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MEMORIAL 51 Señor. El Capitán Quirós. Bien sabe el mundo que V.M. es fiel a Dios, celosísimo de su honra y muy deseoso de dilatar su Iglesia Santa por toda la redondez de la tierra. Sabe que con grandes gastos de hacienda propia envía copias de ministros del Evangelio a predicar a las gentes más remotas. Sabe cuánto V.M. se precia de los títulos de Rey Cathólico y Defensor de la Fe, y en suma sabe que son éstos los renombres de que V.M. más se gloría. Bien sé yo los oficios de piedad cristiana y los valerosos que hizo y hace el Consejo de Estado por asegurar el derecho que las gentes del Austro, o nacidas y por nacer, tienen al cielo, y también lo de justicia para conmigo que ha setenta y cuatro meses que estoy en esta Corte, pidiendo por despacho un sí o no, y doscientos y veinte y ocho que porfío porque se ganen y no se pierdan aquellos bienes generales que tantas veces representé, advertí y recordé. Si tal es éste, o tal empresa hubiera de costar muchos millones de oro y muchos millares de hombres, como algunas que son su sombra, y no hiciera señas ciertas con millones de tesoros para el cielo, y un retorno de muy crecidas riquezas para la tierra, parece que en caso tal se pudiera buscar el achaque que no se decida de hallar para dejar infinitas almas de gentiles a las puertas del infierno, a donde están clamando a Dios por su remedio. Esta razón es tan pía y las otras conveniencias son tantas, y tantas las obligaciones valientes, que ponen el puñal a los pechos de la conciencia, de la reputación, de la seguridad, de los provechos y de la excusa de cuidados y gastos de mil millones de géneros que vuelvo a decir que no sé había de hallar ni causa más o menos eficaz. Confieso que en estos profundos mares me anego tantas veces cuantas por ellos navego, considerando un tal modo de ofrecer y no quererse recibir la protección de un nuevo Mundo poblado, rico; su beneficio me lo niegan; no sé quien es tan poderoso ni por qué lo ha de ser no siendo suyo, que es de Dios, y de V.M. el querer y el poder, conque es razón doblada me despache en la forma que más le agradare, o me despida con presteza. Mire V.M., que debe saber si me quejo de las mercedes que me hizo o de los agravios que me hacen. Debe hacerme justicia muy certera por ser este su real oficio. Debe sacar a luz la honra de Dios que pleiteo y conversión que pretendo. Debe para este fin darme licencia que busque quien me ayude antes que muera. Debe creer de mí que no es falta de paciencia sino sobra de celoso sentimiento y debe advertir que a ser menos fuera infidelidad y crueldad que usara con todos aquellos inocentes y conmigo y aún con la misma piedad. Si valen obras buenas, son las que hice, y mejores las que deseo, y las prometo si me ayudan de veras. En suma, fiado en Dios.
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MEMORIAL 52 Señor. El Capitán Pedro Fernández de Quirós. Bien sabe el mundo que V.M. es fiel a Dios, celosísimo de su honra y muy deseoso de dilatar su Iglesia Santa por toda la redondez de la tierra. Sabe que con grandes gastos de hacienda propia envía copia de ministros del Evangelio a predicar a las gentes más remotas. Sabe cuánto V.M. se precia de los títulos de Rey Cathólico y defensor de la fé. En suma, sabe que son estas las obras y los renombres de que V.M. más se gloría. Bien sé yo los oficios de piedad cristiana y los del valor que hizo y hace el prudente Consejo de Estado, por asegurar el derecho que todas las gentes del Austro, nacidas y por nacer, tienen al cielo; y también los de justicia para conmigo, que ha setenta y siete meses que estoy en esta Corte pidiendo despacho de un sí o un no, y doscientos y veinte y nueve que porfío porque aquellas almas no se pierdan y se ganen todos los otros infinitos bienes que tantas veces representé, advertí y recordé. Si tal rescate o tal empresa hubiera de costar muchos millones de oro, y muchos millares de hombres, como algunas que son su sombra, y no hiciera señas ciertas con millones de tesoros para el cielo, y un retorno de muy crecidas riquezas para la tierra, parece que en caso tal vez pudiera buscar el achaque que no se había de hallar para dejar tantas almas a las puertas del infierno, a donde están y estarán clamando a Dios por su remedio, y pidiéndole venganza de quien se lo niega o retarda. Son tan pías, tan terribles y tan firmes éstas y las otras razones que di, y las que más puedo dar, y las conveniencias son tantas, y tantas las obligaciones valientes que ya ponen el puñal a los pechos de la conciencia, de la reputación, de la seguridad, de los provechos, de la escuela de cuidado, y gastos de dinero, y gente, y tan poco lo que pido a tal potencia, que no puedo persuadirme a que V.M. no dará a aquellas almas, de caridad, mi despacho, para ir a socorrerlas en tiempos y en nombre de V.M., cuya ha de ser la honra, gloria y fama, y los trabajos mi premio. V.M. debe saber lo mucho que perdí y pierdo, porque V.M. o pierda lo menos de lo que se deje entender, y mis obras en esta obra, y las que deseo y prometo en confianza de Dios. Debe estimar mis avisos y la impotencia de ellos y el celo conque los di. Debe querer oír si me quejo de las mercedes que me hizo o de los agravios que me hacen. Debe hacerme justicia muy entera por ser éste su real oficio. Debe salvar de peligro la honra de Dios, que pleiteo, y librar de olvido la conversión que pretendo, y de los dichos y hechos de enemigos de la verdad católica. Debe para este fin darme licencia que busque quien me ayude antes que