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Político
Alí era primo de Mahoma y uno de sus primeros fieles. Su matrimonio con Fátima, la hija del profeta, estrechó aún más los lazos familiares por lo que se convirtió en uno de los candidatos ideales a la sucesión tras la muerte de Mahoma. Alí alcanzaba el califato en el año 656 tras la muerte de Utman, al ser considerado como el legítimo sucesor del profeta por sus seguidores, los shiitas. Su reinado no fue muy duradero ya que el poder omeya combatió su legitimidad, consiguiendo derrocarle antes de ser asesinado por un partidario de otro grupo enemigo.
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Aventurero, explorador, científico, vividor..., Domingo Badía, o Ali Bey, es uno de los personajes más fascinantes de la Historia de España. Nacido en Barcelona en 1767 y bautizado en su catedral, se sabe que ya desde niño manifestó una gran inteligencia y una vasta cultura, que le hizo aprender astronomía, física, historia natural, matemáticas y filosofía. Pero lo que de verdad tuvo más influencia en su vida fue la pasión que sintió por la cultura islámica, que le llevó a aprender árabe y a estudiar la historia, los usos y costumbres de los musulmanes.Precoz y adelantado a su tiempo, a los 14 años figura ya trabajando como funcionario en Granada, siendo algo más tarde Contador de Guerra con honores de comisario y administrador de tabacos de Córdoba. En 1791 contrae matrimonio con María Berruezo, y su espíritu inquieto intenta poner en la práctica el primero de sus proyectos, embarcando a su suegro en un negocio de globos aerostáticos que, finalmente, fracasará.En 1799 se traslada a Madrid, donde se gana el favor de la corte gracias a su erudición, estableciendo unos estrechos lazos con Godoy, el poderoso valido de Carlos IV. Dos años más tarde presenta a éste el proyecto de una expedición científica y geográfica que debería recorrer la entonces misteriosa África, cuyos resultados redundarían en beneficio de la Corona española. Se trataba de un viaje de nada menos que 3.250 leguas, cerca de 18.000 kilómetros, en el que se explorarían el Atlas, el Sahara, el Golfo de Guinea y el Nilo, lugares apenas conocidos por los europeos.Pensaba Badía, con fino olfato antropológico, que conociendo el árabe y las costumbres locales y adoptando los ropajes nativos podría triunfar allí donde otros antes que él habían fracasado. Estos habían sido objeto del rechazo por parte de las poblaciones que intentaban visitar o bien víctimas de los asaltantes, que reconocían a los europeos en cuanto los veían. Debía vestirse de musulmán, más aun, convertirse en uno de ellos, para así mejor conocer la cultura ajena.Mientras se ultimaban los preparativos para la expedición, Badía viajó a París y a Londres con la intención de adquirir instrumentos científicos. Posiblemente en estas ciudades se iniciara en la masonería, conociendo a eminentes personalidades de la época. Algunas fuentes hablan también de que en la capital británica se hizo circuncidar. Entretanto, el proyecto había perdido su carácter científico para pasar a ser una misión política: Godoy pensaba aprovechar la inestable situación del reino de Marruecos para poner el país bajo control español.El viaje comenzó el 25 de mayo de 1803. Nada más llegar a Marruecos, Domingo Badía cambió su nombre por el de Alí Bey el Abbasy, inventándose un ilustre origen musulmán al declarar que era descendiente de la familia de Mahoma. Esta artimaña le será de gran utilidad a lo largo de toda su travesía, pues le abrirá las puertas de un mundo inaccesible para los occidentales. Así, conocerá al Sultán y a los nobles, aunque también su curiosidad le llevará a relacionarse con el pueblo llano. Alí Bey no tarda en ganarse los favores de cuantos le conocen. Su erudición impresiona a sus interlocutores. En cierta ocasión, tras predecir un eclipse gracias a sus conocimientos astronómicos, la multitud se agolpa ante su casa para pedirle protección. Incluso hay quienes le consideran un santo, debiendo repartir trozos de su vestimenta como si se tratara de reliquias.El mismo Sultán le colma de atenciones y agasajos, regalándole dos mujeres, una blanca y otra negra, para que compartan su lecho. Alí Bey no rechazó el presente, aunque se gana aun más la admiración del Sultán