Busqueda de contenidos

contexto
De las mujeres y concubinas de Motecçuma Muchos eran los palacios reales de Motecçuma, emperador de los mexicanos, dentro y fuera de la ciudad en la época en que los españoles penetraron en estas comarcas. En algunos de ellos había sido educado; otro los habitaba cuando ya poseía la dignidad real, por ostentación y grandeza. El palacio en que más se deleitaba, llamado Tépac, era soberbio; abiertas a la plaza y a las vías públicas tenía veinte puertas, sobre las que estaba esculpida un águila destrozando un tigre con las uñas, que era la insignia real, pintada también en las banderas. Se extendía por tres patios amplísimos y hermosos, principalmente uno de ellos, al cual una fuente de agua dulce hacia más ameno; y tenía el palacio cien atrios y cien baños. Los pavimentos de las salas eran de madera muy firme y muy hermosa, de abeto, de cedro, de ciprés, de pino y de palma. Las paredes brillaban con jaspe, mármol, pórfido y con una piedra reluciente negra y blanca surcada de líneas rojas. En las habitaciones lucían imágenes y figuras pintadas y en los pisos había esteras y tapetes, y alfombras de algodón, de pluma y entretejidas también de pelo de liebre. Los lechos se hacían de numerosas mantas superpuestas. A muy pocos hombres, y éstos designados para estos menesteres, se les permitía pasar la noche en esas casas reservadas tan sólo a las mujeres, de las cuales, mil o más habitaban en ellas o, según dicen otros, tres mil, si se cuentan las esclavas y las criadas. Porque Motecçuma para su uso tomaba de entre las hijas de los señores aquellas que le placían más, y las otras eran repartidas y concedidas como mujeres a los señores, a sus criados y a sus amigos. Por lo que, dicen que aconteciera alguna vez que fueran encontradas ciento cincuenta de las concubinas de Motecçuma embarazadas al mismo tiempo; las cuales por persuasión de los demonios, y puesto que a los hijos no pertenecería la herencia, en gran parte se esforzaban en abortar; a pesar de que algunas viejas añosas hicieran las veces de guardias eunucos y tuvieran a su cuidado por encargo del rey, la castidad de las mujeres y la seguridad de los fetos.
contexto
CAPÍTULO IX Del extraño tributo que pagaban los mexicanos a los de Azcapuzalco Fue la elección del nuevo rey, tan acertada, que en poco tiempo comenzaron los mexicanos a tener forma de república, y cobrar nombre y opinión con los extraños; por donde sus circunvecinos, movidos de envidia y temor, trataron de sojuzgallos, especialmente los tepanecas, cuya cabeza era la ciudad de Azcapuzalco, a los cuales pagaban tributo, como gente que había venido de fuera y moraba en su tierra. Pero el rey de Azcapuzalco, con recelo del poder que iba creciendo, quiso oprimir a los mexicanos, y habida su consulta con los suyos, envió a decir al rey Acamapixtli, que el tributo que le pagaban era poco, y que de ahí adelante le habían también de traer sabinas y sauces para el edificio de su ciudad, y ultra de eso le habían de hacer una sementera en el agua, de varias legumbres; y así nacida y criada, se la habían de traer por la misma agua, cada año sin faltar; donde no, que los declararía por enemigos y los asolaría. De este mandato recibieron los mexicanos terrible pena, pareciéndoles cosa imposible lo que les demandaba, y que no era otra cosa sino buscar ocasión para destruillos. Pero su dios Vitzilipuztli les consoló apareciendo aquella noche a un viejo, y mandole que dijese a su hijo el rey, de su parte, que no dudase de aceptar el tributo; que él le ayudaría y todo sería fácil. Fue así que llegado el tiempo del tributo, llevaron los mexicanos, los árboles que les había mandado, y más la sementera hecha en el agua y llevada por el agua, en la cual había mucho maíz (que es su trigo) granado, ya con sus mazorcas; había chili o ají, había bledos, tomates, frisoles, chía, calabazas y otras muchas cosas, todo crecido y de sazón. Los que no han visto las sementeras que se hacen en la laguna de México, en medio de la misma agua, tendrán por patraña lo que aquí se cuenta, o cuando mucho creerán que era encantamiento del demonio, a quien esta gente adoraba. Mas en realidad de verdad es cosa muy hacedera, y se ha hecho muchas veces hacer sementera movediza en el agua, porque sobre juncia y espadaña se echa tierra en tal forma, que no la deshaga el agua, y allí se siembra y cultiva, y crece y madura, y se lleva de una parte a otra. Pero el hacerse con facilidad y en mucha cuantidad, y muy de sazón, todo bien arguye que el Vitzilipuztli, que por otro nombre se dice Patillas, anduviese por allí, mayormente cuando no habían hecho ni vista tal cosa. Así se maravilló mucho el rey de Azcapuzalco, cuando vio cumplido lo que él había tenido por imposible, y dijo a los suyos que aquella gente tenía gran dios, que todo les era fácil. Y a ellos les dijo que pues su dios se lo daba todo hecho, que quería que otro año, al tiempo del tributo, le trajesen también en la sementera un pato y una garza con sus huevos empollados, y que había de ser de suerte que cuando llegasen habían de sacar sus pollos, y que no había de ser de otra suerte, so pena de incurrir en su enemistad. Siguiose la congoja en los mexicanos, que mandato tan soberbio y difícil requería. Mas su dios, de noche (como él solía), los conformó por uno de los suyos, y dijo que todo aquello tomaba él a su cargo; que no tuviesen pena, y que estuviesen ciertos que vernía tiempo en que pagasen con las vidas los de Azcapuzalco, aquellos antojos de nuevos tributos; pero que al presente era bien callar y obedecer. Al tiempo del tributo, llevando los mexicanos cuanto se les había pedido de su sementera, remaneció en la balsa (sin saber ellos cómo), un pato y una garza empollando sus huevos, y caminando, llegaron a Azcapuzalco, donde luego sacaron sus pollos; por donde admirado sobremanera el rey de Azcapuzalco, tornó a decir a los suyos que aquellas cosas eran más que humanas, y que los mexicanos llevaban manera de ser señores de todo. Pero en fin, el orden de tributar no se aflojó un punto, y por no hallarse poderosos, tuvieron sufrimiento y permanecieron en esta sujeción y servidumbre, cincuenta años. En este tiempo acabó el rey Acamapich, habiendo acrecentado su ciudad de México de muchos edificios, calles y acequias, y mucha abundancia de mantenimientos. Reinó con mucha paz y quietud cuarenta años, celando siempre el bien y aumento de su república. Estando para morir, hizo una cosa memorable, y fue que teniendo hijos legítimos a quien pudiera dejar la sucesión del reino, no lo quiso hacer, antes dejó en su libertad a la república, que como a él le habían libremente elegido, así eligiesen a quien les estuviese mejor para su buen gobierno, y amonestándoles que mirasen el bien de su república. Y mostrando dolor de no dejarles libres del tributo y sujeción, con encomendarles sus hijos y mujer, hizo fin, dejando todo su pueblo desconsolado por su muerte.
