Este magnífico dibujo es el estudio preparatorio de una de las dos figuras que protagonizan un lienzo de Degas que hoy se guarda en una colección particular. Su compañera atándose la zapatilla también exhibe las influencias del dibujo ingresco que tanto atraía a Edgar.
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Degas se mostrará como el cronista del mundo del ballet. Lo mismo nos ofrece un Examen de danza, como una Clase de danza en la Opera, una interpretación o una Bailarina saludando. En esta ocasión le toca el turno a la bailarina que sale de su camerino - también hay especialistas que plantean si la joven se mira en un espejo -. El gesto de la muchacha para agarrarse el vestido y que no choque con la puerta es digno de resaltar, igual que la iluminación procedente del interior, una luz artificial que baña con ese color blanquecino la figura. El azul se adueña del conjunto, animado por un amplio despliegue de tonalidades rojizas que llegan hasta el pañuelo de la madre que aparece de espaldas, al fondo de la estancia. Degas vuelve a ofrecernos su afición fotográfica al cortar los planos y recoger una instantánea de la vida del espectáculo.
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El deseo de toda bailarina es triunfar en el escenario y ser aclamada por el público. En los años finales del siglo XIX algunas bailarinas tenían importantes protectores que muchas veces compraban sus triunfos artísticos. Especializado en el mundo de la danza, no podía faltar en su producción ese momento de gloria - aunque fuese falso - después de los duros entrenamientos y exámenes. La joven recibe la iluminación artificial - una nueva forma de luz que interesa mucho a los impresionistas - en el momento en que saluda con un gran ramo de flores en su mano izquierda. Tras ella vemos la tramoya, los decorados obtenidos a base de manchas. El alegre y satisfecho rostro atrae nuestra atención al igual que el efecto vaporoso de su vestido.
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Procedente de la Tumba de Nakht, n° 52, de la necrópolis de Tebas, el banquete fúnebre está amenizado por músicos (entre ellos un arpista ciego, figura muy en boga) y bailarinas, una de ellas desnuda. Esta tañe un laúd al tiempo que baila y vuelve la cabeza a su espalda mostrando de frente el torso y los senos. El uso exclusivo de la pintura fomentó estas licencias y ciertas novedades técnicas que parecían anunciar el paso de una pintura lineal, como un dibujo coloreado, a una auténtica pintura de gran riqueza cromática y recursos nuevos como las veladuras. La tendencia no sobrevivió a la Dinastía XVIII.
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Cuando se observan los trabajos definitivos de Degas el espectador tiene la impresión de haber sido realizados de manera rápida, sin meditar. Sin embargo, con estos dibujos preparatorios se pone de manifiesto el interés del maestro en ejecutar una obra donde todo esté en su lugar y nada quede sin estudiar, incluso algunos lazos de las bailarinas, véase Estudio de lazo. En esta imagen ofrece diferentes perspectivas de una bailarina subiéndose el tirante del vestido, interesándose por un gesto sin importancia. Los brillos de la luz quedan resaltados por el color blanco en aquellas zonas donde incide.
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En esta pintura procedente de la tumba de Nebamun se representa el baile ritual en honor de los difuntos, acompañado musicalmente para celebrar el paso hacia la eternidad que supone la muerte en la cultura egipcia. En cuanto a la composición son destacables las figuras de las dos mujeres músicas que aparecen representadas de forma frontal. La Bailarina y músicas y el Bailarín nubio también correponden a esta temática. El Banquete en honor de los difuntos y el Pequeño boyero también forman parte de la decoración de esta tumba.
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Las bailarinas que Degas representa en los años finales del siglo XIX se parecen en muy poco a aquéllas que le han hecho tan famoso - véase Examen de danza o Clase de danza en la Opera -. Ahora casi raya en lo abstracto al encontrarnos con un papel relevante del color aplicado con largos trazos y manchas que se aprecian claramente. La forma lucha por salir de ese maremagnum cromático en el que abundan las tonalidades amarillas y verdes.
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Las escenas de la trastienda del ballet tendrán un gran interés para Degas. Parece introducirse en los camerinos para enseñarnos los momentos previos a la actuación como ocurre en esta bella imagen en la que las vivas tonalidades y la suelta pincelada se convierten en protagonistas. A pesar de la rapidez de ejecución, las formas no desaparecen - como ocurriría en las obras de Monet - exhibiendo el artista sus excelentes dosis de dibujo.
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En esta ocasión, Degas ha repetido la disposición de Bailarinas en un escenario, empleando óleo en lugar de pastel y utilizando un colorido más rojizo que destaca el tono verde de los tutús. Pero la posición de las dos jóvenes sobre el escenario es similar, cambiando el peinado de la bailarina que se lleva las manos a la cintura; ahora es más bajo.