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CAPÍTULO II Prosigue la batalla del fuerte hasta el fin de ella El gobernador, que con otros veinte de a caballo se había puesto al un lado de los escuadrones, y los capitanes Andrés de Vasconcelos y Juan de Añasco al otro lado, con otros treinta caballeros, arremetieron todos a los indios. Uno de ellos tiró una flecha al general, que iba delante de los suyos, y le dio sobre la celada, encima de la frente, un golpe tan recio que la flecha surtió de la celada más de una pica en alto, y el gobernador confesaba después haberle hecho ver relámpagos. Pues como los caballeros y los infantes arremetiesen todos a una, los indios se retiraron hasta la pared del fuerte, donde, por ser las puertas tan pequeñas y no poderse acoger dentro los indios, fue grande la mortandad de ellos. Los españoles, con la misma furia que habían cerrado con los enemigos en el llano, con esa misma entraron por las puertas revueltos con ellos y tan igualmente que no se pudo averiguar cuál de los tres capitanes hubiese entrado primero. Dentro en el fuerte fue grande la matanza de indios, que, como los españoles los viesen encerrados y se acordasen de las muchas pesadumbres que en el alojamiento pasado sin cesar les habían dado, los apretaron malamente con la ira y enojo que contra ellos tenían, y a cuchilladas y a estocadas, con gran facilidad, como a gente que no llevaban armas defensivas, mataron gran número de ellos. Muchos indios, no pudiendo salir por las puertas al río por la prisa que les daban, confiados en su ligereza, saltaron por cima de las cercas y cayeron en poder de los caballeros que andaban en el campo, donde los alancearon todos. Otros muchos indios, que pudieron salir al río por las puertas, lo pasaron por las puentes de madera, empero muchos de ellos, con la prisa que unos a otros se daban al pasar, cayeron en el río, y era gracioso ver los golpazos que daban en el agua porque caían de mucha altura. Otros, que no pudieron tomar los puentes, ni la furia de los enemigos les daba tanto espacio, se echaron de las barrancas abajo y pasaron el río a nado. De esta manera desembarazaron el fuerte en poco espacio, y los que pudieron pasar el río, como que estuvieran ya seguros, se pusieron en escuadrón, y los nuestros quedaron destotra parte. Un indio de los que se habían escapado, viéndose fuera de aprieto, deseando mostrar la destreza que en su arco y flechas tenía, se apartó de los suyos y dio voces a los castellanos dándoles a entender por señas y algunas palabras que se apartase un ballestero de ellos en desafío singular y se tirasen sendos tiros a ver cuál de ellos era mejor tirador. Uno de los nuestros, que había nombre Juan de Salinas, hidalgo montañés, salió muy a prisa de entre los españoles (los cuales, por asegurarse de las flechas, se habían puesto al reparo de unos árboles que tenían por delante), y fue el río abajo a ponerse en derecho de donde estaba el indio, y, aunque uno de sus compañeros le dio voces que esperase que quería ir con él a hacerle escudo con una rodela, no quiso, diciendo que pues su enemigo no traía ventajas para sí no quería llevarlas contra él. Y luego puso una jara en su ballesta y apuntó al indio para le tirar, el cual hizo lo mismo con su arco, habiendo escogido una flecha de las de su carcaj. Amigos soltaron los tiros a un mismo tiempo. El montañés dio al indio por medio de los pechos, de manera que fue a caer, mas antes que llegase al suelo llegaron los suyos a socorrerle y se lo llevaron en brazos más muerto que vivo, porque llevaba toda la jara metida por los pechos. El indio acertó al español por el pescuezo, en derecho del oído izquierdo, que por hacer buena puntería el enemigo y también por darle el lado del cuerpo, que tiene menos través que la delantera, había estado ladeado al tirar de la ballesta, y le atravesó la flecha por la cerviz, echándole tanto de una parte como de otra, y así la trajo atravesada y volvió a los suyos muy contento del tiro que había hecho en su enemigo. Los indios (aunque pudieron) no quisieron tirar a Juan de Salinas, porque el desafío había sido uno a uno. El adelantado, que había deseado castigar la desvergüenza y atrevimiento de aquellos indios, apellidando a los de a caballo y pasando el río por un buen vado que estaba arriba del fuerte, los llevaron alanceando por un llano adelante más de una legua, y no cesaran hasta acabarlos todos, si la noche no les atajara con quitarles la luz del día. Mas con todo eso murieron en este trance más de dos mil indios, y pagaron bien su osadía para que no pudiesen quedar loándose de los castellanos que en su tierra habían muerto ni de la mucha molestia que en todo el invierno pasado les habían dado. Habiendo seguido al alcance, se volvieron los españoles a su alojamiento y curaron los heridos, que fueron muchos, por cuya necesidad pararon allí cuatro días, que no pudieron caminar.
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Que trata del origen y venida de la nación tulteca, reyes y caudillos que tuvieron y de sus poblaciones y cosas acaecidas en su tiempo En esta cuarta edad llegaron a esta tierra de Anáhuac, que se dice al presente Nueva España, la nación tulteca, los cuales según parece por sus historias, fueron desterrados de su patria, y después de haber navegado y costeado diversas tierras hasta donde es ahora la California por la Mar del Sur, llegaron a la que llamaron Huitlapalan, que es la que al presente llaman de Cortés, que por parecer bermeja le pusieron el nombre referido, en el año que llamaron ce técpatl, que fue en el de 387 de la encarnación de Cristo nuestro señor. Y habiendo costeado la tierra de Xalisco y toda la costa del sur, salieron por el puerto de Huatulco y andando por diversas tierras hasta la provincia de Tochtépec, que cae en la costa del Mar del Norte; y habiéndola andado y ojeado, vinieron a parar en la provincia de Tolantzinco, dejando en los mejores lugares y puestos alguna de la gente que traían para poblarlos. Esta nación tulteca fue la tercera que pobló esta Nueva España, contando por los primeros a los gigantes, y por los segundos a los ulmecas y xicalancas. Estando en el puesto de Tolantzinco contaron ciento y cuatro años que habían salido de su patria; los cuales traían siete caudillos, que por sus tiempos siempre entre estos siete elegían uno que los gobernaba. El primero de estos se llamaba Tlacomihua, aunque otros lo llaman Acatl; el segundo Chalchiúhmatz; el tercero Ahuécatl; el cuarto Coatzon; el quinto Tziuhcóatl; el sexto Tlapálhuitz; el séptimo y último Huitz. Los cuales después poblaron la ciudad de Tolan, que fue la cabeza de su monarquía e imperio, por parecerles lugar conveniente y pasar por el río. Y a los siete años de su fundación eligieron rey y señor supremo, que fue el primero que tuvieron. Este se llamaba Chalchiuhtlanetzin o Chalchiuhtlatónac, que fue en el año que llamaban chicome ácatl, el cual fue en el de 510 de la encarnación. Este rey gobernó cincuenta y dos años, en cuyo tiempo fueron los de esta nación en grande aumento y trabaron parentesco y amistad con los naturales que a la sazón había en la tierra, teniéndolos debajo de su dominio y señorío. Al cual le sucedió Tlilquecháhuac Tlalchinoltzin, que entró en el año asimismo llamado chicome ácatl, que fue en el de 562, el cual reinó otros tantos y murió en el de 613 de la encarnación, que llaman chicuacen tochtli, y heredóle en el imperio Huetzin que reinó otros cincuenta y dos años, por ser costumbre entre ellos reinar de 50 a 52 años, y si antes de cumplirlos morían, gobernaba la república. Este rey Huetzin murió en el de 664, y asimismo en el que llaman chicuacen tochtli. Sucedióle después Totepeuh, que reinó otros tantos años y murió en el año llamado macuili calli, que fue en el de 716 de la encarnación; y por su fin y muerte entró en la sucesión Nacázxoch, el cual reinó otros tantos reinó cincuenta y dos años y acabó en el de 768, que también se llamó macuili calli, a quien heredó el imperio Tlacomihua. Este engrandeció y amplió mucho su imperio, hizo muy grandes y suntuosos edificios, entre los cuales fue el templo de la rana, que colocó por diosa de la agua; el cual reinó cincuenta y nueve años, pasando y excediendo el orden de sus pasados; y murió en el año de 826, que llaman matactlioceácatl, y por fin y muerte le sucedió la reina Xiuhquentzin, que reinó cuatro años y falleció en el de ome ácatl, que fue en el de 830; a la cual sucedió en el imperio Iztaccaltzin, padre de Topiltzin, en cuyo tiempo se destruyó esta nación.
