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Aline Charigot y Renoir entablaron amistad desde 1880, contrayendo matrimonio 10 años después. En 1885 nació su primer hijo, Pierre, y madre e hijo se convirtieron en los modelos favoritos del artista durante una buena temporada. Estas obras coinciden con la etapa denominada periodo seco, momento en el que el impresionismo ha entrado en crisis ya que el interés hacia el color y la luz ha derivado en la pérdida de la forma y el volumen. La reacción de Renoir será recuperar la forma y el volumen a través de un excelente dibujo y unas figuras más modeladas, como bien podemos comprobar aquí. Incluso recurre a aspectos compositivos clásicos, inspirados en Fragonard o Rubens. De esta manera, las figuras se ubican en primer plano, con un tratamiento monumental, recordando a las Madonnas del Renacimiento. Pero no por emplear una mayor volumetría y un tratamiento formal clasicista Renoir abandona su admiración por el color y la luz, interesándose incluso por las atmósferas como podemos comprobar en las figuras del fondo, más abocetadas, recordando los trabajos de Degas. Lo más significativo de estos trabajos es la sensación de felicidad y armonía que se respira en ellos, como si se tratase de un refugio ante los planteamientos artísticos que estaban empezando a surgir con los nuevos creadores: el simbolismo con Gauguin, el puntillismo con Signac y Seurat o el impacto cromático de Van Gogh.
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Aline Masson será la modelo favorita de Raimundo de Madrazo. La conoció en París ya que era la hija del conserje del palacio del marqués de Casa Riera quedando el artista impresionado con su belleza y elegancia, que recogerá en numerosos trabajos como éste que contemplamos o la Pierrete. Madrazo presenta su estilo característico al mezclar un excepcional dibujo con una pincelada rápida y suelta que no omite los detalles necesarios, al igual que hacía su cuñado Fortuny. Otro de los grandes logros del artista lo encontramos en la expresión picarona y alegre de la modelo, así como el realismo y veracidad obtenida en la carnación de brazos y rostro mostrando un estilo cercano a la fotografía, dentro del más puro realismo burgués que tanto éxito estaba adquiriendo en París con Cabanel o Bouguereau.
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La gracia y la belleza que caracterizan la obra de Raimundo de Madrazo lo encontramos en esta obra, un magnífico retrato donde podemos apreciar el perfecto dibujo del rostro, las manos y las flores bordadas de la mantilla. Madrazo mezcla el dibujo con la pincelada suelta de la mantilla, el cabello o los lazos, siendo éste el estilo identificativo de la pintura realista finisecular. Destaca la expresión pícara de la modelo y la carnación de brazos y rostro, consiguiendo un estilo cercano a la fotografía. El colorido, a pesar de ser poco variado, es muy alegre, contrastando el fondo, muy oscuro, con el primer plano, más claro.
Personaje
También conocida como Aling Oriang, era hija de Nicolás de Jesús, oficial del ejército peninsular y gobernadorcillo de su localidad natal. Su madre Baltasara Álvarez Francisco era sobrina de Mariano Álvarez de Magdiwan, uno de los filipinos sublevados en Cavite contra España. Nació en Caloocan en la provincia de Rizal. Desde niña, su padre -masón, antiespañol y partidario de la independencia- la educó en estas ideas. Su familia tenía una posición desahogada, propietaria de extensas fincas dedicadas al cultivo del arroz. Sin embargo, la temprana muerte de su padre la obligó a abandonar sus estudios muy joven y hacerse cargo de la dirección de la plantación familiar, ocupándose de los arrendamientos y de dirigir a los jornaleros, mientras que sus dos hermanos seguían estudiando en la Universidad de Santo Tomás. A los 18 años se casó con Andrés Bonifacio, fundador y líder del Katipunan. Trabajó activamente junto a él para organizar y preparar la insurrección. De hecho, fue la fundadora y vice-presidenta de la rama femenina del Katipunam, además de custodiar los documentos y el sello de la sociedad secreta. Su papel fue fundamental durante la organización de la revuelta. Cuando Bonifacio fue fusilado por su rival Miguel Aguinaldo, Gregoria siguió actuando a favor de la independencia hasta la firma de los acuerdos de Biak-na-bató. Para los filipinos es la "Madre de la Revolución". Su nombre en clave era "Lakangbini" (diosa o musa en tagalo). El único hijo que tuvo de este matrimonio, el pequeño Andrés, murió a los pocos meses de nacer por las condiciones precarias en que la familia tuvo que vivir en Manila -su casa había sido quemada- y tuvieron que alojarse en las casas de los demás conspiradores, sin domicilio fijo para evitar ser capturados. El Katipunam estuvo a punto de desaparecer por la traición de uno de sus miembros. No sólo eran perseguidos por las fuerzas gubernamentales, sino que los conflictos internos amenazaban la supervivencia de la organización. De hecho, Bonifacio, capturado por su oponente Aguinaldo, fue condenado a muerte en 1897. Gregoria consiguió huir y refugiarse en las montañas Pasig. Es allí donde conoció a Julio Napkil, un comandante de las tropas katipuneras en el norte de Filipinas, con quien se casará un año más tarde, el 10 de diciembre de 1898. En 1898 se apartó de la política, frustrada por el establecimiento del dominio de Estados Unidos, y volvió a su casa de Kalocan para hacerse cargo de su propiedad. Allí viviría con su marido y sus seis hijos hasta su muerte en 1943, durante la ocupación japonesa.
fuente
Carcaj, recipiente para las flechas.
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La debilidad a la que llegó el poder del califa en 1035 dio lugar a una división del Estado en reinos menores. Entre los llamados reinos de taifas, destacó el de Zaragoza, gobernado por los Banu Hud, de origen árabe y pretendidos continuadores de la obra de los omeyas. Quisieron reconstruir un Estado centralizado y su programa político quedó plasmado en el palacio de la Aljafería en Zaragoza. Las principales novedades del arte zaragozano las encontramos en el capitel y el arco. El capitel se alarga mucho y se decora en cada una de sus hojas con una segunda serie de hojas menores. El arco de herradura es relegado, ocupando su lugar el lobulado, que pronto será sustituido por el mixtilíneo, en el que las líneas rectas alternan con las quebradas. El sistema califal de cruzar y entrelazar los arcos es llevado a sus últimas consecuencias. Tallados en gruesas placas de alabastro, se puede decir que no son arcos, sino tableros decorativos.