MEMORIAL 40 Señor. El capitán Pedro Fernández de Quirós. V.M. ordena y manda a su Consejo de Indias que me dé despachos a su satisfacción, para que el Virrey del Perú me dé lo que fuere menester a la población de las Tierras Australes, a donde V.M. se sirve mandarme ir. Siempre tuve por cierto que clamores de las gentes descubiertas y por descubrir, mi buena fe, con mis justas peticiones, habían de herir los piadosos oídos y mover el ánimo cristiano de V.M. a las grandezas de estas dos grandes y liberales mercedes, que acepto con toda la humildad a mí posible, y por ellas doy infinitas gracias a Dios y a V.M., y prometo dar la vida con el amor y verdad que hasta aquí lo he hecho, sirviendo a esta grande empresa. Señor, sus mayores bienes o mayores males de aquellas tierras y gentes están en este su bueno o mal principio; por esto debo representar de nuevo dos memoriales: núm. 8 y núm. 16 de los 50 que en el transcurso de tres años de esta mi pretensión en esta Corte di a V.M., a fin de que V.M. los tenga por testigos vivos de mi buena voluntad y de lo que puede haber obrado y se me debe por no haberme ayudado, y porque si yo faltare, sirvan a V.M. de despertador y de guía a los que hubieren de continuar este gran caso. El primero contiene las grandezas y riquezas de las tierras de que trato, con todas las relaciones que a V.M. se han dado, y en razón dellas muestro a V.M. pintado el mundo, reducido a tres puntos: lo que es dorado representa todas las tierras sabidas; lo azul, los mares ya navegados; lo negro, la parte incógnita y en ésta lo que se va descubriendo. Señor, no hay más que un Mundo, y después que trato de descubrir lo que del falta, he pintado más de 200 de muchas formas y de muchos tamaños. En el segundo digo los peligros que aquellas tierras corren, con sus gentes, y juntamente las Indias; el cuanto conviene gastar V.M. su hacienda por una vez; cuántos bienes de ambos géneros este empleo ha de montar y asegurar en todos tiempos; digo lo que se debe hacer en llegando, muestro la planta de la ciudad y como en ella no haya pleitos civiles, y el modo en los criminales; muestro como los naturales han de ser adoctrinados, enseñados, hacendados, defendidos y sustentados en paz y justicia, y también parte del demás gobierno para con ellos y los nuestros, y otros muchos avisos importantísimos y muy fructuosos que, todos ellos, con seiscientas hojas de papel que tengo escritas, y otras muchas que por solicitar esta obra dejé de escribir, los reduzco a dos puntos: el primero, que V.M. se sirva darme instrucciones de lo que deseo y puedo hacer en este servicio de Dios y de V.M., con seguridad de mi conciencia; el segundo, un tal despacho y personas eclesiásticas y seculares que con ellas V.M. pueda encaminar y asegurar todo cuanto pretende, espiritual y temporal, de aquella parte del Mundo, en cuyo nombre y en pago de mis servicios, suplico a V.M. eficazmente se digne de leer y considerar estos escritos y poner remedio en cuanto suenan. La grandeza de las tierras descubiertas, juzgado por lo que vi y por lo que Luis Vaez de Torres, almirante de mi cargo, escribió a V.M. y a mi, como adelante se verá, da buena razón; su longitud es tanta como la de toda Europa y la Asia Menor hasta el Caspio, con todas las islas del Mediterráneo y Océano (Atlántico) que en su contorno se le arriman. Aquella parte oculta es cuarta del globo y tan capaz que puede haber en ella doblados reinos de los que V.M. al presente es señor, y esto sin avecindar con turcos, ni moros, ni con otras de las naciones que suelen inquietar y perturbar las ajenas. Todas las tierras vistas caen dentro de la tórrida zona y hay partes dellas que tocan a la equinoccial, cuya latitud puede ser de 90 grados, y otras de poco menos, y si suben, como prometen, habrá tierras que sean antípodas de lo mejor de la Africa y Asia Mayor, y de toda la Europa y la Florida, y debe de esperarse que pues las tierras que vi en 15 grados son mucho mejores que las de España (como luego se verá), que las otras que se opusieren a todas las referidas deben de ser en su tanto un paraíso terrenal. Los naturales son muchos; sus colores blancos, negros, loros, mulatos, indios y mezclas de unos y otros. Los cabellos de los unos son negros, crecidos y sueltos, y de los otros frisados y crespos, y de otros rubios y delgados, cuyas diferencias son indios de grandes comercios y concursos. Por esto, y por la bondad de las tierras, y porque hasta ahora no habemos entrado allí a darles prisa que labren minas de plata y que trabajen para nosotros, y por otras muchas razones, es de creer ser muchísima esta gente, a la cual no se le conoce arte mayor ni menor, muros ni fuerzas, rey poderoso, ley ni secta que seguir, ni son más que unos simples gentiles divididos en parcialidades y poco amigos entre sí. Sus armas son arcos y flechas sin yerba, macanas, bastones, lanzas y dardos de palo. Es gente racional, cubre partes, es limpia, alegre y tan grata como le he experimentado; por todo lo cual, delante la confianza en Dios y siguiendo medios suaves, debe creerse que han de ser facilísimos de pacificar, doctrinar y contentar, que son tres cosas bien necesarias en los principios, para después encaminar las otras a los santos fines que deben ser pretendidos en lo más y en lo menos, con todas las veras de las veras. Sus casas son de madera y dos vertientes, cubiertas de hojas de palmas. Usan ollas de barro; tienen telares, trasmallos y otras redes; labran piedra mármol, atambores y flautas; tienen las haciendas tan cerca de palizadas y sus oratorios y entierros; aprovéchanse mucho de las conchas de nácar y dellas hacen escoplos, gubias, formones, sierras, anzuelos, patenas mayores y menores que traen colgadas de los cuellos. No conocen las riquezas que tienen y estiman mucho las cosas de nuestro rescate como son cuchillos, cascabeles, espejos y cosas tales; tienen sus embarcaciones bien obradas, bastantes para navegar de unas a otras tierras a vista o al tino, de uno a dos días, y todo juto es cierto indicio de gente de más policía. . El pan que tienen son tres diferencias de raíces que siembran, de que hay gran suma, y es pan tan sin trabajo que no tiene más beneficio que usarlas o cocerlas; son gustosas, sanas, de buen sustento y mucha dura, y las hay de vara de largo y media de grueso. Las frutas son muchas y buenos plátanos de seis géneros, grande número de almendras de cuatro suertes y otras casi del tamaño y sabor de melocotones; muchas nueces de la tierra, naranjas y limones que no los comen los indios, y otra extremada y grande fruta de que hacen mucha cuenta, y otras frutas no menos buenas que se vieron y comieron, con muchas y grandes cañas dulces y noticia de manzanas. Hay infinitas palmas, de las cuales se puede sacar tuba, de que se hace vino, vinagre, miel y sueros; los palmitos son muy grandes y muy buenos. Estas mismas palmas, el fruto que se dan son cocos; cuando verdes sirven de cardos, y el meollo como natas; cuando maduros es comida y bebida, en mar y tierra; cuando viejos dan aceite para alumbrar y curar tan bien como con el bálsamo; y para comer cuando nuevos. Sus cascos son buenos vasos y frascos; los capullos son estopa para calafatear los naos y para hacer todos los cables y jarcias y las cuerdas ordinarias y de arcabuz la major; de las hojas se hacen velas para embarcaciones pequeñas y esteras finas y petates que aforran y cubren casas, que se arman con los troncos que son derechos y altos y dellos se sacan tablas y lanzas y otros géneros de armas y remos, con otras muchas cosas buenas para el servicio ordinario. Es de notar que estos palmares es viña, que sin beneficio alguno todo el año se disfruta y se vendimia. Las carnes son muchos puercos mansos, como los nuestros; hay gallinas y capones, perdices de la tierra, patos reales, tórtolas y muchas y grandes palomas torcaces, y cabras que vió el otro capitán, y los indios dieron noticia de vacas o de búfalos. Los pescados son pargos, peces reyes, lisas, lenguados, salmonetes, sábalos, macavies, casones, pámpanos, sardinas, rayas, palometas, chitas, viejas, anguilas, pecespuercos, chapines, rubias, almejas, camarones y otros géneros de que no me acuerdo el nombre, y debe de haber muchos más, pues todos los referidos se pescaron junto a las naos. Y si bien se considera lo escrito, hallarse ha que se puede luego entrar gozando mazapanes y conservas de muchas suertes, sin llevarse nada de fuera, y que para matalotajes no faltarán buenos perniles y tocinos, ni botijas de manteca y de lo demás que de grandes puercos se saca, sin faltar agro, ni especias, y debe advertirse que muchos de los dichos géneros son semejantes a los nuestros y que puede haber mucho más, y que en esto muestra la tierra ser propia para criar todas las otras que se cogen en Europa. Las riqueza son plata y perlas que yo vi, y oro que vió el otro capitán, como lo dice en la relación que envió a V.M., que són los tres géneros más ricos que naturaleza crió. Hay muchísima nuez especie, massa, pimienta y gengibre que habemos visto los dos; hay noticia de canelay puede ser haber clavo pues hay las otras especias; y también más porque son aquellas tierras paralelas, con poquita diferencia, con Tidore y Terrenate. Hay más allí conque se puede criar seda, hacer pita, azúcar, añil; hay buen ébano y infinitas maderas para poder fabricar todas cuantas naos se quisieren, con todas sus velas y jarcias de tres géneros, el uno parecido a nuestro cáñamo; y con el aceite de los cocos se puede hacer la galagala y excusar pez. Viose cierta resina conque los indios brean sus piraguas. Y pues hay cabras y noticia de vacas, habrá cordobanes, corambre, sebo y carne en abundancia; y de una abeja que se vio, también habrá miel y cera, conque demás de todas estas riquezas aseguraban de otras muchas las noticias y el sitio y disposición de las tierras, que juntadas con las muchas que dará la industria, habiendo como hay tanto aparejo, así de las cosas suyas como para criarse las nuestras que pretendo luego llevar, con más todas las otras mejores y más provechosas que se crían en el Pirú y en la Nueva España, parece que todo junto hará tan rica la tierra que sola ella baste no sólo a sustentarse a sí y a la América, sino a engrandecer y enriquecer a España. Y en razón de lo que se ha visto por ser orillas del mar, digo, Señor, que se debe esperar del corazón de las tierras tales grandezas y riquezas y cosas buenas cuales van siendo las nuestras. Debe advertirse que mi principal intento fue buscar tan grandes tierras como hallé, y que por mis enfer-medades y otras causas que callo, no pude ver cuantas quise, y que todo cuanto deseé no se pudo ver en un mes, teniendo 12 un año, que muestren las calidades y los frutos que producen todas las tierras, y que los indios de aquellas no deben ser juzgados por nuestras necesidades, sabores, cudicias y estimación de las cosas, sino por hombres que pretenden con el menos trabajo que pueden, pasar, como pasan, la vida sin cansarse en lo que acá nos cansamos. La comodidad y gustosa vida será tanta cuanta se ve en una cultivada, alegre y fresca tierra negra y grasa y de grande migajón, con barriales para luego se poder hacer losa, tejas, ladrillos y lo demás que de barro se hace; y en aquellas, muchas y cerca canteras de piedra, mármoles y tosca para poderse levantar suntuosas y curiosos edificios, y en aquellas, muchas y muy a propósito maderas para todos estos menesteres; y en aquel sitio de llanos, valles lo más, quebradas y sierras altas y redobladas; y en aquellos ríos, churrilos y manantiales a donde cómodamente pueden haber cantidad de molinos, azeñas y otros ingenios necesarios, y en los esteros, salinas, y en aquellos cañaverales, testigos de la fertilidad de la tierra, cuyos cañutos los hay de 5 y 6 palmos, más y menos, el grueso a proporción, el canto duro y delgado y lisa la tez. La bahía de San Felipe y Santiago tiene 20 leguas de orilla, es toda limpia y libre para poder entrar y salir a todas horas; tiene a su redonda muchas poblaciones y en ellas y más lejos se veían de día muchos humos y de noche muchos fuegos. Su puerto de la Vera Cruz es tan capaz que pueden caber en él más de mil naos; su fondo es limpio y de arena negra, no se vió broma y se puede surgir en las brazas que quisiere, de 40 hasta media, entre dos ríos, el uno tan grande como el Guadalquivir en Sevilla, con barra de más de brazas de fondo, por donde pueden entrar buenas fragatas y pataches, y en el otro entraban francas nuestras barcas y Bellas se cogía el agua, que es lindísima en cualquiera parte de las muchas en que la hay. El desembarcadero es una playa de tres leguas, lo más della un guijarral negro, menudo y pesado, bonísimo para lastrar los navíos. La playa, por no tener quiebras ni ruinas y estar verdes las yerbas de su orillas se entendía no ser batida de mares, y porque los árboles que tiene estaban todos derechos y sin azotes ni desgajes, se juzgó desto no haber grandes temporales. Este puerto, demás de ser tan airoso, tiene otra excelencia para lo que es recreación, que desde que rompía el alba se oía por todo el cercano bosque una armonía muy grande de millares de diversos pájaros, algunos al parecer ruiseñores, mirlos, calandrias, jilgueros y infinitas golondrinas, periquitos, y un papagayo se ha visto, y sin estos, otros muchos géneros de aves, y hasta chillar las chicharras y los grillos; y se gozaba todas las mañanas y tardes de los suaves olores despedidos de los géneros de flores, entrando el del azahar y albahaca; y por estos y los otros buenos efectos se entendió ser allí clemente el cielo y que guarda su orden naturaleza. A esta bahía y su puerto los hacen más excelentes la cercanía de muchas y buenas islas, en especial de siete que bogean 200 leguas; la una tiene 50 y dista 12, es muy poblada y muy fértil. En suma digo, Señor, que en esta bahía y su puerto y un tercio de elevación de polo Antártico, se puede edificar una muy grande y populosa ciudad, y que la gente que la habitare gozará las riquezas y comodidades apuntadas y de las otras que no puede mostrar mi poco ingenio, y de las que ha de mostrar el tiempo, y que se puede comunicar con las provincias de Chile, Pirú, Panamá, Nicaragua, Guatemala, Nueva España, Malucas y Filipinas; de todas las cuales tierras V.M. es señor, y que si V.M. lo fuere destas otras que ofrezco, las tengo por tan importantes que demás de ser como llaves de todas las referidas, entiendo vendrán a ser en lo que es trato de cosas curiosas y provechosas (dejo grandeza) otras Chinas y Japonés y más provincias de aquella costa de la Asia con sus islas. Y según siento, quedo corto, si me alargo en decir que pueden luego recebir, acomodar y sustentar en bienes grandes 200 mil españoles. En suma, Señor, aquel es el Mundo de que España va siendo el centro, y en lo que es el cuerpo es la uña, y nótese bien este punto. El temperamento y la bondad del aire es tal que se ve en todo lo dicho, y en que siendo los nuestros ex-tranjeros, ninguno cayó enfermo con tan ordinario trabajar, sudar y mojarse, sin guardarse de beber agua en ayunas y a deshoras, ni de comer frutas y lo demás que la tierra cría, ni del sereno, luna y sol, que no era muy ardiente de día y de media noche abajo pedía y se sufría muy bien ropa de lana; y conque los naturales en común son corpulentos y de grandes fuerzas, y algunos dellos muy viejos, y que viven en casas terreras, claro indicio de la mucha sanidad de la tierra, porque a ser enfermas las levantarían del suelo, como lo hacen en Filipinas y en otras partes que yo vi, y porque el pescado y la carne duraban sanos por salar dos y más días, y porque las frutas que de allí se trujeron, como se puede ver en dos que aquí tengo, están sanísimas, con ser cogidas de los árboles sin sazón, y porque no se han visto arenales, ningún género de cardones ni árboles espinosos, ni nieve en las tierras más altas, ni cocodrilos en los ríos, ni en las montañas sabandijas ponzoñosas, ni hormigas, que suelen ser muy dañosas en los frutos y en las casas ni garrapatas, ni niguas, ni mosquitos de ninguno de los tres géneros; que son todas excelencias para nuestra pretensión y tan dignas de estimarse que hay muchas partes en las Indias del Occidente que por sólo estas plagas no se pueden habitar, y otras donde se padece tanto por ellas cuanto yo soy buen testigo, y también arguye la bondad de aquellas regiones haberse muerto los dos indios que dellos traje a la Nueva España, como sacados de buena tierra y traídos a otra no tal. Señor, estas son las grandezas y bondad de las tierras que descubrí a honra y gloria de Dios que me llevó y trajo a la presencia de V.M., a donde estoy con la misma voluntad que siempre tuve a esta causa, que por su gran merecimiento la amo infinitamente. Bien creo del prudente consejo, grandeza de ánimo y piedad cristiana de V.M., el mucho cuidado que dará saber tan cierto cuanto conviene la población de tanta y tan importantes tierras, siendo la causa más principal que debe obligar a no las dejar desiertas, ser este el medio para que en todas ellas sea Dios nuestro Señor conocido, oído, creído, adorado y servido, siéndolo allí tanto al demonio, y porque ha de ser la puerta por donde a tantos millones de gentes, todas del cargo de V.M., les ha de entrar todo su bien y remedio, y los muchos más cuidados que daría si a ellas fuesen enemigos de la Iglesia Romana a sembrar sus falsas doctrinas y a convertir todos los bienes que represento en males mayores, y llamarse señores de Indias. También creo que V.M. estará bien advertido que un daño tan pernicioso cuanto lo es el que suena, o otro cualquier desmán si lo hubiere al presente o adelante, que ha de costar millones de oro y millares de hombres el dudoso remedio de él. Gane V.M., pues puede con poca plata gastada en el Pirú por una vez, ganar el cielo, fama eterna y aquel Nuevo Mundo con todo lo que promete, y pues no hay quien a V.M. pida albricias de una tan grande y extremada merced que Dios hace a V.M. y porque V.M. se debe tener por felicísimo, yo, Señor, las pido y por ellas mi despacho, que están prestos y de partida los galeones y es mucho lo que tengo que aprestar, navegar y obrar, y muchísimo espiritual y temporal que cada hora se pierde, que jamás se ha de cobrar. Si a Cristóbal Colón sus sospechas lo hicieron porfiado, a mí hace importuno, lo que vi y lo que ofrezco y lo que deseo y pretendo, en todo lo cual suplico a V.M. mande que de los muchos medios que hay, se dé uno para que yo pueda conseguir lo propuesto, y en todo me hallarán muy reducido a la razón y daré toda cuanta satisfacción se me pidiere. Señor, grande obra es ésta, pues el demonio le hace tan mortal guerra y no es bien que pueda tanto, siendo V.M. defensor della. Los indios de la isla de Taumaco dieron noticia de más de 60 islas mayores y menores, pobladas de gentes negras y blancas, con cabellos largos y muy rubios, y de mulatos y de indios, gentes todas como los que ahora vimos; y a buena cuenta en aquellas partes hay quince islas que tienen pescas de perlas, cuyas conchas de nácar fueron vistas este y el otro viaje, y también algunas perlas, y es de creer que no se criaron solas, ni solos aquellos hombres, ni sola aquella tierra, ni sola aquella plata, ni las demás cosas que vi. También dijeron que había tierra firme y se entiende ser la misma que allí vimos. El indio Pedro, que traje de aquellas partes, después que supo darse a entender en nuestra lengua, conformó con todo lo dicho y dió noticia de plata y de muy grandes perlas y de grandes conchas capaces dellas y de mujeres blancas muy hermosas. También d1ió noticias de islas y de aquella grande tierra, de un buen puerto en ella, de grandes ríos, de muy altas sierras, de muchas gentes, de muchas comidas y gran suma de nueces moscadas y de otras que contiene su declaración. Yo digo que aunque Pedro y los otros indios no hubieran dado la tal noticia, que de necesidad había de haber muchas y muy grandes tierras pobladas al Oriente y Poniente de las que vi, y que hay de parte incógnita más de cinco mil leguas de longitud, y en parte 80 y más grados de latitud en suma, que es la cuarta de todo el globo que allí está por descubrir. En todo me remito a papeles y a una junta de matemáticos y personas prácticas, porque sin lo dicho hay mucho más que decir y notar y allí se puede averiguar. Adviértase que la experiencia ha mostrado que en las tierras de poca altura, así al Norte como al Sur, se han hallado las riquezas de todos géneros, y que estas mismas se pueden y deben esperar de las tierras de que trato, así por lo visto como por noticias y claros indicios, y más también por ser aquel paraje paralelo del Perú, con tan buena disposición de aquellas sus tan altas y dobladas serranías. Miguel Rojo de Brito, de nación portugués, salió del Maluco y llevó en su compañía al rey de Bayseo, con gente, en 12 de sus embarcaciones, y de isla en isla fue a dar en una que estaba desploblada a causa de una serpiente que se comía los naturales, y por remate fue a la Nueva Guinea, a la cual sus moradores llaman Botan, que quiere decir tierra firme. Dice que los naturales son negros y tienen oro que traen en las orejas y el cuello, que son mercaderes y hacen una gran feria en un pueblo de una provincia que se llama Segat, a donde se compran muchos esclavos que se llevan a vender a una isla rica que se dice Cerdeña, y que hay persona allí que tiene mil esclavos. Dice de otra provincia que se llama Hugar, con fama de mucho oro, y de otra que se llama Sufia, con negros y gente mulata. Que le dijeron que en algunas islas de aquella comarca hay gente blanca y pecosa con cabellos rubios. Dice de otra provincia que se llama Apaa, sus naturales andan desnudos y algunos principales cubiertos con mantas negras y coloradas, y que estos no hacen caso del oro y dan por razón que es mejor el hierro, por mayor y más provechoso. Dice que en toda la costa hay muchos ríos y que la tierra es muy templada, sana y fértil, con mucho arroz, landa, cocos, miel, puercos, cabras, búfalos, gallinas, y que vió muchas conchas de nácar, sándalo, ciertas campanas y muchas embarcaciones y gente que tiene por armas dardos y flechas sin yerba, y se usan embijar. Que les dieron noticias de tres españoles que estaban casados en aquella tierra que dicen firme, y que eran más y se murieron, y que de aquí se volvieron a una isla que se llama Noton, a donde supo como en ciertas islas del Nordeste, y cerca de la isla de Jeue, los naturales dellas se alumbran de noche con unas piedras que tienen en la frente unos animales como gatos, y que los de Baisco, tienen por dioses a sus pasados y cuando navegan llevan los huesos dellos en unas casas, y unos palos para desviar el viento contrario o furioso. Dice que la tierra donde está la bahía de San Felipe y Santiago, la fue costeando al Poniente a donde halló otras bahías pequeñas y muy grandes ríos, y que las serranías que yo digo vi, son todas una cosa. Dice que halló una grande tierra en 11 grados y medio y que la fue corriendo al Oeste, cuarta del Noroeste, y que a 2, 4 y 6 leguas apartado della hay un grande arrecife con canal y muchas islas y llámala Tierra Firme. Dice que hay en ella muy grandes puertos y bahías y que en casi toda la costa se puede dar fondo en partes de mucho abrigo y que halló allí una bahía de poco menos de 100 leguas con boca a tiro de arcabuz y grande fuerza al vaciar de la marea, y dentro en ella muchas islas, y que es mucho lo que tiene que decir desta y de todas las otras bahías. Dice que fue navegando hasta 7 grados y medio y halló un placel de 3 a 9 brazas de fondo con muchas islas en él, por el cual anduvo 400 días, y que destos 7 y medio asta los 11 grados atrás es todo un archipiélago; y dice desta manera de las islas sin número ni cuento, grandes y pequeñas, las más pobladas de gente negra, al doble más corpulenta que la gente de la bahía de San Felipe y Santiago, cuyas armas dice que son de gigantes, y que armas y gentes son diferentes de las de la Tierra Firme, y que le dieron noticias de otras tierras y de otras gentes. Dice que volvió a dar en la misma costa de 7 grados y medio y que esta costa se va corriendo al Nordeste, haciendo una gran rinconada llamada Cambaru, y que ésta con la tierra de los Papúas, y con otras muchas islas y bajos, pareciendo toas una tierra, van corriendo hasta remate en un grado y medio cerca de las Malucas, y que la banda del Sur dejó siempre muchas islas, unas grandes y otras menores, y que esta postrera gente y la gente de las Malucas es la más ruin de todas las que vió y que la tierra es de mucho oro, pero que él no gozó de ninguno por cierta orden que llevó. Dice que allí fue a Terrenate a donde dejó la zabra con 20 hombres para servicio de aquella plaza, y de Terrenate a la ciudad de Manila, en Filipinas, de donde envió a V.M. relación que tiene el Consejo de Estado, a que él se remite, y yo me remito a ella y a la relación que envió el Maestre de Campo de Terrenate, Esquivel, y la Audiencia de Manila al Consejo de Indias; y remata conque dejó la costa de aquella tierra 50 leguas de las Malucas y que en diez años no se acabara de ver lo que vió. Por manera que según la relación confusa que hace, la tierra continuada que dice, discurriendo por las alturas y derrotas que muestra más de 800 leguas sin la multitud de las islas de muchos tamaños. Es de advertirse que los indios de Taumaco dijeron por señas, y lo que Pedro el indio dijo, y lo que digo yo por mis discursos, como se ve en primero y segundo memorial viene bien con lo que dice esta carta, de Tierra Firme y muchas islas, hombres de diversos colores y grandezas, y por esto y lo demás se debe esperar será verdad lo que los indios han dicho de las perlas y de la plata, y así lo demás. Por todo lo cual digo, Señor, que es menester estar en aquellas partes ya pobladas para poder andar y ver tantas tierras y saber lo que cada una contiene, porque de otro modo nunca se podrá saber bien ni salir de este cuidado, ni hacerse las muchas y grandes ganancias de los bienes de ambos géneros que prometen tantas tierras descubiertas y las que se han de descubrir. Dice que de la Nueva Guinea vinieron a Tidore muchas embarcaciones con gente de color tostado, cabellos sueltos, ojos hermosos, disposición común a la nuestra, y le dijeron que hay allí una gran tierra y millares de islas grandes y pequeñas pobladas de gente como son ellos, y algunos muy blancos y rubios, y que él tuvo una muchacha de aquellas partes, blanca y rubia como lo es una flamenca; y que aquella es tierra de mucho oro, de que los naturales hacen cadenas, que él tuvo muchas, y manillas que las mujeres traen al cuello y en los brazos, y los hombres los pomos de sus espadas; que tienen plata y no la estiman, y perlas de que no hacen caso, sino de la carne de las ostras que asan y comen, y que las hay tan grandes como rodelas, que llaman vías, de cuya carne pueden comer tres hombres todo un día; y que hay ámbar y algalia, mas que no la saben sacar de los gatos, y que los matan para comerlos. Que hay hierro, cobre, estaño, plomo, azufre; que hay muchas gallinas, puercos, ovejas de lana larga, cabras, búfalos y vacas tan grandes como las del Andalucía; que hay conejos y otros animales que tienen el rostro como de zorra; que hay cierta casta de gatos que tienen alas desde los hombros hasta los pechos, conque vuelan un gran trecho; que hay tantos elefantes que con sus colmillos hacen corrales para encerrar el ganado menudo; que hay brea blanca, miel, cera, arroz y según, que es cierto bizcocho de buen sustento y duración; que hay iñames y otras raíces que son de comer, y plátanos de muchas castas y muchos cocos y cañas dulces, mas que no saben hacer azúcar; que hay sal, ajos, cebollas y unos árboles grandes que sus cogollos sirven de coles y lechugas; que hay pimienta, canela, gengibre, nuez moscada y masa, que los indios no estiman; que hay infinitas almendras de la tierra, naranjas, limas, cidras y muchas otras suertes de frutas, muchos géneros de peces y las conchas de carey, que es mercadería de valor; que hay vino que hacen de ciertas palmas y de sus hojas esteras conque cubren las casas y embarcaciones; que hay una cierta yerba que llaman gamuto, de que hacen jarcias y cables que no los pudre el sol ni lluvia; que hay muchos papagayos colorados y blancos, grandes palomas torcaces y perdices y otros muchos géneros de aves, así grandes como pequeñas, y ciertos pájaros que no se sabe de donde vienen, ni los han visto vivos y los hallan muertos, sus plumas de diversos y hermosos colores que traen los indios por penachos; que hay sándalo, ébano, grandes cañas y buenas maderas y que de todos los géneros referidos hay muy grandes cantidades, y que allí no hay mosquitos ni animales ponzoñosos sino unas culebras grandes y bobas, y que se tiene noticia de una isla al Nordeste a donde hay animales con una piedra en la frente que alumbra. Dice que aquella es gente de verdad y buen trato, reconocida grata, liberal y buena de contentar, que sienten mucho si les ponen las manos en las cabezas y si les quitan sus mujeres, y que venían como mercaderes trayendo esclavos, oro, ámbar, marfil, cera, hierro y otras muchas de las dichas cosas, las de más valor que trocaban por ropas de algodón azules, coloradas y otras, que estimaban mucho cuentas de vidrio, espejos, tijeras, peines, cascabeles y cosas de esta manera y que tal vez hizo rescate que, por ciertas cosillas de precio de 50 reales le dieron otras de valor de 1.800 ducados y que si estuviera advertido le valiera 5 ó 6 mil. Dice que de las Malucas hasta la Nueva Guinea hay muchas islas grandes y pequeñas, cada una con su rey, sin reconocer a otro, y que no hay ninguno poderoso, cuyos naturales son de color pardo, bien agestados los más de ellos, de cabello largo, andan desnudos y algunos vestidos de ropas que hacen de cierta yerba y de las que llevan de las Malucas; son gentiles, vive cada uno como quiere, no tienen santuarios ni adoran a nada; sus armas son flechas y dardos de cañas con puntas de palo, espadas, crises y rodelas; son briosos y (con) sus embarcaciones de vela y remo son grandes pescadores y músicos a su modo; tienen muchas redes, telares y ollas de barro y viven de lo que les da la tierra. Adviértase que la Nueva Guinea es el remate de la Tierra Austral de que yo trato y que gentes y costumbres son todo lo demás referido simbolizan. Adviértase que aquellos indios, cuanto más se fueren alejando de las Filipinas a donde se estima el oro y las demás cosas que tenemos por de valor, menos conocerán las que tienen. Por manera que quitadas treinta y tres islas que descubrió el Adelantado Alvaro de Mendaña, es una mancha, a las cuales llamó islas de Salomón (1567) con más la isla de Santa Cruz y las cuatro Marquesas de Mendoza que descubrió el segundo viaje en que yo me hallé (1595/96) y quitando más 300 leguas de costa de la Nueva Guinea, descubiertas de atrás, vale lo que ahora se descubrió (1605/06) 500 leguas de tierra firme y el mucho número de islas referidas, y es mi tema las muchas más tierras que promete se han de hallar en aquella gran parte oculta, porque 700 leguas a Levante de la bahía de San Felipe y Santiago vi buena gente en las islas, altura de diez y diez y ocho grados, y ésta no pueden estar allí sin vecindad de otras. Con ésta son ocho las relaciones que están dadas de las grandezas y riquezas de aquella parte Austral en diversos tiempos y parajes, como lo muestra lo escrito. Es aquí de notar el mucho cuidado que Dios Nuestro Señor tiene de aquellas sus criaturas, pues cuanto más se dilata el socorro dellas, más lo apresura la Magestad Divina con nuevas y verdaderas relaciones, haciendo más ciertas, aunque cortas, las primeras; y por estas y otras razones que muchas veces di, se deben esperar de aquellas partes, doblados y redoblados bienes espirituales, y principalmente por aquella de que parece y aún fue necesario guardarse Dios en razón de su estado y providencia, para descubrirse a la postre las mejores de las tierras, para con la grandeza inclinar y vencer los ánimos de los que han de ir a la población dellas, de lo cual se ha de seguir la conversión de todos sus naturales y a Dios más honra y gloria, y a V.M. lo propuesto. En razón del caso, que ha más de un año y medio propuse a V.M. sobre que tengo presentados con éste 16 memoriales y dado muchos recuerdos, digo que por cumplir con lo que debo a Dios y a V.M. y con lo mucho que me tiene costado traerle a su buen estado presente, y con el grande amor y deseo que tengo de verle un fin muy dichoso y muy felice, que V.M. fue servido mandarme descubrir tierras incógnitas, y que Dios las mostró tan grandes, ricas y fértiles como las he significado, cuyos naturales son gentiles: recuerdo la eternidad de la pena que les espera, y que son todos del cargo de V.M., cuya piedad cristiana me asegura, tiene muy obligado a V.M. a oir sus lastimosos clamores y reclamores, y mi tan continuos y humildes ruegos, y a hacerme la merced que hoy espero de mi despacho, para con medios eficaces ir en nombre de V.M. al socorro de todas ellas, con protesto que pretendo obrar allí como quien cree que le está mirando Dios, y que hay muerte, juicio, infierno y gloria para quien hace bien o mal al género humano, y juntamente como si V.M. estuviera mirándome con el premio o con el castigo en la mano. Lo primero, por el peligro que corren aquellas tierras y gentes, es bien de advertir y de temer lo que podrá ser con brazo de rey poderoso, o sin él, pues se pueden juntar los piratas que quisieren, que andan por todos los mares buscando navíos que robar, con los muchos gastos, trabajos y riesgos que se sabe, y con ellos mismos buscar las partes que no hallan, donde poblar, y irse a aquella bahía de San Felipe y Santiago y poblar de muy asiento en ella, con recuerdo que ya se sabe en todo el mundo que está descubierta y que es muy (?) para codiciar y acomodar. Allí, Señor, representarán a todas aquellas gentes cuantos males y daños han tenido y tienen hoy los indios de todas las Indias, a fin de que no nos admitan y crean, y para que los reciban y crean entrarán dándoles y no haciéndoles fuerzas ni agravios, que en otras partes se suelen, y también pregonando la vida ancha y larga, y midiéndose muy al justo al gusto dellos, y destos y de otros peores modos que sabrán muy bien buscar, dispondrán aquellos ánimos para oír, recibir y seguir la predicación de sus errores, pues lo que más se debe sentir y juntamente, los enseñarán a navegar y pelear a nuestro modo, y les darán armas de toda defensa y ofensa, y por ser muchos y muy briosos parecen causas bastantes, sin las que más puede haber, para que en ningún tiempo se les pueda predicar el Evangelio por orden de V.M., a cuyo cargo están; con que si se condenan como gentiles se condenarán como herejes; y demás desta gran pérdida de almas perderá V.M. aquellas tan grandes tierras y los muchos millones de oro que prometen con su larga duración, y los enemigos podrán muy bien desde allí hacer muy grandes estragos en todas las otras provincias de que V.M. es Señor en su contorno, para cuyo remedio V.M. se obligará a hacer fuertes en todos los puertos del mar del Sur, y a guarnecer y sustentar sus presidios con muy crecidos gastos de hacienda, o cuando poco no pueda V.M. excusar tal armada que baste a defender las costas, y esta quizás será tan costosa como el Pirú de provecho, con pena de que no podrán navegar navíos amigos, seguros de ser robados, y con esto se perderá el trajín y V.M. los derechos, los vasallos, las haciendas, y las provincias su mayor comodidad; ni menos estos navíos pueden estar en los puertos, seguros de ser tomados, o para aprovecharse dellos, o para echarlos a fondo y con esto poder hacerse señores del mar, y luego pretender la tierra, y la bahía quedará siendo para ellos una Rochela y ladronera para entrar y salir cuando querrán. Debe advertirse que como Cortés y Pizarro con poca gente y pocas armas dieron principio a la monarquía de América, que estos otros, pues el año de 1600 han entrado por el estrecho de Magallanes catorce urcas, que por no tener puerto sabido donde descansar y reformarse y hacer alto y perpetuarse, pasaron de largo; también podrán entrar 100 y 200 y si hay estrecho de Aman tan buscado de ellas, entrarán mil o ganarán aquel paso, y para poder quitárselo ya se ve lo que esto suena y los daños que de allí podrán hacer en todos los reinos de las Indias del Oriente y del Poniente, y en todas las tierras que descubrí que están con aquel estrecho, Norte, Sur, y los vientos muy favorables para poder ir y venir. Y demás desto, pueden por allí contratarse con la China, Japón, Catayo y demás provincias de la Asia, con sus islas, y quitar a España todo lo que su comercio o gran parte. Y por estas y otras razones, digo, Señor, que conviene ser sabido si aquel estrecho le hay, o para poner en él remedio o para desengañarse que por allí pueden recebir las Indias los daños aquí referidos y los otros que de presente no se alcanzan; y si conviene que aquel estrecho sea descubierto, yo me ofrezco hacerle descubrir desde la parte Austral, sin que V.M. me dé los 20 mil ducados de renta perpetua que se pidieron por descubrirle, con más el gasto de 60 mil ducados que había de costar el despacho de gente y navíos. También se debe advertir que ya no hay navegación que se haga difícil, ni trabajos a las naciones que buscan riquezas, o la mejor comodidad, y que las septentrionales no ignoran el buen modo de navegar, m son para menos que otros, y que así como van a las Indias a sólo cargar de sal en las salinas de Araya, mejor irán a ganar aquel Nuevo Mundo y a robar y dañar el viejo; y los unos y los otros darán principio a otra nueva monarquía para sí. Y allá tienen mujeres blancas y hermosas o de los colores que querrán, con quien se pueden casar. Señor, la grandeza destos y de todos los otros daños representados, de necesidad han de obligar al remedio, o sea de los estrechos o de las costas de América o de las nuevas tierras que no se pueden intentar sin gasto de muchos millones de oro y millares de hombres, conque la victoria será dudosa y dudosa la reducción de aquellos naturales, por las razones apuntadas; y este remedio, cuanto más se dilatare, será mayor la resistencia, y por esto mucho mayores gastos y las pérdidas y gastos de entrambos géneros y partes muertas. También se debe advertir que de ida y vuelta, pues ha de ser siempre por tierras de V.M. y puertos sin fuerzas, pueden estos enemigos hacer otros tantos daños que juntados a los demás que recibirá España faltando la plata de Indias, parecen ser incontables, y muchos más lo serán haciéndose ricos y poderosos y empobreciendo a todos los reinos de V.M., a quien suplico cuantas veces debo y puedo, sea servido de considerar todo lo aquí referido; y juntamente que la vecindad de gentes que viven en libertad de conciencia y de presas y que pretenden lo sabido y lo secreto, así de presente como adelante, no le está bien a las Indias, a donde sus tan mal tratados naturales desean salir de sujeción, y el grande número de esclavos su libertad, y a donde son tan sobrados y briosos los mulatos y tanta la gente blanca perdida, y muchos que cantan agravios y malos premios, y otros poco obligados, y algunos que desean que las riquezas nunca salgan de la tierra. En suma, Señor, a donde el trabajo amarga y se busca con modo astuto y injusto, quien are y cave, y huel-guen las tierras y lloren los que vinieren; quiero decir que a donde hay grande y amada ociosidad, bien habrá quien diga las novedades que amenazan y puede haber. Si mucho he dicho, mucho más queda que decir y todo lo debe y puede V.M. remediar, sin que se pierda más tiempo conque aquella bahía sea poblada, pues no ha de costar más de los 500 mil ducados gastados por una vez en el Pirú, a donde se ha de armar la jornada que es para aquella tierra un gran beneficio y muy buena la otra a donde se ha de sembrar para coger todo cuanto Dios dará en ella en todos tiempos. Bien parece que muestra este discurso ser fuerza que V.M. adquiera todos los reinos que ofrezco, para poder conservar los que tiene. Lo segundo, a V.M. le importa muchísimo hacer aquella población, pacificación, conversión, enseñanza y seguridad de tantos y tan altos bienes a costa de 500 mil ducados gastados por una vez, advirtiendo que si de una vez se tratara de apaciguar el reino de Chile, no hubiera necesidad de haber en él un presidio con gasto de 250 mil pesos cada un año, ni tantos españoles consumidos y ocupados, ni tantos otros daños recebidos y temidos, ni tanta inquietud de aquel reino y cuidados de este. Señor, pues hay dinero para Chile y ha habido para otras partes mínimas millones de oro que gastar y millares de hombres que emplear. Suplico a V.M. sea servido de mostrar para con aquellas tan grandes y ricas