<p>En el año 150 a. C., Átalo II, rey de Pérgamo, fundó la ciudad de Attaleia para que sirviese de base para su poderosa flota naval. Posteriormente, Antalya pasó a manos de la República romana en el año 133 a. C., cuando el rey Átalo III de Pérgamo cedió su reino a Roma al morir. Durante el periodo que perteneció a la Antigua Roma, la ciudad creció y vivió una época de prosperidad. A partir del siglo II, el Cristianismo se extendió por la región. </p><p>Con el Imperio bizantino, Antalya fue una ciudad importante. Cuando Juan II Comneno se convirtió en emperador, en el año 1118, la ciudad se encontraba aislada del resto del Imperio, solamente accesible por mar. Al año siguiente, con la ayuda de su comandante en jefe, Juan Axuch, Juan II expulsó a los turcos de las vías de acceso a Antalya, conectado de nuevo la ciudad con el resto del Imperio.</p><p>Los turcos selyúcidas conquistaron toda la región a principios del siglo XIII. En la segunda mitad del siglo XVII, el escritor y viajero turco Evliya Çelebi encontró una ciudad de calles estrechas y 3.000 casas agrupadas en veinte barrios turcos y cuatro griegos. La ciudad había crecido hasta sobrepasar las murallas y el puerto tenía espacio para 200 barcos.</p>
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acepcion
En los templos de la India, vestíbulo situado tras el mandapa y la celda del templo.
contexto
La ambigüedad ante la religión popular la refleja también la Iglesia respecto a la brujería. En este terreno la intelectualidad española dominante asumió los viejos principios formulados por santo Tomás en el siglo XII de que "las brujas realmente van", que propiciarán las actitudes de Nicolau Eymeric (siglo XIV), y ya en el siglo XVI, las obras de Castañega, Ciruelo o Martín del Río. En contraposición, tampoco faltaron los postulados racionalistas que defendían que las brujas "van" imaginariamente, como lo sostenían Pere Gil, Pedro de Valencia y el inquisidor Salazar Frías. La Inquisición, salvo momentos cruciales como el célebre proceso de las brujas de Zugarramurdi en 1610, adoptó sanciones penales suaves sobre las presuntas brujas que juzgó compartiendo la actitud escéptica de estos últimos intelectuales. La razón quizá sea que la Inquisición debió ocuparse de otros problemas ideológico-religiosos más inquietantes, o quizá se consideró que las presuntas brujas podían ser rentables políticamente como lastres de un avance hacia el capitalismo, o simplemente se valoró su presunta utilidad en el control de la naturaleza en cuatro sentidos: la salud, el sexo, el conocimiento del futuro y la ambición económica, siendo las permanentes alternativas a la medicina académica, el amor conyugal o limitado y la servidumbre del presente y de la pobreza. No hay que olvidar al respecto la apelación de Felipe II al curandero morisco Pinderete o la identificación del discurso médico, clerical y hechiceril en torno al tratamiento del inefable rey Carlos II. La teología española no fue monocorde. Melquíades Andrés dividía a los teólogos del siglo XVI en autores espirituales, humanistas, alumbrados y luteranos. La propia escolástica se escindió en varias corrientes: la escolástica tradicional entró en confrontación con la teología positiva mucho más historicista que representaba Melchor Cano. En el proceso a fray Luis de León parece que subyace la confrontación de estas dos corrientes escolásticas. La polémica entre el tomismo ortodoxo de los dominicos y la concepción más moderna de los jesuitas en el vidrioso tema de la gracia divina y la libertad humana va a estallar a través del enfrentamiento dialéctico entre Domingo Báñez y Luis de Molina. El origen está en la publicación del libro de Luis de Molina Concordia liberi arbitii (Lisboa, 1588). La mayor oposición surgió entre los dominicos, al frente de los cuales se colocó Domingo Báñez, que con otros padres de la Orden firmó un libro titulado: Apología fratum predicatorum (...) adversus quesdam novas assectationes ciusdam doctoris