muera. Debe creer de mí que no es falta de paciencia sino sobra de celoso sentimiento. Debe advertir que a ser menos fuera infidelidad y crueldad que cesara con todos aquellos inocentes, y conmigo, y aún con la misma piedad. Debe tener memoria de lo mucho que padecí y padezco vanamente en su defensa y dolerse de celos, que se condenan, y de mí en la guerra que mis deseos me hacen, y es tan cierto que nada me satisfará sino despacho para ir en esta flota, o desengaño claro y liso. Debe leer y considerar muchas veces todo lo de este capítulo y dar el remedio que digo, con no baja voz sino a gritos. Confieso que en estos profundos mares me anego tantas veces cuantas por ellos navego, considerando parte por parte la grandeza e importancia de esta empresa y tales modos de ofrecer y justificar, y tal no quererse admitir la protección de muchos muy grandes reinos poblados y ricos y con su flor, que trae Dios por medio mío; y tantas más cuantas veo que pidiendo sin dinero su beneficio me lo niegan. No sé yo quien es tan poderoso ni por qué lo ha de ser no siendo suyo ese mundo, que es (de) Dios, ni aquellas almas, que son de su creador, y de V.M. el querer y el poder, conque es razón doblada me despache en la forma que más le agradare o me despida con presteza. Mire V.M. que en el mundo hay reyes y príncipes, y muchos, y muy santos, sabios, prudentes, valientes, prácticos, valerosos y ricos hombres a quienes Dios quisiera pudiera encaminar esta causa, y en ella ayudarlos hasta aquí y hasta el fin, y que con ser esto así fue servido de encaminarla a mí, sin merecer lo mínimo della; por lo que debo no contentarme con menos que con toda buena correspondencia, cuésteme lo que me costare. También sé que hay infinitos varones de las referidas calidades y partes, que por no tener en qué emplearse gastan la vida en deseos y en esperanzas, y mueren en ellas o en casas muy desiguales a sus grandes merecimientos. También sé que no es mucho que yo que no valgo nada, gaste y acabe la vida en la mayor obra que hubo, ni hay, ni habrá de este género, como ya lo demostré y de nuevo me ofrezco a demostrarlo. Mire V.M. que sé muy bien las muchas obligaciones ajenas para con ella, y para conmigo, que digo y vuelvo a decir que la justicia que pido, y me niegan, vale para cinco imperios: el del cielo, el del Austro, el de Oriente, el de Occidente y éste de Europa; conque está visto y revisto con infinito valor unos daños infinitos y unas infinitas ofensas hechas a Dios y a V.M., y a todos los interesados en general, y porque mejor se vea y no se pueda alegar ignorancia en cosa alguna, muestro aquí sola mi parte, salvo la que tengo obrada, y hablo con mis contrarios, o por mejor decir, de esta obra, y digo a todos digan que de tierras y gentes incógnitas hubiera ya descubierto si me ayudaran de veras, y aunque fuera de burlas o me dejaran buscar quien me ayudare a cuantas ciudades de gobierno concertado se habría dado principio, qué de fábricas y haciendas estarían hechas y gozados los frutos de ellas, qué de comercios por la mar, qué de concursos por tierra, qué de secretos sabidos, qué de cosas entendidas, qué de provechos conseguidos para mí si estos me llevaran..., qué de honra y fama ganada si la buscara, qué de grandiosos y lucidos servicios hechos a Dios por muy pocas personas y por la mía que estimara en más el menor de ellos que toda la tierra y mar con sus riquezas, qué de conversiones, qué de almas salvas, qué de obras de misericordia y de caridad ejecutadas muy de atrás, y quizás muchos milagros y mártires para más esplendor de nuestra Santa Madre Iglesia, y más firmeza del Austro y de sus gentes que me deben y deberán de cosas tan justas como piadosas, y que poca pena les da este su tan grande empeño, sabiendo que no me pueden satisfacer la menor parte, y que todo junto lo han de pagar a Dios y a V.M., a quien quitan de las manos un nuevo Mundo de bienes, y a mí que nada me diera no verlos en cien mil años si lo que suena aquí no estuviera de por medio Dios, principal, y las almas, quiero decir que una sola hora no lo sufriera, cuanto más ciento y sesenta y seis mil (!) que ha que duro penando por mares y por tierras, por cortes, patios, corredores y puertas de tribunales y ministros con grandes descomodidades; digo sufriendo y contantando a hombres, y conquistando sin dinero y sin poder y sin favor sus voluntades, siendo algunas muy peores que de demonios de los infiernos. Y porque me dijeron que ciertos religiosos dicen que la conversión del Austro debe ser hecha a lo apostólico y mandárseme escriba mi parecer; en razón de esto digo sean ellos los primeros que se ofrezcan a ir sin perder tiempo, que yo me ofrezco a guiarlos con presteza y bonísima voluntad, y brindarles acá y allá cuanto alcanzaren mis fuerzas hasta morir, a donde y como ellos murieren, conque los unos y otros abandonaremos nuestros dichos y probaremos la intención. A los que han estado en Indias del Occidente y dicen lo mismo, digo que muestren puesto en altar diciendo misa, o subido en púlpito predicando, o en escuelas enseñando o disputando o Papa o Cardenal o Arzobispo o menor Prelado o mártir o confesor canonizado por la Iglesia Romana, un solo indio de los muchos que en ciento y veinte y dos años doctrinaron y enseñaron en tierra de paz o de guerra, o hechas por ellos otras finezas cristianas, en suma, que la vida de uno sea digna de envidiarse, o por política, o por añosa o por ejemplar, o algo menos que yo los mostraré a todos faltos de estas excelencias y sobrados de consumadas miserias, y de gemir y llorar noches