tierras, que con tantos mis trabajos descubrí por mandado, en nombre y en tiempo de V.M., un poco del mucho amor, otro poco de tanto dinero y unos pocos de los muchos hombres que hay sobrados en el Pirú, conque se dará principio a muchas ciudades de gobierno concertado. Poblarse han muchas y muy grandes islas ya descubiertas, descubrirse han de nuevo otras tierras, para que de todas ellas se cojan y gocen perpetuamente todas las riquezas que tienen y las comodidades y seguridades que prometen a todos los reinos de V.M. Y créase de mí que sólo el gastar V.M. su hacienda ha de ser la cal y canto conque la obra se ha de levantar, lucir, durar, henchir y satisfacer el cristiano celo de V.M., y lo que ha de dar la más honra y gloria pretendida y esperada en esta y en la otra vida. Y juntamente que el persuadir a este gasto es el mayor de mis servicios, y que si yo buscara honra, provecho o descanso, o de otro cualquier género algún don, así en las ocasiones que tuve en aquellas partes, como en esta Corte, pidiendo a V.M. para mí grandes mercedes y papeles para otros, y con ellos fuera al Pirú o a la Nueva España, a donde no me habían de faltar personas con quien juntarme para hacer lo que dice el capítulo siguiente. Cuando en semejantes empresas se ofrece gastar y ir suelto un particular, diga el mismo lo que le mueve, que yo digo que no sueldan bien las obras divinas con las que he visto humanas, forjadas en un corazón de carne sin espíritu, y que no sé si se repara en sanos medios, ni en la duración de la obra, sino que sólo se atiende a propios bienes, y que estos males se buscan y quieren aunque sea con rabia ajena, escándalos de reinos y pérdida dellos. Demás desto, como no puede suplir la costa con su bolsa, ayúdase de las ajenas, y de este y de otros peores modos se arma una mala compañía de parejas intenciones y todos juntos buscan otros que no caben a donde salen por causas que ya se entienden, y tales obreros pocas veces aseguran la esperanza de que han de hacer lo que deben, a donde una sola insolencia suena y alborota un reino y disipa muy grandes obras, y para volver a componer los desconciertos que ha hecho, son menester los milagros de San Pedro. Demás desto esle fuerza al que gobierna sufrir cosas y disimular otras en que la malicia se esmera, y junta-mente la representación de los gastos, las comodidades y grandezas que dejaron, la calidad de sus personas, los peligros a que están puestos, lo mucho que son de importancia, los grandes hechos que hicieron, los grandes premios que piden y lo poco que merecen, y como son muchos los quejosos, todos de un caso, son fáciles de ligar en una misma voluntad, conque sobra para haber mil desconciertos por este cuerpo compuesto por muchas cabezas diversas en pareceres y sabores, y parejas en querer que sea la suya la suprema, o a lo menos que la que lo es no se atreva a castigar, refrenar, descomponer ni aún dar el más ligero disgusto; más antes, por sólo mal conservarse, mejore, abone, sustente y defienda aquellos que con esto y lo demás toman licencia para preguntar (como suelen) "<qué ha puesto el rey aquí?", y otros responden "nada, pues todo lo que ven los ojos y se espera desta tierra se ha armado y sustenta sobre nuestro dinero, industria y hombros, y della enviamos a España todas las riquezas que tiene, en cuyo retorno nos envían a visitar y a gobernar uno y muchos que nos tratan mal cuanto quieren, sin atención a nuestros méritos y los pocos suyos en lo que es esto; y por querer señalarse para otros fines que tienen, es lo más cierto, desaciertos; y por remate para su vuelta un gran cuidado de vendimiarnos las cepas, y no contento, corta dellas sin reparo de que hay otro año y que somos las columnas sobre que estriba esta máquina, que en todo caso que las tronchen, es cierto el caerse luego, o cuando poco, declinando, caminar a su ruina. Y con esto y con las cizañas que siembran para discordia y para memorias, no quedando cortos en nada, está muy cerca la pérdida del amor, que el temor está, V.M., muy lejos; y en habiendo desamor es cierto el aborrecimiento y luego el odio y un mal deseo, conque se puede temer una revolución entera, y todo está en empezar a barajar, o como se dice, en haber uno que sepa levantar la caza. Muchos ejemplos hay de lo dicho y un poco más que decir. Si V.M. se sirve de gastar 500 mil ducados, cierra del todo las puertas a los peligros referidos, y a los que abajo se dicen, y a la debida obligación de sustentar en los gobiernos perpetuos al que piensa que por su gasto es señor libre, sin tener otro a quien deba cuenta con pago; y aunque sus lenguas y las de sus allegados y interesados digan cosas contrarias a las que suenan, lo cantan en muy alta voz, con lo que hacen que para mí, son las muestras de los ánimos, la baja de la Hacienda Real, los daños de gentes nuevas, las pérdidas de tantas almas, las ruinas de los reinos, los cuidados sin remedio y las grandes ofensas de Dios, que es lo que más se debe sentir. Ser a costa de V.M. intentada esta y semejante empresas, o serlo por un particular, no hallo menos dife-rencia que de acabarse bien o acabarse mal, ni más dificultad ni distancia que la que hay de saber o de querer a no querer; en suma, de hacerse una tan buena elección que asegure el caso, o entregarlo a los lobos. De gastar V.M. su Hacienda resulta escojerse la gente de todos los estados y menesteres, llevarse bastantemente lo necesa rio, cumplirse las instrucciones cristianas que V.M. dará, tenerse cierto el socorro, la parte de V.M. más fuerte, y caminar siempre con luz, para que después no se diga lo que ahora dicen los naturales de las Indias: que a todos los midieron de noche por una vara, ni pintarse uno, cercados de gentes de todos estados, con tijeras en las manos, trasquilándole; ni decir otro que si Dios mandó a Adán que comiese con el sudor de su rostro, que a él y a todos los de su pueblo los hacían bien sudar para que comiese uno nuestro; ni otro, que estaba juntando dinero para comprar un poco de justicia; ni otro, cuyo tema era decir "españoles, idos de mi tierra, ¿qué queréis en ella que no os veo más de holgar y mandar y tener por el mayor de nuestros delitos, y por la menor de vuestras quejas, que trabajamos poco para vosotros? Bien bastaba y sobraba que fuérades nuestros puros gobernadores y no nuestros absolutos y disolutos señores; si lo lleváis por antigüedad, vosotros sois los advenedizos; que si por dueños, nosotros lo somos de todo lo que buscáis; si por razón y justicia, ninguna, ninguna tenéis de nos quitar nuestra tierra; si por medrados, tan desnudos y descalzos estamos como solía; si por crecimientos de gentes, habéisnos casi acabados con vuestra cudicia; si por buen gobierno, en tiempo de nuestro rey Inga no había ociosidad, homicidio, adulterio, hurto, engaño, fuerza, agravio, injusticia, crueldad, ni tiranía que no fuese diligente y fielmente ave-riguado y sin respeto breve y rigurosamente castigado y mucho de esto nos falta y también nos sobra", y otro a quien, aconsejándole, su amo le dijo: "mira, no te engañen"; dijo el indio (que) no podía ser engañado porque ya era cristiano; preguntándole el amo: "¿y cómo se ha de entender eso?", respondió el indio: "porque sé jugar, jurar, mentir, engañar, pleitear, robar y matar"; a esto dijo su amo: "y, pues, ¿eso es ser cristiano?", y el indio dijo: "si, porque vosotros nos lo habéis enseñado". Y otro que decía:"si nos alabáis la humildad, ¿cómo os ensoberbeceis de manera que parece queréis desafiar la razón y confundirnos a todos?; si decís que la pobreza es muy buena, ¿cómo procurais con tantas ansias, y contra toda equidad de vida a nosotros, haceros ricos, levantar casas, vestir y comer tan sin tasa, acomodaros de todo y no cansaros en nada, cosas que deben ser las muy buenas pues las procurais y seguís?" Otro que decía: "Si os debemos, decís: Ah, perros, dad acá dineros, que sois como las encinas, que dan el fruto a palos"; si os pedimos lo que nos debeis, decís: "estos indios están borrachos, porque somos cristianos no nos honráis más, ni por los muchos beneficios que recibís de nosotros nos afligís menos, ni de cuantos nos sois en cargo cuidais de restitución; yo no os entiendo ni menos sé por qué decís que habéis de ir al cielo, y nosotros al infierno, esto y mucho más". Yo digo que si un hombre no conocido de otro le dice coma una cosa que nunca ha visto, aunque más le signifique los bienes que le han de venir por ella, y él dice, hágala salva quien se la da, y ve que no quiere, que no es mucho que dude o no la quiera comer. Y también digo a los que dicen que los indios tienen faltas, que acá no somos santos, teniendo más obligaciones a vivir bien, y que si los daños que se dice que ellos hacen cuando pueden a los nuestros, fueran primero que los millares dellos, de todos los géneros, que los nuestros les han hecho y hacen, que en cierta manera parece que se les podía dar alguna culpa, como se la dió a un indio (según me dijo) el gobernador de Santa Marta, Mancio de Contreras, diciéndole: "¿Cómo siendo vos principal habéis quebrantado la paz y nos dais guerra?"; respondiole que entre los suyos no eran palabras ni paces quebrantadas, habiéndoles a ellos tantas veces faltado de nuestra parte. Y dicen los pocos indios que vienen a España que no hayan en ella la honra, riquezas, descanso y lo demás que en sus tierras tienen los españoles que van a ellas; y al menos que no hallan quien les dé pan. Yo digo que todo lo dicho es a fin de que sea visto, que aquellos indios no son tan ignorantes como los ha-cen y que si los hubieran honrado, hacendado, enseñado y descansado, que supieran ver y rever, finar y refinar, decir y hacer tan gustoso como provechoso. Y también digo que muchas bien apretadas cédulas que en su favor V.M. tiene dadas, que les aprovechan muy poco y que el remedio pide priesa. Mas, Señor, todas las jornadas que se han hecho en las Indias a costa ajena o fueron tan mal plantadas como se ve, o no tuvieron efecto, ni se excusaron de olvido, daños y pérdidas, y la mayor, del tiempo. Es ejemplo, dejando atrás muchos. Si V.M. mandara hacer la jornada que hizo el Adelantado Alvaro de Mendaña (en que yo me hallé, año de 95) a costa de la Hacienda Real, no se hubieran perdido desde atrás hasta el presente treinta y ocho años de beneficio espiritual y temporal de todas las gentes y tierras incógnitas, que ha sido tan gran pérdida como suena; ni yo hubiera trabajado ni padecido tantos años por las librar del olvido, que no fue pequeña pérdida para ellas y para V.M. y para mí. Mas, al fin, el buen Adelantado gastó su hacienda, hizo todo cuanto pudo y remató con dar la vida. Yo voy dando la mía, habiendo gastado la hacienda; lo demás callo con decir que se aprueba el prevenir las cosas que pueden ser y se han visto, mayormente en sus principios. Quiero decir cuánto puede el bien saber guiar las cosas, y para la ejecución buscar y obligar hombres de bien. Para ser bien entendido lo que pueden valer los bienes de ambos géneros de que aquí vamos tratando, hago ejemplo y digo que si la desorden consumió los muchos millones de indios referidos en un Memorial que presenté, en razón de las Indias del Occidente, que con una orden buena había de ser hoy una gran suma de millones dellos; y cuando sólo fueran los dichos sería una ganancia tan grande para el cielo cuanto suena, y para la tierra. Digo que si con menos de dos millones que hoy viven, han venido y vienen cada un año a España de ocho para catorce millones de oro de V.M. y particulares, que a su respeto de tantos millones de indios, como están dichos, vendrían 150 millones de oro. Esto pudo ser y si no, sea la mitad, y de esta mitad la mitad. Falta saber quien ha de pagar a Dios y a los indios y a V.M. todos los daños pasados, con más los que ha de haber hasta que el mundo se acabe, que vienen a ser los daños tan incontables que asombran a quien los considera; y si abúndase un poco más piérdese el ritmo y la cuenta, y paga por tan infinitos daños cuantos allí se puede hacer, por no haber prevenido, que no tengo hombros para llevarla, ni soy de parecer que otros la carguen, y estos discursos y avisos obligan a V.M. a gastar su hacienda por una vez con mano larga, para que después no haya de que arrepentir ni que pagar. Doy a V.M. las muestras de mis cuidados, deseos y mis prevenciones para con la población y buen gobierno de las tierras Australes, a donde V.M. se sirve mandarme ir, y voy con ánimo determinado de que con el favor de Dios introducir entre los nuestros toda buena disciplina cristiana, política y militar; y para esto buscar cuanto V.M. me ayudare y a mí fuere posible, las más personas de ciencia, experiencia y conciencia que hallare en España, digo, pues en España se podrán hallar fácilmente cuáles conviene para aconsejarme con ellos, y acordar como quien tiene el caso presente lo que se debe hacer vivamente ara que a aquellas gentes, en lo espiritual y temporal, res luzca nuestra ida a su tierra y vayan siempre subiendo de unos bienes grandes a otros bienes mayores; y esto lo confiesen ellos y lo canten todas las naciones del mundo; y juntamente otras personas de guerra, mar y negocios para repartir trabajos y ser ayudado de ellos en los casos que lo piden, así a la vista como en ausencia, siendo como serán todos importantísimos. Y más, pido artistas y oficiales de todos los oficios, bien menesterosos allí, para con los unos y otros dar principio a la primera ciudad, que ha de ser como dechado de todas las que ha de haber en aquellas partes, porque no vengan a ser ciudades de bahareques y repúblicas de desconcierto, y que por estos haya después allí muchos y muy grandes males y daños en los bienes de ambos géneros, sin remedio. El número de las personas referidas, así eclesiásticos como seculares, es de 80. Ya he mostrado a V.M. cómo se pueden llevar estas piedras fundamentales para aquel grande edificio, desde España, sin que cueste más dinero de que V.M. mandare se gaste. Los mil hombres que pedí son los menos que piden tan grandes y lejas tierras, a donde hay mucho con que sustentarlos, acomodarlos y repartirlos, es a saber en fuertes, fábricas de navíos, ingenios de azúcar, añil, en las minas de plata y oro y pesca de perlas, sementeras, crías y guardar lo dicho, en hacer descubrimientos por mar y tierra, enviar avisos y naos de tratos, fundar la primera ciudad, hacer segunda y más poblaciones, y por los que pueden enfermar, faltar o envolverlos a enviar por incorrectos y porque muchos han de ser oficiales, por lo que importa ganar tiempo, con protesto que este poder no lo pido para matar m maltratar los naturales, a quien deseo y he de pretender se les haga so juicio rigoroso, el mismo trato que para mí quiero y no quiero, sino porque el poder es un medio eficaz para ejecutar cómoda y brevemente el intento. Es la razón porque cuando nos vean con fuerzas no se atreverán a dar ocasión, y no la dando no recibirán daño en la necesaria defensa; quiero decir que aquellas gentes no pueden luego saber nuestras lenguas ni adivinar nuestros intentos ni todos los misterios de la fe que le van a pregonar, y que es cierto que no han de tener por buenas las malas obras que les harán, sean por la razón que fuere, y que las buenas son las que los han de desengañar, obligar, asegurar y hacer que nos amen y crean, y con esto los religiosos podrán muy bien disponer las cosas de su ministerio, y cuando así no sea, en cualquier caso o juntas de las que el demonio les hará hacer por destruirles su bien, nos podremos defender sin ofenderlos, y para defenderlos de sus enemigos, si los tuvieren, y para amparar los que ya fueren cristianos o lo quisieren ser, habiendo quien se lo impida, y para defender la tierra de los enemigos de la iglesia de Dios y de V.M. que allí aportaren, y para defendernos de nosotros mismos, y todo esto lo ha de hacer el poder, con pena que no se ha de hacer cosa buena, salvo si lo fuera por milagro. Advierto a V.M. que un muy bueno, muy cumplido y muy a tiempo despacho es muy forzoso para dar principio a este tan gran caso, y que el socorro cierto asegurará lo hecho, y que con leyes justas y santas ins-trucciones se puede abrir un muy breve y muy seguro camino para hacer en aquellas tierras una República que se pueda decir concertada, y esta tal se ha de armar sobre hombres que lo sean de veras y muy substanciales, y para que a los tales se les levanten los pensamientos y quieran dejar acá lo seguro poseído por ir a poblar, pacificar, defender y sustentar tierras para V.M., son necesarias grandes mercedes de honras, franquezas y libertades para inclinar y aficionar personas de quienes se puede esperar grandes efectos, y con las unas y otras mercedes V.M. ganará los ánimos de todos, así españoles como indios, de tal manera que se pueda desde luego decir que por este tan pequeño precio se compró tan grande parte del mundo y se aseguran tanto sus bienes espirituales y temporales cuantos hay y ha de haber en este caso, en que hay tanto que decir y considerar y bien mandar, con pena de lo contrario. Esta empresa es la mayor que tiene el tiempo presente y venidero. Advierto a V.M. que temo mucho se acabe antes que tenga principio, quiero decir que de su principio pende poderse después contar que la grandeza de V.M. será ella tanto mayor cuanto V.M. fuere señor de muchas más gentes bien adquiridas, gobernadas y sustentadas en paz y justicia. Aviso que todos los que saben dicen que la baja de las Indias Occidentales procedió, la mayor parte, de repartir los indios entre personas no bien miradas, pues se dieron tan gran priesa al desfrutar y apurarlos. También recuerdo que si hubiera habido orden, que las riquezas presentes serían muy redobladas, y que estarían seguras las venideras tan necesarias; y que hoy se dice en las Indias que "si quieren indios, que no hay plata, y que si quieren plata, que no hay indios para veinte años", y plata y oro no son las mayores pérdidas pues ha habido otras que no tuvieron número, y ahora las hay que no tienen precio, y lo porvenir que Dios lo remedie. Los hermanos de Juan de Dios que pedí son para que todos cuantos hospitales se fueren fundando les sean luego entregados con buenos propios, y poder curar en ellos con buena comodidad a todos los naturales, para que con este gran beneficio les obliguen a que nos amen, y por esto nos crean y sigan, y juntamente para curar los nuestros de todas cuantas enfermedades tuvieren los unos y otros, en cuartos aparte. En suma, si pareciere para poder cumplir todas las catorce obras de misericordia a cuyo cargo pueden estar como personas que profesan caridad, quedando inferiores al Cabildo que les pueda tomar cuenta, ir a la mano en cosas de esta materia y suplir cuanto les faltare. En cada uno de estos hospitales ha de haber cuatro o más sacerdotes, en cuarto aparte, para sacramentar los enfermos, sepultar los muertos, decir las misas, y por sus cuartos velen, consuelen y ayuden a los que están muriendo, así en los hospitales como en las ciudades, por ser esta obra muy necesaria y meritorio. Tendrase cuidado conque no se lleven del Pirú para soldados, hombres de mucha edad, ni enfermos, m de mala vida y fama, ni aquellos que todo su derecho fundan en la presunción y arrogancia, y que les parezca que todo es poco para ellos, ni menos aquellos que sólo muestran llevar puestos los ojos en su interés, ni de los que dicen que nunca Dios dé paz. Y se procurará que los oficiales sean prácticos y tengan mucho cuidado en procurar la modestia y destreza de sus soldados; y también se procurará que sean marineros y artilleros, huyendo siempre de que no haya soldados que digan lo que dijo uno usado a robar y matar a indios, que después de muerto pondría el alma sobre un cerro, y que quien fuese su dueño viniese por ella. Si Dios me hiciera merced de darme a escoger las personas que a mi alcanzar conviene para empresa de tanta honra y gloria suya, suplicarle la fuese servido enviar a todo su Colegio Apostólico, y si el Pontífice Romano me dijera hoy: "pide mucho, que tu demanda es justa" (como me dilo Clemente VIII, de felice recordación), le pediría los sacerdotes y religiosos que están haciendo milagros, y si V.M. me preguntara qué personas serían más a propósito para dar principio a esta obra que a V.M. tanto conviene e importa, yo dijera: "envíe V.M. a todo su Consejo de Estado, que es muy cristiano, sabio y prudente", y cuanto a mí, de tres cosas aseguro, es a saber: grande amor, grandes deseos de acertar en todos casos deste caso, gran cuidado, diligencia y vigilancia a buscar los medios, que dará Dios cuales convienen para la conversión de tan gran número de gentes. Note V.M. que dije que si mi persona no era a propósito para esta obra, V.M. enviase otra que lo fuera, porque los muchos millones de almas presentes y venideras de aquellas gentes no perdiese todos sus bienes por mi poco merecimiento, o otro mi particular, y que si fuese necesario le iría sirviendo de lo que quisiese mandarme, y la dería firmado de mi nombre, con que alcanzaría los tres títulos que pretendo, de que ya tengo los dos, es a saber: testigo de vista, solicitador desta causa y guía de los que hubieren de ir a encaminar a todas aquellas gentes. Las razones que doy para que esta jornada se arme en la Ciudad de los Reyes del Pirú, son, por tener a dos leguas el puerto del Callao, a donde hay muchos navíos de todas partes, y muchos marineros con todo lo menesteroso para navegarse, y porque hay mucho bizcocho, harina, legumbres, vino, aceite, carne, pescado, sal, con todos los demás bastimentos, cuya duración tengo bien experimentado, y porque desde allí a la bahía de San Felipe y Santiago he conocido los vientos, los tiempos y el camino, porque todos los doce meses del año he estado en los mares de aquellas partes, y porque soy muy conocido y práctico en aquella ciudad y su comarca, y por la mucha gente honrada sobrada que hay en todo aquel reino, y por la facilidad que hay de ir de Lima al Callao a embarcarse las familias con todo lo que se ha de llevar. Siendo Dios servido que haya llegado a la dicha bahía a donde se ha de ir a hacer alto, se han de hacer las cosas siguientes: Lo primero un fuerte, el que pareciere bastar para acomodar y asegurar las personas así de los naturales como de algunos enemigos que allí aportaren. Lo segundo, haráse una sementera de trigo, arroz, maís y de todas las semillas nuestras y de las raíces de la tierra, que es sementera que no se puede talar ni quemar con la facilidad que otras; guardaráse el bizcocho, a harina, vino, aceite con los demás bastimentos que se llevarán de respeto, así para de tornaviajes como para que la gente se sustente en cuanto se siembre y se coge; y se buscará de comer en la tierra por medio de las cosas de rescate que se han de llevar para este fin y para contentar los indios, y rescatar con ellos lo que tuvieren de valor, que aunque la tierra es fertilísima, no es acertado que se entre en ella con falta de comida, porque ésta o sufre dilación de un día ni es justo que por fuerza se quite a los indios la que tienen, pues será escandalizarlos y cortar el hilo al intento que se lleva. Lo tercero, haránse las más fragatas pequeñas y bergantines que se pudieren, que sirvan a vela y remo, para luego descubrir y trajinar. Lo cuarto, háse de procurar con vivas obras ganar la voluntad de los mayores por facilitar los medios para atraer los menores, y juntamente que de las provincias vecinas y lejas, y de las islas comarcanas, se traigan por modos suaves a nuestra compañía todos los indios que pudieren haber para (que), bien tratados y vestidos, enviarlos unos a sus tierras para desengaño de otros, quedando algunos, así por prendas como para enseñar sus lenguas, desprender la nuestra y servir della, dar noticias y avisos de cuanto se les preguntare, y en habiéndolos asegurado, y de nuestra parte un trato amoroso, fiel, reportado y duradero, tengo por cierto (según lo que dellos conocí) que se acabará con todos lo que se desea y pretende, para atraerlos al conocimiento de Dios, obediencia de la Santa Sede Apostólica y de V.M. Lo quinto, háse de tomar el pulso a los tiempos, calar las tierras, desentrañar las grandezas y secretos, entender todo el modo de vivir de sus naturales, correr las costas al Oriente y Poniente,y las islas de cerca y lejos; y luego que se haya tomado la razón, lo más que fuere posible, se hará la descripción y relación y con ella ya las noticias que dieren los naturales, el estado presente, con lugar a donde se hubiere poblado, y la forma que se va dando en el gobierno, y todas cuantas riquezas se hallaren buscadas con gran diligencia. Y al unos de aquellos naturales, muchachos, mozos y hombres, por lo que podrán ser útiles acá y allá; cuando vuelvan se despacharán en avisos en tiempos diferentes a Lima, a México, para que V.M. sea de todo informado y se sirva conceder, añadir o quitar lo que pareciendo convenir para que aquella obra se encamine de tal modo que lo presente sea bonísimo y se espere de lo venidero gran mejoría. En fin, Señor, yo deseo ver allí, bien plantadas y perpetuadas tres cosas, es a saber, cómo se desterrará la ociosidad, peste del mundo, y habrá para con ella muy riguroso juicio; cómo las puertas estarán abiertas y francas a la virtud, con grandes premios; y cómo la caridad será fervorosamente ejercitada. Lo sexto, los religiosos darán a entender a los soldados la grandeza de la ofensa que harán a Dios matando los cuerpos y almas de aquellas gentes que tendrán ya dentro de su tierra, y a las puertas de sus casas los pregoneros del Evangelio, a quienes oir, creer y seguir; y la grandeza de la ofensa que harán a nuestra Santa Madre Iglesia Romana en perturbar su santo intento, y los triunfos que tendrán, con gloria eterna, de que aquellas gentes sean bien encaminadas, y lo que Dios estimará que se le tenga este respeto y que se fíe más de su poder y providencia que de nuestras armas y industria. En suma, decirles han que se trate allí puramente del servicio de la Magestad Divina, en quien y por quien lucen los trabajos y están ciertos los premios, y que de este modo no se podrá decir en ningún tiempo que nosotros, en nombre de Dios, vamos a quitar a aquellas gentes todo cuanto el mismo Dios les tiene dado, y al menos que si es mucho y muy bueno lo que les vamos a enseñar, que se lo vendemos muy caro, y que sin tasa nos paguemos de nuestras manos y dejamos para otros poco o nada. V.M. esté cierto de que no ha de ser allí bien servido si no se procura que Dios Nuestro Señor sea servido con todas veras, y siendo así, los que no hubieren servido tendrán por premios millones de bienes espirituales y temporales en cielo y tierra, que es todo lo que se puede buscar, y al contrario, por tan graves delitos grandes castigos en ambas vidas. Reforzar los pusilánimes de la guerra que sus cuidados las harán, y para abrir los ojos a noveles o de poco alcance, que aunque tienen presente las grandezas y bienes grandes de que les ha de caber grande parte, no sé si todos los ven y así dañan como si vieran. Se ha de hacer una plática a toda la gente junta, representándoles, para del todo obligarles, los estandartes y banderas de que los otros pobladores españoles levantaron y mantienen en tantas partes del mundo, no todas de la bondad y esperanza de aquellas, con los numerosos triunfos y bienes que se han cogido para las dos magestades de cielo y tierra; la honra y fama que ganaron venciendo dificultades, despreciando peligros, atropellando trabajos y lo demás que pudieran hacer perder a ellos sus premios y el grande nombre de la patria, España, por quien se debe más que por la vida, y que pues Dios les ha llevado a aquellas tan buenas tierras, a donde con grandes ventajas pueden ganar lo que otros no han podido, que no se olviden de la poca estimación que merece el que, puesto en ocasión, se muestre menos hombre que otro, y más en parte a donde la honra, provecho y fama ha de costar tan barato el adquirirlos. Lo octavo, procurarse ha de toda buena disciplina de la gente, harase buen tratamiento habiendo palabras o quiebras, hacer las paces, estorbar juntas, bandos y desafíos, desterrando y acabando las leyes del duelo, conque el que hiciere la afrenta, ése sea el afrentado y castigado por hombre que se quitó la honra a sí mismo, y así habrá reportación y se excusarán los grandes males que hacen leyes tan contrarias a la de Dios, y vivirse ha con cuidado y lo demás que bien se deja entender. Lo nono, por remate, se acordará lo que a todos toca en general: un Dios, un Mundo, un Adán, un pecado, una redención, una Iglesia, un pastor, un rey, un bien, un mal, un premio, un castigo, una muerte, un juicio, una gloria, un infierno y una eternidad. Luego se tratará de dar principio a la fundación de la ciudad, su sitio (a) orilla del río y del mar, como está dicho; a sus cuadras y calles que han de ser a nivel se les darán los pasos de ancho y largo que allá pareciere; las plazas serán cinco, en las cuatro habrán cuatro conventos, sin arrimarles casas, y estarán con buena comodidad y autoridad; en la del medio, de la cual han de salir doce calles, estará la iglesia mayor, las casas de V.M. y las del Cabildo; en las otras cuatro placetas, como se ve en la planta, estarán cuatro parroquias, y todas nueve plazas a iguales distancias, las cinco grandes en cruz. De este modo todos los moradores de aquella ciudad tendrán cerca iglesia y plaza. De las casas se acordará la forma, conforme a estados y oficios, y porque las paredes de todos los cuatro lados sean iguales, y las calles que atraviesen sean como principales, estarán los jardines o corrales hacia los cen-tros de las cuadras. Los castillos se harán en los lugares que pareciere estarán mejor para defensa de la ciudad y del puerto, y todas las obras se harán de una vez, porque después no haya que remendar ni que mudar la ciudad, como desean México a sus altas y Lima a su puerto. Todo esto y mucho más se puede hacer allí cómodamente, así por el mucho aparejo de materiales, como por el buen ánimo de pobladores, no digo en un día ni en un mes, sino que se dé buena forma al gobierno y se tracen y encaminen las obras desta ciudad, cuerda y acertadamente, y que se acabará cuando Dios fuere servido, de cuyo poder y querer se ha de fiar, y esperar todo favor y ayuda, así en lo referio como en todo lo demás que se pretende. Si a V.M. le parece, sería conveniente hacer en aquellas partes, brevemente, tres poblaciones: la una en la dicha bahía, la otra lo más que fuere posible (a) llegada al Pirú, y la otra acercándose a Filipinas, para que todas estas provincias se puedan comunicar cómodamente unas con otras, y aquellas partes consigo mismas, recibiendo lo que les traen y distribuyéndolo entre sí, y dando lo que tienen por retorno; y para que los naturales, general y más brevemente, reciban su mayor beneficio, que ninguna ciudad sea de menos que de cuatrocientos vecinos, porque importa muchísimo, así para la conservación y aumento de los nuestros como de los naturales. Si fuese conveniente agregar los indios a pueblos, será primero enseñándoles y ayudándoles a hacer sus casas de piedra o de ladrillo, con sobrados, corral, cocina, lecho mesas, sillas, cajas, con lo demás necesario para vivir, dándoles a entender despacio cuán bien les está lo dicho, pidiéndoles su consentimiento y no de otro modo, porque sería matarlos quitándolos por fuerza de sus querencias y llevándolos a hacer casas por sí mismos a donde primero que puedan hacerlas, y sembrar y coger, se mueran de pena y faltas y de sobra de trabajos. Haránse luego seminarios, a donde con consentimiento de los padres se recogerán, doctrinarán y enseñarán a los hijos, y esto con el cuidado celoso que lo sabrán bien hacer los religiosos que allí fueren; y si este modo no bastare se buscarán otros muchos para descubrir los sujetos y guiarlos a lo que cada uno mostrare ser inclinado, y aquellos que más esperanzas dieren se encaminarán al sacerdocio, y ordenados se enviarán a todas partes a predicar a sus padres y naturales, de lo cual entiendo (así por saber las lenguas como por otras firmes razones, y las daré si luego se quieren saber) que se han de sacar deste modo muchos y muy grandes efectos en las almas, pues se debe creer que el hijo o padre que sabe que el padre o hijo se condena, le obligará el amor al dolor, y los dos a hacer sin cansarse muchas más que las ordinarias diligencias, y que de todos en general serán bien oídos y mejor creídos; ejemplos en las lágrimas y porfía, testigos vivos del amor dolor de Santa Mónica, con recuerdo de que acá no oramos ni sudamos, ni aún cuidamos. Es de advertir que en aquellas tierras se han de hallar viejos, mozos, niños y por nacer, y que haciendo todos poderíos por reducirlos a nuestra Santa Fee Catholica, si no se pudiese acabar con los viejos, será con los mozos, y si no con los niños, y cuando estos vengan a ser hombres, los que están por nacer serán mozos enseñados en los dichos Seminarios, y los viejos estarán ya fuera del mundo, conque a media edad se introducirá la fee christianísima, cuanto más que no hay por qué dudar en la conversión de gentiles bien tratados y doctrinados con ejemplo. En suma, Señor, todo se reduce a bien sembrar, bien beneficiar, a la diligencia de bien coger, guardar, conservar, acrecentar todo cuanto se pudiere, y a no contentarse con poco bien, pues sólo en el bien obrar parecen bien los excesos, como la templanza en todas las otras cosas. Pruébese, Señor, cuanto digo, que no es razón que sin probarse se pregunte, andando el tiempo, la causa por qué en las Indias del Occidente no ha habido ni hay indios clérigos, ni frailes ni indias monjas, y que ellos mismos respondan: "no nos quieren para clérigos, ni para frailes sino para esclavos disfrazados, ni para monjas sino para llevar cojines a las iglesias y hacer cosas semejantes". Yo digo, en razón de lo poco que han medrado en la fe aquellos indios y indias, que no sé cuál crea, si fue falta suya o la fue nuestra, y que se haga con los otros cuya conversión pretendo, lo debido de nuestra parte a su necesidad y a nuestro oficio, que Dios dará cuanto es bien que tengan aquellas sus criaturas gentiles; digo con recuerdo que gentiles, y aún más fueron todos los christianos y que serlo lo debemos a aquellos grandes doce celadores que tuvieron y tenemos por maestros. Pretendo más; pues, para conocer, creer, amar y servir a Dios y pedirle con fe, y esperar de su gran bondad todo lo justo que se le pide, es menester que sea desterrada la ignorancia de aquellas gentes, y esto es posible y factible habiendo buena voluntad de nuestra parte y grande confianza en Dios, que será servido darnos vida a la memoria, luz al entendimiento, filos a las voluntades, y a saber que todo un reino, todo un pueblo, todo un linaje no se pueden jugar por el bien o mal de un indio, y que tales serán los discípulos cuales fueron los maestros. Dárase luego orden que haya escuelas, porque sepan leer, escribir y contar, universidades muy fundadas a donde se lean todas las artes y ciencias permitidas (!) y juntamente todos los oficios forzosos de que he de llevar insignes maestros. Procurarse ha, digo con veras, que levanten casas, camas y mesas, que vistan y calcen y del todo olviden su usada vida, traje y lengua; que planten de todos sus frutales y nuestros, siembren todas nuestras semillas y suyas, críen de todos ganados y bestiame, y con esto habrá grandes diezmos; que beneficien minas a su buen paso, pesquen perlas, sean contratantes, y que con esto habrá grandes quintos y derechos; conozcan bien qué cosa es honra y vergüenza, y es fuerza que conociendo estas dos joyas las han de estimar como merecen; y por esto y lo demás, vestir y gastar de todas las cosas que pueden ir de España, en tanto mayores flotas cuanto hay de ir para cuatro o diez mil españoles, o para millones de indios ya políticos que tienen oro, plata, perlas y las muchas otras cosas de valor ya referidas, con todas las demás que les dará la industria, habiendo como hay en la tierra tanto aparejo, y de mi parte tanta codicia de que vengan a saber, y de la suya tan buena disposición para que sepan y de parte de la razón, la fuerza que a esto obliga. Es de advertir que cada uno de los géneros referidos basta a hacer rico un reino, y cada uno de los provechos apuntados hará rico a V.M., y que mar y tierra, que en sus orillas han dado tan buenas muestras, no siendo sus naturales codiciosos que prometen en lo interior y vecindad grandes riquezas, y que éstas les aseguran mejor la disposición y el sitio, y mucho más siendo como es fértil y sana y de tan buenas comodidades para se vivir en ella y contratarse con los más ricos reinos del mundo, cuyos provechos y derechos todos juntos, los primeros años serán tantos y tan crecidos, y con el buen gobierno lo serán tanto más andando el tiempo, cuanto se deja bien entender, y todo esto se verá si Dios y V.M. me ayudan. Advierto que por la mayor parte, todos los naturales que he visto en las tierras apartadas desta, de riguroso temperamento, la necesidad les ha obligado a buscar de qué vestirse, y los naturales de las tierras secas, flacas y pobres se valen del beneficio y industria a su modo, para se poder sustentar con alguna comodidad, y con muy poca están contentos; y al contrario, los naturales de tierras donde no hay inclemencias, no curan de se vestir, y siendo las tierras fértiles no tratan de trabajar, sino sólo de desfrutar lo que tan barato les da naturaleza. También es de advertir que vale más poca tierra buena que mucha mala, y que muchas gentes con mal trato se acaban presto, y que las pocas bien tratadas crecen mucho en poco tiempo. Aquellas son grandes y buenas tierras y muchas y buenas sus gentes; el vacío tan grande como la cuarta del mundo, sin saberse lo que más se hallará en toda ella; y si al respecto corresponde no hay más que desear en este caso, así en grandeza como en riquezas, las gentes de la China, tenidas en cuenta de sabias por el modo de su gobierno, industria y letras. Digo que, o sea por noticia de la aspereza de tratos que en otras partes se han hecho, por temor de que les quiten sus tierras y haciendas, o por no querer nuevas costumbres y leyes, o sea por lo que fuere, su saber les daña tanto cuanto es no fiarse de ninguna nación extraña, a cuya causa los religiosos españoles no hallan camino por donde irles a predicar el Evangelio, que es la mayor de sus pérdidas, y lo que a estos y a muchos de la Asia que viven políticamente les vale la sabiduría, es sólo trocar sus ropas y drogas por barras de plata y reales, que todos se quedan por allá. Esta otra gente, por su simpleza y docilidad, será fácil de pacificar, y por su razón, de doctrinar y enseñar y contentar, sin darles plata; mas, digo, que entre gentes tan ignorantes como son aquellos, no esa propósito factoría sino una población muy fundada con todo lo referido, y mucho mayor aparato si es posible para que el bien se extienda a prisa por todas aquellas tierras, y no quede a las orillas, y se entienda que no sólo se va allí con ánimo de hacer la hacienda temporal, sino con deseos vivos de buscar modos eficaces cómo aquellas gentes saldrán, brevísimamente, de la ceguedad en que viven sin la divina luz del Santo Evangelio, y cómo a la entrada de este mar de misericordias no se ahogarán, sino que vayan navegando el viento a popa y prósperamente, hasta surgir en una tal vida y muerte que rece dellos la Iglesia; y como les han de asegurar su parte temporal de tal manera que siempre jamás sea suya; y como a un buen paso los han de enseñar a trabajar, y que no holguemos nosotros, ni se pueda después decir que andamos buscando a quien vender o desterrar o afligir, y cansar por descansar; y como no se morirán ni de pena por mal trato, ni de la prisa que les puede dar nuestra codicia; en suma, como saldrán a prisa, a prisa de la vida bestial a la política y del peligro que sus almas corren. Señor, deseo que haya allí quien gritando diga: vivamos todos, pues a todos nos crió Dios, y hay para todos habiendo moderación, y que V.M. se honre y glorie de lo hecho en su Real nombre. Estos indios tienen mucha y buena tierra de que no se aprovechan, y juntamente todo lo dicho en el capítulo antes de éste: deseo saber si nuestras gentes, sin hacer fuerzas ni agravios se pueden aprovechar lícitamente de todos aquellos sus baldíos y si pueden dar de feudo o por vía de conveniencia, y cómo allá en la junta, en que ha de haber letras sagradas y humanas, pareciere se puede encaminar a su más bien dellos, servicio de Dios, de V.M. y seguridad de conciencias ajenas y de la mía, que soy el que persuado 4, 6 o 10 cada un año, enseñándolos a ganar 100, 200 o más, como está dicho. Es de advertir que estos indios, por si solos, en ningún tiempo pueden arribar a su bien más principal, sin que V.M. como su protector