contexto
CAPÍTULO IX Hacen liga diez curacas contra los españoles y el apu Anilco avisa de ella El curaca Guachoya, aunque servía y proveía las cosas que eran menester para los navíos, era con mucha tardanza y tanta escasez que de lejos se le veía cuán contrario era su ánimo al de Anilco. Juntamente con esto se le notaba el pesar y enojo que consigo traía de ver la estima y honra que los españoles hacían al capitán Anilco, siendo pobre y vasallo de otro, que era mucha más que la que a él le hacían, siendo rico y señor de vasallos, que le parecía había de ser al contrario y dar la honra a cada uno conforme a su hacienda y no conforme a su virtud, de la cual le nació tan gran envidia que lo traía muy fatigado sin dejarle reposar, hasta que un día, no pudiendo sufrir su pasión, la mostró muy al descubierto, como veremos adelante. Será razón digamos aquí lo que intentaron los indios de la comarca entre tanto que los castellanos hacían sus carabelas, para lo cual es de saber que, frontero del pueblo Guachoya, de la otra parte del Río Grande, como atrás dijimos, había una grandísima provincia llamada Quigualtanqui, abundante de comida y poblada de mucha gente, cuyo señor era mozo y belicoso, amado y obedecido en todo su estado, y temido en los ajenos por su gran poder. Este cacique, viendo que los españoles hacían navíos para irse por el río abajo y considerando que pues habían visto tantas y tan buenas provincias como en aquel reino habían descubierto y que, llevando noticia de las riquezas y buenas calidades de la tierra (como gente codiciosa que buscaba donde poblar), volverían en mayor número a la conquistar y ganar para sí, quitándola a sus señores naturales, lo cual le pareció que sería bien prevenirse con dar orden que los españoles no saliesen de aquella tierra, sino que muriesen todos en ella, porque en parte alguna no diesen aviso de lo que en aquel reino habían visto. Con este mal propósito mandó llamar los nobles y principales de su tierra y les declaró su intención y les pidió su parecer. Los indios concluyeron ser muy acertado lo que su curaca y señor contra los castellanos quería hacer, y que el parecer y consejo de ellos era que con toda brevedad se pusiese por obra la intención del cacique y que ellos le servirían hastar morir. Con esta común determinación de los suyos, Quigualtanqui, por asegurar más su hecho, envió embajadores a los demás caciques y señores de la comarca avisándoles de la determinada voluntad que contra los españoles tenía, y que, pues el peligro que temía y deseaba remediar corría por todos, les rogaba y exhortaba, dejadas las enemistades y antiguas pasiones que siempre entre ellos había, acudiesen conformes y unánimes a estorbar y atajar el mal que les podría venir si gentes extrañas fuesen a quitarles sus tierras, mujeres e hijos, haciéndolos esclavos y tributarios. Los curacas y señores de la comarca recibieron cada uno de por sí con mucho aplauso y regocijo a los embajadores de Quigualtanqui, y con la misma solemnidad aprobaron su parecer y consejo y loaron mucho su discreción y prudencia, así por parecerles que tenía razón en lo que decía como por no le desdeñar y enojar si lo contradijesen, que todos le temían por ser más poderoso que ellos. De esta manera se aliaron diez curacas de una parte y otra del río, y entre todos ellos fue acordado que cada uno en su tierra, con gran secreto y diligencia, apercibiese la gente que pudiese y juntase las canoas y los demás aparatos necesarios para la guerra que en tierra y agua pretendían hacer a los españoles; y que con ellos fingiesen paz y amistad para descuidarlos y tomarlos desapercibidos; y que cada uno de por sí enviase sus embajadores, y no fuesen todos juntos, porque los españoles no sospechasen algo de la liga y se recatasen de ellos. Concluida la conjuración entre los curacas, Quigualtanqui, como principal autor de ella, envió luego sus mensajeros al gobernador Luis de Moscoso ofreciéndole su amistad y el servicio que de él quisiese recibir. Lo mismo hicieron los demás caciques, a los cuales respondió el general agradeciendo su buen ofrecimiento y que los españoles holgaban mucho tener paz y amistad con ellos. Y, en efecto, holgaron con la embajada, no entendiendo la traición que debajo de ella había, y el contento fue porque había muchos días que andaban ahítos de pelear. En esta liga, aunque fue convidado, no quiso entrar el cacique Anilco, ni su capitán general, a quien también llamamos Anilco; antes les pesó saber que los demás curacas tratasen de matar los castellanos porque los amaban y querían bien. Con este amor, y por cumplir la fe y palabra que de su leal amistad les habían dado, el apu Anilco, de parte de su cacique y suya, dio cuenta al gobernador de lo que los indios de la comarca trataban contra él y, habiendo dado el aviso, dijo que de nuevo ofrecía a su señoría el servicio y amistad de su cacique y la suya y que le servirían con el mismo amor y lealtad que hasta entonces, y prometía de avisar adelante lo que entre los conjurados se tratase. El gobernador, con muy buenas palabras, agradeció al general Anilco lo que le dijo, y las mismas envió a decir a su curaca, estimando mucho su amistad y lealtad. Es de notar que el cacique Anilco, aunque hacía a los españoles la amistad y servicio que hemos dicho, nunca quiso venir a ver al general y siempre se excusó con decir que tenía falta de salud. Mas la verdad es que él mismo confesaba a los suyos estar corrido y avergonzado de no haber aceptado la paz y amistad que los castellanos, cuando la primera vez vinieron a su tierra, le habían ofrecido, y decía que este empacho no le daba lugar a que pareciese ante ellos. Del curaca Guachoya, que también se mostraba ser amigo de los nuestros, no se pudo saber de cierto si entraba en la liga o no, mas sospechose que, pues no daba noticia de ella, la consentía, y que a su tiempo entraría en ella. A esta sospecha y mal indicio ayudaba otro peor, que era el odio y rencor que mostraba tener al cacique Anilco, y lo mucho que le pesaba de que el gobernador y los españoles le honrasen y preciasen tanto como le estimaban. Lo cual ellos hacían en agradecimiento de lo mucho que les ayudaba para hacer los bergantines y por lo que nuevamente con su lealtad les había obligado en avisarles del levantamiento de la tierra. Empero Guachoya, no atendiendo a las obligaciones de los españoles, antes instigado de la enemistad antigua y de la envidia presente, andaba siempre con el gobernador descomponiendo y desacreditando a Anilco, diciendo de él en secreto todo el mal que podía. Lo cual atribuían el general y sus capitanes que lo hacía con industria y maña para que no creyesen a Anilco si de la liga les hubiese dicho o dijese algo, porque Guachoya, por no haber querido Anilco entrar en ella, lo tenía por sospechoso y contrario de todos y temía que había de descubrir la traición que los demás curacas tenían ordenada, y así andaba disimuladamente previniendo lo que parecía convenirle.
contexto
CAPITULO IX Del comercio de Cartagena en tiempo de armada de galeones y otros navíos que van de España como tambien del que mantiene de generos y frutas de la tierra con otros paises de las Indias 180 Siendo la bahía de Cartagena de las Indias adonde llegan las armadas de galeones á hacer su primera escala, goza, con este motivo, desfrutar el comercio de las ventas que se celebran en ella. Estas, aunque no son acompañadas de aquella formalidad que se practica en la feria de Portobelo, no dexan de ser quantiosas porque, trayendo allí los comerciantes de las provincias interiores de Santa Fé, Popayán y Quito sus caudales y otros que llevan por encomienda, los emplean en aquellos generos que necessitan para el abasto de ellas en mercaderías y frutos. Las dos provincias de Santa Fé y Popayán no se proveen de frutos ni tienen otra entrada de ellos que por la vía de Cartagena, para lo qual baxan con plata y oro sellado en tajos y polvo; y esmeraldas, que son los metales y piedras de estimacion que se encuentran en aquellos paises, en los quales, además de las minas de plata que se trabajan en Santa Fé y modernamente se van aumentando con nuevos descubrimientos, hay las que producen las finissimas, cuya estimacion, haviendo descaecido en Europa, y particularmente en España, ha hecho minorar el trabajo de su beneficio y el comercio de ellas, que en otro tiempo era mucho mayor; y á unas y otras se agrega el oro en abundancia, que se saca en el Chocó y paga sus quintos en la Caxa real de aquella capital. 181 Este comercio estuvo prohibido algunos años á instancias y representaciones del de Lima por el perjuicio que les hacía, passando los generos desde Quito, al Perú y abasteciendolo, interin que sus comerciantes venían á Panamá y Portobelo á la celebracion de la feria, de que se seguía que, á su vuelta, encontraban los precios de los generos en mucha decadencia y, de ella, les redundaban pérdidas considerables; pero haviendo considerado que el prohibirles la compra en Cartagena, luego que llega la armada, cedía en atrasso considerable de aquellas provincias, se dispuso en reparo de uno y otro que, desde el punto en que se publicasse en aquellas partes la llegada de los galeones á Cartagena, quedasse intercepto todo comercio de ropas entre Quito y Lima, siendo el lindero que los divide para esto el de las dos Audiencias, en los que los corregimientos de Loja y Zamora, que pertenecen á la de Quito y Piura, que lo es de la de Lima. En esta conformidad, se logra que aquellas provincias se provean de las ropas y generos que necessitan y que no causen perjuicio al comercio del Perú. Esta providencia se puso en planta en la armada que llevó á su cargo el año de 1730 el theniente general Don Manuel Lopez Pintado, á quien confirió S.M. la autoridad de poner en curso este comercio si conociesse que con aquella disposicion se lograban los dos fines y no se ofrecia otro medio mas comodo para todos; y con este arbitrio no solo se consigue el fin principal que lo ocasionó sino tambien el de que, en la demora que la armada ha de hacer en Cartagena, logren los cargadores negocios que los entretengan con las ventas que se les proporcionan y no les quedan sin recompensa los gastos que causan en ella. 182 Interin que estuvo prohibido este comercio, se les obligó á sus individuos á que se uniessen con la armada del Perú, baxando por Guayaquil á Panamá, ó que esperassen á emplear en los razagos de feria despues que, haviendola terminado, vuelve la armada á Cartagena, de lo qual se les seguian grandes atrassos porque, primeramente, para passar desde toda la jurisdiccion de Santa Fé á Guayaquil, tenian que hacer un viage de mas de 400 leguas por tierra con el dinero y despues volver á deshacerlas con la ropa, cuyos fletes crecian excessivamente. Las averías que recibian los generos en aquellos paises con la mucha frequencia de las aguas las echaban á perder y hacian que fuessen mucho mas caras las que llegaban sin este perjuicio, y el riesgo que tenian en los transitos de las puentes, laderas y vados de los