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Cristo aparece bajo un tipo estandarizado que se había hecho muy popular en la devoción diaria, llamado Ecce Homo. Aparece humillado antes de la Crucifixión, con la corona de espinas y atado a la cruz, antes de hacer el camino del Calvario. De este modelo existen múltiples representaciones de muchos los autores. Alcanzó gran esplendor durante el Barroco, puesto que era un tema concentrado que permitía la reflexión y oración del fiel ante una imagen tan dolorosa. Pereda utiliza aquí los recursos expresivos de la pintura flamenca, para realizar un grave contraste entre la piel del hombre y la áspera corteza sin desbastar del tronco que será su cruz. Ese empleo de las texturas provoca en el espectador un sentimiento de anticipación al dolor, por lo áspero del contraste. Es de destacar por otra parte el sentido de iluminación barroco del artista, así como el intenso color rojo del manto, que sólo pudo aprender en los modelos venecianos.
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El "Codex Purpureus" que conserva el Museo Diocesano de Rossano es un evangeliario siríaco que presenta una exquisita serie iconográfica presentada a través coloristas ilustraciones como la que aquí contemplamos. En la escena, Cristo y Barrabás con presentados ante Pilatos. Jesús viste con el pallium, al igual que los antiguos filósofos, aparece barbado y presenta el nimbo crucífero que caracterizará las representaciones occidentales.
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El asunto aquí representado por Velázquez tiene escasos precedentes en el arte español y es casi desconocido en otras partes de Europa, ya que en esta versión de la Flagelación han sido eliminados algunos elementos de los Evangelios, siendo sustituidos por otros. Así vemos a Cristo azotado y ensangrentado en el suelo, amarrado a la columna de la izquierda, abandonado por sus verdugos. De la cabeza doliente de Jesús parte un rayo de luz dirigido hacia el Alma Cristiana, que aparece acompañada por un ángel. La escena se desarrolla en un interior, recortando el artista las figuras sobre un fondo neutro para obtener una mayor sensación volumétrica. El fuerte foco de luz ilumina la figura de Cristo, creando el efecto de claroscuro tan habitual en el Tenebrismo y al que Velázquez había recurrido frecuentemente en su etapa sevillana. El realismo vuelve a aparecer tanto en los rostros de los personajes como en los pliegues de los pesados paños que portan, así como en las cuerdas con las que se agarra Cristo a la columna o los flagelos que aparecen en el suelo. Resulta especialmente interesante las expresiones de los rostros de los personajes, tratados con una enorme dosis de realismo. Carecemos de documentación sobre este lienzo, fechándose por parte de ciertos autores antes del viaje a Italia de 1629, aunque otros la sitúan después. En cualquier caso, la clásica figura de Cristo es un poco desconcertante. Para realizar dicha figura pudo haberse inspirado en las numerosas obras del Renacimiento Italiano que había en la colección de Felipe IV. El colorido empleado y el pesado tratamiento de los ropajes avalan dicha datación.
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Los hermanos Giovanni y Daniele d´Anna encargaron a Tiziano en 1559 un retablo para el altar familiar en la iglesia veneciana de San Salvador. Esta obra nunca sería colocada en el templo -el mismo lugar para el que pintó la Anunciación- pero fue citada por Vasari en 1568, mencionando que se trataba de "un gran lienzo con Cristo crucificado, los ladrones y, abajo, los verdugos". Los especialistas consideran que esta obra de la Pinacoteca Nazionale de Bolonia podría ser un fragmento de dicho retablo.El Cristo crucificado recibe el impacto de la luz dorada que envuelve la escena, en una posición serena que contrasta con el movimiento del buen ladrón. Las figuras estarían inspiradas en Miguel Angel pero el tratamiento de luz y color es totalmente tizianesco, relacionándose con los trabajos de la última etapa denominada "impresionismo mágico" como la Religión socorrida por España, el Desollamiento de Marsias o el Martirio de San Lorenzo. La pincelada es cada vez más fluida, resultando una sensación atmosférica que envuelve a las figuras y diluye sus contornos, creando un efecto que será admirado por numerosos artistas durante el Barroco.
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Los cuadros de devoción pintados por Tiziano serán siempre espectaculares. En esta imagen de Jesús y el Cirineo, el maestro ha traído las dos figuras a primer plano y ha acentuado el sufrimiento de ambas a través de la luz -procedente de la derecha- que incide de lleno en el rostro de Cristo y en la túnica, creando una peculiar gama de colores. La cruz forma una clara diagonal que divide en dos partes la composición, anticipándose al Barroco. La pincelada suelta que caracteriza las últimas obras del maestro se puede apreciar en la túnica de Cristo y en la barba del Cirineo.