los ayude con enviar allí bastantemente predicadores, navíos, gente, armas y todo lo demás que conviene para asegurar esta obra, sin el cual medio, y la buena correspondencia de su parte y de la nuestra, no se puede dar forma ni asiento en este caso, que yo sepa, sino es que de potencia lo haga Dios, y si puede ser así digo que este tal dinero ha de entrar en una caja que ha de haber con tres llaves, el cual se dividirá, en tres artes: la una para las personas a quien se le va a dar; la otra de encomiendas de oposición a quien las mereciere; la otra quedará siempre salva para suplir con ella lo que toca a fábricas de iglesias, conventos, hospitales, su culto y todas las necesidades comunes, como lo muestran estos discursos y el que abajo se dice. Adviértanse bien los dos puntos movibles, porque son muy necesarios de observarse, pues el uno es dejar para que haya adelante personas que quieran ganar y merecer honra y provecho, y el otro para suplir todas las faltas, que es fuerza las haya de haber andando el tiempo. Mírese con atención a la Ciudad de los Reyes, y a la de México, de las cuales se dice tener en sí más de 150 mil criaturas, entrando los naturales, advirtiendo que estos naturales ya se pueden llamar forasteros; y se note que los 10 o 12 mil españoles, los unos son ricos y los otros pueden bien o razonablemente pasar sus vidas; y luego se considere como quedan 130 mil, o los que fueren, sin tener de qué asirse, ni quién los guíe; por manera que bien se puede preguntar por cuya cuenta corren los peligros que tienen tantas gentes sin haciendas y sin riendas, a cuyas faltas van las unas y las otras corriendo, y es fuerza que o han de parar o estrellarse en alguna dura pared; si no fuere hoy, será mañana, y esto o en la vida viciosa o en la vida falta, o en la vida enferma, a donde todos han de aventurar a perder o las almas o el tino del vivir, y a ganar el padecer o morir a puras faltas, y por éstas damnificar la salud y juntamente en otros daños que afean la República, nacidos de la desorden, pudiendo ser muchos menos, y muchos los bienes que aquí vamos buscando por medio de una nueva orden . Cada una de las cuadras que se dice en la planta de la ciudad, o será solar de uno, o dividido en dos o en cuatro como allá pareciere. De las tierras baldías se le dará a cada uno la parte para hacer sus haciendas, con obligaciones que plante, siembre y críe la cantidad que pareciere convenir, acomodando las cosas más propias a s tierras y que sean siempre los mejores géneros, porque se cojan mejores frutos. En la dicha cala se señalará la cantidad de dinero que ha de haber y se pagará todo junto o por tercios, y demás de lo dicho podrá el tal encomendero hacer otros provechos, o sea por minas de oro y plata y de otros metales, perlas, crías, plantas, sementeras, o por contratos de mar y tierra, para sólo vender por junto o por cualquiera otra vía, como sea honesta y sin daño del común, y no podrán vender por menudo sino las cosas que fueren de su cosecha. Todo esto se entiende sin que los nuestros hayan de ser señores de los indios, con lo cual quedarán bien libres del servicio personal forzado y de ser aperreados como se suele hacer; y los religiosos no tendrán con quien tener diferencias en la defensa, ni quien los inquiete ni perturbe en lo que deben hacer fielmente; y los indios, con la libertad que tendrán, serán señores del tiempo, y con los bienes poseídos podrán con sosiego y gusto estudiar y aprender todo cuanto se les enseñare. En suma, Señor, ningún maestro ha de tener absoluta potestad sobre los indios, ni parece justo que tan grandes bienes de almas y cuerpos de tanto número de gentes se fíen de solo un hombre, sin saberse muy de atrás los grados de su celo, caridad y desnudez, y que este tal, por sólo su particular, destruya o ayude a destruir un bien tan general, sin poderlo remediar las personas a quien duele y a quien toca, aunque más lo procuren, gasten y porfíen en aplicar los medios a su parecer más propios, como ahora se ve en las Indias, sino que esta confianza se haga de muchos que puede haber encadenados y obligados de tal manera que aunque no quieran, todos defienden los indios en lo más y en lo menos. Y cuando, Señor, no fuera por más que por no perder el provecho presente, y que el esperado adelante vaya a más y no venga a menos, se puede tener por cierto será así lo digo; y deste y de otros modos que dará Dios, podrán bien aquellas gentes adquirir los tres bienes que propuse, es a saber: el conocimiento de la Magestad Divina, la vida política y muy grandes riquezas, y los nuestros podrán vivir entre ellos con toda comodidad (teniéndoles tiesas las riendas de la razón) y si quieren (y que sí querrán) servirse de los sobrados que es fuerza los haya de haber como en Europa, queriendo ellos, obligarlos han los nuestros con buena paga y mejor trato, y excusarse ha el malo que todo lo desbarata y asuela, con recuerdo ejemplar en lo de Indias, y de que los mismos interesados y los que dellos descienden son los que tienen los daños que han de llevar a los hombros aunque más pesados son, pues fueron la causa dellos y después tener que pagar. Señor, al práctico no le es posible mostrar lo que ha de obrar; cuando se hallará en las ocasiones, ayúdeme V.M. en esta su obra, que es demasiadamente grande, y por ser de tanta honra y gloria de Dios, y a V.M. tan importante, es bien que V.M. la levante de una vez y muy de prisa, que la arte es larga, las vidas breves, la práctica muy difícil de adquirir, y mucho más los ánimos de conocer, y sin remedio los daños, de perderse las buenas ocasiones y el tiempo. Pretendo se dé tal orden, que aunque andando el tiempo aquellas tierras se extendiesen tanto que para su conservación tuviesen necesidad de doblados ministros de gobierno, justicia, guerra y hacienda, como tiene hoy la América, V.M. no les dé salario alguno. Es de notar este punto porque demás de los muchos millones que ahorrará, se encamina a tan altos, cristianos y seguros fines, que en solo él está cifrado todo el bien, con duración de aquellas tierras, de las cuales V.M. está muy lejos y yo pretendo que todas las personas que allí fueren y se hallaren tengan a V.M. muy presente, y es posible. Y así con esta orden, que luego puedo mostrar de retórica y práctica y oposición, no habrá persona colocada en dignidad, oficio real ni público, ni que goce encomienda, que no sea muy por sus cabales merecidos, y como la justicia ha de andar tan secreta y vigilante en inquirir las vidas, y tan rigurosa en castigar delitos y en hacer pagar las deudas, y que todos se ajusten a la razón, y que en degenerando han de ser privados de todo lo que tuviesen, todos mirarán cómo viven. Siendo, Señor, los republicanos como están representados, teniendo como han de tener lo necesario cuya falta hace de decir, promete que será la república concertada y que como en otras sobran ignorantes, viciosos y ociosos, que en esta sobraran muchos sabios virtuosos y trabajadores que cuiden de aprovechar tanto cuanto los primeros cuidan de dañar. Debe advertirse que el que llevare la cosa cuando las oposiciones, dejará los otros tales que cada uno pueda gobernar sabia y prudentemente aquellas provincias en que se criaron y practicaron, y las amen, y las deban querer conservar y no destruir: estos tales por no perder segunda vez procurarán refinarse viendo que sólo les ha de valer trabajos para saber y vivir para merecer, con lo cual habrá quienes se animen a ser hombres de bien y de provecho: los unos no harán cuenta de que les baste sólo arrimarse a quien los saque a buen puerto, y los otros por ver claramente que su estudio, sus trabajos y sus buenas partes les han de valer. Pretendo, Señor, obligar a que sea creído mi ánimo con recordar que apenas se puede bien gobernar una casa presente siendo prácticos della, cuanto más un mundo ausente, no visto ni andado, ni experimentado, y que en las cosas que no se ven ni se saben no se puede dar acertado parecer, por más fina que sea la voluntad, y que de quien sabe mucho de bienes y males se puede fiar mucho de Dios y de V.M., a quien suplico no permita me sea cortado el hilo a la verdad celosa de mis intentos. En suma, para darse principio a un nuevo mundo donde ha de saber un gobierno cristiano y político, y ambos subidos de punto, algo más pide que de ordinario; póngase a la margen lo en que se duda, que yo confío en Dios de responder por mí. Haráse una relación universal de todas las cosas naturales con sus nombres, y de todas las artificiales con distinciones, y de todas las personas insignes, y de todos los casos y cosas más notables, de que es bien se tenga noticia, para que en las escuelas los muchachos la lean, estudien, sepan y salgan dellas con los ojos desvendados, con que por sí solos podrá cada uno elegir lo que será bien seguir conforme a su natural. Modo es éste del cual se deja bien entender la diferencia que habrá de leer estas verdades y estudiar cosas tan útiles, a leer procesos de pleitos, libros dañosos y al menos ficciones. Y para que los encomenderos sirvan de mucho, serán nombrados dos cada un año para que sean jueces en su calle o en su barrio, para oir los pleitos que se pueden ofrecer, por no ocurrir al registro que abajo se dice, cencertar las partes, partir diferencias, acabar cosas semejantes, todas en pié, y desembarazar el pueblo de menudencias, y juntamente para inquirir y saber cómo viven sus vecinos, las enemistades que tienen, las necesidades en que están, cuáles son pobres, enfermos, viudas, huérfanos, y cuales hay mal casados o no lo son, y lo demás que bien se sepa para dar cuenta al mayor tribunal de las cosas que son mayores y ponerse remedio en todo. En las casas reales del Cabildo de cada ciudad o villa habrá una buena sala con aposento aparte, a donde en una de sus paredes se harán unos grandes y fuertes armarios con tres cerraduras, las llaves de las cuales tendrán los dos alcaldes, y la otra la persona que abajo se dirá. En estos armarios se han de guardar todos los libros de registros que allí ha de haber, con sus abecedarios, y todos numerados y rubricados, como cosa que tanto conviene y importa al buen gobierno que se pretende de aquella república, paz y concordia della. Será buscada una persona de cuya cristiandad y desnudez se tenga muy grande satisfacción, y aunque no lo sea no importa nada, como abajo se verá. Este tal se ha de llamar el Legal, que es lo mismo que nombre de hombre, que ha de ministrar el oficio más fiel que allí ha de haber, pues de su verdad se ha de fiar la seguridad de la vida, honras, haciendas y todos los bienes de las gentes que viven y han de vivir en aquella parte Austral, y éste tendrá la tercera llave y será obligado a asistir en la sala tres horas por la mañana y tres por la tarde, habiéndose abierto y cerrado los armarios, sacado y vuelto los libros a ellos, llevando las llaves quien les toca. Ha de haber en aquella sala los ayudantes y oficiales mayores y menores, con uno o dos alguaciles y los demás que pareciere serán necesarios para el buen despacho, y al Legal se le dará una buena renta y a los demás tan bastante salario que no tengan necesidad de cosa alguna conforme a sus estados, y todos ellos serán obligados a no detener despacho una hora, y a lo más un día, so graves penas, y la mayor la privación de sus oficios, ni menos han de llevar derechos a ninguna persona, sea la que fuere, ni recibir cohechos de mucha ni poca cantidad, y si hiciere falsedad, por ligera que sea, pena de muerte (!). En esta sala han de asistir los dos alcaldes cada añeros, y si pareciere, otros dos regidores, para que más bien se cumpla lo referido, y para hallarse presente a cuanto allí se asentare como testigos de vista fidedignos, a los cuales se ha de dar entero crédito; y como los alcaldes habían de oir los pleitos, estarán allí para excusarlos. Ha de haber una ley firme que ninguna persona o personas de cualquier calidad o condición que sean no puedan hacer venta, compra, donación, empréstito, fianzas ni otro cualquier contrato de poca ni mucha cantidad, si no fuera ante el dicho Legal y en presencia de los alcaldes, con pena de que no pueda pedir en juicio lo que hubiere de otro modo contratado con otros, y que el asiento hecho valga y se cumpla precisamente sin más ni menos de lo que sonare a buena fe. La forma del asiento en el libro de registros ha de ser: tal año, mes y día, fulano o fulanos se concertaron en razón de tal cosa y ambos o todos confiesan para plazo de tal día, mes y año, y el Legal lo leerá en alta voz que lo oigan los contratantes y los dos alcaldes, y habiendo prestado consentimiento los tratantes lo firmarán, y juntamente los alcaldes y regidores y el Legal, y a cada una de las partes se le dará la copia del asiento y el folio, y sólo darán un real de limosna que se echará en una caja que ha de haber allí cerrada, para las ánimas del purgatorio, de quien soy devoto, por lo que sé que cuesta esperar penando, y cumplido el plazo pagará quien debiere y si no quisiere será luego ejecutado en sus bienes si los tuviere, o si no presa la persona hasta que pague o se componga con la parte, para lo cual se buscarán medios que estarán bien a los dos o los que fueren; y cada uno mirará lo que hace y creo que más papel se gastará en pleito ordinario que en diez años destos asientos. Excusarse han de este modo los tratos dobles, los logros, las ignorancias, engaños, enemistades, venganzas, gastos de haciendas y tiempos, y los embelecos de tan número de gentes ocupadas en pleitos y que viven Bellos; y es la mayor de las lástimas que para averiguar una verdad entre cristianos sea necesario lo que se ve de imposibles y confusiones; y de aquí salen papeles, de acuyá otros hechos por los rincones y al cabo acaecer tener la sentencia favorable los que no tienen justicia, pues ésta parece que está hoy más en maña que en derecho. En suma, se excusarán todos los daños que se siguen de pleitos, y las muchas y grandes ofensas de Dios que se hacen a causa dellos. Advierta V.M. que si Su Magestad el Rey Nuestro Señor (que está en el cielo) prometió grandes premios a quien hallase modo de abreviar pleitos, que yo he hallado como no los puede haber en aquellas partes, y aún en éstas, salvo los pendientes, y que no pido por premio más de solo que V.M. le admita y le mande poner en obra. Y porque también los pleitos proceden de las descendencias para las herencias que suelen probarse dificultosamente, y también más las ausencias, habrá en la dicha sala otro libro con abecedario, número y rúbricas, a donde han de ser escritos todos los nombres de los hombres solteros, casados y que se fueren casando, los de sus mujeres, hijos y los demás que Dios les fuere dando, para que no se reciba engaño en esta parte, y cuando alguna persona saliere de la tierra será obligada a registrarse por quien es o cuyo hijo, con el color de rostro, cabello señales de heridas, lunares, la edad que tiene, pues en el registro se halla, y dársele ha la copia del asiento firmada de los dos alcaldes y del Legal, con día, mes y año, de modo que haga fe; y si la tal persona por alguna causa o se pudiere registrar, lo hará quien le tocare, y si unos ni otros no lo hicieren, corran los daños que de aquí les pueden venir por su cuenta Bellos, pues no es justo que por sus descuidos, y de los otros que se han dicho en el capítulo antes deste, se revuelva la república. Ha de haber más otro libro a donde se han de escribir todos los hechos virtuosos y provechosos que se hicieren, y por primero los nombres de todas las personas que fueren a vivir a aquellas tierras, y en degenerando alguno, la pena común, será borrarle del libro y desterrarlo al Pirú, advirtiendo bien el capítulo siguiente. Todos los buenos hechos de los hombres pasados no aprovechan en los tiempos presentes, ni sus bienes alcanzan hoy a todas las partes del mundo, bien necesitadas dellos, ni estos tiempos dejan de necesitar de buenos hechos, ni los hombres que hoy viven se deben contentar con lo que hicieron los muertos, ni por los muertos se les debe el triunfo, lauro y palma, porque ellos los tuvieron, ni los presentes ni venideros se desobligan de hacer las maravillas porque ellos merecieron, ni los que hiciesen los grandes y buenos hechos han de perder el debido premio dellos por segundos o más veces; y así la nobleza no se fundará allí en la vanidad sino en la pura virtud, y no tendrán lugar la riqueza, el favor ni disfavor, ni otro género de pasión (para) ahogar a la virtud y la nobleza. Esto y lo demás que fuere justicia se ha de observar allí entera y puntualmente, con la gracia que dará la magestad de Dios, cuya es la honra y gloria y a quien se debe amar, servir y alabar siempre jamás. Supuesto que el cabildo ha de levantar los templos, sustentar los religiosos, encaminar y ayudar las gentes y suplicarles todas las necesidades, serán obligados todos los que se murieren, a dejar el mismo cabildo por su albacea, con que se cumplirán breve y seguramente las últimas voluntades, y se distribuirán las mandas y limosnas en partes que sean justas, y las haciendas se encomendarán a personas ricas y fieles para que miren por ellas, y los dineros los entrarán en una caja o se los emplearán sin correr riesgos, de modo que o le crezcan a los menores sus haciendas o a lo menos se las conserven; y a ellos los harán doctrinar y enseñar en los seminarios, y de allí a su tiempo los encaminarán seguramente; y si el difunto no testare, entraré el cabildo poniendo cobros en la mujer, hijos y hacienda, y todo el bien que pareciere convenir se hará por el alma del difunto. Quitándose, como está dicho, las leyes del duelo y los pleitos y el juego de dados y naipes y otras muchas cosas desconcertadas que aquí no muestro y puedo mostrar, y habiendo en la justicia la vigilancia apuntada, es cierto que ha de haber menos casos criminales, y en los que habrá, los testigos a deponer ante los jueces, que han de preguntar con el interrogatorio en las manos y ver lo que se va escribiendo, sin admitir hombres de mala vida y fama, indios ni negros bozales, porque éstos a todo cuanto les preguntan dicen sí; los cuales testigos serán examinados con ánimo sano, con grande reportación, con mucha atención y diligencia, y si fuere necesario con maña cristiana para averiguar la verdad, recordándose que lo que se escribe a solas, en pié, en la rodilla y apriesa, se hace firmar a un ignorante, y al otro que no sabe leer ni repara en lo que dice; no vale menos que la honra, la vida y la hacienda de uno o de muchos hombres, y si el juez que ha de dar la sentencia se arrima sin más ni más escrito, bien debe ver el peligro que esto tiene, y bien sabe que no le disculpa la negligencia ni la confianza si condenó al inocente, y que aunque le castiguen por aquel que murió o padeció injustamente, no remedia ni satisface un tal daño, ni se excusa dar cuenta con pago en ambas vidas. Mas allí, Señor, los jueces ordinarios sólo podrán procesar y dar sentencia, pero no ejecutarla sin el mayor tribunal a donde se ha de ver el proceso y hacer justicia con clemencia, esto se entiende aunque las partes no apelen, y si los jueces ejecutaren la tal sentencia, pague como fuere el daño, o con la vida o con la hacienda o con ambas. Es mucho lo que hay que decir en razón desto, y de tormentos, pues muchas veces acaece, para buscar un culpado, atormentar cien inocentes, y uno destos culpar cuatro y cuatro a ciento, y si más lo aprietan culparán a todo un reino. Remítome a lo que tengo escrito en razón desto. Porque las parroquias no estarán atenidas a un solo cura, ni tan pobres ni mal servidas como las vemos en muchas partes; se harán moradas de casas con toda comodidad, en lo que sobrare dela cuadra en que se han de hacer las iglesias parroquiales, para poder vivir en ellas de valde doce clérigos prebendados, que ha de haber en toda una dellas, con los frutos de los diezmos de sus parroquianos, con cierta parte obispal, a la cual deben reconocer como a su cabeza; y así estarán juntos y la iglesia con más autoridad, y como habiendo primero sido doctrinantes para que hayan merecido, y las prebendas se han de llevar por oposición. Habrá en cada parroquia predicadores, confesores, más misas, coro y música, y los mismos acompañarán al Santísimo Sacramento, conque irá con más brevedad y decencia, pues el mismo Dios y Señor nuestro es el que está en la más pobre parroquia, que en la catedral más rica, y del mismo ser y valor las almas de los feligreses de entrambas iglesias; y podrán hacer su cabildo sobre las cosas del gobierno de su iglesia y remedio de sus feligreses; y si pareciere, será cada un mes uno de los sacerdotes, porque los trabajos se repartan, y se acordará en esto lo que más convenga. Cada parroquia será obligada a dar mortaja y sepultura, decir cuatro misas y hacer las obsequias a todos los pobres muertos, y así se excusará estar a las puertas de las iglesias pidiendo limosna para sepultar un pobre. No se permita llevar dinero ni otra cosa por ninguno de los sacramentos, ora sea por derechos, ora por costumbre, ora por limosnas. Advierto los ejemplos que puedo dar en razón desto. Habrá propios en cada parroquia conque poder cumplir sobradamente y suplir todo el gasto de cera y aceite para alumbrar el Santísimo Sacramento y las imágenes, conque no habrá necesidad de andar por las calles de día y de noche pidiendo a gritos limosnas para este fin. No falta quienes dicen que con estos modos no habrá pobres ni personas necesitadas; pregunto si quieren ellos ser pobres o si quieren que haya ciento que padezcan para que ellos merezcan, dándolos un ochavo o cuarto por caridad. Y también digo que al parecer las muestras que hay de impiedad han hecho resfriar la caridad y que cuando se ofrezca algún caso lastimoso, lo sentirán por extremo los que no están usados a verlos y ayudarán mejor con lo que puedan, y prometo a los tales temerosos de que no tendrán donde poder ejecutar la caridad, de darles en que poderla mostrar, tanto que sus obras no lleguen a mis deseos por más y más que se abrasen; y parece que lo demás es desatado, y sin remedio las muchas y grandes necesidades de las cuales suelen nacer muchísimas ofensas de Dios, pérdidas de honras y vidas y, aún, almas, y al menos, de grandes peligros dellas. Habrá orden como ninguno de los clérigos sueltos tenga extremada pobreza, pues ésta no es para todos y suele hacer desdecir a muchos que fueran más ejemplares si sólo tuvieran pan. Este es un cierto género afrentoso que entre cristianos anden estos ministros de Dios con el bonete en las manos, acompañando mujeres y Pidiendo limosna por las calles, y mucho más lo es que muchos no se lo quiten ni hagan desto caso, ni de verlos con mal traje y con mal trato, y por todo lo demás que bien se deja entender, a falta de comodidad. Los religiosos ejemplares son eficaces sermones, y las buenas obras de seglares han de ser el sello de lo que religiosos predican, y los seglares han de honrar y reverenciar a los religiosos, para que los indios hagan lo mismo y para lo que es el sustento les estará librado a cuenta del tercio de propios en una mano, a donde lo han de enviar a pedir de limosna cada un día, y todo lo demás que no pueden excusar. Cuando con licencia los religiosos caminaren o navegaren, se les dará bastantemente lo que hubieren me-nester, librado esto o en los maestres de las naos o en los pueblos por donde han de ir, o a donde se han de parar, siendo todo cuanto gastaren a cuenta del cabildo que lo ha de pagar con sus cédulas, porque deste modo ni los buscarán por otras vías ni irán atenidos a personas que les pierdan el respeto y los desestimen, como yo lo he visto hacer muchas veces. Demás desto, los religiosos no tendrán necesidad de agradar a hombres particulares, ni esperar que se mue-ran para que les dejen el solar al cabo de años desta pretensión, m menos para que busquen otros que edifiquen todo o parte, y otros para que les de lo necesario o les dejen haciendo para poder sustentarse. Ni menos los religiosos andarán por tribunales averiguando derechos, ni esparcidos por lugares buscando lo ordinario, y para acomodar sus personas de vestir y caminar; en suma, que a nuestro modo de hablar no sea Dios el más pobre entre nosotros ni sus casas santas paguen censos a hombres (como lo he visto en algunas partes). Y finalmente digo que pues estos religiosos se dedican a Dios tengan todo el tiempo por suyo para poder hacer con toda comodidad, y juntamente puedan enseñar a los naturales y otros en los seminarios que tendrán en sus conventos cuarto aparte, y podrán predicar, confesar y comulgar y lo demás de sus obligaciones. Por lo que uno dice, pide, obra, gasta, padece y persevera es conocido su intento y por esto mismo debe ser creído el mío, tantos veces forzado a representarle. En Roma me preguntó el cardenal Pedro Aldrovandino qué era lo que pretendía. Respondile que descubrir un nuevo mundo que fuese nuevo en todo; y monseñor Peña, auditor de Rota, me dijo ¿qué lenguaje sabía para darme a entender con aquellas gentes? Yo le dije la sabia general, que es hacerles siempre bien y nunca mal, y para entendernos con los nuestros, cuyo lenguaje es más extraño y remoto de todos cuantos he visto, digo que, robarles los corazones a buenas y continuas obras, y que me valdré más de otros modos que el tiempo me enseñó; y si es mucho a lo que me obligo, mucho más puede hacer Dios por este y por otros medios menores. Es tanta la razón que tengo de quejarme, como a V.M. me quejo, de obligado de verme aquí en Madrid gastando muy mal la vida que bien deseo emplear en poblar las tierras que descubrí y descubrir las que faltan, y ponerlas toas cuanto me fuere posible en razón; y es tanto lo que tengo que decir en cada cosa de las muchas que esta causa contiene, y de mis deseos para con ella, que no sé cómo mostrar todo ni parte, sino con decir gritando que mi ánimo no puede ya sufrir los infinitos bienes de ambos géneros que se han perdido y se pierden en todas aquellas tierras; y gritando digo que las tome V.M. pues Dios se las da por medio de mis trabajos y porfía, antes que otros las tomen y dañen con las otras de sus contornos, en cuyo cobro o defensa no se pueden dejar de hacer las costosas armadas referidas, ni yo dejar de buscar todos los modos que puedan obligar así a que sea creída esta verdad, como todas las otras que tantas veces he dicho, en suma: gritar para que me dejen obrar. Señor, no veo razón alguna que haga fuerza a V.M. para dejar perder todo cuanto está apuntado, cuya duración ha de ser para en cuanto el mundo durare, y después eterna. justifique V.M. esta causa por lo que debe a Dios, y así mismo hónrese V.M. de hacer a tan gran Señor tan gran servicio, y de ser parte para que la Iglesia Cathólica triunfe con toda gloria en este tiempo que tan combatida está de tantos sus mortales enemigos. Defienda V.M. con las demás aquellas grandes tierras y gentes dellas, por el peligro que corren, que todo lo ayudará Dios y pagará a mil por uno, en esta y en la otra vida. Y crea V.M. que si yo pudiera, que muy de atrás las hubiera ganado a todas para darlas a V.M., y que tengo ánimo para más y más y más. Estime V.M. la merced que Dios le hace y los servicios que yo le hice y lo que soy para servir, y los deseos que tengo de servir fielmente la vida toda de valde. Unos dicen que cuesta Flandes a V.M. 244 millones de oro y 300 mil hombres; yo digo que si hay revolución que se han de gastar otros muchos millones y hombres, y que la parte no puede recompensar lo gastado, cuanto más lo que se gastare. Gaste V.M. un solo medio en aquellas tierras, que pueden dar por retorno el desempeño de España y ayudaría contra los enemigos que tiene, y también más en la conversión de aquellos innumerables gentiles que no saben contradecir la verdad de nuestra santa fe cathólica; y fíe V.M. algo de mí que yo fío de Dios, que pues son dos las veces que me llevó y me trajo se ha de servir de ayudarme de tal manera que me diga: a las tres fue la vencida. Parte de estos capítulos di al confesor de V.M., el padre maestro fray Luis de Aliaga, y añadí el capítulo siguiente: Cuando luego entré en esta parte me fue dicho ¿qué derecho tenemos a aquellas tierras? Yo dije que el que hay para poseer las otras y que S.M. le debe tener bien mirado pues me envió a descubrirlas, en conformidad de los breves que me dio y tengo del pontífice romano Clemente VIII, y que Cristo redentor nuestro manda que su sagrado Evangelio se predique a toda humana criatura y esto es lo que yo pido. V.P. reverendísima es juez de la conciencia de V.M. y por esta razón es juez que ha de dar la sentencia de la perdición o salvación de aquellos millones de gentiles, nacidos y por nacer, en cuyo nombre suplico a V.P. reverendísima que no sufra que S.M. se descuide tanto en poner cobro en lo que tanto le importa la brevedad, ni menos que solicitando yo tan a mi costa esta causa de la honra de Dios, pierda la mía. Acuda V.P. reverendísima al remedio y gane aprisa, a prisa, la gloria que se da en esta y en la otra vida a quien es fiel a su Dios, a las almas, a su rey y a su patria. En suma, el juez que es propicio a la parte que pide, como yo pido justicia para esta causa, en cuyo favor Dios Nuestro Señor ha humillado las más dañadas voluntades, y por esto, con lo demás, no tengo por qué temer su ruina y mucho menos sabiendo (como es cierto) el cristiano celo de V.P. reverendísima para con la causa y las mercedes que recibo en ello y en mí, que las tengo de servir toda mi vida. Los bienes siguientes sólo han de costar mandar. Como en todas las Indias se han dado y han de dar a Pedro y a otros a quienes no se les deben, los 10 mil pesos más y menos de renta de indios que dicen vacos, apliquen destos y de otros que yo diré, la copia que será menester para que en Salamanca o a donde fuese más a propósito, se funde un seminario con la renta (hacienda, digo, de los indios) necesaria para poder sustentarse, y luego de cada una provincia y frontera, y de los que son de guerra se traigan cuatro muchachos que serán allí doctrinados y enseñados en todas buenas disciplinas, que es cierto deprenderán, así por la distancia y larga ausencia de patrias y costumbres dellos, como por su poca edad y mucha continuación; y conocidos los sujetos, aquellos de más esperanzas los harán estudiar hasta que sean teólogos, y los de más satisfacción serán ordenados sacerdotes y enviados (con una instrucción cual conviene) a predicar a sus padres y a todos sus naturales en lengua propia. Y bien se deja entender el fruto que estos harán por todas aquellas Indias, así en la policía divina como en la humana. V.M. no crea todo lo que se dijere contra esta gente y fíe poco de la vida ordinaria que en los principios se tuvo en su conservación y enseñanza: (es) testigo de esta verdad el estado en que los vemos y la noticia que tenemos de los tiempos pasados. Señor, ahora no hay aquellos doce apóstoles sagrados y celosos, y hay las mismas necesidades de su tiempo en muchas partes del mundo, y la hay de que se guarde la orden que ellos guardaron, para que se vea, como vemos, los frutos que ellos hicieron. Que Dios tan poderoso es ahora como lo fue entonces. Yo creo que si como los han obligado a trabajar para otros los hubieran obligado a plantar, sembrar, criar y labrar minas para sí, y enseñándoles artes y oficios, y a tratar y contratar por tierra y mar como mercaderes, que cuando ricos habían de ser buscados a donde quiera que estuvieran, de gente que ya los hubieran levantado, bien tratados y acomodados, no uno sino muchos seminarios, a donde la buena crianza y la doctrina habrían hecho tan buen oficio que los indios de aquellas Indias saldrían como salen otros desta Europa a volar hasta el cielo; y no es mucho que no vuelen los que no son enseñados a volar de veras, digo. Lo demás remito a un discurso que tengo escrito en razón de indios. De los muchos negros que traen de Guinea a España, luego que hayan llegado se busquen los muchachos de todas las lenguas, que sembrados por conventos, colegios y seminarios, o si no en el dicho seminario de los indios, los crien, doctrinen y enseñen con el amor que a los blancos, y los de más esperanzas los harán estudiar hasta que sean teólogos, y ordenados y dada la instrucción (como está dicho de los indios) serán enviados en los navíos del contrato de Guinea a predicar a sus padres y naturales de quien entiendo han de ser bien recibidos y mejor creídos y muy presto aprovechados en los bienes de ambos géneros de que carecen. Esto digo por el buen concepto que tengo desta gente morena, nacido de cursos largos. Es ejemplo en los etíopes del señorío del Preste Juan, de los cuales se dice que desde el tiempo que San Mateo les predicó se conservan en la fe; y los de Congo, a donde con firmeza siguen la Santa Iglesia romana porque les fue predicada; y en otros muchos deste color en letras grandes varones y no menores en virtud ni malos para las armas; y lo mismo se debe y puede esperar de todos ellos, habiendo el cuidado dicho, pues para acabar muy aprisa obras, por grandes que sean, es amor muy poderoso, cuando no faltan los medios, como no faltan aquí. Lo demás remito a un discurso que tengo escrito en razón desta gente morena. El condestable me dijo la grande falta que tiene España de pilotos; por esto muestro a V.M. como todas las cosas siguientes son necesarias a la navegación. Conocer y remediar con arte, cada un día y noche, la variación de la aguja, que pide suma verdad, por ser la que guía la nao y la que más puede engañar, como engaña sin ser sentida o tenerla fila. Conocer la longitud mediante la cual, y la latitud que ya se sabe, podrá el piloto con certeza decir el lugar a donde tiene su nao, lo que sin ella no puede por ser cuenta estimativa y llena de tantos contrarios cuantos se siguen. Punto en la navegación llama el piloto el lugar a donde le parece estar su nao; su fin es saber cierto la distancia que hay de donde salió a donde se halla, y lo que le falta por andar, y de lo que se debe guardar. Digo le parece porque según latitud el tal punto es conocido mediante el astrolabio cuadrante, y vallestilla con sus reglas y certificado por ellas; señala este punto en su carta y le llama punto por el altura, y la derrota que siguió, o punto por escuadría. Para determinarlo según la longitud, no hay polos al oriente y poniente, ni instrumentos que navegando puedan mostrar este punto. Suple esta falta de estimación, que se puede llamar confusión del navegante, por ser negocio de verdad muy lejos y muy cercano a los peligros y daños en que caen muchas veces, dando con la nao' en bajos o en tierra, y pensando estar cerca della hallarse muchas leguas atrás. Singladura es una jornada entera de un día natural andada por un navío; el piloto, como puede, juzga las leguas que le parece haber caminado toda o parte, y éstas, reguladas por el rumbo que siguió, tiene por el punto de su nao y por tal le señala en su carta y le llama de fantasía. En contra de las dos, salvo el altura, hay siempre vivos los siguientes inconvenientes, conque según longitud se hace este punto imposible: razón es esta, porque puedo decir con ella que la mitad de la navegación solamente está sabida. Los vientos son desiguales en fuerza, por ser unas veces mucha y otras menos; sonlo en tiempo, porque dura una hora, dos o tres, o un día, dos o más; sonlo en favor, porque unas veces esa popa y otras por la cuadra pasaril, o la bolina, y otras del todo contrarios y hacen dar vueltas perdidas a la nao; también hay calmas. Las velas unas veces, las forzosas, las lleva un navío todas, o ayudadas de bonetes, cuchillas y joanetes, y todas a topar izadas, y éstas aseguradas al medio tercio y más partes de los árboles o menos; las otras, o son de mucho o poco entenal, de más o de menos guinda, son ralas o son tupidas o dobladas; están secas o mojadas por lluvia o por rocío, y llevan escotas largas o muy casadas, o cogidas todas las velas corriendo a árbol seco o de dar al través la nao. Rilleros, que son ríos de agua en la mar venidos a pocos ratos; aguajes, que son más golpe y más tardos; corrientes, que son continuos abatimientos de olas y viento causado por su furia de los dos, las guiñadas del timón o ambas partes; saber si el navío decae o si se tiene poco al viento. La ligereza de un navío o si es pesado en navegar, si está cargado de popa a proa, de babor o de estribor, si quiere o no, qué vela carga así o de medianía, si va metido en agua o menos carga, boyante o lo mucho que le importa o daña, quánto cada día va lijando. Si está limpio o con limo o caramujo, está de quilla o costado sucio, si sufre o no sufre vela, si espera em-balsa o surte bien, si descompasado, descompaso, o al contrario; o si solo está de árboles y jarcias, si abre de amura o es emparedado, si es chato o por delgado pesca mucha agua, si ésta la entra mucha o poca, y si tarda o no tarda en entrar a la bomba. El daño o el provecho que hace la quietud o inquietud de la gente, el ponerse a barlovento o sotavento, si un navío es tardo o es breve en acudir a do le llaman, con otras muchas mañas que es cierto tiene en favor y disfavor. Al parecerle a un piloto, no siendo en la equinoccial, que navega por menor círculo, o lo que ha de torcer con enmendarse; la incerteza de los asientos de los lugares representados en la carta su forma plana, por qué se rije y gobierna tan contraria a la redonda, por dónde realmente su navío va navegando, y saber de todos estos y otros engaños causados por instrumentos mal fabricados o descompuestos; las cantidades por horas, días, semanas o más tiempo, o rata por cantidad, cada cosa por lo que le toca, cómo crece o cómo mengua, que todos juntos hacen un gran montón de daño y cada uno de por sí daña su parte, y mucho desto puede ser en su favor y ser juzgado por daños o al contrario; con lo cual no sé yo qué juicio será bastante para ser a cuanto está dicho, justa medida, para que obliguen a un piloto que diga el cierto lugar de su navío, y con esto está bien probado que cuando se hacen juntas navegando o se piden pareceres a pilotos, que jamás será posible conformar, ni el que va solo bien atinar así en punto de fantasía por cualquiera rumbo que fuere, aunque sea el de norte sur, como en el camino que se hace del este oeste o por las otras derrotas aunque sea por altura. Navegar por globo o saber por plano reducir esta forma a la redonda, porque realmente el navío anda me-nos camino del que en la carta se muestra, por ser los meridianos paralelos, que hacen a todos los paralelos de la misma largueza de la equinoccial, y el piloto cree lo que ve mostrado y muchos no entienden lo que para la verdad les falta. Poder pasar el sol a cualquier hora y punto del día, porque el medio se suele cubrir de nubes, y sin ésta hay otras muchas razones que obligan a que sea sabida de los polos su altura, para determinarse en cosas. Saber la hora y minuto que es, mediante lo cual se podrán usar reglas matemáticas y necesarias a la nave-gación, cuando la necesidad obliga. Conocer muchas estrellas para poder de noche observar su altura dellas, porque impedimentos y menes-teres no se miden con las necesidades de los pilotos. Poner otra en lugar de la vallestilla usada, por tener ésta en su fábrica y usos muchos engañosos secretos y notorios. Saber si el sol pesado o estrella es cierto, porque movimientos del navío no dan lugar al piloto de poderse certificar y queda siendo este uso con un poco más o menos. Saber para qué parte van las corrientes, porque el piloto a esta falta no puede elegir lo cierto, por cuya cau-sa es muchas veces notablemente engañado, y también para acometer si pudiere o entretenerse para mejor ocasión. Saber la orden que las marcas guarden en todas partes y costas para entrar en barras y canales, y no quedar surtos en puertos a donde, por la mucha baja mar, se quede en seco el navío, y para saber cuándo los puede pasar más a su salvo. Poder desde el navío con una sola observación medir distancias, para que viendo dos puertos, acometer el más cercano, y con la aguja conocer cómo se corren las costas, cabos, puntas y islas, sin llegar a ellas, que puede haber bajos, vientos de traviesa forzosos, venirse la noche, no perder tiempo y camino y para las describir en nuevos descubrimientos, y en los viejos enmendarlas, y para saber viendo navíos cuál o cuáles están más cerca y lejos, y para jugar el artillería propia y no ponerse a tiro de la ajena. Para derrotas cortas o para de noche o para cuando hay oscuridades a donde la estimativa es fuerza, y mucho más cuando se mudan brevemente los vientos, o cuando se hallan cerca de tierra o entre islas y bajos, un traslado de la aguja en la tapadera de la bitácora, con doce agujeros, y un número en cada uno de sus rumbos para poder ser apuntadas cuantas ampolletas se han navegado por ellos, y