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MEMORIAL 41 Porque cierta persona de fría voluntad para con mi causa y para conmigo, quiso aquí atropellarme y abatirme, y que los trabajos y cuidados de Colón fuesen mucho mayores y muy más aceptos que los míos, ordené el memorial que se sigue, a fin de ver si le podía inclinar a mirar la causa, y a mí, con ojos píos, y nunca pude, como él no pudo, con cuantos disfavores me hizo, acabarme la voluntad, ni la esperanza puesta en Dios y en V.M. La porfía de un varón tan valeroso cuanto lo fue Cristóbal Colón, a cuya memoria debía estar levantada una grande estatua de oro pues se ve sobre sus huesos haberse armado el Real Consejo de Indias, de donde han salido y salen criados y despachados, un Patriarca, muchos Arzobispos, Obispos, Dignidades y personas eclesiásticas, y de los seculares los Virreyes, Audiencias, Gobernadores de provincias, con tantos otros ministros necesarios, a unos tan grandes reinos y tantas las gentes sobradas que todos en ellos caben, cuyo retorno de solo el cerro Potosí (se dice) que pasa de mil millones, debe notarse que todas estas grandezas y riquezas pasadas, presentes y venideras, y las otras que allí están y han venido sin ser vistas en número tan crecido, las compró el buen Colón desde la isla de la Madera, a donde tuvo la noticia que le dió el piloto lusitano Ruy Falero, a quien por fuerza mostró el viento aquellas ocultas tierras por tiempo de ocho años y meses, y por caminos de tres mil leguas, cuando vino a dar la cuenta de las primeras tierras que vio (como yo ahora vine), y será justo que se entienda (como de obligado a decir), que yo fui desde el Pirú a la parte incógnita, y de la parte incógnita a Filipinas, y de Filipinas a proponer mi intento a la Ciudad de los Reyes, y de la Ciudad de los Reyes a la de Roma, y desde Roma vine derecho a esta Corte, y de esta Corte a la parte incógnita, y della a la Nueva España, y la atravesé de mar a mar, y de allí vine aquí a donde estoy, pudiendo con verdad decir que no debo a mi causa un día y que mi porfía monta casi diez y seis años, y las leguas son veinte mil las que he andado, y he dejado en Indias muchas cosas que no son fáciles de navegar por lo mucho que cuestan de adquirir, y pido que sean juzgadas las contradicciones, desvíos, amenazas, pleitos, trabajos, miserias, la desnudez, justificación, el rogar y asistir siempre a mi Rey, sin variar, con lo demás que remito a ambas historias y a todas mis peticiones, y a un asomo que adelante se verá juntamente con la importancia de casos.
Y digo a los que dicen ser su pretensión más oscura, el tiempo pobre y de guerra, que por la misma razón ha sido mayor mi contienda, siendo demanda más clara, el tiempo, de paz, y rico el Pirú, a donde se cuentan los dineros por millones y por millones los hombres sobrados en él, con todo lo necesario para conseguir el intento. Colón, para hacer su viaje, fue despachado en Moguer, cuyos gritos desde ahí casi los pudieron oir los reyes, y de vuelta se desembarcó en España, sin tener más barrancos que saltar, y en ella fue con amor recibido y brevemente despachado con gruesa armada de naos y gente, y las provisiones necesarias, cuya grande estimación es causa de gusto grande y el mayor de los premios, y lanceta de voluntades. Y háseme de confesar que cuando fui y cuando vine por el mar del norte y del sur, pasé por siete gobiernos, que es lo mismo que siete reinos, lejos deste, y que fui recibido tan mal que puedo decir con verdad que mi amor es ya de prueba, pues hasta ahora no le ha muerto un tan grande desamor. A Colón yo le confieso aquellos dos grandes y ricas provincias de América, con recuerdo que todo lo que resta della, por estar casi rodeada y cruzada por muchas partes, será detrás de alguna sierra, algunos valles, y debe notarse que todo el oro y plata que ha tributado España, que ha sido como si nunca lo hubiera habido. Y si no, diga España cuántos millones de oro le sobran, y digan los indios cuántos millones de sus naturales faltan, que yo digo que los que están por pacificar, o retirados, están ya tan escaldados del mal trato que se ha hecho y hace a sus vecinos, que por esto ni nos quieren creer ni sujetarse, antes morir peleando como lo hacen los de Chile y de otras partes, y lo han hecho Chichimecos, y que hay algunos para los cuales son menester otros tantos de los nuestros.
Y nótese bien estos puntos, que si reducimos la América a tierra de buena o razonable comodidad para poderse vivir, hallarse ha que en muchas de sus partes es destemplada por mucho calor y humedad, y en otras en extremo fría por muchas nieves y páramos, y que tiene muy extendidos desiertos, largos arenales, muchas y muy cerradas montañas, anegadizos, pantanos, pedregales, sierras y partes a donde por no llover, y llover tanto; juntando esto a lo demás es mucha la tierra inútil y enferma, y que tienen muchos mosquitos y caimanes, yerbas y animales ponzoñosos, y salvando pocas provincias digo que si hay cuatro y diez leguas continuadas que sean de buena tierra, que en partes hay 100 a 500 casi del todo desaprovechadas, y que han vivido y ahora viven muchos indios a donde no cabe un español con cuatro reses y un arado, y que quitadas todas las mermas referidas, es poca tierra la buena, a respecto de su gran cuerpo de América, cuyos naturales son demasiadamente salvajes y crueles, andan del todo desnudos, comen carne humano, culebras, lagartijas, piojos, usan mucho la hechicería y la beodez, de que proceden grandes males, y en lo que es ser cristianos, lo digan los sacerdotes, pues que los han doctrinado, que yo entiendo (hablando en general) que tantas faltas como tienen son nacidas de haber sido muy de atrás obedientes discípulos de Satanás, y que a esta causa, en el principio, obligaba a nuestra parte a más piedad y cuidado del que en todo para con ellos ha habido y que ahora no desobliga.