manifestando que, hasta que no visitase la ciudad santa de La Meca, no yacería con mujer alguna. Entretanto, su misión política había caído en el desinterés, lo que no impidió que Alí Bey continuara con su viaje.Tras pedir permiso al Sultán partió hacia La Meca, a la que llegó tras una peripecia de varios meses. Allí se convierte en el primer occidental que besa la piedra negra de la Kahba, símbolo sagrado del Islam. Continúa después su viaje por Damasco, El Cairo, Constantinopla y Tierra Santa, lugares de los que nos deja multitud de impresiones en su relato titulado "Los viajes de Alí Bey", escrito en árabe y traducido después a múltiples idiomas.Durante estos viajes se planteó la consecución de algunos objetivos. Uno de ellos fue la localización de los restos de la Atlántida, mítica civilización perdida uno de cuyos extremos, pensaba, debería haber ocupado parte del África Septentrional, junto a un mar interior al sur del desierto del Sahara. Otro de sus proyectos iba encaminado a reformar la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, congregación cristiana que subsistía agobiada por la presión y la animadversión de los turcos.Para esta empresa recaba el apoyo de personajes como Chateaubriand y viaja a Jerusalén y Constantinopla. Ya en Viena, comienza a redactar una memoria sobre la situación de los cristianos en Tierra Santa, lo que le llevará a ser nombrado Caballero de la Orden del Santo Sepulcro. El manuscrito consta de 31 artículos, de ellos 22, número cabalístico, dedicados a la Orden.Estando en Bayona, la invasión francesa de España y el desinterés de sus proyectos por parte de Carlos IV le persuadió de exponer sus proyectos a Napoleón, quien se mostró sumamente interesado y ordenó traer sus papeles desde Madrid. Afrancesado, Badía pensaba que la dominación gala aportaría a España aires de progreso y renovación. Así, se puso al servicio de José I, el popular y despectivamente llamado "Pepe Botella", quien le nombró Intendente General de la Provincia de Segovia.La derrota francesa le llevará a exiliarse en París, donde escribirá sus memorias y solicitará sin éxito el perdón de Fernando VII. En la Ciudad de la Luz fue nombrado Mariscal de Campo por Luis XVIII, partiendo de nuevo a Oriente en misión secreta. De su segundo viaje se conoce muy poco. Su última misiva llega desde Constantinopla, el 20 de marzo de 1818.Sobre su muerte quedan más conjeturas que certidumbres, asegurando la mayoría que murió envenenado cerca de Damasco en 1819, 1822 ó 1824. Según esta versión, los autores de su asesinato serían enviados ingleses, pues la Corona británica temía la creciente influencia francesa sobre el Próximo Oriente. Otros dicen, sin embargo, que falleció de disentería. Con la muerte del personaje no acaba su leyenda, pues parece ser que entre sus pertenencias se encontraron multitud de papeles con pictogramas que durante mucho tiempo se pensó que describían la ubicación de tesoros ocultos.
contexto
El emir Alí sucedió a su padre Yusuf en 1106, y fue un digno mantenedor, al principio, de la trayectoria ascendente iniciada por éste; continuó la guerra santa. Tamin, su hermano, comandaba con los otros generales-gobernadores almorávides una campaña contra el castillo de Uclés, que fue ganado en mayo de 1108. Poco más de un año de este éxito, Alí pasó a al-Andalus por segunda vez en su reinado para dar a la empresa el mayor realce. El ejército almorávide, dirigido por Alí, atacó Talavera y entró en ella (agosto de 1109), siguiendo su marcha hacia Toledo, tomando el castillo de Canales, en plena ilusión de reconquistar la emblemática ciudad. Esta ciudad pudo ser defendida con éxito por los cristianos, obligando a Alí, tras un mes de asedio, a levantar el cerco.En Levante le tocaba actuar al ejército almorávide. Aunque Alí continuó respetando las buenas relaciones establecidas, por su padre, con el rey hudí al-Mustain. Pero, al morir éste en la batalla de Valtierra (enero de 1110), le sucedió inmediatamente su hijo Abd al-Malik, Imad al-Dawla. A consecuencia de esta batalla, en la que tuvieron los musulmanes gran mortandad, los zaragozanos quedaron divididos: los partidarios de los almorávides, aumentando día a día, fueron la mayoría, y no tardaron en llamar en su auxilio al gobernador de Valencia Muhammad ibn al-Hayy, que entró en Zaragoza