de este modo venir en conocimiento lo más que fuere posible del verdadero punto de la nao para acometer o reparar. Un derrotero certísimo de los viajes, vientos, tiempos, sondas y señas de tierra, a tres, cuatro vistas y rumbos, y con relación copiosa y más los avisos. Dar a la bomba con otro modo de sacar más agua que el usado, porque uno o dos marineros excusan a quince y a todos, que muchas veces, por no poder agotarla ni suplir se van navíos a fondo. Sacar agua dulce de la salada, que por esta falta ha padecido y muerto mucha gente con gran miseria, y con la misma está siempre amenazando. Poner a los navíos la galagala, porque asegura de entrar agua y daños della, y de escupir y podrir la estopa y tablas, y de carcoma, broma y bomba, y un aderezo suyo dura mucho, y más el navío. Si fuese posible hacer andar un navío sin viento, es cosa que importaría, habiendo calmas, no dar a la costa, poder montar un cabo o punta, salvar bajos de los dos géneros, entrar en puertos o canales, ganar el barlovento a casos, huir a más fuerza y alcanzar a menos, socorrer a compañeros, no decaer por corrientes, no perder ocasión y tiempo, y si fuese necesario, ayudar a andar con las velas. Esto digo porque como se han hallado otras cosas que han parecido imposibles, podrá ser que se halle ésta. Entender a fabricar, examinar y usar con certeza todos los instrumentos forzosos al navegar, con sus reglas, por dos razones: la primera por las muchas veces que por el mundo se ofrece necesidad dellos, y la segunda porque tienen algunos yerros, todos engañan; y si esto debe saber mandar fabricar navíos y lo demás conque siempre se ha navegado. En suma que merezca como piloto resolver y dispensar, como maestro distribuir y guardar y como capitán gobernar y defender. Que los pilotos cuando salgan a navegar, junto sus instrumentos vayan con tanta puntualidad examinados, que se pueda decir ser todos los semejantes uno, porque si no hay esta igualdad no se puede navegando conocer a donde están tantos yerros, cuántos se hallan, y le queda siendo imposible juntando esto a lo demás poder decir a donde está engolfado. Las cartas de navegar de que hoy se usa están descritas por sólo noticia que los pilotos dieron; los unos son más sabios que otros, los sabios no lo ven todo y mucho se pasa de noche; las observaciones que hicieron fueron con instrumentos, no todos ciertos, y con declinaciones del sol más conformes. El que avisa no dice en duda y el que describe por relaciones no puede saber si de los verdaderos asientos de los lugares según Longitud, latitud y forma; y suelen, al río de diez o veinte pasos, darle dos y más leguas de boca, y lo mismo a a punta o cabo; y en costa del este oeste la crecen en muchas leguas. Pruebo estas dos incertidumbres conque si cuatro pilotos, aunque sean en tierra, observan la altura del sol o estrellas con un mismo instrumento, hallan más y menos, y pocas veces parejan, y volviendo a requerir hallan nueva diferencia, y conque todas las cartas de las costas de que ellos mismos son prácticos las hallan erradas en alturas y derrotas. En suma, digo, Señor, que las cartas todas son falsas y lo serán en cuanto V.M. no mandare que una persona de ciencia y experiencia, con instrumentos ciertos observe y describa todo cuanto se navega, y reducido a un ser muy reformado éste sigan los pilotos, por globo digo; porque sin esta verdad no puede haber la buscada y queda cierta la confusión que hay y ha de haber en largos tiempos; y con toda ésta los pilotos que son de continuo murmurados, se pueden llamar grandes sabios en su arte, bien mostrado en todos los mares del mundo que tantas veces han surcado, supliendo con su destreza tantas faltas y tantas sobras, tantos inconvenientes y estorbos y cosas del todo imposibles que ponen asombro a quien las entiende, y más parecen hechos milagrosos los siguientes, que posibles a medios tan cortos. Manifiesta cosa es los muchos y muy comunes provechos que en el tiempo presente, más que en los tiempos pasados, por el arte de navegación se están gozando, y de esta verdad es buen testigo nuestra España, pues de la Orientales y Occidentales Indias y sus anexos, ha tantos años que cada uno entra en ella y recibe en sí tantas y tan continuas armadas y flotas de gruesas naos y tantos otros navíos de todos portes, que por ser de tanto precio parecen increibles los tesoros de oro, plata, piedras preciosas, perlas, drogas, bálsamos, olores y ropa en tan gran suma, y de otras tantas cosas extrañas y curiosas, y todas tan menesterosas para las gentes vivir, que las excuso; y así se llena de tantos bienes cuantos tiene, y se hace tan conocida y temida, envidiada y buscada, pues con frecuencia vienen a ella, y tan ordinario, naos, que todas cargan para tantas provincias extranjeras de las cosas suyas della, y las que son suyas dellos traen y dejan en ella por el tueque, y así queda nuestra España (aunque tan chupada de Europa), siendo la más rica, próspera ya abundante provincia del mundo, como lo es hoy y lo será en cuanto durare, mediante el poder de Dios. Razón es ésta porque puedo decir con ella que apenas hay ciudad en lo sabido, ni lugar por chico que sea, ni casa de viviente, por sola y emboscada que en lo más escondido de la tierra esté, que no le quepa su partecilla de los frutos del arte de la navegación, conque se ayuda a defender la patria y se busca en su casa al enemigo, y ponen riendas dobladas a sus codiciosos intentos. Ella es quien ha hallado a largas distancias las grandes ocultas provincias y las pequeñas islas en los golfos más confusos y remotos, y la que llevó, lleva y ha de llevar los pregoneros de la palabra de Dios que en ellas se ha manifestado y se ha de manifestar en las que faltan. Ella es la que a tantas gentes transportó de unos a otros reinos remotísimos, a donde se van y se vienen las cuatro, seis y diez mil leguas, fiados (después de Dios) en solo el arte de navegación, por cuyo medio se ven nuevas obras del Señor y sus maravillas, y lo es para que sea de sus criaturas más bien conocido y servido. Todas estas grandezas y riquezas comunicadas a los cuatro quicios del mundo se siguen de navegar un piloto y no es conocida su importancia, agradecidas sus vigilias ni sus trabajos pagados, pues para serlo bastaba sólo querer serlo, y el ánimo con que en un flaco navío cargado de ajenas vidas y la suya, tanto se engolfa y aleja, y se pone a pelear, la muerte siempre a la vista, con dos tan poderosos y tan valientes contrarios como lo son el viento y el mar cuando se enojan, y no menores el hambre y sed ordinaria; y cuando con enemigos la más presente de las personas es la suya. Dejo la ausencia de patria, los sobresaltos y asombros, las infinitas molestias, las cosas y casos, cuya gravedad de todo junto, añadiendo la poca estimación de personas que se pueden decir valerosas, y la falta de premio por ser éste quien todo lo facilita y espolea; unos se contentan hablando generalmente con lo poco que saben, otros no tienen quien los enseñe, otros dejan de seguir su arte, y otros, huyendo del, buscan aquel modo que con más certeza y seguridad les premie el pasaje desta vida. Y esta, Señor, es la razón porque nuestra España no tiene muy sobrados, muchos y muy singulares pilotos, y si V.M. estima esta ciencia como merece, pues es una de las tres columnas desta monarquía: letras, armas y navegación, tendrá V.M. muchos más pilotos que pudiendo ser deben de serlo, que sirvan a V.M. como conviene para ser Señor del Mar, pues tanto importa el ser lo; y yo, mi parte, cuanto alcanzaren mis fuerzas, los ojos solos en lo que debo, y lo demás remito a una instrucción y tratado de navegación que tengo escrito. Y estos son los pilotos que deseo haya en aquellas partes, y los puede haber fácilmente con los modos que hallé. Porque cierta persona de fría voluntad...//... al punto me concedió todo cuanto le pedía. Vuelvo a suplicar a V.M. con todo encarecimiento a mí posible, sea servido de considerar todo cuanto en este memorial represento y prometo, a fin de que esta obra se encamine y salve de tan grandes males y daños como veo la amenazan, y hoy los tienen las Indias por falta de un buen principio. Señor, este buen principio pido para aquella postrera parte del mundo, con recuerdo de que si en ella se yerra, no queda otra de importancia a donde poder acertar, y que después no vale arrepentimiento, sino ahora el remedio, y este remedio está en la merced que V.M. hace a ella y a mí, que es mandar me sean dados aquí los despachos a mi entera satisfacción para que el virrey del Pirú me dé lo que fuere menester a la empresa. Advierto a V.M. que la satisfacción que quiero es que esta obra se asegure en sus bienes, y para que sea así conviene que V.M. se sirva mandar al virrey gaste 500 mil ducados de la caja de la Ciudad de los Reyes, sin excusa ni dilación, y que me dé mil hombres, los más que pudieren ser casados, y los navíos que bastaren para llevarlos con bastimentos, armas, municiones, respeto, rescates y todo lo demás necesario para un buen despacho, y que cada cosa, de por sí, vaya en la cédula expresada, clara y firme, para que el virrey entienda bien la voluntad de V.M., conque no exceda el gasto dicho; y también que yo sepa por qué voy y a qué voy; quiero decir que V.M. se sirva de darme el título (que no puedo excusar) y instrucciones de lo que debo hacer, y una cédula que hable generalmente con todos sus ministros, para que me ayuden, y ninguno me impida, ni a las personas que se pueden ofrecer por el camino, y en Lima; y otra cédula para que, si yo muriere, pueda nombrar la persona que hubiere mostrado el tiempo que conviene ocupar aquel lugar, y juntamente en que V.M. me concede las ochenta personas eclesiásticas y seculares que pido de aquí de España, conocidas y de satisfacción; y aunque no sea por más que porque sea vista la estimación que V.M. hace deste causa, y de mi buena voluntad, debe V.M. hacer esta merced a ella y a mí, y también más, porque al Japón y a otras partes de las Indias se conceden a cuarentena los religiosos, y las compañías enteras de soldados para Filipinas, y juntamente por ser tan grande la parte Austral y tantas sus necesidades, pues carece de todo bien por lo caro que ha costado comenzar grandes empresas con pocas fuerzas y poco orden, que yo ofrezco para ayuda de llevar estas personas, 3 mil ducados de los 6 mil que V.M. me hace merced de ayuda de costa, y ofreciera los otros 3 mil si no los hubiera menester para pagar parte de mis deudas y aviarme, y con todo los daré si V.M. se sirve dello. Las personas que pido son como sigue: seis clérigos, el uno es don Mancio de Ureña, canónigo y tesorero de la santa iglesia de Astorga; doce religiosos capuchinos españoles de quienes tengo 102 cartas; son doctos y, aunque no lo fueran, ahora importará más el ejemplo con los naturales que no letras, pero siempre necesarias son letras y virtud. Mucho deseo su ida, así por el fervor que les veo como por la devoción que tengo a la orden de San Francisco, y por lo que ayudarán a templar los nuestros. Siento movimiento en la orden de Santo Domingo y fray Bernardino está firme en su buen propósito, y lo mismo fray Andrés de Almeyda; suplico a V.M. me los conceda, que los pido para grandes cosas; dos hermanos de Juan de Dios, seis capitanes de guerra y mar que se ofrecen y seis alféreces, doce personas bien entendidas de negocios para repartir cuidados y trabajos y para con todos asegurar la parte de V.M. Maestros de arcabuces, herreros, canteros, albañiles, carpinteros de lo blanco y de ribera, calafates, aserradores, cordoneros de jarcias, toneleros, botijeros, olleros, fundidor, arquitecto, pintor, escultor, platero, matemático para observar, describir y enseñar, ingeniero y médico, cirujano, boticario y todos los otros oficios que no se pueden excusar para dar principio a un nuevo mundo. Es de advertir que todas estas personas han de entrar en el número de las concedidas, y que más costará sacar del Pirú las diez, con estar en duda si las habrá, que llevar de allí las 80 tan forzosas y importantes como suena, y que éstas irán como se han de llevar soldados, y lo serán cuando sea menester. También se debe advertir que no han de hacer más costa del dinero concedido, como lo tengo mostrado por el arbitrio del yerro y por los que abajo se siguen. Recuerdo a V.M. que demás del despacho principal es menester llevar de respeto para poder mantener y conservar el caso, una gran partida de bizcocho, harina, vino, aceite, vinagre y otros géneros para sustentar la gente; y para vueltas de viaje es menester, para navíos nuevos y despachar los viejos, una buena partida de velas, jarcias, brea, sebo, estopa, copei, clavazón, estoperoles, plomo en plancha, áncoras, resones y achotes para faroles. Es menester para aviar soldados una buena partida de cordellates, cañamazos, ruan o camisas, sombreros, alpargatas, espadas, cuchillos, hachas de una mano y machetes para romper montes y abrir caminos cuando marchen. Es necesario para la Iglesia una imagen del Salvador, otra de la Virgen María, un dosel, un palio, una custodia, cálices, ornamentos, cera labrada, campanas, una colgadura de tafetanes o de guarda macies, órganos y música con todo lo demás que se debe al culto divino. su decencia y autoridad para aficionar a los indios, y juntamente el vestuario para los religiosos. Es necesario una buena partida de vestidos, de tafetanes y de ropas de algodón de colores, monteras, calzados, espejos, peines, tijeras, cuchillos, cascabeles, trompas, chaquiras y otras cosas de vidrio de buena vista, y las demás de rescate para contentar los indios y indias y rescatar con ellos las cosas que tuvieren de valor y sus comidas. Es necesario una gran partida de hierro y acero para labrar y calzar todas las herramientas que se deben a fábricas de todas suertes, sementeras, plantas y minas, y llevarse hechas algunas para luego servirse dellas. Son menester cuatro instrumentos de cobre con sus fogones y hornos de hierro para sacar agua dulce de la salada en la mar, y en la tierra para sacar vino de palmas y para hacerse otros provechos, y juntamente ollas, calderas para azúcar y añil, peroles, sartenes, embudos para hacer aguada, hornos de pan para suplir faltas y a enfermos, y otras piezas de cobre que son bien menester cuando se vuelve a navegar. Es necesario artillería para el fuerte, versos para descubrir, mosquetes, arcabuces, pólvora, plomo, cuerda, hierros de picas, rodelas y otras armas y una buena botica. Advierto a V.M. que comprándose en España las cosas que della van al Pirú y allí se han de comprar para la jornada, y esto al crédito, de lo que V.M. mande se gaste, y que comprándose en los valles de Trujillo, Saña, Ica, Sierra y otras partes, las cosas de la tierra necesarias a mi apresto y provisión, que se ahorrará a buen juzgar más de 100 mil ducados, y que con sólo 15 mil se pueden llevar las personas que pido de aquí, conque parece que la obra irá bien encaminada y asegurada en su principio, medio y fin. Señor, todas las partidas referidas, así las del despacho principal como las de respeto, los navíos, aparejos dellos, paga de gente, con todas las otras cosas que he de llevar de Lima, que sería largo decirlas, no han de costar más de solos 500 mil ducados por una vez, allá y acá, sin que entre en mi poder un solo maravedí, siendo los precios que los vea yo hacer y los géneros y todo el despacho a mi satisfacción. Y este trabajo yo lo quiero tomar a trueque de que V.M. sea mejor servido y el virrey se descuide; y debe creerse de mí que quiero llevar buena gente, buenos navíos, buenos bastimentos, buenas armas, buenas municiones, buenos resguardos, salir a tiempo del puerto y dar buena cuenta de mí a Dios y a V.M. en cuanto me tocare. Advierto que cuando fui a descubrir se gastaron 184 mil ducados con 130 personas, y que ahora me ofrezco llevar mil hombres, las familias de los casados y los aventureros con solo los 500 mil ducados referidos. También se debe creer que me duelo tanto de la hacienda de V.M. cuanto lo mostré en que no quise recibir mi sueldo, y en que no lo pido ahora, y que celo tanto los bienes espirituales y temporales de aquellas gentes, cuanto lo tengo importunado y bien mostrado, pues de mi mismo no me duelo, a trueque de que la obra no padezca y perezca. Por todo lo cual vuelvo a suplicar a V.M. se sirva de concederme la merced que pido, por ser conveniente y forzosa y mi ánimo de acertar en este grande servicio de Dios y de V.M. Finalmente digo, Señor, que si muchos millones de personas de gran valor han muerto en seguimiento en empresas mínimas, que no es mucho que yo, que no valgo nada, gaste la vida padeciendo y porfiando por sacar del todo a luz y de peligro esta mayor de las empresas, cuya mi muerte ha de ser por ella, o en ella; que muchos años ha, Señor, que se la tengo ofrecida sin reparar en el por qué, ni en el quándo, ni el modo, ni en que parte ha de ser. Todo será como V.M. mandare. Año de 1610. Todo se reduce a obras.
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MEMORIAL 41 Porque cierta persona de fría voluntad para con mi causa y para conmigo, quiso aquí atropellarme y abatirme, y que los trabajos y cuidados de Colón fuesen mucho mayores y muy más aceptos que los míos, ordené el memorial que se sigue, a fin de ver si le podía inclinar a mirar la causa, y a mí, con ojos píos, y nunca pude, como él no pudo, con cuantos disfavores me hizo, acabarme la voluntad, ni la esperanza puesta en Dios y en V.M. La porfía de un varón tan valeroso cuanto lo fue Cristóbal Colón, a cuya memoria debía estar levantada una grande estatua de oro pues se ve sobre sus huesos haberse armado el Real Consejo de Indias, de donde han salido y salen criados y despachados, un Patriarca, muchos Arzobispos, Obispos, Dignidades y personas eclesiásticas, y de los seculares los Virreyes, Audiencias, Gobernadores de provincias, con tantos otros ministros necesarios, a unos tan grandes reinos y tantas las gentes sobradas que todos en ellos caben, cuyo retorno de solo el cerro Potosí (se dice) que pasa de mil millones, debe notarse que todas estas grandezas y riquezas pasadas, presentes y venideras, y las otras que allí están y han venido sin ser vistas en número tan crecido, las compró el buen Colón desde la isla de la Madera, a donde tuvo la noticia que le dió el piloto lusitano Ruy Falero, a quien por fuerza mostró el viento aquellas ocultas tierras por tiempo de ocho años y meses, y por caminos de tres mil leguas, cuando vino a dar la cuenta de las primeras tierras que vio (como yo ahora vine), y será justo que se entienda (como de obligado a decir), que yo fui desde el Pirú a la parte incógnita, y de la parte incógnita a Filipinas, y de Filipinas a proponer mi intento a la Ciudad de los Reyes, y de la Ciudad de los Reyes a la de Roma, y desde Roma vine derecho a esta Corte, y de esta Corte a la parte incógnita, y della a la Nueva España, y la atravesé de mar a mar, y de allí vine aquí a donde estoy, pudiendo con verdad decir que no debo a mi causa un día y que mi porfía monta casi diez y seis años, y las leguas son veinte mil las que he andado, y he dejado en Indias muchas cosas que no son fáciles de navegar por lo mucho que cuestan de adquirir, y pido que sean juzgadas las contradicciones, desvíos, amenazas, pleitos, trabajos, miserias, la desnudez, justificación, el rogar y asistir siempre a mi Rey, sin variar, con lo demás que remito a ambas historias y a todas mis peticiones, y a un asomo que adelante se verá juntamente con la importancia de casos. Y digo a los que dicen ser su pretensión más oscura, el tiempo pobre y de guerra, que por la misma razón ha sido mayor mi contienda, siendo demanda más clara, el tiempo, de paz, y rico el Pirú, a donde se cuentan los dineros por millones y por millones los hombres sobrados en él, con todo lo necesario para conseguir el intento. Colón, para hacer su viaje, fue despachado en Moguer, cuyos gritos desde ahí casi los pudieron oir los reyes, y de vuelta se desembarcó en España, sin tener más barrancos que saltar, y en ella fue con amor recibido y brevemente despachado con gruesa armada de naos y gente, y las provisiones necesarias, cuya grande estimación es causa de gusto grande y el mayor de los premios, y lanceta de voluntades. Y háseme de confesar que cuando fui y cuando vine por el mar del norte y del sur, pasé por siete gobiernos, que es lo mismo que siete reinos, lejos deste, y que fui recibido tan mal que puedo decir con verdad que mi amor es ya de prueba, pues hasta ahora no le ha muerto un tan grande desamor. A Colón yo le confieso aquellos dos grandes y ricas provincias de América, con recuerdo que todo lo que resta della, por estar casi rodeada y cruzada por muchas partes, será detrás de alguna sierra, algunos valles, y debe notarse que todo el oro y plata que ha tributado España, que ha sido como si nunca lo hubiera habido. Y si no, diga España cuántos millones de oro le sobran, y digan los indios cuántos millones de sus naturales faltan, que yo digo que los que están por pacificar, o retirados, están ya tan escaldados del mal trato que se ha hecho y hace a sus vecinos, que por esto ni nos quieren creer ni sujetarse, antes morir peleando como lo hacen los de Chile y de otras partes, y lo han hecho Chichimecos, y que hay algunos para los cuales son menester otros tantos de los nuestros. Y nótese bien estos puntos, que si reducimos la América a tierra de buena o razonable comodidad para poderse vivir, hallarse ha que en muchas de sus partes es destemplada por mucho calor y humedad, y en otras en extremo fría por muchas nieves y páramos, y que tiene muy extendidos desiertos, largos arenales, muchas y muy cerradas montañas, anegadizos, pantanos, pedregales, sierras y partes a donde por no llover, y llover tanto; juntando esto a lo demás es mucha la tierra inútil y enferma, y que tienen muchos mosquitos y caimanes, yerbas y animales ponzoñosos, y salvando pocas provincias digo que si hay cuatro y diez leguas continuadas que sean de buena tierra, que en partes hay 100 a 500 casi del todo desaprovechadas, y que han vivido y ahora viven muchos indios a donde no cabe un español con cuatro reses y un arado, y que quitadas todas las mermas referidas, es poca tierra la buena, a respecto de su gran cuerpo de América, cuyos naturales son demasiadamente salvajes y crueles, andan del todo desnudos, comen carne humano, culebras, lagartijas, piojos, usan mucho la hechicería y la beodez, de que proceden grandes males, y en lo que es ser cristianos, lo digan los sacerdotes, pues que los han doctrinado, que yo entiendo (hablando en general) que tantas faltas como tienen son nacidas de haber sido muy de atrás obedientes discípulos de Satanás, y que a esta causa, en el principio, obligaba a nuestra parte a más piedad y cuidado del que en todo para con ellos ha habido y que ahora no desobliga. En suma digo, Señor, que lo restante destas gentes, y aún todas, han sido de muy poco ser, y las que hay de presente no está como se debe a Dios, a ellas y a V.M.; y entiendo que si las fuere preguntado, que darán causa y más la razón porque de las minas que tienen no sacan oro y plata y se visten, engrandecen y levantan casas que muchos dellos no tienen, y lo por qué dicen ¿para qué tantos trabajos pues al fin de todo se lo han de quitar? Las gentes que descubrí son por la mayor parte dispuestos, de buenos talles y facciones, y las blancas, muchas dellas, muy hermosas; son briosos y valientes, y basta serlo para entenderse que han de ser hombres de bien y piadosos. A todos los que comuniqué y traje los hallé de mucha razón, tratables, reconocidos, gratos y, sobre todo, de verdad y de vergüenza, y con otros de buenos respetos; por donde se ha de esperar que han de recibir bien la fe y perpetuarse en ella si se hace de nuestra parte el deber. Allí se hallaron conmigo toda nación de españoles y otras muchas que han andado lo descubierto del mundo, y todos dijeron a una ser las gentes mejores que las de América, y las tierras las mejores de todas cuantas han visto, y también lo digo yo de cuanto vi, así de gentes como de tierras, y que si éstas no fueran como lo son, tan grandes, pobladas, fértiles, sanas y ricas y de tantas comodidades para se vivir en ellas, como las he representado, que aunque más diligencias hiciese y más porfiase, no podría aficionar los ánimos de las personas que conviene llevarse a su población. Es de notar las cosas siguientes. La primera, la bondad y grandeza de las tierras que descubrí. La segunda, que su gobierno está sin principio y pretendo que sea regular. La tercera, que sus mudos naturales están vivos y todos se pueden instruir en la fe por excelencia, así por la disposición de su parte como por la advertencia de la nuestra, medios propuestos y celo de ministros de Dios. La cuarta, porque la mar y tierras están todavía por desnatar de las riquezas que tienen, y no veo otras que puedan desempeñar y descansar a España si no son ellas. La quinta, que gracias a Dios estoy vivo, algo práctico y mucho desengañado y con los mismos filos que siempre tuve para servir esta otra, con los que dejo a Dios y al tiempo, que todas son cosas sin precio, y no de menos haber durado tantos años estando tan maltratado; y hay quien a ciegas juega y dice que el descubrimiento hecho es de muy poca importancia y yo de menos; mas yo digo: ¡terrible golpe de la ignorancia o de la envidia o del diablo, que tales los sabe dar como éste! Y para reparar mejor digo, Señor, que entren en cuenta de mis leguas y de mis años otros dos, para que sean los tres más insignes navegantes, Colón, Gama y Magallanes. Esto digo de sus primeras idas y venidas, y que si juntamos en cuenta de leguas y tiempo a Cortés y Pizarro, caben y sobran. Y si fuese menester estender más los cinco puntos, lo puedo hacer largamente; y si yo fuera ayudado entiendo habría hecho tan grandes cosas como suenan y pretendo con la ayuda de Dios y la conquista de solo los corazones. Parece pues, Señor, que guardó Dios para descubrirse a la postre las mejores de las tierras, y aunque ha sido providencia suya, y que esta verdad se averiguase tan despacio, y casi, casi, la mostrase Dios de milagro. Y pido que todo lo dicho en éste y otros escritos se reduzca a peso o a número, y que se reste de lo que Colón halló que le ayudaron una reina, un cardenal, un religioso, un secretario real y dos hermanos, con quien repartió sus trabajos, y que todo cuanto padeció y porfió, y aquella su prisión y grillos, y lo que valió cuanto hizo, y lo que para sí pretendió con su premio, y su final, todo está visto; y lo que yo pretendo, no para mí sino para otros, no es creído, ni menos se sabe lo que más he de obrar, si soy admirado y vivo, ni lo que más he de padecer, ni el fin que he de tener. Dejo el premio, porque de Dios le espero, y digo que sólo ha faltado a los dos que somos los que babemos rogado y perseverado, ser uno juez del otro; yo lo fuera de toda la entereza de su buena voluntad del gran Colón, y de hasta donde llegó con sus tres carabelas, y él lo fuera no del gran tesón de la mía, ni de a donde fui y surgí con tres navichuelos. Y con esto creo que está bien probado que Colón quedará siendo primero, más yo sólo la honra y gloria de Dios que todo es suyo y nada mío, a cuya magestad divina doy gracias infinitas, pues así como fue servido de mostrar por el medio de Colón tan gran parte del mundo, también por su gran bondad fue servido de encaminar a mí (aunque indigno) lo restante, a buen juzgar no menos grane y útil, a buena suerte de V.M., y sólo me falta saber si alguno de los interesados se acordó de decir por el alma de Colón una sola Ave María, para desengaño mío. Si a Colón, cuando iba navegando, le quisieron echar a la mar sus soldados y marineros, yo callo, por horna de las dos mis señoras madres, la Romana y la España, lo que conmigo pasó en el discurso deste viaje, en mar y tierra, y las causas, y quienes y cuantos son aquellos de quien vi y de quien sé la fineza de las obras y deseos, mostrados y prometidos, y de cuán poquito se espantan y cuán sin razón se quejan, y que no vino bien con lo que en Lima decían al tiempo de la partida, que sólo querían por premio morir en aquella jornada, ganando el Santo Jubileo que se había concedido. Mas, yo sospecho (y creo que no me engaño) que lo que ellos querían no eran ganancias de almas, sino hallar luego en las playas montes de oro, plata y perlas, sin acabar de querer ver que éstas y las otras riquezas se hallan todas en las entrañas de tierra y mar, y que Sevilla no se fundó en un día, ni menos México y Lima, ni los ingenios que tienen las minas de sus provincias, ni en dos días aquellos indios habían de saber nuestra lengua, ni adivinar los intentos, ni cuanto se lee en París; ni en tres días habían de dar cuanto Dios les ha dado entrando la libertad; ni en cuatro era posible verse cada uno en España tan rico como sonaba. Que espacio piden estas cosas, y manos a la labor, con cuenta y peso, pues no con menos se concedieron los bienes a los cuerdos que los tienen por dar principio a los reinos; o a lo menos quisiera ser cada uno un gran señor de todo lo descubierto, o segundo en el gobierno y primero en las plazas marítimas y militares, sin reparo que cada uno se debe dar a sólo un hombre que realmente la merezca, y no al que lo ignora y presume, o su edad no lo sufre por ser menos, o quisieran haber hallado a cada cicuenta leguas una grande provisión y mesas puestas, siendo éste uno solo criado y necesario para todos, y en habiendo de costar un solo día falto de agua o trabajoso de algo; excuso lo peligroso porque asombra y descubre la falta de ánimo y el poco amor a la obra no les cuadra ni quieren tan caro cielo, honra, provecho ni fama, y sólo quieren que otros muchos trabajen para que ellos descansen; pues ellos, para que otros los gocen (aunque sean sus hilos) no tantos afanes que amargan, juzgados por meses y años, y ser las vidas brevísimas que con artificio pasan; y sufre mal quien los entiende sabiendo proceder contrario y no dejarse conquistar de los mayores rigores. Y por estas y otras razones no puedo dejar de decir que sabe poco quien no sabe sufrir mucho y que sabe mucho quien sabe hacer lo que debe, y que casi no saben aquellos a quienes vencen pasiones, y mucho menos si se apasionan sin causa y pretenden la venganza, o sea con causa o sin ella; y que hubo algunos que en cuanto duró el viaje no fueron útiles dos días, y tal hubo que no fue dos horas de provecho y siempre en todo de embarazo; los más servidos y mejor librados más mal contentos sin poderse fiar dellos un cuarto de vela o de ronda; mas de roña bien le pegaron a muchos de la compañía y bien lo pagó la jornada y yo lo pago. Y con ser estas verdades y otras muchas que callo, han dicho que han hecho grandes servicios a Dios y a V.M., y mercedes a mí que tanto les he sufrido, pudiendo bien excusarlo, y les hice cuantos beneficios pude y un trato de propio hermano. Dejo aparte materia de ingratitud tan vista allí, pues quien la tiene no sé qué males no hará, y pido que muestren los desconciertos que hice o los avisos que me dieron o qué agravios o fuerzas les hice yo, o ellos qué continuadas diligencias y finezas que fuesen de celadores, o qué pruebas de atrás en este o en otros casos, porque deban ser creídos contra mí que tengo la intención bien probada, ni yo creyera que tales hombres había, si tanto no los probara; mas pudo ser que convino que fuesen a aquel viaje, porque cuando allá se vuelva se mire bien quién se lleva, aunque más santos se finjan, pues éstos son a lo menos los que lleva Satanás a jornadas semejantes para cojer sus sembrados, y advierto que por sólo hacer bien a ciertos hombres los llevé y que allá, por dolerme de sus honras y de sus vidas, no hice lo que quizás otros hicieran, y diciéndose que corrían riesgo las mías; y digo que si piedad con la cuenta y razón que yo la tuve merece grande castigo, que aquí estoy muy presto para recibirlo y para recordar qué buenos han sido y serán los edificios que sobre piedad se fundará y se fundaron. Todas estas cosas son fáciles de entender, y para Juzgar ser imposible a un hombre contentar a todos cuantos gobierna, aunque más se desvele y a grandes costas lo procure. También digo que si el que gobierna diere licencia a los que quisieren vivir desenfrenadamente, que será de la lengua destos tales muchas veces bueno, y que si les detiene las riendas, él será malo y bien malo, y que si Diógenes no halló un hombre sabio, prudente, valiente, sufrido y perseverante, no es mucho que yo no haya hallado a los muchos que con cuidado busqué, en especial de muy honrados pensamientos, ni es poco que algunos de la jornada hayan dicho que habían de guiar (como guiaron) cuanto de nuevo pretendo para remate desta obra; de tal manera que la menor de mis pérdidas fuese el juicio que no tengo, que a tenerlo por otras causas siniestras ya lo hubiera perdido, aunque fuera seis doblado. No digo sólo juicio, sino que si yo sintiera ha mucho que estuviera muerto, y muerto pareciera bien a los ojos de las personas que saben que quien no siente no ama, y que quien ama las cosas grandes y honrosas y ve su perdición, no tiene gran obligación de sentir porporcionado. Todo esto y mucho más ha de sufrir, disimular, reparar y componer un hombre que sabe amar, y tantas veces cuantas se ha ofrecido allá, acá y siempre con tan celoso cuidado de que se acaben las grandes cosas que trata o, al menos, no se marañen y se alarguen. Esto, Señor, es de mi parte y ajenas; digo que no sé arte mayor no menor con qué forzar voluntades, y más siendo lo más cierto de la condición humana variedades; y debe creerse de mí que por no dejar mi porfía he sufrido compañías que sólo el cuerpo o con el alma las pudieran mantener. También es bien que se entienda que hay personas venidas de la jornada que les pesa de no haber tenido en ella avenidas de trabajos para que en ellas mostrasen lo valeroso de sus ánimos, y el cómo los sabrían bien curtir y espantar, y que de nuevo los están desafiando y despresiando y amando los peligros y la muerte por el servicio de su Dios y de su Rey, de su patria, y por el bien de las gentes de todos aquellos países a quien toca la obra de que se trata, y para que con verdad puedan decir que nacieron para algo y no sólo para mostrarse cansados de viaje tan dichoso y tan feliz como ha sido el de que vienen. Todo lo repetido aquí es pura necesidad de defender mi causa y parte, pues me veo obligado a imposibles y a decir que soy solo y bien contradicho de personas que me deben ayudar; y a preguntar qué es lo que de una vez había de descubrir más de lo dicho, para que por una vez se gaste un poco de plata, esperándose por un real gastado recibir las ganancias de mil almas y de dos mil bienes de ambos géneros que Dios dará de retorno; o qué es lo que de una vez había de hacer más de lo hecho para que mis obras parezcan sólo razonables a tantos cuantos las muerden, pues he hecho cuanto he dicho y he servido sin salario y hasta ahora sin provecho, ni se hallará que jamás lo apunté sino que todo cuanto puedo me esfuerzo, y doy cuanto Dios me ha dado por librar de olvido y de peligro de presente y de futuro, todas las tierras y gentes que descubrí, y las que están por descubrir, como lo muestran mis escritos, mis peticiones, mi asistencia, mi porfía y mi paciencia (aunque ésta no agrada), debiendo ya de tener fin las ocasiones que me dan de sentir y resistirme y de quejarme, pues voy viendo que primero me han de matar que despacharme. Y digo a los que hacen mis obras chicas que muestren las suyas grandes, y a los que dicen voy errado, que me enseñen cómo acierte, por ser esto lo que busco; y a los que dudan de mi intento, si quieren mostrar su celo, váyanse todos conmigo, que yo me ofrezco de mostrarles con el dedo millones de gentes perdidas de muchos siglos atrás, esperando las misericordias de Dios que sean con todas ellas, que es lo que realmente importa, y no las palabras que oigan, y si lo dicho no les cuadra, acepten de mi liberalidad todas las ganancias que dicen que yo hice, al precio de cómo está hecho el empleo, añadiendo a once meses deste viaje los seis en cama, y los cinco ya cayendo, ya levantando, sin médico, con apliques al revés y otras faltas de cosas menesterosas y sobra de muchas penas, y en todo junto el discurso de veintidós peligros muy notables de la vida, sin los ordinarios, y los de enemigos; o si no tomen lo que resta al costo, que yo ofrezco, habiéndome confesado, que para errar basta y sobra quienquiera, y creer, que yo creo, que con tener como tengo desta causa tan gran manejo, mucho desvelo, largo estudio y deseos vivos de saber, que ignoro las tres cuartas partes. Señor, tantas cosas forzosas pueden juntarse (como están juntas) y tantas pueden faltarme (como me faltan) que no basta toda mi buena voluntad practicada a la continua para poner en este gran edificio una muy pequeña piedra, y tantos pueden ser los pesos y sobrepesos que no me dejen dar paso adelante, como ya pasa muy de atrás, o den conmigo en el suelo sin que me pueda levantar, salvo si esto con lo demás es lo que menos dolerá, en pago de la buena fe conque tanto he trabajado y me ofrezco a trabajar en esta pía y santa causa, en cuyo nombre suplica a V.M. eficazmente sea servido de no permitir que ella y yo seamos menos aventurosos que lo fue Colón y la suya, pues la mía no es menos principal y importante ni menos el amor y costa conque la libré de olvido con grandes socorros de Dios. Pregunto cuánto vale un Colón y también pido la razón por qué mi causa pierde por mí, o la por qué yo pierdo por ella. Alejandro y Ulisis, griegos, los fenicios, cartagineses y romanos y los otros que en aquellos tiempos pasados merecieron lauros, triunfos, estatuas y eternizados sus nombres por alargarse en caminos, entiendo que no pasaron del Indo o Ganges al oriente, ni de Hibernia al occidente, ni del Tanais al septentrión, y poco de la isla Meroe, en el Nilo, al mediodía, y esto con toda comodidad. Excuso los blancos a que tiraron y la diferencia de causas y de fuerzas, y digo que vi caminando por España y por Italia, solo y arrimado a una caña, siguiendo mi pretensión y comiendo por principal frutas verdes y silvestres, y mojo y otras yerbas del campo, y muchas veces sin tenerlas en estas y otras partes, y la causa sin principio y sin valedor, y tantas las dificultades halladas tras cada paso, que se hace increible entender que contra ellos porfié y se vencieron (gracias a Dios). Callo los tres años desta Corte a donde es verdad que entré sin un solo maravedí, obligado a sustentar esta gran causa; y por cifrar lo que me cuesta y los aprietos es que por ella me vi y me veo por no la desamparar, digo, Señor, que soy testigo del poder de Dios como quien tan bien le tiene experimentado, y lo soy del celo grande de V.M. para con almas de todas aquellas gentes, pues por solo su conversión gasta V.M. su hacienda; soylo de cuanto daño hace al mundo creerse los que gobiernan de hombres interesados, apasionados, confiados o mal inclinados, y lo soy de muchísimas voluntades, por ser esta mi demanda gran descubridora dellas. Acuérdome que cuando en Roma pretendí lo que a la Iglesia tocaba, dije que había de justificar tanto mi causa y mi parte que a no negárseme la verdad no se me negase la demanda, y me fue dicho diese ejemplo; yo dije que diesen otro que hubiese hecho lo que hice, y si fuera ahora dijera que ofrezco a V.M. reinos, riquezas y gloria; muestro los modos y medios justificados del valor que todos suenan; doy arbitrios, advertencias y avisos que valen millones de oro, sin por los unos ni otros, ni por dar la vida, pedir nada para mí sino para sus mayores bienes desta causa, que siempre fue una, una la obligación de ayudarme y tres mi verdad, importancia y desnudez para servirla. Esta, Señor, ha sido siempre mi justicia; ésta pido, tres años ha, ésta se me debe dar, ésta espero recibir de V.M. con toda la brevedad para continuar mis servicios. Advierta V.M. que se le debe todo cuanto pudiera haber ganado en este caso, y que es muchísimo, y que a la obra y a aquellas gentes se les debe todo el beneficio que han perdido, y a mí se debe todo cuanto pude haber obrado, que es sin precio, y cuanto más me detuvieren tanto más deberán, y todo lo uno y lo otro me lo han de pagar, vean con qué, las personas a quien toca. También me acuerdo que viéndome en Roma apurado pedí licencia a la Beatitud de Clemente VIII para leerle un papel; oyolo y me preguntó qué quería; dítele que de tres cosas la una; la primera que oyese mi causa como yo la ofrecía mostrar, para saber su valor; la segunda, que yo fuese creído en cuanto decía y pedía en razón della; la tercera, que si no se quería lo uno ni lo otro, que fuese luego despedido; y al punto me concedió todo cuanto le pedía.