En suma digo, Señor, que lo restante destas gentes, y aún todas, han sido de muy poco ser, y las que hay de presente no está como se debe a Dios, a ellas y a V.M.; y entiendo que si las fuere preguntado, que darán causa y más la razón porque de las minas que tienen no sacan oro y plata y se visten, engrandecen y levantan casas que muchos dellos no tienen, y lo por qué dicen ¿para qué tantos trabajos pues al fin de todo se lo han de quitar? Las gentes que descubrí son por la mayor parte dispuestos, de buenos talles y facciones, y las blancas, muchas dellas, muy hermosas; son briosos y valientes, y basta serlo para entenderse que han de ser hombres de bien y piadosos. A todos los que comuniqué y traje los hallé de mucha razón, tratables, reconocidos, gratos y, sobre todo, de verdad y de vergüenza, y con otros de buenos respetos; por donde se ha de esperar que han de recibir bien la fe y perpetuarse en ella si se hace de nuestra parte el deber. Allí se hallaron conmigo toda nación de españoles y otras muchas que han andado lo descubierto del mundo, y todos dijeron a una ser las gentes mejores que las de América, y las tierras las mejores de todas cuantas han visto, y también lo digo yo de cuanto vi, así de gentes como de tierras, y que si éstas no fueran como lo son, tan grandes, pobladas, fértiles, sanas y ricas y de tantas comodidades para se vivir en ellas, como las he representado, que aunque más diligencias hiciese y más porfiase, no podría aficionar los ánimos de las personas que conviene llevarse a su población.
Es de notar las cosas siguientes. La primera, la bondad y grandeza de las tierras que descubrí. La segunda, que su gobierno está sin principio y pretendo que sea regular. La tercera, que sus mudos naturales están vivos y todos se pueden instruir en la fe por excelencia, así por la disposición de su parte como por la advertencia de la nuestra, medios propuestos y celo de ministros de Dios. La cuarta, porque la mar y tierras están todavía por desnatar de las riquezas que tienen, y no veo otras que puedan desempeñar y descansar a España si no son ellas. La quinta, que gracias a Dios estoy vivo, algo práctico y mucho desengañado y con los mismos filos que siempre tuve para servir esta otra, con los que dejo a Dios y al tiempo, que todas son cosas sin precio, y no de menos haber durado tantos años estando tan maltratado; y hay quien a ciegas juega y dice que el descubrimiento hecho es de muy poca importancia y yo de menos; mas yo digo: ¡terrible golpe de la ignorancia o de la envidia o del diablo, que tales los sabe dar como éste! Y para reparar mejor digo, Señor, que entren en cuenta de mis leguas y de mis años otros dos, para que sean los tres más insignes navegantes, Colón, Gama y Magallanes. Esto digo de sus primeras idas y venidas, y que si juntamos en cuenta de leguas y tiempo a Cortés y Pizarro, caben y sobran. Y si fuese menester estender más los cinco puntos, lo puedo hacer largamente; y si yo fuera ayudado entiendo habría hecho tan grandes cosas como suenan y pretendo con la ayuda de Dios y la conquista de solo los corazones.
Parece pues, Señor, que guardó Dios para descubrirse a la postre las mejores de las tierras, y aunque ha sido providencia suya, y que esta verdad se averiguase tan despacio, y casi, casi, la mostrase Dios de milagro. Y pido que todo lo dicho en éste y otros escritos se reduzca a peso o a número, y que se reste de lo que Colón halló que le ayudaron una reina, un cardenal, un religioso, un secretario real y dos hermanos, con quien repartió sus trabajos, y que todo cuanto padeció y porfió, y aquella su prisión y grillos, y lo que valió cuanto hizo, y lo que para sí pretendió con su premio, y su final, todo está visto; y lo que yo pretendo, no para mí sino para otros, no es creído, ni menos se sabe lo que más he de obrar, si soy admirado y vivo, ni lo que más he de padecer, ni el fin que he de tener. Dejo el premio, porque de Dios le espero, y digo que sólo ha faltado a los dos que somos los que babemos rogado y perseverado, ser uno juez del otro; yo lo fuera de toda la entereza de su buena voluntad del gran Colón, y de hasta donde llegó con sus tres carabelas, y él lo fuera no del gran tesón de la mía, ni de a donde fui y surgí con tres navichuelos. Y con esto creo que está bien probado que Colón quedará siendo primero, más yo sólo la honra y gloria de Dios que todo es suyo y nada mío, a cuya magestad divina doy gracias infinitas, pues así como fue servido de mostrar por el medio de Colón tan gran parte del mundo, también por su gran bondad fue servido de encaminar a mí (aunque indigno) lo restante, a buen juzgar no menos grane y útil, a buena suerte de V.
