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Capítulo deziseis De los tratantes El mercader es tratante, y para mercadear tiene cuenta con los mercados. El buen mercader sabe multiplicar su caudal y guardar bien lo ganado. Vende y compra por justo precio; es recto en todo, y temeroso de dios; sabe también concertarse en el precio, y es bien convenible. El mal mercader muy lindamente engaña vendiendo, y recatea más de lo que es justo; es mentiroso y gran embaucador o encandilador, y engaña más de la mitad del justo precio o da a logro. El tratante en esclavos es el mayor mercader de todos, y por ser sus riquezas los mesmos hombres, es muy venturoso, privado y conocido del Tezcatlipuca; al fin, por tener muchos esclavos, es el mayor y principal de todos los mercaderes. El que de este oficio es bueno y diestro sabe guardar sus bienes, y con devoción se los pida a Tezcatlipuca, y por ellos es muy agradecido, y es la flor y suma de todos los mercaderes. El que es malo, es desperdiciador, y cuanto gana gástalo en lo que no es necesario, y a la postre queda muy pobre, y es avariento y escaso. El que es mayor o principal entre los mercaderes se suele llamar puchtecatlailótlac o acxotçeatl, que es tanto como si dixésemos que es governador de los mercaderes. Y estos dos nombres y otros muchos que van aquí declarados se atribúen al que es mayor principal, governador o señor, o que es casi padre y madre de todos los mercaderes. El que es buen governador de éstos, es padre y amparo de los pobres, a los cuales les socorre y favorece como padre en sus necesidades. Todos le tienen reverencia y obediencia como al mayor y governador; el cual tiene está propriedad, que a los que van a tratar en otros pueblos les encomienda sus mercadurías para que alld se las vendan. Y es de todos amado y respectado como principal de ellos, y govierna y aconseja muy bien a los suyos, no dexando de castigar a los que lo merecen. Y el que es mal governador de éstos suele ser interesal. pedigüeño. engañador, descuidado, ni quiere usar lo que es de buen governador de los mercaderes. El tratante es de está propriedad, conviene a saber: que lleva fuera para vender sus mercadurías. El que de este oficio es bueno, es discreto y prudente. que sabe de caminos y de la distancia de las posadas para ver dónde pueden ir a dormir, corner, merendar o cenar. El que no es bueno, es boçal, tonto, que camina sin saber a dónde va, y de priesa y a ciegas; y ansí muchas vezes le acontece ir a parar en los montes, valles y despeñaderos, por no saber los caminos. El que vende piedras preciosas, o lapidario, es de está propriedad: que sabe labrar sutilmente las piedras preciosas y pulirlas para hazerlas reluzir; y algunas las pule con la caña maciça que llaman ótlatl, y algunas lima y algunas adelgaza. El que vende las piedras sin engaño, el buen conocedor de los géneros de las piedras preciosas, como son la esmeralda fina y perla preciosa y azavache, y de otras piedras pintadas y jaspeadas, y de otras muchos colores, que por ser finas resplandecen o reluzen, y las que tiene por buenas después las vende a los otros, según que cada una puede valer, mirando la virtud y propriedad de ellas. El que vende piedras falsas es engañador por hazer piedras falsas y hazer preciosas las que no lo son, o las que son comunes, que no son de estima alguna; en vender es carero; al fin, las vende con palabras engañosas. El que vende cuentas de oro, plata o cobre, o trata en cadenas o collares de oro y en sartales de las muñecas de las manos, el que es de este oficio suele ser platero. Si es buen oficial, con temor y buena conciencia las vende según que cada una suele valer, moderando su precio; a él le conviene también hazer y vender pieças de oro anchas y redondas, y hazer camarones de oro. Y el que no es tal suele mezclar oro bueno con oro falso, o dorar algún metal baxo para dalle lustre, con lo cual engaña a los que compran; y en el precio suele recatear mucho; y nada es convenible, sino que es porfiado. El oficial de plumas se cuenta entre los mercaderes. Y el que es buen oficial tiene en mucho las plumas, y las trata y guarda muy bien. Su oficio es vender plumas estimadas de todo género de aves de todas colores, las plumas muy verdes y las que son muy preciadas, que tienen corvada la punta, y las que relumbran haziendo unas aguas como tornasol. Y el que no es tal haze plumas falsas, y las viejas nuevas, con colores falsas, color pardilla, o deslavada, y blanquisco, color postiza; al fin, color falsa. El que rescata con plata es mercader, y tiene hazienda y oro y plata. El que bien rescata sabe el valor del oro y plata conforme al peso y quilates, y es diligente y solícito en su oficio, y en el pesar no defrauda, antes pone más que quita en el peso. El rescatador regatón suele engañar en lo que vende, pide más de lo que puede valer lo que se vende, y es muy porfiado y recatea en gran manera.
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Capítulo dezisiete De la plática o razonamiento que uno de los viejos mercaderes hazía al que estava de partida para ir a mercadear a provincias longincuas o estrañas cuando era la primera vez Acabada la comida o combite, ya que estava de partida el que havía combidado, si era mercader novelo, que era la primera vez que iva a mercadear, cada uno de los viejos le hazía un razonamiento esforçándole para los trabajos en que se havía de ver. El primero le dezía de esta manera: "Hijo, aquí nos havéis juntado y allegado a todos los que aquí estamos, que somos vuestros padres y mercaderes como vos. Es bien que os avisemos y hagamos el oficio de viejos para con vos, consolándoos y esfoçándoos. Y yo el primero, como a hijo, os quiero dezir mi parecer, pues que ya estáis de partida para lexos tierras y dexáis a vuestro pueblo y a vuestros parientes y amigos, y a vuestro descanso y reposo, y havéis de ir por largos caminos, por cuestas y valles y despoblados. Esforçaos, hijo; no es razón que acabéis vuestra vida aquí, ni que moréis aquí, sin que hagáis alguna cosa loable para que ganéis honra como nosotros, vuestros padres, lo deseamos. Y ansí, con lágrimas pedimos que sea así, y vuestras obras sean conformes a nuestros desseos. Vuestros antepassados en estos trabajos se exercitaron en caminos, y en esto ganaron la honra que tuvieron, como la ganan los hombres valientes en la guerra. Con estos trabajos alcançaron de nuestro señor las riquezas que dexaron. Es menester que os esforcéis y tengáis ánimo para sufrir los trabajos que os están aparejados, que son hambre y sed, y cansancio y falta de mantenimientos. Havéis de comer el pan duro y los tamales mohosos, y havéis de bever agua turvia y de mal sabor; havéis de llegar a ríos crecidos que van impetuosos con avenidas y que hazen espantable ruido, y que no se pueden vadear. Por esta causa havréis de estar detenido algunos días; havréis de padecer hambre y sed. Mirad, hijo, que no desmayéis con estas cosas, ni bolváis atrás del trabajo començado, porque no nos afrontéis a nosotros vuestros padres. Por este camino fueron los viejos antepassados y pusieron sus vidas muchas vezes a riesgo, y por ser animosos vinieron a ser valerosos, honrados y ricos. Finalmente, pobrezito mancebo, si alguna buena ventura os ha de dar nuestro señor, si nuestro señor te tiene en algo, primero te conviene que experimentes trabajos y pobrezas, y sufras fatigas intolerables, como