Para don Francisco de Sandoval y Rojas, valido de Felipe III, trazó en 1604 en la villa de Lerma un amplio complejo, presidido por una gran plaza rectangular e integrado por el palacio ducal, conventos, iglesias y edificios industriales, la mayoría comunicados entre sí por pasajes cubiertos. Las desnudas y grandiosas fachadas, las torres angulares y la combinación de arquitectura civil y religiosa reflejan el recuerdo escurialense, pero el carácter unificado de la planificación y el rechazo de los espacios totalmente cerrados son cualidades ya propias del Barroco.
Busqueda de contenidos
monumento
La Plaza Mayor de León se levantó sobre uno de los primeros y más importantes mercados medievales que se organizaron fuera de la ciudad, próximo al Arco de Rege y en torno a la parroquia de San Martín. Parece surgida tras un incendio en 1654 cuyo alcance real desconocemos; tres años más tarde se iniciaban las obras de la nueva plaza y en 1677 se daba por terminada la obra, según se deduce de la inscripción de la fachada del Mirador. La maestría de la obra se debe fundamentalmente al trasmerano Francisco de la Lastra, quien dejó aquí una obra sobria, bien compuesta y proporcionada a la escala de la ciudad. Los soportales son en arco sobre pilares de piedra y lleva encima dos plantas de viviendas, la primera unida por un balcón corrido y la segunda planta con balcones independientes. Sólo en la acera del Mirador se interrumpe esta ordenación, siendo en este lado occidental de la plaza donde las calles entran abiertas. La Plaza Mayor de León es una de las plazas españolas que mejor conservan su carácter al no haber sufrido modificaciones sustanciales, salvo en el lado oriental (1951), hasta el punto de ser la más representativa de las plazas del siglo XVII aunque no sea la más famosa.
monumento
Es el centro vital de Belorado y llama la atención por estar porticada y porque se celebra en ella, desde el siglo X, un mercado cada lunes. En el centro de la plaza hay un kiosco rodeado de árboles. Se puede decir que tiene el más puro estilo castellano y en ella se puede visitar la iglesia de San Pedro.
monumento
Gracias a las trazas de Francisco de Salamanca, acordes con los dictados del urbanismo clasicista, surge la Plaza Mayor vallisoletana, cabeza de todas las españolas, de diseño regular pero heredera, a su vez, aunque no se suele tener en cuenta, de las que ya existían en México. Se organizó en todo su perímetro con soportales adintelados sobre columnas de granito y zapatas, disposición que se extiende también algunas de sus calles adyacentes. Pese a la sencillez de sus edificios, la Plaza tenía una prestancia que no han conseguido anular las notables modificaciones sufridas, siendo la más llamativa de ellas la sustitución del viejo consistorio de estilo Austria -comenzado por Salamanca y posteriormente reformado por Herrera- por el edificio historicista levantado a comienzos del siglo XX.
monumento
En el reinado de Felipe III, y tras el regreso definitivo de la Corte, se inicia la construcción de la nueva Plaza Mayor de Madrid, según el proyecto trazado por Juan Gómez de Mora (1617). La obra se hizo en un tiempo muy breve si bien sufrió un primer incendio en 1631 que hizo necesarias nuevas obras, aunque no parece probable que hubiera modificación alguna sobre el estado anterior. De éste nos da una idea muy precisa un nuevo dibujo fechado en 1636 que, a su vez, coincide sustancialmente con la representación de la plaza en el plano de Teixeira (1656). En este último es posible ver cómo la primitiva plaza del Arrabal, formada delante de la antigua Puerta de Guadalajara, servía de encrucijada a varios caminos, luego calles, que ahora se cortan para formar la plaza, si bien la dirección de algunas de ellas no se interrumpe, como sucede en la calle de Atocha que entra oblicuamente como tal y sale en la misma línea por la que fue Calle Nueva, hoy de Ciudad Rodrigo. Su planta es un rectángulo de ciento veinte por noventa y cuatro metros, proporción que se ajusta a la medida cierta, es decir, su lado menor es a y el lado mayor es raíz cuadrada de dos, resultado de una sencilla operación de geometría de uso común entre los tracistas. Los