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Del parto de las mujeres mexícanas y del doble baño de los niños Cuando la nueva casada en su preñez llegaba al séptimo mes del embarazo, sus consaguíneos después de que habían comido y bebido, discutían acerca de elegir la partera, con cuyo arte y consejo diera a luz más segura y fácilmente. Iban por consiguiente a la que conocían como más perita en la Ciudad y más diligente en ejercer su arte, para que cuidase de la salud de la grávida y la ayudase cuando pariera, y se lo rogaban con fervorosas preces. Respondía ella con razones lenes y blandas que haría en el asunto cuanto pudiera con toda la diligencia y cuidado que comprendiera que fuera conveniente para ellos y para el mimo y salud de la embarazada. Y así después la visitaba con frecuencia y no sólo la llevaba a menudo al baño, que se llama Temazcal en la lengua patria y que se usa mucho entre ellos para las embarazadas y paridas y para los convalecientes de enfermedades, sino que también prescribía la regla de vida que debía observarse con gran cuidado y religiosidad al tiempo de parir; lo que pensaba que había de ser muy benéfico para su seguridad y fácil parto, y después, instante éste, la ayudaba activamente. Si la primeriza debilitada por el parto como suele a veces suceder, acontecía que muriera, era considerada en el número de las diosas celícolas e inscrita en el catálogo de ellas, y después se la veneraba con el culto debido a las diosas y se la enterraba con solemnes funerales. Pero si ocurría un parto feliz, la partera le hablaba al niño como si tuviera uso de razón y comprendiera lo que se le decía; procurando alcanzar en primer lugar de los dioses un feliz nacimiento para él y un acceso de buen agüero a esta luz, y preguntaba qué suerte o hado ingénito le tocaría desde el principio del mundo. Cuando cortaba el ombligo, casi derramando lágrimas le predecía amenazadoras calamidades y le narraba de antemano qué infortunios y labores le estaban reservados. Lavaba al niño con algunas oracioncillas acostumbradas saludando a la diosa del mar y después se bromeaba dulce y agradablemente con la parida para consolarla de los dolores pasados. Por otra parte los consanguíneos daban las gracias a la partera por su diligencia; congratulaban a la muchacha por la prole recibida y después se volvían a acariciar al niño. Pasados cuatro días del nacimiento y llegado el tiempo en que tenía que ser bañado por segunda vez, y en que debía dársele nombre, preparaban bebida y varios géneros de manjares según su costumbre y lo que fuese idóneo para celebrar la fiesta del lavado. Además un pequeño escudo, un arco y cuatro flechas de tamaño que conviniera a esa edad y un pequeño manto de aquellos que hacen veces de capa entre los mexicanos. Pero si nacía una niña, hallaba dispuestos un huepilli y cueitl, vestidos peculiares a su sexo y además una petaquilla y la rueca y el huso, y todo lo que concierne al oficio de tejer. Hecho lo cual y llegados los consanguíneos de los padres para que se celebrara el lavatorio, llamaban a la partera. Esta, salido el sol, colocaba un lebrillo lleno de agua cerca de la mitad del patio y teniendo con ambas manos al niño desnudo, y poniéndole junto los sobredichos armamentos, le decía: "Hijo mío, los dioses Ometeutli y Omecioatl, que ejercen su imperio en los cielos noveno y décimo, te han producido a esta luz y te han enviado a este mundo calamitoso y lleno de penas. Abraza por consiguiente las linfas que han de conservar tu vida o sea a la diosa Chalchiutlycue". Al mismo tiempo, tomando agua con la mano derecha rociaba la cabeza del infante, agregando: "He aquí el elemento sin cuyo auxilio no puede conservarse ninguno de los mortales". Después con la misma agua regaba el pecho diciendo: "Recibe el agua celeste que lava la inmundicia del corazón", y echándola por segunda vez a la cabeza le decía: "Hijo, recibe el agua divina fuera de cuya bebida a nadie se ha concedido vivir, para que lave y extermine tus infortunios, congénitos en ti desde el mismo principio del mundo: es en verdad peculiar a ella oponerse a la adversa fortuna"; al mismo tiempo lavaba completamente el cuerpecillo del infante clamando: "¿En qué parte te escondes, infelicidad? o ¿en qué miembro te ocultas? Apártate del niño; hoy en verdad renace por las aguas saludables con que ha sido rociado bajo el imperio de Chalchiutlycue, diosa del mar", y al mismo tiempo levantaba al niño hacia el cielo agregando: "Gran Teuel y Omecioatl, creadores de las almas, os ofrezco este niño, que formasteis y arrojasteis a esta vida breve y llena de labores, para que lo recibais y para que le injirais vuestra fuerza". Y levantándolo por segunda vez decía: "A ti también te invoco, Diosa Citlallatonac, y te conjunro que impartas tus fuerzas a este niño." Levantándolo por tercera vez decía: "A vosotros, oh dioses celestes, invoco e imploro vuestro numen. Soplad, os ruego, sobre este niño generando para él esa divina facultad que emana de vos para que goce de la vida celeste". De nuevo, elevándolo por cuarta vez, decía al sol y a la tierra: "Óptimo Padre de todos, y tú Tierra, madre también de todos, ved aquí que os ofrezco este tierno niño. Recibidlo ambos y puesto que ha nacido para la vida militar, después de que haya dado muestras preclaras de valor, concededle morir entre las armas". Y luego tomaba con la mano derecha el escudo, el arco y las flechas, y elevando todo igualmente, hablaba de esta manera al sol, que es otro Marte entre esta gente: "Óptimo sol, recibe estas armas bélicas dedicadas a ti con las cuales te deleitas sobre manera y permite que el niño equipado con ellas gane al fin la felicidad celeste, donde se concede a los militares que caen en la batalla, gozar de delicias increíbles". Mientras se hacen todas estas cosas, ante cuatro teas ardientes se le daba nombre, repitiéndolo tres veces y diciendo también tres veces: "Toma las armas, toma las armas, niño, con las cuales plazcas y sirvas al Luminar Máximo". Después lo rodeaban de sus juguetes y entonces los muchachos se precipitaban hacia los manjares puestos junto al lugar donde había sido lavado el niño para que fueran arrebatados, y huyendo y tragando durante la misma fuga clamaban: "Te importa, oh niño recién nacido, ir a la guerra y morir en la batalla misma, para que al fin seas llevado al cielo, sirvas al sol y pases una vida tranquila y feliz entre sus familiares, varones fortísimos, mientras tuvieron vida, y después, echados de menos en el combate". Con las cuales palabras indicaban que todos los niños nacían dedicados a hacer la guerra en obsequio del sol. Acabadas estas cosas, la partera volvía a llevar al niño a casa de sus padres, precediéndoles las teas, las cuales se dejaban arder hasta que consumidas se extinguían completamente.
