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Las figuras femeninas desnudas no son una novedad exclusiva del Impresionismo. En el Renacimiento también encontramos varios desnudos, igual que en el Barroco o en el siglo XIX. Pero la novedad es que los desnudos impresionistas que harán Degas o Manet no representan asuntos mitológicos, sino que son figuras de carne y hueso, figuras reales que no caracterizan a ninguna diosa. Así la Olimpia o esta bañista desnuda hacen la pintura más moderna, representando temas salidos del mundo urbano. Los desnudos de Degas siempre tienen la temática del baño, exhibiendo a sus modelos con total intimidad. Esta joven se tumba al sol para secarse, incidiendo éste sobre su cuerpo y creando contrastes lumínicos muy atractivos. Nunca veremos el rostro de las bañistas, manteniéndose así en el anonimato.
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La relación de Cézanne con el Jas de Bouffan será muy estrecha ya que el maestro pasaría largas temporadas en la casa trabajando. Precisamente sus primeras obras serán para decorar el salón de esta casa de campo adquirida por su padre en 1859. Esta bañista posiblemente formaba parte de un conjunto mayor, poniendo ya de manifiesto Cézanne en sus primeros trabajos su interés por el desnudo. La figura femenina de amplias caderas y espalda monumental aparece en un paisaje indefinido, utilizando como referencia obras de Courbet. El dibujo queda en una posición secundaria ante la utilización de una pincelada empastada y vigorosa, aplicando el color de forma arremolinada para dotar de mayor volumetría a la bañista. Las tonalidades son oscuras, en sintonía con las obras de esta primera etapa como el Bodegón del pan y la pierna de cordero o el Bodegón: azucarero, peras y taza azul
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Fragonard se convertirá en el máximo representante de la pintura galante y libertina, obteniendo un amplio éxito entre su clientela burguesa. Sus fiestas galantes se alejan del teatro y del carácter misterioso de Watteau y se convierten en escenas campestres, idílicas, en las que se respira una poesía por otro lado bien ajena a la de Boucher. Como es habitual en este arte del siglo XVIII vuelve a ser la mujer la protagonista que, al decir de los Goncourt, ofrece "un recuerdo de Rubens a través del brillo de Boucher", apariencias voluptuosas, a la vez confusas y radiantes, "no parecen vivir más que de un soplo de deseo". Un género que parecía agotado después de infinitas repeticiones a lo Boucher renace en Fragonard con mayor vitalidad si cabe, acompañado de un sugestivo juego de empastes y un ritmo libre, exuberante y endiablado en su pincelada, a base de rápidos brochazos, anuncio de la técnica empleada por algunos pintores románticos. Su colorido es claro, luminoso. Los tonos dorados -se ha hablado del pintor de los amarillos- los rosas, se despliegan en sus composiciones con más alegría y calor que los de Boucher.
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Los desnudos tendrán una gran aceptación en los salones oficiales. Buena parte de los pintores no dudarán en utilizar esta temática para conseguir alcanzar alguna medalla, con el consiguiente éxito que eso implicaba. Hersent, al igual que años más tarde Cabanel o Bouguereau, enviará sus cuadros al Salón para recibir los premios del jurado gracias a sus figuras femeninas desnudas. Sin embargo, con una temática similar, Manet vio como su Desayuno en la hierba era rechazado. Hay que advertir que estos pintores de salón debían aunar el erotismo de sus composiciones con la moral de la época, no muy inclinada a libertinajes sexuales. Las bañistas que aquí contemplamos son absolutamente académicas, apreciándose los ecos de David e Ingres, así como la influencia de los modelos griegos. Se trata de una obra cargada de virtuosismo en la que el delicado dibujo y el brillante colorido llaman nuestra atención, especialmente las tonalidades nacaradas de los cuerpos y los colores blancos de las telas en las que se tumban, contrastando con el intenso rojo de la capa de una de las bañistas. El estudio de la luz, impactando en las dos figuras y dejando el fondo en penumbra, es otro de los elementos interesantes de la composición. Resulta enigmática la mirada de la mujer y su gesto, dirigiendo su mano hacia dos mariposas, sin duda aludiendo a algún oculto mensaje que, para nosotros, hoy es desconocido.
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En sus últimos años Cézanne volvió a tratar algunos de los temas de su primera época, especialmente los bañistas. Observamos a un numeroso grupo de figuras masculinas desnudas que se sitúa ante un fondo de paisaje; sus cuerpos han sido delimitados por una gruesa línea oscura, relacionándose con la pintura de Gauguin y el sintetismo. El vivo colorido es aplicado contundentemente, apreciándose los toques de pincel y de espátula en el lienzo. Las fuertes anatomías demuestran el interés de Cézanne por recuperar el volumen que estaba perdiendo la pintura impresionista de Monet, sin olvidar que será el color el objetivo fundamental de Paul, deseando "convertir al impresionismo en algo sólido y duradero, como el arte que se conserva en los museos".