y días todas sus vidas, cuyo remedio he mostrado fácil y sin costa alguna, si lo quieren admitir, y a los que dicen no son capaces, digo lo dicho en otros muchos mis escritos, a que me remito, y más diré si quieren que nos veamos. La conversión por armas no la pretendo, pero son muy necesarias para representar poder, que es un medio tan eficaz, cuanto lo he bien mostrado. Esto, para detener el ímpetu de la multitud de aquellos gentiles a quienes dijo el demonio, antes que fuésemos a descubrirles se defendiesen de nosotros que los íbamos a matar, y para amparar a los que de ellos fueren cristianos y defender a nosotros y a ellos de cualquier enemigo de la tierra, suyos o nuestros, o de Inglaterra o Holanda que aportaren a ella. Este, pues, me parece el camino real que debe ser seguido para poderse conseguir copiosa y seguramente todo lo que allí se pretende sembrar y coger, así espiritual como temporal. Aquellas tierras son muy grandes, sus gentes muchísimas, y todas las que están en las orillas, y las de más adentro y las más remotas, tienen una misma necesidad y corren un mismo peligro y caen en un mismo daño, cual es la perdición de sus almas, cuyo socorro no sufre dilación de un día ni de un momento. Demás de esto, no hay en ellas universidades, ni imprentas, ni los otros instrumentos y medios con que la ignorancia se destierra y se alcanzan las artes y las ciencias que son las raíces, troncos, ramas, flores y frutos de la divina y humana policía y de su duración; quiero decir que aquel edificio es grandísimo y que de pocos obreros, sin todos los aparejos, serán pocas y tardas las obras de los géneros, y que si mueren serán menos, y que todo lo edificado se caerá, no habiendo quien lo sustente, y esto lo ha de hacer el comercio. Para tal conversión eran más necesarios los doce apóstoles de Cristo Nuestro Redentor, que el mismo Señor escogió y doctrinó y enseñó y animó y les dijo lo que había de suceder y lo que habían de hacer. El Espíritu Santo descendió sobre ellos, llenólos de su gracia, confirmólos en ella, dióles don de lenguas, abrasólos en su divino amor y de los hombres y al fin hizo Dios por medio dellos muchos y muy grandes milagros y otras obras maravillosas que hoy vemos. Lo que pretendo, soy un muy grande ignorante y mayor pecador; soy sólo, y sólo abrasado a la fe; los clérigos y los capuchinos y los otros religiosos de S. Francisco, y otras órdenes que quieren ir a aquellas gentes, tienen letras y virtud; los seglares son personas de mucha satisfacción y a propósito, y lo son los hermanos de Juan de Dios. Yo fío que la Magestad Divina los ayudará a todos: ayúdenos V.M. como puede, pues esto y mucho más debe hacer por Nuestro Señor, que tantas mercedes hace, y confiar en su divina providencia y de los modos suaves y eficaces que tengo prevenidos y demostrados, muchas veces, con pretexto de que allá al pié de la obra y con las manos en ella se ha de ver y considerar y acordar y ejecutar cristiana y prudentemente cuanto fuere posible de nuestra parte. Mire V.M. la obligación que tiene de mandar se haga la tal conversión por su cuenta, o dejármela procurar por cuenta de Dios, cuya honra roba el demonio con ganancia de todas aquellas almas. Mire V.M. que como Dios sustenta diez mil conventos con trescientos mil y más frailes de San Francisco, también me dará y sustentará los pocos obreros que busco para la Viña del Austro, que no es menos suya ni le va menos en ella, y ella por sí sola es muy bastante a sustentar millones de ellos. Mire V.M. que lo que Dios ha de estimar, y los hombres alabar, y a V.M. lucir y aprovechar y durar, es el dinero que de buena voluntad y presteza gastare en esta Santa jornada, y aquí está el merecer. Mire V.M. que tal empresa no promete menos que doblar la Iglesia Católica y la monarquía propia y asegurar a las dos. Mire V.M. que la protección de un nuevo Mundo, y el disfrutarlo es muy barato por quinientos mil ducados, y que si por gastarse menos quieren aventurar, lo más de ella, sean cuatrocientos o trescientos o doscientos o ciento o nada, que es todo cuanto barato puede ser, y no es caro de valde; un hombre práctico que casti... desea que en todas aquellas tierras se sirva Dios, así como lo manda y quiere y se salven las almas de todos sus naturales y las nuestras no se condenen. Mire V.M. que por no desamparar tal Santa obra estoy aquí penando cuanto Dios sabe, y las gentes parte. Mire V.M. que lo que pido son las mercedes que Dios me hizo, son mis trabajos, es mi justicia, es desengaño o des acho, con juramento que si al cielo pudiera ir, al cielo fuera a pedirlo a Dios, ya que en la tierra no puede, ni puedo hacer más a ley de fiel cristiano y de leal vasallo, que ir de mi Rey, de quien tengo diez firmas, a quien por ella pido su palabra real, a mi Pontífice de quien tengo cuatro breves, y de mi Pontífice a mi Rey, a quien serví y quiero servir con la verdad que hasta aquí. ¿Hasta cuándo he de esperar? ¿O cuándo se ha de cantar esta dichosa victoria y gloriosamente triunfar del enemigo común que tan ayudado se halla y tan triunfante lo veo, y tan señor y apoderado está de aquellas almas del cargo de V.M.? A quien suplico por el valor de todas juntas y por lo mucho que Dios las ama y obró por ellas, las rescate con el dinero, o sin dinero, presto, presto, presto. Para lo que rogué, sufrí, asistí (dejo la ingratitud) bien han sido necesarias las consideraciones cristianas y los discursos que hice envueltos en el amor de la Patria y servicio de V.M., a quien suplico me despache bien o mal. O en el Austro o por el Austro.