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CAPÍTULO II De los antiguos moradores de la Nueva España, y cómo vinieron a ella los nauatlacas Los antiguos y primeros moradores de las provincias que llamamos Nueva España, fueron hombres muy bárbaros y silvestres, que sólo se mantenían de caza, y por eso les pusieron nombre de chichimecas. No sembraban ni cultivaban la tierra, ni vivían juntos, porque todo su ejercicio y vida era cazar, y en esto eran diestrísimos. Habitaban en los riscos y más ásperos lugares de las montañas, viviendo bestialmente, sin ninguna policía, desnudos totalmente. Cazaban venados, liebres, conejos, comadrejas, topos, gatos monteses, pájaros, y aun inmundicias como culebras, largartos, ratones, langostas y gusanos, y de esto y de yerbas y raíces, se sustentaban. Dormían por los montes, en las cuevas y entre las matas; las mujeres iban con los maridos a los mismos ejercicios de caza, dejando a los hijuelos colgados de una rama de un árbol, metidos en una cestilla de juncos, bien hartos de leche, hasta que volvían con la caza. No tenían superior ni le reconocían, ni adoraban dioses ni tenían ritos ni religión alguna. Hoy día hay en la Nueva España de este género de gente, que viven de su arco y flechas, y son muy perjudiciales porque para hacer mal y saltear, se acaudillan y juntan, y no han podido los españoles, por bien ni mal, por maña ni fuerza, reducirlos a policía y obediencia, porque como no tienen pueblos ni asiento, el pelear con éstos es puramente montear fieras, que se esparcen y esconden por lo más áspero y encubierto de la sierra. Tal es el modo de vivir de muchas provincias hoy día, en diversas partes de Indias. Y de este género de indios bárbaros; principalmente se trata en los libros de procuranda indorum salute, cuando se dice que tienen necesidad de ser compelidos y sujetados con alguna honesta fuerza, y que es necesario enseñallos primero a ser hombres, y después a ser cristianos. Quieren decir que de estos mismos eran los que en la Nueva España llaman otomíes, que comúnmente son indios pobres, y poblados en tierra áspera; pero están poblados y viven juntos y tienen alguna policía, y aún para las cosas de cristiandad, los que bien se entienden con ellos no los hallan menos idóneos y hábiles, que a los otros que son más ricos y tenidos por más políticos. Viniendo al propósito, estos chichimecas y otomíes, de quien se ha dicho que eran los primeros moradores de la Nueva España, como no cogían ni sembraban, dejaron la mejor tierra y más fértil, sin poblarla, y esa ocuparon las naciones que vinieron de fuera, que por ser gente política la llaman nauatlaca, que quiere decir gente que se explica y habla claro, a diferencia de esa otra bárbara y sin razón. Vinieron estos segundos pobladores nauatlacas, de otra tierra remota hacia el Norte, donde agora se ha descubierto un reino que llaman el Nuevo México. Hay en aquella tierra dos provincias: la una llaman Aztlán, que quiere decir lugar de garzas; la otra llamada Teuculhuacán, que quiere decir tierra de los que tienen abuelos divinos. En estas provincias tienen sus casas, y sus sementeras y sus dioses, ritos y ceremonias, con orden y pulicia, los nauatlacas, los cuales se dividen en siete linajes o naciones, y porque en aquella tierra se usa que cada linaje tiene su sitio y lugar conocido, pintan los nauatlacas su origen y descendencia en figura de cueva, y dicen que de siete cuevas vinieron a poblar la tierra de México, y en sus librerías hacen historia de esto, pintando siete cuevas con sus descendientes. El tiempo que ha que salieron los nauatlacas de su tierra, conforme a la computación de sus libros, pasa ya de ochocientos años; reducido a nuestra cuenta fue el año del Señor de ochocientos y veinte, cuando comenzaron a salir de su tierra. Tardaron en llegar a la que agora tienen poblada de México, enteros ochenta años. Fue la causa de tan espacioso viaje, haberles persuadido sus dioses (que sin duda eran demonios que hablaban visiblemente con ellos), que fuesen inquiriendo nuevas tierras de tales y tales señas, y así venían explorando la tierra y mirando las señas que sus ídolos les habían dado, y donde hallaban buenos sitios, los iban poblando y sembrando y cogían, y como descubrían mejores lugares, desamparaban los ya poblados, dejando todavía alguna gente, mayormente viejos y enfermos y gente cansada, dejando también buenos edificios, de que hoy día se halla rastro por el camino que trajeron. Con este modo de caminar tan despacio gastaron ochenta años, en camino que se puede andar en un mes, y así entraron en la tierra de México el año de novecientos y dos, a nuestra cuenta.
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CAPÍTULO II De las diligencias que se hicieron por haber a Diego de Guzmán, y de su respuesta y la del curaca El gobernador, habiendo oído la nueva que los mensajeros trajeron, dijo a los cuatro indios principales que le engañaban en decirle que era vivo el español, porque él tenía por cosa muy cierta que lo habían muerto. Entonces uno de ellos, con semblante no de prisionero, sino grave y señoril, que parece que lo quieren mostrar estos indios cuando más oprimidos están, dijo: "Señor, no somos hombres que hemos de mentir a vuestra señoría, y para que la verdad que los mensajeros han dicho se vea más claramente, mande vuestra señoría soltar uno de nosotros, que vaya y vuelva con testimonio que a vuestra señoría satisfaga de lo que se hubiera hecho del español, que los tres que quedaremos damos nuestra fe y palabra que volverá con el cristiano o traerá nueva cierta de su determinación. Y para que vuestra señoría se certifique de que no es muerto, mande escribirle una carta y pídale que se venga o responda a ella, para que por su letra, pues nosotros no sabemos escribir, se vea cómo es vivo. Y cuando nuestro compañero no volviera con esta satisfacción, los tres que quedaremos pagaremos con las vidas lo que él de su promesa y de la nuestra no cumpliera, y bastará, y aún sobrará, sin que vuestra señoría mate nuestros indios, que tres hombres como nosotros muramos por la traición de un español que negó a los suyos sin que le hubiésemos hecho fuerza ni sabido de su ida." Todas fueron palabras del indio, que no le añadimos alguna más de pasarlas de su lengua a la española o castellana. Al general y a sus capitanes les pareció bien lo que el indio principal había dicho y prometido en nombre de todos cuatro. Y mandaron que él mismo fuese por Diego de Guzmán, y que Baltasar de Gallegos, que era su amigo y de su patria, le escribiese, afeándole su mal hecho, si en él perseveraba, y exhortándole se volviese e hiciese el deber como hijodalgo, y que le restituirían sus armas y caballo y le darían otras, cuando las hubiese menester. El indio principal fue con la carta y con recaudo de palabra que el gobernador le dio para su cacique, rogándole tuviese por bien enviar al español y que no le detuviese; donde no, que le prometía destruirle su tierra a fuego y a sangre, y quemarle los pueblos y talar los campos, y matar los indios principales y no principales que consigo tenía y todos los más que de sus vasallos pudiese haber. Con estas amenazas fue el indio el segundo día de la ausencia de Diego de Guzmán, y volvió el tercero con la misma carta que había llevado, y en ella trajo el nombre de Diego de Guzmán escrito con carbón, que lo escribió para que viesen que era vivo, y no respondió otra palabra. Y el indio dijo que aquel cristiano no quería ni pensaba volver a los suyos. El curaca respondió al gobernador diciendo que su señoría entendiese por muy cierto que él no hacía fuerza alguna a Diego de Guzmán para que se quedase en su tierra, ni se la haría para que se volviese, no queriendo él, como no quería volverse; antes, como a yerno que le había restituido una hija que él mucho amaba, le trataría con todo el regalo y honra que le fuese posible, y lo mismo haría a todos los españoles o castellanos que gustasen quedarse con él; y que (si por hacer en esto el deber) su señoría quisiese destruirle su tierra y matar sus parientes y vasallos, no tendría razón ni haría justicia como la debía hacer. Y, por última respuesta, decía que como hombre poderoso hiciese lo que hiciese, que él no había de hacer más de lo que había dicho. El adelantado, habiendo gastado tres días en hacer estas diligencias, viendo que el español no quería volver y que el cacique tenía razón y pedía justicia, acordó pasar adelante en su viaje y soltó los indios principales y los de servicio, los cuales todos le sirvieron con mucho amor y voluntad hasta sacarlo de su término y ponerlo en el ajeno. Este