se ofrecen a los que andan de pueblo en pueblo, que son grandes cansancios y grandes sudores, y grandes fríos y grandes calores. Andaréis lleno de polvo; fatigaros ha el mecapal en la frente; iréis limpiando el sudor de la cara con las manos; augmentarse ha vuestro trabajo en que seréis compelido a dormir al rincón y detrás de la puerta de casas agenas, y allí estaréis cabizbaxo y avergonçado, y andaréis de pueblo en pueblo discorriendo. Y demás de esto os afligirá la duda de la venta de vuestras mercaderías, que por ventura no se venderán, y de esto tendréis tristeza y lloro. Antes que alcancéis algún caudal o buena ventura, havéis de ser afligido y trabajado hasta lo último de potencia. Y allende de esto, muchas vezes os será necesario dormir en alguna barranca, en alguna cueva, o debaxo de alguna lapa, o cabe alguna piedra grande. Si por ventura nuestro señor os matare en alguno de estos lugares no sabemos, y quizá no bolveréis más a vuestra tierra. ¿Quién sabe esto? Por essos caminos conviene que devotamente vayáis, llamando a dios y haziendo penitencia, y sirviendo humildemente a los mayores en cosas humildes, como es dar agua a manos y barrer, etc. Mirad que no desmayéis; mirad que no bolváis atrás de lo començado; mirad que no os acordéis de las cosas que acá dexáis. Continuad y perseverad en vuestro camino, en sufrir los trabajos; por ventura nuestro señor os hará merecedor que bolváis con prosperidad, que os veamos vuestros padres y vuestros parientes. Mirad que tengáis, en lugar de mantenimientos, estos avisos que aquí os damos nosotros, que somos vuestros padres y vuestras madres, para con ellos os esforcéis y os animéis. Hijo muy amado, esforçaos y anda con dios; aquí os embiamos vuestros padres para que hagáis vuestro negocio, apartándoos de vuestros pariente, etc". De esta manera los mercaderes viejos a los mancebos que nuevamente ivan con otros mercaderes a tierras estrañas a mercadear los hablavan y esforçavan, y ponían delante los trabajos y dificultades en que se havían de ver, ansí en los poblados como en los desiertos, en la prosecución de su oficio de mercancía.
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Capítulo dezisséis De la respuesta que hazía un viejo principal y sabio en el arte de bien hablar, respondiendo de parte del pueblo, agradeciendo la doctrina y razonamiento del señor, y protestando la guarda de todo lo que se les havía dicho ¡Oh, sereníssmo y humaníssimo señor nuestro! Aquí ya ha oído vuestro pueblo, y vuestros basallos ya han notado las palabras muy preciosas y muy dignas de ser encomendadas a la memoria, que por vuestra boca han salido y nuestro señor dios os ha dado, y vos, señor, las havéis tenido atesoradas en vuestro pecho para esta hora. Aquí ya han rescebido todos los principales y nobles y generosos que aquí están, preciosos como piedras preciosas y hijos y descendientes de señores y reyes y senadores, y hijos y criados de nuestro señor y hijo Quetzalcóatl, los cuales los tiempos passados regieron y governaron el imperio y señoríos, y para esto nacieron señalados y elegidos de nuestro señor y hijo Quetzalcóatl; han oído las preciosíssimas palabras que por vuestra boca han salido. Pienso y tengo para mí por cierto que las notarán y las pondrán por obra, y se regirán por ellas toda su vida, y las tendrán escritas en su coraçón, y las tendrán guardadas en lo más íntimo de su coraçón. Pues que ya personalmente han visto y oído lo que se dixo y quién habló, hagan lo que les pareciere. Tengo por averiguado que se aprovecharán de esta doctrina, y con ella aprovecharán a su entendimiento y a su voluntad y a su ser y a su vida, y haziendo esto podrán parecer dondequiera, y aun ganar honra y hazienda. Y si por ventura tuvieren en poco y menospreciaren esta tan preciosa doctrina, allá se lo hayan. Será señal que están desechados y que dios los tiene menospreciados, y ya para con ellos está hecho el dever, porque vos, señor, havéis complido con vuestra dignidad y oficio real. Y los que no sienten esto, irán como ciegos a dar de cabeçadas por los rincones y por las paredes, y irán a caer en las barrancas, y entonce, cuando vieren sus caídas y sus yerros y desbaríos, començarán acordarse de vuestra preciosíssimas palabras, y dirán: "¡Oh, desventurados de nosotros! Plugiera a dios que nunca hoviéramos oído lo que oímos, ni se nos hoviera dicho lo que se nos dixo. ¡Oh, desventurados de nosotros!, que por nuestra culpa hemos perdido lo que se nos dixo. Nuestro merecido tenemos. Ya impossible nos es remediar este mal en que hemos caído". ¡Oh, qué gran merced has rescibido y havéis hecho, señor nuestro, a vuestros basallos, a vuestro pueblo, ansí a los altos como a los medianos, como a los baxos! ¡Oh, señor, si quiera las migaxas y las sobras de lo que se ha dicho han cogido y gozado! Y es lo que se les ha caído de la mesa a los que son ricos y tienen abastança de bienes y son nuestros señores. Dondequiera que estuviere algún amigo y conocido de dios sin falta se aprovechará y tomará para sí estos beneficios y mercedes, y será agradescido a nuestro señor dios y tomará esta doctrina para hazerse hijo de dios, conformándose con la voluntad del mismo dios. Por esto ganará alguna dignidad de nuestro señor, o en las cosas de la guerra, o en las cosas de los estrados y regimiento de la república. Porque antiguo adagio es que los que andan a coger yervas y a coger leña para el fuego en las montañas los escoge nuestro señor, y aunque esté en el estiércol, de allí los saca el todopoderoso dios y los haze dignos para el reino y regimiento y governación, y para que possean los estrados y sillas del reino, y para que rijan y guíen al pueblo y sean governadores y reyes, y sean reverenciados y estimados, y sean padre y madre de toda la gente, y que ellos consoelen y limpien las lágrimas a todos sus basallos cuando están afligidos. Y este tal tomado y elegido de leiñador y hortolano juzque y determine las causas, y sentecie los crímines de muerte y haga matar a los culpados de crimen, porque éste tomó y guardó dentro de sí las palabras de nuestro señor y las puso por obra y las estimó y las puso en precio cuando las pronunció nuestro señor y rey, que es imagen de dios, y el mismo dios le hizo hablar aquellas palabras. También están presentes los senadores y juezes que están a la parte diestra y a la siniestra de vuestra magestad. ¡Oh, hombre y señor nuestro precioso! Havéis dicho, y todos han oído los que están presentes, las leyes y consejos preciosos y maravillosos y raros que los teníades guardados. Grandes mercedes y grandes beneficios havéis hecho a este pueblo y a esta gente que los havéis hablado como madres y padres a sus hijos. Havéis hecho el dever para con vuestro pueblo y los havéis declarado y manifestado los secretos de vuestro coraçón, y ellos han oído y rescebido. Ruego a nuestro señor que lo sientan y entiendan y lo pongan por obra a donde quiera que fueren y estuvieren. ¡Plega a dios que con lágrimas se acuerden de este beneficio y con él se consoelen cuando hizieren alguna cosa que no conviene! ¡Oh, señor nuestro y rey nuestro! ¡Oh, señores senadores y juezes! Por ventura ya os doy pena con la prolixidad de mis palabras. Seáis muy bienaventurados. Déos nuestro señor dios mucha paz y asosiego, y viváis por muchos años, regiendo y governando y ayudando a nuestro señor con vuestros oficios, el cual es invisible y impalpable.