M., y sólo me falta saber si alguno de los interesados se acordó de decir por el alma de Colón una sola Ave María, para desengaño mío. Si a Colón, cuando iba navegando, le quisieron echar a la mar sus soldados y marineros, yo callo, por horna de las dos mis señoras madres, la Romana y la España, lo que conmigo pasó en el discurso deste viaje, en mar y tierra, y las causas, y quienes y cuantos son aquellos de quien vi y de quien sé la fineza de las obras y deseos, mostrados y prometidos, y de cuán poquito se espantan y cuán sin razón se quejan, y que no vino bien con lo que en Lima decían al tiempo de la partida, que sólo querían por premio morir en aquella jornada, ganando el Santo Jubileo que se había concedido. Mas, yo sospecho (y creo que no me engaño) que lo que ellos querían no eran ganancias de almas, sino hallar luego en las playas montes de oro, plata y perlas, sin acabar de querer ver que éstas y las otras riquezas se hallan todas en las entrañas de tierra y mar, y que Sevilla no se fundó en un día, ni menos México y Lima, ni los ingenios que tienen las minas de sus provincias, ni en dos días aquellos indios habían de saber nuestra lengua, ni adivinar los intentos, ni cuanto se lee en París; ni en tres días habían de dar cuanto Dios les ha dado entrando la libertad; ni en cuatro era posible verse cada uno en España tan rico como sonaba. Que espacio piden estas cosas, y manos a la labor, con cuenta y peso, pues no con menos se concedieron los bienes a los cuerdos que los tienen por dar principio a los reinos; o a lo menos quisiera ser cada uno un gran señor de todo lo descubierto, o segundo en el gobierno y primero en las plazas marítimas y militares, sin reparo que cada uno se debe dar a sólo un hombre que realmente la merezca, y no al que lo ignora y presume, o su edad no lo sufre por ser menos, o quisieran haber hallado a cada cicuenta leguas una grande provisión y mesas puestas, siendo éste uno solo criado y necesario para todos, y en habiendo de costar un solo día falto de agua o trabajoso de algo; excuso lo peligroso porque asombra y descubre la falta de ánimo y el poco amor a la obra no les cuadra ni quieren tan caro cielo, honra, provecho ni fama, y sólo quieren que otros muchos trabajen para que ellos descansen; pues ellos, para que otros los gocen (aunque sean sus hilos) no tantos afanes que amargan, juzgados por meses y años, y ser las vidas brevísimas que con artificio pasan; y sufre mal quien los entiende sabiendo proceder contrario y no dejarse conquistar de los mayores rigores.
Y por estas y otras razones no puedo dejar de decir que sabe poco quien no sabe sufrir mucho y que sabe mucho quien sabe hacer lo que debe, y que casi no saben aquellos a quienes vencen pasiones, y mucho menos si se apasionan sin causa y pretenden la venganza, o sea con causa o sin ella; y que hubo algunos que en cuanto duró el viaje no fueron útiles dos días, y tal hubo que no fue dos horas de provecho y siempre en todo de embarazo; los más servidos y mejor librados más mal contentos sin poderse fiar dellos un cuarto de vela o de ronda; mas de roña bien le pegaron a muchos de la compañía y bien lo pagó la jornada y yo lo pago. Y con ser estas verdades y otras muchas que callo, han dicho que han hecho grandes servicios a Dios y a V.M., y mercedes a mí que tanto les he sufrido, pudiendo bien excusarlo, y les hice cuantos beneficios pude y un trato de propio hermano. Dejo aparte materia de ingratitud tan vista allí, pues quien la tiene no sé qué males no hará, y pido que muestren los desconciertos que hice o los avisos que me dieron o qué agravios o fuerzas les hice yo, o ellos qué continuadas diligencias y finezas que fuesen de celadores, o qué pruebas de atrás en este o en otros casos, porque deban ser creídos contra mí que tengo la intención bien probada, ni yo creyera que tales hombres había, si tanto no los probara; mas pudo ser que convino que fuesen a aquel viaje, porque cuando allá se vuelva se mire bien quién se lleva, aunque más santos se finjan, pues éstos son a lo menos los que lleva Satanás a jornadas semejantes para cojer sus sembrados, y advierto que por sólo hacer bien a ciertos hombres los llevé y que allá, por dolerme de sus honras y de sus vidas, no hice lo que quizás otros hicieran, y diciéndose que corrían riesgo las mías; y digo que si piedad con la cuenta y razón que yo la tuve merece grande castigo, que aquí estoy muy presto para recibirlo y para recordar qué buenos han sido y serán los edificios que sobre piedad se fundará y se fundaron.
Todas estas cosas son fáciles de entender, y para Juzgar ser imposible a un hombre contentar a todos cuantos gobierna, aunque más se desvele y a grandes costas lo procure. También digo que si el que gobierna diere licencia a los que quisieren vivir desenfrenadamente, que será de la lengua destos tales muchas veces bueno, y que si les detiene las riendas, él será malo y bien malo, y que si Diógenes no halló un hombre sabio, prudente, valiente, sufrido y perseverante, no es mucho que yo no haya hallado a los muchos que con cuidado busqué, en especial de muy honrados pensamientos, ni es poco que algunos de la jornada hayan dicho que habían de guiar (como guiaron) cuanto de nuevo pretendo para remate desta obra; de tal manera que la menor de mis pérdidas fuese el juicio que no tengo, que a tenerlo por otras causas siniestras ya lo hubiera perdido, aunque fuera seis doblado. No digo sólo juicio, sino que si yo sintiera ha mucho que estuviera muerto, y muerto pareciera bien a los ojos de las personas que saben que quien no siente no ama, y que quien ama las cosas grandes y honrosas y ve su perdición, no tiene gran obligación de sentir porporcionado. Todo esto y mucho más ha de sufrir, disimular, reparar y componer un hombre que sabe amar, y tantas veces cuantas se ha ofrecido allá, acá y siempre con tan celoso cuidado de que se acaben las grandes cosas que trata o, al menos, no se marañen y se alarguen. Esto, Señor, es de mi parte y ajenas; digo que no sé arte mayor no menor con qué forzar voluntades, y más siendo lo más cierto de la condición humana variedades; y debe creerse de mí que por no dejar mi porfía he sufrido compañías que sólo el cuerpo o con el alma las pudieran mantener.