muchos rápidos rios que era forzoso atravesar les era inevitable; con que, de todo esto se seguia el hacerse casi impracticable esta via, y, quedando reducido todo el recurso á la esperanza de los rezagos, havia en él la contingencia ó de que no quedassen de la feria ó de que fuessen pocos y no pudiessen hacer su empleo todos y que los que no tenian cabimento huviessen de sufrir la pérdida de los costos en baxar á Cartagena y volverse con sus caudales, á que se agregaba ser la escoria de todas las mercaderias las que les quedaban para hacer sus compras y sin surtimiento, de modo que ninguna providencia podia evadirlos de estos inconvenientes sino es la que entonces se tomó. 183 Con el motivo de esta pequeña feria, que assi se puede llamar la que se hace en Cartagena, se abren muchas tiendas de mercancias en aquella ciudad, cuyas ganancias ceden una parte en beneficio de los mismos españoles que van en la armada recomendados ó agregados á los cargadores y otra en el de los que están yá avecindados allí, á quienes, unos por llevar anchetas, aunque cortas, y otros por estar yá acreditados, les franquean los cargadores los generos que van necessitando á proporcion que venden para el surtimiento de sus tiendas. En estas ocasiones, se utiliza todo aquel vecindario, unos con el ingreso de los arrendamientos de sus casas y tiendas, otros con el de las obras que se ofrecen, segun el oficio que professan, y otros con los jornales de los negros y negras esclavos que tienen porque, no faltandoles en que trabajar, se aumenta el precio de estos; y corriendo la plata con abundancia entre todos, tienen no solo para vestirse, quedar proveidos de ropa y lo necessario hasta otra armada, pero aun con dinero de sobre; y, assi, en estas ocasiones, se rescatan y libertan muchos esclavos con lo que ahorran despues de haver pagado sus jornales y haverse mantenido. 184 Este beneficio experimentan igualmente todos los pueblos y estancias, hasta las mas reducidas chacaras de toda aquella jurisdiccion, porque con el mayor concurso de gente, que repentinamente aumenta en una quarta, tercia parte ó mitad aquel vecindario, se consumen con mucha abundancia todos los frutos y generos comestibles, se alteran los precios de todo y assi les dexan mayores utilidades. 185 Todo este bullicio de comercio y tragin quando hay armada, cessando de repente con su ausencia, dexa á esta ciudad en grande soledad, silencio y tranquilidad, porque el comercio particular que allí se hace con los paises de otras governaciones es tan corto en tiempo muerto, que assi se llama el en que no hay armada, que no llega á ser objeto de atencion. La mayor parte de este consiste en algunas balandras que van de la Trinidad, la Habana ó Santo Domingo á llevar tabaco en hoja y polvo y azucares y volver cargadas de cacao, de la Magdalena, losa, arroz, y á este respeto de otros generos que son escasos en aquellas islas; pero suelen passarse regularmente dos ó tres meses ó mas tiempo sin verse entrar ninguna de estas embarcaciones, y sucede lo mismo con las que van de Cartagena á Nicaragua, la Veracruz, Honduras y otras partes, siendo los destinos que mas frequentan á Portobelo, Chagre ó Santa Marta, y es la causa de tan corto tráfico que casi todos estos parages se hallan proveidos de unos mismos frutos; con que, no se les ofrecen las coyunturas de tener que hacer comercio con ellos reciprocamente. 186 El que mantiene Cartagena en tiempo muerto es con las poblaciones de su propia jurisdiccion, de las quales le entran los mantenimientos y otros abastos necessarios, que son maiz, arroz, algodón, puercos vivos, tabaco, plátanos, aves, cazabe, azucar, miel y cacao. La mayor parte de esto se conduce en canoas y champanes, de los cuales navegan por los esteros y costas las primeras y los champanes por los rios de la Magdalena, el Sinú y otros por ser embarcacion adequada para ello, y en retorno de esto llevan alguna ropa de la que quedan abastecidas aquellas tiendas y almacenes en tiempo de armada ó de la que entre con algunas presas que se hacen en la costa, unas veces por navios corsarios de guerra que van de España y otras por embarcaciones particulares que arman entre el vecindario. 187 Todo genero de comestible se vende allí libre de contribuciones reales, y cada uno mata en su casa los puercos que puede consumir en la venta de aquel dia porque esta carne no se gasta salada y los calores no permiten que pueda guardarse fresca mucho tiempo. Los frutos que se llevan de España, como aguardiente, vino, aceyte, almendra, passa y otros, pagan sus derechos correspondientes á la entrada y despues se venden con la misma libertad, pero los que los menudean tienen que pagar alcavela por las pulperías ó tiendas en donde los expenden. 188 Además de estos efectos que son los que entretienen allí aquel corto comercio interior, es aquella una de las caxas, siempre que hay assiento de negros, adonde los llevan y están como en deposito hasta que baxan de las provincias interiores á comprarlos los que los necesitan para sus haciendas porque es general el trabajarlas todas con ellos, y entonces, con este motivo, es algo mas crecido el comercio aunque nunca quantioso. Y no pudiendo sufragar el producto de las Caxas reales de aquella ciudad, á lo que se necessita para la subsistencia y sueldos del governador, tropa y otros empleos que mantiene allí S.M., se le subministran de las Caxas reales de Santa Fé y Quito las sumas equivalentes con el nombre del situado para hacer los pagamentos á estas personas y las obras que necessitan las fortificaciones, tren de artilleria y otras providencias conducentes al mejor estado y prevenciones de aquella plaza y fortalezas.
contexto
Del camino que hay entre la ciudad de San Sebastián y la ciudad de Antiocha, y las sierras, montañas y ríos y otras cosas que allí hay, y cómo y en qué tiempo se pueden andar Yo me hallé en esta ciudad de San Sebastián de Buena Vista el año de 1536, y por el 37 salió della el licenciado Juan de Vadillo, juez de residencia y gobernador que en aquel tiempo era de Cartagena, con una de las mejores armadas que han salido de la Tierra Firme, según que tengo escripto en la cuarta parte desta historia. Y fuimos nosotros los primeros españoles que abrimos camino del mar del Norte al del Sur. Y desde pueblo de Urabá hasta la villa de Plata, que son los fines del Perú, anduve yo, y me apartaba por todas partes a ver las provincias que más podía, para poder entender y notar lo que en ellas había. Por tanto, de aquí adelante diré lo que vi y se me ofrece, sin querer angrandescer ni quitar cosa de lo que soy obligado; y desto los lectores reciban mi voluntad. Digo, pues, que saliendo de la ciudad de San Sebastián de Buena Vista, que es el puerto que dicen de Urabá, para ir a la ciudad de Antiocha, que es la primera población y la última del Perú a la parte del norte, van por la costa cinco leguas hasta llegar a un pequeño río que sé llama Río Verde, del cual a la ciudad de Antiocha hay cuarenta y ocho leguas. Todo lo que hay deste río hasta unas montañas de que luego haré mención, que se llaman de Abibe, es llano, pero lleno de muchos montes y muy espesas arboledas y de muchos ríos. La tierra es despoblada junto al camino, por haberse los naturales retirado a otras partes desviadas dél. Todo lo más del camino se anda por ríos, por no haber otros caminos, por la grande espesura de la tierra. Para poderla caminar y pasar seguramente las sierras sin riesgo han de caminarlo por enero, febrero, marzo y abril; pasados estos meses hay grandes aguas y los ríos van crecidos y furiosos; y aunque se puede caminar, es con gran trabajo y mayor peligro. En todo tiempo los que han de ir por este camino han de llevar buenas guías que sepan atinar y salir por los ríos. En todos estos montes hay grandes manadas de los puercos que he dicho; en tanta cantidad, que hay hatajo de más de mil juntos, con sus lechoncillos, y llevan gran ruido por do quiera que pasan. Quien por allí caminare con buenos perros no le faltará de comer. Hay grandes dantas, muchos leones y osos crescidos, y mayores tigres. En los árboles andan de los más lindos y pintados gatos que puede ser en el mundo, y otros monos tan grandes, que hacen tal ruido, que desde lejos los que son nuevos en la tierra piensan que es de puercos. Cuando los españoles pasan debajo de los árboles por donde los monos andan, quiebran ramos de los árboles y les dan con ellos, cocándoles y haciendo otros visajes. Los ríos llevan tanto pescado que con cualquiera red se tomara gran cantidad. Viniendo de la ciudad de Antiocha a Cartagena, cuando la poblamos, el capitán Jorge Robledo y otros, hallábamos tanto pescado que con palos matábamos los que queríamos. Por los árboles que están junto a los ríos hay una que se llama iguana, que paresce serpiente; para apropiarla, remeda en gran manera a un lagarto de los de España, grande, salvo que tiene la cabeza mayor y más fiera y la cola más larga; pero en la color y parecer no es más ni menos. Quitado el cuero y asadas o guisadas son tan buenas de comer como conejos, y para mí más gustosas las hembras; tienen muchos huevos; de manera que ella es una buena comida, y quien no las conoce huiría dellas, y antes le pondría temor y espanto su vista que no deseo de comerla. No sé determinar si es carne o pescado, ni ninguno lo acaba de entender; porque vemos que se echa de los árboles al agua y se halla bien en ella, y también la tierra dentro, donde no hay río, ninguna se halla. Hay otras que se llaman hicoteas, que es también buen mantenimiento; son de manera de galápagos; hay muchos pavos, faisanes, papagayos de muchas maneras y guacamayas, que son mayores, muy pintadas; asimismo se ven algunas águilas pequeñas y tórtolas, perdices, palomas y otras aves nocturnas y de rapiña. Hay, sin esto, por estos montes culebras muy grandes. Y quiero decir una cosa y contarla por cierta, aunque no la vi, pero sé haberse hallado presentes muchos hombres dignos de crédito, y es, que yendo por este camino el teniente Juan Greciano, por mandado del licenciado Santa Cruz, en busca del licenciado Juan de Vadillo, y llevando consigo ciertos españoles, entre los cuales iba un Manuel de Peralta y Pedro de Barros y Pedro Jimón, hallaron una culebra o serpiente tan grande que tenía de largo más de veinte pies y de muy grande anchor. Tenía la cabeza rosilla, los ojos verdes, sobresaltados; y como los vio, quiso encarar para ellos, y el Pedro Jimón le dio tal lanzada que, haciendo grandes bascas, murió, y le hallaron en su vientre un venado chico, entero como estaba cuando lo comió; y oí decir que ciertos españoles, con la hambre que llevaban, comieron el venado y aun parte de la culebra. Hay otras culebras no tan grandes como ésta, que hacen cuando andan un ruido que suena como cascabel. Estas, si muerden a un hombre, lo matan. Otras muchas serpientes y animalías fieras dicen los indios naturales que hay por aquellas espesuras, que yo no pongo por no las haber visto. De los palmares de Urabá hay muchos, y de otras frutas campesinas.
