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Capítulo 29 De la pestilencia que vino sobre los indios de viruelas después que los españoles salieron de México Ante que los españoles que estavan en Tlaxcalla viniesen a conquistar a México, dio una pestilencia de viruelas en todos los indios en el mes que llamavan tepeíluitl, que es al fin de setiembre. De esta pestilencia murieron muy muchos indios. Tenían todo el cuerpo y toda la cara y todos los miembros tan llenos y lastimados de viruelas que no se podían bullir ni menear de un lugar, ni bolverse de un lado a otro, y si alguno los meneava davan vozes. Esta pestilencia mató gentes sin número. Muchos murieron de hambre, porque no havía quien podiese hazer comida. Los que escaparon de esta pestilencia quedaron con las caras ahoyadas, y algunos los ojos quebrados. Duró la foerça de la pestilencia sesenta días, y después que fue afloxando en México, fue hazia Chalco. Acabándose esta pestilencia en México, vinieron los españoles, que ya estavan en Tetzcuco, y boxaron la laguna y vinieron por Cuauhtitlan hasta Tlacupa, y allí se repartieron en capitanías y se posieron en diversas estancias. A don Pedro de Albarado le cupo el camino que va de Tlacupa derecho al Tlatilulco. El capitán don Hernando Cortés se puso en Coyoacan y guardava el camino que va de Coyoacan a México. De hazia la parte del Tlatilulco se començó primero la guerra en un lugar que se llama Nextlatilco, y llegaron peleando hasta el lugar que se llama Nonoalco, donde está agora una iglesia que se llama Sanct Miguel, y los españoles se retruxeron; no ganaron nada en esta escaramuça. También el capitan don Hernando Corté acometió por su parte a los mexicanos por el camino que se llama Acachinanco; y los mexicanos resistíanlos grandemente.
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Capítulo 29 Aquí se señalará la manera de la guerra y basallos que fueron las grandes prouinçias de Tepeacac y Tecamachalco De la manera <que> fue el comienço de la guerra en el gran pueblo de Tepeaca y Tacamachalco fue <que> los tratantes y harrieros <que> se yntitulam, e los qual es eran mexicanos <que> yban y benían en diuersas partes y lugares con tratos, grangerías. Y los naturales de Tepeaca, <en>tendido el desbarato y rrompimiento y ser basallos los chalcas, gente balerosa, y sujetos a los mexicanos, fue grande el enojo de ellos, que al tiempo y quan se hazen las ferias, de tantos a tos días, abían acudido a los tales tiangues los mexicanos, y los señores y prençipales dellos mandaron llamar a todos los mexicanos y los prendieron y mataron diziendo ser espías, para coxellos descuidados y cautiuallos como hizieron a los chalcas. Y en esto, escapáronse dos o tres mexicanos y binieron a dar notiçia al rrey Monteçuma y a todo el senado mexicano. Y no tan solamente murieron los mexicanos mercaderes, sino de aculhuaques tezcucanos y de Azcapuçalco y Culhuacan, de Tacuba y de Cuyuacan, Yztapalapan y suchimilcas, Cuitlahuac, Mizquic, Chalco y Tultitlan y Guatitlam, Tenayuca, todo género de gente de mercaderes y tratantes basallos y amigos del ymperio mexicano. E oydo esto por Monteçuma y Çihuacoatzin Tlacaeleltzin, dixeron: "Señor, si aquellos malos y peruersos de los de Tepeaca y Tecamachalco les matasen a sus basallos y baledores, ¿estarían contentos? Yo creo que no. Y así, señor, bayan buestros mensajeros a ellos y aperçibilles con cruda guerra y basallaxe y serbidumbre". Y luego Çihuacoatl y Tlacaeleltzin <en>biaron sus mensajeros a esta ocasión y fueron Ticocyahuacatl y Tocuiltecatl y Mexicatl Teuctli y Huecamecatl. Llegados al pueblo de Tepeaca, expli 32r caron su embaxada a todos los prençipales y señores de aquellas prouinçias. Estando presentes el rrey Coyulcuec y su hijo Chichtli y Chiauhcoatl, díxoles: "El rrey Monteçuma y Tlacaeleltzin os <en>bían saludes y os mandan que rresçibáis estas rrodelas y espadartes y este albayalde (tiçatl) y pluma, que ençima de u<uest>ras cabeças os lo pongáis como tales señores <que> sois, e que por estos dones le aguardéis. Y esta es, señor, n<uest>ra embaxada para bosotros". Rrespondió el rrey Coyolcue y los otros con él <que> lo rresçibían el presente y que allí los aguardauan a los señores de las lagunas que allí abitan y al rrey Monteçuma y a Çihuacoatl, "de los quales les besamos las manos por la merçed de acordardarse de nosotros, que aquí les aguardamos cada <que> binieren". Bueltos los mensajeros, rrelataron su rrespuesta ante el rrey Monteçuma y Çihuacoatl y el senado mexicano e les dixo más, que querían beer y prouar de las suerte de sus arcos, flechas, espadartes y rrodelas y astuçias de guerrear de mexicanos, "que no tenemos n<uest>ros rreynos ganado de erençia sino en buena guerra ganados". Rrespondieron el rrey Monteçuma y Tlacaelel y Çihuacoatl: "Sea mucho de norabuena, hermanos míos. Yd a descansar del cansançio del camino". Y en esto, Monteçuma y Çihuacoatl Tlacaeleltzin y Cuauhnochtli dixeron: "Señores, ¿<qué> se aguarda? Aperçibámonos luego y bayan nuestros mensajeros a las partes, que a todos toca, con esta <en>baxada, Azcapuçalco, Tacuba, Cuauhtitlam, Aculhuacan, tezcucanos, chalcas, Suchimilco, Culhuacan, Cuitlabac, Mizquic, Cuyuacan, Tacuba. <Que> luego hagan matalotaxe de bizcocho y farina de maça para beuer (pinole) y frisol molido y pinol de chian y espeçia, chile, sal, pepita tostada, y mantas de nequén delgadas para la rresistençia del gran sol y calor (tonalayatl), cotaras de nequén (tecactli), esteras de palma, ollas, chiquibites y esportillas, escudillas, molcaxitl, comales y todo lo demás nesçesario al biaxe largo y cosas menesterosas. Y los que an de yr a estos mandatos sean práticos, elegantes, y sea el uno Huitznahuatl y Teuctlamacazqui y Tezcacoacatl y Teuccalcatl". Abida rrespuesta por el mandato espreso a todos los lugares y partes ya d<ic>hos, los quales y en su cumplimi<ento> luego se puso todo en orden, armas, gente de soldados, todo género de bastimientos. Bueltos a Mexico, abiendo declarado con la breuedad de todo, quedó el ymperio con grande alegría de se partir con la breuedad posible. Llegados todos el día señalado, cada uno de los pueblos ya dichos, con toda la breuedad, y cada uno su capitán y capitanes señalados, començaron a marchar y en breues días llegaron a la parte <que> llaman Coyupetlayo, <en>sima del çerro. Començaron cada capitán con su gente de por sí a hazer sus estançias, buhiyos, baluartes, cabas; hazer agua, leña, nesçesario, porniéndose por las delanteras de todos los rreales, de cada capitán, mexicanos balerosos por esforçados y balientes, <que> son los que llaman cuachic y otomitl. E les dixeron estos a los miradores y corredores, escuchas, <que> fuesen a beer los rreales de los de Tepeaca, si abían hecho baluartes, fosos, cauas o palenques, de qué manera estauan ordenados, en qué parte, en qué lugar estauan. Llegados y bistos, muy bien rrodeados, los pueblos, se boluieron a Monteçuma y a Tlacaeleltzin y a Tlacochcalcatl y Tlacateccatl e les dixeron que no tenían defensa alguna ni tanpoco gentes de guarniçion ni nenguna fortaleza de defensión, sino como si nunca fueran dello abisados. Y muy sosegados hablaron los genera 32v generales del campo mexicano, Tlacochcalcatl, Tlacateccatl, Cuauhnochtli, Otomitl, dixeron a los campos que al cuarto del alua abían de dar con ellos, apellidando por el conosçimiento de cada uno de sus pueblos, ¡Mexico! el <que> lo era, ¡Suchimilco! los que lo eran, ¡Chalco! los