pobre caballero hizo esta flaqueza por la ceguera del juego y afición de la mujer, que, por no la dar al que se la había ganado, tuvo por mejor entregarse a sus enemigos para que de él hiciesen lo que quisiesen que no carecer de ella. Donde, en suma, se podrá ver lo que del juego inconsideradamente nace y donde teníamos bien que decir de los que con propios ojos en esta pasión hemos visto, si fuera de nuestra profesión decirlo, mas quédese para los que la tienen de reprehender los vicios. Y volviendo a Diego de Guzmán, decimos que, si quedando con la reputación y crédito con que entre los indios de Naguatex quedó, les hubiese después acá predicado la Fe Católica como debía a cristiano y a caballero, pudiéramos no solamente disculpar su mal hecho, empero loarlo grandemente, porque podíamos creer que hubiese hecho mucho fruto con su doctrina, según el crédito que generalmente los indios dan a los que con ellos lo tienen, mas, como no supimos más de él, no podemos decir más de lo que entonces pasó. Lo que hemos dicho de Diego de Guzmán lo refiere Alonso de Carmona en su relación, aunque no tan largamente como nosotros, y le llama Francisco de Guzmán. Los españoles, después de la pérdida de Diego de Guzmán, caminaron cinco jornadas por la provincia de Naguatex, y al fin de ellas llegaron a otra llamada Guancane, cuyos naturales eran diferentes que los pasados, porque aquéllos eran afables y amigos de españoles, mas éstos se les mostraron enemigos que nunca quisieron su amistad, antes, en todo lo que pudieron, mostraron el odio que les tenían y desearon pelear con ellos, presentándoles la batalla muchas veces. Empero los españoles la rehusaban, porque ya entonces traían pocos caballos, que los indios les habían muerto más de la mitad de ellos, y deseaban conservar los que quedaban porque, como muchas veces hemos dicho, era la mayor fuerza de ellos, que de los infantes no se les daba nada a los indios. Tardaron los españoles ocho días en atravesar esta provincia de Guancane y no reposaron en ella día alguno por excusar el pelear con los indios, que tanto ellos deseaban. En toda esta provincia había muchas cruces de palo puestas encima de las casas, que casi no se hallaba alguna que no la tuviese. La causa, según se supo, fue que estos indios tuvieron noticia de los beneficios y maravillas que Alvar Núñez Cabeza de Vaca y Andrés Dorantes y sus compañeros, en virtud de Jesu Cristo Nuestro Señor, habían hecho por las provincias que anduvieron de la Florida los años que los indios los tuvieron por esclavos como el mismo Alvar Núñez lo dejó escrito en sus Comentarios. Y aunque es verdad que Alvar Núñez y sus compañeros no llegaron a esta provincia de Guancane, ni a otras muchas que hay entre ellas y las tierras donde ellos anduvieron, todavía pasando de mano en mano y de tierra en tierra, llegó a ella la fama de las hazañas obradas por Dios por medio de aquellos hombres, y, como estos indios las supiesen y hubiesen oído decir que todos los beneficios que en curar los enfermos aquellos cristianos habían hecho era con hacer la señal de la cruz sobre ellos y que la traían por divisa en sus manos, les nació devoción de ponerla sobre sus casas, entendiendo que también las libraría de todo mal y peligro, como había sanado los enfermos. Donde se ve la facilidad que generalmente los indios tuvieron, y éstos tienen, para recibir la Fe Católica, si hubiese quien la cultivase, principalmente con buen ejemplo, a que ellos miran más que a otra cosa ninguna.
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CAPÍTULO II De algunas supersticiones de indios, así de la Florida como del Perú, y cómo los españoles llegan a Auche Volviendo en nuestro cuento algo atrás de donde quedamos, es de saber que, cuando los españoles salieron del pueblo Guachoya, se fue con ellos, de su voluntad, un indio de diez y seis o diez y siete años, gentil hombre de cuerpo y hermoso de rostro, como lo son en común los naturales de aquella provincia. Y, habiendo caminado tres o cuatro jornadas, echaron de ver en él los criados del gobernador Luis de Moscoso, a los cuales el indio se había allegado, y como lo extrañasen y viesen que iba de su grado, temiendo fuese espía, dieron cuenta de ello al general, el cual lo envió a llamar y, con los intérpretes, y entre ellos Juan Ortiz, le preguntó dijese la causa por qué, dejando sus padres, parientes, amigos y conocidos, se iba con los españoles no los conociendo. El indio respondió: "Señor, yo soy pobre y huérfano. Mis padres a su muerte me dejaron muy niño y desamparado, y un indio principal de mi pueblo, pariente cercano del curaca Guachoya, con lástima que de mí tuvo, me recogió en su casa y me crió entre sus hijos. El cual, a la partida de vuestra señoría quedaba enfermo y desahuciado de la vida. Sus parientes, mujer e hijos, luego que lo vieron así, me eligieron y nombraron para que, en muriéndose mi amo, me enterrasen con él, vivo como estoy, porque decían que mi señor me había querido mucho y que por este amor era razón que yo fuese con él a servirle en la otra vida. Y, aunque es verdad que por haberme criado le tengo obligación y le quiero bien, no es ahora tanto el amor que huelgue me entierren vivo con él. Por huir esta muerte, no hallando remedio mejor, acordé venirme con la gente de vuestra señoría, que más quiero ser su esclavo que verme enterrar vivo. Esta es la causa de mi venida, y no otra." El general y los que con él estaban se admiraron de haber oído al indio, y entendieron que la costumbre y abusión de enterrar vivos los criados y las mujeres con el hombre principal difunto, también se usaba y guardaba en aquella tierra como en las demás del nuevo mundo hasta entonces descubiertas. En todo el imperio de los incas que reinaron en el Perú se usaba largamente enterrar con los reyes y grandes señores sus mujeres las más queridas y los criados más favorecidos y allegados a ellos, porque en su gentilidad tuvieron la inmortalidad del ánima y creían que después de esta vida había otra como ella misma, y no espiritual; empero con pena y castigo para el que hubiese sido malo y con gloria, premio y galardón para el bueno. Y así dicen Hanampacha, que quiere decir mundo alto, por el cielo, y Ucupacha, que significa mundo bajo, por el infierno, y llaman Zupay al diablo, con quien dicen que van los malos. Y de esto trataremos más largo en la historia de los incas. Y volviendo a nuestros castellanos, que los dejamos ansiosos por caminar mucho, y después les ha de pesar por haber caminado tanto, decimos que, habiendo pasado las provincias que no pudimos nombrar por no saber los nombres de ellas por las cuales caminaron más de cien leguas, al fin de ellas llegaron a una provincia llamada Auche, y el señor de ella les salió a recibir con muchas caricias que les hizo y les hospedó con muestras de amor, y dijo tenía gran contento de verlos en su tierra, mas, como después veremos, todo era falso y fingido. Dos días descansaron los españoles en aquel pueblo Auche, que era el principal de la provincia, e, informándose de lo que a su viaje convenía, supieron que a dos jornadas del pueblo había un gran despoblado que pasar, de cuatro días de camino. El cacique Auche les dio indios cargados de maíz para seis días y un indio viejo que les guiase por el despoblado hasta sacarlos a poblado y, en presencia de los españoles, haciendo mucho del amigo, le mandó que los llevase por el mejor y más corto camino que sabía. Con este recaudo salieron los nuestros de Auche y en dos jornadas llegaron al despoblado, por el cual caminaron otros tres días por un camino ancho que parecía camino real, mas al fin de las dos jornadas se fue estrechando de poco en poco hasta perderse del todo, y sin camino anduvieron otros seis días por donde el indio quería llevarlos, con decirles que los llevaba por atajos, sin camino, para más aína salir a poblado. Los españoles, al cabo de los ocho días que habían andado por aquellos desiertos, montes y breñales, viendo que no acababan de salir de ellos, advirtieron en lo que hasta entonces no habían mirado, y fue que el indio los había traído al retortero, guiándolos unas veces al norte, otras al poniente, otras al mediodía, otras volviéndolos hacia el levante, lo cual no habían notado antes por el mucho deseo que llevaban de pasar adelante, y por la confianza que en su guía habían tenido que no los engañaría. Advirtieron asimismo que había tres días que caminaban sin comer maíz ni otra vianda, sino hierbas y raíces, y que, por horas, iban creciendo las dificultades y menguaban las esperanzas de salir de aquellos desiertos, porque no tenían comida ni camino.
