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Posiblemente sea ésta una de las primeras escenas en las que Toulouse-Lautrec presenta la vida nocturna de París. Su particular estilo - al realizarla en una grisalla, de ahí el color blanco y negro destacado - viene motivado por ser la base de una ilustración que apareció en una revista de Montmartre llamada "Le Mirliton". En la imagen apreciamos el frenético can-can que había hecho famoso el cabaret "Elysée Montmartre". Las bailarinas son Grille d´Egôut y La Goulue, quien será más tarde retratada como auténtica diva por Henri. El hombre de primer plano que aparece con un monóculo es el comisario Coutelat de Roche, cuya misión era vigilar que las bailarinas llevaran una respetable cantidad de ropa interior. Tras las jóvenes encontramos a Aristide Bruant, buen amigo de Lautrec, con un sombrero de ala ancha. De esta manera el artista muestra su exquisita capacidad como retratista, captando las personalidades de cada uno de sus modelos, como apreciaba en las obras de Manet. El ambiente nocturno parisino será perfectamente asimilado por Toulouse-Lautrec, como tenemos oportunidad de contemplar en esta bella imagen, aportando una frescura y un realismo que provoca en el espectador deseos de trasladarse a la noche parisina de fines del XIX. Existe un estudio preparatorio para este lienzo que muestra la gran habilidad de Henri con el dibujo.
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El mundo del carnaval será muy atractivo para Goya, representándolo incluso en un momento tan delicado como durante la Guerra de la Independencia. Quizá sea una válvula de escape con la que el maestro pretenda desplazarse a momentos y lugares más felices. Ante la imposibilidad física de hacerlo será su imaginación la que viaje a ese deseado destino, transportándonos a un mundo de máscaras y diversión protagonizado por varias figuras disfrazadas presididas por una mujer vestida de blanco. Las figuras se recortan sobre la luz que define un arco junto al que se aprecian personajes sentados cubriendo su cabeza con capas. De esta manera contrapone la realidad - la pobreza y la tristeza del momento - con la fantasía. La obra está pintada a base de largas pinceladas, aplicando el óleo sin aparente control, resultando un precedente inmediato de las Pinturas Negras.
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Los bailes de máscaras florecieron durante el Segundo Imperio francés y continuaron en la Tercera República, convirtiéndose en uno de los eventos sociales más importantes. Tenían lugar casi todos los sábados desde Diciembre al miércoles de ceniza, expandiéndose a un importante número de locales. El más importante se celebraba en la Opera, convirtiéndose en toda una institución. Los bailes comenzaban a medianoche y se prolongaban hasta altas horas de la madrugada, manifestándose como el lugar idóneo para el flirteo y el cotilleo al que acudía lo más granado de la sociedad. Este espectáculo estaba considerado por algunos como "la más impresionante y extravagante de las peculiares instituciones de París". Forain, en su faceta de narrador de la vida burguesa, también tendrá algunas obras dedicadas a este evento, sirviendo a Toulouse-Lautrec de modelo a imitar en algunas ocasiones. Las dos mujeres que contemplamos, sentadas a una mesa y consumiendo sus bebidas, reciben la visita de una pareja de caballeros, cortadas sus cabezas por influencia de la fotografía, realizando Forain de manera perfecta la narración. El estilo rápido y abocetado que emplea el pintor recuerda a Degas y Manet, utilizando tonalidades alegres y luces artificiales que le sitúan en la órbita del impresionismo.
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Entre 1767 y 1775, al servicio de su protector el infante don Luis, la fama de pintor de Paret se extiende por los ambientes aristocráticos y cortesanos. De esa época juvenil son algunas de sus mejores obras, cuadritos de pequeño formato por lo general, como el Baile de Máscaras, de alegre gusto francés. Tanto en la sala como en los palcos podemos observar numerosos grupos de figuras disfrazadas.
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Igual que había ocurrido con Música en las Tullerías, Manet se siente atraído por representar imágenes de la vida moderna, rompiendo con las tradicionales imágenes históricas del academicismo. Así, nos muestra un baile en la vieja Ópera de París, incendiada el 28 de octubre de 1873, por lo que existen ciertas controversias sobre si pintó el cuadro antes de la desgracia o fue ésta la que provocó la realización del lienzo. El artista se introduce en el ambiente festivo de la ópera, uno de los centros favoritos de la burguesía para encontrarse con los amigos y conocer a las jóvenes que trabajaban en la obra, con las que se relacionaban en el entreacto. Los aristócratas y las personalidades de moda llegaban en el segundo acto. Algunos amigos del pintor aparecen entre la multitud de chisteras; reconocemos al banquero Hecht, al crítico Théodore Duret, al compositor Chambret y al propio Manet, el segundo por la derecha. Al fondo se observa la estructura arquitectónica del edificio y las bellas lámparas de gas que servían para iluminarlo. El grupo de personajes se caracteriza por el contraste entre tonalidades oscuras y claras, uno de los recursos más habituales en las obras de Manet. Bien es cierto que introduce otros tonos, como el azul, el naranja o el verde, especialmente en el polichinela que aparece por la zona de la izquierda. Lo más interesante es el efecto realista conseguido, al crear una sensación atmosférica que desdibuja los contornos - recordando a Velázquez, su principal punto de referencia -. La influencia de la fotografía, muy empleada en el Impresionismo, se aprecia al cortar los planos de la composición y mostrar incompletas las figuras de los laterales. La pincelada empleada es bastante suelta, sin dar demasiada importancia a los detalles, aunque la obra esté llena de ellos, como las flores, el abanico o los vestidos de las señoritas. Incluso emplea un carnet de baile tirado en el suelo, en la zona derecha, para firmar. Pero el preciosismo de años anteriores ha dejado de existir. Al ofrecer Manet una muestra de la vida nocturna parisina sirve de inmediato precedente de las obras de Toulouse-Lautrec. Esta bella escena fue vendida por el pintor al barítono Jean Baptiste Faure, quien se convertirá en uno de sus mejores clientes. Al ser presentada al Salón de 1874 fue rechazada por el jurado, lo que reiteró a Manet el escaso éxito de sus cuadros en los certámenes oficiales.