También es bien que se entienda que hay personas venidas de la jornada que les pesa de no haber tenido en ella avenidas de trabajos para que en ellas mostrasen lo valeroso de sus ánimos, y el cómo los sabrían bien curtir y espantar, y que de nuevo los están desafiando y despresiando y amando los peligros y la muerte por el servicio de su Dios y de su Rey, de su patria, y por el bien de las gentes de todos aquellos países a quien toca la obra de que se trata, y para que con verdad puedan decir que nacieron para algo y no sólo para mostrarse cansados de viaje tan dichoso y tan feliz como ha sido el de que vienen. Todo lo repetido aquí es pura necesidad de defender mi causa y parte, pues me veo obligado a imposibles y a decir que soy solo y bien contradicho de personas que me deben ayudar; y a preguntar qué es lo que de una vez había de descubrir más de lo dicho, para que por una vez se gaste un poco de plata, esperándose por un real gastado recibir las ganancias de mil almas y de dos mil bienes de ambos géneros que Dios dará de retorno; o qué es lo que de una vez había de hacer más de lo hecho para que mis obras parezcan sólo razonables a tantos cuantos las muerden, pues he hecho cuanto he dicho y he servido sin salario y hasta ahora sin provecho, ni se hallará que jamás lo apunté sino que todo cuanto puedo me esfuerzo, y doy cuanto Dios me ha dado por librar de olvido y de peligro de presente y de futuro, todas las tierras y gentes que descubrí, y las que están por descubrir, como lo muestran mis escritos, mis peticiones, mi asistencia, mi porfía y mi paciencia (aunque ésta no agrada), debiendo ya de tener fin las ocasiones que me dan de sentir y resistirme y de quejarme, pues voy viendo que primero me han de matar que despacharme.
Y digo a los que hacen mis obras chicas que muestren las suyas grandes, y a los que dicen voy errado, que me enseñen cómo acierte, por ser esto lo que busco; y a los que dudan de mi intento, si quieren mostrar su celo, váyanse todos conmigo, que yo me ofrezco de mostrarles con el dedo millones de gentes perdidas de muchos siglos atrás, esperando las misericordias de Dios que sean con todas ellas, que es lo que realmente importa, y no las palabras que oigan, y si lo dicho no les cuadra, acepten de mi liberalidad todas las ganancias que dicen que yo hice, al precio de cómo está hecho el empleo, añadiendo a once meses deste viaje los seis en cama, y los cinco ya cayendo, ya levantando, sin médico, con apliques al revés y otras faltas de cosas menesterosas y sobra de muchas penas, y en todo junto el discurso de veintidós peligros muy notables de la vida, sin los ordinarios, y los de enemigos; o si no tomen lo que resta al costo, que yo ofrezco, habiéndome confesado, que para errar basta y sobra quienquiera, y creer, que yo creo, que con tener como tengo desta causa tan gran manejo, mucho desvelo, largo estudio y deseos vivos de saber, que ignoro las tres cuartas partes. Señor, tantas cosas forzosas pueden juntarse (como están juntas) y tantas pueden faltarme (como me faltan) que no basta toda mi buena voluntad practicada a la continua para poner en este gran edificio una muy pequeña piedra, y tantos pueden ser los pesos y sobrepesos que no me dejen dar paso adelante, como ya pasa muy de atrás, o den conmigo en el suelo sin que me pueda levantar, salvo si esto con lo demás es lo que menos dolerá, en pago de la buena fe conque tanto he trabajado y me ofrezco a trabajar en esta pía y santa causa, en cuyo nombre suplica a V.
M. eficazmente sea servido de no permitir que ella y yo seamos menos aventurosos que lo fue Colón y la suya, pues la mía no es menos principal y importante ni menos el amor y costa conque la libré de olvido con grandes socorros de Dios. Pregunto cuánto vale un Colón y también pido la razón por qué mi causa pierde por mí, o la por qué yo pierdo por ella. Alejandro y Ulisis, griegos, los fenicios, cartagineses y romanos y los otros que en aquellos tiempos pasados merecieron lauros, triunfos, estatuas y eternizados sus nombres por alargarse en caminos, entiendo que no pasaron del Indo o Ganges al oriente, ni de Hibernia al occidente, ni del Tanais al septentrión, y poco de la isla Meroe, en el Nilo, al mediodía, y esto con toda comodidad. Excuso los blancos a que tiraron y la diferencia de causas y de fuerzas, y digo que vi caminando por España y por Italia, solo y arrimado a una caña, siguiendo mi pretensión y comiendo por principal frutas verdes y silvestres, y mojo y otras yerbas del campo, y muchas veces sin tenerlas en estas y otras partes, y la causa sin principio y sin valedor, y tantas las dificultades halladas tras cada paso, que se hace increible entender que contra ellos porfié y se vencieron (gracias a Dios). Callo los tres años desta Corte a donde es verdad que entré sin un solo maravedí, obligado a sustentar esta gran causa; y por cifrar lo que me cuesta y los aprietos es que por ella me vi y me veo por no la desamparar, digo, Señor, que soy testigo del poder de Dios como quien tan bien le tiene experimentado, y lo soy del celo grande de V.
