A fines de 1794 era evidente el agotamiento tanto español como francés tras un intenso esfuerzo bélico. El ejército republicano tenía graves problemas de aprovisionamiento, ya que la colaboración de los habitantes de los territorios ocupados con los franceses era mínima, el sur de Francia sufría el desabastecimiento y el hambre afectaba a crecientes capas de la población. La caída de Robespierre el 27 de julio de 1794 había hecho que el régimen iniciado en Thermidor planteara nuevos objetivos: desvincularse del maximalismo del Terror y mitigar los afanes expansionistas de los girondinos, para lograr el reconocimiento europeo de la República burguesa y moderada que propugnaba. Esa política quedaba reflejada en las formulaciones expresadas en la Convención el 4 de diciembre de 1794: "Queremos la paz, sí; pero la queremos honrosa y duradera", para añadir: "España habrá de reconocer sin tardar que su enemiga verdadera, por no decir única, es Inglaterra", lo que venía a proclamar el deseo francés de salir de su aislamiento, reforzando su posición internacional, y atraerse a España como aliada, con su potencial naval, ante una previsible guerra con Inglaterra. Los problemas internos, como la sublevación realista de la Vendée, en el Oeste francés, los preparativos de una invasión de emigrados, apoyados por Inglaterra, o la sospecha de que una mayoría de los franceses estaban, de alguna manera, descontentos con un régimen fundado, paradójicamente, sobre la base de la soberanía popular, alentaron los deseos de ir limitando los muchos frentes exteriores que tenía abiertos la República. La firma de la paz con Prusia en abril de 1795 y la alianza con Holanda un mes después se encaminaban al objetivo del Comité de Salud Pública de centrar todos los esfuerzos en el Rin e Italia y frente a la amenaza británica. Las tropas en España se encontraban extenuadas y faltaban los recursos mínimos para seguir avanzando e, incluso, para mantener el territorio conquistado. A primeros de marzo de 1795, el Comité de Salud Pública consideraba la situación crítica, estimando que en caso de no lograr una rápida paz, "la República se hallaría expuesta a los peligros más espantosos y quizá a sucumbir irremediablemente". La situación hacendística española, las derrotas militares, con la pérdida de Figueras, Rosas y gran parte de las Provincias Vascas, la introducción de propaganda revolucionaria en aquellos territorios y un creciente malestar general que podía desembocar en una situación prerrevolucionaria, aconsejaban a Godoy aprovechar los deseos franceses de iniciar conversaciones para poner punto final a las hostilidades. La caída de Robespierre y el abandono por los thermidorianos de muchos de los postulados maximalistas, hicieron posible el inicio de contactos, que se traducirán posteriormente en la firma de una paz.
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contexto
La alianza con Rusia fue algo positivamente buscado por Francia, una empresa en la que arriesgó mucho dinero y para cuya resolución se pusieron en juego todo tipo de influencias. No importaba el carácter reaccionario de aquel país, ni los riesgos concretos que el acuerdo comportara. Lo decisivo es que se trataba de la única gran potencia con la que establecer lazos que sacaran a la República de su aislamiento en la Europa coronada. En la medida que fue presentida, despertó el entusiasmo de la opinión francesa: una escuadra rusa enviada a Tolón, en octubre de 1893, recibió una acogida triunfal por parte de la multitud, lo mismo que los marineros rusos que llegaron a París: "cuando el landó del almirante apareció, vimos a centenares de mujeres romper el cordón de las tropas. Tomando al asalto a los rusos, "como en Sebastopol", saltaron sobre los estribos... Fue una embestida hacia estos hombres, ahogados por los besos patrióticos, aturdidos por la violencia de los gritos...". Uno de los efectos secundarios de la alianza fue la aproximación de muchos conservadores a la República. Los rusos, sin embargo, se acogieron a la alianza como un recurso para conseguir fondos económicos y como el último remedio para no quedar completamente aislados en el plano internacional. Tras el veto alemán de noviembre de 1887, se iniciaron negociaciones con Francia que culminaron en la emisión de un préstamo de 125.000.000 de rublos, cubiertos por grupos financieros franceses, con