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MEMORIAL 53 Señor. El Capn. Pedro Fernz. de Quirós. El Secretario Juan de Ciriza me leyó y dio un papel que dice lo resuelto por Su Mag. en los particulares del Capitán Quirós, que en cosa tan grande es menester ir con mucha seguridad y saber de cierto lo que es, y Su Mag. holgar de que le ayuden a descubrir lo que Quirós desea, y para esto vuelva al Pirú y siga las órdenes que el Virrey le diere, asignándole que se le hará merced como si él solo lo descubriese. A lo que digo, Señor, volviendo por mi honra, que si esta seguridad se dice por la poca que de mi persona se tiene, que formaré con razón una gran queja, porque mi fidelidad y lealtad es tan conocida que no se puede negar ni dudar dellas. Y si por las grandezas, digo, Señor, que son tan grandes aquellas tierras que pueden bien caber en ellas millares de enemigos de la Iglesia Católica, y de V.M., defensor della, que saben están descubiertas y podrán ir a ellas (si ya no están en ellas) y en ellas y en todas las de su contorno hacer tantos y tan grandes males, y daños en lo espiritual y temporal, como los he significado muchas veces. Por lo que se ve a lo claro que la seguridad de estas obras no está en la confianza, ni en la desconfianza, ni en las tardanzas, sino en la presteza, dinero y gente, siendo la cabeza de España y el cuerpo del Pirú. Y si se dice por las trazas y por los modos conque se debe plantar, levantar y perpetuar cosas tan grandes, digo que buenos son los que tengo prevenidos y publicados y demostrado tantas y tantas veces. Más si se dice por el más o menos gasto, digo, Señor, que con V.M., sírvanse darme la empresa en papeles y autoridad, que con esto se excusará todo lo que decirse puede en razón dellos. Y cuanto al saberse de cierto lo que es digo, Señor, que me suena a no ser creída la verdad que dije, digo y diré y las ofrecí mostrar con las probanzas en la mano, que ministros no quisieron recibir diciendo estar V.M. muy cierto, yo la traje (?) y ser la empresa del Austro de mucho mayor grandeza que la he representado. Y también digo que a V.M. misma lo mostré y que V.M. me hizo merced de poner los ojos en ellas, y ahora me ofrezco a mostrarlas y a dar la satisfacción que debo, aunque a mi parecer es ya muy tarde para las dudas, que no caben, confesando las grandezas de las cosas. Y cuando a lo que dice y S.M. holgará de que le ayuden a descubrir lo que Quirós desea, digo, Señor, que nunca me ofrecí a descubrir porque tengo descubierto un Paraíso terrenal que deseo poblar de Angeles y de santos, y con ellos desde allí acabar de descubrir y saber de cierto lo que es todo aquel resto del mundo, sin lo conocido del que es tanto como la Europa. Debo advertir aquí que para saberse lo que es una sola isla, o sea grande o pequeña, es necesario reconocerla, demarcarla, observarla y sondar lo que es mar, y atravesar la tierra buscando, viendo y notando, e informarse de los naturales della, si es que no la defienden, y conque el tiempo favorezca y todo suceda bien son menester días, meses y quizás año. Mas digo que el descubrir de nuevo sin primero haber poblado para tener la retirada y el recurso cierto es aventurarlo todo. De más desto, porque con el gasto del descubrir se puede hacer la población y ganar tiempo, honra, provecho, seguridad, y por otras mil legítimas razones que di, doy y daré, no conviene ni menos acabarme la vida en esto, y porque después que aquí estoy pude ir y venir del Austro dos y tres veces, y ganarse muchos millones de almas y muchos millones de oro, y todos ellos se han perdido porque no me despacharon luego que entré en la Corte, y porque el mundo está a la mira por ver qué despacho me dan. Fáltame saber quién o quiénes son las personas que han de ayudarme. Suplico a V.M. se sirva mandar se me diga, o si yo las he de buscar. Y cuanto a lo que dice: que para esto vuelva al Pirú y siga las órdenes que el Virrey le diere, suplico a V.M. que sin despacharse muchas veces bien y muy claro y firme, no me envíe al Pirú. No digo esto sin causa. Las órdenes ya las pedía V.M. por lo más importante destas obras, y las pido por lo más seguro dellas, y es razón y aún justicia yo las vea y las entienda y sepa cuándo he de ir, cómo he de ir y para qué voy, y a qué voy con juramento, que a V.M. ya la obra, y a mí, estará muchas veces mal, que sin esta claridad y seguridad salga yo de la presencia real de V.M. y en esto hay muchísimo más que decir. Suplico a V.M. lo quiera saber de mí. Digo más; que para dar principio a una fábrica grande o pequeña, junta el dueño dellas por orden de su artífice todos los materiales, y se los muestra para que los vea toque primero que ponga manos en ella. Yo que he de ir a fundar ciudades y castillos y casas reales, y otra gran suma de fábricas en tantas tierras y mares, no veo todo ni parte de los materiales y aprestos conque debo comenzar, ni me los quieren mostrar ni decir lo que son. Pero yo digo: los muchos engaños y falsedades y lo demás de que Satanás se ha valido y vale para desbaratar obra tan pía, al menos por detenerla, que cuando se trate della sea como él la tiene trazada, y para esto halla muy grandes ayudas de costa. Y cuanto a lo que dice: asegurándole que se le hará merced como si él solo lo descubriese, digo, Señor, que juzgo por el sonido de las palabras me quieren dar ayudante, y que si le hay tan práctico, tan diligente, tan celoso y tan desnudo y a propósito como la obra pide a gritos, que vaya muy enhorabuena, no uno sino centenas, pues cuantos más, tanto mayores ganancias y más descanso para mí. Mas si es para enseñarme y aprender, conviene que nos veamos para tratar de las materias, saber cuál de cuál es bien que sea el maestro (!). Y si