracterizado por sus kioscos, atestados de libros y de periódicos. El siguiente tramo es la Rambla de los Pájaros, así llamada por los puestos de venta de animales. La más concurrida de las Ramblas es la de las Flores. Las variadas tonalidades de las plantas impactan en el viajero, que para siempre guarda en su memoria esta imagen, una de las más características de Barcelona. En el tramo correspondiente a la Rambla de los Capuchinos se suceden las terrazas de hoteles, bares y restaurantes. Sobre el solar del antiguo convento de capuchinos que da nombre a esta zona se abre la Plaza Real, conjunto de uniformes edificios porticados donde se hallan las más populares cervecerías de la ciudad. Este tramo de Rambla está presidido por el Gran Teatro del Liceu, reconstruido tras el espectacular incendio que en 1994 destruyó su auditorio y escenario. En sus cercanías encontramos una de las primeras obras de Gaudí: el Palau Güell, donde se incorporan interesantes notas modernistas. Destaca su espectacular salón principal, coronado a los 17 metros y medio con una espectacular cúpula perforada de 9 metros cuadrados. El gran Monumento a Colón cierra el paseo. Proyectado por Cayetano Buigas en 1886, la figura del almirante corona una columna de hierro de 50 metros de altura, convirtiéndose en una de las señas de la ciudad que se abre al mar. Las antiguas Atarazanas son uno de los testigos del esplendor del comercio marítimo y de la marina catalana en la Edad Media. Construidas en el siglo XV, en el interior de sus amplias naves góticas encontramos el Museo Marítimo. También en las cercanías del puerto se halla otro de los exponentes del desarrollo económico medieval: el edificio de la Lonja de Contratación, cuyo interior gótico se caracteriza por las grandes arquerías. El puerto de Barcelona ha experimentado un proceso de transformación sin precedentes en los últimos tiempos. Buen ejemplo de ello es la urbanización del Moll de la Fusta, la construcción de la Rambla del Mar o la creación del Maremagnum, uno de los lugares más animados de la ciudad. A los pies del mar se alza el Parque de la Ciudadela. Recibe su nombre de la fortificación militar construida por Felipe V para dominar la villa rebelde durante la Guerra de Sucesión. El alcázar fue derribado en 1869, quedando en pie algunos edificios, como el que acoge al Parlamento de Cataluña, el antiguo arsenal. El parque fue la sede de la Exposición Universal de 1888, en cuyo contexto se construyó uno de los edificios más atractivos de la zona: el Castell dels Tres Dragons, levantado por Domenech i Muntaner para albergar el restaurante de la muestra. El crecimiento económico y demográfico de Barcelona en el siglo XIX tiene su reflejo en el Eixample. Ildefons Cerdá concebirá este espacio como una retícula de calles paralelas al mar que se cortaban por otras en perpendicular, con los ángulos en chaflán. En este barrio encontramos las mejores muestras del Modernismo en la ciudad. En la plaza de Cataluña nace el paseo de Gracia, la principal arteria del Eixample. Entre sus edificios destaca la Casa Milà, la famosa Pedrera. Gaudí propone una fachada que integra dos edificios, tratados con un criterio unitario y constituyendo un impresionante bloque pétreo, en constantes ondulaciones y oberturas. Entre las calles de Aragó y Consell de Cent se encuentra la llamada Manzana de la Discordia. Aquí se alzan la Casa Batlló, de Gaudí; la Casa Amatller, de Puig i Cadafalch; y la Casa Lleò Morera, de Domenech i Muntaner, tres sobresalientes muestras de la arquitectura modernista. También en el Eixample se encuentra la obra de Gaudí por excelencia: la Sagrada Familia, templo al que el arquitecto dedicó toda su vida, quedando inacabada. La iglesia encierra la propia evolución artística de su creador, destacando su verticalidad. El Hospital de Sant Pau es la obra cumbre del otro gran arquitecto modernista, Lluis Domenech i Muntaner. Los casi treinta pabellones de rica decoración polícroma y rodeados de jardines han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La antigua villa de Gràcia es uno de los barrios que mejor mantiene su personalidad. En sus límites se encuentra otra de las obras maestras de Gaudí, el Parque Güell. Diseñado como ciudad-jardín, no se llegó a edificar en su totalidad. Quedan los edificios de acceso, la gran escalinata y la sala hipóstila, con 86 columnas dóricas, que se utilizaría como mercado. Sobre esta sala se encuentra la plaza del parque, limitada por un gran banco corrido ondulado, que es considerado como una de las mejores creaciones plásticas del arquitecto catalán. Los 173 metros de altura de la montaña de Montjuïc la convierten en una de las atalayas de la ciudad. La primera renovación tuvo lugar en 1929, cuando se realizó allí la Exposición Internacional. Desde la plaza de España se entra en el recinto a través de una amplia avenida que nos lleva al Palau Nacional, sede del Museo Nacional de Arte de Cataluña. Sus colecciones de arte románico y gótico son únicas en el mundo. Los diferentes pabellones salpicaban la orografía del monte, destacando el conjunto del Pueblo Español, donde se reproducen obras de la arquitectura popular española. Montjuïc vivirá su segunda renovación con motivo de la celebración en Barcelona de los Juegos Olímpicos de 1992. La ciudad se convierte en exponente arquitectónico internacional, con obras tan importantes como el Palau Sant Jordi, sensacional construcción de Arata Isozaki; la gran Torre de Comunicaciones de Telefónica, diseñada por Santiago Calatrava; o el Estadi Olimpic, que mantiene su antigua fachada pero fue renovado completamente en su interior. Esta imagen de modernidad tiene su continuidad en los rascacielos del Hotel Arts y la Torre AGBAR, los techos de la nueva Barcelona que, con el Forum de las Culturas ha entrado de lleno en el siglo XXI.