Ludovici Molinae (...). La discusión, centrada fundamentalmente, como decíamos, entre jesuitas y dominicos, hubo de pasar a la Inquisición española, de donde -incrementada- llegó a la Santa Sede. Tras grandes discusiones, Paulo V dictaminó que unos y otros podían defender sus respectivas conclusiones. Francisco Suárez intervino en la polémica Molina-Báñez, formulando una tercera vía que es conocida como el congruismo. Para Suárez, la gracia eficaz es lo mismo que la suficiente, la única diferencia es que aquélla recibe una gracia congrua, adaptada a las circunstancias. En la obra Defensio fidei, Suárez se involucró en la polémica entre Paulo V y el rey inglés Jacobo I, refutando la fórmula del juramento de fidelidad a la Corona histórica y negando a los súbditos católicos facultades para prestar tal juramento. Suárez defiende aquí, en definitiva, la prioridad de la autoridad espiritual sobre la temporal, como hace también en De legibus. La obra que le dio más fama fue, sin embargo, Disputaciones metafísicas, de la que salen a la luz diecisiete ediciones que van a ir difundiendo su pensamiento por todo el amplio mundo europeo. Dominicos y franciscanos chocaron fuertemente en su actitud ante los espirituales. Mucho más racionalistas, los primeros adoptan actitudes reticentes ante la tendencia a ofrecer credibilidad a los fenómenos de iluminismo y recogimiento. El proceso a Molinos marca, de alguna manera, el triunfo de los dominicos, que contaron con figuras fundamentales. Melchor Cano, autor de De iustitia et de iure (1537); Bartolomé de Medina, cuya mayor aportación fue haber sentado las bases del probabilismo moral; Diego de Zúñiga, modernizador del pensamiento aristotélico-tomista, fueron las figuras más significativas de los dominicos en estos años. Entre los escolásticos franciscanos destaca fray Alfonso de Castro, autor de De potestae legis poenalis (1551), la mejor obra del derecho penal en el siglo XVI.
obra
Poco después de llegar a Roma, Parmigianino realizará este bello y elegante retrato femenino, identificado como Antea, en el que destaca la soberbia elaboración de los detalles de las telas, mostrando las diferentes calidades con una delicada ejecución técnica. Su rostro es poco expresivo y oculta cierta tensión en su gesto. La joven se recorta ante un fondo neutro que resalta su volumetría, ilumina la figura con un potente foco de luz procedente de la izquierda, que resalta los brillos de las telas. La minuciosidad casi miniaturística se pone de manifiesto en los bordados y encajes de la falda, de modo que se obtienen efectos casi fotográficos.
contexto
El desastroso papel que las fuerzas italianas estaban jugando en la confrontación con los ingleses en el escenario norteafricano forzó la entrada de Rommel y su Afrika Korps en la contienda, en un esfuerzo de Hitler por expulsar a los británicos de su colonia egipcia y así obtener el paso libre hacia el petróleo del Medio Oriente. La llegada de Rommel supone una nueva fase en la guerra del desierto, hasta entonces caracterizada por las victorias británicas sobre unas fuerzas italianas mal dirigidas por Graziani y cuyo material bélico resultaba anticuado. En principio con pocos efectivos, el "zorro del desierto" caracteriza sus acciones por la sorpresa, la intuición y el aprovechamiento de las debilidades del enemigo. Su primera acción será, en abril de 1941, empujar al enemigo -ciertamente desgastado- hasta la frontera egipcia, si bien el comandante británico sir Archibald Wavell se reserva una baza con el mantenimiento de una posición fuertemente defendida en Tobruk, el mejor puerto al este de Benghazi y cuya posesión será vital para recibir aprovisionamientos. La acción de Wavell demostrará la importancia de los puertos del Mediterráneo como lugares de acceso de refuerzos, combustible y material de guerra, opción que será un factor de importancia básica para el posterior desenlace de la guerra en el desierto. En principio aparentemente equivocada y demasiado