M. para con almas de todas aquellas gentes, pues por solo su conversión gasta V.M. su hacienda; soylo de cuanto daño hace al mundo creerse los que gobiernan de hombres interesados, apasionados, confiados o mal inclinados, y lo soy de muchísimas voluntades, por ser esta mi demanda gran descubridora dellas. Acuérdome que cuando en Roma pretendí lo que a la Iglesia tocaba, dije que había de justificar tanto mi causa y mi parte que a no negárseme la verdad no se me negase la demanda, y me fue dicho diese ejemplo; yo dije que diesen otro que hubiese hecho lo que hice, y si fuera ahora dijera que ofrezco a V.M. reinos, riquezas y gloria; muestro los modos y medios justificados del valor que todos suenan; doy arbitrios, advertencias y avisos que valen millones de oro, sin por los unos ni otros, ni por dar la vida, pedir nada para mí sino para sus mayores bienes desta causa, que siempre fue una, una la obligación de ayudarme y tres mi verdad, importancia y desnudez para servirla. Esta, Señor, ha sido siempre mi justicia; ésta pido, tres años ha, ésta se me debe dar, ésta espero recibir de V.M. con toda la brevedad para continuar mis servicios. Advierta V.M. que se le debe todo cuanto pudiera haber ganado en este caso, y que es muchísimo, y que a la obra y a aquellas gentes se les debe todo el beneficio que han perdido, y a mí se debe todo cuanto pude haber obrado, que es sin precio, y cuanto más me detuvieren tanto más deberán, y todo lo uno y lo otro me lo han de pagar, vean con qué, las personas a quien toca. También me acuerdo que viéndome en Roma apurado pedí licencia a la Beatitud de Clemente VIII para leerle un papel; oyolo y me preguntó qué quería; dítele que de tres cosas la una; la primera que oyese mi causa como yo la ofrecía mostrar, para saber su valor; la segunda, que yo fuese creído en cuanto decía y pedía en razón della; la tercera, que si no se quería lo uno ni lo otro, que fuese luego despedido; y al punto me concedió todo cuanto le pedía.
Y digo a los que dicen ser su pretensión más oscura, el tiempo pobre y de guerra, que por la misma razón ha sido mayor mi contienda, siendo demanda más clara, el tiempo, de paz, y rico el Pirú, a donde se cuentan los dineros por millones y por millones los hombres sobrados en él, con todo lo necesario para conseguir el intento. Colón, para hacer su viaje, fue despachado en Moguer, cuyos gritos desde ahí casi los pudieron oir los reyes, y de vuelta se desembarcó en España, sin tener más barrancos que saltar, y en ella fue con amor recibido y brevemente despachado con gruesa armada de naos y gente, y las provisiones necesarias, cuya grande estimación es causa de gusto grande y el mayor de los premios, y lanceta de voluntades. Y háseme de confesar que cuando fui y cuando vine por el mar del norte y del sur, pasé por siete gobiernos, que es lo mismo que siete reinos, lejos deste, y que fui recibido tan mal que puedo decir con verdad que mi amor es ya de prueba, pues hasta ahora no le ha muerto un tan grande desamor. A Colón yo le confieso aquellos dos grandes y ricas provincias de América, con recuerdo que todo lo que resta della, por estar casi rodeada y cruzada por muchas partes, será detrás de alguna sierra, algunos valles, y debe notarse que todo el oro y plata que ha tributado España, que ha sido como si nunca lo hubiera habido. Y si no, diga España cuántos millones de oro le sobran, y digan los indios cuántos millones de sus naturales faltan, que yo digo que los que están por pacificar, o retirados, están ya tan escaldados del mal trato que se ha hecho y hace a sus vecinos, que por esto ni nos quieren creer ni sujetarse, antes morir peleando como lo hacen los de Chile y de otras partes, y lo han hecho Chichimecos, y que hay algunos para los cuales son menester otros tantos de los nuestros.
Y nótese bien estos puntos, que si reducimos la América a tierra de buena o razonable comodidad para poderse vivir, hallarse ha que en muchas de sus partes es destemplada por mucho calor y humedad, y en otras en extremo fría por muchas nieves y páramos, y que tiene muy extendidos desiertos, largos arenales, muchas y muy cerradas montañas, anegadizos, pantanos, pedregales, sierras y partes a donde por no llover, y llover tanto; juntando esto a lo demás es mucha la tierra inútil y enferma, y que tienen muchos mosquitos y caimanes, yerbas y animales ponzoñosos, y salvando pocas provincias digo que si hay cuatro y diez leguas continuadas que sean de buena tierra, que en partes hay 100 a 500 casi del todo desaprovechadas, y que han vivido y ahora viven muchos indios a donde no cabe un español con cuatro reses y un arado, y que quitadas todas las mermas referidas, es poca tierra la buena, a respecto de su gran cuerpo de América, cuyos naturales son demasiadamente salvajes y crueles, andan del todo desnudos, comen carne humano, culebras, lagartijas, piojos, usan mucho la hechicería y la beodez, de que proceden grandes males, y en lo que es ser cristianos, lo digan los sacerdotes, pues que los han doctrinado, que yo entiendo (hablando en general) que tantas faltas como tienen son nacidas de haber sido muy de atrás obedientes discípulos de Satanás, y que a esta causa, en el principio, obligaba a nuestra parte a más piedad y cuidado del que en todo para con ellos ha habido y que ahora no desobliga.
En suma digo, Señor, que lo restante destas gentes, y aún todas, han sido de muy poco ser, y las que hay de presente no está como se debe a Dios, a ellas y a V.M.; y entiendo que si las fuere preguntado, que darán causa y más la razón porque de las minas que tienen no sacan oro y plata y se visten, engrandecen y levantan casas que muchos dellos no tienen, y lo por qué dicen ¿para qué tantos trabajos pues al fin de todo se lo han de quitar? Las gentes que descubrí son por la mayor parte dispuestos, de buenos talles y facciones, y las blancas, muchas dellas, muy hermosas; son briosos y valientes, y basta serlo para entenderse que han de ser hombres de bien y piadosos. A todos los que comuniqué y traje los hallé de mucha razón, tratables, reconocidos, gratos y, sobre todo, de verdad y de vergüenza, y con otros de buenos respetos; por donde se ha de esperar que han de recibir bien la fe y perpetuarse en ella si se hace de nuestra parte el deber. Allí se hallaron conmigo toda nación de españoles y otras muchas que han andado lo descubierto del mundo, y todos dijeron a una ser las gentes mejores que las de América, y las tierras las mejores de todas cuantas han visto, y también lo digo yo de cuanto vi, así de gentes como de tierras, y que si éstas no fueran como lo son, tan grandes, pobladas, fértiles, sanas y ricas y de tantas comodidades para se vivir en ellas, como las he representado, que aunque más diligencias hiciese y más porfiase, no podría aficionar los ánimos de las personas que conviene llevarse a su población.
