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En esta extraña escena existen influencias de Degas y Cézanne. La de Cézanne la tenemos en las manzanas que aparecen sobre el mantel de hilo blanco mientras que la de Degas se observa en la cara del pintor Charles Laval, recortada bruscamente en la zona de la derecha para obtener un efecto de mayor proximidad a la naturaleza muerta. Precisamente en ese bodegón hay una cerámica, que pone de manifiesto el enorme interés de Gauguin por este arte, que durante la estancia en Pont-Aven le sirve para expresar mejor que la pintura lo que está buscando: la unión de lo primitivo y lo moderno, una conjunción que encontrará en su próxima estancia en la Polinesia.
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Entre los bodegones más populares de Cézanne encontramos este trabajo de los años centrales de la década de 1890, en el que mezcla su admiración por las frutas y las telas junto a una figura de escayola, retomando quizá los trabajos juveniles de copia de esculturas antiguas. La figura del amorcillo ocupa la zona central de la composición, distribuyendo a su alrededor los demás objetos que forman el conjunto: unas cebollas en la derecha; en la izquierda, unas manzanas en el frente y un plato con más manzanas, una cebolla y un paño azul mientras que sobre un lienzo apreciamos un paño también azul sobre el que se sitúan dos peras, mezclando así la realidad con la ficción. Un lienzo en posición diagonal, otra tela con un boceto y una fruta se disponen en el fondo, fondo que se eleva hacia el espectador para mostrar diferentes perspectivas, tal y como hacían Degas o los maestros japoneses, y que más tarde también hará Picasso. Los diferentes elementos tienen la línea de sus contornos delimitada por un trazo negro, en su afán de evitar la pérdida de volumen que se estaba produciendo en la obra de algunos impresionistas como Monet, a pesar de que Cézanne admiraba profundamente las obras de este maestro. Las tonalidades están estructuradas de manera armónica: rojos, dorados, azules, ocres, marrones, verdes, dominando el blanco de la estatua de escayola, blanco que en numerosas zonas se tiñe de azul en referencia a la iluminación impresionista, cuyas sombras tienen color. El color está utilizado como sistema de modelado, empleándolo como la expresión definitiva de las formas en los objetos. De esta manera, "el Impresionismo se convierte en algo sólido y duradero, como el arte que se conserva en los museos".
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En los primeros años de la década de 1860 Monet realizó una serie de naturalezas muertas con un fuerte componente realista, siguiendo las pautas marcadas por Courbet. En ellas también se puede apreciar una cierta referencia al Barroco, en relación con la iluminación tenebrista empleada como podemos apreciar en este lienzo. El escorzado faisán aparece ante un fondo de penumbra que apenas permite contemplar la copa de vino y la cesta que cierran la composición, mientras que en primer plano se muestra -también en escorzo- un envase para guardar la pólvora. Los brillos metálicos de este objeto o los destellos del vidrio son elementos dignos de destacar en el conjunto. La pincelada es rápida y empastada, sin resaltar intensamente las calidades aunque sí manifiesta diferenciación entre ellas -el metal, el vidrio, las plumas del faisán o la cesta-.
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La década de 1870 se considera la etapa impresionista en la evolución pictórica de Cézanne. Al igual que en el resto de su vida, en estos diez años también pintó bodegones pacientemente trabajados, en los que nada queda a la improvisación. Buena parte de estas naturalezas muertas comprenden frutas, manteles y piezas de menaje como en esta ocasión. Todos los elementos se disponen sobre una mesa y recortados ante una clara pared decorada con motivos florales. Cada una de las piezas de fruta está estructurada gracias a los toques de color, aplicado en pequeñas pinceladas para resolver los problemas en la relación entre la forma y el color. El cuenco o la botella se emplean para resaltar la forma redondeada de las frutas mientras que las líneas rectas delimitan el espacio compositivo. En el modelado de los manteles empieza a distanciarse de la manera de trabajar de Manet, su precedente más cercano.