que eran de allí, y con mucho conçierto y sosiego no meterse tan de tropel, muy conçertadamente, aguardando el uno al otro, haziendo presa a los barones señalados de Tepeaca. "Y mirá que antes que amanezca ya a de estar asolada y destruida Tepeaca y Tecalco y Cuauhtinchan y Acaçingo. Estos quatro pueblos abemos de dexar destruidos y asolados antes del día". E después de media noche dieron los mexicanos sobre ellos y prençipalmente luego quemaron el templo de los de Tepeaca, <que> se llamaua Teucamaxtli. Y al tiempo que el sol salía acabauan de asolar los quatro pueblos, Tepeaca y Tecalco, Cuauhtinchan, Acaçingo. Y los señores de Tepeaca, subidos en un alta sierra, dixeron con sus mensajeros: "Señores mexicanos, sosiegue<n> buestros coraçones, descansen u<uest>ras armas, que el balor y premio de esta guerra y trauaxo nos ofresçemos con tributo de maíz, frisol blanco, hojas de colores, chilli, pepitas, mantas delgadas de nequén, cotaras galanas de nequén, esteras delicadas, galanas, labradas, <que> llaman alahuacapotlatl, y esteras de palma, cueros de benados adobados; que estamos en caminos rreales, todas las bezes que gentes de Mexico por aquí pasaren, la comida de ellos, aunque sean muchos, está seguro que lo daremos cumplidamente. Ternemos por padre y madre al ymperio mexicano". A esto rrespondió Çihuacoatl y Tlacaeleltzin: "Sea mucho de norabuena. A que simismo bayan por su orden al serbiçio de n<uest>ra casa y palaçio a seruir tantos cada diez días, a barrer y traer agua, leña". De que fueron contentos los de Tepeaca. Y a la buelta de los mexicanos les binieron a rresçibir con triumfo de bitoria, bozinas, cornetas y muchos géneros de rrosas, perfumaderos. Y esto, lleuaron los biexos, <que> lleuauan consigo sus basos de piçiete, señal de biexos y padres de tan balerosos soldados, y detrás de los colodrillos atados los cauellos con cuero colorado, <que> llaman cuauhtlalpiloni, con sus rrodelas y bordones diferentes (cuauhtopilli). Estauan éstos en este camino a rringlera, los unos frontero de los otros, que en medio a de pasar el exérçito mexicano, que éstos son llamados cuacuacuiltin, <que> tomaron éstos luego en medio a los presos esclauos <que> traían de la guerra, <que> heran naturales de los quatro pueblos. Llegando los capitanes, les presentaron braseros ardiendo de leña de enzina con grandes llamas, como señal de bençedores, e dijéronles: "Seáis muy bien benidos, hijos, a este reyno de Mexico Tenuchtitlam, adonde rroncan y siluan delicadamente culebras bullidores de pescado, abes bolantes rrodeadoras de las rredes, en medio de este tular y cañaberales, asiento y casa de la abusión (tetzahuitl) Huitzilopochtli, adonde por su birtud, con buestras fuerças de braços y cuerpo abéis muerto, bençido, desbaratado a buestros enemigo, y bengada la saña e ynjuria de n<uest>ro dios Huitzilopochtli". Hecho este parlamento, les dieron a beuer un breuaje de bino <que> llaman teuuctli a los bençidos estrangeros. Y de esta manera llegaron a la çiudad y fueron todos por su orden al cu de Huitzilopochtli, con los esclauos atados, y todos hazían gran rreberençia al dios Huitzilopochtli, y de allí al palaçio rreal 33r del rrey Monteçuma. Llegados a su prezençia le hizieron gran rreuerençia el general Çihuacoatl Tlacaeleltzin y, luego de le saludado, le presentan su terçia parte de los esclauos, debisas, armas, rrodelas doradas, pañetes o bragueros labradas (maxtlatl) para el areito y baile y atabal grande y su teponaztle, consonançia a ello, perfumaderos, rrosas. Y luego, <en> señal de gran rregozixo y alegría, bailó el rrey en el mercado (tiangues) con los balerosos esforçados mexicanos. Y tra esto se binieron a presentar y a hazer rreuerençia a Monteçuma Coyolcuec y Chichtli y Chiauhcoatl (Bíuora ponçoñosa). Y éstos fueron luego a hazer rreuerençia al dios Huitzilopochtli y le presentaron un amoxqueador de pluma blanca y un plumaxe de madera y un çeñidor o trançadera de cauello de cuero colorado y un arco con flechas y un braçelete o muñequera (matzopetztli) con una bara berde <que> llaman acaxihuitl. Y allí delante del Huitzilopochtli hazen sacrifiçio sacándose sangre de ençima de las orejas y de las puntas de las lenguas y luego delante del ydolo comen un puñado de tierra, señal de adoraçión con humildad. Y de allí bienen otra bez a hazer rreuerençia a Monteçuma y a Çihuacoatl diziendo esta oraçión: "Señor n<uest>ro y rrey natural, todos buestros basallos, biexos, moços, niños, mugeres, niñas an benidos a darse por esclauos a n<uest>ro gran dios que agora es Huitzilopochtli y a hazer y creer en él y a u<uest>ra magestad y daros n<uest>ro basallaxe y obidiençia nosotros, los naturales de Tepeaca. Y emos ofresçídonos por basallos de Huitzilopochtli y buestro y todos benimos con lágrimas a buestra obediençia". Respondió Monteçuma y Çihuacoatl, dixeron: "Bosotros seáis bien llegados y benís a oyr lo que os fuere por nos mandado, por buestro padre y madre, el ymperio mexicano, y os mandamos <que> todos n<uest>ros vasallos tratantes, mercaderes, <que> fueren y llegaren a u<uest>ra tierra a tratos y grangerías les rresçibáis y situéys un lugar para ellos conbiniente, que os lleuarán allá piedras preçiosas, plumería, rropas, esclauos, oro, preçiadas plumas de diuersas abes bolantes benidas del cabo del mundo, <que> son xiuhtototl, tlauhquechol, tzinitzcan, cueros de tigueres, leones, onças, cacao, xícaras". Y con esto, prometieron los de Tepeaca guardarlo y cumplirlo y tener gran cuenta en parte alguna agrabien a los mercaderes tratantes, antes defenderlos. Y luego por estos pueblos començaron a tener calpixques los rreyes de Mexico, del tributo de cada pueblo un mexicano calpixq<ue>, e que es tales los tubiese por padres y señores después del rrey Monteçuma.
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Capítulo 29 En este capítulo 29 se trata de todas las generaciones que a está tierra han venido a poblar En este párrapho se trata de los tulanos, de los tultecas, primeros habitadores de esta tierra, que fueron como los troyanos Primeramente los tultecas, que en romance se pueden llamar "oficiales primos", según se dize fueron los primeros que vinieron a estas partes que llaman tierras de México o tierras de chichimecas. Y bivieron primero muchos años en el pueblo de Tulantzinco en testimonio de lo cual dexaron muchas antiguallas allí, y un cu que llamavan en indio uapalcalli, el cual está hasta agora, y por ser tajado en piedra y peña ha durado tanto tiempo. Y de allí fueron a poblar la ribera de un río junto al pueblo de Xicocotitlan, el cual ahora tiene nombre de Tulla; y de haver morado y bivido allí juntos hay señales de las muchas obras que allí hizieron, entre las cuales dexaron una obra que está allí y hoy en día se ve, aunque no la acabaron, que llaman coatlaquetzalli, que son unos pilares de la hechura de culebra que tienen la cabeça en el suelo por pie, y la cola y los cascabeles de ella tienen arriba. Dexaron también una sierra o un cerro que los dichos tultecas començaron a hazer y no lo acabaron, y los edificios viejos de sus casas y el encalado parece hoy día. Hállanse también hoy en día cosas suyas primamente hechas, conviene a saber: pedaços de ollas o de barro, y vasos o escudillas y ollas; sácanse también debaxo de tierra joyas y piedras preciosas, esmeraldas y turquesas finas. Estos dichos tultecas todos se nombravan chichimecas, y no tenían otro nombre particular, sino el que tomaron