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Capítulo dezissiete Del razonamiento, lleno de muy buena doctrina en lo moral, que el señor hazía a sus hijos cuando ya havían llegado a los años de discreción, exhortándolos a huir los vicios y a que se diesen a los exercicios de nobleza y virtud Hijos míos, escuchad lo que os quiero dezir, porque yo soy vuestro padre. Yo tengo cuidado y rijo esta provincia, ciudad o pueblo por la voluntad de los dioses, aunque lo que hago lo hago con muchas faltas y defectos delante de dios y de los hombres que me miran. Tú que estás presente, que eres el primogénito y el mayor de tus hermanos, y tú que también estás presente, que eres el segundo, y tú que eres el tercero, y tú que estás allá a la postre, sabed que estoy triste y afligido, porque pienso que alguno de vosotros ha de salir inútil y para poco, y alguno ha de salir de poca habilidad y que no sepa hablar, y que ninguno de vosotros ha de ser hombre ni ha de servir a dios. No sé si alguno de vosotros ha de salir hábil y ha de merecer la dignidad y señorío que yo tengo, o por ventura ninguno de vosotros lo será. Por ventura en mí se ha de acabar este oficio o esta dignidad que yo tengo. Por ventura nuestro señor ha determinado que esta casa en que vivo, la cual edifiqué con muchos trabajos, se caya por tierra y sea como muradal y lugar de estiércol, y que mi memoria se pierda y no haya quien se acuerde de mi nombre, ni haya quien haga memoria de mí, sino que en muriendo me olviden todos. Oíd, pues, agora que os quiero dezir cómo os sepáis valer en este mundo, cómo os havéis de llegar a dios para que os haga mercedes. Y para esto os digo que los que lloran y se afligen y suspiran y oran y contemplan, y los que de su voluntad con todo coraçón velan de noche y madrugan de mañana a barrer las calles y caminos, y limpiar las casas, y componer los petates y icpales y adereçar los lugares donde dios es servido con sacrificios y ofrendas, y aquellos que tienen cuidado luego de mañana de ofrecer encienso a dios, los que hazen esto se entran a la presencia de dios y se hazen sus amigos y resciben de él mercedes, y les abre sus entrañas para darles riquezas y dignidades y prosperidades, como es que sean varones esforçados para la guerra. En estos exercicios y en estas obras conoce dios quién son sus amigos y quién ora con devoción, y les pone en las manos oficios y dignidades de la milicia para derramar sangre en la guerra, o de la judicatura donde se dan las sentencias. Y los haze madres y padres del sol para que ellos le den a comer y a bever, no solamente al sol, que está encima de nosotros, pero también a los dioses del infierno, que están debaxo de nosotros. Y estos tales son reverenciados de los soldados y gente de la guerra. Todos los tienen por madres y padres, y esto porque tuvo por bien nuestro señor dios de hazerlos esta merced, y no por sus merecimientos; o los da habilidad para merecer la silla y estrado del señorío y regimiento del pueblo o provincia, y pone en sus manos el cargo de regir y governar la gente con justicia y rectitud, y los pone al lado del dios del fuego, que es el padre de todos los dioses, que reside en el alverque de agua y reside entre las flores, que son las paredes almenadas, embuelto entre unas nubes de agua. Este es el antiguo dios que se llama Ayamictlan y Xiuhtecutli. O por ventura los haze señores que se llaman tlacatecutli y tlacochtecutli; o los pone en otra dignidad alguna más baxa, según que está la orden de la república. En diversos grados les da alguna dignidad para que sean honrados y acatados; o les da a merecer alguna cosa preciosa entre los senadores y señores, como es el oficio y dignidad que agora yo tengo y uso, como soñado y sin merecimiento mío, no mirando nuestro señor cuán poco yo merezco. No tengo esta dignidad de mío, ni por mis merecimientos y por mi querer. Nunca yo dixe: "quiero ser esto; quiero tener esta dignidad", sino que lo quiso assí nuestro señor, y ésta es misericordia que se ha hecho conmigo, que todo es suyo y todo lo da nuestro señor y todo viene de su mano, porque ninguno conviene que diga: "quiero ser esto" o "quiero tener esta dignidad", porque ninguno escoge la dignidad que quiere. Sólo dios da la que quiere a quien quiere, y no tiene necessidad de consejo de nadie, sino sólo su querer. Oíd otra tristeça y angustia mía que me aflige a la medianoche cuando me levanto a orar y hazer penitencia: mi coraçón piensa diversas cosas y anda subiendo y descendiendo como quien sube a los montes y descendiendo a los valles, que ninguno de vosotros me dais contento, ninguno de vosotros me satisface. Tú, N, que eres el mayor, no parece en tus costumbres ninguna mayoría ni ninguna mejoría; no parece en ti sino niñerías y muchacherías; no parece en ti costumbre ninguna de mayor o de primogénito. Y tú, N, que eres el segundo, y tú, N, que eres el tercero, no parece en vosotros ninguna cosa de cordura; no tenéis cuidado de ser hombres, sino que parece que por ser menores y porque dios os hizo el segundo y tercero no tenéis cuidado de vosotros mismos. ¿Qué ha de ser de vosotros en este mundo? Mirad que descendéis de parientes generosos y señores; mirad que no descendéis de hortolanos o de leñadores. ¿Qué ha de ser de vosotros? ¿Queréis