Caravaggio pintó los Cristos más bellos de su época. El modelo que utilizó el pintor es el de un hombre joven pero maduro, lejos de los sensuales adolescentes de su primera época. Así, la escena de tortura y violencia se convierte en una agradable visión del cuerpo masculino, destacado por la luz frente a la grosería de los rostros y los gestos de sus verdugos. Igualmente destaca la vulnerable desnudez del cuerpo humano contra el brillo metálico y agresivo de la coraza del soldado. La distribución de los personajes, con el soldado de espaldas y los dos verdugos, uno de frente y otro de perfil, se repite en otros cuadros de Caravaggio de similar tema.
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Es muy frecuente en esta época la aparición de pequeñas obras de arte suntuosas como placas de marfil, esmaltes y relicarios. Uno de los temas más representados en estos pequeños objetos fue la coronación simbólica del emperador, que simboliza el origen divino del emperador. En este caso, Constantino VII, vestido de ceremonial aparece representado como "Mediador de Dios, autócrata rey de los romanos", mientras Cristo le coloca la corona.
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Es muy frecuente en esta época la aparición de pequeñas obras de arte suntuosas como placas de marfil, esmaltes y relicarios. Uno de los temas más representados en estos pequeños objetos fue la coronación simbólica del emperador, que simboliza el origen divino del emperador. En este caso, Constantino VII, vestido de ceremonial aparece representado como "Mediador de Dios, autócrata rey de los romanos", mientras Cristo le coloca la corona.
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Van Dyck pintó este Cristo crucificado para el prior de los Agustinos de Amberes en 1627, poco tiempo después de regresar de Italia y dentro de una serie de cuadros de altar encargados por iglesias de Flandes que también tienen como temática la Crucifixión. Sin embargo, el cuadro que conserva el Koninklijk de Amberes nos muestra a Cristo en solitario, alzando sus ojos al cielo con gesto implorante, dialogando con Dios Padre. El anatómico cuerpo del Salvador se ilumina por un rayo de luz que rompe el cielo, realzando la figura y subrayando sus miembros robustos. La ausencia de elementos complementarios provoca que el pintor se centre en la expresión del Mesías, captando la tensión y el patetismo del momento. El estilo rápido y certero y las pinceladas fluidas provocan la creación de un efecto atmosférico en la escena, enlazando con las características habituales de la escuela veneciana que Van Dyck había admirado primero a través de Rubens y después durante su viaje a Italia.
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Una de las obras más famosas de Velázquez, fechada en torno a 1632, no sólo por su valor estético sino por las leyendas que le acompañan. La obra pertenecía al convento de las Monjas Benedictinas de San Plácido de Madrid. Se cuenta que fue donado por Felipe IV como arrepentimiento al haberse enamorado de una monja que allí profesaba. También se dice que la donación vino a través de D. Jerónimo de Villanueva, Protonotario Mayor de Aragón, por un escabroso asunto demoníaco que se había producido en dicho convento, teniendo que tomar la Inquisición cartas en el asunto. Sin duda estamos ante una maravillosa obra con una elegante figura de Cristo, con el cuerpo y los miembros suavemente modelados, recibiendo una luz clara procedente de la izquierda, recortándose la figura sobre un fondo neutro. La cabeza caída y el excelente mechón de cabello que oculta parte del rostro son los elementos más originales de la pintura. Existe una leyenda, seguramente falsa, según la cual al impacientarse el artista porque no le gustaba como estaba quedando el rostro, en un ataque de furia tiró los pinceles al lienzo, obteniendo una mancha que dio origen a la melena que cubre el rostro. Velázquez ha conseguido obtener perfectamente una imagen de la doble naturaleza, divina y humana, de Cristo.
