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Citada ya por Obermaier y excavada en numerosas ocasiones a partir de mediados de siglo, la cueva de la Carihuela es uno de los yacimientos peninsulares más importantes no sólo por su secuencia musteriense, sino también por sus ocupaciones neolíticas, calcolíticas y argáricas. Las últimas investigaciones, dirigidas por L. G. Vega Toscano, han demostrado que, pese a no haberse alcanzado aún la base del yacimiento, su relleno pleistoceno abarca más de 80 niveles, de los que 60 son musterienses de un tipo característico de la región. Tras una época de crisis en la ocupación humana, la cueva vuelve a presentar importantes niveles con restos postpaleolíticos. La riqueza arqueológica del yacimiento, no sólo a nivel industrial sino también paleontológico, ha permitido caracterizar todas las fases climáticas desde antes de la última glaciación (hace unos 100.000 años) hasta casi la actualidad, sirviendo como modelo de referencia para las reconstrucciones ambientales de ese intervalo en todo el sur de la Península. Son también muy importantes en este yacimiento los restos humanos tanto de neandertales como de hombres modernos, lo que ha permitido replantear el problema de su convivencia y su posterior sustitución en unos términos impensables hace unos años.
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Hermilio Alcalde del Río y el abate Breuil son los responsables del hallazgo de esta cueva en el año 1906, una oquedad poco conocida por la gente del lugar al estar oculta entre la vegetación. En su interior han sido documentados seis figuras de bóvidos, algunos trazos no figurativos y una posible figura de felino, realizados sobre una pared arcillosa, bien empleando los dedos o con algún instrumento de punta roma. Por desgracia, algunas figuras fueron dañadas posteriormente por desaprensivos. La cronología del conjunto se sitúa en los primeros momentos del Paleolítico Superior.