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obra
En sus últimos años Fortuny se interesó especialmente por captar el ambiente napolitano, gris y triste, alejado del aspecto que aparecía en los grabados para los turistas. Este lienzo que contemplamos es uno de los mejores ejemplos donde el maestro ha captado a la perfección el hastío de los personajes en una tarde como nos indican las últimas luces del sol que se reflejan en las partes superiores de las fachadas, quedando el resto de la plaza envuelta en una sombra grisácea. El centro del espacio queda vacío para situar a los personajes junto a las paredes de los edificios encalados, abriéndose la plaza en la zona de la izquierda hacia una calle ensombrecida donde cuelgan algunas ropas. Los diferentes personajes se concentran alrededor de las mesas, cubiertas aún algunas con parasoles de diversos colores. Esas figuras están perfectamente representadas, manifestando el carácter napolitano en sus gestos y expresiones, apreciables a pesar de su pequeño tamaño. Parece como si el tiempo se hubiese detenido en el pincel de Fortuny para transmitir una de sus mejores imágenes. La factura resulta bastante suelta, aplicando el color con rapidez, pero sin renunciar a los clásicos detalles que caracterizan sus trabajos como si de un miniaturista se tratara. Así podemos apreciar el mantel de cuadros de la mesa en la derecha, la silla roja, el mantón de la dama en pie o la mujer que se abalanza sobre la mesa de la sombrilla roja. Con este particular estilo, Fortuny alcanzará cotas insuperables.
monumento
El siglo XIX contempla el declive de la ciudad histórica de Bilbao y la creación de una nueva ciudad más allá de la Ría. A pesar de actuaciones notables como la Plaza Nueva, la saturación demográfica y otros hechos encadenados llevarían a la ciudad a una situación límite provocada por el deterioro de las edificaciones y de las condiciones higiénicas. Los artífices de esta Plaza Nueva fueron Silvestre Pérez, Echevarría y Goicoechea, hombres vinculados a la Academia y al proyecto de estirpe neoclásica, en cuyas manos se mantiene la forma tradicional de la Plaza Mayor, si bien los usos se van a ir apagando paulatinamente. Esta plaza bilbaína desempeñó un papel análogo a la de Vitoria como articulación del ensanche de la ciudad. La plaza presenta planta cuadrada y un cuerpo bajo con 64 arcos separados por grandes columnas. Sobre este cuerpo bajo se disponen tres pisos con balcones, creando un conjunto elegante y equilibrado. La fachada principal muestra un frontón triangular a media altura con un reloj, coronándose con el escudo de Vizcaya.