como se dice, me lo dan para testigo, digo Señor, cuán buenos son los muchos testigos, eclesiásticos y seglares, que de cuatro, cinco y más años, con firmeza y gastos de sus haciendas, esperan esta jornada para emplear en ella el talento que Dios les ha dado, y de quienes y de mí se debe y puede fiar, que obraremos con lealtad y diremos la verdad. ¡Señor, Señor! en esta obra ya no trato de intereses sino de la honra de Dios, salvación de infinitas almas, servicio de V.M., con todo lo demás que vale el caso temporal y eternamente; y cuando el interés me llamara servicios y cohecho, yo, por los cuales se me debe de justicia el grande premio que no pido, cuanto más esperar el que está por merecer y me lo ofrecen. Suplico a V.M. no permita se perturben ni detengan mis intentos, ni todos los bienes que generalmente pretendo me los pongan a peligro, o los conviertan en males, y que me valgo tener también probada mi intención, y mostrada mi suficiencia y estar sabido de mí cuán celoso y receloso he sido y soy desta obra, de la cual si doy buena cuenta, o mala, no he de ganar o perder menos que el cielo, y en la tierra, la vida, honra y lo demás; quiero decir que en este particular no reciba yo menos mercedes que las que se hizo a Colón, con todo cuanto varió. Finalmente digo, Señor, que en el último memorial que presenté y va con éste, muestro lo mucho que pude haber obrado en las tierras del Austro y que su ejecución no ha quedado por mí; junta merced las obligaciones de V.M. para con las gentes dellas, cuya conversión no se puede retardar día ni hora, muestro la firmeza de mi voluntad para defender su parte y la de V.M., a quien suplico con toda humildad y confianza se sirva darme un despacho liso, o sea de más o menos o de nada; quiero decir que V.M. se digne de tomar esta empresa a su cuenta para gastar en ella cinco, cuatro, tres, dos o uno, o dejarla a la mía, que yo espero en Dios la dará un muy dichoso fin con vasallos de V.M. de España e Indias, mas no soy deste parecer, y lo soy de que V.M. gaste de una vez lo que bastare para coger pacífica y seguramente los tesoros que, para cielo y tierra, ofrece el Austro, y remato con decir que menos desto no conviene a la grandeza real de V.M., ni en razón de Estado Christiano y Político.
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MEMORIAL 54 Señor. El Capitán Quirós. Obligado estoy en conciencia a recordar a V. Magd. que me envió a descubrir las tierras del Austro, cuyo remate dista cincuenta leguas de las islas Malucas, a donde holandeses tienen sus escalas, comercio, presidios y, a buen juzgar, intento de perpetuarse y pasar muy adelante. Quiero decir que si estos enemigos disimulados y declarados abren los ojos y ven la diferencia grande que hay de aquellas islas pequeñas, enfermas, pobres y de quienes tanta cuenta hacen, a la inmensidad de las tierras Australes pobladas de un brioso gentío, fértiles, sanas, cómodas, ricas de mil géneros de cosas por desnatar, y entran en ellas, si ya no entran en ellas; que S. Magd. o los ha de echar dellas, o dejar en ellas, y es cierto que lo primero ha de costar millones de oro y millares de hombres, en duda de buen suceso, y lo segundo perderlas todas con todo cuanto contienen. Y también lo es que, con lo uno y lo otro, serán más ricas y poderosas, para con mucha su comodidad quitar a V. Magd. cuanto pudiesen y quizás cuanto quisiesen, y de camino se llevarán la honra y fama, a su modo de que en ellas primero predicaron sus errores que la verdad evangélica. También recuerdo que para la población dellas V. Magd. mandó dos veces me despachasen, la segunda a mi satisfacción, y no lo quisieron cumplir, y también más, que yo esperara un año, y son pasados casi cuatro. Es posible, Señor, que sabiendo V. Magd. que todo cuanto persuado y pretendo vale la honra de Dios, la salvación de infinitas almas, la protección de la cuarta parte del mundo, la quietud y la seguridad de todo lo poseído, la excusa de tantos males, daños y pérdidas espirituales y temporales, como se ve en mis escritos, y que siendo todo esto verdad no se acabe de tomar resolución al cabo de siete años? y más teniendo en mí para ejecutor, un vasallo fiel a quien se debe lo obrado y lo estorbado, y que por remate quiero dar la vida por la resurrección de tal obra nuestra. Es posible, Señor, que estando de su parte della la piedad cristiana y la grandeza del ánimo real de V. Magd., la justa defensa del Consejo de Estado, los favores del cielo que se han visto, los clamores de almas que se condenan, el derecho de todos a la redención de Cristo, los sufragios de la Iglesia Católica, el dolor y la claridad de muchos siervos de Dios, que los unos piden a S. Magd. Divina haya misericordia dellas, y los otros quieren ir volando a socorrerlas; ninguna destas ni de otras ayudas de costa, ni mis trabajos, justificación y porfía les valen? Pues, válgalas Dios y válgame Dios y válganos V. Magd. a los dos. Consuélanme con decirme que cuando en esta Corte menospreciaron a Colón, buscó en Francia, Inglaterra y otras partes un príncipe que le ayudase a pasar el golfo de sus cuidados al parecer sin fundamentos. Canto y con razón pues puedo decir con verdad que Colón buscó reyes sin reinos, y lloro y debo llorar lágrimas de sangre porque yo con reinos, larga práctica y un buen ánimo, busqué solo a V. Magd. que es mi rey y Señor natural, con quien ninguna fineza me vale, para que V. Magd. se sirva de tomar a su cuenta aquel rescate de almas, o lo deje a la mía; quiero decir a la de Dios que los crió y redimió y los quiere para su gloria. Hay personas, y no de las ordinarias, que dicen a esto que ahí está cerca Africa y otras provincias más lejos a cuya gente se puede ir a predicar y a