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La figura de Cristo muerto será muy habitual en la iconografía barroca española. Murillo realizó varias versiones en las que -al igual que hicieran Zurbarán, Pacheco o Velázquez- se recorta sobre el fondo oscuro la imagen del Crucificado, iluminada por un potente foco de luz que resalta su podoresa anatomía. Cristo tiene tres clavos y la casi ausencia de sangre es una nota característica, alejándose del dolor para resaltar la importancia del momento en el que la Humanidad es redimida por el sufrimiento del Salvador. La sensación atmosférica conseguida gracias a la pincelada rápida y el impresionante efecto lumínico, sitúan esta obra en los años finales de la producción del maestro. Según Mayer estaría inspirado en el Cristo crucificado que Van Dyck pintó para la iglesia de Dendermonde. Posiblemente comprado por la esposa de Felipe V, doña Isabel de Farnesio, figura en su colección en 1746, apareciendo documentado tres años más tarde en el Palacio de Aranjuez desde donde fue trasladado al Prado en 1818.
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El estilo de Luis Salvador Carmona presenta una mezcla entre las formulas academicistas y rococó. Este Crucificado procede del madrileño Colegio del Loreto, mostrando en él su dominio de la técnica y una cierta delicadeza formal, sin renunciar aun clasicismo que anticipa posteriores fórmulas.
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El verdadero nombre de Cimabue era Cenni di Pepi, un pintor de origen florentino que fue uno de los más importantes de su época. Se le considera el fundador del realismo pictórico que desarrolló Giotto en la Florencia del siglo XIII, que rompe definitivamente con el formalismo bizantino y anuncia ya la llegada del Renacimiento. De características similares al que realizó para Arezzo unos años antes, en este Crucifijo se puede observar un Cristo que hunde la cabeza en la clavícula y que presenta una anatomía esquemática, donde se puede observar una búsqueda del naturalismo.
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Hacia el año 1555 la vida de Tiziano empieza a manifestar importantes cambios que influirán en su pintura. La boda de su hija Lavinia, los problemas con su hijo Pomponio, el fallecimiento de su hermano Francesco y su amigo Pietro Aretino, ... Todos estos problemas ponen de manifiesto al artista su vejez y soledad lo que se refleja claramente en algunos de sus trabajos como este Cristo crucificado que sería enviado a Felipe II.Resulta particularmente impresionante la soledad del Crucificado, acompañado por el cráneo de Adán mientras los últimos soldados que le custodiaban abandonan el lugar. El paisaje también está cargado de dramatismo, anticipando los paisajes que pintará Veronés.Las luces modelan el cuerpo de Cristo, renunciando a la línea monumental que caracteriza los trabajos de Miguel Angel para interesarse por el color, verdadero protagonista de la composición. Las pinceladas son cada vez más fluidas y rápidas, renunciando a los detalles para interesarse por las atmósferas, aumentando de esta manera la carga dramática del conjunto. A diferencia de la Crucifixión de Ancona, Cristo está en los momentos anteriores a su muerte, agachando la cabeza de tal manera que casi se convierte en una masa oscura que apenas podemos identificar. La carga emocional de este gesto aumenta la soledad de Jesús, fiel reflejo de los sentimientos del artista en este duro momento de su vida.
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El tema de la Pasión de Cristo será muy demandado por la piadosa sociedad española del Renacimiento y del Barroco, especialmente la Crucifixión, momento culminante de la historia. El Greco y su taller realizaron buen número de estas imágenes, considerando los especialistas que pudieron ser más de una treintena, de las que sólo la imagen que contemplamos y otra propiedad del marqués de la Motilla se dan por originales de los pinceles del maestro. La figura de Cristo en la cruz se presenta en primer plano, recortada ante un cielo grisáceo recorrido por resplandores amenazadores, observándose a los pies de la cruz una zona boscosa. El escorzo de Jesús se acentúa al colocar un sólo clavo, adaptando la imagen al Manierismo; eleva su cabeza al cielo, mostrando sobre su cabeza la típica inscripción con caracteres hebreos, latinos y griegos que simbolizan la redención de la Humanidad. El canon anatómico utilizado por Doménikos tiene una ligera deuda con Miguel Ángel aunque difiere en su alargamiento casi flamígero, que exalta la espiritualidad de sus figuras, razón de su éxito. El esquema triangular empleado recuerda al Cristo con donantes del Museo del Louvre.