ser mercaderes que traen en la mano un báculo y a cuestas su carga? ¿Queréis ser labradores o cavadores? ¿Queréis ser hortolanos o leñadores? Quiéroos dezir lo que havéis de hazer. Oíldo y notaldo: tened cuidado del areito y del atabal y de las sonajas y de cantar; con esto despertaréis a la gente popular y daréis placer a nuestro señor dios que está en todo lugar; con esto le solicitaréis para que os haga mercedes, y con esto meteréis vuestras manos en el seno de sus riquezas, porque el exercicio de tañer y cantar solicita a nuestro señor para que haga mercedes. Y procurad de saber algún oficio honroso, como es el de hazer obras de pluma, y otros oficios mecánicos, también porque estas cosas son para ganar de comer en tiempo de necessidad. Mayormente que tengáis cuidado de las cosas de la agricultura, porque estas cosas la tierra las cría. No demandan que las den de comer o de bever, que la tierra tiene este cuidado de criarlas. Todas estas cosas procuraron de saber y hazer vuestros antepassados, porque, aunque eran hidalgos y nobles, siempre tuvieron cuidado de que sus tierras y heredades fuessen labradas y cultivadas, y nos dexaron dicho que de esta manera hizieron sus antepassados. Porque si solamente tuvieres cuidado de tu hidalguía y de tu nobleza, y no quisieres entender en las cosas ya dichas, en especialmente en las cosas de la agricultura, ¿con qué mantendrás a los de tu casa? Y tú, ¿con qué te mantendrás a ti mismo? En ninguna parte he visto que alguno se mantenga por su hidalguía o nobleza tan solamente. Conviene que tengáis cuidado de las cosas necessarias a nuestro cuerpo, que son las cosas de los mantenimientos, porque esto es el fundamento de nuestro vivir y nos tienen palmas. No sin mucha razón se llama tonacáyutl tomio, que quiere dezir "nuestra carne y nuestros huessos", porque con él vivimos y esforçamos y andamos y trabajamos. Esto nos da alegría y regocijo, porque los mantenimientos de nuestro cuerpo hazen a los señores y a los que tienen cuidado de la milicia. No hay en el mundo ningún hombre que no tenga necessidad de comer y bever, porque tiene estómago y tripas; no hay ningún señor ni senador que no coma y beva; no hay en el mundo soldados y peleadores que no tengan necessidad de llevar su muchila. Los mantenimientos del cuerpo tienen en peso a cuantos biven, y dan vida a todo el mundo, y con esto está poblado el mundo todo. Los mantenimientos corporales es la esperança de todos los que viven para bivir. Mirad, hijos, que tengáis cuidado de sembrar los maizales y de plantar magueyes y tunas y frutales, porque según lo que dixeron los viejos, la fruta es regocijo de los niños, regocija y mata la sed a los niños. Y tú, muchacho, ¿no desseas fruta? ¿Dónde lo has de haver si no la plantares y criares en tus heredades? Notad agora, pues, hijos, del fin de mi plática, y escribildo en vuestra memoria y en vuestro coraçón. Muchas cosas havía que dezir, mas sería nunca acabar. Solas dos palabras quiero dezir, que son muy dignas de notar y que los viejos nos las dexaron dichas y encomendadas. Lo uno es que tengáis gran cuidado de hazeros los amigos de dios, en que está en todas partes y es invisible y impalpable; a él conviene darle todo el coraçón y el cuerpo. Y mira que no desvíes de este camino; mira que no presumas; mira que no te altivezcas en tu coraçón, ni tampoco desesperes, ni te acobardes en tu coraçón, sino que seas humilde delante de dios y tengas esperança en dios, porque si te faltare esto, enojarse ha contra ti, porque ve todas las cosas secretas y te castigará como a él le pareciere y como quisiere. Lo segundo que devéis de notar es que tengáis paz con todos; con ninguno te desvergüences y a ninguno desacates. Respecta a todos; ten acatamiento a todos; no te atrevas a nadie; por ninguna cosa afrentes a ninguno; no des a entender a nadie todo lo que sabes; humíllate a todos, aunque digan de ti lo que quisieren; calla, y aunque te abatan cuanto quisieren, no respondas; mira que no seas como culebra, descomedido con nadie; no te arremetas a nadie, ni te atrevas a nadie; sé sufrido y reportado, que dios bien te ve y responderá por ti, y él te vengará; sé humilde con todos, y con esto te hará dios merced y te dará honra. Lo tercero que devéis de notar es que no perdáis el tiempo que dios os da en este mundo; no pierdas día ni noche, porque nos es muy necessario, bien assí como el mantenimiento para el cuerpo; en todo tiempo suspira y ora a dios; demanda a dios lo que has de vestir; ocúpate en cosas provechosas todos los días y todas las noches; no te defraudes del tiempo, ni lo pierdas. Básteos esto, y con esto hago mi dever. Por ventura si se os olvidara y se os perdara o lo gastareis de balde, hazed como os pareciere. Y yo he hecho lo que devía. ¿Cuál de vosotros lo tornará para sí? ¿Por ventura tú, que eres el mayor y el primogénito, o tú, que eres el segundo o tercero; o por ventura tú, que eres el menor de todos, serás avisado y remirado y entendido, o, como dizen, serás adivino y entenderás los pensamientos de los otros, y serás como quien ve de lexos las cosas y las entiende y las guarda y escribe en su coraçón sin dezirlas a nadie? Cualquiera de vosotros que esto hiziere, hará gran bien para sí y bivirá sobre la tierra loengo tiempo.