lienzos de sus fachadas son continuos y sólo se interrumpen, de abajo a arriba, para dejar paso a las seis calles que a la plaza asoman. Sus cuatro lados o aceras llevaban el nombre de la Panadería, de Mercaderes de Paños, de la Carnicería y del Peso Real. Toda la planta baja lleva soportales sobre fuertes pilares de granito, en solución adintelada excepto el frente que corresponde a la Casa de la Panadería que lleva arcos, cuya fachada es también distinta al resto de las que forman la plaza. Estas alcanzan cuatro alturas más una última planta vividera bajo cubiertas, ligeramente retranqueada, sobrepasando con mucho en altura al modelo vallisoletano. La Real Casa de la Panadería, por el contrario, sólo tenía tres plantas en la línea de fachada pero su mayor jerarquía quedaba resaltada por dos torres de flanqueo con sus respectivos chapiteles, todo ello muy discreto. Aún habría de sufrir la Plaza Mayor de Madrid otros dos incendios que afectaron a su fisonomía, el de 1672, que supuso sobre todo la transformación de la Casa de la Panadería en términos lingüísticos propiamente barrocos debidos a José Donoso, y el decisivo de 1790 que supuso la intervención de Juan de Villanueva. Este hizo un proyecto de regularización total de la plaza, cerrando las calles aunque sin interrumpir el paso bajo arcos, creando una imagen similar a la de la Casa de la Panadería en la de las Carnicerías, e introduciendo leves toques de continuo equilibrio que afectó también a las calles inmediatas, prolongándose las obras hasta bien entrado el siglo XIX. En el reinado de Isabel II se alteró sustancialmente el sentido de la plaza, al colocar la magnífica estatua ecuestre de Felipe III en su centro, convirtiéndola en aparente plaza real a la francesa, cuando sabemos que dicha estatua formaba parte de los jardines privados del rey en la Real Casa de Campo.
monumento
El nombre de Villarreal nos dice que se trata de una fundación regia debida en este caso a don Jaime I de Aragón, quien firmó su carta puebla el 20 de febrero de 1274. El interés de su trazado es excepcional por ofrecer un ejemplo muy acabado de lo que fueron estos asentamientos de nueva planta, en los que era posible realizar una ciudad funcionalmente ideal, traducida en la equilibrada disposición de sus calles y plazas, sin omitir la formación de solares de igual valor de superficie y orientación para su reparto entre los nuevos pobladores. La regularidad de sus plantas, formadas por una retícula, condicionó y ordenó el futuro de su crecimiento de tal forma que con la simple prolongación de sus calles, más allá de la primitiva muralla, se ampliaba la malla inicial. En Villarreal, su Plaza Mayor se encuentra en el cruce de los dos ejes principales de la ciudad que, de este modo, se comunica de inmediato con las cuatro puertas del recinto amurallado. La plaza, desdichadamente, hoy muy deteriorada, aún conserva parte de su carácter original, especialmente en aquellos lienzos que con tres alturas mantienen la escala y ordenación primitiva. Consistía ésta en un cuerpo bajo de hondos soportales con arcos apuntados, en piedra, y dos pisos de viviendas encima. Siempre se ha distinguido la Plaza Mayor de Villarreal por las salidas de sus cuatro calles en el centro de sus cuatro frentes, dando a los soportales soluciones poco frecuentes al formar ángulos y esquinas.
monumento
La Plaza Mayor de Medina del Campo fue incendiada por las tropas de Carlos V, a raíz de los levantamientos de las Comunidades, en 1520. Se debió de rehacer su caserío prontamente y ya aparece terminada en la vista de la ciudad que nos deja Wyngaerde en 1565, con soportales de igual altura, casas de un frente de igual anchura y dos plantas de viviendas. La traza general de la plaza es de una regularidad notable, cuyo rectángulo sólo está pisado en el ángulo sur por la colegiata de San Antolín, sorprendiendo siempre la amplitud del espacio que está en proporción a la importancia de la feria o mercado y no de la población. La bien intencionada actuación última en la plaza, no ha sabido, por diseño ni mobiliario, responder a las necesidades específicas de una de las plazas más notables del Renacimiento español.