contexto
Del templo de los mexicanos y del xerolofo Los templos eran llamados por aquella gente "tehucálli", o sea moradas de los dioses. Eran numerosísimos en México y cada uno daba servicio a su propio barrio de los que no había ninguno sin oratorios o altares, habitáculos o sedes de los ídolos, en que estuvieran colocadas las imágenes torpísimas y deformes de dioses inmundos. Se sepultaban en ellos los señores a cuyas expensas habían sido fundados, porque los demás eran enterrados en los pavimentos, atrios y patios. Describiremos la estructura del templo mayor, para que así venga a la vista la fábrica de todos los demás. Era un cuadrado cuyos ángulos distaban casi quinientos pasos uno del otro, rodeado de un muro de piedra que se abría por sólo cuatro puertas a las vías públicas de la ciudad. Casi la mitad del pavimento de este espacio era un aplanado sólido de tierra y piedra y, como el patio mismo, un cuadrado de cincuenta ulnas de lado. De allí se levantaban una construcción, que se atenuaba poco a poco a modo de pirámide y concluía en una azotea cuadrada de ocho o diez ulnas por lado, a la cual se subía por la parte del Ocaso por ciento trece escalones, muy hermosos a la vista y fabricados con un género de piedra digno de verse: destinados principalmente a los sacerdotes que bajaban y subían con pompa o que llevaban algún hombre para ser inmolado. En la parte más alta se veían dos aras de cinco palmos de longitud y separadas una de la otra, una a la derecha y otra a la izquierda y tan cerca de la orilla posterior de la azotea que apenas pudiera alguien pasar por detrás de ellas. Rodeado de un muro de piedra de apariencia monstruosa por las horribles esculturas, estaba cada uno de los altares dentro de un curioso y elegante oratorio de bóvedas de madera artesonadas y construidas con todo primor, sobre las que había tres bóvedas de mayor a menor, en gracia de las cuales se levantaba la mole hasta una altura increíble sobre la pirámide y se erguía en alta y hermosa torre. Desde ahí se podía ver en uno y otro sentido toda la ciudad, el lago y en él las ciudades y los pueblos a lo lejos y nada más hermoso podía presentarse a la vista. Entre el último escalón y los altares se extendía la plazoleta o azotea donde tenían lugar las acostumbradas ceremonias del sacrificio, sin ningún impedimento por parte de los presentes de alguna u otra cosa. Todo el pueblo con los ojos vueltos al Oriente y (según parecía) atentos los ánimos, oraba suplicante. Sobre cada altar se veía una estatua de uno de los dioses máximos. Además de las torres, construidas sobre los oratorios que estaban sobre la pirámide, se divisaban otras cuarenta o más, diferentes en altura y cerca de otros templos menores que rodeaban el mayor; de cualquier forma que constaran, no sólo veían al Oriente, sino a varias regiones del cielo y esto no sin razón, sino para que pareciera que en algo se diferenciaban del Templo Mayor. Y éstos o eran del mismo tamaño o se consagraban a los mismos Dioses (?). Uno de ellos era cónico y dedicado al Dios de los Vientos, que llaman Quetzalcoatl, que rige el movimiento de los vientos, remolinos y torbellinos. Su entrada o puerta era semejante a la boca y fauces de un gran dragón, en la cual estaban esculpidas imágenes hórridas y deformes, y los dientes caninos y los otros menores aparecían de tanta magnitud y deformidad que infundían horror en los que entraban. Había otros templos que presentaban libre acceso por todas partes por la disposición de sus escaleras; otros que junto a cada uno de sus ángulos tenían pequeñas capillas. Todos estos templos estaban dotados de casas, de dioses particulares y de sacerdotes dedicados al culto de éstos. Lunto a cada una de las puertas del patio del templo mayor, había un amplio edificio y otros menores con muchos almacenes agrupados alrededor y llenos de armas; porque en verdad eran casas públicas y comunes y toda la fuerza de las ciudades dependía de los templos. Había también otros tres edificios con pisos y techos de madera, grandes y amplios, con paredes de piedra pintada, llenos de estatuas y de pinturas y con muchos oratorios y celdas con pequeñas puertas, muy tenebrosos porque admitían la menos luz posible. Allí se colocaban innumerables géneros de ídolos, grandes, pequeños y medianos, fabricados de varias materias, chorreando todos sangre humana y el crúor de los inmolados, negro y hórrido. ¡Qué digo, si hasta las paredes estaban cubiertas con una costra de dos dedos de grueso y los pavimentos con otra de nueve pulgadas, vestigio de matanza humana, despojos amplísimos de los dioses y adorno admirable de los templos! Y todos los días entraban allí los sacerdotes y se regocijaban de encontrarse en esa inmundicia y pestilencia, y de aspirar el olor ingrato de la sangre humana. Y no a todos se permitía la entrada, sino sólo a los señores y a los próceres, con la condición de que ofrecieran un esclavo para ser inmolado a los dioses. El resto del espacio lo ocupan un estanque de agua dulce, los aviarios y los huertos sembrados con hierbas y árboles cargados de flores de gratísimo olor. Tal y tan grande era el templo mexicano de Vitzilopuchtli consagrado a los dioses falsos. En él habitaban más o menos cinco mil sacerdotes y otros encargados de los bienes de los execrados edificios. Son en verdad riquísimos y tienen muchos ciudadanos a quienes incumbe restaurar los techos destruidos y componerlos y suministrar carne, cereales de todo género, pescado, leña y las otras cosas necesarias a la vida. Desde el Templo Mayor se podía ver una especie de teatro, conspicuo por dos torres de cuyos techos y bóvedas colgaban, cuando por primera vez se presentaron los españoles en esos lugares, ciento treinta y seis mil calaveras, además de otras innumerables incrustadas en las paredes y torres, como si fueran piedras, todas de hombres inmolados a los feos demonios: a tal punto codician y ambicionan éstos la sangre humana y la honra debida al Sumo Autor de las cosas. Atroz y miserable espectáculo, pero muy propio de la miseria y fragilidad humanas, y conveniente a ellas, que deben contemplarse aquí en imagen.
contexto
CAPÍTULO IX Número de las leguas que los españoles entraron la tierra adentro Algunos habrá que se admiren de ver que nuestros españoles hubiesen entrado la tierra tan adentro como se ha dicho, y quizá pondrán duda en ello, a los cuales decimos que no se admiren, que mucho más adentro estuvieron, porque llegaron a las primeras fuentes del nacimiento de este Río Grande. Y después donde se embarcaron en la provincia de Aminoya, cerca de la de Guachoya, tenía diez y nueve brazas de hondo y un cuarto de legua de ancho, como se dijo cuando lo sondaron para echar en él el cuerpo del gobernador y adelantado Hernando de Soto. Y los que presumían entender algo de cosmografía decían que de donde se embarcaron hasta el nacimiento del río había trescientas leguas, y otros decían muchas más, que yo pongo la opinión más limitada, de manera que le daban ochocientas leguas de corriente hasta la mar, y todas éstas entraron estos españoles la tierra adentro. Cuando Dios fuese servido que se gane aquella tierra, verán por este río lo que los nuestros se alejaron de la mar, que por ahora yo no puedo verificar más esta relación de como la escribo. Y aún ha sido mucho haber sacado en limpio esto poco, al cabo de tantos años que ha que pasó y por gente que su fin no era de andar demarcando la tierra, aunque la andaban descubriendo, sino buscar oro y plata. Por lo cual se me podrá admitir en este lugar el descargo que en otras he dado de las faltas que esta historia lleva en lo que toca a la cosmografía, que yo quisiera haberla escrito muy cumplidamente para dar mayor y mejor noticia de aquella tierra, porque mi principal intento en este mi trabajo, que no me ha sido pequeño, no ha sido otro sino dar relación al rey mi señor y a la república de España de lo que tan cerca de ella los mismos españoles tienen descubierto, para que no dejen perder lo que sus antecesores trabajaron, sino que se esfuercen y animen a ganar y poblar un reino tan grande y tan fértil: lo principal, por el aumento de la Fe Católica, pues hay donde tan largamente se puede sembrar y en gente que, por los pocos abusos y ceremonias que tienen que dejar en su gentilidad, está dispuesta para la recibir con facilidad. A la cual predicación están obligados los españoles más que las otras naciones católicas, pues Dios, por su misericordia, los eligió para que predicasen su evangelio en el nuevo mundo y son ya señores de él, y les sería gran afrenta y vituperio que otras gentes les ganasen por la mano, aunque fuese para el mismo oficio de predicar. Cuanto más que, estando, como están, casi todas las naciones nuestras comarcanas inficionadas con las abominables herejías de estos infelices tiempos, es mucho de temer no la siembren en aquella gente tan sencilla procurando hacer asiento entre ellos como ya lo han intentado. Lo cual sería a cuenta y cargo de la nación española, que, habiéndoles dado Jesu Cristo Nuestro Señor y la Iglesia Romana, esposa suya, madre y señora nuestra, la semilla de la verdad y la facultad y poder de la sembrar, como lo han hecho y hacen de ciento y diez años a esta parte en todo lo más y mejor del nuevo orbe, que ahora, por su descuido y por haberse echado a dormir, sembrarse el enemigo cizaña en este gran reino de la Florida, parte tan principal del nuevo mundo, que es suyo. Demás de lo que a la religión conviene, deben los españoles de hoy más, por su propia honra y provecho, esforzarse a la conquista de este imperio donde hay tierras tan largas y anchas, tan fértiles y tan acomodadas para la vida humana como las hemos visto. Y las minas de oro y plata que tanto se desean, no es posible sino que buscándolas de asiento se hallen, que, pues en ninguna provincia de las del nuevo mundo han faltado, tampoco faltaran en ésta. Y, entre tanto que ellas se descubren, se puede gozar de la riqueza de las perlas tantas, tan gruesas y hermosas como las hemos referido, y del criar de la seda, para cuyo beneficio hemos visto tanta cantidad de morales, y para sembrar y curar toda suerte de ganados no se puede desear más abundancia de pastos y fertilidad de tierra que la que ésta tiene. Por todo lo cual supliquemos al Señor ponga ánimos a los españoles para que por esta parte no se descuiden ni aflojen en sus buenas andanzas, pues por todas las demás partes del nuevo mundo cada día descubren y conquistan nuevos reinos y provincias más dificultosas de ganar que las de la Florida, para cuya entrada y conquista tienen desde España la navegación fácil, que un mismo navío puede hacer al año dos viajes, y para caballos tienen toda la tierra de México, donde los hay muchos y muy buenos, y para el socorro, si lo hubiesen menester, se les podía dar de las islas de Cuba y Santo Domingo y sus comarcanas, y de la Nueva España y de Tierra Firme, que, habiendo la comodidad de aquel Río Grande, tan capaz de cualquier armada, con facilidad podrán subir por él siempre que quisiesen. De mí sé decir que si, conforme el ánimo y deseo, hubiera dado el Señor la posibilidad, holgara gastarla juntamente con la vida en esta heroica empresa. Mas ella se debe de guardar para algún bien afortunado, que tal será el que la hiciese, y entonces se verificarían las faltas de mi historia, de que he pedido perdón muchas veces. Y con esto volvamos a ella, que, por el afecto y deseo de verla acabada, ni huyo al trabajo que me es insoportable, ni perdono a la flaca salud, que anda ya muy gastada, ni la deseo ya para otra cosa, porque España, a quien debo tanto, no quede sin esta relación, si yo faltase antes de sacarla a luz.