de la curiosidad y primor de las obras que hazían, que se llamaron tultecas, que es tanto como si dixéssemos "oficiales pulidos y curiosos", como ahora los de Flandes. Y con razón porque eran sotiles y primos en cuanto ellos ponían la mano, que todo era muy bueno, curioso y gracioso, como las casas que hazían muy curiosas, que estavan de dentro muy adornadas de cierto género de piedras preciosas muy verdes por encalado, y las otras que no estavan así adornadas tenían un encalado muy pulido que era de ver, y piedras de que estavan hechas tan bien labradas y tan bien pegadas que parecía ser cosa de mosaico. Y ansí con razón se llamavan casas de primos y curiosos oficiales, por tener tanta lindeza de primor y labor. Havía también un templo que era de su sacerdote llamado Quetzalcóatl, mucho más pulido y precioso que las casas suyas. El cual tenía cuatro aposentos: el uno estava hazia el oriente y era de oro, y llamávanle aposento o casa dorada, porque en lugar del encalado tenía oro en planchas y muy sotilmente enclavado; y el otro aposento estava hazia el poniente, y a éste le llamavan aposento de esmeraldas y de turquesas, porque por de dentro tenía pedrería fina de toda suerte de piedras, todo puesto y juntado en lugar de encalado, como obra de mosaico que era de grande admiración; y el otro aposento estava hazia el mediodía, que llaman sur, el cual era de diversas conchas mariscas, y en lugar del encalado tenía plata, y las conchas de que estavan hechas las paredes estavan tan sotilmente puestas que no parecía la juntura de ellas; y el cuarto aposento estava hazia el norte, y este aposento era de pedrería colorada y jaspes y conchas muy adornado. También havía otra casa de labor de pluma, que por de dentro estava la pluma en lugar del encalado. Y tenía otros cuatro aposentos: y el uno estava hazia el oriente, y éste era de pluma rica, amarilla, que estava en lugar del encalado, y era de todo género de pluma amarilla muy fina; y el otro aposento que estava hazia el poniente se llamava aposento de plumajes, el cual tenía en lugar de encalado toda pluma riquíssima que llaman xiuhtótotl, pluma de un ave que es azul fino, y estava toda puesta y pegada en mantas y en redes muy sotilmente por las paredes de dentro a manera de tapicería, por lo cual le llamavan quetzalcalli, que es un aposento de plumas ricas; y el otro aposento que estava hazia el sur le llamavan la casa de pluma blanca, porque toda era de pluma blanca de dentro, a manera de penachos, y tenía todo género de pluma blanca; y el otro aposento que estava hazia el norte le llamavan el aposento de pluma colorada, de todo género de aves preciosas por de dentro entapiçada. Fuera de estas dichas casas hizieron otras muchas, muy curiosas y de gran valor. La casa o oratorio del dicho Quetzalcóatl estava en medio de un río grande que pasa por allí, por el pueblo de Tulla, y allí tenía su lavatorio el dicho Quetzalcóatl, y le llamavan chalchiuhapan. Allí hay muchas casas edificadas debaxo de tierra, donde dexaron muchas cosas enterradas los dichos tultecas, y no solamente en el pueblo de Tullan y Xicocotitlan se han hallado las obras tan curiosas y primas que dexaron hechas, así de edificios viejos como de otras cosas, etc., pero en todas partes de la Nueva España, donde se han hallado sus obras, assí ollas como pedaços de tejuelas de barro de todo género de servicio, y muñecas de niños, y joyas, y otras muchas cosas por ellos hechas; y la causa de esto es porque casi por todas partes estuvieron derramados los dichos tultecas. Los que eran amantecas, que son los que hazían obras de pluma, eran muy curiosos y primos en lo que hadan, y tanto, que ellos: fueron inventores del arte de hazer obra de pluma, porque hadan rodelas de pluma y otras insignias que se decían apanecáyotl; y ansí todas las demás que antiguamente se usavan fueron de su invención, hechas a maravilla y con gran artificio de plumas ricas. Y para hazellas muy polidas, primero antes que saliessen a luz, tracavan y tanteávanlas, y al cabo, hazíanlas con toda curiosidad y primor. Tenían ansímismo grandíssima experiencia y conocimiento los dichos tultecas, que sabían y conocían las calidades y virtudes de las yervas, que sabían las que eran de provecho y las que eran dañosas y mortíferas, y las que eran simples. Y por la gran esperiencia que tenían de ellas dexaron señaladas y conocidas las que en ahora se usan para curar, porque también eran médicos, y especialmente los primeros de esta arte, que se llamavan Oxomoco, Cipactónal, Tlaltetecuin, Xochicaoaca, los cuales fueron tan hábiles en conocer las yervas que ellos fueron los primeros inventores de medicina, y aun los primeros médicos herbolarios. Ellos mesmos por su gran conocimiento hallaron y descubrieron las piedras preciosas y las usaron ellos primero, como son las esmeraldas y turquesa fina y piedra azul fina, y todo género de piedras preciosas. Y fue tan grande conocimiento que tenían de las piedras que, aunque estuviessen dentro de alguna gran piedra y debaxo de la tierra, con su ingenio natural y philosophía las descubrían; y sabían dónde las havían de hallar, en esta manera, que madrugavan muy de mañana y se subían a un alto, puesto el rostro hazia donde sale el sol, y en saliendo, tenían tan gran cuidado en ver y mirar a unas y a otras partes para ver dónde y en qué lugar y parte debaxo de la tierra estava o havia piedra preciosa. Y buscávanla mayormente en parte donde estava húmeda o mojada la tierra, y en acabando de salir el sol, y especialmente, empeçando a salir, hadase un poco de humo, casi como una vara de humo sotil que se levantava en alto, y allí hallavan la tal piedra preciosa debaxo de la tierra, o dentro de alguna piedra, por ver que salía aquel humo. Ellos mesmos hallaron y descubrieron la mina do. las piedras preciosas que en México se dizen xíuitl, que son turquesas, la cual según los antiguos es un cerro grande que está hazia el pueblo de Teputzotlan, que tiene por nombre Xiuhtzone, donde las hallavan y sacavan las dichas piedras preciosas, y después de sacadas, las llevavan a lavar a un arroyo que llaman Atóyac. Y como allí las lavavan y limpiavan muy bien, por esta causa le llamaron a este arroyo Xippacoyan, y ahora se llama este nombre el proprio pueblo que allí está poblado, junto al pueblo de Tulla. Y tan curiosos eran los dichos tultecas que sabían casi todos los oficios mecánicos, y en todos ellos eran únicos y primos oficiales, porque eran pintores, lapidarios, carpinteros, albañíes, encaladores, oficiales de pluma, oficiales de loça, hilanderos, texedores. Ellos mesmos también, como eran de buen conocimiento, con su ingenio descubrieron y alcançaron a sacar y descubrir las dichas piedras preciosas, y sus calidades y virtudes; y lo mismo las minas de la plata y del oro, y de metales de cobre y plomo, y oropel natural y estaño, y otros metales, que todo lo sacaron, labraron, y dexaron señales y memoria de ello; y lo mismo el ámbar y el cristal, y las piedras llamadas amatistas, y perlas, y todo género de ellas, y todas las demás que traían por joyas que ahora se usan y traen así por cuentas como por joyas, y de algunas de ellas su beneficio y uso está olvidado y perdido. Eran tan hábiles en la astrología natural los dichos tultecas que ellos fueron los primeros que tuvieron cuenta y la compusieron de los días que tiene el año, y las noches, y sus horas, y la diferencia de tiempos, y que conocían y sabían