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CAPITULO II Demora en Cartagena. Descripción de esta ciudad, su situación, descubrimiento, capacidad, fabrica y riqueza, tribunales que encierra y dependencia de ellos 36 El mismo día 9 de julio desembarcamos Don Jorge Juan y yo y, passando á visitar al governador de aquella plaza, supimos que los academicos franceses no havian llevado hasta entonces ni se tenia noticia de ellos. Con esto, determinamos esperarlos porque assi se nos prevenía en la instruccion, y, deseosos de emplear el tiempo en cosa util, aunque no haviamos llevado instrumentos por no estar finalizados quando salimos de Cadiz los que de orden de S. M. se estaban fabricando en París y Londres, los quales nos alcanzaron en Quito poco despues de nuestra llegada, teniendo noticia de que se hallaban allí algunos que pertenecieron á Don Juan de Herrera, brigadier que fue de los reales exercitos é ingeniero de aquella plaza, y por su muerte paraban en poder de su hijo y otros oficiales, solicitamos y obtuvimos que los prestassen, y con ellos se observó la latitud, longitud y variacion, y se ratificaron los planos de la plaza y bahía por los que el mismo ingeniero havia levantado, añadiendo lo que en ellos faltaba, segun se reconoció. 37 En estas operaciones estuvimos empleados hasta mediados de noviembre, bastantemente impacientes por la tardanza y ningunas noticias de los academicos franceses, pero haviendo fondeado en Boca Chica el día 15 de este mes, en la noche, una balandra de guerra francesa, se supo que era la que los conducía y el siguiente 16 passamos á su bordo, donde fuimos cortesmente recibidos del capitan que la mandaba, Mr. de Ricour, theniente de ney de la plaza de Guarico en la isla de Santo Domingo, y de los academicos M. M. Godin, Bouguer, y de la Condamine, á quienes acompañaban M. M. Jusieu, botanico, Seniergues, cirujano, Verguin, Couplet y Dessordonais, agregados, Morenvile, dibujante, y Hugot, reloxero. Los tres primeros baxaron á tierra con nosotros, y, despues de haverlos conducido á visitar al governador, los hospedamos en casa que les teniamos prevenida, y en el siguiente, baxaron á tierra todos los restantes. 38 Como el designio era passar con la mayor brevedad al equador, se trató luego de la vía por donde mas comodamente se executaria el viage hasta Quito; y, hecho la eleccion en la de Portobelo, Panamá y Guayaquil, se emprendió en la misma embarcacion hasta aquel primer puerto, y en el interin se volvieron á hacer allí nuevas observaciones de latitud con los instrumentos que los academicos llevaron consigo y otras del peso del ayre y variacion de la aguja, cuyas resultas podrán reconocerse donde corresponde la descripcion que sigue. 39 Está situada la ciudad de Cartagena de las Indias en 10 grados 25 minutos 48 segundos y medio de latitud boreal, en 282 grados 28 minutos 36 segundos de longitud al occidente del meridiano de París y en 301 grados 19 minutos 36 segundos del meridiano del pico de Tenerife, segun tenemos concluido por la serie de nuestras observaciones, y podrá verse en el libro de las Observaciones Astronomicas y Phisicas. Tiene allí la aguja 8 grados de variacion nordeste, segun tambien lo acreditamos por las que se hicieron correspondiente á este fin. 40 Fue descubierta aquella bahía y territorio, llamado entonces Calamari, en el año 1502 por Rodrigo de Bastidas y en el de 1504 dieron principio á la guerra contra los indios sus habitadores Juan de la Cosa y Christoval Guerra, pero hallaron mucha resistencia por ser de natural belicoso y tan valeroso que no se exceptuaban las mugeres de las fatigas y peligros de la guerra; sus armas eran flechas que envenenaban con el jugo de algunas yervas, y assi venian á ser mortales las heridas mas pequeñas. Alonso de Ojeda siguió á estos dos en la empressa algunos años despues acompañado del mismo Juan de la Cosa, que era piloto mayor, y de Americo Vespucio, geographo de aquellos tiempos, pero no adelantó mas que los primeros, aunque tuvo diversas batallas con los indios. Lo mismo le sucedió á Gregorio Hernandez de Oviedo, pero finalmente Don Pedro de Heredia consiguió vencer á los indios, con quienes tuvo repetidas refriegas, y pobló la ciudad en el año de 1533 con titulo de govierno. 41 La comodidad de su situacion, la anchura y seguridad de su bahía y la proporcion en que está para el comercio de aquel continente meridional la hicieron en poco tiempo capaz de ser erigida en silla episcopal, y las mismas circunstancias la conservan y engrandecen, no tan solo apetecida para habitacion y emporio de los españoles sí tambien envidiada de los estrangeros que, codiciosos ó de su importancia ó de su riqueza, la han invadido, tomado y saqueado varias veces. 42 La primera lo fue muy cerca de su establecimiento en el año de 1544 por ciertos corsarios franceses, guiados de un corzo de nacion, que, haviendo estado mucho tiempo en ella, les dió noticia por donde podian entrar y tomarla, como con efecto lo consiguieron. La segunda por Francisco Drak, llamado el destruidor de las nuevas conquistas, en el año de 1585. Este pirata, despues de haverla dado al saco, la puso fuego y, haviendo reducido á cenizas la mitad de la poblacion, se convino en no continuar su total destruccion por 120 mil ducados de plata, que dieron por su rescate los vecinos. 43 Otra invasion padeció en el año de 1697 por Pointis, francés de nacion, que passó á ella con un gruesso armamento, y mucha parte de su gente fue de filiboustiers, que eran piratas, aunque yá sugetos al rey de Francia y protegidos de este monarca; hizo desembarco en Cartagena despues de haver rendido el castillo de Boca Chica y tener libre la entrada del puerto; puso sitio al de San Lazaro, y, haviendolo ganado, capituló la ciudad. Pero la capitulación no la escusó del saco, á la que tenía destinada la codicia. Algunos atribuyen la facilidad de esta conquista á inteligencia entre el que governaba la plaza entonces y Pointis, y se aumentó la sospecha por haverse embarcado con ellos quando se retiraron salvando todo su tesoro, que se le reservó en el saqueo. 44 Tiene su fundacion sobre una isla de arena, la que, formando un estrecho paseo por la parte del sudoeste, dá comunicacion con la que llaman Tierra Bomba hasta Boca Chica. En la garganta que las une estuvo antiguamente la entrada de la bahía, la qual se mantuvo mucho tiempo, pero, haviendose mandado cerrar, quedó solo la de Boca Chica hasta que esta se hizo cegar despues de la ultima invasion que hicieron en la presente guerra los ingleses, quienes, rendidos los castillos que la defendian, entraron por ella y se hicieron dueños de la bahía, intentando serlo tambien de la ciudad, pero les salió vano el designio y les fue forzoso retirarse con pérdida considerable. Este sucesso, dió motivo á que se mandasse abrir y poner corriente la antigua, que es por la que yá entran todas las embarcaciones. Por la parte del nordeste se estrecha tambien la tierra tanto que, antes de empezar la muralla, solo hay de uno á otro mar cosa de 35 tuessas, y, prolongandose despues, forma otra isla por esta parte quedando la ciudad cercada de mar por todas, á excepcion de estas dos tan cortas. Por medio de un puente de madera que tiene á la parte del este, se comunica con un arrabal muy capaz, á quién dan el nombre de Xexemaní, el qual se halla tambien sobre otra isla y se comunica con la tierra firme por un puente como el primero. Además de la fortificacion que ciñe la ciudad, tiene otra que defiende el arrabal, amas de piedra de cantera, cuya disposicion y proporciones es á la moderna y la guarnecen en tiempo de paces 10 compañias de tropa reglada de 77 hombres cada una, comprehendidos sus oficiales, pero sin estas hay varias compañias de milicias que compone todo aquel vecindario. 