En el año 1897 Renoir realizó varios viajes, teniendo como destino Londres -donde visitó la National Gallery, sintiéndose atraído por Claudio de Lorena y Bonington, pero no por Turner- y La Haya -donde le impresionó Vermeer más que Rembrandt-; posteriormente se trasladó a Bayreuth para asistir a las representaciones de Wagner pero se cansó a los tres días. También tuvo tiempo para pintar, interesándose especialmente por las bañistas, su instrumento para reaccionar contra la pérdida de volumen y forma al que se veía abocado el impresionismo en la década de 1880. De esta manera, el dibujo y el modelado se convierten en los protagonistas del lienzo, recuperando el clasicismo que presentaban las obras de Rafael o Ingres, su maestros favoritos en estas fechas. Pero aún encontramos toques impresionistas como la pincelada, rápida y fluida, las tonalidades o las sombras coloreadas que observamos en las cortinas, encontrando cierta relación con los trabajos de Degas. Una nota identificativa de las últimas obras de Renoir será el predominio de las tonalidades rojizas.
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Las obras de Leonard están cargadas de dinamismo y sensualidad al utilizar, preferentemente, figuras desnudas, trabajando de manera minuciosa y delicada, huyendo de la abstracción para emplear el más puro realismo como podemos observar en este Bañista agachado. La figura ha sido recortada -mostrando una evidente influencia de al fotografía, como ya hacía Degas en el siglo XIX-, obligando al espectador a reconstruir las formas que se han perdido, convirtiéndose en una imagen impregnada de misterio
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En reacción contra la paulatina desaparición de la forma hacia la que avanzaba el Impresionismo de su gran amigo Monet, Renoir tomará a partir de la década de 1880 el tema de las jóvenes desnudas como principal objetivo, retomando el dibujo y el modelo clásico, sin perder aspectos impresionistas como el color, la luz o la aplicación de la materia pictórica. En esta bella imagen de la joven arreglándose el pelo hay una referencia a las Venus clásicas que cubrían sus piernas con una tela, permitiendo contemplar el resto de su cuerpo desnudo. Las ropas de la joven se amontonan en la zona izquierda de la composición, siendo la parte más abocetada de la imagen junto al fondo de paisaje que se intuye. Las líneas de la figura se abocetan en una sensación atmosférica de gran belleza. Atrás quedan imágenes como Camino en cuesta entre la hierba en donde la luz tomada directamente del natural era la única protagonista.
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Más de doscientos son los lienzos que Cézanne pintó sobre el tema de los bañistas en la naturaleza, ya que se trataría de una temática clave en su estudio sobre la integración de las formas en el paisaje, como bien podemos apreciar en esta tela que contemplamos. Una monumental figura con los brazos abiertos protagoniza la escena, disponiéndose en primer plano ante la amplia mancha azul del mar y el nublado cielo malva, referencia manifiesta hacia el impresionismo que sirve al maestro como punto de partida. El joven presenta un rostro inexpresivo, característico del pintor de Aix, antecedente directo de las máscaras que más tarde empleará Picasso en sus trabajos pre-cubistas. Su escultural silueta está delimitada por una línea oscura que recuerda a trabajos de Gauguin y Van Gogh, línea con la que se refuerza la volumetría del personaje. Las deformaciones de brazos y pies también son anticipos de la obra picassiana, deformaciones con las que se pretende mostrar a la figura sin ningún esbozo de idealización. En estos trabajos, Cézanne elude toda referencia alegórica ya que emplea la figura humana como un vehículo en sus investigaciones de la relación forma-color y la articulación entre volumen y espacio.
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En los primeros años de la década de 1880 Renoir y buena parte de sus compañeros impresionistas -Cézanne, Monet, Pissarro- entran en un periodo de crisis que afectará a su manera de pintar. En palabras del propio Renoir: "Hacia 1883 yo había agotado el impresionismo y al final había llegado a la conclusión de que no sabía ni pintar ni dibujar. Dicho en pocas palabras, el impresionismo llevaba a un callejón sin salida". La reacción de Renoir no se hará esperar y sus trabajos presentarán un dibujo más cuidado, un modelado más clasicista de las figuras y unos colores más suaves y fríos. La temática favorita en estos momentos serán las bañistas, figuras volumétricas que recuerdan a los grandes maestros que tanto admiró: Rafael, Ingres, Tiziano o Rubens. Sin embargo, no renuncia a algunos elementos habituales del impresionismo como las sombras coloreadas o los efectos atmosféricos, tal y como podemos observar en el fondo de la escena. Las tonalidades amarillentas, rojizas y verdes se adueñan de la composición, resultando una obra de gran atractivo y sensualidad.