muy bien los que eran sanos y los que eran dañosos, lo cual dexaron ellos compuestos por veinte figuras o caracteres. También ellos inventaron el arte de interpretar los sueños. Y eran tan entendidos y sabios que conocían las estrellas de los cielos, y les tenían puestos nombres, y sabían sus influencias y calidades, y sabían los movimientos de los cielos, y esto por las estrellas. También conocían y sabían y dezían que havía doze ciclos, donde en el más alto estava el gran señor y su muger; al gran señor le llamavan Ometecutli, que quiere dezir "dos vezes señor", y su compañera le llamavan Omecíoatl, que quiere dezir "dos vezes señora", los cuales dos así se llamavan para dar a entender que ellos dos señoreavan sobre los doze cielos y sobre la tierra, y dezían que de aquel gran señor dependía el ser de todas las cosas, y que por su mandado de allí venía la influencia y calor con que se engendravan los niños o niñas en el vientre de sus madres. Y estos dichos tultecas eran buenos hombres y allegados a la virtud, porque no dezían mentiras, y su manera de hablar y saludarse unos a otros era: "señor" y "señor hermano mayor" y "señor hermano menor", y su habla en lugar de juramento era: "es verdad", "así es", "así está averiguado", y sí por sí, y no por no. Su comida de ellos era el mismo mantenimiento que ahora se usa, del maíz, y le sembravan y beneficiavan así lo blanco como el de las demás colores de maíz con que se sustentavan, y compravan y tratavan con ello por moneda. Y su vestir era ropa o manta que tenía alacranes pintados de azul; su calçado era cotaras también pintadas de azul y de lo mismo eran sus correas. Iten, eran altos, de más cuerpo que los que ahora biven, y por ser tan altos corrían y atrancavan mucho por lo que les llamavan tlancuacemilhuique, que quiere dezir que corrían un día entero sin cansarse. Eran buenos cantores, y mientras cantavan o dançavan usavan atambores y sonajas de palo que llaman ayacachtli; tañían y componían y ordenavan de su cabeça cantares curiosos. Eran muy devotos y grandes oradores; adoravan a un solo señor que tenían por dios, al cual le llamavan Quetzalcóatl, cuyo sacerdote tenía el mismo nombre que también le llamavan Quetzalcóatl, el cual era muy devoto o aficionado a las cosas de su señor y dios, y por esto tenido en mucho entre ellos. Y ansí, lo que les mandava lo hazían y cumplían, y no excedían de ello, y les solía dezir muchas vezes que havía un solo señor y dios, que se dezía Quetzalcóatl, y que no quería mis que culebras y mariposas que le ofreciesen y diesen en su sacrificio. Y como los dichos tultecas en todo le creían y le obedecían, y no eran menos aficionados a las cosas divinas que su sacerdote, y muy temerosos de su dios y señor, fácilmente fueron persuadidos y convencidos por el dicho Quetzalcóatl para que saliesen del pueblo de Tulla. Y ansí salieron de allí por su mandado, aunque ya estavan allí mucho tiempo poblados y tenían hechas lindas y sumptuosas casas de su templo y de sus palacios que havían sido edificadas con harta curiosidad en el pueblo de Tulla, y en todas partes y lugares donde estavan derramados y poblados y muy arraigados allí los dichos tultecas, con muchas riquezas que tenían. AI fin se huvieron de ir de allí, dexando sus casas, sus tierras, su pueblo y sus riquezas; y como no las pudían llevar todas consigo, muchas dexaron enterradas, y aun agora algunas de ellas se sacan debaxo de tierra, y cierto no sin admiración de primor y labor. Y ansí creyendo y obedeziendo a lo que el dicho Quetzalcóatl les mandava, huvieron de llevar por delante, aunque con trabajo, sus mugeres y hijos, y enfermos, y viejos y viejas; y no huvo ninguno que no le quisiese obedecer, porque todos se mudaron cuando él salió del pueblo de Tulla para irse a la región que llaman Tlapallan, donde nunca mis pareció el dicho Quetzalcóatl. Y estos dichos tultecas eran ladinos en la lengua mexicana, que no eran bárbaros, aunque no la hablavan tan perfectamente como agora se usa, y cuando se hablavan unos a otros, dezían: "señor", "señor hermano mayor", "señor hermano menor". Eran ricos, y por bivos y hábiles en breve tiempo con su diligencia tenían riquezas, que dezían que les dava su dios y señor Quetzalcóatl, y ansí se dezían entre ellos que el que en breve tiempo se enriquecía que era hijo de Quetzalcóatl. Y la manera de se cortar los cabellos era según su uso polido, que traían los cabellos desde la medía cabeça atrás, y traían el celebro atusado como a sobre peine. Y éstos también por su nombre se llamavan chichimecas, y ansí se nombravan tultecas chichimecas. Y no se dize aquí más de en suma su manera y condición de los que primero vinieron a poblar esta tierra que llaman México. Y resta por dezir otro poco de los dichos tultecas, y es: todos los que hablan claro la lengua mexicana, que les llaman naoas, son descendientes de los dichos tultecas, que fueron de los que se quedaron y no pudieron ir y seguir a Quetzalcóatl, como eran los viejos y viejas, o enfermos o paridas, o que de su voluntad se quedaron. Párrapho 2: en este párrapho se pone cuántas maneras de chichimecas ha havido en esta tierra Los que se nombravan chichimecas eran de tres géneros: los unos eran los otomíes, y los segundos eran los que llamavan tamime, y los terceros son los que dezían teuchichimecas, y por otro nombre çacachichimecas. La condición y vida de los otomíes después se dirá. Este vocablo que dizen tami quiere dezir "tirador de arco y flechas", y los de este género de tamimes son deudos y de la generación de los que llamavan teuchichimecas; y fueron algo republicanos. Y aunque por la mayor parte vivían en cuevas y peñascos, algunos de ellos hazían choças o casillas de paja; hazían también alguna sementerilla de maíz , y venían de su tierra a tratar y bivir con algunos mexicanos o naoas, y con algunos otomíes, con intento de oír el lenguaje de los unos y de los otros, y ansí hablavan en alguna manera la lengua mexicana y la de los otomíes; venían también a ver y deprender la policía de su bivir. Cuanto a su vestir, se ponían algunas ropillas viejas y hechas pedaços, o algunos trapos rotos; cuanto a su mantenimiento, hazían algunas sementillas, donde cogían lo que les era necessario para su sustentación. Y la causa de su nombre, que es tamime, que quiere dezir "tiradores", es porque de ordinario traían sus arcos y flechas por todas partes, para tirar y caçar con ellos. Y estos tales tamimes eran vasallos de señores o de principales, en cuyas tierras ellos bivían, y les davan y contribuían en lugar de tributo la caça que caçavan de conejos, venados y culebras; y eran grandes conoscedores de muchas yervas y raízes, y de sus virtudes e calidades, y de las muy ponçoñosas con que se murían luego las gentes o se secavan poco a poco hasta que murían. También conoscían cierto género de sierpe que llaman maçacóatl, y solían andar con unas petaquillas o a cuestas, y entre las casas andar vendiendo las yervas medicinales que llaman patli; y no andavan trasquilados, antes traían el cabello crescido y largo tendido, así hombres como mugeres. Párrapho 3 Los que se llamavan teuchichimecas, que quiere dezir "del todo bárbaros", que por otro nombre se dezían çacachichimecas, que quiere dezir "hombres silvestres", eran los que habitavan lexos y apartados del pueblo, por campos, cabañas, montes y cuevas, y no tenían casa cierta, sino que de unas partes en otras andavan vagueando y donde les