la aprobación del gobierno. Pero el zar se resistía a la alianza militar y política que sugerían los franceses. Francia estaba muy alejada de las áreas cruciales de la política rusa, aunque se reconocían las ventajas de tener las espaldas guardadas en caso de guerra contra Austria-Hungría o Alemania. Por otra parte, existía el grave inconveniente de las instituciones republicanas. Al margen de lo extendido que pudieran estar los sentimientos paneslavos y antigermanos, Rusia siempre prefirió la alianza con Alemania. Insistieron intensamente en la renovación del Tratado de Reaseguro, rebajando sus exigencias hasta conformarse con "cualquier escrito, en los términos más generales", según expresión de Giers. Pero Guillermo II se negó rotundamente a renovarlo por considerarlo una "deshonestidad", contraria a las "alianzas naturales" de Alemania. El nuevo canciller, Caprivi, un honesto administrador ajeno a los problemas internacionales, manifestó que era incapaz de mantener el juego múltiple de Bismarck, y declaró que seguiría una política "clara y leal" hacia sus aliados. Rusia siguió llamando a las puertas alemanas, incluso después de haber firmado el primer acuerdo político con Francia, en 1891. Y a lo largo de 1893, antes de que el gobierno ruso ratificara la convención militar de agosto de 1892. Pero la respuesta alemana, en esta última ocasión, fue una guerra de tarifas aduaneras y la aprobación de nuevos créditos destinados a preparar una guerra "en los dos frentes". Guillermo II, inclinado personalmente hacia Gran Bretaña, y aconsejado por quien se había convertido en el hombre más influyente de su servicio exterior, el barón Holstein, despreció las propuestas rusas considerando que las posibilidades de que este país llegara a un acuerdo con cualquier otra potencia eran nulas. Sin embargo, tras la renovación de la Triple Alianza, y de algunas alusiones italianas a los acuerdos con Inglaterra, que hicieron temer a Rusia que la Triple se transformara en Cuádruple, el zar había realizado manifestaciones ostensibles de aproximación a la República francesa. El episodio más destacado ocurrió en julio de 1891, cuando una flota francesa fue recibida con entusiasmo en Kronstadt, y en la fiesta dada en honor de los oficiales franceses, el zar escuchó descubierto y en pie la Marsellesa. El primer acuerdo político entre ambas potencias fue suscrito el 27 de agosto de 1891. Se trataba de una declaración de principios generales, por la que los dos países proclamaban su amistad y prometían consultarse en caso de que uno de ellos se sintiera amenazado. Francia hubiera llegado más lejos, pero las reticencias rusas se mantenían. Las presiones económicas francesas, por una parte, y los desplantes alemanes, por otra, llevaron a Rusia a estrechar estos primeros lazos. Después de una negociación, el 18 de agosto de 1892 se llegó a una convención militar, de carácter secreto, en la que se estipulaba que si Francia era atacada por Alemania, o por Italia apoyada por Alemania, Rusia intervendría con un ejército de 800.000 hombres contra Alemania; mientras que si Rusia era atacada por Alemania, o por Austria-Hungría apoyada por Alemania, Francia pondría inmediatamente en marcha a 1.300.000 hombres. Además, se acordaba que la movilización, incluso parcial, de una de las potencias de la Triple Alianza, implicaría necesariamente la movilización en Francia y en Rusia. Ambas potencias se comprometían a no firmar la paz por separado y a mantener el acuerdo mientras durara la Triple Alianza. Las pretensiones iniciales francesas eran que, en caso de guerra con la Triple Alianza, Alemania fuese siempre considerada el enemigo principal y, por tanto, objetivo primordial de los ejércitos rusos; y que la movilización en Austria-Hungría exclusivamente, no implicara la puesta en marcha del tratado. Los rusos se negaron a ello porque, desde su punto de vista, el enemigo principal eran los austriacos. Francia cedió, aunque era consciente de que podía ser arrastrada a una guerra general por un conflicto en los Balcanes. Hasta diciembre de 1893, sin embargo, Alejandro III no ratificó la convención. El presidente francés lo hizo días más tarde, ya en 1894. La Alianza fue el primer gran éxito diplomático de la III República francesa, el acta de defunción de los sistemas bismarckianos y el comienzo de un nuevo orden internacional en Europa.