convertirlas. Yo digo que se cansen ya de perseguir las del Austro so color del celo que no practican ni con las unas ni con las otras, y vayan presto o volando a socorrerlas a todas, y harán hechos píos y famosos y dignos de grandes premios en esta vida y en la otra. Y también digo que las leyes de dar a quien justamente se debe son dar mucho con buena voluntad y gran presteza, y sin esperanza haya evocado ya en muchos la línea de desafectos por impulsos de infidelidad, sino por estímulo de desabrimiento. No sirve bien, Señor, a V. Magd. en las presentes circunstancias quien sencilla y sinceramente no le representa lo que pasa, y así yo juzgo servir a V.M. en lo que voy a representar, aunque lo hago con gran dolor. He pasado por muchas provincias de Francia y con todos los grandes pesos y grande opresión conque aquel rey tiene sus vasallos, no he hallado ninguno, ni noble m plebeyo, que no le aplauda y exalte hasta las estrellas, y no se muestre dispuesto a servirle con hijos, con hacienda, con todo cuanto tiene. Y por el contrario, he entrado en España y apenas he hallado quien, con gran descaro y exasperación no murmure de la conducta de V.M., diciendo que todo va en ruina, por su flojedad, desaplicación, perplejidad, tolerancia y falta de resolución, que nada le contribuyen de buena gana porque saben que en gran parte se ha de emplear en mal, que todos obran como quieren, porque no hay justicia, y sucede lo que Dios quisiere, que no podrían estar peor de lo que están. Yo bien conozco que estos desatinos salen más de la boca que del corazón, pues no me persuado que haya algún vasallo tan pérfido que no ame tan entrañablemente a V.M., que tanto a todos ama; mas, sin embargo, estas y otras expresiones, que he oído, son indicios de exasperación, y esta no es disposición ventajosa para el reparo de las presentes calamidades, en las cuales sería necesario que supliesen grande amor y satisfacción de los vasallos lo que falta de fuerza y dicha a V.M. Esta desazón de los vasallos entiendo que no procede solamente de la monarquía, sino es también de la planta poco regular del gobierno, en quien principalmente la refunden, y como ven que por una parte, con la conducta que se lleva al presente van las cosas de mal en peor, y por otra, que, sin embargo, de esta manifiesta experiencia no se muda ni se mejora esta planta y conducta, crece en todos la exasperación, porque creen que no se hace todo lo que se podría y debería hacer para reparar todos los desconciertos que se padecen, y cabe, Señor (aunque injustamente), la pública y principal censura en V.M., porque sus ministros se descargan de ella diciendo que cumplen con los que les toca y lo que V.M. les manda, y consultan a V.M. lo que más conviene, pero que lo demás no está en su mano, que más depende de V.M. lo que inclinado a oir sobre cada cosa, ministros de encontrados dictámenes, queda perplejo en discurrir la mayor conveniencia desto que le aconsejan, y así omite o retarda las resoluciones o providencias que pedían más pronta expedición; esto, hacen ver, ser necesario que V.M. mude de estilo y señale conductos propios y fijos para el curso y ejecución de los negocios y materias, que no los detengan, para que los interesados sepan en todo a quien fijamente han de acudir y V.M. (que por sí mismo no es posible que dé cobro a todo) tenga a quien pedir cuenta de cada cosa y haya quien deba dársela, y si se falta a la expedición, sean otros el objeto de las públicas y privadas quejas, y no de V.M. como lo es ahora. Por fin, Señor, es menester considerar que una salud extragada de largo tiempo y de males complicados y envejecidos, cual es la de esta monarquía, no puede recobrarse sin remedios fuertes y amargos, y una incansable aplicación de sabios y de buenos médicos, ni muchas ni profundas llagas se pueden bien curar sin cortar y aún sin cauterizar la carne que no quisiere cortarse, pero es doctrina de Cristo y de su sagrada y segura política, que para salvar lo que más importa se debe despreciar la mano y pié, y aún el hijo, a los cuales tan natural afecto tenemos, y aunque habla el Salvador de Rey y vida más superior, no deja de poderse congruamente adaptar su enseñanza al presente caso, porque si los reyes no hacen lo que pueden y deben para la conservación y buen gobierno de los dominios que Dios les ha encomendado, nadie podrá dejar de confesar que tienen la eterna salud muy arriesgada, si bien que V.M. desea cumplir con esta grande y estrecha obligación y no posponerla a ningún humano afecto o respectos, y así espero que Dios, el cual ha dado esta santísima y católica intención, no dejará de favorecerla con su divina luz y asistencia, mayormente si hiciera V.M. lo que esté de su parte. Yo he creído cumplir con lo de fiel vasallo de V.M., ofreciendo a su soberana comprehensión estas sencillas reflexiones en que no tuvo parte humano fin, o estímulo ajeno, sino un sincero celo de contribuir a la mayor gloria y servicio de V.M. con el pobre caudal que Dios me ha dado. Si fue sobrada temeridad la mía, excediendo en la sencillez de estas expresiones, espero que la real clemencia de V.M. me perdonará el error, por la bondad de la causa que fue sin duda un verdadero celo. De todo cuanto llevo referido (temo, Señor, si no hay mutación en el modo de gobernar nuestra España) que se ha de experimentar algún flagelo pues aunque Dios consiente por algún tiempo, tanta puede sea nuestra insensibilidad y protervidad que V.M. se explique haciéndose sentir en toda la monarquía, como sabemos muy bien que lo ha hecho muchas veces, pues está llena la Sagrada Escritura de casos bien memorables, sin que sea necesario nuevamente hacer mención cuando llevamos ya citados algunos y en nuestra España visto muchos.