anochecía, si havia cueva, se quedavan allí a dormir. Y tenían su señor y su caudillo que los regia y governava, y la caça que matavan se la davan, y si acertavan a matar algún león o tigre, gato montes, conejos o venados, le presentavan el pellejo y la carne, y la caça que le davan ansí en reconocimiento era para su sustento del tal señor. Todo se lo presentavan y davan como tributo, y también arcos y flechas; y tenía palacios que eran unas casas de paja o las mesmas cuevas, y tenía este tal señor una sola muger, y lo mismo tenían todos estos teuchichimecas: cada uno una sola muger, ninguno podía tener dos, y cada uno andava y bibía de por sí con su muger sola, buscando lo necessario para la sustentación de su vida. Y dezían que estos tales no cometían adulterio unos a otros, y tarde y casi nunca se hallava algún adúltero. Y cuando se hallava alguno, lo tomavan y llamavan a toda la gente que tenía a su cargo el tal señor, y se lo llevavan delante de él y a la muger, y los sentenciava, y dava por sentencia que todos su vasallos, cada uno de ellos, empleasse cuatro, flechas en los tales adúlteros, y estando bivos los flechavan. Y este señor traía una manta puesta de pellejo, o de gatos monteses o de pellejo de tigre o 1eón, o hecha de pellejos de ardillas. Y ponían se en la cabeça una guirnalda hecha de pellejo de ardilla, de manera que la cabeça venía sobre la frente y la cola al colodrillo, y un plumaje a manera de un aventadorcico redondo de pluma encarnada. Y su muger traía unas naguas y camissa de los mismos pellejos; y también las demás mugeres traían puesto faldillín y huipil de pellejos; y de ordinario traían consigo sus arcos y carcajes de flechas cuando caminavan, y cuando comían los tenían consigo, y cuando dormían ponían los arcos en sus cabeceras y dezían que les guardavan. Traían por calçado unas cuteras de hojas de palma, y la cama en que dormía el señor, y su silla y su asiento, era de, pellejos de los dichos leones y tigres, todo muy curioso. Llevava consigo muchos teuchichimecas de guarda; y los mismo andavan los demás teuchichimecas, vestidos de otros pellejos de venado o de adives, y no traían ninguno de los pellejos de leones. La condición y calidad de estos teuchichimecas es que eran lapidarios, porque conoscían y labravan los pedernales y navajas para las puntas de las flechas. También traían espejos consigo colgados en la cintura, y cuando caminavan ivan en rencle y ivan siguiendo a la guía, el cual y los demás llevavan cada uno un espejo colgado de la cintura a las espaldas, en que se ivan mirando los que ivan detrás. También labravan y aderezavan muy bien las piedras azules, desbastándolas, que se llaman en indio teuxíuitl, que son turquesas, y hazían de ellas joyas, cuentas, çarcillos o orejeras de muchas maneras. También tenían gran conoscimiento de yervas y raízes, y conoscían sus calidades y virtudes. Ellos mesmos descubrieron y usaron primero las raíz que llaman péyotl, y los que la comían y tomavan, la tomavan en lugar de vino. Y los mismo hazían de los que llaman nanácatl, que son los hongos malos que emborrachan también como el vino. Y se juntavan en un llano después de lo haver comido, donde bailavan y cantavan de noche y de día a su plazer, y esto el primero día, y luego el día siguiente lloravan todos mucho y dezían que se limpiavan y lavavan los ojos y caras con sus lágrimas. También eran oficiales de plumas, y hazían obras de pluma polida, como los plumajes a manera de aventadorcicos, hechos de pluma encarnada. También havia çurradores que aderezavan los pellejos de venados que les servían de faldillines y ropa. Hazían las mugeres la comida para los hombres, assí asados como guisados, y no los hombres para las mugeres. La causa de lo cual era porque los hombres dezían que eran obligados a guardar la vista de los ojos para poder caçar, y que el humo se los echava a perder; y ansí estos tales teuchichimecas tenían muy larga la vista, que veían de muy lexos y eran muy certeros, porque a lo que tiravan, del primer flechazo lo derribavan y acertavan, y por muy pequeña cosa que fuesse y estuviesse lexos, le acertavan. La comida y sustentación de estos teuchichimecas eran hojas de tuna y las mesmas tunas, y la raíz que llaman címatl, y otras que sacavan debaxo de tierra, que llaman tzioactli, necuámetl y mizquites, y palmitos y flores de palmas que llaman ícçotl, y miel que ellos sacavan de muchas cosas: la miel de palmas, miel de maguey, miel de abejas, y otras raízes que conocían y sacavan debaxo de tierra; y todas las carnes de conejo, de liebre, de venado, y de culebras, y de muchas aves. Y por comer de estas comidas, que no ivan guisadas con otras cosas, vivían mucho y andavan sanos y rezios; y por maravilla muría uno, y el que muría iva ya tan viejo y cano que de viejo muria. Y si a alguno le dava alguna enfermedad, y dentro de tres o cuatro días no sanava, hazían junta todos los teuchichimecas y lo matavan, metiéndole por la olla de la garganta una flecha; y los que eran muy viejos, viejas, los matavan así mesmo con flechas, diziendo que con aquello les despenavan, porque ya no penasen más en el mundo y porque no tuviessen ya lástima de ellos. Y los enterravan con muy gran regozijo, y durava la fiesta de entierro dos o tres días con gran baile y canto. También por causa de su poco corner y poco vestir, allende de ser sanos y rezios, y tener grandes fuerças, eran muy ligeros; subían por las sierras arriba muy rezia y ligeramente que parece que bolavan por su gran ligereza, que no criavan bazo ni grosura que se lo impidiesse. Y traía consigo cada uno a su muger, como ya está dicho; y cuando ella estava preñada, el marido le dava calores con fuego por las espaldas y le echava agua, diziendo que le servía aquello por baño. Y despues que ella havia parido, dávale el marido dos o tres coces en las espaldas, porque acabasse luego de salir la sangre. Hecho esto, tomavan la criatura y metíanla en un guacalejo, y tomávala luego a cuestas la muger, y caminavan hasta donde les anochescía y allí dormían; y lo mesmo hazían cada día hasta que llegavan a su viaje. Y si paría hija, después que ya de cuatro o cinco años, le davan luego a otro muchacho de su edad, el cual la rezibía y andava con ella; y si paría hijo, en siendo de un año, le ponían en las manos un arco con que le enseñavan a tirar, y no le enseñavan ningún juego, sino solamente el tirar. Sabían y usavan maleficios para enhechizar. Traían también el cabello largo, crecido, trenchado, y no se trasquilavan, así hombres como mugeres. Párrapho 4 De estos chichimecas unos havía que se dezían nahuas chichimecas, llamándose de nahuas y de chichimecas porque hablavan algo la lengua de los nahuas o mexicanos y la suya propia chichimeca; otros havía que se dezían otonchichimecas, los cuales tenían este nombre de otomís y chichimecas porque hablavan la lengua suya y la otomí; otros havía que llamavan cuextecachichimecas, porque hablavan la lengua chichimeca y guasteca. Todos los cuales bivían en policía y tenían sus repúblicas, señores, caciques y principales, poblados con sus casas, abundantes en el victo y vestido, cuyo oficio era también traer y usar flechas y arcos. Párrapho 5: aquí se declara quiénes eran y se dezían nahoas Los nahoas eran los que hablavan la lengua mexicana, aunque no la hablavan ni pronunciavan tan clara como los perfectos mexicanos. Y aunque eran nahoas, también se llamavan chichimecas, y dezían ser de