arriesgada, la decisión de Wavell le resta dos divisiones que podrían resultar vitales en el caso de un avance alemán sobre Egipto, donde ciertamente se empieza a desencadenar el pánico. Sin embargo, con el mantenimiento del estratégico puerto de Tobruk priva a los alemanes de una vía de aprovisionamiento al tiempo que establece un punto fortificado en la ruta hacia Egipto, cuyo cerco mantendrá entretenidas a las tropas de Rommel y retrasará su avance. En el llamado "rigodón del desierto", el combustible se ha convertido en el factor que puede decidir la victoria o la derrota. Ambos contendientes se empeñan alternativamente en avanzar haciendo retroceder al enemigo, quien, más cercano a sus posiciones de origen, puede aprovisionarse y comenzar el contraataque. Como en un viaje de ida y vuelta, un ejército empuja sobre el otro hasta que, exhausto, debe volver sobre sus pasos para no ser derrotado. La razón es que ambos contendientes no podían separarse más de 500 ó 600 kilómetros de sus bases respectivas, pues ello les privaría de recibir los suministros necesarios. Trípoli para las fuerzas del Eje y Alejandría para los aliados son los puntos de partida, distantes entre sí 2.225 kilómetros, por lo que separarse demasiado de ellas puede suponer la aniquilación. Así las cosas, se estable durante algunos meses una guerra de desgaste, de acoso, de avance y vuelta atrás, en la que ambos enemigos se afanan por establecer posiciones adelantadas seguras que puedan permitir un posterior ataque definitivo. La solución más fácil, no obstante, estaba en usar el mar como vía de aprovisionamiento. Y es aquí donde se van a jugar las primeras bazas decisivas de la guerra en el desierto. Aniquilado el poderío naval italiano, los británicos han establecido en Malta su gran base aeronaval dominadora del Mediterráneo, lo que les daba una inapreciable ventaja en el problema común de los suministros. La única manera de contrarrestar este peso por parte alemana hubiera sido tomar Gibraltar, como sugerían algunos mandos como Raeder, opción desestimada por el Führer. El control británico sobre las rutas marinas les permite no sólo recibir abastecimientos sino interceptar los del enemigo. En agosto de 1941, el 35 por ciento de los refuerzos esperados por Rommel resultan hundidos en el mar, cifra que se eleva al 75 por ciento en octubre de ese mismo año. (Fuller) La situación se torna desesperada para los alemanes. En mayo, Rommel fracasó en su intento de conquista de Tobruk. Su debilitamiento y el incremento de los convoyes interceptados fuerzan al Alto Mando alemán a destinar una flota de 25 submarinos al Mediterráneo, lo que permite, ahora sí, enviar refuerzos y suministros. Sin embargo, cuando Rommel piensa ya en realizar el ataque, son los británicos quienes toman la iniciativa. Auchinleck, sustituto de Wavell, cae sobre Sidi Rezegh y fuerza la retirada alemana hasta El Agheila. Nuevamente el avance inglés ha llegado hasta su punto de máximo alcance, forzado además por el hecho de que Hitler ha ordenado el bombardeo masivo de Malta en diciembre de 1941, lo que dificulta la recepción de suministros por parte inglesa. Al mismo tiempo, la flota británica sufre serios daños, siendo hundidos el Ark Royal y el Barham más dos cruceros, dos submarinos y un destructor. Además, una acción de comandos pone fuera de servicio a los acorazados Queen Elizabeth y Valiant en el puerto de Alejandría, lo que reduce drásticamente la presencia naval británica en el Mediterráneo. La situación, pues, se pone de cara para los alemanes, que en enero de 1942 pueden observar cómo no se ha hundido ningún solo mercante con suministros. Así las cosas, Rommel puede una vez más emprender su ataque, lo que reactiva el "rigodón". En febrero de 1942, el avance alemán empuja a los británicos hasta la línea El Gazala-Bir Hacheim. Los éxitos obtenidos, más la gravedad de la situación en el frente ruso, hacen que Hitler se replantee de nuevo la posibilidad de conquistar Malta, persuadido por