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MEMORIAL 6 Santísimo Padre La grandeza de mi demanda, lo mucho hecho por ella y lo que está por hacer para sólo darle principio, y la autoridad que trae de aquellas partes; si Vuestra Santidad me lo manda yo lo mostraré juntamente con mi parecer, si éste merezco dar, en la navegación, pacificación, religión y conservación de todo. Y para que Vuestra Santidad más bien vea que no me muevo por la paga del Rey de la tierra, yo haré un protesto y renunciación ante la persona que Vuestra Santidad señalare, de no la pedir jamás por finezas que yo haga. O si no, yo daré luego a Vuestra Santidad, o en España, o al Rey, todos los papeles y avisos que tengo para que se mande hacer este bien por quien más fuere para ello; y si más puedo hacer más haré para más justificación mía. Hombre soy de capa y espada, Santísimo Padre; pude y puedo pasar mi vida sin venir de tan lejas partes a pedir tantos trabajos, y pues Dios me ha dado tanto en que poder mostrar mi deseo, paréceme que tengo obligación, so pena de mi daño, de seguir esta demanda hasta que me desengañe quien puede o darle fin a ella o a mí. Las dilaciones son muchas y las dificultades grandes; yo quisiere negociar sin ser molesto y tan bien que mi demanda no perdiera sus derechos por mi cortedad o otra causa; sus necesidades son muchas y mis fuerzas pocas y mucho el deseo que tengo de que se quite al demonio sus ganancias, que se hace adorar de aquellas gentes y roba a Dios su debida honra. Esta es causa propia de Vuestra Santidad, a quien Dios tiene cometido el gobierno del mundo. La predicación del evangelio y el procurar que se salven las almas; todo lo pongo en sus manos de Vuestra Santidad y yo, postrado a sus pies santísimos, me ofrezco por ministro della, por ser el piloto mayor que fui aquellas partes y puedo guiar rosque hubieren de ir a ellas. Y si Vuestra Santidad fía de mí, que pretendo acertar, y para esto busco los medios más ciertos, sírvase Vuestra Santidad de darme una exortatoria para los eclasiásticos de todo aquel mundo de allá, y que se envíe una religión sola y pobre y celosa del servicio de Dios, amparándola Vuestra Santidad como padre de todos y descubrimiento que ya consta ser de más de mil y quinientas leguas de tierras pobladas con innumerables hombres y al parecer de geógrafos y pilotos y como lo puedo mostrar; más de otras cinco mil por descubrir; y la reliquia de la cruz de Cristo y agnus deyes (sic) y las gracias pedidas en el memorial que a Vuestra Santidad presente, porque yo me quiero ir el sábado, que ha diecisiete meses que estoy en Roma, para sólo negociar en Roma, quedándome tanto por andar. Sólo que Vuestra Santidad autorice esta causa y muestre su Voluntad y juntamente se ha de servir Vuestra Santidad de conceder indulgencia plenaria seis veces en el año al hospital de los Hermanos de Juan de Dios que ahora fundan en la ciudad de los Reyes, que todo favor merece gente que sólo profesa el servir pobres.
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MEMORIAL 7 Al guardián o provincial de los descalzos de San Francisco de la ciudad de los Reyes del Perú o de otra cualquier provincia donde se ordenare esta jornada, y en caso que no haya frailes descalzos, mande Su Santidad que vayan otros cualesquiera de la misma orden de San Francisco. Que la exortatoria para todos los eclesiásticos sea bien fortalecida para que se vea más bien cuanto Su Santidad desea que tenga efecto aquel descubrimiento y pacificación, y que todo rece así a mí como a cualesquier otros que sucedieren a la causa. MEMORIAL 8 Con licencia de V.M., el Adelantado Alvaro de Mendaña, el año de 95, con cuatro navíos armados, salió del Callao, puerto de la ciudad de los Reyes, a poblar las islas de Salomón del Mar del Sur, parte occidental del Perú, que no halló. En el viaje descubrió en ciertas islas jamás vistas, a gentes de tres colores: los primeros, hombres de buena estatura y cuasi blancos; los segundas, buena color y gesto pardo y los terceros, negros. Aquí pobló una. Ciertos sucesos y desconciertos y a en fin (sic) murió. Dejó su mujer nombrada y gobernó, y a mí como a piloto mayor, la llevase como llevé a la ciudad de Manila en las islas Filipinas y dellas, por causas que me movieron, fui al Perú y, en nombre de V.M., al Visorrey don Luis de Velasco me ofrecí de ir a descubrir aquellas partes que por lo que vide es vasto, que promete mucho. Remitiome a V.M., cuyos reales pies como mi centro de tan lejos buscado vengo, sin los cuales ni sería posible aquietarme, ni V.M. bien informado para dar a esta demanda un buen principio, pues sin éste no puede tener el medio y fin que le pretendo. Todo me remito a papeles cuya razón, aunque larga, es muy necesaria, porque negocios tan grandes no pueden mostrar breves sin dejarse con daño suyo mucho dellos. Suplico a V.M., por quien es, se sirva oir y considerar mi petición como dueño y señor suyo, con aquella atención que ella y su justificación merece y merece la mía el celo y fe conque la ofrezco, aunque con simples palabras; y porque no se pierda tiempo, mirada, requerida y examinada por personas de tanta suficiencia como tales cosas han menester, estando yo presente a todo para dar cuenta, y que si fuere tal cual pienso es desta real corona y estado la merced que quiero recibir, que sea luego despachada como lo pido, pues otra cosa que esta merced ni me podrá ser paga ni satisfacción a la esperanza de que me sustento y sino desengañado, y esto se ha de entender que mis deseos y todas mis obras están rendidas a la parte o todo que V.M. servido fuere. Alguna experiencia tengo de yerros ajenos que suelen con escarmiento despertar a otros, y voluntad muy viva de aprovechando servir a V.M. toda mi vida, muy determinado y atento en esto. Vuelvo a suplicar a V.M . que no sea desestimada la ofrenda que este humilde vasallo con tanta verdad presenta a la grandeza