el 31 de mayo de 1110, obligando al último régulo de los reinos de taifas, Imad al-Dawla, a huir y a refugiarse en el castillo de Rueda, sobre el Jalón, donde murió en 1130. Así, el Imperio almorávide consiguió, en esta época, la máxima expansión territorial en la Península. Mientras tanto, siguieron las luchas entre los nuevos conquistadores, por un lado, y los aragoneses y catalanes, por otro, en toda la Marca Superior y en Levante, desde Tortosa y Lérida, al Este, hasta Tudela, al Oeste. La ofensiva de los almorávides continuó a través de incursiones, por tierras aragonesas y catalanas, hasta ocupar las Baleares (en 1157) que, más tarde, se convirtieron en un señorío almorávide de los Banu Ganiya.Los almorávides, que habían llegado a su máximo apogeo militar y político, de pronto empiezan a perderlo. En mayo de 1117, Alí, cruzó, por tercera vez, el Estrecho y desde Sevilla, capital de la región occidental, marchó con su ejército hacia Coimbra y la tuvo cercada veinte días, sin lograr tomarla. Mientras, en el Valle del Ebro, y tras la conquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador en diciembre de 1118, el monarca aragonés no se detiene y culmina su avance y el desmantelamiento del ex reino hudí tomando, entre 1119 y 1124, las ciudades y fortalezas importantes de la Marca Superior, desde Tudela, Tarazona, Borja, Calatayud, Daroca y Cutanda hasta Alcañiz.La pacífica convivencia entre los almorávides y los andalusíes no podía subsistir; las relaciones entre ambos empiezan a deteriorarse. Los conquistadores africanos -como escribía Jacinto Bosch Vilá- comenzaban a ser vistos por la mayoría de la población como unos odiosos dominadores que, coartando su libertad con las prerrogativas concedidas a los alfaquíes, arruinaban al pueblo con nuevas exacciones que, en un principio, no existían, porque ellos mismos las habían condenado como ilícitas.
Personaje
Militar
Político
El ataque cimerio de mediados del siglo VII a.C. acabó con la vida del rey Giges pero Lidia resistió la envestida. Su sucesor, Ardis, consiguió vencer a los invasores en Jonia mientras que Aliactes repelía definitivamente el peligro que suponían estos pueblos procedentes del Caúcaso. Eliminados los cimerios, Aliactes se dedicó a ampliar su territorio dominando la zona entre el río Halys y el Egeo, dominando todas las ciudades costeras griegas, excepto Mileto. Lo que en un principio parecía negativo para las ciudades griegas, se convirtió en una situación beneficiosa ya que aprovecharon el importante desarrollo comercial que vivía Lidia, al tiempo que mantenían sus instituciones y su cultura. Incluso el propio Aliactes se helenizó, existiendo entre ambos pueblos una fusión cultural y económica de la que todos salieron beneficiados. Creso sucedió a su padre como rey de Lidia.
contexto
De hecho, ha sido siempre así desde que este hombre, de bigote inolvidable, llegó al poder en el verano de 1979. Apenas unos meses antes, la revolución de los ayatollahs había expulsado al Sha del trono de Irán, e instaurado un régimen integrista islámico que pronto alentaría movimientos similares en los cuatro costados del mundo musulmán. El triunfo de Jomeini privó a Estados Unidos de uno de sus principales aliados en Oriente Próximo pero, además, estremeció a las monarquías petroleras del Golfo Pérsico, temerosas de que los clérigos de Teherán exportaran su revolución por toda la zona. Los Emiratos Árabes, Arabia Saudí y Kuwait vivieron un clima general de recelo, pero también Iraq se tomó muy en serio las proclamas de los dirigentes jomeinistas, que llamaban a los shiís -60 por ciento de la población de Iraq- "a sublevarse contra el régimen baasista, ateo, enemigo del Islam y del pueblo iraquí". Saddam Hussein se percató de que en Estados Unidos y en el Golfo Pérsico se buscaban paladines decididos a meter en cintura a los nuevos dueños de Teherán y no dejó pasar la ocasión de resolver, de paso, la amenaza shií que pendía sobre Iraq. Al año siguiente, embarcó a su pueblo en una guerra contra Irán. Sin embargo, lo que estaba previsto por Bagdad como una operación rápida y fulgurante derivó hacia una terrible guerra de desgaste de casi ocho años. Durante ese tiempo, Saddam fue el amigo incondicional de Washington y también de unos cuantos países europeos, con los que negoció compras