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Capítulo diez Trata la <en>baxada rresoluta que <en>bió el rrey Ytzcoatl de Mexico a los prençipales y senado atzcapuzalco tocante en guerra Abiendo bisto y <en>tendido en el senado mexicano la rresoluçión de los mexicanos, y muy determinados de conbatir a los tepanecas y morir sobre ello <en> la demanda, llamó Atenpanecatl Tlacaleltzin, <en>baxador mexicano prençipal, díxole: "Tened baleroso ánimo como tal mexicano que sois y determiná otra bez buestro biaxe y mensaje a los tepanecas, y si es ya buestros días y fin llegado, conformaos <en> buestra buena bentura, y si allá fenesçiesen u<uest>ros días, yo tomo el cargo de u<uest>ra muger, hijos y casas. Dezilde de mi parte que yo le enbío a saludar y a esforçarle como baleroso señor que <en> su trono y señorío no desmaye, que haga el coraçón ancho a las caídas umanales de la fortuna, y que si tiene ya bien entendido el golpe de fortuna que sobrebendrán en su trono y susçederá a los biexos, biexas, moços niños y niñas tiernas de hedad si se abentura a lo que él y los tepanecas tienen 10v determinado; y nosotros los mexicanos ya puestos a todo lo que susçediere, y que su seruidor y basallo Ytzcoatl y todos los mexicanos ya estamos pospuestos a su boluntad, pues ansí lo quiere; que no me bolueré atrás si de hecho está<n> promtos y determinados a ello como nosotros, no poniéndole delante temor alguno, pues ya cominço a tomar mi cargo de basallaxe y suxeçión del bençido, caydo en suxeçión. Aperçibíos, Atempanecatl Tlacaeleltzin. Pues este es fin y paradero de lo que a de susçeder, poneos luego en camino". Llegado el mensajero Tlacaeleltzin en prezençia de Teçoçomoctli, rrey de tepanecas, díxole: "Rrey y señor, estéeis en buena ora. Catad aquí que os <en>bía el rrey Ytzcoatl mexicano este pequeño presente con que sastisfaze u<uest>ra tristeza y lágrimas, este ticatl (albayalde), y pluma, que es la señal de rrodela y dardos, que es tener en atençión por onor de u<uest>ra persona y acatamiento, que él propio los adereçó para bos". Y tomólos el rrey <en> la mano, díxole: "Sea mucho de norabuena, Atenpanecatl Tlacaeleltzin. Téngoselo en merçed a Ytzcoatl". Y así, le untó con el albayalde el cuerpo y le emplumó la cabeça con la pluma y púsole la rrodela <en> la mano y <en> la otra el dardo, bara tostada (tlatzontectli), y así, fecho esto, el rrey le dixo al Tlacaelel: "Tomá tanbién bos en que bais <en>buelto y esta rrodela y este espadarte (maccuahuitl), y mirá si podréis bolueros a u<uest>ra casa". Y la rrodela lleuaba una banda atreu<es>adas como diuisa, yxcoliuhqui, y las armas <que> le puso en su cuerpo, dorado, y <en> la cabeça le puso como çelada, coruado como cayado de pastor. Díxole: "Bolueos a u<uest>ro rrey de esa manera y mirá si podréis pasar a saluo, y <en>tiendo que por la parte que abéis de pasar de las guardas que allí están, que para u<uest>ro pasaxe os tienen hecho y aguxerado el paredón de la guardia. Pasaréis por delante de la pared y al salir dél no os buelban y tornen los tepanecas corcobado el cuerpo". Y así, salió del pueblo y fue a un lado del camino y junto a él y biniendo por su camino llegó a las guardas en Xoconochyacac, adonde estauan muy puestos de guerra, con cuydado y belas, todos armados con armas y rrodelas y espadartes. Llegado a ellos, les habló en alta boz diziéndoles: "Tepanecas, muy bien os a susçedido la fortuna, que ya es dado que abéis todos de morir, que no a quedar nenguno ni memoria del pueblo de Azcapuçalco; que yo, como Tlaelel que soi, os lo predestine". Y dicho esto, començó a bozear y dar alaridos, y así, le dieron alcançe los tepanecas y le començaron a dar cuchilladas <en> la cabeça, puesto el morrión o çelada dorada, trayendo por el agua. Y así, bino a dar en Nohualco y llegado a la casa de Ytzcoatl, rrey, que estaua <en> su palaçio, que estauan con él todos los prençipales mexicanos, e preguntó Ytzcoatl a Atenpanecatl: "Seáis bienbenido, que tube por çierto que no bolueríades otra bez a Mexico Tenuchtilan, y por çierto tenía que os abían muerto los tepanecas". Rrespondió Atempanecatl: "Mucha bentura tengáis, buen rrey. Ya fui y lleué u<uest>ra <en>baxada y cumplí buestro mandata y le adorné su cuerpo 11r con el aluayalde, todo el cuerpo le unté con ello, y le enplumé la cabeça y díxome que agradesçía la boluntad grande de Ytzcoatl: "Ya esto es así hecho. Bolueos a buestro rrey y patria. No curéis de boluer más a mí, que ya desde agora para siempre no me beréis ni yo os beré a bos". Y así, con esto, me boluí con este rresoluto mando". Oydo esto, Ytzcoatl dixo: "Sea mucho de norabuena. Mandá a mis hermanos los mexicanos que se adereçen y aperçiban para este efecto, pues estamos ya en este término que nos emos de bender los unos y los otros en esta guerra. Hazé llamamiento a todos los prençipales mexicanos". Aperçibidos a guisa de guerreros, llegan al lugar de la guardia en Xoconochnopalyacac, y por caudillo dellos al d<ich>o Tlacaelel, y <en>trando en medio de los tepanecas, <en> lo más fuerte de ellos, con grande bozería y alboroto, que solos los prençipales mexicanos y Tlacaelel con ellos, solos <en>traron en campo con los enemigos tepanecas, que los demás mexicanos no abían <en>trado con ellos, que estauan mirando <en> lo que paraua. Y biendo que yban de huida a más andar los tepanecas, <que> llegauan ya haldas de los montes, llegaron los otros mexicanos dando ánimo a los mayores y prençipales, diziéndoles: "Ea, balerosos mexicanos, que ya no ay memoria de tepanecas ni serranos, sus aliados, ni ay ya pueblo de Azcapuçalco, que todo es ya u<uest>ro. Ya abéis <en>terado buestro alto balor y señorío. ¿Qué podemos agora dezir?" Y así, boluieron a baxar los tepanecas y con boz humilde y baxa se ofresçieron a la suxeçión y dominio mexicano y ser basallos y serbilles como a señores, y ellos basallos, y <que> harían todo lo <que> esclauo le fuese mandado, pues en justa guerra quedaron bençidos y suxetos de ellos.
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Capítulo diez y siete De los que venden mantas El que vende las mantas tiene por oficio que compra junto para vender por menudo. El que sabe bien vender las mantas no usa algún fraude, sino que en vendellas es recto o justo, y en su oficio muy sosegado y convenible, y véndelas a justo y a moderado precio. Y las mantas que vende son las que son buenas, nuevas, rezias, fornidas y delgadas o ralas, como toca, lisas y de teIa igual, anchas y largas. El que es mal tratante en esto, es de mala conciencia, engañador y mentiroso, y alaba su mercaduría de mantas con palabras bien compuestas; recatea mucho, disminuyendo el precio que pagan los comprantes. Y las mantas que vende están dañadas o pudridas, remendadas y falsas, que las sabe renovar o adovar con el betún de masa que echa encima para dar color y peso a la manta; y las viejas las cueze en lexia para blanquearlas, y algunas van de tal manera bruñidas que van agujeradas en muchas partes, y algunas les echa engrudo o el atol espeso o tortilla molida, y después que se lo echa, brúñelas muy bien y parecen buenas y nuevas, no lo siendo; y sus mantas que vende son angostas y cortas, mal texidas y de algodón pudrido; al fin, tales que son muy comunes y de poco valor y precio. El mercader de las mantas suele comprar las dichas mantas de los mercaderes mayores, y su oficio es tratar en las mantas de los hombres y en las camisas de las mugeres de está tierra, que se llaman huipiles, que son galanas y muy bien labradas. El buen tratante en las mantas es hábil y entendido, y véndelas según el precio y valor de cada una de ellas, y las que vende son buenas, fornidas, que duran mucho, galanas; al fin, muy bien labradas, que llevan grandes y buenas labores, donde van puestos el sol, águila, tigre y unas ruedas, una dentro de otra, borlas de plumas y otras muchas labores que suelen llevar las mantas galanas y muy labradas, como son las que están bordadas y las que tienen la flocadura de ojos texidos, y las que tienen flocadura de algodón blanco, y las que tienen un cordón por flocadura y las que son rubias. El mal tratante en las mantas no es discreto ni prudente, y en venderlas usa engaños y mentiras encarecióndolas más que pueden valer. Y las que vende, ahora sean mantas, ahora sean naguas y huipiles, son ya traídas y viejas, renovadas y curadas con lexia para blanquearlas y mostrarlas nuevas, no lo siendo, o bruñidas con piedras o vasos lisos o huesos que suelen usar para bruñillas; y fuera de esto, para mostrarlas galanas suélenlas teñir con falsas colores; y algunas venden que son ralas y remendadas, que no se parecen y que tienen orilla repulgada y una pierna hecha dos con una costura falsa, y tales que llevan falsas y postizas labores.