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Todo artista que se preciara en el París decimonónico debía presentar sus obras en el Salón y allí conseguir el triunfo. Esta es la razón por la que los jóvenes impresionistas no dudaron en sus comienzos en presentar sus trabajos al Salón oficial, recibiendo en numerosas ocasiones el rechazo del jurado al ser catalogadas sus obras de impresentables. Esta fue la razón de la creación en 1863 de un Salón de los Rechazados donde se pudo contemplar el Desayuno en la hierba de Manet, un verdadero manifiesto para los jóvenes pintores.Renoir quiere triunfar en el Salón y, tras varios intentos, en 1870 es aceptada su Bañista con perrito de aguas, obra concebida especialmente para la exposición ya que goza del clasicismo que tanto admiraban los miembros del jurado -recordemos que en 1863 había triunfado el Nacimiento de Venus de Cabanel. La bañista recuerda a las Venus de Tiziano, encontrándose ecos de la pintura galante en el perrito y la mujer que aparece en segundo plano, contemplando el desnudo de la joven bañista que, púdicamente, se cubre el sexo. Obviamente, la luz es artificial y la inserción de la figura en el paisaje no enlaza con el impresionismo. Sin embargo, la obra recibió interesantes críticas debido a su sintonía con las obras de Corot y Courbet.La Mujer de Argel, heredera de las argelinas de Delacroix, fue su compañera en la muestra.
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El interés de Ingres por el cuerpo femenino se mantuvo a lo largo de toda su carrera. Como ejemplo señalaremos que una obra como la Venus Anadiomena fue pintada en el año 1808, pero Ingres trabajó de nuevo sobre ella más tarde, dándola por terminada al fin en el año 1848. Con el tema de la Bañista ocurre lo mismo. Esta mujer tomada de espaldas y sólo hasta medio cuerpo fue pintada en 1807, pero se mantiene en otras composiciones, como el Baño turco, de 1863. El rasgo más destacado de la imagen es la sensualidad, que se refuerza con el paisaje de fondo y la agradable linealidad de la figura, muchas veces antinatural pero no por ello menos hermosa. El tocado que lleva la mujer se repite a lo largo de sus desnudos. Está tomado de un retrato que Rafael hizo a la Fornarina y se trata de un ejercicio de maestría, para demostrar el dominio del dibujo sobre un motivo geométrico en un paño anudado y lleno de pliegues.
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En la primavera de 1896 se inaugura una muestra de las recientes obras de Renoir en la galería de Durand-Ruel. Las críticas aún son adversas lo que motivará la tristeza en el pintor. Pero el golpe más duro recibido este año estaría por llegar ya que el 11 de noviembre fallece su madre, con 89 años. El pintor se sentirá tremendamente afectado y buscará refugio en la pintura, trabajando en su temática favorita: el desnudo femenino. Gracias al desnudo puede recuperar la forma y el volumen al que el impresionismo está perdiendo, como bien podemos observar en esta bañista, enlazando con las figuras clásicas de Boucher, Tiziano o Rubens. Sin embargo, el fondo adquiere un efecto de abocetamiento que recuerda los trabajos de Monet, empleando una pincelada relajada, derramando el color por el lienzo para resaltar más la volumetría de la joven bañista, anunciando la plenitud del último periodo.
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En 1806 Ingres se trasladó a Italia para continuar con su aprendizaje. Como pensionado que era debía enviar anualmente una serie de obras a la Academia, que evaluaba sus progresos. Una de ellas es la Bañista de Valpinçon, en la que exhibe su ideal de belleza femenina. La enorme mujer se sienta sobre la esquina de una cama en la que destacan las sábanas de fina textura y elegante encaje. Vista de espaldas, cubre su brazo izquierdo con una ligera tela en la que apreciamos numerosos pliegues, al igual que en el pañuelo que lleva sobre la cabeza. Una cortina en la izquierda y un pequeño grifo son las únicas referencias espaciales de una obra donde la línea es la principal protagonista, línea que contrasta con los pliegues para demostrar el artista su dominio absoluto del dibujo. La bañista tiene ciertos errores anatómicos - delgadez de las piernas, planta hinchada del pie, ausencia de caderas - posiblemente intencionados. La luz dorada que ilumina el cuerpo recuerda al Renacimiento, creando una sensación más íntima y sensual.
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Renoir era un gran admirador de Ingres, aunque este artista no era muy estimado por los demás impresionistas. El propio pintor recordaba: "De Ingres no querían saber nada. Yo les dejaba hablar y en silencio disfrutaba del bonito vientre de La fuente de Ingres, del cuello y los brazos de Madame Rivière". Precisamente será el dibujo academicista de Ingres la referencia que Renoir tome cuando hacia 1883 se produzca la crisis del impresionismo -"hacia 1883 yo había agotado el impresionismo y al final había llegado a la conclusión de que no sabía pintar ni dibujar" comentó el propio artista- y él recupere la forma y el volumen gracias al dibujo y el modelado. Los firmes y seguros trazos conforman la silueta de la bañista, una figura que tendrá su continuidad en las Grandes bañistas, la obra más importante de esta época.