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La privilegiada posición que ocupa en el conjunto del Mediterráneo y su apertura al resto de Europa, convierte a la ciudad de Barcelona en una de las más pujantes de España, continuando un proceso que ya quedaba claramente apuntado durante la Baja Edad Media. La Edad Moderna supone para Barcelona conocer los inicios de la industrialización, en mayor escala en relación con otros puntos del país. Las manufacturas, principalmente textiles, experimentan un despegue, beneficiadas por la entrada de capital privado y el apoyo ocasional de la hacienda, siendo las fábricas de algodón de Cataluña una de las mayores y más importantes novedades del siglo XVIII. Estas fábricas, efectos económicos aparte, crearon un sector empresarial con progresiva conciencia de clase y ligado en exclusiva al mundo industrial, permitiendo además forjar un incipiente proletariado industrial concentrado en Barcelona. El censo de Floridablanca nos informa de que Barcelona albergaba a 5.500 artesanos, de un total de 125.000 habitantes. Importancia decisiva tiene también el arreglo de su puerto, así como los esfuerzos por constituir una banca estable en el último cuarto del siglo XVIII, que acabaron fracasando (Banco de Vitalicios, Banco de Fondos Perdidos, Banco de Cambios). Con todo, y pese a padecer los indeseables efectos de la guerra -principalmente la de Sucesión, en la que Barcelona se manifiesta en apoyo del pretendiente Carlos y en contra de Felipe de Borbón, lo que le acarreará negativas consecuencias- o de la conflictividad social -Rebomboris del pá durante 1789-, el saldo del siglo XVIII para Barcelona es más que positivo. El siglo XIX continúa con Barcelona situada a la cabeza de las manufacturas y el comercio catalán y español. Igualmente sufre guerras -Independencia, los Cien Mil Hijos de San Luis-; levantamientos o la represión de estos -el del general Luis Lacy, en 1817; el bombardeo ordenado por Espartero, en 1842- o huelgas y algaradas -1854, 1869-. Pero Barcelona continúa con su dinamismo a todos los niveles. Conforme avanza la industrialización, Barcelona y su entorno se convierten en avanzada de la inmigración durante la primera mitad del siglo XIX, contando ya en 1877 con cerca de 250.000 habitantes. Tal crecimiento se plasma en el derribo (1868) de unas murallas que impiden la expansión del tejido urbano y en un plan urbanístico de ensanche, el famoso Plan Cerdá. También, en datos como que Barcelona cuenta con la primera línea de ferrocarril peninsular -la Barcelona-Mataró, en uso desde 1848-; que en Barcelona y sus alrededores, se asentaron el mayor número de industrias en la primera mitad del siglo XIX, contando con una considerable masa de proletarios industriales, especialmente en la industria textil, cifrados en unos 50.000 en 1860 y más de 70.000 en 1877; con la segunda Universidad por número de alumnos, tras Madrid, de España -850 en 1857 y 1600 en 1868-; con más de siete sociedades recreativas o casinos; 59 sociedades de música y 32 de teatro; siete teatros y una plaza de toros con un aforo de más de 11.000 espectadores. El binomio comercio-industria quedaría incompleto como explicación al progreso de Barcelona durante estos siglos si a ello no le añadimos un tercer factor: la existencia de una pujante y emprendedora burguesía de los negocios, grandes comerciantes que concentran buena parte de su actividad en la importación y exportación, en ocasiones vinculados a otras variadas inversiones. Esta burguesía acabará por definir en gran medida el tipo humano y social dominante en la Barcelona del XIX y XX, cuya gran puesta en escena se producirá de manera periódica y casi ritual en el Gran Teatro del Liceo. Sin embargo, el camino de la industrialización y el desarrollo del capital traen consigo el surgimiento de un nuevo grupo social, el proletariado, cuya primera existencia puede constatarse en Barcelona. Ambos grupos, burguesía y proletariado, regirán y serán los actores fundamentales de las relaciones sociales, económicas y políticas durante lo que resta de siglo y el siguiente.
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Situada a orillas del Mediterráneo, Barcelona es una de las ciudades más vitalistas de Europa. Sus calles y plazas llaman la atención del viajero, haciendo de ella una villa única. Su fundación en época romana la convirtió en una de las principales urbes de la Península. Siglos después, los musulmanes conquistaron la ciudad en el año 718. Tras ser reconquistada por los cristianos, pasó a ser capital de la Marca Hispánica y depender de los reyes francos. Como capital de Cataluña, a partir del siglo XII Barcelona empieza a experimentar un importante despegue político, económico y cultural que abarca las dos siguientes centurias. En los siglos XVI y XVII la ciudad vive un periodo de decadencia, cuyo máximo exponente es el triunfo de Felipe V en la Guerra de Sucesión. El siglo XIX será una nueva etapa de esplendor para Barcelona. El impulso económico y cultural permitirá el desarrollo urbanístico, especialmente con la planificación del Eixample y la celebración de las Exposiciones Internacionales de 1888 y 1929. En este contexto se produce el auge del Modernismo, que tiene en el arquitecto Antoni Gaudí su cabeza más visible. La organización de los Juegos Olímpicos de 1992 será un nuevo acicate para que Barcelona se convierta en punta de lanza de la arquitectura contemporánea. La ciudad vive una intensa transformación, que tendrá su continuidad en el Forum de las Culturas, evento que ha catapultado a Barcelona al siglo XXI.
Personaje Arquitecto
Miembro de la Academia de San Fernando, Barcenilla es el responsable de los diseños de la sevillana iglesia de San Ildefonso y de la iglesia parroquial de Santa María Magdalena de la localidad sevillana de Arahal. En sus obras se muestra como un continuador del estilo barroco del siglo precedente.