Es de notar las cosas siguientes. La primera, la bondad y grandeza de las tierras que descubrí. La segunda, que su gobierno está sin principio y pretendo que sea regular. La tercera, que sus mudos naturales están vivos y todos se pueden instruir en la fe por excelencia, así por la disposición de su parte como por la advertencia de la nuestra, medios propuestos y celo de ministros de Dios. La cuarta, porque la mar y tierras están todavía por desnatar de las riquezas que tienen, y no veo otras que puedan desempeñar y descansar a España si no son ellas. La quinta, que gracias a Dios estoy vivo, algo práctico y mucho desengañado y con los mismos filos que siempre tuve para servir esta otra, con los que dejo a Dios y al tiempo, que todas son cosas sin precio, y no de menos haber durado tantos años estando tan maltratado; y hay quien a ciegas juega y dice que el descubrimiento hecho es de muy poca importancia y yo de menos; mas yo digo: ¡terrible golpe de la ignorancia o de la envidia o del diablo, que tales los sabe dar como éste! Y para reparar mejor digo, Señor, que entren en cuenta de mis leguas y de mis años otros dos, para que sean los tres más insignes navegantes, Colón, Gama y Magallanes. Esto digo de sus primeras idas y venidas, y que si juntamos en cuenta de leguas y tiempo a Cortés y Pizarro, caben y sobran. Y si fuese menester estender más los cinco puntos, lo puedo hacer largamente; y si yo fuera ayudado entiendo habría hecho tan grandes cosas como suenan y pretendo con la ayuda de Dios y la conquista de solo los corazones.
Parece pues, Señor, que guardó Dios para descubrirse a la postre las mejores de las tierras, y aunque ha sido providencia suya, y que esta verdad se averiguase tan despacio, y casi, casi, la mostrase Dios de milagro. Y pido que todo lo dicho en éste y otros escritos se reduzca a peso o a número, y que se reste de lo que Colón halló que le ayudaron una reina, un cardenal, un religioso, un secretario real y dos hermanos, con quien repartió sus trabajos, y que todo cuanto padeció y porfió, y aquella su prisión y grillos, y lo que valió cuanto hizo, y lo que para sí pretendió con su premio, y su final, todo está visto; y lo que yo pretendo, no para mí sino para otros, no es creído, ni menos se sabe lo que más he de obrar, si soy admirado y vivo, ni lo que más he de padecer, ni el fin que he de tener. Dejo el premio, porque de Dios le espero, y digo que sólo ha faltado a los dos que somos los que babemos rogado y perseverado, ser uno juez del otro; yo lo fuera de toda la entereza de su buena voluntad del gran Colón, y de hasta donde llegó con sus tres carabelas, y él lo fuera no del gran tesón de la mía, ni de a donde fui y surgí con tres navichuelos. Y con esto creo que está bien probado que Colón quedará siendo primero, más yo sólo la honra y gloria de Dios que todo es suyo y nada mío, a cuya magestad divina doy gracias infinitas, pues así como fue servido de mostrar por el medio de Colón tan gran parte del mundo, también por su gran bondad fue servido de encaminar a mí (aunque indigno) lo restante, a buen juzgar no menos grane y útil, a buena suerte de V.
M., y sólo me falta saber si alguno de los interesados se acordó de decir por el alma de Colón una sola Ave María, para desengaño mío. Si a Colón, cuando iba navegando, le quisieron echar a la mar sus soldados y marineros, yo callo, por horna de las dos mis señoras madres, la Romana y la España, lo que conmigo pasó en el discurso deste viaje, en mar y tierra, y las causas, y quienes y cuantos son aquellos de quien vi y de quien sé la fineza de las obras y deseos, mostrados y prometidos, y de cuán poquito se espantan y cuán sin razón se quejan, y que no vino bien con lo que en Lima decían al tiempo de la partida, que sólo querían por premio morir en aquella jornada, ganando el Santo Jubileo que se había concedido. Mas, yo sospecho (y creo que no me engaño) que lo que ellos querían no eran ganancias de almas, sino hallar luego en las playas montes de oro, plata y perlas, sin acabar de querer ver que éstas y las otras riquezas se hallan todas en las entrañas de tierra y mar, y que Sevilla no se fundó en un día, ni menos México y Lima, ni los ingenios que tienen las minas de sus provincias, ni en dos días aquellos indios habían de saber nuestra lengua, ni adivinar los intentos, ni cuanto se lee en París; ni en tres días habían de dar cuanto Dios les ha dado entrando la libertad; ni en cuatro era posible verse cada uno en España tan rico como sonaba. Que espacio piden estas cosas, y manos a la labor, con cuenta y peso, pues no con menos se concedieron los bienes a los cuerdos que los tienen por dar principio a los reinos; o a lo menos quisiera ser cada uno un gran señor de todo lo descubierto, o segundo en el gobierno y primero en las plazas marítimas y militares, sin reparo que cada uno se debe dar a sólo un hombre que realmente la merezca, y no al que lo ignora y presume, o su edad no lo sufre por ser menos, o quisieran haber hallado a cada cicuenta leguas una grande provisión y mesas puestas, siendo éste uno solo criado y necesario para todos, y en habiendo de costar un solo día falto de agua o trabajoso de algo; excuso lo peligroso porque asombra y descubre la falta de ánimo y el poco amor a la obra no les cuadra ni quieren tan caro cielo, honra, provecho ni fama, y sólo quieren que otros muchos trabajen para que ellos descansen; pues ellos, para que otros los gocen (aunque sean sus hilos) no tantos afanes que amargan, juzgados por meses y años, y ser las vidas brevísimas que con artificio pasan; y sufre mal quien los entiende sabiendo proceder contrario y no dejarse conquistar de los mayores rigores.