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Capítulo doze Trata las maneras de basos (xícaras) que traían de tributos los yndios basallos de los mexicanos y maneras de rropas de bestir. Traían xícaras rredondas, a las mil marauillas pintadas, como bateas, otras menores y más chicas, labradas y pintadas, y tecomates, basos de uer cacao, galanos, y mantas muy galanas labradas al uso mexicano con seda de la tierra (tochomitl), de todo género de colores, y pañetes labrados galanes <que> sirben de atapar las bergüenças de los hombres, y hueipiles, nahuas blancas y labradas de muy delgado hilo y leonadas, y esteras, petates galanos 12v labrados, otros de palma, y asentaderos labrados y espaldares que llama<n> yzhuaycpalli, tepotzoyzpatli; y maíz, frisol, chile, calabaças, huauhtli y chiantzotzolli, pepitas, chile de todas maneras de esta Nueua España, y corteza de árboles para los brazeros escalentaderos, tea <que> sirbe de candelas de sebo para alumbrar de noche y carbón; y todo género de piedras para labrar casas, pesada y libiana y blanca, que era el gusto y rregalo de los mexicanos; asimismo las comidas de carne de benados <en> barbacoa asados y conexos <en> barbacoa, tuças <en> barbacoa, todo género de pescado de los rríos caudales, benidos de lexos tierras, camarones, sardina y langosta de la gorda de comer, y todos los demas géneros de comidas de campos y criados, naçidos de magués; y <en> lo de las frutas que se cree abentaxar la diuersidad de géneros de frutas de diuermas maneras y tiempos que se dan y nasçen como en n<uest>ra España. Todo esto, con otras muchas cosas tocantes al sustento umano, meresçieron los mexicanos por aberlo ganado con baleroso ánimo, esfuerço de sus personas y balentía en tantos y tan grandes pueblos de este Nueuo Mundo, que en aquel tiempo así se yntitulaua, "Çemanahuac, tenuchca tlalpan", lo que agora se bee por ella. Pues la diuersidad de rrosas, flores, xazmires, laureles <que> traían los estrangeros de lexos tierras con los propios árboles y las plantauan, trasponían en diuersas partes como si en sus tierras nasçieran, benidos de las costas, como son yoloxochitl, eloxochitl, cacahuaxochitl, yzquixochitl, yexochitl, cacaloxuchitl, tonacaxochicuahuitl, y de esotras menores rrosas que nasçen y se crían <en> Tierra Fría y en çanxas y camellones; que era cosa yncreíble lo que estos mexicanos señorearon, començando por el rrey Ytzcoatl, que primeramente fue el comienço <en> los tepanecas azcapuçalcas y desde ay por su origen y estilo, que en él fue comienço de tener el sustento del palaçio y casa rreal de Mexico. Y los que benían de lexos tierras llegauan y comían y bestían, dexado que abían sus tributos, y aunque benían a darlo a Ytzcoatl, era para todos los mexicanos <en> común. Y para aber de rrepartir las tierras de suso rreferidas y de pedimiento de Atenpanecatl Tlacaelel, por él començó y se le rrepartió. La primera suerte de tierras fue en Tecpayucan y luego en Chiquiuhtepec y luego en Cuauhtepec y en Apepetzpan y en Huexocuauhpan y en Tetlaman y en Ahuitzoc y en Acuenco y Tlacopan y Popotlan; y todas estas tierras y <en> los lugares d<ic>hos, fueron tierras de los de Azcapuçalco, en diez partes, porque a tantas perteneçieron a los demás y más abentaxadamente a este Cuatlecoatl y a Tlacahueyan y Huehue Motehueçoma, en estas suertes se les adxudicaron otras tantas tierras y no a los demás mexicanos porque de los de mexicanos uezinos y pobladores contiguas se les dio y rrepartió de las propias tierras de los de Azcapuçalco, no tantas ni tan largas, sino muy moderado, a cada uno ygualmente, 13r eçeto que de estas tierras de mexicanos, de los moderados, fueron dedicando a los dioses de sus barrios que del fruto dellas se sacase para las ofrendas de sahumerios, ençienco, papel, ulli, colores de almagro azul, negro, tintes para el pro de sus dioses y sacrifiçios de los templos. Sabido esto por los demás tepanecas nombrados de este apellido de Cuyuacan, la destruiçión de los atzcapuçalcas y el rrepartimy<en>to <hecho> de sus tierras a los mexicanos, rresçibio con esto grande pesar y <en>soberuesióse Maxtlaton, Cuecuex y los demás tepanecas de Cuyuacan y dixeron: "Y nosotros emos de ser asimismo basallos de los mexicanos, y asegún eso <en>tienden los de Azcapuçalco abasallarnos y tomarnos n<uest>ras tierras, pues son ya basallos de los mexicanos tenuchcas, porque nosotros emos estado siempre de por sí, sin pleitos ni guerras con nenguno de ellos". "Sea esta la manera", dixo Maxtlaton a los cuyuhuaques tepanecas. "Digo yo, si os paresçe a bosotros, <en>biemos n<uest>ros mensajeros a los tepanecas atzcapulçacas sobre este negoçio de basallaxe o cautiberio de su libertad y n<uest>ra si algo nos susçediere". Y así, dixo Cuecuex, capitán: "Sea norabuena. Baya buestro mensajero". Y fue con esta <en>baxada Çacangatl teuctli. Llegado Azcapuçalco, explicó su <en>baxada a los de Azcapuçalco y de la manera que les dieron su tierras y se abasallaron a los mexicanos. Rrespondieron que así era la berdad, que en justa guerra fueron bençidos y desbaratados, y en rrezgate de las mugeres, niños, biexos, biexas y su pueblo se abasallaron a los mexicanos y rrepartieron <en>tre ellos sus tierras propias. Y esto rrespondieron los rnayores de ellos, llamados Acolnahuacatl y Tzocualcatl y Tlacacuitlahua. Y rreplicó el mensajero que si era posible, pues así eran basallos, que rrefiriesen nueuamente a la defensa de su patria; y, pues no querían, que u<uest>tro hermano Mamaxtlaton y los demás prençipales y señores de Cuyuacan, que querían ellos darles boz de esto a los pueblos de Suchimilco y Culhuacan, que con derecho y justa causa, rrazón querían tener y poseer su pueblo y tierras y no abasallarse a los mexicanos. Y con esto concluyó su plática el mensajero.