la generación de los tultecas que quedaron cuando los demás tultecas salieron de su pueblo y se despoblaron, que fue en tiempo cuando el dicho Quetzalcóatl se fue a la región de Tlapallan. Y no eran inhábiles estos nahoas, porque tenían su república con señor y caciques y principales que los regían y governavan y procuravan de engradescer y augmentar su república. Tenían su manera de regozijo de cantar y bailar con que regozijavan su república; y toda la gente tenían bien de comer y bever; tenían oficios; eran prósperos, ricos en tener ropas, joyas, plumas ricas y otras riquezas, y casas, sementeras y truxes llenas. Tenían dios a quien adoravan, invocavan y rogavan, pidiendo lo que les convenía, y le llamavan Yoalli Ehécatl, que quiere decir "noche y aire" o "espíritu invisible", y le eran devotos y grandes oradores. Y la noche que le velavan se passavan en cantar con un atamboril que llaman tepunaztli, y hazíanle sacrificio, puçando y cortando con espinas o puntas de magueyes con que se sangravan; y para ello tocavan un caracol grande, en lugar de trompeta, que sonava muy lexos. Lavávanse también a la medianoche, por más que hiziesse gran frío. Hazían fiesta cada veinte días y sacrificio a su dios. Eran habilíssimos de grandes traças, sotiles y curiosos mecánicos, porque eran oficiales de plumas, pintores, encaladores, plateros, doradores, herreros, carpinteros, albañíes, lapidarios muy primos en desbastar y polir las piedras preciosas, hiladores, texedores, pláticos y elegantes en su habla, curiosos en su comer y en su traxe, muy aficionados a ser devotos y a ofrecer a su dios e incensarle en sus templos, valientes en las guerras, animosos de muchos ardides, que hazían grandes presas. Esto solamente en suma se dize de estos nahoas, porque havia mucho que dezir de su república y manera de bivir. Párrapho 6: aquí se dize quién son los otomíes y su manera de ser y bivir El vocablo otómitl, que es el nombre de los otomíes, tomáronlo de su caudillo, el cual se llamava Oton, y ansí sus hijos y sus descendientes y vasallos que tenía a cargo todos se llamaron otomites, y cada uno en particular se dezía otómitl. Y no carecían de policía: vivían en poblado; tenían su república. Los hombres traían mantas y sus maxtles con que se cubrían las partes secretas; andavan calçados con cuteras. Y las mugeres traían naguas y huipiles, que son sus camissas. Las mantas que traían los hombres eran buenas y galanas, y el calçado polido; ni más ni menos las mugeres traían muy buena ropa de naguas y camissas. Entre ellos havía señores y mandones que mandavan a sus súbditos. Havía principales personas conoscidas, como los que llaman calpixques, que regían a los demás; havia otros que les llamavan otontlamacazque; havía un supremo y grande sacerdote que se dezía tecutlato. Havía entre ellos adevinos que se dezían tlaciuhque, que quiere dezir "allegados y semejantes a su dios", los cuales dezían, sabían y alcançavan lo que su dios disponía y determinava de las cosas, porque los tales le hablavan y él les respondía, y ansí a éstos como a sabios les preguntavan cuándo y cómo habían de ir a guerras los otomíes y el sucesso que en ellas havría, y si havia aquel año de llover bien o no, y si havía de haver hambre o enfermedad o mortandad; y otras muchas preguntas de esta suerte se hazían a los tales adevinos. Y por las respuestas que les davan, que eran como oráculos, y salían alguna vez verdades, los adoravan y los tenían por dioses, y por esta fama concurrían gentes de muchas y lexas partes a verlos. También los dichos otomíes tenían sementeras y troxes. Comían buenas comidas y buenas bevidas. Su dios se llamava Yocipa, al cual le tenían hecho muy buen cu, que era un xacal hecho de paja muy atusada, cuya hechura solamente a su cu era dedicada y nadie hazía casa de aquella forma, porque sus xacales en que bivían eran de paja no muy polida, ni a estos tales otomíes se les dava nada tener sus casas o xacales con sobrados. En su cu havía los sacerdotes que llamavan tlamacazque, los cuales criavan y doctrinavan allí muchachos; hazían allí penitencia por todos; velavan toda la noche; en tiempo de los sacrificios punçavan o sangrávanse de labios o muslos con las puntas de magueyes, y a la medianoche se lavavan al tiempo de los fríos; ayunavan, y toda la noche tañían su tamboril o tepunaztli enzima del cu, y dezían que guardavan y velavan con aquel instrumento de tañer. Estos tales, cuando, muchachos, se rapavan la cabeça, dexando unos pocos de cabellos en el colodrillo, que llaman piochtli, y solían agujerar el labio de abaxo y las orejas juntamente. En el labio, así agujerado, ponían por ornato un beçote, y en los agujeros de las orejas joyas, otras cosas a manera de çarcillos y orejeras. Y los hombres ya de edad traían el celebro atusado como a sobrepeine hasta la medía cabeça, y lo demás dexavan con cabellos largos, y llamavan a estos tales piocheque. Los que eran señores o principales traían en el labio un beçote de chalchihuite, que es la esmeralda, o de caracol, o de oro o de cobre. Y los que eran hombres valientes en la guerra traían orejeras de oro, o de cobre, o de caracol, o de la piedra de que se hazen los espejos, o de turquesas labradas de obras de mosaico. Y la demás gente traían beçotes hechos de piedra de cristal, o de la piedra de las navajas o chalchihuites fingidos, y en las orejas traían orejeras de la piedra de las navajas o de los mesmos chalchihuites fingidos, o orejeras hechos de barro cozido, bien bruñidas, o de caña, que eran las más baxas y viles entre todo el género de orejeras. Y las mugeres, cuando niñas, también se rapavan la cabeça, y cuando ya moças dexavan criar los cabellos y los traían largos, sueltos, nunca los tocavan, y los de la frente se los cortavan a manera de hombres. Y cuando alguna era ya muger hecha y havía parido, tocávase el cabello; también traía çarcillos o orejeras, y se pintavan los pechos y los braços con una labor que quedava de açul muy fino, pintada en la misma carne, cortándola con una navajuela. Su comida y mantenimiento era el maíz y frixoles y axí, sal y tomates; usavan por comida, más que otra cosa, los tamales colorados que llaman xocotamales y frixoles cozidos, y comían perritos, conejos, venados o topos. Párrapho 7: los defectos o faltas de los otomiyes Los otomíes de su condición eran torpes, toscos e inhábiles. Reñiéndole por su torpedad, le suelen dezir en oprobio: "¡Ah, que inhábil eres! Eres como otomite, que no se te alcança lo que te dizen. ¿Por ventura eres uno de los mesmos otomites? Cierto, no lo eres semejante, sino que eres del todo y puro otomite, y aun más que otomite". Todo lo cual se dezía por injuriar al que es inhábil y torpe, reprendiéndole de su poca capacidad y habilidad. Y estos tales suelen ser codiciosos de dixes, y ansí las cosas que les parescen bonicas y graciosas codícianlas tanto que aunque no las hayan menester las compran. Estos dichos otomíes eran polidos en sus traxes, y cuando vían traer a otros se ponían; aunque pertenesciesse solamente a los señores y principales, lo tomavan y se lo vestían, y poníanselo tan mal y al desgaire que por aquello les llamavan por injuria otomíes. Y los mismo hazían las mugeres, que indiferentemente se ponían cualquier ropa, y con todo esto no sabían ponerse bien las naguas ni el huipil; y tanto querían polirse las mugeres que las moças por galanía se emplumavan con plumas coloradas los pies y piernas y braços; y