contexto
CAPITULO IX Noticias del rio Guayaquil y de las habitaciones que pueblan sus orillas, fabrica de las embarcaciones que lo trafican y pesca que se hace en él 454 Como el rio de Guayaquil sea el conducto por donde se executa el comercio de esta ciudad, es forzoso colocar con anticipacion á la noticia del tráfico su descripcion y particularidades para que sobre el conocimiento de ellas recayga mejor el exacto de aquel assunto. 455 La distancia que tiene este rio en lo que es navegable, desde la ciudad hasta las bodegas de Babahoyo, su desembarcadero, la regulan comunmente los que tienen el exercicio de su tráfico por vueltas ó tornos y, siendo todo culebreado, contiene veinte de ellas, aunque hasta el Caracol, que es el puerto del desembarcadero en ibierno, hay veinte y quatro; las mas dilatadas son las tres inmediatas á la ciudad, que pueden tener como dos leguas y media de distancia, y las otras á una con corta diferencia, de lo qual se concluirá que toda la que hay desde Guayaquil á las bodegas de Babahoyo por las diversas direcciones que siguen sus vueltas es de veinte y quatro leguas y media y hasta el Caracol veinte y ocho y media. Estas se andan con mucha variedad en el tiempo conforme á la estacion y á la embarcacion en que se hace el transito. En tiempo de ibierno, navegandolo en chata, se gastan 8 á 9 dias para ir desde Guayaquil al Caracol, y se deshace en dos por ser de baxada; en el verano, en canoa ligera, se sube el mismo transito en tres mareas y se baxa en poco mas de dos, y á este respeto en las demas embarcaciones, siendo siempre mas breve la baxada que la subida por la corriente natural que lleva el rio en las vueltas cercanas á la bodega, donde toda la fuerza mayor de la marea no produce otro efecto que el de hacer parar el agua que baxa. 456 Desde Guayaquil á isla Verde, que es la boca del rio en la ensenada de la Puná, tienen aquellos mismos prácticos computadas seis leguas con corta diferencia, cuya distancia es compuesta de algunas vueltas ó tornos en la misma forma que por la otra parte, y desde isla Verde á la Puná tres leguas; con que, toda la distancia desde el Caracol, puerto mas interior del rio adonde llegan las embarcaciones, hasta el de la Puná es de treinta y siete leguas y media. En la distancia desde isla Verde á la Puná se ensancha tanto que dexa descubrir horizonte por las partes del norte y sur, aunque por la primera en algunos parages se perciben los manglares. 457 En la boca, junto á isla Verde, será su ancho como de una legua y lo mismo en Guayaquil ó aun algo mas, pero desde esta ciudad vá angostandose acia arriba y forma en toda su distancia, además de la madre principal, otros varios brazos ó esteros, de los quales uno tiene el desembocadero enfrente de la ciudad, y su nombre es estero de Santey, y el otro, no muy distante de las bodegas de Babahoyo, á quien dan el de Lagartos. Estos son los mas notables por su capacidad y por apartarse tanto del rio principal que forman en él islas muy grandes. 458 Hasta estas bodegas, como queda yá advertido, llegan en tiempo de verano los efectos de las mareas, deteniendo el curso de las aguas y haciendolas por consiguiente crecer sensiblemente; no assi en el ibierno, que, siendo mayor la fuerza de sus corrientes, solo es perceptible el aumento en las vueltas cerca de Guayaquil, y aun en tres ó quatro ocasiones de él la mucha abundancia de las que recoge hacen del todo desaparecer las mareas, y la primera de ellas es en las inmediaciones de Navidad. 459 La causa principal de las crecientes ó avenidas de este rio proviene de las aguas que recibe de la sierra, pues aunque son muchas las lluvias que tambien participan lo estendido de aquel país, gran parte de estas queda detenida en sus llanos y lagunas, y assi regularmente no se causa la alteracion si no contribuyen á ella las aguas de la sierra. 460 Con estas crecientes tienen movimiento los bancos de arena que median entre la ciudad y isla Verde, de que proviene el ser necessario registrarlos con la sonda y mercarlos para que las embarcaciones mayores puedan entrar sin el peligro de barar en ellos. 461 Están las orillas de aquel rio, no menos que las de Yaguache, Baba y Daule y la de los esteros ó caños que forma, pobladas de casas de campo y de habitaciones de gente pobre de todas castas, donde gozan la inmediacion al rio para la pesca y la oportunidad del terreno para sus sembrados; las pequeñas distancias que median entre unos y otras son tan pobladas de arboledas y de tan varias especies que sería dificil al artificial desvelo la imitacion de la agradable y deleytosa paysería que allí fabricó la naturaleza con la rustica ayuda de aquellas habitaciones que, por particulares, no sería justo omitir su descripcion. 462 El principal y comun material de las casas que pueblan las orillas de aquel rio desde Guayaquil acia arriba se reduce á cañas, de cuyo gruesso particularidades se tocará en su lugar. Con ellas se fabrica todo el techo interior, las paredes, suelo, escaleras de las habitaciones chicas, passamanos y demás necessario, diferenciandose las grandes solamente en las bigas maestras, estantes y escaleras que son de madera. El methodo con que las fabrican es clavar en el suelo ocho, diez ó doce horcones mas ó menos, segun la capacidad que ha de tener, y de bastante largo porque toda la habitacion es en lo alto; despues atraviesan bigas de unos á otros para sujetarlos, levantadas del suelo como quatro ó cinco varas; sobre estas, ponen cañas de aquellas gruesas, que vienen á ser las bigas intermedias, y encima tienden tablas hechas de las mismas cañas cuyo ancho es de pie y medio, con lo que queda dispuesto el hollado tan firme y decente como si fuera de madera. Del mismo modo hacen las paredes que forman las interiores separaciones, y las exteriores ó son totalmente abiertas para que el fresco no tenga embarazo que le estorve la entrada ó de enrejado á manera de balcón corrido. Para formar el techo en las casas grandes, sientan la cumbrera principal de madera, y todas las demás bigas que baxan de ella á descansar en la vertiente son de caña, sobre las quales entablan con las que se hacen de las mismas; cubrenlo por defuera con hojas de vijahua, y queda concluida á poca costa sin mucho trabajo y con toda la capacidad y conveniencia que se apetece. Para la gente pobre, todo el costo se reduce á su trabajo personal porque, quando se les ofrece hacer casa, entran por los esteros en una canoita pequeña y en el monte mas immediato con solo su machete, cortan la cantidad de cañas que han de menester, la vijahua y bejucos, y, conducido todo á la orilla, forman con las mismas cañas una balza, sobre la qual cargan los demás adherentes; dexanse ir rio abaxo hasta el parage en donde la han de hacer y allí la plantifican, amarrando con los bejucos lo que havian de clavar, y en cortos dias la tienen concluida con todos los repartimientos que necessitan, haviendo algunas tan capaces que no ceden en esto á las de madera. 463 Lo inferior ó baxo, tanto de estas casas como la mayor parte de las de todos los pueblos de la jurisdiccion de Guayaquil, que son en la misma forma, está abierto á todos vientos sin pared baxa ni otra cosa mas que los estantes ó pies derechos sobre que se funda todo el edificio porque, mediante permanecer el suelo hecho cienaga todo el ibierno, no puede aprovecharse para nada aquel cubierto; las que están en sitios donde no llega el agua de las inundaciones las cierran de pared de las mismas cañas, y quedan aquellos baxos muy capaces para servir de bodegas en que se recoge el cacao, otros frutos y mercancias, pero las otras adonde llegan las inundaciones quedan como en el ayre, passando el agua por debaxo; los que habitan en estas tienen sus canoas, providencia que no le falta á ninguno, y con ellas hacen los transitos de unas á otras casas y atienden á lo que se les ofrece, siendo tan diestros en su govierno que una muchacha se mete sola en una tan pequeña, ligera y sutil que á otro menos experto con solo entrar sería bastante para que se volteasse y assi atraviessa la violencia de las corrientes con tanta seguridad como si estuviera en una cosa muy firme, empressa de no corta dificultad para los mejores marineros que no estén acostumbrados á ello. 464 Las continuas aguas del ibierno y la poca fortaleza de los materiales de estas casas obligan á repararlas todos los veranos para que resistan después. Las de los pobres, que son reducidas, casi es menester volverlas á fabricar de nuevo cada dos años de lo que toca á cañas, bejucos y vijahua, pero los estantes principales, en que consiste todo su fundamento, quedan siempre servibles y en estado de recibir la nueva armazón. 465 Si ha sido digno de que llegue á la noticia de todos el modo de las casas, no lo es menos el de sus embarcaciones, que, omitidas por comunes las chatas y canoa, llaman en aquellas partes balzas, nombre que dá bien á entender su hechura mas no las particularidades de su govierno nautico, pues maestras la necessidad y la experiencia dictaron á la rustiquez de los indios el uso y methodo de su navegacion. 