Esta figura rubia que echa su larga melena hacia adelante para desenredarla es la protagonista de la obra titulada Bañistas, encontrándonos ante el estudio preparatorio en el que se pone de manifiesto, una vez más, la relación de Degas con el dibujo de Ingres.
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A comienzos de septiembre de 1889 Renoir pasó una temporada en Essoyes, el pueblo de su compañera Aline Charigot. Allí se interesará por pintar bañistas a "plein air" como ésta que contemplamos. En esta obra encontramos la reacción contra la pérdida de volumen al que estaba abocado el impresionismo, más interesado por la luz y el color que por la forma. Esta crisis es denominada en la producción de Renoir el "periodo seco" y su reacción está presidida por el dibujo y el modelado de las figuras, al tiempo que emplea colores más fríos y suaves. De esta manera, sus bañistas adquieren tintes clasicistas que recuerdan a Ingres o Rafael, debido al preciso dibujo empleado por el maestro francés. Sin embargo, en el fondo encontramos la pincelada rápida y empastada habitual entre los impresionistas, lo que nos indica que Renoir no reniega de sus principios artísticos.
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De las numerosas figuras de bañistas que realizó Degas a lo largo de su dilatada carrera ninguna muestra su rostro para reforzar quizá la sensación de intimidad que se crea en el ambiente. En este caso la joven tapa su cara al alzar su brazo izquierdo para secarse la axila. De esta forma crea un pronunciado escorzo, muy del gusto del artista. El volumen de la figura domina un conjunto de delicada belleza.
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La bañista secándose las piernas será una de las preferidas por Degas en los años iniciales del siglo XX, realizando varias escenas con este motivo como Después del baño. Apoyada en su bañera, la joven se arquea en un pronunciado escorzo para acabar su "toilette". La forma de trabajar del maestro cada vez es más rápida y personal.
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Renoir empleará las figuras de las bañistas para superar la crisis del impresionismo que se produce en la década de 1880. El interés hacia la luz, las atmósferas y el color manifestado por los impresionistas conduce hacia la pérdida del volumen y la forma por lo que Renoir reacciona recuperando el dibujo y modelando para sus figuras, empleando un colorido más frío y suave como bien podemos observar en esta obra. Además las figuras se dotan de mayor clasicismo, recordando a los trabajos de Ingres, Rubens o Tiziano. El dibujo de la figura contrasta con el abocetamiento del entorno paisajístico, tratado con una pincelada rápida y fluida que enlaza con el estilo impresionista. Las tonalidades rojizas se adueñan de la composición, creando un efecto romántico que caracterizan las obras maduras del artista, contrastando su delicado estado de salud con la calma y tranquilidad que insufla a sus obras.
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Para superar la crisis que el impresionismo tuvo hacia 1883 Renoir no dudó en recuperar la forma y el volumen a través del dibujo y el modelado de las figuras, eligiendo mujeres desnudas como temática principal. Al final de su vida, estos desnudos adquieren la grandeza y la dignidad del clasicismo como observamos en esta escena en la que los ecos de Ingres o Rubens se encuentran presentes. Incluso podíamos añadir que la figura recuerda a las diosas griegas con la anchura de caderas y los pechos que caracterizan a las estatuas clásicas. Pero la diferencia entre Renoir y los clásicos debemos buscarla en su manera de utilizar la luz y el color, apreciándose su estrecha vinculación con el impresionismo al crear una sensación atmosférica que trae a la memoria la obra de Monet, especialmente en el fondo, donde las figuras casi se integran en el paisaje. Los colores empleados -rosas, verdes, amarillos y azules- se aplican de manera rápida y fluida para crear un ambiente dotado de cierta ternura y romanticismo bucólico que contrasta con el delicado estado de salud del artista, sufriendo un grave reuma que le llevaba a tener que atarse los pinceles a los dedos para poder trabajar.
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Posiblemente sea éste un dibujo preparatorio para la Ninfa sorprendida que Manet realizaría en el año 1861. La seguridad en el trazo y el estudio de la iluminación demuestran que es un gran maestro. Debido al empleo de la figura desnuda, se ha atribuido en alguna ocasión este trabajo a Degas.
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A primeros de mayo de 1890 se inaugura una gran exposición antológica de Renoir en la galería de Durand-Ruel. La muestra estaba compuesta por 110 cuadros entre los que se encontraban sus obras más significativas: El palco, el Moulin de la Galette o las Grandes bañistas y un buen puñado de trabajos que arropaban estas obras maestras. En estas fechas el maestro francés se especializaría en mujeres desnudas con las que pretende recuperar la forma y el volumen que los maestros impresionistas -y especialmente Monet- estaban perdiendo al interesarse por la luz, el color y las atmósferas. Eso no quiere decir que Renoir abandone su admiración por luces y colores, como bien podemos comprobar aquí al envolver con una luz dorada a la modelo, situada en un ambiente natural realizado con rápidas y contundentes pinceladas que contrastan con el modelado de la muchacha, dotada de un clasicismo que recuerda a Rubens, Fragonard o Tintoretto. El excelente dibujo se convertirá en un signo de identidad definitivo del maestro francés, al igual que el halo de armonía y felicidad que envuelven sus figuras en estos últimos años.
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Hacia 1883 el impresionismo vive un momento de crisis ya que la admiración por los efectos lumínicos y atmosféricos están llevando a los pintores a la pérdida del volumen y la forma. Cada uno reacciona de una manera distinta y Renoir decide recuperar el dibujo y el modelado, al tiempo que sus colores se hacen más fríos y suaves. Su temática favorita desde este momento será la figura femenina desnuda que podía modelar y dibujar a su gusto, tal y como aquí podemos observar. Además también encontramos una mayor referencia al clasicismo, recordando a Rubens y Boucher, dos de sus maestros favoritos.La escultórica bañista se ubica en un paisaje heredero del impresionismo, apareciendo en el fondo un grupo de figuras que recuerda a El baño de Diana, envuelto en un efecto atmosférico que difumina los contornos, utilizando el maestro una pincelada rápida y fluida en esta zona. Sin embargo, la bañista presenta un acertado dibujo y una pincelada más definida, interesándose por resaltar su aspecto clasicista. Las tonalidades nacaradas dominan la composición, recordando las porcelanas que decoraba el maestro en sus años mozos.
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Tras el viaje a Italia en 1881 Renoir aumentó su admiración por Rafael, llegando a afirmar que "están llenas de saber y conocimiento. El no buscaba como yo cosas imposibles. Pero son maravillosas". Precisamente será Rafael el maestro que Renoir tomará como referencia en el momento que se produzca la crisis del impresionismo -"Hacia 1883 yo había agotado el impresionismo y al final había llegado a la conclusión de que no sabía pintar ni dibujar" reconoció el propio pintor- entrando de lleno en el llamado "periodo seco", caracterizado por la importancia del dibujo y el modelado de las figuras y el empleo de tonalidades frías y suaves. Las bañistas serán la temática favorita del maestro en estos años, ya que le permiten recuperar la forma y el volumen que en las obras de Monet y Pissarro estaban casi desapareciendo. Pero observamos el contraste entre la modelada y escultórica figura y el fondo, mucho más abocetado, empleando una pincelada rápida y fluida que será identificativa de los últimos años del maestro.