En ocasiones Degas empleó fotografías para realizar sus obras. Las modelos eran fotografiadas en su estudio y luego se basaba en esas placas para componer imágenes tan atractivas como ésta que aquí contemplamos. Son cuatro bailarinas las protagonistas, en diferentes actitudes; mientras una estira sus brazos, dos de sus compañeras se colocan el vestido y la cuarta parece agacharse para atarse las zapatillas. De nuevo recurre a una perspectiva alzada, viendo a las figuras desde un lugar bastante elevado. El color dominante es el azul, con diferentes tonalidades, mezclado en algunas zonas con varios colores. La fuerte iluminación de la escena provoca interesantes contrastes entre zonas de luz y sombra, mostrando la atracción del artista por la iluminación teatral. Las formas de las figuras casi son engullidas por el color, aunque aún observamos el excelente dibujo que siempre muestra Degas, dibujo que atrajo especialmente a Gauguin. El efecto fotográfico se muestra al cortar los planos, ofreciéndonos una imagen sesgada de la realidad. La disposición de las figuras en el espacio no es arbitraria sino muy meditada, para crear un pentágono irregular en el centro de la escena. La bailarina agachada se contrarresta con el brazo elevado de la que está calentando sus músculos antes de la actuación. El control de Degas sobre la técnica del pastel le permitiría realizar la imagen en diferentes niveles para obtener numerosas tonalidades, adquiriendo éstas mayor brillantez.
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<p>La visión lateral desde un palco es una de las favoritas de Degas. Así quiere ofrecer la visión de los burgueses que eran los que por regla general ocupaban los palcos. La protagonista de la escena interpreta un arabesco de difícil ejecución, observándose también los vestidos de sus compañeras. Este efecto se debe a la influencia de la fotografía, recurso muy empleado por los maestros impresionistas. En el fondo encontramos a otros miembros de la coreografía que parecen estar más relajadas por lo que podría tratarse de una escena que ocurre tras los decorados y que nosotros observamos por nuestra situación lateral. La luz artificial crea esta iluminación tan peculiar. Las rápidas pinceladas de los vestidos contrastan con el dibujo de las piernas o los brazos, en un deseo de no perder la referencia formal.</p>
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Las dos bailarinas esperan a entrar en escena por lo que vemos los decorados con sus vivos colores al fondo. La vaporosidad de sus vestidos contrasta con la seguridad del dibujo de ambas figuras, destacando su volumen. Igual que esta escena es la titulada Bailarinas con tutús verdes.
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Ninguno de los cuadros de Degas dedicados a la danza ofrece al espectador un agrupamiento tan espectacular de personajes ni sugiere con tanta fuerza la animación de la escena, vista desde un lateral. El pintor se sitúa en uno de los lugares privilegiados del escenario, lugares ocupados por los protectores de las bailarinas, que convertían la danza en un negocio que lindaba con la prostitución. Las bailarinas se sitúan en una marcada diagonal en profundidad, en diferentes posturas. Sus brazos inundan el espacio junto a los amplios vestidos en los que Degas refleja las luces artificiales que iluminan el teatro. La influencia de la fotografía está presente en esta imagen al producirse un descarado corte de planos pictóricos que deja un brazo en primer plano y una figura casi sin cabeza sobre la protagonista. Una vez más hay que destacar el perfecto modelado de las figuras gracias al dibujismo que exhibe Edgar durante toda su obra.
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En su afán de realizar estudios preparatorios para sus obras definitivas surge esta sanguina previa a Grupo de bailarinas, en la que el trazo firme y seguro de años anteriores parece haberse perdido, quizá por la avanzada edad de Degas.
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Los estudios preparatorios abundan en el catálogo de Degas, interesado por no dejar ningún detalle para última hora. Así surge esta escena en la que las posturas de las figuras son muy similares a Bailarinas en escena, perdiéndose también la seguridad del trazo juvenil y maduro del maestro, en el que existía una tremenda influencia de Ingres.