Raeder de la importancia de los suministros para la victoria en África y la toma del canal de Suez. En abril de 1942, Malta recibe severos ataques por mar y aire, preludio de una operación de conquista llamada "Hércules", proyectada para un mes más tarde. Sin embargo, los planes se retrasaron, poniendo como condición que Rommel tomara Tobruk y completara su control sobre Libia. Una vez hecho esto, se pensaba, la toma de Malta por tropas italianas y alemanas permitiría reforzar el Afrika Korps y la caída de Egipto sería inminente. Así planeado, Rommel inició su avance el 26 de mayo, anticipándose a los proyectos de ataque británicos, que estaban previstos para el 7 de junio. Los alemanes tomaron Bir Hakeim y avanzaron en dirección norte, conquistando Tobruk tras cuatro semanas de encarnizados combates. En su ataque, logró la captura de más de 30.000 prisioneros, al tiempo que continuaba su avance hacia Egipto. A finales de mayo, empujó a las tropas de Auchinleck hasta Marsa Matruh, y más tarde hasta la línea entre Tel el Eisa y la depresión de Qattara, donde los británicos establecieron posiciones fuertemente defendidas. Cumplida su parte del plan, Rommel esperaba que se produjera el proyectado ataque sobre Malta. Sin embargo, Hitler decidió posponer la invasión, continuando con la política de bloqueo y acoso en espera de que las defensas británicas de la isla quedaran más debilitadas. La toma de Malta, no obstante, nunca llegará a producirse, pues Rommel, que ha solicitado refuerzos para abordar la ofensiva que se avecina en El Alemein, recibe las tropas que estaban destinadas a la invasión de la isla. El error estratégico es mayúsculo, pues Malta permanecerá en poder británico y en la guerra por los suministros Auchinleck contará con una nada despreciable ventaja. Por otra parte, la caída de Tobruk, que supone un aldabonazo sobre Churchill, logra una mayor implicación en la ayuda norteamericana. Roosevelt, en contacto directo con el Premier británico, destina 300 Sherman y 100 cañones para la defensa de Egipto, al tiempo que la operación de desembarco en las costas norteafricanas comienza a ser preparada con el nombre de "Torch" (Antorcha). En El Alemein, el frente queda parado durante varias semanas, pues ambos contendientes se encuentran al borde sus fuerzas. El esfuerzo de las tropas de Rommel ha resultado agotador, quedándole tan solo 50 tanques propios y 54 italianos. En el campo británico, la situación no es mejor. Se teme la caída de Egipto, lo que significaría dejar el paso libre a los alemanes hacia los pozos de petróleo del Medio Oriente, por lo que Auchinleck piensa seriamente en la posibilidad de establecer una última defensa sobre el Nilo. Caído en desgracia, Churchill decide su sustitución por el general Harold Alexander, poniendo el Octavo Ejército bajo el mando del teniente general Montgomery. La batalla de El Alemein se empieza a perfilar, pues, como decisiva para el curso de la guerra.
contexto
Antes de esta normativa, apenas sabemos nada sobre el asunto que nos ocupa. Tan sólo parece que, entre ciertos pueblos indígenas, se celebraban combates funerarios: así se deduce del relato según el cual lucharon, sobre el túmulo de Viriato (139 a.C.), hasta doscientas parejas de guerreros en combates singulares (Apiano, "Iber.", 71; Diodoro, XXXIII, 21). Aprovechando estas costumbres, Escipión el Africano organizó en Carthago Nova, en 206 a.C., como recuerdo a su padre y a su tío paterno, unos combates en los que intervinieron príncipes locales (Valerio Máximo, IX, 11; Tito Livio, XXVIII, 21); acaso pretendía una fusión entre las tradiciones ibéricas y las luchas de gladiadores itálicas, adoptadas en Roma desde hacía un siglo. Pero la fusión era imposible: en Iberia combatían guerreros libres, acaso en virtud de las leyes de lealtad al jefe; en Italia, en cambio, los gladiadores eran esclavos o condenados. Sólo cabía la lenta superposición de la costumbre de los vencedores, y el progresivo olvido de las tradiciones