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Renoir es el pintor de la vida, de su tiempo, representando imágenes llenas de vitalidad como Le Moulin de la Galette, El columpio o esta escena de baile protagonizada por Suzanne Valadon y Paul Lothe. Una vez más se centra en representar las figuras al aire libre, creando bellos efectos de sombra malva en el vestido de la dama. El efecto de movimiento e inmediatez se crea a la perfección, no sólo en las figuras de primer plano sino en las que se reúnen al fondo alrededor de una mesa. Referencias a árboles morados indican que estamos en una zona sombreada en la que penetran ligeros rayos de sol. Es destacable cómo Renoir va recuperando la forma, que casi desapareció durante la época impresionista - véase El Sena en Asnières - iniciando la etapa que se conoce como "ingresca" por su atracción hacia el dibujo y la línea de Ingres. Al final de su obra será Rubens el maestro que más le atraiga. No obstante, este baile que Renoir presenta es una composición plenamente impresionista y demuestra que en este movimiento los artistas tomarán caminos diferentes.
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Entre 1882 y 1883 Renoir realizó una trilogía dedicada a la danza compuesta por Baile en Bougival, Baile en la ciudad y Baile en el campo. Para alcanzar el resultado buscado no dudó en elaborar bocetos y estudios preparatorios como éste que contemplamos, en el que apenas encontramos diferencias con el lienzo definitivo. Los modelos son Paul Lothe y Aline Charigot, la futura esposa del pintor. En este estudio podemos observar la facilidad a la hora de dibujar exhibida siempre por el artista, especialmente en un momento en el que el impresionismo está en crisis, en palabras del propio Renoir "hacia 1883 yo había agotado el impresionismo y al final había llegado a la conclusión de que no sabía pintar ni dibujar".
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Fue el marchante Durand-Ruel quien sugirió a Renoir que realizara dos telas sobre el baile, contraponiendo la sofisticación de la ciudad frente a la mayor naturalidad del campo. Así surgieron estas dos maravillosas escenas -Baile en la ciudad es su compañera- protagonizadas por personas del entorno del pintor. Aline Charigot -su modelo favorita, que más tarde se convertirá en su esposa- y Paul Lothe -el mismo bailarín que en Baile en Baugival- danzan ante el pintor con sus mejores galas, al aire libre, apreciándose al fondo las hojas de los árboles y varias figurillas. El hombre se sitúa de espaldas para dejar ver el simpático rostro de Aline; el máximo objetivo de Renoir en esos momentos era recuperar las formas que había perdido paulatinamente en años anteriores -véase El Sena en Asnières- siguiendo a Monet. La reacción de Pierre no tiene marcha atrás, iniciando el llamado "periodo ingresco" por las referencias continuadas a Ingres. Pero el colorido, la vitalidad y el efecto ambiental convierten estas obras en impresionistas. Dos colores contrastan en la composición: el rojo y el azul, realzados ambos por el blanco. El amarillo ocupa un papel secundario pero no menos importante al unificar los planos -el canotier del suelo, los guantes y el abanico tienen el mismo color- en una escena plena de alegría y belleza.
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Toulouse-Lautrec se inspiró para la ejecución de este lienzo en el que había realizado Renoir unos trece años antes sobre el mismo lugar. Pero la diferencia entre ambos trabajos la encontramos en que Renoir nos presenta el respetable ambiente dominical del local mientras que Henri nos ofrece una imagen más ruda y real, apareciendo el local como un lugar para el flirteo fácil e incluso la prostitución encubierta, como sugerían sus contemporáneos. El "Moulin de la Galette" era toda una institución en Montmartre durante los años finales del siglo XIX, lugar de peregrinación para los artistas extranjeros que llegaban a París como los españoles Ramón Casas y Santiago Rusiñol. En realidad era un barracón construido junto a dos molinos de viento inutilizados, pero ya se sabe que cuando un local se pone de moda no ha de ser ninguna maravilla. Esta sala de baile siempre estaba repleta de muchachas con las que iniciar una relación a través del baile. Aquí contemplamos en primer plano a tres de esas jóvenes mientras que en el fondo podemos comprobar el ambiente danzarín, envuelto en una especie de bruma motivada por el calor y el humo. El hombre de perfil de primer plano es Joseph Albert, pintor de paisajes y amigo de Lautrec, gracias a quien Henri conoció a Degas; curiosamente este hombre fue el primer propietario del lienzo. La influencia de la fotografía es destacable en esta escena al cortar los planos pictóricos, enfocar el primer plano y desenfocar el fondo. El colorido oscuro a base de verdes, grises y azules refuerza el ambiente chabacano del local, aunque para Toulouse-Lautrec era uno de sus favoritos, especialmente por el vino caliente con especias y azúcar que servían. El interés por la luz que hallamos en los impresionistas ha dejado paso a otros intereses en la obra de sus continuadores, especialmente el predominio de la línea sobre el color, reaccionando contra la pérdida paulatina de la forma a la que se encaminaban Monet y Pissarro. Lautrec influirá en las etapas azul y rosa de Picasso como se puede apreciar en el rostro de la muchacha de la izquierda.