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El mosaico representa la escena de la donación imperial a la Gran Iglesia de santa Sofía de Constantinopla en el marco de la fórmula iconográfica estable. Originariamente representaba a Zoe con su primer marido Romanos III. El arte de este panel marca el triunfo del grafismo que se manifiesta a la vez en ciertas miniaturas salidas del taller de la corte. La cabeza y la mano con la que bendice Cristo, son reveladoras en este sentido y la misma tendencia se aprecia en el tratamiento de los vestidos. En cuanto a los emperadores, los vestidos e insignias de poder son tratados como obras de orfebrería, esmaltadas y tapizadas de perlas y cabujones, llegando a formar una coraza espléndida. Teotokos entre Juan II y la emperatriz Irene, el Pantocrátor y San Juan Bautista también forman parte de la decoración de mosaicos de Santa Sofía.
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Zurbarán pintó este lienzo en 1661, lo que lo sitúa ya muy al final de su vida. A lo largo de su evolución pictórica, el artista va reduciendo las composiciones y los personajes de sus lienzos, así como varía levemente el estilo, con gamas cromáticas más suaves y un ligero sfumato o difuminado en el rostro y el cuerpo. El tema que presenta en esta obra se refiere a la Pasión de Cristo: prendido por los romanos, los soldados lo desnudan y visten con una clámide y una corona de espinas para burlarse de él mientras lo maltratan físicamente. Tras los latigazos, nuevamente le visten con su túnica y lo llevan a crucificar. La escena es tremendamente patética, pues es el propio Cristo humillado quien recoge sus prendas del suelo, en una absoluta soledad de la que participa el conmovido espectador, ya que la mirada dolorosa de Cristo se fija frontalmente sobre él. Es el recurso que Zurbarán emplea para emocionar al fiel y no la sangre o las heridas abiertas que otros pintores empleaban. La potente expresión de Cristo distrae al espectador del resto del cuadro, lo que permite a Zurbarán realizar un cuerpo poco agraciado y casi abocetado, pues no es eso lo que más le importa resaltar de la persona de Cristo.
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La Semana Santa carecería de sentido si a la muerte no sucediera la resurrección. Asimismo, pues, se encargan pasos de Cristo Resucitado para uso procesional. En 1582 concertó el escultor Jerónimo Hernández la imagen de Cristo Resucitado con destino a la cofradía sevillana del Dulcísimo Nombre de Jesús, hoy en la iglesia de María Magdalena. Se ofrece desnudo, con el brazo derecho levantado, recordando el famoso Cristo de Miguel Angel, en la iglesia de Santa María Sopra Minerva, de Roma.
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Lo atípico del tema que aquí aparece nos habla sin duda de un encargo particular a Yáñez de la Almedida, que probablemente siguió las instrucciones del cliente al realizar esta escena.El tema es Cristo resucitado presentando a su madre, la Virgen, a los padres del Limbo. Cristo, tras su muerte, bajó al Limbo y a los Infiernos, en la llamada Anastasis (un tema de raíz bizantina), para rescatar del tormento a las almas de los muertos. Este hecho, que se recoge en los Apócrifos, no relata sin embargo que Cristo después hiciera esta presentación a su Madre, lo cual indicaría una relación entre los padres muertos y María.Es por tanto fácil de suponer que el tema responde a las necesidades devocionales concretas de un particular.El cuadro además no muestra el estilo depurado de Yáñez, sino que es muy probable que los aprendices de su taller colaboraran ampliamente en la realización de la obra, que a pesar de todo, no ha perdido el gusto por los italianizante característico de su autor. Así, encontramos cierta complacencia en los musculosos desnudos, del tipo miguelangelesco, combinados con cierta gracia aprendida de grabados sobre la obra de Rafael.
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En 1514 Metello Vari encomienda a Miguel Ángel esta escultura. Buonarroti se encargará de realizarla entre 1518 y 1521, tras su traslado de Florencia a Roma. Quedó sin concluir y Pietro Urbano da Pistoia se encargó de concluirla. Sería una obra aún con aire clasicista, en contraste con otros trabajos de esta época.
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El emperador Justiniano encargó la construcción de San Vital en Rávena, a Juliano Argentarius. La iglesia responde al modelo más difundido de la iglesia bizantina con planta octogonal y decorada con mosaicos en su totalidad, en los que, entre otras representaciones, aparecen Teodora y Justiniano con sus respectivos séquitos como protectores de la iglesia o esta representación, donde aparece Cristo imberbe -tal y como se muestra en las catacumbas- sobre el mundo, representado por medio de una esfera azul.
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Cristo aparece aquí representado como maestro, con el rollo de la ley en la mano derecha al modo de los antiguos filósofos griegos. Aparece imberbe y con pelo largo, sentado sobre la silla curul, que le otorga el poder de juez entre los romanos.
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El tema de la Pasión de Cristo se convierte en uno de los más atractivos en la producción de Doménikos al recoger una importante carga espiritual que era demandada por la sociedad toledana de la Contrarreforma. El Cristo sosteniendo la cruz será repetido por El Greco en numerosos lienzos; incluso, la demanda era tan alta que se vio obligado a la intervención del taller. La enorme figura de Jesús sigue el canon impuesto por Miguel Ángel, alargando Doménikos los miembros para adaptarlos a su lenguaje. El centro de la atención del lienzo está en la cabeza de Jesús, girada para dirigir su mirada hacia el cielo, solicitando explicaciones al Padre Eterno sobre el sufrimiento y mostrando así el lado humano del Salvador. Sus ojos parecen llenarse de lágrimas y el rictus de amargura se acentúa con la iluminación del nimbo estrellado. La túnica roja contrasta con la intensa oscuridad del fondo, modelando cada pliegue con luz y color, como hacía la Escuela veneciana que tanto admiró Doménikos a lo largo de su vida.