45 Por la parte de Xexemaní y no a mucha distancia de él, está situado sobre un cerro de mediana altura un castillo, cuya nombre es San Lazaro, el qual predomina toda la ciudad y su arrabal; tiene de altura de 20 á 21 tuessas por medida, que se hizo geometricamente para averiguarla. Se continuan desde este cerro, siguiendo acia el este, varias colinas que van levantandose sobre él y se dilatan hasta la cumbre de otro cerro, que le hace espaldas, y es el de la Popa, el qual tiene de altura 84 tuessas. En la eminencia de este, se halla un convento de religiosos agustinos descalzos, con la advocacion de Nuestra Señora de la Popa; gozase desde él una deleytosa vista porque en mucha distancia no hay objeto que le sirva de embarazo, y assi se descubren desde su altura dilatada las campañas y la costa por una y otra parte largos trechos. 46 La interior disposicion de la ciudad é igualmente de sus arrabales es muy buena; las calles, derechas, anchas, en buena proporcion y empedradas todas las casas, bien fabricadas, con un alto la mayor parte; bien distribuidos sus viviendas, y sus materiales, piedra y cal, á excepcion de algunas de ladrillo. Todas tienen balconerias y rejas de madera, materia de mas resistencia en aquel templo que la del hierro porque este se descostra y desmorona despues de algun tiempo con la humedad y vientos salitrosos; por esta causa y la de estar de color de humo las paredes, parecen mal en los exterior las casas y edificios. 47 Los templos y conventos que tiene la ciudad son la iglesia mayor ó cathedral y la parroquia de la Trinidad, que está en el arrabal; pero, además de esta, fabricó el obispo Don Gregorio de Molleda otra ayuda de parroquia en la ciudad dedicada á santo Toribio en los años de 1734 en adelante. Las religiones de que hay allí conventos son San Francisco, situado en el arrabal, Santo Domingo, San Agustin, la Merced, San Diego Recoleccion de San Francisco, un colegio de padres de la Compañía y un hospital de San Juan de Dios; y de mugeres, hay Santa Clara y Santa Teresa Recoletas. Todos estos templos son de muy buena arquitectura y capacidad, y, á su correspondencia, los conventos; en los adornos de las iglesias se nota alguna pobreza porque no en todas hay la completa decencia que les correspondia. Las comunidades, y con particularidad la de San Francisco, constan de bastante numero de sugetos, tanto europeos y criollos blancos como de castas conforme á las de aquel país. 48 Es la capacidad de aquella ciudad y su arrabal como las del tercer orden de Europa, y está bien poblada de vecindario, aunque la mayor parte de él se compone de castas. No es de las mas ricas de las Indias porque, además de los saqueos que ha padecido, como no se cultivan ni trabajan allí minas, hace poca mansion el dinero que se le remite anualmente por via de situado de las provincias de Santa Fé y Quito para la subsistencia del governador, tropa y demás empleos politicos y militares que mantiene el rey en ella; no obstante, hay caudales crecidos, con particularidad entre las personas de comercio, y, á proporcion, los interiores adornos de las casas principales son muy decentes y asseados. 49 Reside en la ciudad el governador de ella, que hasta el año 1739 estuvo independiente en el govierno militar, aunque en el politico y assunto de justicia tenian apelacion los negocios á la Audiencia de Santa Fé, pero, haviendose en esta erigido aquel año virreynato con el titulo de la nueva Granada, le quedó subordinado tambien en lo militar el govierno de Cartagena. El primero que obtuvo este virreynato en esta ultima ereccion fue el theniente general de los reales exercitos Don Sebastian de Eslava, quien defendió á Cartagena de la poderosa invasion que los ingleses hicieron contra ella en el año de 1741 y les obligó, despues que la havian tenido sitiada largo tiempo, á abandonar la empresa y dexar la ciudad libre, como yá queda apuntado. 50 Hay assimismo en Cartagena un obispo que govierna en lo espiritual todo quanto se entienden los terminos del militar y politico, y prebendas que forman el cabildo eclesiastico; un tribunal de la santa Inquisicion, cuya jurisdiccion se estiende á la de las tres provincias de la isla Española, donde tuvo su primera fundación, Tierra Firme y Santa Fé. 51 Además de estos tribunales, tiene un cabildo secular compuesto de regidores, entre quienes se hace todos los años eleccion de dos alcaldes para el govierno de justicia y economico de la ciudad, cuyo caracter recae ordinariamente en dos personas condecoradas de su vecindario. 52 Assimismo, hay una Caxa real y dos oficiales de la Real Hacienda, que son contador y thesorero. Estos son los que perciben todos los derechos reales y sumas que pertenecen al rey y los que igualmente las distribuyen. Y hay, finalmente, un jurisconsulto con titulo, de auditor de la gente de guerra, que igualmente entiende en lo contencioso. 53 Se estiende la jurisdiccion del govierno de Cartagena por el oriente hasta las riveras ó playas del caudaloso rio de la Magdalena y, prolongandose por ella acia el sur, vá dando la buelta hasta que llega á confinar con la provincia de Antioquia y partiendo de allí para el ocaso, concluye en el rio del Darién, de donde vuelve al septentrion, y en este lado le sirven de barrera las aguas del oceano en toda la distancia que se dilatan las costas entre la desembocadura de estos dos rios, siendo segun la mas recibida opinion su extension de oriente áoccidente de 53 leguas y de septentrion al mediodia 85, en cuyo espacio se comprehenden varios valles, que en el país llaman sabanas, como las de Zamba, el Zenú, Tolú, Mompox, la Barranca y otras; en ellas, hay muchas poblaciones grandes y pueblos pequeños, compuestos tanto de europeos y criollos españoles como de gente de castas. De todos estos parages, como del de Cartagena, es tradicion haver sido, en el tiempo de la gentilidad ricos de oro, y aun permanecen las noticias de los antiguos minerales de este metal en los assientos de Simití, San Lucas y el Guamocó, que yá al presente no se benefician por exhaustos. No contribuyendo menos entonces á su abundancia el comercio que tenían con los paises de su vecindad el Chocó y Darién, de donde por los generos que fabricaba la industria y aquellos necessitaban, recibían este metal, que era el mas comun adorno de los indios, assi hombres como mujeres.