Y por estas y otras razones no puedo dejar de decir que sabe poco quien no sabe sufrir mucho y que sabe mucho quien sabe hacer lo que debe, y que casi no saben aquellos a quienes vencen pasiones, y mucho menos si se apasionan sin causa y pretenden la venganza, o sea con causa o sin ella; y que hubo algunos que en cuanto duró el viaje no fueron útiles dos días, y tal hubo que no fue dos horas de provecho y siempre en todo de embarazo; los más servidos y mejor librados más mal contentos sin poderse fiar dellos un cuarto de vela o de ronda; mas de roña bien le pegaron a muchos de la compañía y bien lo pagó la jornada y yo lo pago. Y con ser estas verdades y otras muchas que callo, han dicho que han hecho grandes servicios a Dios y a V.M., y mercedes a mí que tanto les he sufrido, pudiendo bien excusarlo, y les hice cuantos beneficios pude y un trato de propio hermano. Dejo aparte materia de ingratitud tan vista allí, pues quien la tiene no sé qué males no hará, y pido que muestren los desconciertos que hice o los avisos que me dieron o qué agravios o fuerzas les hice yo, o ellos qué continuadas diligencias y finezas que fuesen de celadores, o qué pruebas de atrás en este o en otros casos, porque deban ser creídos contra mí que tengo la intención bien probada, ni yo creyera que tales hombres había, si tanto no los probara; mas pudo ser que convino que fuesen a aquel viaje, porque cuando allá se vuelva se mire bien quién se lleva, aunque más santos se finjan, pues éstos son a lo menos los que lleva Satanás a jornadas semejantes para cojer sus sembrados, y advierto que por sólo hacer bien a ciertos hombres los llevé y que allá, por dolerme de sus honras y de sus vidas, no hice lo que quizás otros hicieran, y diciéndose que corrían riesgo las mías; y digo que si piedad con la cuenta y razón que yo la tuve merece grande castigo, que aquí estoy muy presto para recibirlo y para recordar qué buenos han sido y serán los edificios que sobre piedad se fundará y se fundaron.
Todas estas cosas son fáciles de entender, y para Juzgar ser imposible a un hombre contentar a todos cuantos gobierna, aunque más se desvele y a grandes costas lo procure. También digo que si el que gobierna diere licencia a los que quisieren vivir desenfrenadamente, que será de la lengua destos tales muchas veces bueno, y que si les detiene las riendas, él será malo y bien malo, y que si Diógenes no halló un hombre sabio, prudente, valiente, sufrido y perseverante, no es mucho que yo no haya hallado a los muchos que con cuidado busqué, en especial de muy honrados pensamientos, ni es poco que algunos de la jornada hayan dicho que habían de guiar (como guiaron) cuanto de nuevo pretendo para remate desta obra; de tal manera que la menor de mis pérdidas fuese el juicio que no tengo, que a tenerlo por otras causas siniestras ya lo hubiera perdido, aunque fuera seis doblado. No digo sólo juicio, sino que si yo sintiera ha mucho que estuviera muerto, y muerto pareciera bien a los ojos de las personas que saben que quien no siente no ama, y que quien ama las cosas grandes y honrosas y ve su perdición, no tiene gran obligación de sentir porporcionado. Todo esto y mucho más ha de sufrir, disimular, reparar y componer un hombre que sabe amar, y tantas veces cuantas se ha ofrecido allá, acá y siempre con tan celoso cuidado de que se acaben las grandes cosas que trata o, al menos, no se marañen y se alarguen. Esto, Señor, es de mi parte y ajenas; digo que no sé arte mayor no menor con qué forzar voluntades, y más siendo lo más cierto de la condición humana variedades; y debe creerse de mí que por no dejar mi porfía he sufrido compañías que sólo el cuerpo o con el alma las pudieran mantener.
También es bien que se entienda que hay personas venidas de la jornada que les pesa de no haber tenido en ella avenidas de trabajos para que en ellas mostrasen lo valeroso de sus ánimos, y el cómo los sabrían bien curtir y espantar, y que de nuevo los están desafiando y despresiando y amando los peligros y la muerte por el servicio de su Dios y de su Rey, de su patria, y por el bien de las gentes de todos aquellos países a quien toca la obra de que se trata, y para que con verdad puedan decir que nacieron para algo y no sólo para mostrarse cansados de viaje tan dichoso y tan feliz como ha sido el de que vienen. Todo lo repetido aquí es pura necesidad de defender mi causa y parte, pues me veo obligado a imposibles y a decir que soy solo y bien contradicho de personas que me deben ayudar; y a preguntar qué es lo que de una vez había de descubrir más de lo dicho, para que por una vez se gaste un poco de plata, esperándose por un real gastado recibir las ganancias de mil almas y de dos mil bienes de ambos géneros que Dios dará de retorno; o qué es lo que de una vez había de hacer más de lo hecho para que mis obras parezcan sólo razonables a tantos cuantos las muerden, pues he hecho cuanto he dicho y he servido sin salario y hasta ahora sin provecho, ni se hallará que jamás lo apunté sino que todo cuanto puedo me esfuerzo, y doy cuanto Dios me ha dado por librar de olvido y de peligro de presente y de futuro, todas las tierras y gentes que descubrí, y las que están por descubrir, como lo muestran mis escritos, mis peticiones, mi asistencia, mi porfía y mi paciencia (aunque ésta no agrada), debiendo ya de tener fin las ocasiones que me dan de sentir y resistirme y de quejarme, pues voy viendo que primero me han de matar que despacharme.