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El momento de tensión previo a la salida al escenario es el protagonista de este lienzo en el que las jóvenes bailarinas pasean, se dan los últimos toques a vestidos o peinados o están atentas a la señal de inicio. Tras ellas observamos los decorados. De esta forma Degas nos proporciona un lugar privilegiado para presenciar el espectáculo. El volumen de las figuras, gracias al marcado dibujo de los contornos, crea la perspectiva del conjunto, reforzada al situar a las bailarinas en diferentes planos en profundidad. De nuevo la fotografía está presente y la iluminación artificial que tanto atraía a los artistas modernos. La sintonía de colores verdes y naranjas está dentro de la teoría de los complementarios, fundamental para el Impresionismo.
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Durante 1898 y 1899 Degas realiza tres pasteles de tamaño cuadrado en los que cuatro bailarinas esperan para entrar en escena y se dan los últimos retoques a sus vestidos y peinados. La variación existente entre ellas está en la coloración empleada, azul en Bailarinas en azul y verde en esta imagen que observamos. Las tres serán compradas por el marchante Durand-Ruel y en ellas Degas emplea fotografías como estudio preparatorio. Las tonalidades son aplicadas con vibrante trazo, interesándose por recuperar la forma que había perdido en sus paisajes de la década de 1880 - véase el Paisaje de Le Cap Hornu -.
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La actuación de un grupo de ballet ruso en el Folies Bergère en 1895 pudo servir de fuente de inspiración a Degas a la hora de realizar esta escena, en la que podemos contemplar a tres bailarinas rusas en un paisaje imaginario. Visten amplias blusas blancas y faldas de vivos colores, portando flores sobre sus cabezas y collares rojos en el pecho. Sus movimientos están perfectamente captados, recordando las imágenes del ballet. La luz de un sol del atardecer ilumina la composición, destacando las tonalidades del horizonte y las sombras coloreadas que se aprecian en las blusas de las danzarinas. Será la luz la que funda armoniosamente las figuras con el paisaje, obteniendo un bello efecto atmosférico del atardecer. Sin embargo, la gran preocupación de Degas es el color, aplicado a base de pequeños y rápidos toques de pincel que le sitúan cerca del Puntillismo. Este efecto colorístico está inspirado en Delacroix, dos de cuyos cuadros compró Degas ese mismo año de 1899. Algunos especialistas aluden a la influencia de los relieves clásicos para realizar estas escenas, apreciándose la atracción hacia la tradición en su obra, reflejándose en buena parte de ella algunas muestras de su viaje juvenil a Italia.
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Este es el cartón para uno de los tapices que debía decorar el comedor de los Príncipes de Asturias (el futuro Carlos IV y su esposa, María Luisa de Parma) en el Palacio de El Pardo. Fue encargado en octubre de 1776 y entregado por Goya el 3 de marzo de 1777, cobrando por él 8.000 reales. Goya va a recoger en sus cartones asuntos de la vida popular, siguiendo la costumbre de esos años que popularizaba la vida de la aristocracia. Las damas nobles se vestían de majas y manolas y se escabullían entre el pueblo para asistir a sus fiestas y bailes. Por eso, se van a elegir temas de la vida cotidiana, desechando la temática mitológica y militar que decoraba las paredes de los palacios en el Renacimiento y Barroco. Lo que más sorprende de esta escena es el realismo con el que está pintada, dando la impresión de que el espectador forma parte de la fiesta y se puede integrar en cualquier momento en ella. Las figuras están en movimiento, como si fuesen a escapar del lienzo. El colorido empleado por Goya es muy vivo, representando la riqueza de los trajes de los majos; la pincelada es bastante suelta, posiblemente por encontrarnos ante un boceto, aunque no deja de ser sorprendente, igual que el efecto de la luz y la profundidad, representando al fondo la recién inaugurada iglesia de San Francisco el Grande.El uso de tapices es una costumbre heredada por la familia real española de sus antepasados flamencos, quienes decoraban las salas de sus palacios con tapices para dar algo de calor a las estancia. Los Austrias introdujeron la moda, que fue continuada por los Borbones.