el rostro se afeitavan con un betún amarillo que llaman tecoçáuitl, y teñíanse los dientes de negro, y sobre el betún ya dicho se ponían color. Y las viejas se cortavan un poco el cabello de la frente como los hombres, y lo componían como las moças; también se emplumavan los pies y piernas y braços con las dichas plumas, y también se teñían los dientes de negro, y en el rostro ponían colores, todo, al uso y costumbre de las moças; y aunque viejas, tratávanse y se vestían como moças de ropas galanas y pintadas de naguas y huipiles. Los mesmos otomíes eran muy perezosos; aunque eran rezios y para mucho, y trabajadores en labranças, no eran muy aplicados a ganar de comer y usar de contino el trabajo ordinario. Porque en acabando de labrar sus tierras, andavan hechos holgazanes, sin ocuparse en otro, exercicio de trabajo, salvo que andavan caçando conejos, liebres, codornices y venados con redes o flechas, o con liga, o con otras corcherías que ellos usavan para, caçar. También agujeravan los magueyes para que manase la miel para bever o para hazer pulque, o emborrachándose cada día, o visitando las bodegas de los taberneros; y todo esto era el passatiempo de ellos. Y al tiempo que el maizal estava crescido y empeçava a dar maçorcas, començavan luego a coger de las menores para comer y para comprar carne o pescado, y el vino de la tierra para bever. Y de lo mismo servían las calabaças y los chiles verdes que se davan en tiempo del verano; y cuando el maíz estava ya sazonado, gastavan lo que podían de las maçorcas grandes para comprar con ellas lo que havían menester, y para comerlas cozidas, y hazer de él las tortillas y tamales. Y ansí, al tiempo de la cosecha no cogían sino muy poco, por haverlo gastado y comido antes que se sazonasse; y luego que havían cogido lo poco, compravan gallinas y perrillos para comer, y hazían muchos tamales colorados del dicho maíz, y hechos, hazían banquetes y combidávanse unos a otros; y luego que havían comido, bevían su vino. Y ansí, se comían en breve lo que havían cogido de su cosecha, y dezían unos a otros: "Gástese todo nuestro maíz, que luego daremos tras yervas, tunas y raízes". Y dezían que sus antepassados havían dicho que este mundo era así, que unas vezes lo havía de sobra, y otras vezes faltava lo necessario. Y ansí del que en breve se comía lo que tenía, se dezía, y por injuria, que gastava su hazienda al uso y manera de los otomites, como si dixeran de él que bien parecía ser animal. Estos otomites comían los zorrillos que hieden, y culebras, y lirones, y todo género de ratones, y las comadrejas y otras savandijas del campo y monte, y lagartijas de todas suertes, y abejones, y langostas de todas maneras. Y de las mugeres havia muchas que sabían hazer lindas labores en las mantas, naguas y huipiles que texían. Y texían muy curiosamente, pero todas ellas labravan lo dicho de hilo de maguey, que sacavan y beneficiavan de las pencas de los magueyes, porque lo hilavan y lo texían con muchas labores; y lo que texían no era de mucho valor, aunque texían de muchas y diferentes labores y maneras de ropa, y vendíanlo barato. Estos otomíes adoravan a dos dioses: al uno llamavan Otontecutli, el cual es el primer señor que tuvieron sus antepassados; y el otro llamavan Yocippa. Y a este Yocippa celebravan mayor fiesta que al otro, y para hazella ivan al campo a dormir y a holgarse, y comían allí cuatro días; y cada vez que la celebravan, aparejavan para aquellos días todo género de comida y bevida, y no se gastavan pocos tamales colorados y tortillas hechas de masa mezclada con miel. Y ésta era la mayor fiesta que celebravan estos otomíes, y llamávanle el día de la fiesta totopaina e Yocippa totoca. Y tenían por sus dioses mayores estos dos que se han dicho Otontecutli y Yocippa, y tras estos dos tenían otro que llamavan Atetein. Y siempre ivan a hazer oraciones o sacrificios a las alturas de las sierras. Tenían uso y costumbre los dichos otomíes que los varones, siendo muy muchachos y tiernos, se casavan; ni más ni menos las mugeres. Y ansí a los muchachos les davan muchachas de la misma edad y se las buscavan por mugeres. Y a los que regían y governavan, y eran principales, les pedían sus hijas. Y si alguna de ellas era ya muger hecha y no se la havían pedido, para que no se la passase la vida sin dexar hijos, la davan como en don los principales sin ser pedida, o le pedía marido con quien casaría. Y según dizen, si cuando dormía el hombre con la muger no tenía cuenta con ella diez vezes, descontentávase la muger y apartávase el uno del otro. Y si la muger era flaca para sufrir hasta ocho o diez vezes, también se descontentavan de ella y la dexavan en breve. Esta es en suma la vida y costumbre de los otomíes. Párrapho 8: cuacuatas, matlatzincas, toloques El nombre matlatzícatl tomóse de mátlatl, que es la red con la cual desgranavan su maíz y hazían otras cosas los que se llaman matlatzincas. Y ansí, para desgranar el maíz, echan los dichos matlatzincas en una red las maçorcas, y allí las aporrean para desgranar. Y también lo que se cargan no lo llevan en costal, sino en red, que tenía de dentro paja para que no se salga por la red lo que llevan, el maíz o otra cosa. También se llaman matlatzincas de hondas, que se dizen temátlatl, y ansí matlatzincas, por otra interpretación, quiere dezir "honderos" o "fundibularios", porque los dichos matlatzincas, cuando muchachos, usavan mucho de traer las hondas, y de ordinario las traín consigo, como los chichimecas sus arcos, y siempre andavan tirando con ellas. También les llamavan del nombre de red por otra razón, que es la más principal, porque cuando a su ídolo le sacrificavan alguna persona por sacrificio, le echavan dentro en una red, y allí la retorcían o estruxavan con la dicha red hasta que le hazían echar los intestinos. La causa de llamarse "cuata", cuando es uno, y "cuacuatas", cuando son muchos, es porque siempre traían su cabeça ceñida con la honda, por lo cual el vocablo se dize de cua, por abreviatura, que quiere dezir cuaitl, que es la "cabeça", y ta, que quiere dezir temátlatl, que es la "honda". Y ansí quiere dezir cuátatl "hombre que trae la honda en la cabeça por guirnalda". También se interpreta de otra manera, que quiere dezir "hombre de cabeça de piedra". Estos dichos cuacuatas, como en su tierra de ellos, que es en el valle que llaman Matlatzinco, haze grandíssimo frío, suelen ser rezios y para mucho trabaxo, y como usavan de las hondas con que desde lexos hazían mal con ellas, eran muy atrevidos, determinados y mal mirados, assí en la paz como en la guerra; por lo cual al que es mal mirado y de poco respecto, para le injuriar, dízenle: "Bien parece cuata", como quien dize mal criado y atrevido. Ni más ni menos el vino rezio, que luego se les subía a la cabeça, de la fuerça, y emborrachávalos e los sacava de su juizio, era llamado cuátatl, como si dixessen que aquel vino hazía al hombre mal mirado y desatinado. La razón de llamarse "tolucas", cuando son muchos, y "tolúcatl", cuando uno, es porque dizen que en el pueblo de Toluca está una sierra que se llama Tolutzin o Tolotépetl, de la cual toman el nombre los tolucas y otros, y aun los mesmos del pueblo dizen que se llaman del mismo pueblo, que por su nombre se dize Toluca. También se dizen tolucas del tuli, que es la juncia de que se hazen petates, porque en el dicho pueblo se dan mucho las juncias. Estos tolucas, y por otro nombre matlatzincas, no