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Durante el Segundo Imperio francés la temática de desnudo se pondrá de moda, amparada en la mayoría de las ocasiones en los asuntos mitológicos o de género. La presencia de esta temática en el Salón de París será masiva, alcanzando en buena parte de las ocasiones los primeros premios. Es el caso del Nacimiento de Venus de Cabanel, premiado en el año 1863 cuando el Desayuno en la hierba de Manet fue rechazado. William Adolphe Bouguereau será un especialista en desnudos, empleando siempre un estilo academicista que sigue a los maestros del Renacimiento, releídos a través de Ingres y David. El empleo de una técnica preciosista, casi fotográfica, el etéreo ambiente que envuelve las figuras y el remilgado purismo serán las características identificativas de este maestro francés de la segunda mitad del siglo XIX, que alcanzó gran popularidad en el extranjero.
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Las figuras desnudas de Degas que antes se recogían en sus habitaciones - véase El baño o Joven saliendo del baño - ahora salen al aire libre, relacionándose con las Bañistas de Cézanne o Renoir. De la figura principal poseemos un estudio - Bañista peinándose - en el que se pone de manifiesto la recuperación de la forma frente a obras anteriores. Las pinceladas rápidas con las que se aplica el color fortalecen las líneas de los contornos de las jóvenes. La luz solar también llama la atención, bañando los cuerpos de estas jóvenes que tampoco nos muestran la cara.
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Las mujeres representarán para Gauguin su mayor fuente de inspiración, convirtiéndose en principales protagonistas de sus cuadros. Esta escena que contemplamos no queda al margen y presenta a cuatro jóvenes tahitianas en el momento de darse un refrescante baño, asunto muy cotidiano que el pintor tuvo la oportunidad de contemplar en numerosas ocasiones y plasmar en varios lienzos como Fatata te miti. La alegría del momento está acentuada por el vivo colorido que emplea el artista a través de verdes, amarillos, naranjas, malvas o rojos; el color tostado de la piel de las muchachas sirve como contraste a tan vivo colorido. Creando diferentes contrastes, utiliza en la zona derecha de la composición una técnica más impresionista, más suelta, mientras que en la izquierda dispone una técnica más sintetista, más plana, uniendo de esta manera los dos estilos que ha desarrollado en su pintura. La influencia de la estampa japonesa queda patente en la utilización de líneas curvas mientras que el primitivismo está presente en los rostros y en las figuras indígenas, compaginando así dos estilos por los que Gauguin sentía verdadera devoción.
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Uno de los temas más repetidos de Cézanne serán las bañistas. Con ellas deseaba recuperar la forma que el Impresionismo estaba perdiendo cada vez con mayor rapidez, sobre todo en las obras de Monet. Paul se interesaría por emplear el color como sistema de modelado, basándose para ello en el arte clásico. Así surgen frases totalmente significativas como "pintar como Poussin, pero a partir de la naturaleza" o "deseo convertir el Impresionismo en algo sólido y duradero, como el arte que se conserva en los museos". Estas primeras bañistas tienen aún reminiscencias impresionistas como el interés por el estudio lumínico y la utilización de sombras coloreadas. Sin embargo, Cézanne aplica las tonalidades con una rápida pincelada, sin detalles, ni siquiera en los rostros de las figuras. La pintura se hace cada vez más intelectual y deja de lado el puro goce estético.
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Es el primer desnudo de grandes dimensiones realizado por Courbet. Las dos figuras se sitúan en un frondoso bosque que apenas permite el paso de la luz, existiendo cierta falta de integración de las figuras en el ambiente, iluminando la zona de primer plano para llamar la atención del espectador. Esta aparente incongruencia es un recurso del pintor para centrarnos en las figuras femeninas. La mujer de espaldas hace un gesto extraño a su compañera, que responde de manera similar. Algunos especialistas quieren ver en este contacto entre ambas mujeres una relación lésbica que más tarde Courbet mostrará en El sueño. La mujer desnuda está sabiamente trabajada, interesándose por resaltar sus carnes y su poderoso trasero - hasta la emperatriz Eugenia de Montijo preguntó si era una percherona - en una clara referencia a las burguesas parisinas. Esta desnudez y la renuncia a la idealización femenina provocaron el escándalo cuando el cuadro fue presentado en la puritana sociedad del Segundo Imperio francés.