466 Componense estas balzas ó jangadas de 5, 7 ó 9 palos de una madera que, aunque allí no la conocen por otro nombre que el de balza, los indios del Darién la llaman pucro, y, segun toda apariencia, ha de ser la que los latinos entienden por ferula, de que hace mencion Columela en el lib. 5, y, hablando Plinio en el lib. 13 cap.22, dice ser de dos especies, la una menor, á quien los griegos nombran nartechia, y la otra mayor, llamada narthex, que es muy alta. Nebrija la llama en castellano caña beja ó caña heja. Don Jorge Juan la ha visto en Malta, donde se cria, y no ha encontrado mas diferencia entre ella y la balza ó pucro que el de ser la caña beja, llamada tambien por los malteses ferula, mucho menor que aquel. La balza, pues, es una madera blanquizca, fofa y muy ligera, tanto que un trozo de tres ó quatro varas de largo y un pie de diametro lo levanta un muchacho y lo lleva de un lugar á otro sin molestia; con esta madera forman la jangada ó balza, como se representa en la figura de la lamin. 8, y sobre ella un soler tillado ó piso L de tablas de cañas, en el qual construyen un cubierto á dos aguas como C, y, en lugar de palo para la vela, la arbolan con una cabria de dos mangles en la manera que lo representa D, y, en las que tienen trinquete, otra de la misma forma. 467 Las balzas no solo navegan en aquel rio sino tambien en la mar, por donde hacen la travesía hasta Paita. Su tamaño es vario, y su exercicio ó destino tambien; unas tienen el de la pesca, otras sirven para el tráfico del mismo rio, conduciendo todo genero de mercancias y frutos desde la bodega hasta Guayaquil y, de allí, á la Puná, salto de Tumbez y Palta, y otras mas primorosamente fabricadas para el transporte de las familias á sus haciendas y casas de campo, donde van con todas las comodidades que pudieran tener en una casa, navegando todo el curso de aquellos rios sin estrañar el movimiento ni echar menos el desahogo, como se podrá inferir de lo largo de ellas, siendo el de los pucros de que se fabrican de 12 á 13 tuessas y hasta dos á dos y medio pies de diametro en su gruesso; assi, los nueve polos que la componen se estienden en ancho cosa de 20 á 24 pies de la tuessa de París, que hacen de tres á quatro de estas, y equivalen á 8 ó 9 varas castellanas, á cuya proporcion son las de siete ó menos palos. 468 Toda la union de los palos que componen esta especie de embarcaciones se hace por medio de bejucos, con los quales se amarren unos contra otros y con los atravesaños que cruzan por arriba tan fuertemente que resisten á las gruessas marejadas en las travesías á la costa de Tumbez y Paita; estos tienen la propiedad que, una vez bien amarrados, no dan de sí con el continuo juego, aunque muy corto, que por necessidad ha de hacer toda esta embarcacion. No obstante, suele suceder que se descuidan los indios en recorrerlas y ver si los bejucos están vencidos con el tiempo y trabajo para mudarlos y poner otros nuevos en su lugar antes de salir á hacer alguna travesía; de aqui resulta que, cargadas de fardos ú otros generos y batallando con las mares, se les desamarren, se pierda la carga, y perezcan los passageros, no assi los indios porque, asiendose su grande agilidad de un palo, es este para ellos bastante embarcacion con que acogerse al primer puerto. Uno ó dos de estos exemplares sucedieron en el tiempo que nos mantuvimos en la jurisdiccion de Quito, efecto puramente del descuido y tragedia lastimosa hija de la confianza barbara de los indios, que no tienen discurso para precaber tales consequencias. 469 El palo mas gruesso de los que componen la balza lo dexan que sobresalga en largo á los otros por la parte posterior de ella y, contra este, atan uno por cada lado y successivamente hasta completar el numero de los que ha de tener, sirviendo el que queda en medio como de madre ó fundamento de los otros, y por esta razon se componen de numero impar. La carga que regularmente pueden soportar las grandes es de 400 á 500 quintales sin que la immediacion del agua la sirva de ofensa, pues ni entran en ellas golpes de mar ni tiene fuerza para llegarle la que bate entre los palos por seguir todo el cuerpo de la embarcacion á la alteracion y movimiento del agua. 470 Hasta aqui lo correspondiente á su fabrica y el tráfico que hacen, con lo demás que es anexo á ello. Pero falta que explicar la mayor particularidad de esta embarcacion, y es que navega y bordea quando tiene viento contrario lo mismo que cualquiera de quilla y vá tan segura en la direccion del rumbo que se la quiere dar que discrepa muy poco de él. Esto lo logra con distinto artificio que el del timón, y se reduce á unos tablones de 3 á 4 varas de largo y media de ancho que llaman quares, los quales se acomodan verticalmente en la parte posterior ó popa y en la anterior ó proa entre los palos principales de ella, por cuyo medio y el de ahondar unos en el agua y sacar alguna cosa otros consiguen que orse, arribe, bire de borda por delante ó en redondo y se mantenga á la capa segun conviene la faena para el intento, invencion que hasta ahora se ha ignorado en las mas cultas naciones de Europa y que, descubierta entre los indios solo su maniobra, los fundamentos de ella no fueron penetrados de sus incultos entendimientos ni los han concebido todavia; si su noticia se huviera divulgado antes en Europa, muchos naufragios havrian sido menos lastimosos, salvando las vidas por medio de este recurso los que las han perdido en ellos por su falta, como sucedió el año de 1730 con la fragata del rey la Genovesa, que naufragó en la Vibora, y los que se embarcaron en una jangada que havian fabricado para salvarse no lo consiguieron por haverse entregado á la voluntad de las olas sin mas govierno que el de las corrientes ni otra sujecion que la de los vientos. La atencion de exemplares tan lastimosos me ha animado á dar el fundamento y conclusion de este govierno para que puedan servirse de él los que lo necessitaren, y, para hacerlo con mas acierto, extractaré una pequeña memoria que Don Jorge Juan hizo á este assunto. 471 La determinacion, dice, en que se mueve una embarcacion impelida del viento es en una linea perpendicular á la vela, como lo demuestran M. M.Renau en la Theorica de maniobras, cap. 2 art. 1, Bernoulli, cap. 1 art. 4 y Pitot sec. 2 art. 13, y, como la reaccion sea igual y contraria á la accion, será la fuerza con que se opone el agua al movimiento de la embarcacion en una perpendicular á la vela que vá de sotavento á barlovento, impeliendo con mas fuerza el cuerpo mayor que el menor, en razon compuesta de sus superficies y de los quadrados de los senos de los angulos de incidencia, esto es, en la suposicion de velocidades iguales; con que, se sigue que, siempre que se sumerja un guare en la proa de la embarcacion, orsará y, por el contrario, arribará si se saca. De la misma suerte, sumergiendole en popa, arribará y, sacandole, orsará. Este es el methodo que siguen aquellos naturales para governar las balzas, aumentando el numero de ellos hasta quatro, cinco ó seis para que se mantenga á barlovento, pues, está claro que, cuantos mas se sumergieren, será mayor la resistencia que encontrará la embarcacion á romper el agua por el costado por hacer el oficio de orsas, de que usan los marineros en embarcaciones menores. El manejo de estos guares es tan facil que, una vez puesta la embarcacion en su rumbo, solo uno es el que se maneja, sacandolo ó metiendolo quando es necessario uno ó dos pies, con cuyo corto intervalo tienen suficiente para mantenerla á camino. 472 Es aquel rio y sus esteros muy abundantes de pescado en la conformidad que queda yá advertido. Los indios y gente de color que tiene sus habitaciones en la orilla se emplean algun tiempo en la pesca y para esto se preparan quando quiere terminarse el verano, en el qual han sembrado y cogido yá el fruto de sus pequeñas chacaras. Todas sus prevenciones se reducen á armar las balzas con que han de ir, recorrerlas, amarrarlas y cubrirlas de nuevo con las hojas de vijahua para que puedan resistir á las aguas, hacen providencia de sal para salarla, preparan sus harpones y flechas y se proveen de los viveres necessarios segun el tiempo que han de estar empleados en la pesca, y son maiz, plátanos y algun poco de tassajo. Estando todo esto dispuesto, embarcan dentro de la balza las canoas que tienen, sus mugeres, hijos y los cortos muebles de sus casas. El que possee algunas bacas ó cavallos, que á ninguno le falta uno ú otro aunque sean en corto numero, las echa al monte para que passen el ibierno, y él se larga con su embarcacion y se vá á la boca de algun estero, donde considera que ha de hallar abundancia de pescado; allí se mantiene mientras tiene pesca y, si le falta, passa á otro hasta que la ha concluido y se vuelve á retirará su casa, llevando al mismo tiempo hojas de vijahua, bejucos y cañas para repararla de los daños que haya recibido. Quando se abre la comunicacion con las provincias de la sierra y empiezan á baxar requas, passa con su pescado á las bodegas de Babahoyo, donde lo vende, y, del producto, compra bayeta de la tierra, tucuyo y lo demás que necessita para vestirse él y su familia. 473 El methodo con que hacen la pesca es, estando á la boca de un estero con su balza amarrada á la orilla, tomar una de las canoas con algunas flechas de mano ó harpones y seguir al pez, luego que lo vé, hasta estar en distancia proporcionada; entonces le tira, lo hiere y coge, y le vuelve á servir la flecha para otros muchos. Son tan diestros en esto que es muy raro el que yerren, y, si el parage es abundante, en tres ó quatro horas carga la canoa y se vuelve á la balza para abrirlo y salarlo. 