Y digo a los que hacen mis obras chicas que muestren las suyas grandes, y a los que dicen voy errado, que me enseñen cómo acierte, por ser esto lo que busco; y a los que dudan de mi intento, si quieren mostrar su celo, váyanse todos conmigo, que yo me ofrezco de mostrarles con el dedo millones de gentes perdidas de muchos siglos atrás, esperando las misericordias de Dios que sean con todas ellas, que es lo que realmente importa, y no las palabras que oigan, y si lo dicho no les cuadra, acepten de mi liberalidad todas las ganancias que dicen que yo hice, al precio de cómo está hecho el empleo, añadiendo a once meses deste viaje los seis en cama, y los cinco ya cayendo, ya levantando, sin médico, con apliques al revés y otras faltas de cosas menesterosas y sobra de muchas penas, y en todo junto el discurso de veintidós peligros muy notables de la vida, sin los ordinarios, y los de enemigos; o si no tomen lo que resta al costo, que yo ofrezco, habiéndome confesado, que para errar basta y sobra quienquiera, y creer, que yo creo, que con tener como tengo desta causa tan gran manejo, mucho desvelo, largo estudio y deseos vivos de saber, que ignoro las tres cuartas partes. Señor, tantas cosas forzosas pueden juntarse (como están juntas) y tantas pueden faltarme (como me faltan) que no basta toda mi buena voluntad practicada a la continua para poner en este gran edificio una muy pequeña piedra, y tantos pueden ser los pesos y sobrepesos que no me dejen dar paso adelante, como ya pasa muy de atrás, o den conmigo en el suelo sin que me pueda levantar, salvo si esto con lo demás es lo que menos dolerá, en pago de la buena fe conque tanto he trabajado y me ofrezco a trabajar en esta pía y santa causa, en cuyo nombre suplica a V.
M. eficazmente sea servido de no permitir que ella y yo seamos menos aventurosos que lo fue Colón y la suya, pues la mía no es menos principal y importante ni menos el amor y costa conque la libré de olvido con grandes socorros de Dios. Pregunto cuánto vale un Colón y también pido la razón por qué mi causa pierde por mí, o la por qué yo pierdo por ella. Alejandro y Ulisis, griegos, los fenicios, cartagineses y romanos y los otros que en aquellos tiempos pasados merecieron lauros, triunfos, estatuas y eternizados sus nombres por alargarse en caminos, entiendo que no pasaron del Indo o Ganges al oriente, ni de Hibernia al occidente, ni del Tanais al septentrión, y poco de la isla Meroe, en el Nilo, al mediodía, y esto con toda comodidad. Excuso los blancos a que tiraron y la diferencia de causas y de fuerzas, y digo que vi caminando por España y por Italia, solo y arrimado a una caña, siguiendo mi pretensión y comiendo por principal frutas verdes y silvestres, y mojo y otras yerbas del campo, y muchas veces sin tenerlas en estas y otras partes, y la causa sin principio y sin valedor, y tantas las dificultades halladas tras cada paso, que se hace increible entender que contra ellos porfié y se vencieron (gracias a Dios). Callo los tres años desta Corte a donde es verdad que entré sin un solo maravedí, obligado a sustentar esta gran causa; y por cifrar lo que me cuesta y los aprietos es que por ella me vi y me veo por no la desamparar, digo, Señor, que soy testigo del poder de Dios como quien tan bien le tiene experimentado, y lo soy del celo grande de V.
M. para con almas de todas aquellas gentes, pues por solo su conversión gasta V.M. su hacienda; soylo de cuanto daño hace al mundo creerse los que gobiernan de hombres interesados, apasionados, confiados o mal inclinados, y lo soy de muchísimas voluntades, por ser esta mi demanda gran descubridora dellas. Acuérdome que cuando en Roma pretendí lo que a la Iglesia tocaba, dije que había de justificar tanto mi causa y mi parte que a no negárseme la verdad no se me negase la demanda, y me fue dicho diese ejemplo; yo dije que diesen otro que hubiese hecho lo que hice, y si fuera ahora dijera que ofrezco a V.M. reinos, riquezas y gloria; muestro los modos y medios justificados del valor que todos suenan; doy arbitrios, advertencias y avisos que valen millones de oro, sin por los unos ni otros, ni por dar la vida, pedir nada para mí sino para sus mayores bienes desta causa, que siempre fue una, una la obligación de ayudarme y tres mi verdad, importancia y desnudez para servirla. Esta, Señor, ha sido siempre mi justicia; ésta pido, tres años ha, ésta se me debe dar, ésta espero recibir de V.M. con toda la brevedad para continuar mis servicios. Advierta V.M. que se le debe todo cuanto pudiera haber ganado en este caso, y que es muchísimo, y que a la obra y a aquellas gentes se les debe todo el beneficio que han perdido, y a mí se debe todo cuanto pude haber obrado, que es sin precio, y cuanto más me detuvieren tanto más deberán, y todo lo uno y lo otro me lo han de pagar, vean con qué, las personas a quien toca. También me acuerdo que viéndome en Roma apurado pedí licencia a la Beatitud de Clemente VIII para leerle un papel; oyolo y me preguntó qué quería; dítele que de tres cosas la una; la primera que oyese mi causa como yo la ofrecía mostrar, para saber su valor; la segunda, que yo fuese creído en cuanto decía y pedía en razón della; la tercera, que si no se quería lo uno ni lo otro, que fuese luego despedido; y al punto me concedió todo cuanto le pedía.