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MEMORIAL 42 El Capan. Po. fernz. de quirós. Señor. El Capitán Pedro Fernández de Quirós. Por lo que debo a Dios y a V.M., digo, Señor, que estando yo en la ciudad de los Reyes del Pirú, año de noventa y cuatro, entraron en ella presos por don Beltrán de Castro y de la Cueva, ciertos ingleses de la compañía de un capitán Richarte Aquines. El uno dellos que era geógrafo, de quien quise saber el discurso de su viaje, como abajo diré. Lo más notable del, me dijo, que otro capitán de su nación llamado Thomas Candi, que es el que en la boca de la California robó a la nao Santa Ana que venía de Felipinas a México cargada de sedas y oro; se fue con esta presa a su tierra y que en ella armó treinta naos, con las cuales y siete mil hombres en ellas, dejando asentado con su Reina los socorros que le había de dar y la orden que habían de tener en corresponderse, siendo de edad de veinte y tantos años, llevando hecha una corona de oro partió de Londres con ánimo de entrar segunda vez por el Estrecho de Magallanes y hacer pié en Chiluey o en Osorno y desde allí enviar buena parte de su armada a robar y quemar todos los navíos que se hallasen por la costa del Pirú, salvando los mejores para sí a fin de hallarse, señor del mar, y que volviendo su armada había de ir a desembarcar su gente en el río Valdivia o en el puerto que se dice del Carnero, para juntarse con los indios araucanos y pregonar desde allí libertad de conciencia, libertad a todos los indios y negros de la América, acogimiento a retraídos y perdidos, y a todos cuanto lo quisiesen seguridad de vidas, honras y haciendas, buena compañía y esperanzas y por remate soltar presos; y que habiendo juntado un grueso ejército se volvería a embarcar para la ciudad de Lima, donde se había de hacer coronar por Rey del Pirú, y luego dar títulos de más y menos y hacer grandes (ilegible) a todos cuantos le siguiesen, y que por morir a la entrada del Estrecho, y sus capitanes desavenidos se volvieron a sus tierras, no tuvo efecto el intento. V.M. considere que si este inglés consiguiera los muchos y grandes daños que hiciera en los bienes de ambos géneros, con tales bulas pregonadas en tierras a donde en tiempos pasados ha habido revoluciones y alzamientos declarados, y en mi tiempo centellas que apagan en cinco partes, y a donde oí decir cuando las alcabalas se entablaron y las otras impusiciones y compusiciones de tierras y hombres que hubo en ellas: Dese buena prisa S.M. en hacernos pelar, que bien parece se hace cuenta le han de durar poco estos Reynos. Yo digo que la seguridad de todos ellos, y aún de los de todo el mundo, está en los corazones de sus moradores y que estos se roban con buenas obras. Es aquí de notar tres cosas que por allá se platican comunmente. La primera es lo poco que las Indias costaron de adquirir, la segunda, las muchas riquezas que han tributado a Hespaña; la tercera, el poco beneficio que reciben della. Yo digo otras tres. La primera, que si la desorden de los pocos españoles que han entrado en las Indias bastó a consumir los muchos millones de sus naturales, que siendo como son hoy pocos los españoles, muchos la codicia doblada, el tratamiento el mismo que siempre ha sido, se puede esperar que con presteza del todo se acabarán aquellas gentes si V.M. no las remedia; este remedio está en que no haya españoles en las Indias; esto es imposible y así queda sin remedio este punto, más no sin reparo, como lo mostré a V.M. en un memorial a que me remito. La segunda, no echan dellas los que llaman extranjeros, que son los trabajadores en tierra, y más los que saben artes y otras cosas que resultan en bien común y hacen la parte de V.M. más firme, y porque no se si parecerá bien a los ojos de Dios y de los hombres, por lo que este punto tiene de impiedad y porque el (ilegible) del agravio que dicen se les hace no les haga hacer el mal que pueden, por ser muchos soldados, marineros y artilleros, y los hay de levantados pensamientos, más antes, Señor, me parecía cierto que allá los traten bien, porque los tratan muy mal y que no los dejen venir aunque quiera, no habiendo las causas legítimas, y por otras que ofrezco dar en razón desto, recordando los muchos millones de pérdidas y de daños que hizo Francisco Draque en venganza de un navío que en Cádiz tomaron a su padre, y cuanta inquietud causó a España y a las Indias y cómo abrió camino a los de Inglaterra y Holanda que han navegado y n... en ofensa de vasallos de V.M. En suma recuerdo lo que costó y costará lo deste... La tercera se puede temer que en Inglaterra habrá otro Thomás Candi a donde creo está su intento en la memoria de muchos pues yo lo vine a saber en el Pirú esto entendía. Digo, Señor, que embiando V.M. conmigo a la población de aquellas tierras Australes a extranjeros de las Indias y de los españoles sobrados en ellas, y al socorro y más viajes mismos se irán así por saber las riquezas y comodidades dellas, como por lo mucho que Pirú se afana para solo sustentarse, que con esto se aseguran unos reinos y se ganan otros no menos grandes y buenos. Suplico a V.M. lo considere juntamente con mucho que conviene favorecer las Indias, porque si faltan sus riquezas de golpe como va faltando mucho a mucho, España está obre, los enemigos ricos y con grandes filos de... y vengarse. V.M. con poca armada en sus mares, teniendo gran necesidad de tenerla muy bastante a enflaquecer contrarios, cuando de sus tierras van y vienen a las dos Indias y a todas las otras partes fuera y dentro del Estrecho de Gibraltar, y con esto se pueden excusar los grandes gastos de los Presidios de Indias que a esta... hay en ellas y otras partes, porque tratar de fortificarlas y guarnecer así las del Oriente como las del Occidente por ambos mares, y traer en ellas gruesas armadas es imposible, al parecer. En suma, Señor, tomarles cuenta cuando salen de sus tierras y vuelven a ellas. Las puertas de España de lo cual ha de nacer su flaqueza y nuestra fuerza. Lo que prometí del geógrafo es, Señor, que habiendo salido del Río de la Plata en demanda del Estrecho de Magallanes, dando resguardo a aquella costa por ser de muchos arrecifes y bajíos, navegaron derecho al sur y que en altura de cincuenta y un grados y medio hallaron una tierra de buena vista y poblada, por cuya costa anduvieron más de cien leguas. Es de advertir que se suele decir que el Estrecho de Magallanes no es solo, y también se dice que la tierra de la otra banda del es una isla y que por fuera della hay mar abierto por donde se puede pasar del a otra mar. Yo digo que puede ser que sea así lo que se dice; más que lo creeré cuando sea visto por vasallos de V.M. enviados al efecto como se puede enviar en dos barcos con treinta hombres desde Chile en principio de noviembre, pues puede ser que la voz de muchos estrechos y de mar abierto la hayan hecho ingleses a fin de que no se les cierre el paso como lo intentó la Magestad del Señor que está en los cielos, o despoblarlo ellos como y cuando les esté bien, que en aquellas partes les falta para poder invernar, descansar y prepararse para entrar y salir de verano, o sea a robar en las costas de todo aquel Mar del Sur, o a poblar las tierras que descubrí, o a otro cualquier que a ellos estará bien y mal a otros. Debe notarse que las cien leguas de costa referida puedan ser que sea tierra continua con la que causa el Estrecho, y si es así, el Estrecho será uno, y si se hallaren muchos será acertado decir siempre que es solo. Cuando me paro a considerar todo lo dicho, y los grandes gastos, los nuevos trabajos y continuos peligros con ingleses y holandeses (que) han surcado los mares del uno y otro polo, y que de levante a poniente han taladrado el mundo, buscando como buscan hoy por todo lo raudo del donde poblar y contratar, navíos que despojar, islas y puertos que saquear, y cómo se eternizar, y que Francisco Draque, Thomas Candi, Richarte Aquines y otros han entrado en el Mar del Sur, en cuyas costas se hicieron contra ellos costosas armadas, sin ser parte para que dejaren de hacer las dos grandes que hicieren, y que en seguimiento de los otros se perdió don Juan de Velasco y quinientas personas en la mejor nao del Perú, con setenta piezas gruesas de artillería, que fue para aquella tierra una gran pérdida, y cuando oigo decir que otros capitanes ingleses y holandeses han buscado por cinco partes septentrionales y bien rigurosa el Estrecho de Aman, para entrar en todas aquellas manos y que hoy están con los mismos filos de continuar su porfía apartándose de todas tierras, diciendo ser junto a ellas helado el mar a falta de su movimiento y sobra del agua dulce de los ríos que allí descargan sus corrientes, y que llegan a tanto que dicen quieren ir a la Nueva Zembla y estar en ella todo un año para tomar el pulso a los tiempos y saber con fundamento lo que pasa por todos aquellos parajes, para proseguir sus intentos, y que tienen clavados los ojos en la isla llamada Ricadeoro, al levante del Japón, y que ya van al Japón, y tienen escala en la isla Cisne junto a la de Madagascar, y que van al Sunda y están poblando en Terrenate, Maquien, Mutiel y Amboyana, que tienen contrato con factorías en Banda, y que dieron principio a la entrada en aquellas partes con solo cuatro navíos, y que van escuadras de catorce, y que cebados del interés o picados de los daños recibidos, avisados de nuestras fuerzas, necesitados de mayores, puede ser y se puede temer que pues tienen millares de naos, no salgan algunas bandadas de ellas como lo hicieron los godos, y aunque resulte decir tienen el socorro lejos, yo digo me parece lo tienen cerca, pues a donde quiera que van tratan con los buenos tratos que hacen de ganar las voluntades y hacérnos las tengan malas. En suma, muy grandes males tuvieron pequeños principios y crecieron tanto cuanto a descuido y la negligencia les dieron lugar, y al contrario, muy grandes bienes habemos visto tener principios pequeños y crecer tanto cuanto los fomentó el celo y la presteza de pies y manos, y no en balde estas naciones no dejaron en las Indias del oriente y occidente con sus islas, cavopuerto, playa y caleta, que no exploten, demarquen y sonden, ni nación con quien no se comuniquen y con quienes no tengan toda buena correspondencia. Hallo, en suma, que se debe creer que todas estas costosas diligencias las hacen a solo fin de dar grande apretón con grandes escuadras de naos, por la una y otra mar, y ser señores de unas y otras Indias. Con recuerdo que tienen bien mostrado lo que saben, lo que pueden y lo que pretenden, y que los muchos que están sembrados por España a sus contratos bien ven el dinero que tiene, el que sacan y el que le queda, y todo cuanto pase en ella. Cuando, Señor, considero la grandeza de las tierras que descubrí, por mandado de V.M., con la vista y noticia de sus muchas riquezas de muchos géneros, sus grandes comodidades, con todas las otras comunientes y forzosas que muchas veces representé, avertí y recordé, y el cuanto las naciones contrarias se desvelan en todo lo apuntado y como van a Guinea, al Brasil, al Dorado y a muchas otras partes de las Indias, en suma de naos a cargar de sal en Araya y con haciendas a rescatar tabaco y cueros y otras cosas deste son, y que por no haber desde el Brasil salta la Florida, tierra de Satanás, ni puertos de importancia ni toda del Mar del Sur salvo a Chile, y este ya Candi lo intentaba, han poblado la Virginia que está cerca de San Agustín, presidio de V.M. en la Florida, poco fuerte y mal guarnecido a la salida de Bahamas, dejando atrás La Habana que poco importa ser como lo es tan fuerte y estar hoy guarnecida para (mancha de tinta) en navíos, si por aquella garganta de la canal de Bahama pasan todos a España cargados con las riquezas que las Indias dan, y cuando sólo detengan su venida será por tanto extremo dañoso como costoso, si lo ganan quitárselos de las manos, y impedirles que no asalten las flotas armadas y todos los navíos sueltos que vana Tierra Firme y a México, esperándolos en las islas de Barlovento, que es fuerza las vayan a reconocer o para hacer aguada en ellas o sus derechos viajes o en otras de las muchas partes por demás han de pasar, y demás desto pueden bien correr todas las costas y puertos hasta volver al mismo puesto; y cuando oigo decir que estas naciones guardan los pases en cuanto bien les estuviese, y que cuando más las dilataren, más ricos, más poderosos y más prácticos se harán; y veo que van a poblar las tierras que descubrí; hallo que Dios Nuestro Señor las quiere muchísimo pues ciega a gentes que tanto las pueden dañar de muchos modos. Su Magestad Divina se sirva de que siempre sea así. Esto recuerdo y recordaré en cuanto mi vida durase y juntamente las costosas armadas que desde España V.M. suele mandar para desbaratar intentos ajenos, temiendo que hartos menores no vengan a ser mayores si no se les corta el hilo, sirviéndoles de aviso para vivir más recatados y armados. También recuerdo que si esos enemigos ponen pié en todas aquellas tierras Australes, que no sé si han de bastar gruesas y costosas armadas a echarlos dellas, ni a remediar, no digo todo sino parte de los muchos y grandes males, daños y pérdidas espirituales y tempo rales que allí y desde allí pueden hacer hasta aquí por levante y por poniente en tierras de V.M. Lo demás remito a un capítulo del memorial grande, impreso, que presenté en razón desto, y lo que digo en éste no lo dije allí por no hacer público lo que pide secreto, aunque creo que los enemigos no ignoran nada de lo dicho y que saben más de lo que digo, y que más importa el remedio que no el temor de que no sepan lo que nos enseñan con lo que dicen y con lo que escriben más ante, si no me engaño, me parece es bien que entiendan que V.M. los entiende los pensamientos y tiene vasallos que les cuentan los pasos y avisan Bellos, y que en todas partes se previene contra ellos. Y cuando veo, Señor, que con solo 500 mil ducados gastados en el Pirú por una vez puede V.M. remediar todo o gran parte de lo que está referido, y de retorno ganar reinos, riquezas, fama y gloria, en esta y en la otra vida, y que hay quien impida esta mi misericordia que Dios hace a V.M. y lo porfía. Confieso que cuando considero esto y siento la fuerza que aquellas tierras me hacen, y oigo los gritos que sus naturales me dan a la continua para que portunamente diga los peligros que han corrido y están corriendo, por la dilación del socorro que se debe dar a ellos y dellos, y me veo en esta Corte ladrando tres años ha porque V.M. doble y asegure su Monarquía y dé fin a esta obra a que V.M. dió principio, y motivo a la pluma que cante que sólo a V.M. fue concedido quitar de las uñas de Sathanas la posesión antigua y la adoración continua que tiene en todas aquellas tierras ocultas y descubiertas, dar la gloria a Jesucristo cuya es encaminar a S.M. Divina, no digo, Señor, un alma, como de celoso dijo en Roma el Duque de Sessa, sino los muchos millones dellas presentes y venideras, y abrir puertas a otros bienes de bienes innumerables, y cortarlas (?) a grandes males de males sin remedio. Confieso que cuando considero esto y veo esta pía y santa causa perseguida de amigos y enemigos en público y en secreto, y aún por ella en tierra y mar, hallo que la culpa sólo la tienen mis pecados, y tanto, que pedir a Dios cuanto S.M. Divina lo remedie, a quien suplico defienda y guíe su causa como sabe le conviene. Y cuando, Señor, me acuerdo que no puedo contar aquí los nuevos grandes servicios que pude haber hecho a Dios, a V.M. y a aquellas gentes, con todos los otros útiles, comunes y generales que este gran caso encierra en sí, ni las andadas a que pude haber dado principio en nombre de V.M., ni los frutos que dellas se hubieran cogido, y me acuerdo lo que viví, y que no sé lo que viviré para recobrar lo perdido, y que en pago de lo que serví, que ofrezco, y de lo que me desvelo. Advierto y aviso me tratan mucho peor que sabré significar. Confieso que cuando considero esto y me veo engolfado en otros muchos discursos que hacen a este propósito, que pierdo el tino que dos veces no perdí por mares nunca navegados, más no la esperanza que tengo puesta en Dios y en V.M. de dar fin a todo lo que pretendo. Cuando, Señor, mido y cuento por mayor y por menor todo cuanto tengo hecho y sufrido solo, a fin de librar de olvido y peligro las tierras y gentes que descubrí, y veo, Señor, que no puedo y me acuerdo de otros millares de cosas tan terribles como penosas, tan insufribles como increíbles, y que todas juntas y la grandeza y fuerza de mis agravios no han sido ni será parte a que deje mi justa posición y mi porfía, hallo las señaladas misericordias que Nuestro Señor me hace, porque, a ser de otra manera fuera imposible, según el conocimiento y sentimiento, que pudiese soportar, no digo dieciseis años continuos de mal trato, sino el menor de los demás que me han dado y amenazas que me hacen cuando más me justifico. otro Los peligros que de nuevo se me ofrecen que advertir, y corren de presente y de futuro las gentes y tierras Australes, cuyo cobro y población pretendo con presteza, tomando para principio dellos la vecindad y cercanía de cincuenta leguas que hay del remate dellas a las islas Molucas, a donde holandeses están poblados y a donde van y vienen por la vía oriental con la facilidad que se sabe, sin pasar el Estrecho de Magallanes y sin buscar el de Anián, son los siguientes: V.M., por quitar a los holandeses el comercio de Terrenate, hizo una armada con la cual se ganó el fuerte de aquella isla y en él se puso el presidio que hoy tiene. Los holandeses hicieron otro en la misma, a donde están, y si V.M. los quiere echar de allí ha de hacer otro mayor por... que son muchos más en tierra y mar y están sobre aviso. Prosupóngase que son forzados a dejar aquellas islas y que se van como pueden ir sin que nadie se lo impida, en dos días, a poblar la tierra firme Austral y que en ella se fortifican y hacen grande alianza con los naturales della y se aprovechan de todas las riquezas y demás cosas así vistas como de las que hay noticia, y que lo pueden hacer con tanto secreto que primero que se entienda todas aquellas tierras sean suyas, habiéndolas V.M. descubierto, y no se me puede negar que pueden armar allí una Rochela y hacer un salto en la plata que baja del Pirú a Panamá; otro en los navíos que no levan poca, de Lima a México; otro en los que de Acapulco van a Felipinas, y otro en los que della vienen a México. Unos y otros bien ricos. Y que como Draque y Candi supieron desde Inglaterra medir el tiempo y elegir puertos para las presas que hicieron, conque intentaron otras mayores, que los que allí vivieron podrán con facilidad y comodidad ponerse en los tres casos desiertos, es a saber, el de San Francisco en el Pirú, de San Lucas, en la Nueva España, del Spíritu Santo en las Felipinas, y en la isla de Guahan en Los Ladrones, que son puestos por donde forzosamente han de pasar todos los dichos navíos; y cuando por alguna vía se ha sabido que hay holandeses en aquellos parajes, o en otra cualquier parte de aquel mar, es cierto que se perderá el trajín en cuanto no hubiere armadas que aseguren y fuerzas con presidios en los puertos, y que la plata del Pirú no vendrá por aquel año o añosa España, conque se perderán derechos de flotas y se recibirá daños de cambios y otros muchos que bien se dejan entender; y cuando en Lima y México lo quieran remediar será tarde, por no ser posible menos, y quizás después de haber hecho presas y retirádose a aquellas tierras sin saber los nuestros a donde los iban a buscar, se habrá hecho jornada vana; y si acaso aciertan de encontrar con ellos, no por eso esta cierta la victoria, ni los peligros inciertos, ni excusados los gastos, ni remediados los daños; y si es tanto para temerse lo que pueden hacer con pocas fuerzas, cuanto más lo será teniendo muchas conque pueden dañar por mayor y por menor en las dos Indias o dos columnas sobre que España sustenta toda su grandeza y poder. Suplico a V.M. lo considere juntamente con lo demás que advertí en otros memoriales a que me remito y que el remedio en lo que pido sea antes que para echar enemigos de las nuevas tierras, sea necesario el gasto de millones de oro y de millares de hombres, a pena de perderlas todas y de que holandeses derrotaran a sus naturales, que no saben la verdad catholica ni tienen ministros de Dios que los alumbren. Ejemplo, cuando Martín Lutero dio principio a sus falsas doctrinas, estaba a la mira un pontífice romano, un Colegio de Cardenales, la vecindad de obispos y prelados doctos, un emperador abuelo de V.M. con un poderoso ejército amenazando un grande número de cathólicos, repugnando y defendiendo, y muchos príncipes cristianos ayudando, sin ser todos estos medios parte ni cuantos modos se buscaron para que se dejase de introducir la perdición que hoy se ve tan cara de remediar, cuidándose tanto ella y procurándose por tantas vías, quiero decir que Dios guarde aquellos inocentes gentiles de los doblados males que temen sin falta, si antes que vayan holandeses a ser sus maestros, V.M. no los ampara y les envía predicadores del Evangelio que les enseñen el camino de la salvación de sus almas. Si bien se mira hallarse lo que el menor gasto, pérdida o daño de los apuntados, vale muchas veces más que el dinero que suplico a V.M. gaste por única vez en poblar las tierras descubiertas, de las cuales no se sabe lo que más se extienden hacia levante y poniente, ni cuanto es el ancho que tienen, pudiendo ser tanto los dos, cuanto a V.M. lo he mostrado en un mapa, y cuando, Señor, sea la mitad, tercio o cuarto, será un muy grande imperio, siendo lo visto más que Europa, de largo, sin el mucho número de islas otras veces dicho; y cuando este gran caso no tuviera encerrado en grandes e infinitos bienes de los dos géneros, y no fuera por más que, por V.M. sabe lo que Dios creó en todas aquellas partes, y tener en ellas vasallos que resistan, diviertan, espíen, testifiquen y avisen de los designios de los enemigos que fueron, si ya no están en ellas; esto bastaría y basta, Señor, que será un cebo de la piedad cristiana y grandeza del ánimo real de V.M., digno de eterna fama y gloria en esta y en la otra vida.
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MEMORIAL 43F Ya he representado de cuanta importancia es en aquellas partes 6 mil quintales de fierro y debe advertirse cuánto puede tardar el socorro del que más será menester; y de que en el Pirú no hay mosquetes ni arcabuces y que es fuerza los he de llevar de España y una partida de acero y algunas herramientas labradas. Dénseme 40 quintales de hierro bruto y los dos mil que quedan conviértanse con ayudar lo demás que fuera necesario en 500 mosquetes y mil arcabuces, el acero y las herramientas labradas que pareciere convenir. MEMORIAL 44 Señor. El Capitán Pedro Fernández de Quirós. V.M. ordenó al Consejo de Indias me diere despachos a mi satisfacción, en orden a la población de las tierras Australes, a donde V.M. se sirve mandarme. El secretario Pedro de Ledesma me entregó una cédula, cuya copia va con éste, tan falta de claridad y fuerza, cuanto es fuerza las lleve, para que el Virrey del Pirú entienda bien lo que V.M. manda (234). En razón del decreto de V.M. se me ofrecen dos puntos que advertir. El primero, que, pues, de los cabos que pedí, y el Consejo de Estado consultó, V.M. sólo niega la lleva de la gente de España y limita el hierro. El cierto que todos los demás cabos me tiene V.M. concedidos y éstos no se me han dado. El segundo, que la cédula que recibí no es a mi satisfacción, y la satisfacción que quiero es sólo que esta obra se encamine bien y asegure desde aquí. Digo, pues, Señor, que falta en la cédula mandar al virrey que sin réplica a cosas que se le pueden ofrecer, y sin embargo de contrario alguno, y con toda brevedad, gaste en despacharme 500 ducados de lo más bien parado de la hacienda real a mi satisfacción, para ver así la voluntad de V.M., y que avise del breve y buen despacho que me ha dado. Falta una sobre cédula o carta de V.M. al virrey en confirmación de lo que V.M. le ordena. Falta una cédula que hable generalmente con todos los ministros de V.M. para que me ayuden y ninguno impida a las personas que por el camino y en Lima se pueden ofrecer y yo buscar por necesarios a la obra. Fáltame el título de Gobernador y Capitán General que no puedo excusar, que si pudiera ir sin él no lo pidiera. Falta una cédula para que si yo muriese pueda nombrar la persona que hubiese mostrado el tiempo, que merece ocupar aquel lugar. Fáltame saber lo que debo y puedo hacer en aquellas partes y falta a los naturales dellas todo el bien que ha muchos siglos esperan: falta a V.M. ser protector de nuevas Indias, ganar las riquezas dellas con la fama y gloria de haber dado principio, medio y fin a esta mayor de las empresas. Suplico a V.M. no dilate más tan grandes pérdidas. Sólo tengo dos cédulas: la una de 3 mil quintales de hierro y la otra de ayuda de costa. Advierto a V.M. que cuando fui a descubrir llevé cédulas todo lo que pudo ser, apretadas, claras y firmes, y que con serlo, tuve tanto que averiguar en Lima, cuanto lo puedo mostrar luego, y que ha tres años que aquí a los ojos de V.M. pleiteo con tradiciones porque V.M. no pierda esta merced que nuestro Señor le hace. Suplico a V.M. considere que todo cuanto pido es debido a este gran caso y conforme a lo que V.M. me tiene concedido. MEMORIAL 45 Señor. El Capitán Pedro Fernández de Quirós. V.M. mandó al Consejo de Indias me diera despachos a mi satisfacción, para que el virrey del Pirú me dé lo que fuera menester a la población de las tierras Australes, a donde V.M. se sirve mandarme ir. El secretario Pedro de Ledesma me entregó unas cédulas tan faltas de claridad y fuerza, cuanto es fuerza las lleve para que el virrey entienda bien la voluntad de V.M. y yo consiga la merced que V.M. tiene hecha a la causa y a mí en bien de tantos. Suplico a V.M. se sirva de despacharme de su real mano, o mandar al Consejo de Estado me despache como sabe que conviene, y porque le toca adquirir y conservar los reinos y dar principio seguro al gobierno de ellos, y porque creó esta causa y me despachó la vez primera. Si V.M. no manda que se ponga más calor en la ejecución desta su causa, las contradicciones, desvíos y largas la han de acabar aquí y a mí con ella.