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De la ciudad de Panamá y de su fundación, y por qué se trata della primero que de otra alguna Antes que comenzara a tratar las cosas deste reino del Perú quisiera dar noticia de lo que tengo entendido del origen y principio que tuvieron las gentes destas Indias o Nuevo Mundo, especialmente los naturales del Perú, según ellos dicen que lo oyeron a sus antiguos, aunque ello es un secreto que sólo Dios puede saber lo cierto dello. Mas como mi intención principal es en esta primera parte figurar la tierra del Perú y contar las fundaciones de las ciudades que en él hay, los ritos y ceremonias de los indios deste reino, dejaré su origen y principio (digo lo que ellos cuentan y podemos presumir) para la segunda parte, donde lo trataré copiosamente. Y pues, como digo, en esta parte he de tratar de la fundación de muchas ciudades, considero yo que si en los tiempos antiguos, por haber Elisa Dido fundado a Cartago y dándole nombre y república, y Rómulo a Roma y Alejandro a Alejandría, los cuales por razón destas fundaciones hay dellos perpetua memoria y fama, cuánto más y con más razón se perpetuarán en los siglos por venir la gloria y fama de su majestad, pues en su real nombre se han fundado en este gran reino del Perú tantas ciudades y tan ricas, donde su majestad a las repúblicas ha dado leyes con que quieta y pacíficamente vivan. Y porque, sin las ciudades que se poblaron y fundaron en el Perú, se fundó y pobló la ciudad de Panamá, en la provincia de Tierra Firme, llamada Castilla de Oro, comienzo por ella, aunque hay otras en este reino de más calidad. Pero hágolo porque el tiempo que él se comenzó a conquistar salieron della los capitanes que fueron a descubrir al Perú, y los primeros caballos y lenguas y otras cosas pertenecientes para las conquistas. Por esto hago principio en esta ciudad, y después estaré por el puerto de Urabá, que cae en la provincia de Cartagena, no muy lejos del gran río del Darién, donde daré razón de los pueblos de indios y las ciudades de españoles que hay desde allí hasta la villa de Plata y asiento de Potosí, que son los fines del Perú por la parte de sur, donde a mi ver hay más de mil y doscientas leguas de camino; lo cual yo anduve todo por tierra y traté, vi y supe las cosas que en esta historia trato; las cuales he mirado con grande estudio y diligencia, para las escribir con aquella verdad que debo, sin mezcla de cosa siniestra. Digo, pues, que la ciudad de Panamá es fundada junto a la mar del Sur Y diez y ocho leguas del Nombre de Dios, que está poblado junto a la mar del Norte. Tiene poco circuito donde está situada, por causa de una palude o laguna que por la una parte la ciñe, la cual, por los malos vapores que desta laguna salen, se tiene por enferma. Está trazada y edificada de levante a poniente, en tal manera, que saliendo el sol no hay quien pueda andar por ninguna calle della, porque no hace sombra ninguna. Y esto siéntese tanto porque hace grandísimo calor y porque el sol es tan enfermo, que si un hombre acostumbra andar por él, aunque no sea sino pocas horas, le dará tales enfermedades que muera; que así ha acontescido a muchos. Media legua de la mar había buenos sitios y sanos, y a donde pudieran al principio poblar esta ciudad. Mas como las casas tienen gran precio, porque cuestan mucho a hacerse, aunque ven el notorio daño que todos reciben en vivir en tan mal sitio, no se ha mudado; y principalmente porque los antiguos conquistadores son ya todos muertos, y los vecinos que agora hay son contratantes y no piensan estar en ella más tiempo de cuanto puedan hacerse ricos; y así, idos unos, vienen otros, y pocos o ningunos miran por el bien público. Cerca desta ciudad corre un río que nasce en unas sierras. Tiene asimismo muchos términos y corren otros muchos ríos, donde en algunos dellos tienen los españoles sus estancias y granjerías, y han plantado muchas casas de España, como son naranjas, cidras, higueras. Sin esto, hay otras frutas de la tierra, que son piñas olorosas y plátanos, muchos y buenos, guabayas, caimitos, aguacates y otras frutas de las que suele haber de la misma tierra. Por los campos hay grandes hatos de vacas, porque la tierra es dispuesta para que se críen en ella; los ríos llevan mucho oro; y así luego que se fundó esta ciudad se sacó mucha cantidad; es bien proveída de mantenimiento, por tener refresco de entrambas mares; digo de entrambas mares, entiéndase la del Norte, por donde vienen las naos de España a Nombre de Dios, y la mar del Sur, por donde se navega de Panamá a todos los puertos del Perú, En el término desta ciudad no se da trigo ni cebada. Los señores de las estancias cogen mucho maíz, y del Perú y de España traen siempre harina. En todos los ríos hay pescado, y en la mar lo pescan bueno, aunque diferente de lo que se cría en la mar de España; por la costa, junto a las casas de la ciudad, hallan entre la arena unas almejas muy menudas que llaman chucha, de la cual hay gran cantidad; y creo yo que al principio de la población desta ciudad, por causa destas almejas se quedó la ciudad en aquesta parte poblada, porque con ellas estaban seguros de no pasar hambre los españoles. En los ríos hay gran cantidad de lagartos, que son tan grandes y fieros que es admiración verlos; en el río del Cenu he yo visto muchos y muy grandes y comido hartos huevos de los que ponen en las playas; un lagarto destos hallamos en seco en el río que dicen de San Jorge, yendo a descubrir con el capitán Alonso de Cáceres las provincias de Urute, tan grande y disforme que tenían más de veinticinco pies en largo, y allí le matamos con las lanzas, y era cosa grande la braveza que tenía; y después de muerto lo comimos, con la hambre que llevábamos; es mala carne y de un olor muy enhastioso; estos lagartos o caimanes han comido a muchos españoles y caballos y indios, pasando de una parte a otra, atravesando estos ríos. En el término desta ciudad hay poca gente de los naturales, porque todos se han consumido por malos tratamientos que recibieron de los españoles y con enfermedades que tuvieron. Toda la más desta ciudad está poblada, como ya dije, de muchos y muy honrados mercaderes de todas partes; tratan en ella y en el Nombre de Dios; porque el trato es tan grande, que casi se puede comparar con la ciudad de Venecia; porque muchas veces acaesce venir navíos por la mar del Sur a desembarcar en esta ciudad, cargados de oro y plata; y por la mar del Norte es muy grande el número de las flotas que allegan al Nombre de Dios, de las cuales gran parte de las mercaderías viene a este reino por el río que llaman de Chagre, en barcos, y del que está cinco leguas de Panamá los traen grandes y muchas recuas que 108 mercaderes tienen para este efecto. Junto a la ciudad hace la mar un ancón grande, donde cerca dél surgen las naos, y con la marea entran en el puerto, que es muy bueno para pequeños navíos. Esta ciudad de Panamá fundó y pobló Pedrarias de Avila, gobernador que fue de Tierra Firme, en nombre del invictísimo césar don Carlos Augusto, rey de España, nuestro señor, año del Señor de 1520, y está en casi ocho grados de la equinocial a la parte del norte; tiene un buen puerto, donde entran las naos con la menguante hasta quedar en seco. El flujo y reflujo desta mar es grande, y mengua tanto, que queda la playa más de media legua descubierta del agua, y con la cresciente se torna a henchir; y quedar tanto creo yo que lo causa tener poco fondo, pues quedan las naos de baja mar en tres brazas, y cuando la mar es crecida están en siete. Y pues en este capítulo he tratado de la ciudad de Panamá y de su asiento, en el siguiente diré los puertos y ríos que hay por la costa hasta llegar a Chile, porque será grande claridad por esta obra.