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Capítulo doze De las demás casas de este signo, algunas de las cuales eran indiferentes, otras del todo malas La cuarta casa de este signo se llamava nauhécatl. Dezían que era indiferente, o a bien o a mal. Reinante este signo matavan a los adúlteros de noche, y en amaneciendo, echávanlos en el agua; también matavan a los captivos por la vida del señor, porque viviesse muchos años, como está susudicho en otro signo, llamado ce quiáuitl. También, reinante este signo, los nigrománticos hazían sus maleficios y encantamientos, y tenían gran temor de este signo nauécatl. Por esto ponían y metían cardos en las ventanas; dezían que con aquello se huían los hechizeros. Y los mercaderes ricos, que se llaman acxotéca, honravan este signo; y por su honra sacavan todas las cosas preciosas que tenían en sus casas: piedras preciosas y joyas, y todos los plumajes ricos de todas colores, y los cueros de animales labrados, y mercaderes de cacao, y atapadores de galápago para tecomates, y todas las alhajas que tenían. Todo lo cual poníanlos ordenadamente en el patio de su iglesia, que se llama calpulco, sobre una manta rica, y quemavan encienso y ofrecían sangre de codornizes. Dezían que lo hazían a honra de este signo, como si calentassen todo lo susodicho al sol. Y después de haver hecho sus devociones, començavan a comer y bever todos los mercaderes y combidados, y dávanles a cada uno las cañas de humo -y parecía como niebla el humo que havía-, y flores. Y a la noche juntávanse los mercaderes, viejos y viejas, y emborrachávanse, y allí cada uno se jactava de lo que havía ganado y de las tierras que havían andado y de las partes remotas a que havían llegado y por donde havían discorrido, y de los peligros en que se havían visto en las tierras de los enemigos. Con estos cuentos afrentavan a otros que no havían ido a lexas tierras, y dezíanlos que siempre havían estado tras el fuego y que no sabían otros mercados sino en el tiánquez que está cabe su casa. En esto gastavan toda la noche, parlando y bozeando los unos con los otros; los unos despreciavan a los otros, y cada uno se loava a sí mismo.
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Capítulo doze De cómo toda la gente, después de haver tomado fuego nuevo, renovavan todos sus vestidos y alhajas. Donde se pone la figura de la cuenta de los años De la dicha manera, hecha la lumbre nueva, luego los vezinos de cada pueblo en cada casa renovavan sus alhajas, y los hombres y mugeres se vestían de vestidos nuevos y ponían en el suelo nuevos petates. De manera que todas las cosas que eran menester en casa eran nuevas, en señal del año nuevo que se començava, por lo cual todos se alegravan y hazían grandes fiestas, diziendo que ya havía passado la pestilencia y hambre. Y echavan en el fuego mucho encieso, y cortavan cabeças de codornizes, y con las cucharas de barro ofrecían a sus dioses encienso a cuatro partes del mundo, estando cada uno en el patio de su casa, y después metían lo ofrecido en la hoguera. Y después comían tzoal, que es comida hecha de bledos con miel, y mandavan a todos a ayunar, y que nadie beviesse agua hasta mediodía; siendo ya mediodía, començavan a sacrificar y a matar hombres cativos o esclavos, y ansí hazían fiestas y comían y renovavan las hogueras. Y las mugeres preñadas que estuvieron encerradas y tenidas por animales fieros, si entonces acontecía parir, ponían a sus hijos estos nombres: Molpili o Xíhuitl, etc., en memoria de lo que havía acontecido en su tiempo; y a las hijas Xiuhnénetl, etc. En tiempo de Motecoçuma hízose aquella fiesta ya dicha, el cual mandó en todo su reino que trabajassen de tomar algún captivo que tuviesse el dicho nombre, y fue tomado un hombre de Uexocingo muy generoso, el cual se dezía Xiuhtlamin; y lo tomó en la guerra un soldado de Tlatilulco, que havía nombre Itzcuin, por lo cual después le llamavan a él Xiuhtlaminmani; quiere decir "tomador de Xiuhtlamin". Y en el pecho del dicho captivo se hizo la lumbre nueva, y su cuerpo todo quemóse, según era costumbre. Esta tabla arriba puesta es la cuenta de los años (ver lámina 1), y es cosa antiquíssima. Dizen que el inventor de ella fue Quetzalcóatl. Procede de esta manera: que comiençan del oriente, que es donde están las cañas; y según otros del mediodía, donde está el conejo; y dizen ce ácatl, y de allí van al norte, donde está el pedernal, y dizen ume técpatl; luego van al occidente, donde está la casa, y allí dizen yei calli y luego van al ábrego, que es donde está el conejo, y dizen nahui tochtli; y luego tornan al oriente y dizen macuilli ácatl. Y ansí van dando cuatro bueltas, hasta que llegan a treze, que se acaban a donde començó; y luego vuelven a uno, diciendo ce técpatl. Y de esta manera, dando bueltas, dan treze años a cada uno de los caracteres o a cada una de las cuatro partes del mundo. Y entonces se cumplen 52 años, que es una gavilla de años, donde se celebra el jubileo y se saca la lumbre nueva en la forma arriba puesta; luego buelven a contar como de principio. Es de notar que discrepan mucho en diversos lugares del principio del año: en unas partes me dixeron que començava a tantos de enero; en otras, que a primero de febrero; en otras, que a tantos de março. En el Tlatilulco junté muchos viejos, los más diestros que yo pude haver, y juntamente con los más hábiles de los colegiales, se altercó esta materia por muchos días, y todos ellos concluyeron que començava el año segundo día de febrero.