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MEMORIAL 46 Señor. El Capitán Pedro Fernández de Quirós. Por lo que debo a Dios y a V.M. digo, Señor, que estando yo en la Ciudad de los Reyes del Pirú, año de 94, entraron en ella presos por don Beltrán de Castro y de la Cueva, ciertos ingleses de la compañía de un Richarte, de quienes el uno de ellos que era geógrafo, de quien quise saber el discurso de su viaje, como abajo dije lo más notable del, me dijo que otro capitán de su nación llamado Thomas Candi, que es el que en la boca de la California robó a la nao Santa Ana que venía de Felipinas a México cargada de sedas y oro; se fue con esta presa a su tierra y que en ella armó treinta naos con las cuales, y siete mil hombres, dejando asentado con la Reina los socorros que le habían de dar, y la orden que habían de tener en corresponderse; siendo de edad de 25 años, llevando hecha una corona de oro, partió de Londres con ánimo de entrar segunda vez por el Estrecho de Magallanes y hacer pié en Chiloé o en Osorno y desde allí enviar buena parte de su armada a robar y quemar todos los navíos que hallasen por la costa del Pirú, salvando los mejores para sí, a fin de hacerse Señor del mar, o que volviendo su armada había de ir a desembarcar su gente en el río de Valdivia, o en el puerto que se dice del Carnero, para juntarse con los indios araucanos y pregonar desde allí libertad de conciencia, libertad a todos los indios y negros de la América, acogimiento a retraídos y perdidos, y a todos cuantos la quisiesen, seguridad de vidas, honras y haciendas, buena compañía y esperanzas, y por remate soltar presos; y que habiendo juntado un grueso ejército se volvería a embarcar para la ciudad de Lima, a donde se había de hacer coronar por Rey del Pirú, y luego dar títulos de más y menos y hacer grandes mercedes a todos cuantos le siguiesen, y que por morir a la entrada del Estrecho, y sus capitanes desavenidos, volvieron a sus tierras (y) no tuvo efecto su intento. V.M. considere que si este inglés lo consiguiera, los muchos y grandes daños que hiciera en los bienes de ambos géneros con tales bulas, pregonadas en tierras a donde en tiempos pasados ha habido revoluciones y alzamientos declarados, y en mi tiempo centellas que apagar en cinco partes, y a donde oí decir cuando las alcabalas se entablaron y las otras imposiciones y composiciones de tierras y hombres que hubo en ellas. Dése buena prisa, S.M. en hacerse pelar que bien parece se hace le han de durar poco estos reinos. Le digo que la seguridad de todos ellos, y aún de los de todo el mundo está en los corazones de sus moradores y que éstos se roban con buenas obras. Es aquí de notar tres cosas que por allá se platica comunmente. La primera es lo poco que las Indias costaron de adquirir. La segunda, las muchas riquezas que han tributado a España. La tercera el poco beneficio que reciben delta. Le digo otras tres. La primera es que si la desorden de los pocos españoles que han entrado en las Indias bastó a consumir los muchos millones de sus naturales, que siendo como son hoy, pocos, y los españoles muchos, la codicia doblada, el tratamiento el mismo que siempre ha sido, que se puede esperar que con presteza del todo se acabarán aquellas gentes, si V.M. no las remedia. Este remedio está en que no haya españoles en las Indias; esto es imposible, y así queda sin remedio este punto. La segunda, no echar dellas los que llaman extranjeros, que son los trabajadores en tierra y mar, los que saben artes y otras cosas que resultan en bien común y hacen la parte de V.M., y porque no sé si parecerá bien a los ojos de Dios y de los hombres, por lo que este punto tiene de impiedad y porque el sentimiento del agravio que dicen que se les hace no les haga hacer el mal que pueden por ver muchos marineros; antes, Señor, parece sería acierto que no les dejen venir aunque quieran, no habiendo causa legítima, y por otras que ofrezco dar con razón desto. La tercera, que se puede temer, que en Inglaterra habrá otros Thomas Candis, a donde creo que estará en la memoria de muchos el intento que tuvo el otro, pues yo lo vine a saber en el Pirú. Esto entendido, digo, Señor, que enviando V.M. conmigo a la población de aquellas tierras Australes los extranjeros de las Indias y de los españoles sobrados en ellas, y al socorro y más viajes ellos mismos se irán, así por saber las riquezas y comodidades de las nuevas tierras, como por lo mucho que en el Pirú se trabaja para sólo sustentarse, que con esto se aseguran unos reinos y se ganan otros no menos grandes y buenos. Suplico a V.M. lo considere y lo mucho que conviene favorecer las Indias, porque si faltan sus riquezas de golpe, como van faltando mucho a mucho, España está pobre, los enemigos, ricos y con grandes filos de robar y de vengarse, V.M. con poca armada en sus mares, teniendo gran necesidad de tenerla muy bastante a enflaquecer contrarios, cuando de sus tierras van y vienen a las dos Indias y a todas las otras partes fuera y dentro del estrecho de Gibraltar. Lo que prometí del inglés geógrafo es que habiendo salido del Río de la Plata en demanda del Estrecho de Magallanes, dando resguardo a aquella costa por ser de muchos arrecifes y bajíos, navegaron derechos al sur y que en altura de 51 grados por medio hallaron una tierra de buena vista y poblada, por cuya costa anduvieron más de 100 leguas. Es de advertir que se suele decir que el Estrecho de Magallanes no es solo, y también se dice que la tierra de la otra banda del sur es una isla y que por fuera della hay mar abierto por donde se puede pasar de uno a otro mar. Lo digo que puede ser que sea así lo que se dice, mas, que lo creeré cuando sea visto por vasallos de V.M. enviados al efecto, como se puede enviar en dos barcos con 30 hombres desde Chile en principio de noviembre, pues puede ser que la voz de muchos estrechos y de mar abierto la hallan echado los ingleses a fin de que no se les cierre aquel paso, como lo intentó la Magestad del Rey nuestro Señor, padre de V.M., que está en el cielo, o de poblar ellos como y cuando les esté bien, que es sólo lo que en aquellas partes les falta para poder invernar y descansar, entrar y salir de verano, o sea a robar en las costas de todo aquel mar, o a poblar las tierras que descubrí, o a otro cualquier intento que a ellos estará bien y a otros mal. Debe notarse que aquellas cien leguas de costa puede ser que sea tierra continua con la que causa el Estrecho, y si es así el Estrecho será uno, y si se hallaren muchas será acertado decir siempre que es solo. Cuando me paro a considerar todo lo dicho y los grandes gastos, los muchos trabajos y continuos peligros conque ingleses y holandeses han cruzado los mares del uno y otro polo, y que de levante a poniente han taladrado el mundo buscando, como buscan hoy, por todo lo sabido por donde poblar y contratar, navíos que despojar, islas y puertos que saquear y cómo se eternizar, y que Francisco Draque, Thomas Candi, Richarte, Aquines y otros han entrado en el mar del Sur, en cuyas costas se hicieron contra ellos costosas armadas, sin ser parte para que dejasen de hacer las dos grandes presas que hicieron, y que en seguimiento dellos se perdió don Juan de Velasco y 500 personas en la mejor nao del Pirú con 60 piezas gruesas de artillería, que fue para aquella tierra una gran pérdida; y cuando oigo decir que otros capitanes de aquellas naciones han buscado por cinco partes septentrionales y bien rigurosas el Estrecho de Amián para entrar en todos aquellos mares, y que hoy están con los mismos filos de continuar su porfía apartándose de todas tierras, diciendo ver junto a ellas helado el mar a falta de su movimiento y sobra del agua dulce de los ríos que allí descargan sus corrientes, y que llega a tanto su intento que tienen clavados los ojos en la isla llamada Rica de oro, al levante del Japón, que tienen escala en la isla Cisne, junto a la de Madagascar, que va al Sunda y están poblados en Terrenate, Maquien y Amboyna, que tienen contrato con factoría en Uanda, sin quedar en todas las Indias del oriente y occidente, con sus islas, cabo, puerto, playa y caleta que no exploren, demarquen y sonden, ni nación con quien no se comuniquen y con quien o tengan toda buena correspondencia, hallo que se debe creer que todas estas costosas diligencias las hacen a solo fin de ser señores en unas y otras Indias, con recuerdo que tienen bien mostrado al mundo lo que saben, lo que pueden y lo que pretenden, y que los muchos que tienen y están sembrados por España a sus tratos bien ven el dinero que tiene, el que sacan y el que le queda; en suma, todo cuanto pasa en ella. Cuando, Señor, considero la grandeza de las tierras que descubrí por mandado de V.M., con la vista y noticia de sus muchas riquezas de muchos géneros, sus grandes comodidades con todas las otras partes consentes(?) y forzosas, que muchas veces he representado, advertido y recordado, y el cuanto las naciones contrarias se desvelan en todo lo apuntado, y cómo van a Guines al Brasil, al Dorado y a otras muchas partes de las Indias en muchas naos, a cargar de sal, y con haciendas a rescatar tabaco y cueros y otras cosas deste son; y que han poblado la Virginea que está cerca de San Agustín, presidio de V.M., en la Florida, poco fuerte y mal guarnecido en la garganta de la canal de Bahama, por donde pasan a España las riquezas que dan las Indias, y cuando oigo decir que estas naciones guardarán las paces en cuanto bien les estuviere y que cuanto más las dilataren, más ricos, más poderosos y más prácticos se harán. Cuando esto y más considero y veo que no van a poblar las tierras que descubrí, hallo que Dios nuestro Señor las quiere muchísimo pues ciega a gentes que tanto las pueden dañar de muchos modos. Su Magestad divina se sirva de que siempre sea así. Esto recuerdo y recordaré en cuanto viviere, y juntamente las costosas armadas que desde España V.M. suele mandar para desbaratar intentos agenos temiendo que daños menores no vengan a ser mayores sino se les corta el hilo. También recuerdo que si enemigos ponen pié en aquellas tierras australes, que no sé si han de bastar gruesas y costosas armadas a echarlos de ellas, ni a remediar, no digo todo, sino parte de los muchos y grandes males, daños y pérdidas espirituales y temporales que allí y desde allí pueden hacer hasta aquí, por Levante y por Oriente, en tierras de V.M.; y cuando veo, Señor, que son solos 500 mil ducados gastados en el Pirú por una vez puede V.M. remediar todo, o gran parte de lo que está referido, y de retorno ganar reinos, riquezas, fama y gloria en esta vida y en la otra, y que hay quien pida esta merced que Dios hace a V.M. y lo porfíe. Confieso que cuando considero esto y siento la fuerza que aquellas tierras me hacen, y oigo los gritos que sus naturales me dan a la continua para que importunamente diga los peligros que han corrido y están corriendo por la dilación del socorro que debe dar a ellas y a ellos, y me veo en esta corte ladrando tres años y un mes ha porque V.M. doble y asegure su monarquía y dé fin esta obra a que V.M. dió principio, y motivo a la pluma que cante, que sólo a V.M. fue concedido quitar de las uñas de Satanás la posesión antigua y la adoración continua que tiene en todas aquellas ocultas tierras y descubiertas, dar la gloria a Cristo, cuya es, encaminar a Su Magestad Divina, no digo, Señor, una alma, como en Roma dijo el Duque de Sesa, sino los muchos millones dellas, presentes y venideras, y abrir puertas a otros bienes de bienes innumerables, y cerrarlas a grandes males de males sin remedio; confieso que cuando considero esto y veo esta pía y santa causa perseguida de amigos y enemigos, en público y en secreto, hallo que la culpa sólo la tienen mis pecados, y tanto que pedir a Dios cuanto su Magestad Divina lo remedie, a quien suplico defienda y guíe su causa como save le conviene. Y cuando veo, Señor, que no puedo contar aquí los muchos grandes servicios que pude haber hecho a Dios, a V.M. y a aquellas gentes, con todos los otros útiles comunes y generales que este gran caso encierra en sí, ni las ciudades a que pude haber dado principio en nombre de V.M., ni los frutos que dellas se hubieran cogido, y me acuerdo lo que viví y que no sé lo que viviré para recobrar lo perdido, y que en pago de lo que serví y de lo que ofrezco, y de lo que me desvelo, advierto y aviso, me tratan mucho peor que sabré significar; confieso que cuando considero esto y me veo engolfado en otros muchos discursos que hacen a este propósito, que pierdo el tino que dos veces no perdí por mares nunca navegados, más no la esperanza que tengo puesta en Dios y en V.M. de dar fin a todo lo que pretendo. Cuando me paro a considerar por mayor y por menor todo cuanto tengo hecho y sufrido, solo, a fin de librar de olvido y peligro las tierras y gentes que descubrí, y veo, Señor, que no puedo y me acuerdo de otros millares de cosas tan terribles como penosas, tan insufribles como increibles, y que todas juntas, y la grandeza y fuerza de mis agravios no han sido ni serán parte a que deje mi justa petición y mi porfía, hallo las señaladas mercedes que Nuestro Señor me hace, porque a ser de otra manera fuera imposible según el conocimiento y sentimiento, que pudiere soportar no digo 16 años continuos de mal trato, sino el menor de los desdenes que han dado y amenazas que me hacen cuando más me justifico.
contexto
MEMORIAL 47 Señor. El Capitán Pedro Fernández de Quirós. Cincuenta meses ha que estoy en esta corte suplicando a V.M. se sirva manar me vaya a poblar las tierras que V.M. me mandó descubrir. Dije las grandezas dellas, sus muchas y diversas gentes y riquezas de muchos géneros, bien necesarias a España, y como la parte es capaz de poder haber en ella dentro de las dos zonas tórrida y templada (dejo la frígida), muchas más tierras, gentes y riquezas de lo que al parecer se alcanza y lo prometen las muestras, las noticias y los discursos. Mostré los peligros que corren de presente y de futuro, así en lo que toca a la doctrina evangélica como a la parte de V.M. Advertí que si los enemigos que con escuadras de doce y más naos van y vienen a Terrenate, distancia cincuenta leguas del remate dellas, pueblan primero que V.M., o los ha de echar dellas, o dejar en ellas, y que lo uno ha de costar gran suma de barras de plata y hombres, y lo otro la pérdida de todas ellas. Dije que con sólo quinientos mil ducados gastados por una vez en el Pirú, V.M. ganará y asegurará todos los bienes de ambos géneros que contiene este gran caso, y excusará todos los males, daños, pérdidas y escándalos que en el mismo puede haber y del pueden proceder y extenderse por las dos Indias del Oriente y del Occidente, y llegar hasta España, y durar muy largos tiempos y quizás siempre, todo o parte. Dije lo mucho que importa hacerse aquella población con toda presteza, y a costa de Hacienda Real y no de ajena. Di por razón que la persona que gastare quinientos mil ducados tomará para sí un millón de renta y dará principio a cien millones de males sin remedio, y que si este gasto le hicieren cuatro, o más, cada uno querrá tomar otro tanto, y quizás todos obligarán a V.M. gaste en templar codicias y crueldades, en humillarlos, digo, mudas veces más dinero y hombres que pido se gaste por una vez en toda la obra. Dije que aunque aquellas tierras se extiendan tanto como prometen, V.M. no de, en ellas, como da en las Indias, salario alguno a ministro de gobierno espiritual y temporal, ni de justicia, hacienda y guerra, ni a soldados ni marineros, ni a otros a quien V.M. lo suele dar; y el cómo no se gaste Hacienda Real en fundar, levantar ni adornar iglesias, conventos, colegios, seminarios, hospitales, casas reales y castillos, ni en el sustento de todos cuantos los habitaren y sirvieren, y como todas estas y otras fábricas de tierra y mar de la obligación de V.M. serán muchas, bien obradas y más presto hechas, y lo mismo las del común. Dije que con los oficios públicos V.M. premiará grandes servicios y los ocuparán personas de quien por razón del buen modo que se tendrá en la elección, renta bastante que se ha de dar para sustentarse sin llevar derechos, cuidado secreto en saber las vidas, castigo cierto y presto a los que usaren mal dellos, se deba creer que no sólo serán sabios en su ejercicio, sino que guardarán la fidelidad y diligencia tan necesaria; y demás desto se excusará la venta dellos, que es de los mayores males que pueden tener los reinos y uno de los mayores beneficios que pueden recibir, sin que en esto V.M. pierda nada, más antes se ganará tanto generosamente cuanto puedo mostrar luego. Mostré como en aquellas tierras, en las Indias, en España y en todos los Estados de V.M., y aún en todo el mundo, no haya pleitos civiles, de ninguno de los géneros, porque suele haberlos, y como serán menos los criminales, con modo de su averiguación, porque la verdad se halle cuanto es posible, y por su falta no padezcan ni perezcan inocentes, ni se escandalicen las gentes por ver la facilidad conque se quitan vidas, honras, libertad, haciendas y se atormentan los hombres, cosa muy contraria a la piedad de V.M., así por lo que son en sí, como por las muchas, grandes y continuas ofensas que se hacen a Dios y a los pobres. Cierta persona me dijo que suvertía la máquina de todo el derecho civil y el canónico; yo digo que hallé modo como los derechos estarán derechos, sin que los puedan reclinar, ni torcer, y como las gentes tendrán segura su parte y se excusarán las trampas y los males que dellas nacen y vemos de que muy pocos escapan. Dije como en aquellas tierras serán castigados los delitos y los vicios, mayormente la ociosidad, sin reservar, ni respetar y como la virtud tendrá gran premio, y como se suplirán todas las necesidades comunes y se encaminarán y ayudarán las gentes, por cuya falta se pierden y damnifican infinitas; en suma, cómo la caridad será general y fervorosamente ejercitada por partes iguales. Dije, conviene vayan de España personas eclesiásticas y seglares (lo primero de conciencia, lo segundo de ciencia, y experiencia de guerra, mar y negocios), con quien pueda justamente aconsejarme y a quien pueda encomendar sin recelo los cargos primeros y los casos y cosas que en el discurso se han de ofrecer, de tanta consideración e importancia como se dará a entender, y por si yo faltare, quede la obra afirmada sobre tan buenas columnas que la puedan sustentar en paz y justicia, hasta que V.M. mande otra cosa, siendo ésta bien digna de prevenir y repararla, pues en sólo ella está cifrado su mayor bien de aquellas partes, y por su falta los mayores males; añadiendo la leva de artistas y oficiales, los más necesarios . Advertí que por ser aquellas tierras tan fértiles, sanas y ricas, temo los vicios y cito a la virtud, cuchillo de ellos, y busco para después de yo muerto, el bien para otros, quier se crea o no se crea. Dije el gran beneficio que recibiría el Pirú con la saca de la gente sobrada, y como en él no pude escoger las cabezas que levé cuando fui a descubrir, y lo muy caro que esto costará si Dios no lo remediara, que valió mucho no ser la gente de una sola nación. Dije la suma de naos de todos portes que se pueden hacer en aquellas tierras, para trajín de sí mismas y comercio de todas las del Mar del Sur, con grandes comodidades, aprovechamiento, defensa y seguridad de todas ellas, y como pretendo que puede ser, haber allí muchos y muy insignes pilotos, a quien por ser su arte ingeniosa y sutil, y de mucho trabajo y provecho, se debe de justicia, honra y premio, y este punto a V.M. le importa mucho. Ofrecí que desde aquellas tierras haré que con todo secreto se descubra al estrecho de Anián, porque si le hay se ponga remedio, y si no le hay, saberse cierto que por aquella parte no pueden recibir las Indias los daños que en ellas harán los enemigos que le han buscado cinco veces, y esto será sin que cueste los veinte mil ducados de renta perpetua que pidieron a V.M. por descubrirle, con cuatro navíos del todo aprestados y armados y gente pagada por tiempo largo. En suma, sin que a V.M. le cueste nada. . Mostré que si los pobladores de las Indias acertaran a encaminar el gobierno dellas tan bien como pudo ser, V.M. tuviera hoy más de ciento y cincuenta millones de renta y se gozaran en ellos y por ellas otros infinitos bienes para el cielo, y que cuando para V.M. fuera sólo la octava parta de la renta, que pudo ser, era más de la que al presente tiene V.M. de todos los reinos de aquellas partes y destas; punto bien digno de notar y considerar y aún de llorar, y no menos de escarmentar. Mostré cómo se podrán reformar las Indias fácilmente, sin que cueste a V.M. un solo peso, y cómo se dará principio a un servicio de Dios, inestimable, y a grandes acrecentamientos de hacienda, y cómo los indios vendrán a ser buenos cristianos, políticos y ricos; cosa y cosas muy convenientes y forzosas, así porque no se acaben, como para que puedan por sí mismos valerse y rocurarse los mayores bienes que no tienen, y los mudos que han de resultar generalmente de que España ha de llevar muy grande parte. También mostré cómo este bien se puede encaminar y extender por Guinea y mostraré lo que tengo escrito acerca desto y de negros para con las Indias. Dije y digo que todo lo dicho conviene a aquellas Indias Australes, y porque han de ser llaves, alivio y reparo de las Orientales y Occidentales y todas tres estribos de España, que es la más firme columna que tiene la Iglesia Católica, y esto hasta y juntamente que de ellas vengan a V.M., líquidos y limpios, por justos medios, todos sus quintos y derechos reales, y mostré cómo serán muchos y duraderos. En suma, Señor, mostré que V.M. tiene necesidad precisa de adquirir aquellos reinos para poder conservar los poseídos o pena de los peligros representados, advertidos y recordados. Mostré que V.M. es el más rico y poderoso rey y señor del mundo, y lo probé, y esto porque oía y oigo decir tanta pobreza, que si no supiera como sé cierto, lo contrario, bastará sólo este sonido a desanimarme del todo, y para dejar caer esta gran carga que ha diecisiete años la sustento a mis flacos hombros; y también más, por el crédito necesario con amigos y enemigos, y por otras muchas causas que conviene yo las diga y V.M. las oiga. Otras muchas cosas mostré y otras puedo mostrar, que cada una, de por sí, no tiene precio. Y pregunto, ¿cuánto valen todas juntas? Dije y digo que toas las pude y puedo poner en obra, por haberme dado Dios, a buena suerte de V.M., empresa proporcionada, y que si muy de atrás me hubieran ayudado, y en esta Corte dado el despacho que muchas veces pedí y V.M. mandó, ya aquellas gentes estuvieran gozando las misericordias de Dios, España de un gran retorno, yo quieto, las tierras aseguradas, V.M. sin los grandes cuidados que deben dar sus peligros, y si no, vaya a ellas un solo navío enemigo (si ya no están muchos en ellas o cerca dellas), conque veo los alborotos, pérdidas, daños y gastos grandes de todas aquellas partes y destas, y todos los ha de pagar quien fue la causa. Finalmente dije y digo que ha de ser lo que V.M. ordenare y mandare y que soy vasallo de V.M., rey y señor deste vasallo. La sistancia desta causa, su justificación y la mía, en general y particular, remito a los muchos memoriales y recuerdos que di, a las relaciones que tengo, a toda la historia escrita, a lo que puedo decir de palabra, a las informaciones y certificaciones auténticas cartas de ministros, cédulas de V.M., breves del Pontífice Romano, a lo que dicen las gentes en común, a las mercedes que al descubierto hizo Dios a la causa y a mí en especial, aquí, a una junta de matemáticos y de pilotos y de personas práticas, y a todo lo demás que se mandare y se pidiere y se quisiere. Esto digo porque todo lo que en abono y para mayores bienes desta obra se juntó, poco a poco y mucho a mucho, no fue bastante para que la dejasen ir corriendo su carrera, y bastó, no sé quien se atrevió (sin rastro de amor, temor ni dolor de aquellas almas que se pierden) a hacer que pare, sin por qué, asegurando que si por qué le hubiera (yo) no viniera a esta Corte (y), ya que vine, no me detuviera en ella no digo cincuenta meses de continuo padecer, sino un día, pues en éste conocí los filos que estaban dados contra mí y no temió mi verdad, a cuya cuenta y de la empresa que vale la fundación de muchas ciudades de gobierno cristiano y político, un continuo ejercicio de caridad que llega desde la conversión de infinitas almas hasta socorro de las que están en purgatorio. En suma, a honra y gloria de Dios y triunfo de su Santa Iglesia, hice lo que se ha visto y se ve y se verá en la justa defensa della. En esta conformidad di a V.M. los dichos memoriales, y las copias dellos a ministros y a religiosos, a fin de que encomendasen a Dios esta causa y le pidiesen la sacasen de la confusión y peligro en que estaba y en que está, y por otras razones que conviene que yo las diga y V.M. las oiga. V.M. mandó me fuesen dados despachos a mi satisfacción y lo que siempre quise y quiero es sólo que la obra se encamine bien y asegure desde aquí. Los depachos que me dieron son dos cédulas faltas de la claridad y fuerza necesarias para que la voluntad de V.M. tenga efecto real, y la obra le tenga tal cual le merece y conviene. Repliqué y me fue dicho de parte de V.M. que esperase más otro año, a cuya causa y por otras que me hacen fuerza ordené éste, que será el penúltimo memorial que doy a V.M., y juntamente el mapa universal que va aquí y le hice para que V.M. se sirva mandar se ponga en parte (en) que la vista de su cuarta oculta clame y reclame en nombre de la perdición de las almas de todos sus naturales, criadas y por criar, y de recordar que en tiempo que se dice reclinar esta monarquía, como otras muchas lo han hecho, muestra Dios cómo V.M. pueda doblar su Santa Iglesia, y asegurarla de los grandes daños que por allí le amenazan; punto bastante para V.M. dejarse obligar de sí mismo y conceder el despacho que no han podido alcanzar mis humildes y importunos ruegos. Suplico a V.M. note y con sidere bien que unos pensamientos de un rey sin par, un acometimiento de un ánimo real, unas obras de mayor grandeza como son éstas, unos provechos tan ciertos y que llegan de lo más de la tierra al cielo impireo, y acocean el infierno, cuando se compraran por todas las riquezas del mundo fueran de valde, cuanto más que el dinero de este dichoso empleo se podrá decir prestado por uno o cuando más por dos años, el retorno de muchos millones de bienes y oro y la duración de siglos. En suma, con los olvidados de la casa real de V.M. y, aún, con las migajas de su real mesa, se pueden comprar y sobrar, y V.M. eternizarse con doble honra y gloria y dolado imperio. Vuelvo a suplicar a V.M. infinitas veces gane con Dios y la gente, temporal y eternamente, lo que se da en cielo y tierra a los celosos de la honra del Señor altísimo y del bien de las almas, y que se duela ya siquiera de su mismo servicio y de lo que aventura perder de lo ganado, con recuerdo que yo, por apresurar a aquellas gentes el bien que tanto les tarda, no me dolí ni duelo de mí, ni sola es mía la obligación, y no solo esto sino que ofrecí perder todo mi derecho y ir sirviendo de valde, de lo que quisiese mandarme la persona que V.M . enviase por dueño de mis trabajos, que es envite jamás hecho que yo sepa, que doy por prueba de mi gran fe con esta obra, y sin preguntar lo que se me había de dar por lo que daba, y nunca pedí sino lo que no pude excusar para obrar, con saber cierto que a los descubrimientos pasados no se negó lo mucho que pidieron para sí, m emplearon a otros en lo que ellos trabajaron. Y es verdad que en trabajos y en fidelidad no les quedo inferior, y que no pretendo otro premio que los trabajos que me niegan, y que solo estos trabaos me pueden satisfacer; y certifico que si supiera otros modos de obligar, usara dellos, o causa de más cuantía que representar. V.M. se sirva de estimar de mí lo que ya di de muy buena voluntad, que no fue media capa sino toda la hacienda que tuve, con desprecio de lo que pude ganar de mis trabajos, caminos de veinte mil leguas, tiempo de diez y siete años, todo a fin de librar de olvido y de peligro las tierras y gentes que descubrí, cuyo rescate le pleitee cinco veces y defendí millares dellas, siendo la que está presente la más cara y que más conviene vencerse. Y pregunto, como obligado de todas juntas ¿por ventura mis obras valen poco, por ser yo quien las hice? o que me olvido de lo caro que las unas me costaron y pueden costar las otras? o es porque las doy de gracia, ruego e importuno con ellas, sufro y callo? o presúmase que no me estimo por hombre a quien Dios hizo mercedes tales, que hasta cada una dellas a levantar, engrandecer y eternizar, no digo casas, linajes y patrias, sino provincias, reinos e imperios? Y no es fábula ni sueño, y bien se sabe que es verdad, y la mucha razón que tengo y la justicia clara y firme, que muy de atrás se me debe y no se me da, y que no es justo que pierda por leal y por dar todo cuanto Dios me ha dado. V.M. se sirva de no despreciar de mí lo que de nuevo ofrezco, que no es menos que la protección de un nuevo mundo poblado, rico y con toda su flor; es la seguridad de todos los reinos que tiene V.M., es mi industria, mi solicitud, mis pensamientos, que no son cortos ni mal fundados, y por remate, mi vida, que es lo que puedo dar, y si pareciere poco, daré más, la mitad de la parte que puedo merecer con Dios, y toda entera la dare, y por remate me venderé, por siquiera con el postrero dinero mío se compre un poco de barro, conque se haga un ladrillo y una teja que se ponga ee aquel piadoso edificio, y si más puedo, más ofrezco. Suplico a V.M. reciba de mí estos cohechos, que bien se pueden llevar sin escrúpulo. Yo con razón decir no sé para perder tal empresa, ni hombre que tal sabe dar y ofrecer y recordar que no merecen aquellos ricos inocentes la avaricia, ni el descuido, ni la desconfianza que veo, ni los grandes males que tienen, sino beneficios vivos de piedad y de un socorro apriesa, que se condenan y no lo entienden. Todo lo dicho en éste y en todos mis escritos o es o no es verdad, o se ha de hacer bien o mal, temprano o tarde, y si V.M. nunca mandare que se haga suplico a V.M. que me desengañe, pues es justicia que pido, para ser ajeno o ser mío. Y si lo que pretendo se ha de hacer digo, Señor, que ha de ser presto y bien, pues para mal, mejor es no comenzarlo, y para más mal, mucho ha estuviera hecho. Mas no permita Dios que yo sea homicida de las infinitas muertes de vidas y almas, y de todos los otros innumerables bienes temporales y eternos que es certísimo dará un mal principio, ni que mi alma deba y pague a proporción de tan gran culpa, tan gran pena y tan gran daño, pues no ignoro los remedios que para hacerme bien son necesarios, ni es esto lo que busco por remate de tormentos de muchos géneros. En suma digo, Señor, lo que dijo Augusto César: "quien ha de hacer bien, hágalo presto ¿qué espera?", y más ofreciendo yo que solo quinientos mil ducados gastados por una vez en el Pirú, sin que entre en mi poder un maravedí, armar y proseguir esta gran máquina, así y de la manera que lo he representado; y también más, porque hallé y mostré modos y medios cómo en todas aquellas tierras sea el gobierno tal, mediante el poder de Dios, que asegure cuanto es posible toda la parte espiritual de sus naturales con ventajas grandes, y como V.M., por mayor y por menor gane en ellas todo cuanto en las Indias se perdió, que es infinito. Suplico a V.M. note y considere bien este servicio, que no vale menos que todo cuanto puede valer la parte Austral en general y en particular, y en perpetuidad, y juntamente los millones de oro y bienes que vale cada uno de los otros referidos, y que en premio de todos ellos pido y suplico a V.M. mande llamar a las personas de quien diré los nombres, para que estando ellas y yo en la presencia real de V.M. digan por qué trataron tan mal (¿lo?) que yo digo, que si en mí no estuviere vivo el conocimiento del gran valor de esta gran obra, y el amor, con los deseos de procurarle un grande y firme principio, un buen medio y mejor fin, costase lo que costase, yo estuviera muerto y sepultado, yo olvidado y V.M. mal servido, y juntamente para que den las causas se les mueve a no darme el despacho que V.M. manó se me diese a mi satisfacción justificada y conveniente, y para que respondan, y yo responda a las preguntas que les hiciere y ellos a mí, conque se sabrá la verdad, y V.M. se desengañará, yo seré desengañado, o castigado quien lo mereciere. Vuelvo a suplicar a V.M. reciba yo esta merced, siquiera porque no pueda decir, como ya digo, con el sentimiento que es justo, ¿dequé habrá servido mi buen ánimo, tantos trabajos continuos, tantos cuidados y vigilias, una lealtad a prueba, una verdad tan lisa, unas finezas, tan vistas, tanto sufrir y porfiar, con todas las otras cosas usadas, adquiridas, representadas y deseadas, si todo se acaba aquí, y la obra se desampara, de cuya parte está Dios, que no lo ha de permitir, su Iglesia santa que no ha de consentir aquellas almas que claman y reclaman, V.M. que manda y manda, el Consejo de Estado que brama, defiende y ampara, el de conciencia que muerde y pica, la voz de todo el pueblo que grita, el bien común que se pierde, el celo de religiosos que labran, los sabios y prácticos que se asombran, las conveniencias tan grandes, y la fuerza que todos hacen, y juntamente mi justicia, que no es la menor parte? En suma digo, Señor, que yo no comencé tan de veras para acabar de burlas. Vuelvo a suplicar a V.M. se sirva de ayudarme para que lleve adelante esta obra a que V.M. dio principio, y vuelva a Dios lo que me dio antes que acabe la vida en pretensiones. Ayúdeme V.M. en estos millares de obras de piedad y de misericordia y no permita que yo pierda todas estas y otras grandes mercedes que Dios por su gran bondad me hizo, en especial lo que puedo merecer siendo parte en la conversión de aquellas infinitas almas; porque yo digo, con el acatamiento que debo, que no las quiero perder, sino pedir, como pido a V.M. justicia de quien me la quita e impide este mayor servicio de Dios y de V.M. que hay ni puede haber en el mundo. Don Manuel, Rey de Portugal, hizo descubrir por tierra la India Oriental, y por la mar la costa de Africa hasta el Cabo de Buena Esperanza, y después armó naos, buscó, rogó y prometió las grandes mercedes que cumplió a Vasco de Gama, porque fuere a acabarla de descubrir. Yo, Señor, no sé lo que Gama sabía de aquel menester, mas sé muy bien que tengo diez y siete años continuos de experiencias vivas de solo en el caso de que trato, y que ruego mucho con el fruto de las potencias de mi alma, y de los trabajos corporales, y me detienen, y no se diga no me quieren, y puede ser para comprarse la voluntad de un hombre, si lo hay, de quien se tenga la satisfacción que se debe tener de mí, cueste tan caro, como me vendo barato, no siendo ofensa que hiciera a la razón ni a la justicia, pedir lo mucho que se me debe por lo obrado y venderme por lo que valgo a lo que resta, y si no le hay y la empresa viene a manos de quien la ignore, y no (1)a ame más que a sí, no puede ser cosa más cara ni más perjudicial y dañosa, ni que más arrepentimiento engendrará sin remedio; y si yo falto, no sé si V.M. hallará otro yo por muchos millones de oro. Cuando los Reyes Católicos trataron de descubrir las Indias había en España guerra, y tanta pobreza que fue necesario pedir prestado el dinero conque Colón fue despachado en aventura de si había las tierras de su sospecha. Y es de notar y de recordar los infinitos bienes del uno y del otro género que de esta determinación resultaron, y también más, la mucha paz de presente, y las riquezas del Pirú, y que con poca parte dellas puede V.M. llevar adelante esta obra a que V.M. dió principio, en cuyo nombre y de la parte que en ella tiene Dios. Suplico a V.M. se sirva de decirme qué ha de hacer de ella y de mí, para que pueda decir con verdad que soy tan fiel a Dios como lo soy a V.M., pues mirando a la obligación que V.M. tiene a la del cielo y a la que tengo al servicio de V.M., no hice lo que pude, buscando en la carrera de Filipinas como otros muchos han buscado en dos viajes (pudiendo yo haber hecho doce), el dinero que bastara para redimir parte o todo que fuera para V.M. y poco para mí deseo. En suma digo, Señor, que yo di lo que tuve, hice lo que pude, ofrezco la vida en sacrificio, y no puedo pasar de aquí. V.M. mire sus obligaciones, aquellas almas, los enemigos, mi justicia, y que este caso no promete menos que doblar la Iglesia de Dios, a V.M. la Monarquía, y asegurar a las dos. Por todo lo cual, y lo que las gentes dirán de presente y venidero, V.M. debe resolverlo por sí mismo, y despacharme por su propia autoridad como está concedido y yo pedido, medido con la razón. Y finalmente quisiera se advirtiera que tan bien pudiera dar mal principio a esta obra, como deseo dárselo bueno, y se supiera que el menor de los servicios que en ella retendo hacer a Dios estimo más que si fueran más toas las riquezas de la tierra y se acordaran de cuántos son los que me deben y deberán y pagarán, y de buscar el con qué las personas que desvían y retardan la ejecución de mi intento. La flota de Tierra firme parte por diciembre, lo que se ha de aprestar, navegar y obrar es muchísimo; las vidas breves más y lo que se ha perdido y perderá es incontable y nunca jamás se cobrará. Esta es mi justicia, ésta pido a V.M. cincuenta meses ha.