gigantescas de armamentos, pagadas por los productores petrolíferos del Golfo. El final de la guerra, en 1988, dejó un sabor amargo en los despachos de los líderes iraquíes quienes, si bien habían contenido la revolución jomeinista dentro de sus fronteras, sólo podían ofrecer a su pueblo un futuro inmediato de penuria y sufrimiento: Iraq estaba agotado y endeudado. Un cambio radical en el panorama internacional brindó a Saddam Hussein una oportunidad de rehacerse. En el mes de noviembre de 1989, se quebró el Muro de Berlín y el gigantesco Imperio soviético se vino abajo poco después, ante la mirada estupefacta de la humanidad. El mundo bipolar desaparecía como por arte de magia y una nueva era, que llega hasta hoy, se abría paso a zancadas: a partir de ese momento sólo hay un superpoder, y se llama Washington. Saddam Hussein cometió el error de su vida, al pensar que sus amigos y aliados estadounidenses no se opondrían a una intervención, esta vez sí rápida y fulgurante, en Kuwait, que compensara los sinsabores de la guerra con Irán. La respuesta de Estados Unidos, sin embargo, fue una coalición mundial para apartar las manos de Saddam de los yacimientos petrolíferos de Kuwait, demasiado importantes como para dejarlos bajo el control del mismo hombre que ya dominaba los de Iraq y demasiado cercanos a los de Arabia Saudí, que hubieran constituido pronto una tentación. La coalición planetaria desalojó con notable facilidad a los iraquíes de Kuwait, pero, para pasmo general, las columnas acorazadas norteamericanas no siguieron adelante por la abierta carretera que conduce a Bagdad. Una vez más, los equilibrios internacionales salvaban a Saddam: Washington no había encontrado un Gobierno de repuesto y temió que la desaparición de su régimen fragmentara el país: el norte kurdo podía segregarse y desestabilizar Turquía, donde la población kurda mantenía una guerra endémica con el régimen de Ankara; la población shií, mayoritaria en Iraq, podía unirse a sus correligionarios de Irán, y en el centro, los sunníes buscarían protección por algún lado para asegurarse su supervivencia. El temor a la desestabilización de todo Oriente Próximo, ya bastante problemático con el conflicto palestino-israelí, salvó a Saddam Hussein, pero al precio de mantener al país "congelado" por más de una década. Durante ese tiempo, Iraq pasó a convertirse en un país absolutamente anormal en el concierto mundial. Apenas un mes después de que la guerra concluyera, en abril de 1991, los aliados establecieron una zona de exclusión aérea en el norte, por encima del Paralelo 36, para proteger a la minoría kurda. En agosto de 1992, esta medida se completó con una nueva zona de exclusión aérea en el sur, por debajo del Paralelo 32, para proteger a los shiís. Iraq tuvo desde entonces una buena parte de su espacio aéreo controlado por la aviación aliada, que no dejó de tener choques armados con las fuerzas de Saddam Hussein: el primer encontronazo se produjo el 13 de enero de 1993, cuando ciento diez aparatos de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña lanzaron un ataque contra las baterías de misiles iraquíes al sur del Paralelo 32, como respuesta a la prohibición del aterrizaje de los aviones que transportaban a los inspectores de la ONU que debían controlar la destrucción del armamento químico, biológico y nuclear.
fuente
Título concedido por la República romana de "Amigo y Aliado del Pueblo de Roma" a todos aquellos pueblos que ayudaban a Roma en momentos de dificultad, especialmente bélica. Con el tiempo, todo aquel ciudadano de la Península Itálica que no poseyera plena ciudadanía romana fue considerado "aliado". Los acuerdos a los que llegó Roma con sus aliados tenían un marcado carácter comercial, ya que a cambio de tropas armadas pagadas por los aliados, los romanos concedían protección militar y concesiones mercantiles. Eduos y bitinios fueron considerados aliados hasta que, finalmente, los pueblos itálicos se denominaron simplemente así, mientras las naciones extranjeras ostentaban el título de "Amigo y Aliado del Pueblo Romano".
acepcion
Vocablo que se refiere a los pactos o contratos realizados entre los pueblos del antiguo oriente. Uno de los ejemplos más importantes es la alianza del Sinaí, en que los hijos de los patriarcas juraron fidelidad a Yahvé.