de Vuestra Real persona, cuyo brazo allega y pasa donde mis cuidados llegan, que por ser ella la que es merece que sea yo para ella de V.M. admitido, amparado y defendido, y si aquel gentil Rey Jerjes estimó y tanto gratificó una sola poca de agua de pocos pasos traída y en las manos ofrecida, yo que deseo los ocultos moradores de la parte antártica en la doctrina evangélica repastados, aprovechados y sustentados, y a V.M. conocida, obedecida y servida, como lo es de levante a poniente, del uno hasta el otro polo, por ser para un tan gran monarca, lo poseído, todo poco, y las más que pido, aunque no soy capaz dellas, sólo fuerzas para más bien con ellas servir a V.M., lo que sin ellas no haré ni intentaré por el peligro que todo tiene, que mercedes no esperare y con ellas todos callaran y los que sin provecho dejarán, ya que suyas tendrán por buenas mis diligencias, por justa mi petición y por acertados mis trabajos, para cuyo fruto mostraré a V.M., si servido fuere, el cuanto han de sufrir por se conservar vuestros caudillos, y cuan pequeños principios deshacen y del todo consumen grandes empresas y las desacreditan, y los muchos de todos que padecen vuestros vasallos siguiendo vuestras banderas, ocasiones porque sean acogidos y honrrados ellos y otros que vinieren ganosos y animados y materia deado (sic) salgan documentos que dar, tan necesarios para ser en aquellas partes Dios y V.M. bien servidos con verdad y con cuidado, y los naturales dellas más bien doctrinados y en lo político enseñados y en las personas tratados y con nuestro vivir obligados, pues es tan justo y tanto importa y el remate y fin de todos mis deseos; y en suma digo que dejar Dios en ellas servido como se debe será V.M. servido como conviene para la duración de todos bienes sin daño de partes. Y si V.M. se sirviere mandar juntar este memorial a la carta que sobre el caso tracé, del duque de Sesa para V.M., que dada tengo a don Pedro Francisco Quezada (?), y remitirlo al padre Maestro fray Gaspar de Córdoba, para que con todo rigor la examine y haga relación a V.M., en forma, y V.M. tome la resolución que a su real juicio más convenga. Y en todo pido brevedad, porque ha siete años y meses que dejé mis cosas y trato de estos y de ellos. Está lo más por andar y yo que (he) andado lo más; y empresas arduas y difíciles piden la resolución de César, Aníbal, Alejandro y Pirro, y de nuestros Colón, Gama, Magallanes, Pizarro y Cortés y otros, que grandes cosas acometieron y acabaron. Pedro fds. dequiros
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MEMORIAL 9 Pedro fernández dequiros. Digo que está por descubrir la parte del sur hasta su polo, un circuito de 5.500 leguas, sin saberse si es tierra o agua, o que partes tiene de las dos. Ya consta ser de más de 1.000 leguas de tierras pobladas de diversas gentes que en ella están, vistas por otros descubridores y por mí; y de algunas dellas no se saben los finis suyos. Porque estar tan engolfados y ser sus moradores gentes sin arte y posible de poder navegar a lejas partes, arguye la vecindad de grandes tierras que prometen por sus sitios ser tan buenas como éstas. Que ningunas islas pobladas en todos los descubrimientos hechos se han hallado lejos de tierra firme. Tengo practicado muchos años prior que los descubridores pasados tuviesen una sola hora de semejantes negocios, y que soy testigo de vista y tengo de aquellas partes a estas a dar el aviso y ella a noticia confusa; y van de estas para aquellas y en todo cuanto ha sido, es y será el bien que por su medio se ha conseguido. Que en aquella jornada públicamente ayudé al Adelantado Alvaro de Mendaña a sustentar el servicio de V.M., con tanto riesgo mío como lo traigo probado, y gasté en ella y después acá toda mi hacienda y tiempo cumplido de siete años, que doy por bastante prueba de mi deseo y, aún, de mi paciencia, con haberme negado en todo, y dejo de apuntar los grandes peligros, los muchos contrarios y continuos trabajos y a los que de nuevo me ofrezco y no los ignoro. Que don Luis de Velasco, Vissorey de Perú, de quien para V.M. tengo carta, ha examinado esta causa, a donde se pudo tener della entera luz y de todo muy comedida satisfacción. Que ya puedo con razón decir que excito la voluntad de Dios en su Vicario Universal, como lo puedo mostrar por seis breves que de buena voluntad a mi humilde petición hizo merced conceder en favor suyo, y por ella misma tengo éste por el mejor de los principios de sus semejantes y me asegura a de tener en lo espiritual y temporal el mejor de todos los finis y que excito nuevos males y me parece que la que llaman desgracia es el no ser sana la intención de los obreros. Que esta demanda en todo promete mucha grandeza y es justa y santa y muy digna de la mucha cristiandad de V.M., por mis servicios no puedo igualar mis fuerzas con mis deseos y a ésta falta todo se me hace casi imposible y cada hora un siglo. Que el duque de Sesa en Roma la examina tan despacio y curiosamente cuanto le han dado lugar 17 meses que en su casa me tuvo, y tanto más cuanto le movió el celo y tiene de las cosas que prometen lo que está en el servicio de Dios y de V.M., como contará de su carta a que me remito y todo a papeles. Suplico a V.M. que encarecidamente puedo se sirva hacerme merced mandar sea oído como en el primero memorial le pido, pues la merece el valor de mi demanda y no desmerece la verdad con que la trato y los deseos que de conseguir le tengo o dejen ganado, porque mi poca comodidad no puede sufrir ya tantas dilaciones, ni mis pocas fuerzas vencer tantas dificultades, quedando siempre vivas las mayores.
museo
Fundada en 1913, actualmente alberga más de 12.000 obras de arte. Presenta culturas de todo el mundo desde la antiguedad a nuestros días. Incluye desde un par de sarcófagos egipcios a obras de artistas contemporáneos locales, incluyendo cuadros de grandes maestros como Rembrandt, Monet y Van Gogh.