contexto
MEMORIAL 48 Señor. 1. El Capitán Pedro Fernández de Quirós. La parte incógnita Austral es justamente la cuarta del globo, sin saberse si es tierra o si es agua, o que partes tiene de las dos. Para agua parece mucho, y desproporción para buena forma. Es capaz de caber en ella, dentro de as dos zonas habitables, diez Europas, y cuando sea de tierra la mitad, tercio o cuarto, serán cinco o tres, y un tercio o dos y media. Y si no fueren más tierras que las vistas, tienen de largo como desde aquí al mar Caspio, a donde caben un Pontífice Romano, el Emperador de Alemania, V.M. con todos sus Estados, la Serenísima Casa de Austria y reinos de Hungría, Bohemia, caben los Reyes de Francia, Inglaterra, Dinamarca, Polonia, Noruega y el Gran Ducado de Moscovia; cabe el gran Turco con todo cuanto posee y la Señoría de Venecia y todos los otros Príncipes y Repúblicas que contiene de infinitas naciones, hasta Tártaros Precopenses. En suma, las tierras nuevamente descubiertas, con sus islas de quince grados hasta medio, ya no pueden dejar de ser tanto como la Europa, o de seis o siete Españas, y puede ser que sean veinte, cincuenta y más de setenta, como lo mostré a V.M., a quien suplico eficazmente se sirva de estimar la merced singular que Nuestro Señor le hace y considerar la que fue servido hacerme, pues teniendo el mundo lleno de siervos suyos, y de varones sabios y práticos, prudentes y ricos, fío de mi solicitud, o de mis nadas, todo el valor de tan grande obra, por la cual hice y hago todo cuanto pude y puedo, y digo lo que tengo dicho muchas veces, y por mayor lo siguiente en este último memorial que prometí. 2. Ya es pasado el año que V.M. me mandó esperar, y deste el medio, y no veo se trata de despacharme, ni siquiera aseguran mi esperanza de que lo he de ser algún día. 3. Si V.M. se sirve darme (como lo debe a Dios y a su persona real) despacho conveniente y a tiempo que pueda, ya que no fui en los galeones de los años pasados y presente, aprestarme para ir en los del año que viene y concederme las personas eclesiásticas y seglares que pido aquí tan necesarias para fundamento cierto y firme de aquel grande edificio; falta por llegar a Lima y en ella buscar y escoger gentes, aparejar navíos, llevar de respeto las cosas que han de ayudar a la salud, vestir y sustento, armas para la defensa, municiones, herramientas, hierro y cobre, con todos los aderentes para volverse a navegar. En suma, todo cuanto es menester para el culto divino, adquirir y conservar cristiana y prudentemente y rescatar con los indios y contentarlos. 4. Es necesario salir a tiempo que sea propio para aquella navegación, en la cual y en todo el discurso desde aquí no se descuidará Satanás, que Dios vencerá y será servido se llegue dichosamente al puerto de la Veracruz, en la bahía de San Felipe y Santiago (novecientas leguas menos y de más seguro viaje de ida y vuelta que hay de México a Filipinas) a donde luego son menester hornos de cal, ladrillo y tejas, romper peñas, cortar árboles, aserrar maderas, hacer un fuerte que lo sea y tenerle bien artillado y guarnecido, para poder defenderse de enemigos de Europa o de la tierra y de los que más se pueden ofrecer. 5. Conviene criar, plantar, sembrar, cojer y buscar de comer, que es un enemigo común continuo que no se puede matar sino con pan y semejante. 6. Fabricar bajeles pequeños para que a vela y remo se pueda comodamente descubrir y trajinar por entre islas y bajíos, y también navíos de más y de menos porte, con todas sus jarcias y velas, botas de madera y barro, bastimentos, con lo demás necesario a los viajes que se han de hacer a Filipinas, Lima y México, en que se cifra el comercio de que tanto provecho resultará, y seguridad de aquellas mareas y estos con los muchos galeones que allá se pueden hacer. 7. Buscar minas de oro, que ya se ha visto, y de plata que yo vi. Para su beneficio hacer ingenios, tener buzos y rastrillos para la pesca de perlas, de que se tiene noticia en quince partes y visto en dos, y tratar luego de todas las otras cosas preciosas, naturales y de artificio; en suma de las que da la industria, que es quien enriquece el mundo y, después de Dios, le sustenta. 8. Dar muy de veras principio a una ciudad que ha de ser la cabeza y el dechado de todas las que ha de haber en aquellas partes, y que los templos de Dios, la hermosura, adorno y servicio dellos sean tales que arrebaten y oficionen a los gentiles, y de tal manera la caridad ejercitada y el gobierno espiritual y temporal, que después no haya por qué arrepentir, ni qué reformar, ni qué deber y pagar, sino ganar y más ganar. 9. Por todo lo apuntado arriba y por lo que abajo se dice, se ve a lo claro ser necesario llenar número bastante de artistas y de otras personas prácticas de todos otros menesteres, y tales otras de quien se pueda formar un buen Consejo que es el que después de Dios salva peligros, excusa males y daños, hace en suma que se gane justamente lo posible; y otras que disciplinen la gente de guerra y mar, como pretendo y conviene; y otras para bien doctrinar y enseñar a todos en general y concordarlos; y otras a quien luego se pueda encomendar entradas la tierra adentro, que entienda bien cómo se han de haber con los naturales, sabia, animosa y piadosamente; y otras para descubrir, sabiendo observar por sol y estrellas, demarcar las tierras, sondar los mares, adquirir noticias, describir y escribir, y aún pintar lo sucedido y contenido en cuanto vieren, porque de una vez se haga bien lo que de muchas no se hizo en otros descubrimientos; y otras a quien se pueda encargar la segunda y tercera poblaciones y darles otras de ciencia y conciencia para que ayuden su parte y den buena cuenta dellas; y otras inteligentes y diligentes que enviar a esta Corte a dar cuenta a V.M. de todo lo sucedido y acordado, y del estado presente y esperado, y para que fielmente asienten lo debido a aquellas tierras, qué es lo que a ellas, a sus naturales, al servicio de Dios, al de V.M., al bien de vasallos y al universal importa el todo, a pena de lo contrario, y de quienes se puede fiar las primicias del provecho que se enviará a V.M. con muy buena voluntad, procurando que sea mucho; y unos capitanes que sepan darse a entender y tengan más otras partes bien necesarias para ir a México y a Lima con gasto de la propia Austral, a levantar la gente del socorro forzoso para llevar adelante la obra, sabiendo el camino de ida y vuelta y gobernarse en tierra y mar como estará bien a todos. Demás desto no se sabe si los indios han de recibirnos sin armas, admitirnos amigablemente, fiarse luego de nosotros, entender cuanto en romance y en latín de cielo y tierra se les dijere, ni si lo han de creer y aprender presto, y nosotros la lengua suya, y ellos la nuestra, ni menos si los soldados han de vivir como se debe a Dios, a V.M. y naturales. En suma digo, Señor, que todo esto y lo demás que se ha de tratar en aquel resto del mundo, de presente y venidero, ha menester dinero, tiempo, gente de buenas intenciones y un hombre de ánimo y maña bastante a reparar, componer y contentar allá y acá todo cuanto se ha de ofrecer; y todo se puede hacer mediante Dios con el poco gasto que digo. Y según se dice, costó Ostende muchos millones de oro y 100 mil hombres de ambas partes que compradas a este precio una a una las plazas de los países rebelados, no hay gente en Europa, ni oro y plata en las dos Indias que baste, ni después de todos ellos ganados, seguros y costeados valdrán a España en 300 años lo que prometen las Australes en uno. Esto digo porque veo hace claro poblar con solos mil hombres, habiendo en Madrid 250 mil sobrados y 500 mil ducados, siendo tan rico el Pirú, a donde se ha de dar los grandes reinos descubiertos y descubrir los ocultos, y hacer en todos ellos grandes servicios a Dios y grandes a V.M., y gozarse de sus riquezas durante el mundo y de mil comodidades y conveniencias, perdiéndose cada mes a 2 mil por uno, y si más se tarda a 10 mil, y si más y más se tardare, todo se ha de perder y todo lo debe pagar a Dios, a aquellas almas, a V.M. y a miles personas que de tales perdiciones son la causa; y debo advertir que cuando fui a descubrir no pude (y más hallándome enfermo y solo y con ciertas malas correspondencias al servicio de V.M., y otros contrarios que vencer y apaciguar) hacer que las riquezas que están en partes diferentes debajo de la tierra y agua, se manifestasen en un punto y todas juntas viniesen a Madrid en solo un mes, pues en dos ya fuera tarde, según aquí lo entendí y lo han dilatado años y años. 10. Lo representado ha sido para que sea visto el tamaño y la importancia desta empresa, y lo mucho que hay que aprestar, navegar y obrar en ella, y por dar prisa al espacio conque se va caminando, y por recuerdo de la brevedad de las vidas y mostrar cuanto conviene darle un bien acordado y prevenido principio, en que consisten todos sus mayores y duraderos bienes; y al contrario si fuere el principio malo. Con esto y refrescar la memoria con las razones siguientes, tengo por imposible que V.M. dilate mi despacho un solo día. 11. Si por grandeza, cuál mayor que poblar de cristianos tantas y tan buenas tierras descubiertas, y saberse cuántas son las muchas más que promete la parte, y qué es lo que Dios crió en todas ellas? 12. Si se dejan, porque se dice que V.M. no las podrá sustentar, yo digo que ellas son las que han de sustentar a sí, y tener en pié todas las de que V.M. es señor en aquellas partes y en éstas; y que para poder conservar las unas, conviene adquirir a las otras, como lo tengo mostrado, y estas obras más se deben fiar de la sabiduría y poder de Dios, porque no de juicios y fuerzas humanas. 13. Si por riquezas, cuáles más que las que prometen estando por desnatar en tierra y mar? y tal cosa puede haber en aquellas tierras, vistas paralelas de Monomotapa y de Potosí, que son los dos sitios más ricos de oro y plata que se saben en el mundo, que sólo ella baste a desempeñar y descansar a España, que tiene necesidad de nuevos reinos y mayores rentas, pues es cierto que las que al presente tiene no la han de acomodar ni asegurar tan bien como lo ha bien menester. 14. Si por beneficio público, cuál más universal ni de más géneros? 15. Si por fama y gloria, cuál con más razón ni más eterna? 16. Si por gozar de una buena ocasión, cuál como ésta? pues fui y vi y sé adonde están las tierras que descubrí y pido su cobro a V.M. que es rey y señor poderoso y tiene la obligación. 17. Si por obrero barato, daré firmado de mi nombre, no quiero nada por lo obrado y por obrar, a fin de que la obra se haga menos costosa y toda mi parte se convierta en sus mayores bienes della y de los que en ella hubieren de trabajar. 18. Si por celo, puedo afirmar con verdad que para con Dios deseo que allí se cumpla su voluntad santísima, para con V.M. todo cuanto ordenare y me mandare, para con los naturales, que uno solo no sea ofendido en la menor de sus cosas, y todos ellos sean bien doctrinados, enseñados y asegurados en su justicia para con los nuestros, que yo y ellos nos ajustemos a la razón, valiéndome para ser así de los medios más propios que el tiempo ha de mostrar, o por mejor decir, Dios los dará. 19. Si por ocupar la gente buena que hay sobrada en el Pirú cuál aparejo mejor ni parte que más se pueda ganar con ella, m mayor alivio de aquellos reinos, bien necesario en ellos por dos causas? la una toca a los indios y la otra a V.M. 20. Si por tiempo, cuál como éste que parece el de la paz de Octaviano para V.M., que está sin guerra? 21. Si por debido a la honra y gloria de Dios, cuyo es todo, y por cuyo amor se debe gastar y aventurar haciendas, honras y vida, cuál mayor ni más lucido servicio que quitar al demonio la adoración que tiene de todas aquellas gentes y atraer su infinito número al conocimiento de su Creador y Redentor? Y si todas juntas, Señor, estuvieran hoy arrodilladas en la presencia de V.M., representando su perdición, alegando su derecho, pidiendo con lágrimas y por justicia el remedio que V.M. da a otras, y recordando lo que sonará en el mundo de presente y de futuro, el sí o no en que está la salvación o condenación de sus almas, bien creo de la grandeza del ánimo real y piedad cristiana de V.M. lo mucho que se lastimaría dellas y la presteza conque mandaría darme un despacho tan bueno, tan claro y tan firme como lo pido y conviene a necesidades tan vivas y a socorro tan justo. 22. Si por seguridad de todos los bienes espirituales y temporales que encierra en sí esta gran causa, cuál más firme que ganar por la mano en poblar? y si acaso viniese nueva que los enemigos de nuestra Santa Madre Iglesia han poblado aquellas tierras de que están cerca (advirtiendo bien que cuanto más lejos de España, más cuenta se debe tener con ellas, como ya lo he mostrado) y que sembraron en ellas (lo que Dios no permita) las sectas de Martín Lutero y Calvino, y que han hecho una muy grande cosecha para el infierno de almas del cargo de V.M. que pudieran estar embarcadas para surgir en el cielo, por cuántos millones de oro quisiera V.M. no haber dilatado tanto el cobro dellas, ni que se diga, de presente y venidero, que en las tierras que V.M. descubrió se predicaron primero las herejías que el Santo Evangelio? Cierto estoy por ser V.M. el Rey Católico, el defensor de la fe, el que sustenta la Iglesia en muchas y diversas partes, y a cuyo cargo están las de que trato, que lo había de sentir por todo extremo. 23. Todas las causas que di y las razones que doy para que V.M. siembre (pues quien no siembra y beneficia no coje) son tan fijas que la menor dellas obliga al gasto de muchas veces más dinero, y he notado que no se repara en lo mucho que se me debe, y no pido, ni en lo que valgo, y no quiero, ni en el precio de toda la obra que es infinito, ni en lo que ofrezco ganar y excusar demás de lo ordinario a la hacienda de V.M., valiendo cada uno destos y de otros servicios que hice y pretendo, muchos millones de oro, y sólo medio es el que pido gaste V.M. de una vez, por Dios, por reinos y por asegurar lo poseído. 24. Deseo saber qué es lo menos que se me había de dar por lo servido, si lo pidiera hoy, y lo menos que se me debe dar por lo que ofrezco servir, si lo pidiese mañana, pudiendo valerme de muchos ejemplos pasados y presentes y decir con razón y con razones que si aquellos premios fueron dados con justicia, que justicia es la mía de más de cuatro quilates. 25. Lo porque tantas veces repetí el dicho gasto ha sido porque cierto ministro me dijo que los mil hombres que pedí bien despachados de todo lo necesario costaran millón y medio, y mucho más en el Pirú, por los grandes sueldos y carestía de aprestos; y dijo bien si este gasto se hiciese por la vía ordinaria y no siendo yo el distribuidor, comprador y veedor, sin entrar en mi poder un solo maravedí, más no porque tal empresa no pida mucho mayor cantidad. Y vuelvo, Señor, con solos 500 mil ducados la armaré y levantaré tan bien como está representada, con la ayuda de Dios. 26. Si parece mucho este dinero puedo V.M. mandar se gaste menos, y mucho menos, y mucho menos lo que fuere servido, que de cualquier manera obedeceré como debo y serviré como hasta aquí. 27. Si no le hay, bien se puede tomar prestado por poco tiempo, del que tienen los indios del Pirú en sus casas que llaman de comunidad, de que no se aprovechan, o con interés, o pedirlo prestado a aquellos reinos, o a estos, o a personas particulares destos, o de aquellos, o con algún partido, o tomarlo a cambio, pues todo será deber medio más con los enteros, o que en Segovia se labren los maravedíes de cobre que bastarán para redimir aquellas infinitas gentes inocentes y sus tierras, de quienes se debe fiar pagarán sin apremio y darán retorno de 1 mil 100 por uno, en oro, plata, perlas y en todas las otras riquezas que se han visto y de las que se tiene noticias, puede ser que juntamente en diamantes, rubíes y otras piedras preciosas que Dios sabe dar a quien por su amor sabe empeñarse en las obras que son, o prometen ser de su más honra y gloria Ejemplo cuando los Reyes Católicos se determinaron a descubrir las Indias, estaban ocupados en guerra y tan pobres que les fue necesario pedir prestado el dinero que bastó para despachar a Cristóbal Colón, el porfiado, y no para poblar 3 mil 500 leguas de tierras, que ya no pueden dejar de ser las de que trato, sin las muchas más que promete aquella cuarta parte del globo, sino en duda de si había las que sospechaba, y esto ayudado de aquella grande Señora Reina doña Isabel, que para un tal fin supo vender sus vestidos (!). Notable resolución de amor y notable merced de un nuevo mundo que Nuestro Señor les dió, y para desempeñarse, tantas armadas cargadas de oro, plata, perlas, esmeraldas y las otras muchas riquezas y todo lo que con ellos obró hasta el presente y lo que se ha de seguir en cuanto Dios lo quisiere, porque también sabe quitar! Y es cierto que no será menos notable el amor que V.M. mostrará, ni menores las mercedes que se puede prometer y esperar del mismo Señor, ejecutando a prisa, a prisa, que la celeridad no sufre espacio y menos aquellos muchos necesitados del uso della. 28. Sírvase vuestra Majestad mandar que veinte y cuatro religiosos de la Orden de San Francisco, los doce Capuchinos (de quienes tengo doscientas y cincuenta cartas, sin conocer a ninguno, sino que los mueve Dios) pidan limosna en España y en las Indias, como la piden los Trinitarios y Mercedarios para rescatar cautivos de moros, y son las gentes Australes innumerables cuyo rescate pretendo, cautivas de los demonios. Por esto, cuando en el Pirú se hubieran secado todas las minas de oro y plata, y en él no hubiera navíos ni tantos hombres sobrados, y lo demás menesteroso al intento, fuera justo, según es de piadoso y grandioso, echar el resto desde España, pues se sabe que con lo que costó siete leguas que bojea la isla de Terrenate, de dinero y hombres de seis años a esta parte, habría hecho yo siete veces la población que pretendo en aquellos reinos, prósperos, ricos y con su flor, que V.M. mandó descubrir, como mandose tomase a Terrenate, que no ha dado ni puede dar en mil años lo que las Australes en uno, gastándose en dos en su presidio, lo con que poblara aquella cuarta del mundo, y se hubiera poblado treinta y más veces con lo gastado en cosas mínimas después que estoy en esta Corte, a donde vi la mucha cuanta que se hizo de la California y su Contracosta, y la estimación de la persona que fue a ella con la bondad y la brevedad de su despacho, y lo poco que se tiene, lo mucho que se gastó, según lo poco que promete lo que no es mucho ni puede serlo.Más quisiera decir y lo callo porque no se me pueda negar la reportación de que algunas veces a la contra fui acusado, como si lo que digo con dolor, y lo que hice y hago con amor, y lo que persuado con temor, no de hombres, y deseo ejecutar con valor, no fuera todo vía recta, encaminado a un servicio de Dios y de V.M. inestimable, y sin comparación, sin pretender para mí honra, provecho ni descanso, sino unos inmensos trabajos sobre los muchos pasados, y unos continuos cuidados y desuelos, y los peligros que veo desde aquí y los pido de merced y lo será para mí. 29. La dicha limosna la pueden dar los Cabildos de las ciudades y villas, los de las catedrales, los arzobispos y obispos, las abadías, los conventos ricos y personas grandes y aún las más chicas y pobres darán con alegría su parte para obra tan meritoria; yo doy mi industria y vida y tres mil ducados de los seis que V.M. me hace merced, porque los otros tres son para pagar mis deudas, y si todo seis son menester, los daré de muy buena voluntad y me compondré con las partes advirtiendo bien que estará a la obra, en caso que no haya otro remedio, fundarse sobre limosna, y creo que en solo Madrid se sacará mucha mayor cantidad que la que dicen que no hay, y deste modo lo habrá, que la bolsa de Dios es muy grande, su Majestad Divina providente y nunca jamás faltó ni faltará a quien fía de su infinita bondad y tan experimentado lo tengo que digo: testigo y cronista soy del poder de Dios. 30. Vuesta Majestad, si fuere servido, puede ayudar con dos o tres navíos, artillería, armas, municiones y otras cosas que hay sobradas en el puerto del Callao, donde se ha de armar la jornada. 31. Si V.M. se ha de servir de despacharme en ninguna de las dichas formas, o en otra más justa, más barata y más segura, si la hay, sírvase V.M. darme papeles los que bastaren, y yo advertiré para buscar en España y en las Indias, entre vasallos de V.M., cómo den principio a la obra antes que ella de fin de mí, y con esto haré cuanto pudiere por ella, porque no se pierda toda. 32. Las bajas que hago, y los partidos que ofrezco es a más no poder, más no porque al servicio de Dios, ni al de V.M., estarán bien gastar con mano escasa en tal empresa, ni que se diga en todos tiempos que por falta de tan poco dinero paró con ella el mayor y más poderoso y más rico monarca que hay ni ha habido en la tierra, como ya lo he mostrado, o que por papeles se compró un nuevo mundo de bienes, que no serán sino males. Ejemplo, en las Indias, ni es justo que haya quienes quieran que sólo para un reparo universal, a V.M., tan provechoso, a infinitas gentes necesario, y debido a la honra de Dios, no haya dinero ni valgan medios, pudiendo decir mucho más, y mucho más. Y por descargo de mi conciencia ninguna cosa será más firme y duradera ni más honrosa y lucida, ni más digna de lauro y palma, y cierto premio en las dos vidas, que gastar V.M. su hacienda de la caja de la Ciudad de los Reyes, de lo más bien parado della, de lo que hay para comer allá y acá, por las razones que ya di y por otras que puedo dar, todas fortísimas, siendo el mayor servicio que se puede hacer a V.M. tratar de presente cómo asegurar lo venidero, y no consumir lo segundo como lo primero. 33. En suma, cierre V.M. con sus vasallos aquellas puertas abiertas a los enemigos de la verdad católica, adquiera para Dios más honra y gloria a donde los demonios que tanta repugnancia hacen y de tantos medios se ayudan y tan ayudados se hallan, son adorados y se llevan las almas a millones, que si la cuenta se hace bien, hallarse ha que no sale el rescate de cada un cierto dellas a dos maravedíes, y la compra de cada isla a tres, y la de cada un reino a cuatro, prestados por un año, para sacar de retorno millones de oro en tiempo breve y duración perpetua. No sé cómo signifique un tal dolor ni cómo manifestar lo que siento desta obra que si bien se considera, después de la de nuestra redención es la mayor de las obras, si no con decir gritando: Mire V.M. que se le quitan de las manos, con la fama eterna que le están ofreciendo empresa y pluma. Goce V.M. de su felicidad y mire adelante la mucha plata y hombres que han de ser bien necesarios o para recobrarla una vez perdida o en la defensa de los reinos que desde aquellos pueden los enemigos acometer y robar tierras y mares y perturbar los comercios de unas y otras, y hacerse señores dellas, o de gran parte, de que se han de seguir tan grandes pérdidas y daños, males y escándalos cuantos mostrará el tiempo, que es quien ha de desengañar de cuanto he dicho, advertido, avisado, demostrado, recordado muchas veces con celo sano. Verdades son de que hago testigo a Dios y a don Luis de Velasco, Presidente de Indias, Virrey que fue del Pirú, primer ministro de V.M. a quien propuse este negocio y dirá, si queriéndome entretener en Lima en cuanto enviaba a saber la voluntad de V.M. le dije (?) no quería fiar de mi ausencia (una) empresa de tanta importancia y lo cuánto estimo mi determinación? y más dirá de su buena voluntad y de la mía. 34. Deme V.M. licencia para preguntar a las personas que contradicen o desvían o retardan el despacho que V.M. por dos veces mandó me fuese dado, la segunda a mi satisfacción, o por mejor decir a la de V.M., a quien importa no se yerre, qué es lo que les parece toda esta obra y este hombre? pues a sus solas, sin más ni más juzgan della y de mí, digan si pierde por ser pequeña, o si se deja por grande, siendo debido en las grandes, y tan grande como es esta, mostrarse los grandes ánimos y la fineza del celo? o yo por pequeño y flaco, habiéndola Dios traído cargada sobre mis hombros 211 meses? digan que sienten de lo que pido y pretendo? o si se les hace caro el gran barato que hago de mi industria y mi vida con todo lo demás de mi parte? digan de mi lealtad probada a puras finezas? o si tengo a que deba satisfacer? habiéndome claro que yo no sé adivinar y tener luz con qué buscar algún medio que haga fuerza a mirar con ojos píos toda esta causa y sus lástimas. Y creo, si no me engaño, que deben hacer por ella lo que hago, lo que hice y lo que pretendo, o dejar que lo haga yo, pues todas las ganancias suyas son de cosas tan preciosas que no es justo que su Majestad las pierda teniendo buenos vasallos, ni que Dios pierda aquellas almas que crió, ama y quiere, aunque hay quienes, dicen, no es llegada su hora, y son pasados 1612, muy buenos años. Quisiera ser un San Pablo para saber bien lo que digo y obligar con lo que pudiera decir más. 35. No falta quien dice que pues Dios no mueve las voluntades de las personas a quien toca despacharme, salvo a V.M. y al Consejo de Estado, que quizás no quiere su divina Majestad que sea yo el que haga aquel grande servicio suyo. A esto digo, y valga por siempre jamás, que no sólo no soy merecedor de acabar aquella obra en que se tuviera por bien ocupado todo el Colegio de Cristo, sino que nunca lo fui de comenzarla, y que soy del todo indigno, no digo sólo de poner las manos en ella, sino los ojos y lengua. También digo, ya merezco un gran castigo, porque vivo y ella muere, pues Dios la fió de mí hasta aquí, debiendo juzgar muy de atrás su divina voluntad, no en otras sino en la mía que dura; y podrá ser que no mover Dios las suyas sea porque no merezcan lo que pudieran merecer si fuera las que deben ser para tal obra. Yo no puedo, Señor, sufrir se diga que quizás no quiere Dios, porque veo que ellos son los que no quieren, y si no, quieran y verán si quiere Dios, que así lo hice yo sin esperar que enviase un Angel a revelar, ni que primero me diese millares, que gastase el maravedí que tenía. En suma, yo di lo que tuve y di de mano a ganancias, hice empleo de dudas y acometí los rigores y las grandes dificultades que Dios venció, que no yo. 36. A las personas que dicen que si esta obra es de Dios, ella se hará, digo yo que por de Dios la he seguido, y en esta cuenta la tengo y la tiene todo el mundo, y en la misma la tendré y por tal la seguiré hasta por ella morir; y también que la más mala señal que veo es que no duele nada, y por esto no se quejan como yo me quejo a Dios y me querello a V.M., a quien humildemente suplico no permita, ni consienta, ni sufra tan incontables pérdidas de bienes de cielo y tierra, ni que yo pierda la parte que me puede tocar de la ganancia de todas las almas que se pueden salvar desde el tiempo presente hasta el día del juicio, ni que sea el más desgraciado hijo de España, no siendo el de menores pensamientos y deseos, ni el que menos he padecido y porfiado por librar del olvido y peligro la obra que me ocupo en suerte comenzarla. 37. Con este último memorial parece habré cumplido con lo que debo, por haber Dios encaminado a mi esta su causa, mostrado aquellas gentes, fiado el remedio dellas, de mi solicitud y verdad esta trato. Lo que pido es justicia, sumada en un buen despacho, o en un liso desengaño. Lo uno o lo otro, V.M. me lo debe dar en conciencia, que ha diecisiete años y medio, y Bellos falta poco para cinco, que estoy en esta Corte esperando y deseando que Dios se sirva (que) aquellas almas se ganen, y V.M. no pierda lo precioso que muchas veces representé y recordé. Y si no he de recibir ninguna de las mercedes referidas, o porque mi demanda no es tenida por quien es y ha de ser de la grandeza que digo, aunque más la cercenen, o porque mi persona, a quien no pueden negar la fidelidad, ni quitar lo hecho, ni el derecho, ni matar los deseos, ni abatir el ánimo, ni los pensamientos que Dios me dió, y empresa a proporción a donde poder mostrarlos, no esa propósito para ella, o sea por lo que fuere, pues haciendo mis discursos no topé cosa (como lo muestra este papel) conque persuadirme, que por falta de tan poco dinero se deje de proseguir una empresa tan importante y ne cesaria a toda la cristiandad. En suma, pues ella y yo valemos poco o nada, suplico a V.M. con todo lo que es y puede serme lastimoso, me dé licencia para salir deste purgatorio a donde vanamente estoy penando sin certeza de salir del, y irme como San Pedro a una cueva, no porque negué a V.M., que bien manifiesto es lo mucho que le serví con amor y sin interés en cosas de muchas mayor cuantía, y lo que ofrecí y rogué, y los medios de que me valí porque V.M. doblase y asegurase la Iglesia santa y la monarquía propia, y no perdiese todos los otros infinitos bienes de cielo y tierra que Dios le encaminó por medio mío, en cuyo premio y de millares de cosas tan costosas como penosas me atormentaron aquí famosamente, y trataron tan mal como lo callo, y dejaron navegar a puro remo contra el viento y consumir en suspensiones y dilaciones; y se sufre (que si fuera en la Sierra Morena procurara defender mi capa y la honra que gané como debe ser ganada) me despojen della a los ojos de V.M. y de todas las otras grandes mercedes que Nuestro Señor me hizo, ofreciéndolas yo todas de valde y que se gocen los enemigos de Dios y se venguen los de V.M., y triunfen los que tengo, porque defendí y defiendo causa justa de bienes universales y por otras mil razones que nunca se han querido saber, por más que las apunté, y por más claro que pedí me careasen con las personas que dijesen o sintiesen otra cosa contraria de lo que dije y de lo que siento. No sé, Señor, que misterio tiene hacérseme esta merced, y estimarse cosas mínimas, y despreciarse esta tan grande que tantos trabajos me cuesta.Vuelvo a la cueva y digo que será mi vida a ella a llorar aquellas infinitas almas condenadas a la muerte eterna por 500 mil ducados, gastándose mucho más en levantarse una casa; que si yo, Señor, tuviera millones de oro todos los diera por la salvación de una sola, con el mismo amor que ofrezco la vida por todas ellas y con el propio que hice tan continuas diligencias sin nunca las poder valer, válgalas Dios y válgame Dios que estoy por decir a gritos, pues no hay quien grite, lo que dejo por el amor suyo dellas. Mire V.M. lo que se pierde, y lo que se pierde, y que no es justo que yo pierda lo que suena este y todos los otros mis escritos, a que me remito. Mire V.M. cuánto y cuánto me debe satisfacer por lo obrado y por lo que me quitaron de obrar, y que el menor de los servicios que pretendo hacer a Dios en lo propuesto es de más valor para mí que todas las riquezas terrenales. Mire V.M. que es mi rey para defenderme, mi señor a quien serví, mi juez para darme mi justicia y quien todo lo debe y puede remediar. Con esto remato, co como engañador ni como ingrato, que bien se sabe cuan claro he sido y que por mi parte no se pierde aquella nueva viña de Dios, en cuyas manos la dejo por plantar y por beneficiar y por cercar y por guardar y por disfrutar, y a todos los vaivenes y peligros en que está, porque quieren que lo esté, y me postro a los pies santísimos, tan pequeño y solo como soy visto, cargado como estoy, y de agravios los mayores que se han hecho, porque hice a bien juzgar mucho más de lo que pude por mi rey y por mi patria en la mayor obra del mundo. 38. Todo cuanto me fue posible justifiqué esta causa de Dios, la parte de su San Iglesia, la de las almas de todas aquellas gentes nacidas y por nacer, la de V.M., la de mi patria, la general de todas las personas que en ella pueden merecer y tener parte, y juntamente la mía.
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MEMORIAL 49 Señor. Capitán Pedro Fernández de Quirós. V.M. me mandó despachar dos veces, la segunda a mi satisfacción, juntamente esperar un año y son pasados casi dos. Dos cosas deseo recordar a V. Mag., dignísimas de memoria viva y de llorarse eternamente, por la poca estimación que se hace dellas. La primera es que lo que tantas veces representé y se detiene no vale menos que dar principio a muchos reinos de gobierno concertado, fundar ciudades, abrir comercios, comunicar riquezas, acomodar vasallos, asegurar Estados, descubrir las tierras que faltan, enseñar a sus infinitas gentes a salir de la vida bestial a la política, con otros muy grandes útiles, todo para V.M., nada para mí, salvo los trabajos que pasaré con alegría doblada, por lo que dice el capítulo siguiente que es la segunda cosa prometida en que represento mi justicia y recuerdo mi obediencia. Mi justicia tiene por principios fortísimos y firmísimos la honra de Dios nuestro Señor que pretendo, en esto la fundo y en que su Iglesia santa extienda por lo restante del mundo, y en los gloriosos triunfos que se le han de seguir de los efectos católicos en la conversión de infinitas gentes que la esperan, con el derecho que tienen a la redención universal, y en la salvación de las almas que se condenan, en los muchos merecimientos de todas las personas eclesiásticas y seglares destas partes y de aquellas, que por medio alguno en general y en particular las han de favorecer y ayudar a salir de su miserable y lastimoso estado, predicarles el Santo Evangelio, exaltar la fe católica o morir mártires por ella en las centenas de templos, conventos, seminarios, colegios y hospitales que se han de fundar y dedicar a Dios, Señor de los cielos, tierra y mar, y de los hombres de que se han de llenar y vivir en ellos, cada uno a su ministerio, entrando los naturales a la parte que de justicia se les debe; y en los continuos servicios de diversos géneros que los unos y todos juntos han de hacer al mismo Señor en los millares de altares que se han de levantar y en los millones de misas que se han de celebrar, siendo como son los sacrificios más aceptos a su Majestad divina en el uso de los siete santos sacramentos, y en todos los frutos dellos, en los oficios divinos, alabanzas y gracias dadas a Dios por ser quien es, y por todos los beneficios recibidos y esperados de su bondad y providencia, y en las oraciones, peticiones, rogatinas, procesiones, fiestas solemnes y dobles que se han de hacer a honra y gloria de Cristo, Dios y hombre Salvador nuestro, de su Madre Santísima la Virgen María, Señora nuestra, y de todos los ángeles y santos de la corte celestial, en todos los modos de penitencias, jubileos y sufragios a las almas del purgatorio, y en todas las limosnas y obras de bondad, piedad, misericordia, caridad y de justicia, y en todos los otros actos de virtud que generalmente y en infinito han de ser ejercitados en todas aquellas tierras, y en desterrar dellas la posesión antigua y la adoración continua que sus simples gentes del cargo de V.M. dan al demonio (miseria, la mayor de las miserias) porque no tienen quien les de a conocer a su Cristo y Redentor, a quien deben adorar, servir y amar todas sus vidas, con todas sus fuerzas, y en diez y ocho años míos de muy grandes trabajos y porfía, y en los deseos que tengo de que todo lo representado sea así y no pare allí sino que pase adelante y más adelante, de mejoría en mejoría, hasta la perfección posible y el fin del mundo. Esta, Señor, es mi justicia. Mi justicia está en todo lo dicho y en lo que no sé decir, que vale y valiere toda la parte Austral, descubierta e incógnita temporal y eternamente, para Dios y para los hombres; por ésta gasté mi pobreza y desprecié ganancias, por ésta navegué y caminé veinte mil leguas, por ésta aventuré mi vida y honra muchas veces y por ésta padecí lo que dejo a Dios. Mire V.M. si es buena esta mi justicia o si se me puede negar su verdad y claridad, o si es razón que yo la pierda siendo vasallo de V.M., porque yo digo hablando con el acatamiento que debo, que no la quiero perder. Vuelvo, Señor, a decir que no quiero perder tan altas mercedes que nuestro Señor fue servido hacerme, y en que tanto me ayudó, como nadie quiere perder las que dicen que Dios les hizo, no digo todas las mías, ni sus grandezas, sino la menor partecilla y todas juntas las ofrezco a V.M. con tan grande amor que por sí solo bastaba para que V.M. no las desprecie. En suma, mi justicia es la caridad para con toda esta obra, con voto solemne hecho a Dios eterno de representarla y de pedirla todas cuantas veces pudiere, y de cuantos modos supiere, y a donde quier que V.M. se hallare, hasta que V. Magestad me diga un sí o no, digo que a tanto callar las piedras han de gritar. Justicia pido y recuerdo porque lo que ya se me debe no se me puede satisfacer, y si no mírese con atención lo referido y de extremo a extremo se pase la vista por los diez y ocho años que gasté en pleitear su remedio, sin deberle un día y pocas horas, y verase que si los gastara todos, o si quier los doce en su beneficio, los frutos que para el cielo y para la tierra hubieran producido mis trabajos, cuya perdición represento por un tormento continuo, sin alivio ni remedio. V.M. debe en conciencia ejecutar esta empresa por su cuenta y con presteza decirme que yo la procure conseguir por cuenta de Dios, cuya divina providencia tengo empeñada. V.M. debe despacharme en alguna forma, con dinero o sin dinero, o desengañarme. Mire V.M. que ha sesenta y dos meses que estoy en esta Corte, hilando como el gusano de la seda, a quien envidio lo que su trabajo aprovecha y resplandece. Mire V.M. que vanamente estoy penando, porfiando y esperando, y que hasta esperanzas me niegan. Mire V.M. que se pierde toda esta obra y que la menor parte suya es sin precio y que si se le quiere dar remedio lo tiene tan fácil como lo nuestro en lo siguiente. Siempre tuve firme en la persuasión que muchas veces hice, dando causas bastantísimas para que V.M. gastase por una vez quinientos mil ducados en toda esta obra, siendo pocos dos millones para poderse armar, así como la he representado, y conviene a pena de grandes males, daños y pérdidas, y no menores gastos de hacienda y de hombres si se ha de acudir al remedio. Y porque el dinero que para este fin V. Magestad mandó dar no se ha dado, y el bien de aquellas gentes que lo esperan tarda y retarda, me pareció debo dar prisa con un arbitrio cierto, breve, sin daño de partes, sin costa de un maravedí de hacienda V. Magestad, de buen crédito, porque fuera que V. Magestad gasta y puede gastar, y no deja perder tan alta empresa a que V. Magestad dió principio, por falta de tan poco dinero. En suma, es sin excusa y sin disculpa para con Dios y con V.M. y las gentes. En la Ciudad de los Reyes del Perú hay cobre traído de Chile; si fuere poco se puede enviar por todo lo que bastara. Junto a la dicha ciudad hay muchas minas deste metal, descubiertas por un Jerez natural della. Hay en ella Casa de Moneda vacante; puédese hacer otra al modo de la de Segovia, y para esto hay río junto a las casas y acequia copiosa de agua dentro y fuera de la ciudad. V.M. puede, si fuere servido, mandar se labren setecientos o más mil ducados de cuartos, los ciento para la compra de cobre, otros ciento para todos gastos y la labor de los cuartos, y los quinientos mil restantes para despacharme. Por más brevedad se pueden llevar de España doscientos y cincuenta o ciento y veinticinco mil ducados de cuartos viejos o nuevos, con una contramarca, y doblando y redoblando su valor serán los quinientos mil necesitados al despacho, advirtiendo que doblar y redoblar este precio lo sufre bien aquella ciudad, porque en ella un real es lo mismo que en España un cuarto, y así los ocho maravedís de aquí serán allí treinta y dos, conque se librará mucho menos cantidad, o sea allá o acá, y según buena cuenta, si se llevan de España no costará de principal y costas veinte mil ducados aquel nuevo mundo, y si se labran en el Pirú, no costará más de un pliego de papel . Estos cuartos no han de correr más de en aquella ciudad a donde son bien necesarios para los trueques de hortalizas y semejantes que venden las indias y las morenas, en cuyas manos andarán y estarán como en depósito, hasta que de las tierras Australes se envíe con a presteza posible, de la primera plata, oro o perlas los dichos setecientos mil ducados, o los que fueren, para recogerle todos los cuartos y con esto cesará el uso Bellos, y V. Magestad sin gasto de su hacienda, ni de ajena, librara de olvido y de peligro el servicio de Dios, el propio, aquellas grandes tierras, a sus infinitas gentes, y al fin ellas mismas se rescataran. Suplico a V.M. no les niegue este breve, barato y cierto remedio, ni a mí esta merced, en premio de mis servicios y deseos de más servir. Creo de aquellos ciudadanos que han de admitir los dichos cuartos con muy buena voluntad, así por ver a lo claro el singular servicio que harán a Dios y a V. Magestad, a fin que les cueste nada, como por la gloria de ser parte principal del principio que se dará a obra de tanta grandeza en nuevas tierras, y por las grandes comodidades y provechos que se le han de recrecer de su comercio, y porque saben cierto por lo experimentado en sí mismos que pueden enviar a sus hijos sin dotes a casar y a vivir en ellas, y porque cuanto con mayor presteza se ejecutare esta empresa, mayores serán los bienes que les promete; y porque los cuartos serán quitados a dos años, y por otros buenos respetos que puedo mostrar, vuelvo a decir que son tantos los beneficios y los intereses que les ha de resultar desta buena obra, que entiendo que si para ella se les pidiere prestada la dicha y mayor cantidad, la darán luego, y aunque le tomaran a su cargo y armaran por su cuenta, más yo soy de parecer que V. Magestad gaste su hacienda, y ésta cuanto más y más presto y con mejor voluntad se gastare, más prestos, ciertos, seguros y más cuantiosos serán los retornos. Suplico a V.M. se sirva admitir algunos destos arbitrios o el otro de que los religiosos de San Francisco y Capuchinos pidan limosna en España y en las Indias para lo mismo, o darme papeles con poderes los que bastaren para buscar en las Indias y en España vasallos de V.M. con quienes pueda hacer tan honrada y necesaria jornada, y a V.M. tan provechosa, y de estimar mis cuidados, liberalidad y desnudez y el ánimo con que quiero aventurarme a peligros que no ignoro, y a los trabajos que son ciertos y a otros millares de cosas incomportables porque V.M. doble y asegure su imperio y goce seguramente todo lo que le prometen las Australes. Y cuando para despacharme fuera necesario vender las fuentes, blandones, braseros y vasos, no digo los de oro y plata que no sirven, sino los de latón, estaño y cobre, las rejas y aldabas de hierro, la mitad de las campanas y, aún más, pareciera bonísimamente a los ojos de Dios y de celosos, y si a todo faltar se acuñaran los pedernales de Madrid o se hiciera dinero de plomo o de suelas al quitar, como se hizo en otras ocasiones de mucha mayor pobreza y más aprieto, y no para poner cobro en la cuarta parte del mundo, sería éste un hecho digno de ser alabado y celebrado de generación en generaciones hasta su fin de todas. Si V.M. no se sirve de gastar mucho ni poco dinero, ni de admitir alguno de los dichos arbitrios, o con los unos ayudar los otros, o hacer de todos uno, ni menos de señalarme tiempo cierto, con cierta certeza, de que seré despachado para ir en los galeones de marzo, es certísimo que V.M. no quiere la empresa Austral, cosa que admirará y asombrará al mundo, así por su gran dignidad y gran valor, como porque muestro como V.M. la consiga a costa de un pliego de papel. Y también es certísimo que V.M. no quiere mi persona para el servicio della, por lo que V.M. debe darme la licencia que le pedí y le pido para salir desta Corte. Basta, Señor, una tal represa a mis deseos, basta tanto padecer de mil maneras, bastan y sobran tantas deudas por sustentar el servicio de V.M., y tanto sufrir por ellas, y basta lo demás que callo, y que tengo ánimo para dar a V.M. todo cuanto trabaje y acaudale toda mi vida y para ofrecerle de valde el resto della y la protección de un nuevo mundo, poblado, rico y con su flor, y otras cosas, inestimable la menor, y que hay quien no la tiene para dejarlas recibir todas a V.M., que tal sabe perder y yo sufrir. Todos estos grandes pesos dejo a los hombros de la real conciencia de V.M., advirtiendo que el mejor de mis servicios es hablar a V.M. verdades claras y lisas, y que el mayor que puedo hacer a esta empresa inestimable es muerte en ella o por ella.
