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Dentro de la serie de naturalezas muertas ejecutada por Van Gogh en el otoño-invierno de 1884-1885 destaca esta composición por la calidad de los objetos que se presentan, demostrando el artista su admiración por los modelos barrocos. Los diferentes elementos de loza reciben la potente iluminación mientras que las botellas de vidrio quedan en segundo plano, en la zona de penumbra. La textura de cada objeto es resaltada por Vincent, creando un lienzo de elevada calidad en el que la pincelada no es muy suelta, sin caer en un detallismo excesivo.
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Gauguin va a utilizar en esta entrañable escena una perspectiva en cascada en la que los elementos no se relacionarían entre sí a no ser por la decoración del mantel sobre el que aparecen todos ellos. El pintor ha buscado su inspiración en las estampas japonesas - influencia que ya se recoge en algunos artistas impresionistas como Degas - de donde también ha buscado la ausencia de sombras. El efecto de esmalte se consigue al marcar las líneas de los contornos con un color más oscuro, siguiendo la técnica del cloisonnismo que tanto atraía a Gauguin. El número tres es el gran protagonista de esta tabla: tres cachorros, tres copas, tres manzanas. Posiblemente si eliminamos cualquiera de los elementos del conjunto no ocurra nada debido al aislamiento al que les ha sometido el pintor. Todo vale en la nueva pintura, que se hace cada vez más intelectual, alejándose del goce puramente estético.
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La cerveza es la bebida nacional de los Países Bajos y Van Gogh nos presenta tres típicas jarra de cerámica con sus respectivas tapas de metal sobre una mesa, vistas desde una perspectiva alzada. Las características típicas de los bodegones barrocos pueden aplicarse a esta obra - iluminación procedente de la izquierda, claroscuro, tonalidades apagadas, fondo neutro - aportando Vincent elementos de modernidad como las jarras o la ejecución rápida, apartándose de detallismos.
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La gran novedad que incorpora Van Gogh en sus naturalezas muertas serán los objetos "modernos" como libros, zuecos o botas, eliminando el tradicional aspecto alimenticio de los bodegones barrocos. Comparada esta obra con las ejecutadas en Nuenen encontramos un mayor colorismo y una pincelada más suelta, debido al contacto con el Impresionismo e incluso introduciendo ligeros toques puntillistas. Los libros están obtenidos con un dibujo firme y seguro, adquiriendo un importante volumen que los resalta de la mesa donde se depositan.
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Cualquier objeto cercano a Vincent puede ser susceptible de representarse en la serie de naturalezas muertas elaborada por el pintor en septiembre de 1885. En este caso son tres nidos con sus respectivos huevos, recortados sobre un fondo neutro. La pincelada suelta y abocetada domina todo el conjunto, superando el color al dibujo, expresando con las tonalidades el estado de ánimo de Vincent, en estos momentos bastante triste por el deterioro de sus relaciones con los campesinos de Nuenen lo que motivará la rápida partida a Amberes.
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Ser realista significa ser un leal amigo de la auténtica realidad. Esta frase de Courbet será para el joven Monet un manifiesto en sus trabajos de los años iniciales de la década de 1860 como observamos en esta Naturaleza muerta. Rompiendo con los ideales académicos, un trozo de carne se puede convertir en motivo de un cuadro. A pesar de su estancia en el académico taller de Gleyre -donde conoció a Renoir, Sisley y Bazille- el joven artista no renunciaba a los postulados realistas que también interesaban en aquellos momentos a Manet. Claude emplea una pincelada rápida y empastada que apenas se interesa por el detallismo, sin renunciar a la forma ni a la perspectiva al recortar el trozo de carne sobre un fondo neutro en el que apenas se intuye una jarra, colocando en primer plano una cabeza de ajo para crear mayor sensación de profundidad y eludir la planitud. La iluminación empleada, creando intensos contrastes de luz y sombra, recuerda al Barroco, e incluso podemos apreciar una ligera referencia a los bodegones que Goya pintó durante la Guerra de la Independencia.
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Nos encontramos ante un curioso bodegón que parece estar tomado desde una perspectiva alzada, trazando una serie de toques de color concéntricos alrededor de las frutas para obtener un aspecto misterioso, como si se tratara de una visión. Cada una de las frutas está perfectamente realizada, delimitando sus contornos con líneas oscuras siguiendo las teorías de Bernard mientras que en el espacio donde se depositan encontramos una pincelada rápida y de variados colores.
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Eliminada la posibilidad de trabajar con modelos reales por determinación del párroco católico de Nuenen - insinuó que Vincent había dejado embarazada a una joven campesina - Van Gogh recurrió en el mes de septiembre de 1885 a las naturalezas muertas como fuente de inspiración, ejecutando una amplia serie en la que encontramos una marcada influencia de la pintura barroca. Vincent repite las características en todos sus bodegones: elementos sobre una mesa recortados ante un fondo neutro; iluminación potente procedente de la izquierda creando un acentuado claroscuro; pincelada rápida y empastada, sin atender a detalles superfluos; empleo de tonalidades pardas. En esta composición encontramos una mayor importancia del color al recurrir a tonos más claros como el naranja o el verde. En resumen, nos hallamos ante obras de gran calidad, entroncando el modernismo con la tradición.