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El tema de esta tablita no es excesivamente claro. Se titula Cristo con el pecador, que probablemente se refiera al ladrón arrepentido. La imagen mostraría bajo una metáfora visual la salvación del ladrón que se arrepintió, ya que Cristo parece indicar a un carpintero la figura del pecador arrodillado, tal vez instándole a arrancarle el objeto de su tormento, los clavos y la cruz. En cualquier caso, está claro que no responde a ningún modelo preexistente ni a ningún episodio concreto de las Escrituras, por lo que puede atribuirse la particularidad del tema a la devoción personal del cliente de la obra, que seguramente marcó unas directrices al pintor. Los tipos humanos de Morales son delgados y afeados, con rostros crispados y trazo nervioso. Es una característica del pintor, así como esas extrañas gamas metálicas en el colorido del cuadro, que resulta artificial. La artificiosidad del cuadro responde a los criterios del Manierismo. El paisaje del fondo probablemente sea una copia bastante fidedigna de algún lienzo italiano, puesto que reproduce el paisaje umbrío, húmedo y azulado, que suele aparecer en la obra de Leonardo y otros autores del norte de Italia.
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En esta obra, la única que el arquitecto y diseñador de jardines André Le Nôtre encargó y compró de un artista vivo, Poussin medita sobre el pecado y el perdón a través del conocido pasaje de Cristo y la mujer adúltera, llevada por los fariseos. Con el gesto traspasado de dolor, la mujer se arrodilla ante Cristo. Mientras, los personajes de la derecha se afanan por interpretar los signos que Jesús ha trazado en el suelo. Con todo, Poussin ha reunido en un mismo tiempo varios aspectos de la narración, tal como se imponía en la norma clásica de la unidad de espacio y tiempo. Sin embargo, esta obra supone el arranque de una nueva etapa, tras el periodo decisivo que comenzó en 1648. Ahora, hacia 1653, Poussin modifica varias de sus características tradicionales. Por ejemplo, en su representación tradicional de Cristo, éste ocupa la parte central de una composición simétrica, ordenada; ahora, y de forma curiosa, esta posición central la ocupa la mujer del segundo plano, abrazada a su hijo. Otro tanto cabe decir del tratamiento de la arquitectura, unánimemente calificada de "cubista".
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Tradicionalmente este lienzo se ha considerado obra de Giorgione aunque también ha sido atribuido a Tiziano, Pordenone o Sebastiano del Piombo. También se ha especulado que podría tratarse de una tela iniciada por Giorgione y, tras su fallecimiento víctima de la peste en 1510, finalizada por otros. Las vinculaciones con la obra juvenil de Tiziano permiten la atribución a este artista. La estructuración del espacio tiene similitud con los frescos de Padua, la figura de Susana manifiesta cierta semejanza con la Virgen del Metropolitan, mientras que la calidad y riqueza del color utilizado son similares a la Pala de San Marcos.La crítica reciente considera que el tema sería diferente al de Cristo y la mujer adúltera. Se piensa en el momento más dramático de la historia de Susana, cuando, a punto de ser lapidada, será salvada por Daniel.Las figuras se sitúan ante un pequeño fondo de paisaje, dispuestas en planos para crear el efecto de perspectiva, recibiendo la luz que procede desde la izquierda para resaltar la brillantez de las tonalidades. Como podemos observar, la luz y el color se convertirán en los principales protagonistas de la pintura veneciana.Según atestigua una antigua copia conservada en la Academia Carrara de Bérgamo, la tela ha sido cortada por la derecha donde se ubicaría la figura de un soldado, que también se conserva en el Museo de Glasgow.
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Giovanni Francesco Barbieri es más conocido por El Guercino, es decir, "el bizco", en alusión a este defecto en los ojos. Pero ello no le impidió convertirse en un excelente dibujante y colorista, del que Carracci opinaba que era "un prodigio de la naturaleza, un milagro". Sus influencias fueron precisamente éstas, Carracci, y los venecianos, de quienes aprendió el color. Como pintor narrativo, su preocupación radicaba en las pasiones, los conflictos. Uno de ellos, tomado del Evangelio de San Juan, es el que aparece ante nosotros. Estando Jesús en el Templo, los escribas y fariseos llevarón ante Él una mujer acusada de adulterio. Le pidieron que emitiera un juicio, pues la ley establecía la muerte por lapidación, a lo que Cristo no respondía, sabedor de que podrían acusarle de usurpación de la autoridad. Ante su insistencia, se alzó y dijo: "Aquél de vosotros que esté libre de pecado, que le arroje la primera piedra". Avergonzados, se retiraron, dejando a la mujer con Jesús. A ella, a la vista de la retirada de los fariseos, ya que no había sido condenada, le dijo: "Yo tampoco te condeno. Vete, y no peques más". La cuestión se plantea a través de los gestos de las manos. Esta caracterización del ánimo, de la espiritualidad a través de los gestos, que diferencian a cada uno de los personajes, influirá en autores coetáneos como Nicolas Poussin. Además de ser un pintor de evidente dramatismo, el Guercino es un excelente pintor barroco, preocupado por el juego de las luces y las sombras.