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Cézanne consideraba que el ojo humano podía captar al mismo tiempo la visión de un objeto desde un punto de vista alzado y otro frontal. Esa es la razón por la que emplea esta dualidad de perspectivas, también empleadas por Degas, que más tarde utilizarán Braque y Picasso como punto de partida para alcanzar el cubismo. En esta ocasión -como en numerosos ejemplos de esta serie- las frutas sobre la mesa, y especialmente el frutero, se muestran desde arriba mientras que la pared presenta una visión frontal. En su proceso por resaltar las formas y los volúmenes de cada uno de los elementos, el maestro de Aix emplea una iluminación derivada de los impresionistas, siendo la luz la encargada de fijar las relaciones entre los formas cóncavas y convexas de las manzanas, el frutero o el trozo de pan. Lo esférico viene resaltado por la presencia de las manzanas o el frutero mientras que las líneas rectas están presentes en el trozo de pan y el cuchillo, recuerdo de Manet e incluso de Chardin. El color es aplicado a conciencia, fluidamente, resaltando la volumetría de cada uno de los elementos así como la autonomía de las diferentes piezas de fruta, avanzando así en su proceso de geometrización de la naturaleza.
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Cézanne utilizará, al igual que hizo Chardin en el siglo anterior, la naturaleza muerta como campo de investigación en su evolución pictórica. Partiendo del impresionismo, el maestro de Aix desea conseguir alcanzar la forma a través del color: "Cuando el color alcanza su mayor riqueza, entonces la forma alcanza su plenitud". La obra se estructura a través de cortos trazos diagonales que se distribuyen por todo el espacio, siendo el color el protagonista del conjunto. La modulación cromática también es la responsable de las gradaciones de luz y sombra. Algunos objetos están distorsionados para establecer una relación más estrecha entre ellos, alcanzando en algunos aspectos cierta autonomía que conducirá al cubismo. En su afán por superar la perspectiva tradicional, Cézanne emplea dos perspectivas diferentes: alzada y frontal. De esta manera, algunos elementos se ven desde arriba y otros desde el frente. Sólo sería Degas el impresionista que se atreva a trabajar también de esta forma. Con estos trabajos, el maestro de Aix se sitúa a la cabeza de la vanguardia. Este lienzo fue adquirido por Gauguin a Ambroise Vollard lo que nos indica el grado de aceptación entre los jóvenes artistas.
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Seguramente, tal y como era habitual en todos los pintores, su obsesión por la pintura de paisaje llegaba a una ansiedad difícil de soportar. Por ello precisamente de vez en cuando Monet decidía distraer su atención elaborando un cuadro de género distinto. Como sabemos, la pintura de bodegones había sido desde el Barroco una de las más prestigiosas y había llevado a toda una revolución en la jerarquía de los géneros, que hasta entonces había estado coronada por las pinturas de historia, tanto mitológicas como reales. Seguramente porque Monet reconocía el valor pionero, rupturista, que había tenido en su momento la pintura de bodegones, realiza este homenaje personal, al que eso sí aporta su peculiar visión.
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Los impresionistas se dedicaron a representar con especial interés paisajes a diferentes horas del día. Las naturalezas muertas no eran temas habituales por lo que Gauguin se entusiasmó con esta temática durante su estancia bretona y más tarde en Tahití, quizá para diferenciarse de sus antiguos compañeros. Así surgen obras como Naturaleza muerta con abanico o ésta que contemplamos, tomada en la posada donde se alojaba. Una bandeja con un exquisito jamón y un vaso de vino han sido colocados sobre una mesa de metal, recortándose sobre una especie de papel pintado en tonos anaranjados y malvas, colores complementarios. El soberbio dibujo se compagina con la pincelada rápida y suelta, en un conjunto de gran atractivo en el que hay referencias a Cézanne, uno de los maestros que más influyeron en Gauguin junto a Degas y Pissarro.
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En los últimos años de su vida, Manet realiza una importante serie de bodegones de pequeño formato. La enfermedad le impedía moverse con facilidad, por lo que estas escenas serán una especie de relajo para el artista. Esta Naturaleza muerta con jamón rompe con la tradición de los bodegones europeos desde el Renacimiento, donde aparecen habitualmente flores, pescados, piezas de caza o frutas, pero no una pieza de jamón. Quizá sea una muestra más del deseo del autor de relacionar su obra con la vida moderna, como venía haciendo en la mayor parte de sus cuadros. El espacio plano empleado por el artista supone una clara influencia de los grabados japoneses, igual que el papel pintado del fondo, similar a los que aparecen en Nana o en Dama de los abanicos.