acepcion
Término que define a todos aquellos hombres de parecida edad que cumplían una serie de funciones políticas, militares o médicas dentro de la comunidad, permaneciendo unidos de forma amistosa toda la vida.
contexto
Alicante ocupa un solar desde muy antiguo habitado, por el que han pasado pueblos como el fenicio, el griego, el ibero, el cartaginés o el romano. Un primitivo asentamiento ibero se situó en el Tossal de Manises, hacia el siglo III a.C., y sobre el que poco después los griegos fundaron la colonia llamada Akra Leuke. Los siguientes en pasar por allí fueron los cartagineses. Estos, en el lugar ocupado por el actual castillo de Santa Bárbara, levantaron un recinto militar amurallado, dirigidos por Amilcar Barca. El siguiente episodio en la historia de Alicante lo protagonizan los romanos, quienes fundan una población a la que denominan Lucentum. Tras el paso de los visigodos, serán los musulmanes quienes ocupen la población, a la que denominarán Al Lekant. Su emplazamiento definitivo quedó fijado hacia el 750, pues los lugares que ocupaban los poblamientos anteriores quedaban alejados algunos kilómetros del Alicante actual. Tras cinco siglos de dominio árabe, Al Lekant es conquistada en el año 1245 por el príncipe castellano Alfonso, hijo de Fernando III, desde 1252 rey de Castilla. Sin embargo, una revuelta musulmana le obligó a abandonar la población, que será de nuevo conquistada algo más tarde por Jaime I. Las buenas relaciones entre Castilla y Aragón y los acuerdos y repartos del territorio a conquistar por parte de ambos reinos, hicieron que el aragonés Jaime I cediera a Castilla la posesión de Al Lekant, aunque más tarde se incorporará al reino de Valencia, de la mano de Jaime II. El reconocimiento de Alicante como población de importancia no llegó sino hasta finales del siglo XV, en que le fue otorgado el título de ciudad de manos de Fernando el Católico. Bajo el reinado de Carlos I, nuevamente Alicante se vio recompensada con el favor real, pues su papel en las revueltas de las germanías al lado de la monarquía le valió la concesión del Toisón de Oro. Durante el siglo XIX, el desarrollo comercial e industrial benefició a Alicante, gracias a su puerto. Consecuencia de este auge es un cierto aumento demográfico y el encumbramiento de la burguesía comercial como clase dominante en la ciudad. Los alicantinos del siglo XIX gustaban de la fiesta de los toros, no en vano la ciudad contaba con una plaza suficiente para albergar a cerca de 10.000 personas, un aforo a la altura de otros como los de Madrid o Sevilla. El desarrollo del ferrocarril hizo que este medio de transporte llegara en 1858, cuando quedó inaugurada la línea Madrid-Almansa-Alicante, tras haberse fundado dos años antes la C.M.Z.A. (Compañía de Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante). La inestabilidad política de la década moderada también hizo de Alicante una de las ciudades donde se produjeron un levantamiento, concretamente en 1844. Por último, ya en el siglo XX, durante la Guerra Civil, Alicante se convirtió en uno de los escasos puertos marítimos en poder del gobierno de la República. La Historia ha dejado en Alicante un buen reguero de monumentos. Es de destacar la Concatedral de San Nicolás de Bari, erigida entre los años 1612 y 1662; el Ayuntamiento, construido entre 1698 y 1700, o el Castillo de Santa Bárbara, muy remodelado y ampliado a lo largo del tiempo y cuyo recinto amurallado principal fue levantado en 1562 por Antonelli. Para mejor conocer su historia, su arte y su cultura, Alicante cuenta con tres grandes museos: el Museo Arqueológico Provincial; el Museo Municipal de Arte Moderno; y el Museu de les Fogueres.