Sobre la antigua plaza del mercado, donde estuvieron situados la Casa Consistorial, desde la Edad Media, y una serie dispersa de cajones, puestos y modestas construcciones para alojar el comercio, se proyectó en 1729 esta elegante plaza regular, de unos 80 metros de lado. Su tracista fue Alberto Churriguera, habiendo intervenido también su sobrino Manuel Larra Churriguera y el arquitecto Andrés García de Quiñones, a quien se debe el edificio del Ayuntamiento. La obra se daba por terminada en 1755. Además de las casas Consistorial y de particulares, también tuvieron balcón en la plaza para presenciar los festejos, especialmente los taurinos, el Cabildo de la Catedral, la Universidad, Clerecía, los Caballeros Veinticuatro y la Encomienda de San Juan.
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Se trata de un espacio recorrido por soportales sostenidos por columnas de madera sobre las que encontramos las viviendas de ladrillo o adobe, algunas de ellas blasonadas.
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Dentro del rico patrimonio urbano que tiene Castilla-La Mancha, destaca la Plaza Mayor de Tembleque por su modesta pero bella y funcional arquitectura. Resulta evidente la intención de crear una plaza homogénea que permitiera asistir con comodidad a los espectáculos taurinos, de tal forma que en lugar de los habituales balcones independientes, se incorporaron ante las fachadas de los edificios dos pisos de corredores. Estos, sobre la planta baja porticada, permiten recorrer de modo completo su perímetro merced a unos puentes tendidos sobre el paso de las calles, evitando así el costoso montaje de tendidos, como sucedía en las plazas no cerradas. La Playa Mayor y su Ayuntamiento se inauguraron en 1653-1654.
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En América, no siempre hubo coincidencia entre teoría, norma y realidad. En concreto, para la plaza se indicaban en las Ordenanzas de población unas medidas que daban para el largo una vez y media el ancho de dicha plaza, por ser ésa "la mejor proporción para las fiestas de a cavallo y cualesquiera otras que se hayan de hazer". Con esto se estaba siguiendo casi literalmente lo que Vitruvio había escrito en su libro V, que aconsejaba también esa medida por ser la más cómoda para los espectáculos, pero rarísima vez, se encuentra una plaza rectangular en las ciudades hispanoamericanas, pues suelen ser cuadradas por lo lógico que resultaba tirar entonces, a partir del espacio de la plaza, las líneas de la cuadrícula para las manzanas. Además, salvo en casos de grandes plazas, como la de Puebla, en las que las fuentes no entorpecían el desarrollo de espectáculos públicos, lo frecuente fue que tanto la fuente como la picota o rollo entorpecieran de algún modo esa finalidad de la plaza como escenario para las fiestas que se establecían en las Ordenanzas del año 1573. Una síntesis de lo que fue la plaza en la ciudad hispánica se puede ver en el plano de Tlaxcala de 1585, en el que además de los edificios de gobierno, soportales y fuente aparece la picota, compañera siempre de la fundación de una ciudad.
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Se considera esta plaza como la primera que, en el siglo XVI, inicia la serie de Plazas Mayores que responden a un mismo proyecto de criterio uniforme, donde la regularidad de la planta y nivelación del terreno van acompañadas de una igual arquitectura, dando lugar a un conjunto de gran coherencia. Tras el incendio de la anterior plaza (1561), que cumplía ya las funciones básicas de Plaza Mayor y donde Lucio Marineo Sículo vio un floreciente mercado y todos los oficios, se lleva a cabo el proyecto de Francisco de Salamanca, donde se repite la característica solución porticada a base de columnas de piedra con zapatas y dinteles de madera. Encima tres plantas para viviendas. El nuevo Ayuntamiento del siglo XIX sustituye al que creció con la plaza.
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La amplia Plaza Mayor de Villalón es el centro neurálgico de esta localidad vallisoletana. Sus soportales son los característicos de este tipo de espacios en Castilla y a ella se abren las principales edificaciones de la población.
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En Villarreal, su Plaza Mayor se encuentra en el cruce de los dos ejes principales de la ciudad que, de este modo, se comunica de inmediato con las cuatro puertas del recinto amurallado.
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Como hombre de formación neoclásica, Olaguíbel impuso un mayor orden geométrico en su proyecto, si bien la planta cuadrada y medidas (220 x 220 pies) venían exigidas por el deseo de acomodarla y poder "celebrar corridas de toros, especialmente cuando personalidades reales visitan la ciudad".
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El auge que tomó la fiesta de los toros en los primeros años del siglo XX, momento de máxima rivalidad entre los toreros Joselito y Belmonte, llevaría a las autoridades municipales madrileñas a plantear la necesidad de construir una nueva plaza al quedarse pequeña la situada en la carretera de Aragón. El propio Joselito se implicó personalmente en el proyecto de la nueva plaza, situada en una zona marginal de la ciudad llamada de las "Ventas del Espíritu Santo", no muy recomendable por estar situada en el paso de todos los cortejos fúnebres que se dirigían al Cementerio de la Almudena. El arquitecto José Espeliú, amigo íntimo del matador, se hizo responsable del diseño de la nueva plaza, eligiendo el estilo neomudéjar para construir un edificio monumental, con una capacidad de 23.000 espectadores y un ruedo de 60 metros de diámetro. Los cuatro pisos están horadados por arquerías de diferentes estilos -herradura, tumido, trilobulado y de medio punto, según nos elevamos- configurando un conjunto de gran impacto visual en el que la decoración de azulejo tiene un papel crucial. A cada uno de los puntos cardinales se abre una portada, siendo la más importante -la Puerta Grande- la que da a la calle de Alcalá. Las obras se prolongaron unos diez años, finalizándolas Manuel Muñoz Monasterio. Pero tras concluir los trabajos el Ayuntamiento no dio los necesarios permisos para urbanizar el entorno de la plaza, prolongando su inauguración oficial hasta 1934, aunque la primera corrida se celebró tres años antes. El cartel inaugural era el mejor de la época: Juan Belmonte, Marcial Lalanda y Joaquín Rodríguez "Cagancho".