474 Tambien hacen pesquería con yervas, de cuyo methodo se sirven en sitios donde los esteros forman alguna especie de rebalsadero ó laguna. Lo primero es cerrar la boca de esta, y despues machacan la yerva, cuyo nombre es barbasco, incorporandolo al mismo tiempo con algun cebo que coma el pescado, lo qual echan en la laguna ó remanso; y es tanta la fortaleza del jugo de esta yerva que, luego que el pescado come de ella, se emborracha y sobrenada como muerto. Assi, no tiene mas trabajo que el de cogerlo, uno que nada sobre el agua y otro que, aturdido, se dexa ir á las orillas. Todo el pescado menudo muere efectivamente con su violenta actividad pero el grande solo queda como tal por largo rato y despues vuelve en sí, á menos que comiesse mucho de ella; y aunque parece que el pescado assi cogido deberia ser nocivo á la salud, la experiencia tiene acreditado lo contrario; assi, se come sin recelo. A estos dos generos de pesca se añade allí tambien el de chinchorros ó redes, de que solo usan quando, por juntarse muchos en compañia, pueden facilitar el manejo de ellas. 475 El bagre, que es el mayor de los pescados que allí se cogen, pues llegan á tener hasta vara y media de largo, es flemoso, desabrido y malo y, por esta razon, no se come fresco. El robalo es el mas delicado y gustoso pero, como no se halla sino es en los esteros retirados de Guayaquil acia arriba, no pueden gozar de él en aquella ciudad. 476 Con mucha mayor abundancia se harian allí las pescas si la muchedumbre que hay en caymanes ó lagartos, como los llaman en el país, no consumiera el de las otras especies. Este animal es amphibio, tanto habita en el agua como en las riberas y vegas immediatas al rio, aunque por lo regular se alexa poco de sus orillas; es tanta la cantidad de los que se ven en las playas que no se pueden contar, salen á ellas para secarse al sol quando están satisfechos y no parecen sino muchos troncos de madera medio podrida que el rio ha arrojado á ellas, pero, luego que sienten qualquiera embarcacion immediata, se echan al mar y llenan aquel espacio; suele haver algunos tan disformes que exceden de cinco varas de largo. Interin que se mantienen en las playas, tienen abierta la boca, en cuya forma permanecen largo rato hasta que se juntan en ella bastantes mosquitos, moscas y otros semejantes insectos, y entonces la cierran de repente y los tragan. Aunque hay muchas vulgaridades escritas de esta especie de animal, lo que assi yo como todos los de nuestra compañia tenemos experimentado es que huyen de la gente en tierra y, luego que sienten alguna persona, se echan al agua. Todo su cuerpo está cubierto de conchas muy recias, de modo que el golpe de la bala no les ofende á menos que no se les acierte por el juego del brazuelo, que es la única parte que tienen indefensa. 477 La procreacion de estos animales se hace por huevos, y, quando la hembra está en estado de ponerlos, vá á una de las playas del rio y abre entre la arena un agujero grande, en el qual los vá depositando; el tamaño de cada uno es como el de los medianos de las abestruces, y su cascara no se diferencia en lo blanco de los de gallina pero mucho mas fuerte. En aquel agujero hace la postura de ciento ó mas sin moverse hasta que la ha concluido en uno ó mas dias y despues vuelve á taparlos con la misma arena, teniendo la advertencia de revolcarse sobre ella para dissimular el parage, á cuyo fin no solo lo executa en la que cubre los huevos sino tambien en toda la de toda su immediacion. Despues que ha concluido esto, se vuelve al agua y los dexa allí todo el tiempo que el instinto natural les enseña ser necessario para que los hijuelos salgan del cascarón. Entonces, vuelve seguida el macho y, escarbando la arena, los descubre y vá rompiendo, con cuya diligencia salen los caymancillos en la grande abundancia que se puede considerar, pues, apenas se pierde algun huevo, válos poniendo la madre sobre las conchas de su cuello y lomo para entrarse con ellos en el agua; pero en este tiempo, los gallinazos, que no se descuidan, le roban unos, y el caymán macho, que con el mismo fin concurre, come los que puede hasta que por fin la hembra se echa al mar con los pocos que le quedan, y todos aquellos que se la despegan y no nadan los come ella misma, de suerte que de una tan formidable ovada apenas escapan quatro ó seis. 478 Los gallinazos, de quienes yá se ha hablado en la descripcion de Cartagena, son los mayores contrarios que tienen los caymanes y persiguen sus huevos con una sutileza particular. Hace, pues, uno de ellos la guardia á las hembras en el tiempo que ponen, que es en el verano, quando las playas del rio están descubiertas; y, apostado en sus immediaciones, se está con gran sossiego registrando desde algun arbol, escondido entre sus hojas y troncos para que la hembra que vá á poner no lo descubra; dexala que concluya y aun le concede la satisfaccion de que los tape y dissimule, pero, no bien se ha retirado al agua, quando el gallinazo se dexa caer sobre el nido y con pico, pies y alas quita la arena, descubre los huevos y los vá comiendo sin dexar mas que las cascaras. Gran banquete fuera este para él, que tuvo la paciencia de esperar la ocasion, si otra multitud de su misma especie no acudiera á ayudarle en él y le usurpasse parte del tiempo debido á su trabajo. Esta faena de los gallinazos me ha servido de diversion en algunas ocasiones que hemos hecho el transito de Guayaquil á las bodegas, y entonces he cogido por curiosidad algunos huevos. Muchos de los que tienen el exercicio del rio hacen comida de ellos, y en particular la gente de color quando son frescos. Admirable providencia es esta con que la naturaleza, assi por la propension de los padres como por la de estos pájaros, minora el numero de tales animales, pues, sin ellas, ni cabrian en el rio ni serian bastantes las campañas y aun siendo tan extinguidos por los dos referidos medios, no se puede explicar bien su grande abundancia. 479 Los lagartos ó caymanes son los perseguidores del pescado que se cria en aquel rio y los que, haciendo en él una continua pesca, lo aniquilan, siendo por lo general su mas seguro y comun sustento. El modo que tienen para cogerlo es ponerse ocho ó diez á la boca de algun rio ó estero, como acordandose de la una orilla á la otra, con cuya industria no puede salir ninguno sin passar por su registro ni mantenerse adentro porque otros de la misma especie los acosan en todo su distrito. No puede este animal comer debaxo del agua y por esto, luego que hace presa, saca la cabeza fuera de ella y poco á poco lo vá grangeando desde el extremo de la trompa á lo interior de las quixadas, donde hace la masticacion para tragarlo. Quando han acabado de hacer su pesquería, se retiran á las playas á descansar y dormir, no sirviendoles de estorvo para aquel exercicio las tinieblas de la noche. 480 En hallandose hostigados de hambre, salen á tierra y corren las sabanas cercanas de algun rio ó arroyo; entonces, no están libres de su persecucion los terneros, potros ú otros animales de esta calidad, quedando tan cabados á la carne desde la primera vez que la prueban que despues no hacen caso del pescado; y con la prevenida cautela de acertar mas seguramente el tiro, se valen de la obscuridad para continuar el robo y buscarlos en los parages en que duermen. Los que están cebados en esta forma no exceptuan de su colmillo á los racionales quando la ocasion se les proporciona, y con particularidad se ven estos exemplares mas frequentes en los muchachitos pequeños si, descuidados, quedan en las cercanías de las casas, pues allí con ossada intrepidez han solido acometerles, agarrarlos con la boca y echarse á el agua con ellos para que, al advertido grito del infeliz, no tengan efecto las diligencias de los que acudieren á su defensa; y para lograr su intento, es lo primero que hacen llevarlos al fondo hasta ahogarlos y volver á flotar con ellos para comerlos. 481 Algunas experiencias hay de haver executado lo mismo con los canoeros, quando con poca advertencia se han quedado dormidos sobre las planchas de su canoa, dexando fuera algun brazo ó pierna, descuido que han pagado con la vida, pues, llegando uno de estos animales á asirlo y sacandolo fuera de la embarcacion, se lo ha comido. Los que están cebados en esta forma son siempre muy dañosos, y assi procuran los dueños de las casas, en cuyas immediaciones se han aquerenciado, cogerlos y matarlos. Y el modo es echarles un casonete de madera recia, puntiaguzado en los dos extremos y envuelto en los bofes de algun animal; este casonete está atado á una beta de cuero y assegurada en tierra; llega el lagarto á coger los engañosos bofes y, al tiempo de querer hacer la presa con lo largo de la quixada para engullirlos, se clava una y otra con las puntas y queda incapaz de poder cerrar ni abrir la boca, no menos que de poder hacer daño; entonces, lo sacan á tierra, adonde, enfurecido, acomete á la gente, y esta se divierte en lidiarlo como si fuera un toro, seguro de que el mayor daño que les puede hacer es el de derribar á el que con menos ligereza ó agilidad no procura librarse de su embestida. 482 La estructura de este animal es muy parecida á la de los lagartos terrestres, y esta es la causa porque en aquellos paises se le dá comunmente este nombre; no obstante, la cabeza tiene alguna diferencia pues, como se vé en todas sus pinturas, es muy larga y delgada á la punta, donde forma una trompa ú hozico semejante al de los puercos, lo que regularmente tiene fuera del agua guando está en el rio. De aqui se puede inferir que necessita alguna respiracion del ayre grossero con frequencia; sus dos quixadas están guarnecidas de colmillos muy unidos entre sí, fuertes y terminados en punta. Algunos han querido atribuirles virtudes particulares, assumpto que no podré yo determinar porque nunca las he oido referir en aquel país ni ninguno de mis compañeros de viage, no obstante el esmero con que todos procuramos instruirnos en las noticias y cosas especiales de ellos.