indígenas, aunque no sabemos con qué rapidez. Ante una conocida vasija pintada de Liria (s. II-I a.C.), donde dos guerreros se enfrentan al compás de instrumentos musicales, no sabemos si nos hallamos ante una danza armada, ante un enfrentamiento funerario ibérico, o ya ante un combate de gladiadores. En cuanto a otros espectáculos, sólo la lógica permite suponer la existencia de carreras de caballos entre los indígenas, y cabe la posibilidad de que éstos conociesen ya algún juego venatorio, si interpretamos así imágenes como la de otro conocido vaso de Liria, donde un hombre a pie se enfrenta a un toro. El teatro, en cambio, parece una aportación netamente romana. Es evidente que la romanización cultural de la península comienza mucho antes de la época de César, y cabe pensar que, por lo menos a lo largo de la costa mediterránea y en los valles del Ebro y el Guadalquivir, los espectáculos típicos de Roma hubiesen hecho su aparición ya en el siglo II a.C. Pero los datos fehacientes faltan por completo: no podemos aún acudir a iconografías en cerámica o en mosaico, ni a restos monumentales de ningún tipo; en cuanto a la epigrafía de la Hispania republicana, es tan escasa que apenas se mencionan juegos en un par de lápidas (una en Urgauo (Arjona), otra en Carthago Nova), y sin concretar siquiera su naturaleza. Además de significar un punto de partida, la "Ley de Osuna" tiene otro valor testimonial de enorme interés. A lo largo del Imperio, cuando ya se multiplican los epígrafes sobre celebraciones de toda índole, se corre el riesgo, al estudiar las lápidas de forma exclusiva, de concluir que los juegos eran ante todo fruto de la iniciativa privada. Nada más ajeno a la realidad: los espectáculos más numerosos y brillantes seguían siendo los organizados oficialmente por duunviros y ediles, pero éstos no se mencionaban, porque, al ser un munus u obligación vinculada al cargo o magistratura, no suponían ningún mérito para quien los ofrecía. Los únicos festejos, por tanto, que aparecen en las inscripciones honoríficas son los privados, y éstos, por lo que sabemos, se mántenían siempre en unos estrechos límites, pues los excesos eran vistos como ansias de notoriedad y de competencia con los poderes públicos, y por tanto impedidos a toda costa. Hecha esta precisión, no está de más, pese a todo, dar un vistazo a estas lápidas, verdadera exposición de vanidades locales, ambiciones políticas a nivel ciudadano, deseos de prestigio, o en ocasiones -¿por qué no?- gestos de auténtica benevolencia pública por parte de una aristocracia que ponía en práctica sus valores éticos y sociales.
contexto
Juana de Castilla no fue la primera 'loca' en su familia. Su propia abuela materna, Isabel de Avis, (o de Portugal), fue mejor conocida como 'La Loca de Arévalo' y terminó sus días confinada en ese castillo. La locura en la dinastía Habsburgo española no tuvo su origen solamente en Juana o en su abuela Isabel. También se debió a la endogamia que se dio entre sus ascendientes y posteriores descendientes con el fin de asegurar, por matrimonio, la posesión o la expansión del imperio, así como las alianzas necesarias con los diferentes príncipes y reyes europeos para asegurar la paz y el poder. Juana procedía de una familia en la que se había practicado repetidamente la endogamia, tanto por rama materna como paterna. Sus abuelos maternos, Isabel de Portugal y Juan II de Castilla padres de Isabel la Católica, madre de Juana, eran primos hermanos. Por su parte, su abuelo paterno, Juan II de Aragón, casado en segundas nupcias con Juana Enriquez, y padres de Fernando de Aragón, el Rey Católico, era primo hermano de Juan II de Castilla, ambos de la dinastía Trastamara. Isabel de Castilla y Fernando de Aragón eran entre sí primos segundos. De este modo, en la herencia de Juana intervendrán dos factores, por lo menos, que podrían haber contribuido a su locura: la herencia de su abuela Isabel de Portugal por un lado, y por otra, la endogamia de los Trastamara.