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CAPITULO II Descripcion de la ciudad de San Felipe de Portobelo y de su situacion 197 Hallase la ciudad de San Phelipe de Portobelo, segun la serie de las observaciones que allí hicimos, en 9 grados 34 minutos 35 segundos de latitud boreal y en longitud, por las observaciones del padre Fevilleé, de 277 grados 50 minutos tomando por primer meridiano el de París ó 296 grados 41 minutos considerandolo en el pico de Tenerife. Fue descubierto aquel sitio en el año de 1502 por el almirante Don Christoval Colón en el día 2 de noviembre, y el mismo almirante, viendo la buena disposicion del puerto en su capacidad, fondo y abrigo, le puso, aludiendo á ello, el nombre de Portobelo, pero, habiendo continuado su descubrimiento, llegó en el dia 9 al que está inmediato, llamado de Bastimentos, donde despues fue fundada por Diego de Niqueza en el año de 1510, pareciendole adequado para el intento, la ciudad de Nombre de Dios, llamada assi por haver dicho el poblador á su gente que alli se havia de hacer assiento en nombre de Dios, como se executó. Tuvo algunas intercadencias y, haviendola arruinado los indios del Darién, fue forzosa volverla á poblar de nuevo algunos años despues, en cuya forma permaneció hasta el de 1584 que, por real orden del señor Don Phelipe Segundo, fue trasladada á Portobelo por Don Iñigo de la Mota Fernandez, presidente de Panamá, á cuya resolucion conduxo tanto la mejoria del puerto quanto el parecer mas adequado aquel sitio para la facilidad de los comercios. Fue saqueado Portobelo por el pyrata que tanto infestó aquellos mares, Juan Morgan, y por medio de indulto la desamparó sin arruinar sus fortalezas ni casas. 198 Su fundacion es á la orilla del mar, á la falda de una montaña, que circunda todo el puerto. La mayor parte de sus casas es de madera, y algunas tienen el primer estado de piedra y cal, y, de allí para arriba, concluyen de madera; su numero, entre unas y otras, será hasta 130 con corta diferencia, casi todas de mucha capacidad. 199 Es mandada la ciudad por un governador, que tiene el nombre de theniente general por serlo del presidente de Panamá, y es empleo proveido por el rey sin termino de duracion, recayendo siempre en persona militar porque están sujetos á su mando los castellanos de las fortalezas que guarnecen el puerto, cuyos empleos son vitalicios. 200 Su capacidad toda consiste en una calle larga, que sigue segun la costa del puerto, y otras pequeñas que la atraviessan y ocupan el territorio entre la falda de la montaña y la playa, con algunos otros retazos que llevan la misma direccion que la principal en donde el terreno dexa lugar para ello; tiene dos plazas bien capaces, la una frente al edificio de las Caxas reales, que era de cal y piedra y se hallaba contigua al muelle ó desembarcadero, y la otra donde está la iglesia mayor ó parroquia. Esta tambien es de piedra y cal, bien capaz y con bastante decencia respecto á la cortedad de la poblacion; hay en ella un cura vicario y algunos clerigos particulares hijos del país. 201 Además de la parroquia, hay otras dos iglesias, una de Nuestra Señora de la Merced con convento del mismo orden y otra de San Juan de Dios, que, aunque tiene titulo y fundacion de hospital, no lo es en realidad. La iglesia de la Merced es de piedra pero muy desmantelada y pobre, y lo mismo sucede al convento, que está casi arruinado, y, no teniendo comodidad para que los religiosos puedan mantenerse en él, viven todos esparcidos por la ciudad en casas particulares. 202 La de San Juan de Dios consiste solamente en un pequeño quarto á manera de oratorio, no mas bien servida que la de la Merced. Su comunidad se reduce al prior, un capellan y otro religioso, y alguna vez á menos. Assi, su capacidad es muy corta, la que pertenece á la comunidad porque no la hay y la de los enfermos por ceñirse á una sola pieza cubierta sin camas ni otra providencia; y no reciben en él mas enfermos que los que pueden pagar su cura y manutencion con un tanto diario; con que, no sirve para pobres de la ciudad y sí solo en tiempo de armada para la gente de las tripulaciones de los navios de guerra, á los quales assisten los cirujanos de los mismos navios y, por estos, se les subministran las medicinas y alimentos que necessitan, sin que sirva al hospital mas que para el cubierto. 203 Siguiendo la ciudad por la parte del este, que está el camino de Panamá, se continúa un barrio que llaman guinea porque viven en él todos los negros y negras, esclavos y libres. Este barrio se aumenta considerablemente en tiempo de galeones porque, con este motivo, desocupan todas las casas de la ciudad los que viven en ellas y quedan reducidos á una cosa muy corta para arrendar todo lo restante; y los mulatos y otras familias pobres que se desalojan van á vivirá guinea ó en los bujíos que tienen allí ó en otros que fabrican nuevamente, á lo qual tambien ayuda la abundancia de gente que baxa de Panamá á trabajar cada uno en los oficios mecanicos que tiene por profession. 204 Por la parte de la marina, en un espacioso ámbito que media entre la ciudad y el castillo de la Gloria, se hace igualmente poblacion de bujíos, y la mayor parte de estos los ocupa la gente de mar de los navios Poniendo tiendas de pulperías con todas especies de comestibles y frutos de España; y, assi, luego que se termina la feria y se vienen los navios, vuelven á deshacerse y quedar despoblados los sitios que ocupaban. 205 La altura del mercurio en el barometro, haviendose hecho la experiencia en un parage mas alto que la superficie del mar una tuessa, se halló de 27 pulgadas 11 lineas y media.
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De los médicos que llaman Titici Entre los indios practican la medicina promiscuamente hombres y mujeres, los que llaman Titici. Estos ni estudian la naturaleza de las enfermedades y sus diferencias, ni conocida la razón de la enfermedad, de la causa o del accidente, acostumbran recetar medicamentos, ni siguen ningún método en las enfermedades que han de curar. Son meros empíricos y sólo usan para cualquiera enfermedad aquellas yerbas, minerales o partes de animales, que como pasados de mano en mano han recibido por algún derecho hereditario de sus mayores, y eso enseñan a los que les siguen. Apenas recetan dieta a alguno. No cortan una vena a nadie aun cuando por una incisión en el cutis alguna vez saquen sangre y quemen los cuerpos. Las heridas se curan con medicamentos simples o cubriéndolas con sus harinas; con éstos se ayudan en su mayor parte y usan rara vez medicamentos compuestos o mezclados. No se encuentran entre ellos cirujanos ni boticarios, sino sólo médicos que desempeñan por completo toda la medicina. Y es de admirarse de qué manera tan inepta y carente de arte y con gran peligro de toda la gente, puesto que obligan a las paridas en seguida después del parto a darse baños de vapor y a lavarse ellas mismas y a sus niños recién nacidos en agua helada después del mismo baño, llamado temaxcálli. ¡Qué digo!, si hasta a los febricitantes con erupciones u otra clase de exantema rocían con agua helada. Esto no es menos temerario que frotarles los cuerpos con cosas muy calientes, y responden con audacia a quien les redarguye, que el calor se vence con el calor. Usan remedios farmacéuticos vehementísimos y sumamente venenosos, sin que el veneno esté cohibido o refrenado por ningún género de preparación. No examinan inmediatamente a los que padecen enfermedad, ni principalmente antes de hacerles tomar medicinas que digieran el humor o lo hagan idóneo para la evacuación. Ni entienden el adaptar los varios géneros de remedios a los varios humores que haya que evacuar. Ni hacen mención alguna de la crisis ni de los días judicatorios. Permiten desde luego a las recién paridas usar medicamentos frígidos y astringentes para fortalecer los riñones según dicen, cuando más bien debieran abrir las vías del útero y provocar la menstruación. Con las mismas cosas curan las excrecencias carnosas de los ojos, el gálico, y a los privados de movimiento por la falta de humor en las articulaciones; a estos últimos no enteramente sin buen resultado, tal vez como efecto de la resequedad. Y aún ocurre que apliquen medicamentos sumamente calientes a los ojos inflamados y también en gran parte, en contra de la naturaleza, a los tumores y sin ninguna distinción usan medicamentos frígidos, glutinosos o astringentes sin tomar en cuenta los períodos de la enfermedad o el lugar afectado. Y así, aun cuando abundan en maravillosas diferencias de yerbas salubérrimas, no saben usarlas propiamente, ni aprovecharse de su verdadera utilidad.