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Las banderillas de fuego y los perros de presa se empleaban cuando el toro manseaba. Goya presenta esta suerte de manera muy organizada, distribuyendo los personajes muy estudiadamente para crear la secuencia. Las líneas del toro, perfectamente ejecutadas, demuestran la enorme afición y el conocimiento del maestro hacia la fiesta.
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Cuando Goya presentó su serie de escenas taurinas a la Academia de San Fernando fueron recibidas con sumo cariño por sus compañeros. En ella trataba de mostrar diferentes suertes del mundo del toreo ya sea en el campo o en la plaza. En esta bella imagen encontramos a cuatro hombres que nos exhiben los diferentes tiempos de la suerte de banderillas, desde el que cita al toro hasta el momento de hincarlas en el bicho. Al fondo encontramos las tablas del tentadero donde contemplamos majos y embozados que siguen la faena. Una especie de cortijo entre árboles cierra la composición. Las luces del atardecer presiden el espectáculo, creando un atractivo ambiente. Al tratarse de escenas realizadas para el mismo pintor, no existe excesivo esmero a la hora de detallar los trajes de los toreros, interesándose más por la narración y el efecto ambiental. La muerte del picador o Toros en el arroyo forman parte también de esta serie taurina.
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Bandera pequeña, como de 30 centímetros en cuadro y con asta, empleada en la milicia y en marina. Adorno que llevaban los soldados de caballería en las lanzas, consistente en una cinta o pedazo de tela que se colocaba debajo de la moharra.
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Tras haberla asaltado, desnudado y posiblemente violado, el bandido acaba con la mujer a golpe de cuchillo. De esta manera finaliza la dramática serie de lienzos que pintó Goya a finales del siglo XVIII, iniciada con Bandidos fusilando a prisioneros y continuada con Bandido desnudando a una mujer. Esta tercera escena destaca por la expresión de los rostros de ambos personajes, dolor y sufrimiento en la mujer y sonrisa en el bandido. La oscuridad de la cueva acentúa el cuerpo desnudo de la joven y la chaquetilla amarilla del asaltante, reforzándose también el movimiento del brazo que sujeta el cuchillo. Triste y trágica pero fabulosa la serie donde Goya quiere trasmitir la brutalidad del ser humano, como más tarde hará en los Desastres de la guerra.
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Dos mujeres están siendo desnudadas en el interior de una cueva. Ambas se llevan las manos a la cara para reforzar su dolor mientras sus asaltantes se miran y parecen intercambiar algunas palabras. Sus acompañantes masculinos ya han sido asesinados - véase Bandidos fusilando a prisioneros - y a ellas le tocará pronto el turno como se observa en Bandido asesinando a una mujer. La tensión y el terror del momento son perfectamente interpretados por Goya a través de esas pinceladas empastadas y del color empleado. Al fondo se divisa la fuerte luz que desgraciadamente las víctimas ya no verán más. Goya se manifiesta como un excelente cronista ya sea de escenas alegres y divertidas como los cartones o impactantes y dramáticas como las que forman esta serie.
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A lo largo de su vida Fortuny manifestó en variadas ocasiones su admiración por la obra de Goya. De esta manera se intensifica el debate existente en la mente de Fortuny ya que desea profundizar en un tipo de pintura diferente a la que se le demanda, llegando a un callejón sin salida al no poder renunciar a su estatus económico y social. Buena prueba de esto la hallamos en esta imagen, que recuerda las obras de "capricho e invención" pintadas por Goya en los años iniciales del siglo XIX tanto por el colorido empleado, la temática o la factura, fluida y empastada como el maestro de Fuendetodos. El dibujo y el preciosismo dejan paso a otros conceptos que Fortuny presenta con la misma facilidad, interesándose por lo cotidiano como si de un cronista se tratara.