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MEMORIAL 5 En mucho cuidado me he visto puesto, Excelentisimo Principe, no debiendo qué orden tenerme para decir verdades que aprovechen a mi intención. Dios es el verdadero juez y sabe si mis deseos han sido y son de acertar, y cuán desamado y aborrecido y perseguido he sido por lo que he dicho, y por no me parecer bien ni verme en cosas desordenadas, más que yo muestro, en esta jornada pasaron; y por el bien común y doliéndome de toda aquella gentilidad que es donde llevo puesto los ojos, entendiendo el fruto que se puede conseguir de lo que aviso, olvidado de todo cuanto a mí dañar puede que arriesgue el bien propio, lo tenlo por particular interés y granjería. Yo quisiera me fuera posible igualar mi poco ingenio con aquella mi voluntad. El Adelantado Alvaro de Mendaña salió, como queda dicho, en nombre de S.M., de aquesta ciudad de Lima, a la población y pacificación de aquellas partes, como a tal fui siguiendo a cuanto me ordenó, acompañando en todo sus trabajos en cuanto vivió, y su jornada se acabó. del todo y con ella su hacienda, yo la mía sin ningún fruto, porque se sabe lo (que) Dios y el discurso desta mostrara parte de la causa. Muchos y muy grandes han sido sus deseos de acertar, sino que se le pusieron delante muchas dificultades que no puedo hablar. Mucho quisiera poder satisfacer su partido y para el mío de mi parte ofrezco toda cuanta satisfacción se me pidiere de cosas que en la jornada han estado a mi cargo, así por informaciones que traigo hechas, como a nuevas dudas que se me podrán poner, y para la sustancia de todo lo que yo escribo, ofrezco lo propio, porque lo más esencial traigo probado. A voluntades ajenas fui muy sujeto y necesario de hacer dellas propia mía; tuve la paciencia por compañera, conque vencí la parte que me tocó, que no fue poco que es lo que hice bueno, que lo más fácil es de hacer. Siempre salió Diosa mi causa y favoreció mi partido: Mucho sufrí por venir a los pies de V.E., desnudo de mi provecho. A procurar mi crédito vengo, que es lo que más estimo, y el amparo que mis necesidades ha menester. Enemigos traigo; muéstrenlo porque lo son para que yo sea castigado como merecieren mis delitos, que muchos puedo yo mostrar suyos, y si no, muestren las obras, que yo a juicio vengo y audiencia pido. Sembrado tienen culpa, pagándome mal cuanto me deben, de que no acerté las islas que se iban a poblar. Sobre aquesta intención mucho dijera y sólo digo que todo cuanto el Adelantado ordenó, y vocalmente mandó en su instrucción que d1ió, se hizo. El pudiera decir a dónde las islas que buscaba estaban, pues las descubrió; yo, el lugar a dónde por su muerte nos dejó a todos y saqué la nao por derechos caminos a Manila en salvamento, como lo traigo muy probado; a donde la gobernadora, su mujer, que le sucedió, confiesa esta verdad en una certificación suya que tengo, me mandó que la llenase. Sólo me resta satisfacer al vulgo que no vido lo que pasó donde anduvimos y así lo que juzga y puede decir es muy a ciegas, y aún que esta dificultad es alta tengola por rasa, mandándome V.E. tomar cuenta de lo que tengo obligación darla, y siendo tal todo satisfecho, y sólo me falta hacerme V.E. merced de poner los ojos en mis cuidados a quien suplico cuan encarecidamente puedo se sirva de mandar leer este segundo papel y oirlo con el amor que merece. Digo, Ecmo. Príncipe, que la forma que hacen la tierra y el agua sobre que los hombres andamos es redonda, y ya aprobada esta opinión por todos los antiguos y modernos, arrimándose a que con prespetiva todo cuerpo es pesado y denso, hace la sombra conforme a su figura y así en las eclises (sic) de la luna causadas por la sombra de la tierra, en ella se ve claro esta verdad por sus extremos cuando va creciendo o menguando el tal eclise. En este redondo cuerpo se imagina una línea que se dice equinoccial, con sólo largura, sin anchura ni profundidad que lo ciñe y rodea, todo lo divide en dos iguales partes. La una se dice del norte, la otra del sur. De aquesta equinoccial toman principio los grados, contando de uno hasta noventa, que es la mayor cantidad de latitud a cualquiera de los dos polos. Ya de la parte setentrional es clara cosa estar descubierto y habitado hasta más de setenta y siete grados, y lo que resta a noventa, aunque se descubriera, no sé si se podrá poblar por su mucha frialdad, desigualdad del día y noche y otras dificultades, y es notorio que en muchas partes destas habitan los hombres dellas en cuevas y viven con artificio y tienen otra vida mala de pasar por el rigor de los tiempos. Todo lo demás es poblado y partes a donde de Dios y de sus grandezas se tiene larga noticia, y el no vivir los hombres dellos conforme lo que nuestra Santa Madre Iglesia Católica Apostólica Romana cree y tiene y manda, no está en culpa suya dellos. Pero desta parte meridiano, a donde lo más della está por saber esta verdad, que no hay más descubierto que a cincuenta y cinco grados desta costa del Perú hasta pasar el estrecho de Magallanes, y treinta y cinco en que está el Cabo de Boa Esperanza, o cuarenta, poco más, en que se ponen las naos para montarlo. Están dos puntas de tierra por costa y costracosta; están ya vistas y sabidas (resta ahora lo demás que falta para que dellas y del paralelo desta mar, rostro al poniente de diez doce grados para los forzosos noventa, y para que a todo cuanto desta redonda forma se pueda cudiciar se alcance de vista. El Adelantado Alvaro de Mendaña, el año de noventa y cinco, yendo en seguimiento de su viaje a las islas de Salomón para poblarlas, que él dice estaban de siete a doce grados desta parte del sur y mil quinientas leguas de Lima, anduvo mil dellas y encontró cuatro islas pobladas de muy buena gente, y casi blanca, de que más largamente hago mención en la relación que di a V.E., presente de lo sucedido en aquel viaje, a que me remito. Estas cuatro islas están en un muy largo y espacioso golfo, apartadas de toda otra tierra sabida, en altura de nueve o diez grados y mil leguas de la ciudad de los Reyes del Perú, y de leste oeste con ella toma de la cuarta del noroeste, y por esta razón están dentro de la tórrida zona, parte del sur, a donde son ciertos los vientos desde leste hasta el sueste, como lo son de la parte del norte, mismo golfo, desde leste hasta el nordeste, hasta que se sale de uno y otro trópico, a donde son ciertos los otros vientos que se dicen generales, y pues esto es verdad, síguese luego que de aquestas islas con el viento leste que es el viento que siempre vide avanzar (?) cuando hice aquella navegación, y en cuanto estuve en ellas no se puede navegar a las provincias del Perú, ni a Chile, por la contrariedad de tiempos, sino es subiendo a muchos grados de altura de la parte del sur, a donde forzosamente han de ir (a) buscar los dichos vientos generales; y para esto hay necesidad precisa de dos cosas, las cuales estos indios no tienen: la primera es navíos fuertes y despachados como los nuestros, o otros capaces para poder y navegar largamente, y barloventar, que es fuerza; la segunda es entender el arte de navegación y tener todos los instrumentos necesarios. Dejo aparte los basamentos, que no es el menor inconveniente pues habiendo estas faltas muy bien se puede entender que gentes tan inorantes, de tan poco arte, imposible es en ningún tiempo pasado ni presente, se hayan comunicado con las provincias dicha. Estas cuatro islas están apartadas de toda la costa de la Nueva España, y de la que más cerca están son más de seiscientas y cincuenta leguas, y está entre las dos tierras la línea equinoccial, en medio, a donde son muy ciertos contrastes, calmas y borrascas que duran de cuatro a once grados, de una y otra parte, y es fuerza que en este paraje que gasten días en pasarle. Estas islas están norte sur con el cabo Mendocino cuarenta y un grados y medio y es la punta de tierra que de aquesta costa sale más al oeste; síguese luego que de aquestas islas con el viento leste que es el aire de la tierra, no se puede llevar la vía más de a la vuelta del nornordeste a la pura bolina, y con el abatimiento de agua y viento se viene a hacerse el camino cuasi del norte y según fuere el navío y tuviere fuerza el viento y pasada la equinoccial, con las condiciones que dicho tenga es cierto el viento lesnordeste y nordeste, con los cuales no se puede navegar sino es yendo a la vuelta del norte y del nornoroeste a la dicha bolina, y con su abatimiento se viene a hacer el camino del nornoeste y del noroeste; clara razón porque no se puede tomar aquella costa sino es yendo a buscar el altura de aquella parte del norte, y con ella los vientos generales para aferrarla, y pues esto es verdad síguese luego que por las dichas faltas bien se puede tener por cierta cosa que aquestos indios tampoco han sido comunicados con la gente de la Nueva España, como la del Perú. Estas islas están apartadas de las islas de Santa Cruz, que son pobladas de gente negra y mulata, de ochocientas y cincuenta leguas más al poniente dellas y en su mismo paralelo, y la Nueva Guinea está más lejos, y más el Maluco y Felipinas, China, Japón y otras partes, y pues es verdad que aquestas islas quedan a la parte del levante de todas las dichas siendo levante el viento, tan imposibilitadas están de tratarse con ninguna de las tierras como las del Perú, porque la misma dificultad que hay de ir destas cuatro islas al Perú de las islas de Santa Cruz, y de las demás dichas islas a ellas (sigue luego que pues de todo lo que se sabe y está descubierto de esta mar del sur no se halla que aquestos hombres pueden tener navegaciones por las causas referidas, siempre con razón decir quien llevó aquesta gente a lugar tan remoto y apartado de toda tierra sabida con tantas faltas, tantas imposibilidades y a tan pequeñas islas). Digo aquesto que de aquestas islas a la parte del sueste del sur del sudueste hasta casi el oeste todo está por descubrir y es negocio oculto, y del oeste al noroeste al norte al nordeste al este hasta el sueste, están las tierras que digo de Chile, Perú, Nueva España, con las demás islas de Santa Cruz... y sabemos por muy cierto de ser mar abierto porque dos navíos que han navegado salió del uno don Gonzalo Ronquillo a la ciudad de Manila, y el otro don Rodrigo de Córdoba a la ciudad de Mactán (?), pasaron por la de una destas islas y nunca hallaron a ningunas otras tierras en sus viajes, y lo mismo podré decir de los navíos que cada un año van y vienen de Acapulco a las islas Felipinas. También digo que el Adelantado, la primera vez que navegó a aquellas partes pasó por la del norte della, y nunca vado a ellas ni otras ningunas en su pasaje, y también yo soy testigo de vista de mi viaje. Y por todas las razones dichas digo que piadosamente se puede creer que aquestas cuatro islas tienen de la parte del sueste por el sur hasta cuasi a el oeste otras islas o tierra firme que debe continuarse hasta hacer fin en otras tierras donde proceden, porque el uso de razón destos indios y sus embarcaciones citan a brevedad de navegación y no muestran ser más capaces que el navegar de isla a isla, avista una de otra y muy cerca porque cuando tuvieran lo que digo les falta o rastro dello, poderse ya entender que por alguna aventura aportaron al tal lugar. Porque de aquestas islas yo no he visto ninguna otra tierra, más de solo a ellas cuatro vide con cuidado, algunas cosas cerca dellas, por ver si hallaba razón que me obligase a entender que aquestos indios navegan grandes golfos a largas vías y a lo que me persuadí es cuando salen de semejante lugar donde no alcanzan tierra de vista, se van marcando por la propia que van dejando hasta que la van perdiendo, y luego que la van dejando de ver alcanzan la otra de vista para donde van; a la vuelta guardan la misma orden en sus navegaciones, porque no osan perder del todo la tierra de vista, así la de a donde salen como la que van a buscar. Luego hay necesidad de tener y entender la aguja de navegar, y ésta no la tienen ellos. Y dejo la contradicción de vientos, desgarrones y aguaceros corrientes y otras causas que les pueden hacer perder sus derechos caminos, pues aquesto es cierto, muchas veces acaece a diestros y muy pláticos pilotos, pertrechados de todo lo que a esta gente falta. Pues decir que se marcan por el sol, luna, estrellas; como me lo han dicho algunas personas graves, el sol no se ve de noche, sino de día; la luna bien se ve y se sabe la variedad. Las estrellas, luna y el sol no están siempre presentes y en un mismo lugar, pues es muy visto que en veinticuatro horas dan una vuelta a todo el globo, subiendo y bajando por el horizonte y pasando por todos los rumbos de la aguja, unas veces escuridados (sic), otras nublados, y cuando fuera todo posible, que no lo es por la misma razón ha de ser su navegación muy corta, lo que se puede andar en día y noche, o en noche y día, o poco más. Aunque es verdad que gentes ignorantes pueden de una isla buscar una grande tierra firme, como sea cerca, porque ya que no dieron en una parte, darán en otra; digo que de una grande tierra o chica no se puede buscar otra chica sino es dichas condiciones. Y porque también aumentan mi sospecha algunas cosas que en estas islas vide, y otras que cerca dellas noté y consideré, digo que en aquestas islas, en especial en la Dominica, había entre las demás algunos indios de color amulatado, y que los de Santa Cristina eran más blancos que ellos, pero que los de Madalena, a una mano, me pareció pareja en color y son más blancos que todos, y que habiendo diferencia de colores arguye cierta comu-nicación y trato con otra gente. Y también gente tan blanca y tan dispuesta en tierra de tan poca altura, parece claro indicio que proceden de otra mejor que cerca debe estar, porque subiendo de grado a grado mejor y más blanca será, por vivir en mejores y más saludables temperamentos, que de aquesta razón buena experiencia se tiene, y en altura de diez grados como aquestos indios están desnudos y al rigor del tiempo, no sé yo se hayan hallado otros que con ellos corran parejas, ni con mucho lleguen a ellos sino unos indios por la mayor parte medianos, de malos gestos y de color muy moreno, como yo los he visto en el Perú, Tierra Firme, en Nicaragua, Nueva España y Felipinas, con todas las demás islas descubiertas en poca altura que yo haya andado. Y también en aquestas islas vide la misma casta de puercos y gallinas de Castilla; la fruta grande que mucho tengo alabada, las nueces y castañas, cocos, plátanos, cañas dulces; la flor colorada. La misma orden en velas y canoas. Y pues esto es verdad, luego bien podré preguntar quien levó puercos y gallinas nunca halladas en descubrimientos de indios, y por donde todas estas cosas entraron allí. Y esto digo que todas ellas vide en las Felipinas, isla de Santa Cruz, que está ochocientas y cincuenta leguas dellas, con las imposibilidades que están dichas de poderse navegar de las unas a otras. Y porque no vide en aquestas islas árboles tan gruesos de que pudiesen hacer tan grandes piraguas como tienen, entendí y de trato (?) que las traían de otras partes a su tierra, y aunque no estoy bien acordado me parece que decían ellos así. Y también vieron a un negro del Adelantado y mostraron de verlo, espantarse, y por señas nos dijeron que hacia la parte incógnita había gente como aquella y daban a entender que tenían flechas y que ellos en sus piraguas iban a pelear con ellos. Y también los cocos que nos daban nos pareció que los traían de otras partes por estar muy avellanados y en su pueblo haber pocas palmas, y tener de nuevo sembradas algunas que empezaban a desbrotar, y fue razón que me pareció gente venida de poco allí, y se trató entre todos por cosa en que habíamos reparado, y si no es así, ya que estos indios están allí poblados de muchos tiempos atrás, yo no sé cómo se pudiesen conservar en tan pequeñas islas sin ser tratados y comunicados de otras partes sino es comiéndose unos a otros, pues se ve claramente que en una tierra muy grande apenas caben los hombres en ella y van siempre procurando otras a donde poder vivir. Y si son comunicadas conforme las razones dadas, muy cerca deben estar de la tierra firme, y si hay tal tierra en el archipiélago de las Felipinas, o en la tierra del sur del estrecho de Magallanes, han de ir a parar a hacer su fin, porque aquí no se conocen otras partes donde a estas islas pudiesen ir los hombres que las habitan, sino fueron de milagro. Pues si van por la una a otra o para ambas, prometen ser muchas islas y grandes tierras que quedan dentro de la tórrida y templada zona, paralelas de las riquezas del Perú y del Reino de Chile, tan abundantes de oro, y aún que es verdad que las tierras caídas debajo de un paralelo u otro clima no son por iguales partes buenas ni malas, es bueno que sus lugares sean estos antes de verse, que después bien puede ser que hagan ventaja a todas las demás de sureste oeste. Ahora pregunto yo que toda aquella parte que hay de diez/doce grados de esta parte del sur hasta el Polo Antártico, si es tierra o agua, que aquesto bien se puede preguntar, pues, a ser forzoso Agua o tierra, considerándose la forma suya y las partes sabidas y por saber que viene a ser de circuito, de lo que no es navegado poco menos de cinco mil e quinientas leguas que parece mucho para aguas. Y pues si hay algunas islas tierra firme, por las razones referidas no pueden dejar de ser muy largas y muy sendas antípodas de lo mejor de una Europa, Africa y Asia, partes que tienen en el globo el lugar que tienen de treinta a sesenta grados de su parte. Ha creado Dios los buenos e ingeniosos hombres sabedores del valor de las armas, letras y artes y lo demás político que tanto ennoblece y hermosea a la naturaleza, y también el temperamento más acomodado para ser de los hombres habitado, y la fertilidad y abundancia de todo lo que es menesteroso para el sustento suyo y de riquezas no pobre. Así puedo con verdad decir que lo mejor de toda la tierra está por descubrir, porque lo bueno de Europa, Africa y Asia, que es lo mejor que se sabe descubierto y sabido de esta, y la América de nuestros tiempos (que) se ha descubierto ya se ve cuan destemplada es en muchas partes della, por abundar tanto de calor y humedad, ciénagas y pantanos, asperísimas montañas, pantanos y nieves, pelados cerros y gruesas serranías, y arenales vagos sin agua, desiertos y tierras anegadizas y otras cosas de muy poca comodidad, y tanto que si hay veinte leguas de buena y provechosa tierra, hay ciento de muy poco fruto, y las partes sazonadas y de buenos temperamentos que en sí tiene es por accidente y no por naturaleza, y las que en general son templadas es el Reino de Chile, por estar fuera de la tórrida parte del sur, y por la del norte, propia altura, del Nuevo México que ahora se ha descubierto, de quien cuentan y no acaban de contar. Que hacerse el viento sueste y fijo después que salimos navegando destas islas más para el poniente parece que pone sospecha de haber tierra de aquella parte que llamó el viento, así porque hasta llegar a ellas por encima de la tierra del Perú, lo tuvimos siempre, y hallar aguaceritos en este propio paraje no es menos indicio della porque nunca en largos golfos los tuvimos. Que antes de llegar a estas islas tuvimos por cosa cierta haber tierra por allí, porque demás de que cuasi se afirmaron los marineros que la fueron a ver, la pajarería, cardúmenes de pescados, bonanzas y otras señales que allí se vieron nos pusieron en cuidado que la había. Ser el viento oeste y es/sudueste en la costa de Chile en tiempo de verano, que es tierra de más altura que el Perú, no es menos de entender que hay tierra por aquellas partes que echan vientos de sí y más bien, por lo que dije, el capitán Pedro Sarmiento de Gamboa en el discurso que escribió del viaje que hizo del Perú por el estrecho de Magallanes a España (54), pues dije que de cuarenta y tres grados para cincuenta halló vientos ponentinos, y los significa furiosos y frigidísimos, que acabarán con granizo y que no durarán más de dos o tres horas, razones parecen claras de no estar la tierra lejos de aquellas partes donde soplaran, y más decir que reinan a refregones y borbotones; estos tales nunca los hay sino a donde la tierra no está lejos. Y hallan los navíos que de Lima van a Chile, por donde agora se navega bien después de estar engolfados, palmas, pajarería, ramas, troncos y otras señales no ponen menos sospecha que hay tierra por allí, la cual, por encarecimiento, me decía Juan Fernández, piloto mayor de Chile y descubridor de esta navegación del Perú a Chile, que le cortasen la cabeza sino había cerca una gran tierra por las señales que vido en tantos viajes cuantos por allí hizo, y aún me daba a entender que la vido con sus ojos, y con pío y deseo de descubrir aquella parte, murió. Y pues la tierra que Richarte descubrió (luego) que entró en la mar del sur, y don Beltrán de Castro le prendió el año de 94, que vido, y a mí me la mostraron tendida del este oeste de la parte del este del estrecho de Magallanes, altura cincuenta y un grados y medio, apacible de vista, y en ella muchos fuegos y humo, y pues la misma tierra que causa el mismo estrecho parte del sur; y la que los portugueses han descubierto navegando al oriente, al sudueste del cabo de Boa Esperanza, altura cuarenta y dos grados más y menos, llamada tierra de fuegos ; y pues las islas de Salomón que el Adelantado Alvaro de Mendaña descubrió año de setenta y ocho, y tierras grandes y muchas dellas no vio fin. Y pues la Nueva Guinea, la costa que llaman de los papúas, junto al Maluco, la costa de la Cachina con las islas que ahora descubrimos y otras muchas que dejo de decir, cuyos remates de algunas no se han visto ni saben a donde van a parar, y todas son parte del sur. Y para prueba y conclusión de todo lo que he dicho tengo que ninguna de cuantas islas se han hallado en todos los mares del mundo no estuviesen muy engolfadas, estaban pobladas ni con rastro de que jamás lo fueron sino desiertas, y sin hombre humano (!) que las pisase, sino en las que estaban arrimadas de la tierra firme o pegadas a otras solas que iban encadenando de una en otra hasta parar muy cerca. Y las que yo sé que más engolfadas están, pobladas son las islas de los Ladrones, y esas, se tiene por cierto, van a parar en el Japón, en cortas distancias de unas a otras, y todos los viajes que por allí se hacen, encuentran islas, y yo también encontré a cuatro dellas. Hago ejemplo de las islas Terceras, de la Madera, Cabo Verde y otras del océano Atlántico, que por estar en golfo las hallaron solitarias y sin rastro de población; y las islas de Canaria por estar a vista de tierra firme de Africa, se hallaron habitadas con la gente que se sabe. Y pues si aquestas islas, con estar tan vecinas a tierras de gentes a quienes es tan antiguo el saber navegar, estuvieron tanto tiempo ocultas y despobladas, y tan poco tiempo se han descubierto, que diré destas islas ahora halladas en largo golfo, pobladas de gentes ignorantes, y todas las de aquellas partes tales que no se atreven como yo he visto apartar de la tierra sólo dos leguas. Dejo las islas del mar Mediterráneo y las demás arrimadas a las cinco provincias de Europa, Africa, Asia, Perú y la Nueva España, y todas las demás agregadas suyas, y estas tales por la vecindad se entraron en ellas sus pobladores y ninguna hallo yo pobladas que estén distantes cien leguas, y las que lo están desiertas como la figura muestra; y ceso, arrimándome al parecer de don Alonso de Arcila que, parece, en esta octava cifra lo que yo en mucho puedo decir: Ves las manchas de tierra tan cubiertas que pueden ser apenas divisadas, son las que nunca han sido descubiertas ni de extranjeros pies jamás pisadas, las cuales estarán siempre encubiertas y de aquellos celajes ocupadas, hasta que Dios permita que parezcan porque más sus secretos se engrandezcan. Puedo en verdad decir, señor excelentísimo, que la vista de aquellas cuatro islas y las demás tierras dichas y las razones dadas, están a mi deseo habiendo señas, y han criado en mí una sospecha tan continua que me han puesto en codicia de saber si las crió Dios sólo allí, y persuadido a mí, para que la comunicación de otras cercanas tierras debe de ser la causa; considere si sale verdadero mi cuidado el número tan grande de almas que fuera del rebaño de Dios, el demonio enemigo suyo impío en ellas repastava y en posesión tan antigua, tan seguros a falta de quien se la quite estaban, vínoseme a la memoria los muchos trabajos, peligros y desgracias pasados, las obligaciones propias y necesidades forzosas, el ir con duda y muy larga esta demanda y las dificultades muchas que romper y otras cosas de no menor fuerza que éstas, y con la memoria de todas ellas mi deseo no para, porque yo puse los ojos en Jesús Crucificado y en toda su vida y pasión, y bien vide que siendo verdadero Dios, por el amor que tiene a los hombres, por su rescate y remedio, bajó del cielo a la tierra y se hizo verdadero hombre y dió su vida por la salvación de los hombres. Y que éste es negocio del servicio de Dios y es causa suya que basta, y que teniendo efecto será la Divina Md. de Dios S.C. s., conocido, creído, honrado y servido de aquellas incónitas gentes que no conocen a su Creador, y el camino del cielo será sabido de aquellos que tan usado tienen el del infierno, y el demonio que en aquellas partes está robando la honra de Dios, de quien es toda y a quien se debe, será desposeído y desterrado a su merecido lugar, quitándole de las manos lo que no es suyo ni crió. Tampoco se sabía de este Nuevo Mundo en que estamos y por solo noticia confusa que tuvo Cristóbal Colón, esta tierra que estuvo tantos atrasados tiempos oculta, viviendo los naturales della en las tinieblas de sus errores, se descubrió y pobló, y cuántas gentes della han recibido nra. sta. catca. fe tan bien como se ve y se sabe, y que la enriquecida tierra es ésta de tantos edificios santos que ha poco fueron huacas y oratorios de idólatras y gente gentílica, que a los hombres den ciento en ciento, sacrificaban al demonio; hoy son, por la misericordia de Dios, iglesias sagradas y conventos llenos de sacerdotes y religiosos, todos dedicados a Dios, a donde tan ordinario y con frecuencia es muy servido, y los demás frutos que en ellas se han cogido y cogerán en venideros tiempos. Estos son grandes tesoros, excmo. sr., que sin principio estuvieron, que yo como envidioso de todos ellos quisiera se trasplantasen en aquellas partes otros tantos y con mejoría. Este es negocio del servicio de S.M. y podría ser fuese como ha sido el destas tierras y como dicho tengo también, aquellas toman mucho de la tórrida y templada zona, gozan de los mismos climas y paralelos, y está mucho por descubrir y ha de ser tierra o agua, que no se aventura menos de haber otro tesoro y mundo a las manos, como se hubo en este segundo que pisamos, a donde casi por no tener ya en qué ocuparse, hay tantos baldíos desacomodados y tan sobrados españoles, y tantos deseosos de seguir aqueste intento. Considere que pues Dios me había escapado (?) donde tantos acabaron y me ha traído a este reino con salud, pasando por las puntas de tan rigurosas amenazas y me ha dado un poquito de conocimiento de cosas, y con este buen deseo vine, que me ofendiera mucho dejar de hacer las diligencias que he hecho, y de hacer hasta que V.E. del todo sea avisado, y de lo que digo, certificado con aquestas informaciones que presento, y yo descargarme de lo que por cargo estuviera haciendo otra cosa; y así cumplo con Dios, con el Rey SC. Sr., con V.E. y con el vulgo. Y si V.E. fuere servido darme un navío de sólo sesenta toneles, pertrechado de todo lo necesario, y cuarenta hombres todos marineros, yo me ofrezco en el nombre de la Santma. Trinidad, y de S.M. de ir a descubrir por los rumbos que más convienen a las tierras de mi sospecha, a cuatro fines y muy principales cada uno dellos: Y cuanto al primero digo que es ver tierra y saber qué tierra y en que altura está; El segundo, que siendo hallada se traiga, cuanto más posible fuese, descrita en sus verdaderos sitios, así en longitud como en latitud, para cuando sea menester se busque y se halle, y no ir a ciegas a negocios que cuestan tanto y en que va tanto; El tercero, por más acertado, ir a descubrir con poca gente, que no poblar con mucha, no bien sabidas partes, cargadas de mujeres, niños y otros estorbos, por los conocidos daños que desto puede venir, como los que yo he visto; El cuarto, porque de la ida se puede llevar sabido si al Perú se puede volver por la parte del nordeste, por ser negocio trabajoso y muy largo para esta tierra. Cierto estoy que V.E. está cierto que no soy movido de la seguridad que el dudoso caso promete en nada, que muy acordado estoy de tantos pasados trances, y de las furias de vientos, hinchadas ondas y tempestades de tanta alteza, pero conozco lo mucho que puede el Señor de cielos, tierra y mar, en quien sólo está puesta mi esperanza (este negocio es de salvación de muchas almas, que cuanto más breve fuere, mayor será el bien, el tiempo muy oportuno por estar el sol desta parte y yo muy presente). Es grandeza y grandeza para la de V.E., que es persona cristianísima, y mi demanda justa, y si V.E. me concede aquesta merced que pido, y siendo el Señor servido de amparar la por causa suya encaminarme, llevarme y traerme como yo fío de su bondad, habrá V.E. hecho la más famosa causa que de descubrimiento el tiempo tiene en este nuestro, ni en otros por venir, por ser el de más cantidad; y si aquestos deseos míos, en el acatamiento de V.E. tienen algún merecimiento supremo, a V.E. los favorezca, estimandolos que de Príncipes es ayudar a los que tan poco pueden como yo para que otros se animen a intentar cosas tan arduas y dificultosas cuanto lo es ésta.
contexto
MEMORIAL 50 Señor. El Capitán Quirós. V.M. manda yo diga lo que de nuevo se me ofrece en razón de la empresa del Austro, y modere y facilite de manera que pueda encaminarse mejor. El gasto pedí fuese de quinientos mil ducados; di causas y por principal la seguridad de tan grande obra. A1 moderar dije y digo que si parecen muchos, siendo pocos, sean menos, todos los que V.M. mandare, o nada, dándome cédulas con fuerzas para que pueda buscar como armar con vasallos de V.M., aunque no soy de este parecer por las razones que di y estar certísimo de muy dañosos yerros. Ejemplo en las Indias y escarmiento en las causas de sus males; por lo que tengo prevenidas las contrarias. En suma, unas obras sufren moderación y esta no, cuyos grandes bienes o grandes males están en su bueno o mal principio. V.M. tiene en los magacenes de Sevilla y Cádiz, en los de Cartagena, Puertobelo y Panamá, por donde he de pasar, y en los de Lima y su puerto, a donde me he de aprestar, muchas armas, municiones y otras cosas que allí no sirven. Puédeseme dar por grande ayuda de costa para la obra, conque se excusará la mucha cantidad de dinero que todas ellas habían de costar. Juntamente algún navío o navíos en España y en Lima y los aparejos de ellos. Por manera que con las dichas cosas y trescientos mil ducados en Lima y una cédula para que a cuenta de ellos pueda comprar en España las forzosas que en el Perú han de costar doblado, y quizás mucho más, y con otra cédula para poderme ayudar de las personas que para este fin quisieren gastar su hacienda desde aquí y por el camino, y en las Indias supliré lo menos que de la real se gastare, y será razonable mi despacho y puede ser que bonísimo. Aviso, advierto y recuerdo millares y millones la grandeza y la importancia de esta empresa, y que con poco dinero no se puede llevar mucha gente, sino poca, y no tal como conviene, en especial de España las cabezas: oficiales, artistas, clérigos y frailes, y que con poca gente, aunque sea muy buena, serán pocas y tardas las obras de los dos géneros. En suma, que todo lo gastado y pretendido se aventura por lo que me parece no encaminarse mejor como se me manda. Gaste V.M. con mano liberal que Dios dará para todo lo de allá y lo de acá. Tengo mucho que aprestar, el tiempo a la flota es poco. Suplico a V.M. la bondad, claridad, firmeza y brevedad de mi despacho, y a mi satisfacción, y que me lo dé el Consejo de Estado, creador y defensor de esta empresa. Así de la manera que me lo dió cuando fui a descubrir, y también porque al Estado le toca dar principio al nuevo imperio. Un año de presteza puede valer de retorno mucho más que costará el cobro de aquellas tierras a donde ya se ha visto oro, plata, perlas y otras muchas cosas de valor, y otras que han de acomodar y aprovechar mucho mejor que lo están las dos provincias del Perú y México, y todas tres a España. El memorial presentado de atrás va con éste; contiene todo lo que al despacho conviene; si es necesario daré por escrito los géneros y números, pero ha de ser sabiendo la cantidad del dinero que V.M. manda gastar. Sin que en mi poder entre un solo real, yo me ofrezco desde aquí a los cuidados, a la disposición y a los trabajos de todo el despacho, y con esto se facilita. De nuevo no se me ofrece más de lo dicho, a que me remito, juntamente a lo que V.M. fuere servido mandarme.