contexto
Capítulo IX El nacimiento del uinal Así explicó el antiguo sabio Mexchise, el antiguo Gran Profeta, Napuc tun, Gran Sacerdote solar y así cantó que, cuando no había despertado el mundo antiguamente, nació el Mes y empezó a caminar solo. Y dijo su abuela materna, y dijo su tía, hermana de su madre, y dijo la madre de su padre, y dijo su cuñada: - "¿Por qué se dijo que íbamos a ver gente en el camino?" Así decían mientras caminaban. Era que no había gentes antiguamente. Y entonces llegaron al Oriente. Y dijeron: - "Alguien ha pasado por aquí. He allí las huellas de sus pies". "Mide tu pie", dicen que dijo la Señora de la Tierra. Y que fue y midió su pie Dios el Verbo. Éste es el origen de que se diga Xoc-lah-cab, oc-lae, la-ca-oc. Este dicho se inventó porque Oxlahun-oc (el de los trece pies), sucedió que emparejó sus pies. Y partieron del Oriente. Y se dijo el nombre de los días, que todavía no tenían nombre, antiguamente. Y caminó con la madre de su madre, y con su tía, hermana de su madre, y con la madre de su padre, y con su cuñada. Nacido el Mes, nació también el nombre del día, y creó el cielo y la tierra, escalonadamente: agua, tierra, piedras y árboles. Y creó las cosas del mar y de la tierra. En el Uno Chuen sacó de sí mismo su divinidad e hizo el cielo y la tierra. En el Dos Eb hizo la primera escalera, para que Dios bajara en medio del cielo y en medio del agua. No había tierra, ni piedras, ni árboles. En el Tres Ben hizo todas las cosas, la muchedumbre de las cosas; las cosas de los cielos y las cosas del mar y de la tierra. En el Cuatro Ix sucedió que se inclinaron uno sobre el otro el cielo y la tierra. En el Cinco Men sucedió que empezó a trabajar todo. En el Seis Cib sucedió que se hizo la primera luz donde no había sol ni luna. En el Siete Cabán nació la primera tierra, allí donde no la había para nosotros antiguamente. En el Ocho Edznab afirmó sus manos y sus pies y los clavó sobre la tierra. En el Nueve Cauac se ensayó por primera vez el inframundo. En el Diez Ahau sucedió que se fueron los hombres malos al infierno, porque todavía no se veía a Dios el Verbo. En el Once Ix (Imix) sucedió que hizo las piedras y los árboles. Eso hizo dentro del sol. En el día Doce Ik sucedió que creó el viento. Y ésta es la causa de que se llame Ik (espíritu); porque no hay muerte dentro de él. En el Trece Akbal sucedió que tomó agua y humedeció la tierra y labró el cuerpo del hombre. En el Uno Kan sucedió que se rompió su ánimo por lo malo que había creado. En el Dos Chicchan sucedió que apareció lo malo y se vio dentro de los ojos de la gente. En el Tres Cimil fue la invención de la muerte. Sucedió que inventó la primera muerte Dios Nuestro Padre. (Aquí hay un espacio en blanco que correspondería al Cuatro Man-Ik, "el día en que pasa el espíritu"). En el Cinco Lamat inventó el gran sumidero de la gran laguna del mar. En el Seis Muluc sucedió que fueron llenados de tierra todos los valles, cuando no había despertado la tierra. Y sucedió que entró la palabra falsa de Nuestro Padre Dios en todos ellos, cuando no había voz del cielo, ni había piedras ni árboles, antiguamente. Y entonces fueron a probarse unos a otros (los días). Y dijeron así: "Trece... Y siete en un grupo." Esto dijeron para que saliera su palabra donde no la había, cuando el Primer Dios, el Sol, les preguntara su origen. No se les había abierto el instrumento de su voz para que pudieran hablarse unos a otros. Y se fueron en medio del cielo y se tomaron de las manos para unirse unos con otros. Y entonces se dijo en medio de la tierra: "¡Sean abiertos!" Y se abrieron los Cuatro Ah-Toc, que son cuatro. Cuatro Chic-chan Ah-Toc. Cuatro Oc Ah-Toc. Cuatro Men Ah-Toc. Cuatro Ahau Ah-Toc. Los Ahau son Cuatro. Ocho Muluc Cinco Cauac Nueve Oc Seis Ahau Diez Chuen Siete Imix Once Eb Ocho Ix Doce Men (Ben) Nueve Akbal Trece Ix Diez Kan Uno Men Once Chicchan Dos Cib Doce Cimi Tres Caban Trece Manik Cuatro Edznab Uno Lamat Con ellos nació el Mes, cuando despertó la tierra, y cuando fueron creados el cielo y la tierra, y los árboles y las piedras. Todo fue creado por Nuestro Padre Dios, y por su Palabra; allí donde no había cielos ni tierra estaba su Divinidad, que se hizo una nube sola por sí misma, y creó el universo. Y estremeció los cielos su divino y grande poder y majestad. La relación de los días, día por día, debe leerse empezando por el Oriente, según el orden en que está.
contexto
Del séptimo y del octavo mes El primer día del séptimo mes llamado Tecuilhoitontli, acostumbraban hacer sacrificios a la diosa de la sal Hoixtocioatl, la que decían que era hermana menor de los tlaloques y en cuyo honor privaban de la vida a una mujer vestida con las insignias de la diosa. Antes del día de la fiesta, todas las mujeres de la ciudad con coronas de yztauhyatl en la cabeza y saltando y bailando al compás del canto, dirigidas por algunos viejos jefes de coro, circundaban a la mujer que tenía que morir en el sacrificio. Pasaban toda la noche que precedía a la fiesta entregadas a los cantos y bailes. En la madrugada del sacrificio, todos adornados con cuanta diligencia y primor podían, llevando cempoalxochitl en las manos, hacían un baile solemne que llaman nitoteliztli. Después acompañados por no pocos cautivos y por la mujer que iba a ser inmolada, se dirigían al templo de los tlaloques; donde eran matados en primer lugar los cautivos y la última de todos la pobre mujer. El primer día del octavo mes llamado Hoei Tecuilhoitl, hacían sacrificios a la diosa Xilonen, los cuales no se celebraban de otra manera sino convidando a cenar a todos los pobres de la ciudad durante nueve días íntegros; y durante otros tantos días con bailes celebrados a veces por ciudadanos y señoras de la ciudad y a veces por los sacerdotes o por los próceres, y por fin con la muerte de la mujer elegida al propósito. A la cual, yacente sobre la espalda de alguno, le cortaban la cabeza, le arrancaban el corazón y lo ofrecían al sol, que también llamaban Hoitzilopuchtli y después les estaba permitido a todos comer xilotes, tlaxcalli y espigas del maíz tierno, así como oler las flores de cempoalxochitl, citando atreverse antes a tal cosa se consideraba crimen nefando.