contexto
Antecedentes históricos La marcha de Alvar Núñez como Adelantado del Río de la Plata es consecuencia de una serie de expediciones con un mismo objetivo: la busca de un Estrecho que diera paso desde el Atlántico al Mar del Sur, descubierto por Balboa, para poder llegar a las islas de las Especias. El cargo de Piloto Mayor había recaído en Juan Díaz de Solís. Tan pronto éste tiene noticias del descubrimiento del Mar del Sur capitula con la Corona para ir a descubrir un paso (1514). En octubre de 1515 sale hacia las costas brasileñas, descubiertas anteriormente por Vicente Yáñez Pinzón, Cabral y Américo Vespuccio; va costeando el continente sudamericano hasta llegar al estuario del río de la Plata, que llamará Mar Dulce. Cree que ha encontrado el suspirado Estrecho y se interna por él, hasta la desembocadura del Uruguay, donde perece Solís a manos de los indígenas. Deciden el regreso a España, y en el viaje de vuelta, uno de los navíos naufraga y sus supervivientes se refugian en la isla de Santa Catalina; entre ellos está el famoso Alejo García, al que tanto se mencionará en los Comentarios. Alejo García, con cuatro compañeros, pasó al continente desde la isla de Santa Catalina. Supo captar a los indios, que en gran número le acompañaron hacia el Oeste, en busca del Hombre blanco, poseedor de inmensas riquezas. Acompañado de un gran séquito de indios, recorrió el Chaco y trabó relación con los indios chanas y charcas, conviviendo durante ocho años con los guaraníes (1516-1524). Se dice que Alejo García llegó incluso a los Andes peruanos, poniéndose en contacto con los incas; regresó lleno de riquezas, y cuando estaba cerca de donde se edificaría la ciudad de Asunción, fue asesinado por los propios guaraníes en el año 152516. Magallanes posteriormente pasará de largo y, por fin, encontrará el famoso paso a la Mar del Sur (1520), pudiéndose ir por el Oeste a las famosas Molucas, las islas de las Especias. Sebastián Caboto recibe permiso para ir a las Molucas por el paso descubierto por Magallanes. Hombre fantástico, cuando llega al llamado río de Solís se anima a proseguir su exploración, alentado por las noticias sobre el Gran Cacique Blanco. En 1527 llega al Paraná, fundando el fuerte del Sancti Espiritus, e inicia a continuación la exploración del Paraguay. Al mismo tiempo que Caboto había salido de La Coruña (1526), el navegante Diego García, con la misión específica de explorar el Río de Solís, se encuentra con la desagradable sorpresa de estar por allí Caboto; se entrevistan en el Paraná y cada cual presenta los derechos y méritos para hacer la exploración. Como no se ponen de acuerdo, deciden dejar la solución en manos del rey y continúan explorando juntos. Navegan unidos por los ríos Paraguay y Pilcomayo, pero los constantes ataques de los indígenas les hacen regresar a Sancti Espiritus, que encuentran destruido y a los defensores del fuerte, muertos. Esto les impulsa a regresar a España, donde inician un largo pleito sobre sus derechos y pretensiones. En 1534, Carlos V firma una Capitulación con Pedro de Mendoza, al que da el titulo de Adelantado del Río de la Plata, lo que suponía una mayor intervención oficial de la Corona. En septiembre de 1535 salía Pedro de Mendoza con once barcos que una tempestad dispersó posteriormente, arribando algunos de ellos a Río de Janeiro y otros, directamente, al Río de la Plata. Reagrupados todos los navíos, Pedro de Mendoza decidió fundar el Puerto de Nuestra Señora del Buen Aire que pronto se vio sometido a los ataques de los indígenas, los puelches, que lo tuvieron permanentemente cercado17. Mendoza estaba enfermo y envió una expedición hacia el interior, por el Río Carcarañá, al mando de Juan de Ayolas. Este trabó relación con los indios chanas y timbús y llegó al destruido fuerte que fundara Caboto. Las excelentes noticias que a su regreso comunicó Juan de Ayolas, sobre todo en lo relativo a la facilidad de lograr bastimentos, decidió a Mendoza a organizar una expedición hacia el Paraguay, al mando del mismo Ayolas. Partió éste, y el Adelantado, sin esperar su vuelta y encontrándose muy enfermo, decidió regresar a la Península, muriendo en el camino. Quedaron en Buenos Aires un centenar de españoles con Ruiz Galán al frente; entretanto, Juan de Ayolas había remontado el Paraná y el Paraguay, hasta llegar a Candelaria (febrero de 1537), que abandonaría poco después, dejándola al mando del vasco Domingo Martínez de Irala, y se internó hacia el país de los Charcas, siendo sorprendido y muerto por los indios payaguaes. El Adelantado Mendoza ya dijimos que partió para España, pero antes de marcharse envió a Juan de Salazar para la búsqueda de Juan de Ayolas. Salazar se reunió en Candelaria con Martínez de Irala, y al saber que Ayolas se había internado, fundó el fuerte de la Asunción (agosto de 1537) y regreso a Buenos Aires para notificar a Mendoza lo sucedido. Pero se encontró con que tuvo que jurar obediencia a Ruiz Galán, y lo mismo hizo el veedor Alvaro Cabrera, que acababa de llegar de España. Irala, noticioso en la Asunción de la muerte de Juan de Ayolas, se hizo reconocer por los otros oficiales reales como gobernador provisional, y su primera medida fue despoblar Buenos Aires, trasladando sus gentes a la Asunción.