monumento
La Plaza Mayor por excelencia de nuestro siglo XVIII y una de las más hermosas que pudiéramos encontrar, alabada por propios y extraños ayer y hoy, es la de Salamanca. La minuciosa y compleja historia de su construcción nos es conocida merced al ejemplar análisis de A. Ceballos, que nos permite seguir el proceso desde el comienzo de las obras, en 1729, hasta su culminación, en 1755, si bien el tiempo real de ejecución fue de ocho años con un largo período intermedio de inactividad. El proyecto, cuyo principal impulsor fue el corregidor don Rodrigo Caballero, se debe al arquitecto Alberto de Churriguera quien habiéndose ausentado de la ciudad, después de terminar los dos primeros lienzos, los del Pabellón Real y de San Martín, fue sustituido en la dirección de la obra por su sobrino Manuel de Larra Churriguera. Hubo después intentos de modificar el proyecto inicial, debiendo intervenir el Consejo de Castilla que resolvió el pleito al exigir la reanudación de las obras conforme a lo ejecutado. No obstante, el edificio del Ayuntamiento, que preside la plaza desde el lado norte, se separa del resto de las fachadas con un tratamiento absolutamente diverso debido a su autor, el arquitecto Andrés García de Quiñones. Los antecedentes de la plaza salmantina nos llevarían a considerar la existencia de un extenso mercado en el que se incluía la parroquia de San Martín, fuera del núcleo viejo de la ciudad pero dentro de la nueva cerca que protegía su crecimiento en dirección norte, sobre los dos ejes importantes de los caminos de Zamora y Toro. La plaza fue conociendo varios estadios, siempre de desmañada configuración, pero muy activa y, sobre todo, de imponente superficie, contando desde la Edad Media con la presencia de las casas del Concejo. Esto, unido al hecho de celebrarse en la plaza de San Martín toros y cañas, así como el ajusticiamiento de los condenados en la horca allí colocada, según testimonio de Rosmithal (1465), va completando la serie de funciones características que desempeñaron habitualmente las Plazas Mayores. No estando en consonancia aquel lugar con la imagen de la ciudad, se pensó en la construcción de la nueva plaza atendiendo a considerandos funcionales y estéticos. Se argumentó la necesidad de proteger el comercio con soportales, de eliminar los puestos que impedían el paso de "los coches, carros y caballerías", pero sobre todo pesaba grandemente su pobre aspecto. La declaración del Deán de la catedral, como uno de los que emitieron informe positivo acerca del proyecto, resume la actitud generalizada de la ciudad: "El decoro y ornato público de que tanto carece la primera oficina de la ciudad, especialmente en las dos líneas de la Torre y de San Martín, por ser ambas indecentísimas para una ciudad tan famosa en el mundo y donde resplandecen tan insignes edificios, a cuya vista se hace muy reparable a los naturales y extranjeros lo indecoroso de su principal plaza".Para paliarlo se propone una plaza casi cuadrada, de poco más o menos de 80 metros de lado, y absolutamente cerrada en sus cuatro frentes. Las calles entran con su correspondiente dirección pero pasan bajo los arcos que componen los soportales, en todo caso con algo más de luz pero guardando la misma altura. El módulo de fachada es de un eje de huecos, es decir, arco del soportal y tres alturas encima, a excepción del arco de San Fernando en el Pabellón Real y del edificio del Ayuntamiento que guarda otra escala y composición bien distinta y más barroca en su ornamentación. Todas las fachadas son en piedra, con el balconaje muy volado y antepechos de hierro, desarrollando una original iconografía en los medallones de las enjutas de los arcos, con las efigies de monarcas españoles. Ello supone, sin duda, una evidente presencia real en esta plaza municipal, que unido al citado Pabellón en cuyo centro figura el escudo regio, la efigie del rey San Fernando y una inscripción que recuerda a Felipe V el animoso, hace pensar en lo que este programa iconográfico entraña de pleitesía hacia el monarca que encabezaba la nueva dinastía de los Borbones, presentada aquí como continuidad y no como ruptura. Finalmente cabe añadir que consta documentalmente que los artífices e impulsores de la Plaza Mayor de Salamanca barajaron los modelos de las Plazas del Ochavo de Valladolid, que ciertamente nada tiene que ver con el tipo señalado en estas páginas, la Mayor de Madrid y la Corredera de Córdoba, poniendo de manifiesto, una vez más, la coherente genealogía de las Plazas Mayores españolas donde la anterior experiencia sirvió de punto de partida para la siguiente realización.
monumento
Entre las Plazas Mayores españolas más tópicamente vinculadas a las corridas de toros, y siempre dentro de un tono rural, hay que destacar la de Chinchón. Es un claro ejemplo de la conformación del espacio a través del tiempo, con soluciones constructivas que entran dentro de lo que se denomina arquitectura popular. Curiosamente, la plaza, de contorno muy desigual y pintoresca situación bajo la vigilancia de la parroquial, sólo tiene pórticos en uno de sus lados, siendo volados los dos o tres pisos superiores del resto de la plaza. Ha sido objeto de una reciente rehabilitación.
monumento
Bajo la Plaza Mayor de Medinaceli, verdadero centro neurálgico de la villa, se encuentran los restos del antiguo foro romano. Se trata de una amplia plaza con sus característicos soportales y edificios de dos plantas, alojando entre ellos el Palacio Ducal, levantado en época renacentista y reformado en las centurias posteriores, y el edificio de la Alhóndiga, almacén y local de compra y venta de grano que también fue cárcel comarcal.