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Las duras sesiones de ensayo en los estudios de danza motivaron a Degas para ofrecer lo que no se aprecia con normalidad. Así surge la Bailarina leyendo o la Bailarina en reposo, incluso esta joven abanicándose para eliminar en lo posible el calor. Su expresión denota alivio al recibir el viento fresco en el rostro, agarrándose el cabello con la mano izquierda en un gesto naturalista. La firmeza del dibujo caracteriza toda la obra de Degas, siguiendo las instrucciones de Ingres aprendidas en su juventud. Al colocar rápidos trazos junto a los pies la figura no se levanta y produce la impresión de pesar, como había hecho Manet en el Tocador de pífano.
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Cuando en el verano de 1909 el coleccionista parisino Maurice Gangnat encargó a Renoir la decoración del salón de su residencia le sugirió como temática unas bailarinas ataviadas con trajes orientales, tomando como modelo las argelinas de Delacroix. Para este panel posó como modelo Gabrielle Renard, prima de su esposa Aline Charigot, quien había entrado a trabajar como niñera en 1894, convirtiéndose en la modelo favorita para el pintor. Al exquisito dibujo que caracteriza las figuras del maestro se une la rapidez y fluidez con que se aplican los colores para crear una de las obras más interesantes del último periodo. La Bailarina con pandereta es su compañera.
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La afición por la danza llevará a Degas a realizar un gran número de cuadros cuya temática es el baile, realizando previamente muchos estudios preparatorios para no dejar nada al azar.
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Cuando esta imagen fue expuesta en Nueva York en 1886 recibió duras críticas por su aspecto inacabado, considerándola una provocación. Sin embargo, se oyeron también voces que apreciaron el realismo existente en los estudios de bailarinas de Degas, exhibiendo la espontaneidad y veracidad que exigía el Impresionismo. El gesto de subirse las medias es sensacional, mostrándose el artista como un fotógrafo de su tiempo. No podemos olvidar una mención a la perfección del dibujo, destacable a todas luces en la obra del maestro.
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El coleccionista parisino Maurice Gangnat encargó a Renoir la decoración del comedor de su casa, eligiendo como temática unas bailarinas ataviadas con trajes orientales, recordando a las argelinas de Delacroix. Como suele ser habitual en los últimos tiempos, el estilo de Renoir presenta un acertado y definido dibujo en las figuras mientras que el color es aplicado de manera fluida y rápida, sin interesarse por detalles superfluos. La luz resbala por la figura y pone el arte de Renoir en estrecho contacto con el impresionismo. La Bailarina con castañuelas es su compañera.
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Atraído por la representación del mundo moderno, Degas se convierte en el "fotógrafo" de las escenas de baile, bien sea en los estudios de danza - La clase de danza - o en el escenario - Mlle. Fiocre en el Ballet "La Source" -. En este segundo grupo se incluiría este interesante pastel, al protagonizarlo una bailarina que recibe los aplausos y las flores del público después de su brillante actuación. Tras ella aparecen dos grupos de bailarinas iluminadas por las candilejas. Mientras, en primer plano, una dama observa el espectáculo tras su abanico negro, situándola de tal manera que parece que los espectadores observamos la función por encima de su hombro. De esta forma Degas nos integra en la composición, recurriendo a una perspectiva alzada, observándose a la bailarina desde la altura del palco, haciéndonos así partícipes de la velada. La dama aparece en una zona de penumbra, contrastando con la iluminación del escenario que impacta de lleno en la estrella; estos contrastes lumínicos se repiten asiduamente en la obra de Degas - Concierto en el "Ambassadeurs", por ejemplo - interesándose por obtener la iluminación de una fuente artificial, representando de esta manera la vida moderna. En los tonos empleados también apreciamos un marcado contraste entre los blancos de los vestidos y el negro del abanico, muy en consonancia con lo que hacía Manet. Para algunos especialistas existe un claro contraste en esta obra entre los dos "modus vivendi" femeninos de fines del siglo XIX: la bailarina, ejemplo de la mujer pública que ha alcanzado cierto nivel de liberación, y la dama que no puede aplaudir en público la actuación y se esconde detrás de su abanico para contemplar cómo los hombres de las primeras filas de butacas jalean a su diva. Sería, por lo tanto, otra manera de mostrar la sociedad de su tiempo.
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La postura de la bailarina que aquí vemos representada es similar a las que aparece en el fondo del Examen de danza, por lo que podría tratarse de un estudio preparatorio para ese gran lienzo del Metropolitan. Una vez más podemos apreciar las elevadas facultades de Degas como dibujante, siempre en deuda con el dibujo de Ingres.
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La manera de trabajar de Ingres era realizar sus figuras primero desnudas para luego ir añadiendo los vestidos. Así se podía prestar mayor interés a la anatomía y a las líneas que conformaban la figura. Degas no fue alumno de Ingres pero sintió especial atracción hacia su obra y su "modus operandi" que él mismo también repetiría en esta escena de una bailarina desnuda que se lleva las manos a la cabeza, en actitud de reposo.
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En este estudio preparatorio se puede observar cómo Degas sigue la manera creativa de Ingres al iniciar los dibujos con las figuras desnudas para luego ir cubriéndolas con ropajes, como ocurre bajo la cintura de la bailarina. La seguridad de los trazos y los repintes que encontramos debajo provocan cierto movimiento en la figura.