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Capítulo doze De los adereços que usavan los señores en la guerra Usavan los señores en la guerra un casquete de plumas muy coloradas, que se llaman tlauhquéchol, con oro, y alrededor del casquete una corona de plumas ricas, y del medio de la corona salía un manojo de plumas ricas que se llaman quetzal, como penachos. Y colgava de este plumaje, hazia las espaldas, un atambor pequeñuelo, puesto en una escaleruela como para llevar carga, y todo esto era dorado. Llevava un cosete de pluma bermeja que le llegava hasta los medios muslos, todo sembrado de caracolitos de oro, y llevava unas faldetas de pluma rica. Llevava una rodela con un círculo de oro por toda la orilla, y el campo de la orilla era de pluma rica colorada, verde o açul, etc., y de la parte de abaxo, del medio abaxo por la circunferencia, llevava colgados unos rapazejos hechos de pluma rica con unos botones y unas borlas, todo de pluma. Llevava un collar de piedras preciosas muy finas, y todas iguales y redondas; eran chalchihuites y turquesas muy finas. Y llevava unas plumas verdes en lugar de cabellera, con unas vandas de oro entrepuestas, o llevava un cosete de plumas verdes. Y a cuestas llevava el atambor, también verde, en un cacaxtli; también el atambor llevava unas faldetas de plumas ricas y de oro. Y llevava unos rayos hechos de oro, sembrados por el cosete. Llevava otra manera de divisas y armas que se llama ocelotótec, que era hecho de cuero de tigre con unos rayos de oro sembrados. Y el atambor que llevava a cuestas era pintado como cuero de tigre, y las faldetas del atambor eran de plumas ricas, con unas llamas de oro en el remate. Otra manera de rodela, con pluma rica, que se llama xiuhtótotl, y en el medio de ella estava un cuadro de oro. Llevava también a cuestas unas plumas verdes, a manera de mariposa, y traía una manera de chamarra hecha de plumas amarillas, que se llaman tocíuitl, porque son de papagayo; y llegava esta chamarra hasta la rodilla, y con unas llamas de oro sembradas. Usavan otra manera de rodela hecha con plumas ricas, y el centro de ella era de oro, redondo, labrada en ella una mariposa. Otra manera de armas solían traer los señores, hechas con plumas verdes, que se llama quetzal, a manera de choça, y en toda la orilla tenían unas flocaduras de pluma rica y con oro; llevava también una chamarra de plumas amarillas. Usavan también los señores en la guerra una manera de capacete de oro y con dos manojos de quetzal, puestos a manera de cuernos, y con este capacete usavan la chamarra que arriba se dixo. Usavan también otra manera de capacete de plata, y también traía otra manera de divisas de pluma rica y de oro. Llevavan también con este capacete una chamarra hecha de la misma pluma ya dicha, y con unas llamas de oro. También solían traer los señores en la guerra una manera de vanderilla hecha de quetzal, entrepuestas unas vandas de oro, y en lo alto de la vanderilla iva un manojo de quetzal, como penachos; otra manera de vanderillas hechas de plata, y en lo alto de la vanderilla sus penachos. También usavan otra manera de vanderillas, hechas de unas vandas de oro, y en lo alto de ésta sus penachos. También los señores llevavan a cuestas una manera de divisas que se llama itzpapálotl; es esta divisa hecha de manera de figura del diablo, hecha de plumas ricas, y tenía las alas y cola a manera de mariposa, de plumas ricas, y los ojos y uñas y pies y cejas y todo lo demás eran de oro. Y en la cabeça de ésta poníanle dos manojos de quetzal; eran como cuernos. Otra manera de divisas que solían traer a cuestas los señores, que se llama xochiquetzalpapálotl, también hecha a manera de la imagen del diablo, porque la cara y manos, y pies y ojos, y uñas y nariz, eran como del diablo, hechos de oro, y las alas y cola, de la misma pluma ya dicha; y el cuerpo era hecho de diversas plumas ricas verdes, açules, etc., y con oro, y tenía sus cuernos de pluma rica, como de mariposa. Usavan también de otra divisa que se llama quetzalpatzactli, con una chamarra hecha de plumas verdes, con una rodela también de pluma verde vestida, con una plancha de oro redonda en el medio. Otras divisas usavan, que se llaman tozcuaxólotl; eran como un cestillo hecho de plumas, y en medio de él un perrillo, el cual tenía un plumaje en la cabeça largo; tenía este perrillo los ojos de oro, y las uñas de oro, etc. Con esto llevava una chamarra de pluma amarilla, con unas llamas de oro sembradas. Usavan de otra divisa como la de arriba dicha, salvo que la pluma era açul, y llevava mezclado mucho oro; y también la chamarra era de pluma açul. Usavan de otras divisas de la misma manera de las ya dichas, sino que la pluma era blanca. También usavan otras divisas de la misma manera de las ya dichas, sino que la pluma era colorada. Usavan de otras divisas, que se llamavan çacatzontli, de plumas ricas amarillas, con su chamarra de pluma amarilla. Usavan de otras divisas, que se llamavan toztzitzímitl, hechas de plumas ricas con oro, y el tzitzímitl era como un monstruo hecho de oro que estava en medio de la divisa; llevava este tzitzímitl un penacho de pluma rica. Usavan también otra divisa que llamava xoxouhquitzitzímitl; era un monstruo como demonio, y hecho de plumas verdes, y con oro, y encima de la punta de la cabeça llevava un penacho de plumas verdes. Usavan también de otra divisa que se llamava iztactzitzímitl; es como las de arriba dichas, salvo que los plumajes eran blancos. Usavan también de unos capillos que llamavan cúztic cuextécatl, con un penacho que salía de la punta del capillo. Llevavan en este capillo una medalla de oro, atada con un cordón al mesmo capillo, como manera de guirnalda. La chamarra que era compañera de esta divisa era de pluma amarilla con unas llamas de oro. Llevava una media luna de oro colgada de las narizes. Llevava unas orejeras de oro que colgavan hasta los hombros, hechas a manera de maçorca de maíz. A otra divisa de la manera de la ya dicha llamavan íztac cuextécatl. A otra divisa como las de arriba dichas llamavan chictlapanqui cuextécatl, porque la mitad era verde y la mitad amarillo, assí el capillo como la chamarra. A otras divisas de éstas llamavan cúztic teucuitlacopilli, porque el capillo era todo de oro, con un vaso con plumas encima de la punta del capillo. A otras divisas de éstas llamavan íztac teucuitlacopilli; era como la de arriba, sino que era de plata. Usavan también llevar en la guerra unos caracoles mariscos para tocar alarma, y unas trompetas. También usavan vanderillas de oro, las cuales, en tocando alarma, las levantavan en las manos para que començassen a pelear los soldados. Usavan también estandarte hecho de pluma rica, como una gran rueda de pluma rica; llevava este estandarte en el medio la imagen del sol hecha de oro. También usavan otras divisas que llamavan xiloxochípatzactli, hecha a manera de almete con muchos penachos y dos ojos de oro. Usavan también de espadas de madera, y el corte era de piedras de navajas pegadas a la madera, que era en forma de espada roma. Otras divisas usavan también, que llamavan quetzalaztatzontli, hechas de plumas y de oro. Usavan de otras divisas que llamavan ocelotlachicómitl, que es un cántaro aforrado con cuero de tigre, del cual sale un clavel lleno de flores, hecho de pluma rica.