hablavan la lengua mexicana, sino otra lengua diferente y escura, aunque a la verdad también entre ellos nahoas o mexicanos, y su lengua propria de ellos no carece de la letra r. Y en la tierra de estos cuacuatas solamente se da maíz, frixoles y unas semillas que son de mantenimiento, llamadas hoauhtli; carecen de sal y de axí; su comida es tamales y frixoles y su bevida la maçamorra, que llaman xocoatolli. También en su tierra házese el maíz tostado que llaman mumúchitl, que es como una flor muy blanca cada grano; su ropa era mantas de maguey. Estos también eran muy maléficos, porque usavan de hechizerías. Su ídolo de estos tolucas era llamado Coltzin. Hazíanle muchas maneras de fiestas y honra; y cuando celebravan su fiesta, ellos solamente la celebravan, sin que los ayudassen para ella los mexicanos y tepanecas; y cuando hazían sacrificio de alguna persona, lo estruxavan, retorciéndolo con cordeles puestos a manera de red, y dentro de ellos lo estruxavan tanto que por las mallas de la red salían los huesos de los braços y pies, y derramavan la sangre de él ante de su ídolo. La bondad o virtud de ellos. Estos ya dichos eran grandes trabajadores en labrar sus sementeras, y rezios, y para mucho, y cargávanse grandes cargas. Tenían costumbre de bañarse por las mañanas. Los que llaman ocuiltecas. Estos que se llaman ocuiltecas biven en el distrito de los de Toluca, en tierras y términos suyos. Son de la misma vida y costumbre de los de Toluca, aunque su lenguaje es diferente del de los de Toluca. Usavan también, y muy mucho, de los maleficios o hechizos. Párrapho 9: de los que se llaman maçaoaques Estos maçaoaques son diferentes de los otros, aunque están y biven en una comarca de Toluca, y están poblados en el pueblo de Xocotitlan, y su lenguaje es diferente. Empero son de la misma calidad y costumbre de los de Toluca, aunque son también inhábiles e toscos, porque las muy viejas como moças se afeitan con el dicho betumen tecoçáuitl o con color, y se empluman los braços y piernas, y también bailan con las sonajas llamadas ayacachtli. Y los hombres de aquesta tierra de ordinario traen las dichas sonajas, y cuando se les ofresce hazer alguna fiesta, átanse la cabeça con alguna correa, y allí ponen una de las dichas sonajas. Son dados mucho al trabajo de labrar sementeras; también son rezios y para mucho. Haze en su tierra grandíssimos fríos, porque están poblados debaxo de una sierra nevada, a la cual llaman Xocotépetl. Y este nombre de maçaoas se les quedó de su primero y antiguo caudillo que se llamava Máçatl tecutli; los mesmos también se llaman chichimecas. Totonaques. Estos totonaques están poblados a la parte del norte; y éstos se dizen ser guastecas. Tienen la cara larga y las cabeças chatas. Y en su tierra haze grandíssimos calores; hay en ella muchos bastimentos y frutas, y no se da allí cacao ni el ueinacaztli, sino liquidámbar o la resina olorosa que llaman xuchiocótzotl; y al presente se dan allí en gran abundancia las frutas de Castilla. Allí se da algodón, y se hazen petates y asientos de palma pintados de color, y el otro género de algodón, que llaman cuauhíchcatl, que se haze en árboles. Estos biven en policía, porque traen ropas buenas los hombres, y sus maxtles; andan calçados, y traen joyas y sartales al cuello; e se ponen plumajes y traen aventadores, y se ponen otros dixes; y andan rapados curiosamente; míranse en espejos. Y las mugeres se ponen naguas pintadas y galanas, y camisas; ni más ni menos son polidas y curiosas en todo. Y porque dezían ser ellas de guastecas, solían traer las naguas ametaladas de colores, y lo mesmo las camisas; y algunas de ellas traían un vistuario que se llamava çanitli, que es uipilli como de red. Y esto que está dicho traían los principales y sus mugeres, y toda la demás gente traen otro traje diferente, porque las mugeres plebeyas traían naguas ametaladas de açul y blanco, y las trenças de que usavan para tocar los cabellos eran de diferentes colores y torcidas con pluma. Cuando ivan al mercado se ponían muy galanas; y eran grandes texedoras de labores. Todos hombres y mugeres son blancos, de buenos rostros, bien dispuestos, de buenas facciones. Su lenguaje muy diferente de otros, aunque algunos de ellos hablan la de otomí, y otros la de los naoas o mexicanos, y otros hay que entienden la lengua guasteca. Y son curiosos y buenos oficiales de cantares; bailan con gracia y lindos meneos. Usavan buenos guisados y limpios; de allí se traen las buenas empanadas de gallinas, nacatamalli; sus tortillas eran del grandor de un codo en redondo; su comida ordinaria y mantenimiento principal era el axí, en el cual, después de haver sido molido, mojavan las tortillas calientes, sacadas del comal, y comíanlas todos juntos. Párrapho 10: quiénes son los cuextecas y toueyome y panteca o panotecas El nombre de todos éstos tómase de la provincia que llaman Cuextlan, donde los que están poblados llámanse cuexteca, si son muchos, y si uno, cuextécatl, y por otro nombre toueyome, cuando son muchos, y cuando uno, toueyo, el cual nombre quiere dezir "nuestro próximo". A los mesmos llamavan panteca o panoteca, que quiere dezir "hombres del lugar pasajero", los cuales fueron ansí llamados que biven en la provincia de Pánuco, que propriamente se llama Pantlan o Panotlan, cuasi panoaya, que quiere dezir "lugar por donde passan", que es a orillas o ribera de la mar. Y dizen que la causa por que le pusieron nombre de Panoaya es que dizque los primeros pobladores que vinieron a poblar a esta tierra de México, que se llama ahora India Occidental, llegaron a aquel puerto con navíos con que passaron aquella mar, y por llegar allí y passar de allí le pusieron nombre de Patlan, y de antes le llamavan Panotlan, casi Panoayan, que quiere dezir, como ya está dicho, "lugar de donde passan por la mar". Y en este lugar haze grandíssimos calores, y se dan muy bien todos los bastimentos y muchas frutas que por acá no se hallan, como es la que dizen quequéxquic, y otras muchas frutas admirables, y las batatas. Hay también todo género de algodón y arboledas de flores o rosas, por lo cual le llaman Tonacatlalpan, "lugar de bastimentos", y por otro nombre Xuchitlalpan, lugar de rosas". La manera de su traxe y la disposición de su cuerpo es que son de la frente ancha, y las cabeças chatas, y los cabellos traíanlos teñidos de diferentes colores: unos de amarillo, otros de colorado, y otros de otras colores diferentes; y unos traían los cabellos largos en el colodrillo, y otros los diferenciavan. Tenían los dientes todos agudos, que los aguzavan a posta; tenían por ornato braceletes de oro en los braços, y en las piernas unas medias calças de pluma, y en las muñecas de las manos unas manillas de chalchihuites, y en la cabeça junto a las orejas ponían se plumajes hechos a manera de aventadorcicos, y a las espaldas unos plumajes redondos a manera de grandes moxcadores de hojas de palmas o de plumas coloradas, largas, puestos a manera de rueda, y en las manos unos aventadores también de plumas coloradas. También suelen hazer arcos y flechas delgadas y polidas que en las puntas tenían unos casquillos de pedernal, o de guijarros, o de piedras de navajas, y cuantos tomavan en las guerras les cortavan las cabeças, y dexando los cuerpos, se las llevavan y las ponían con sus cabellos en algún palo, puestas en orden, en señal de victoria. Estos andan bien vestidos, y sus ropas y mantas muy polidas y curiosas con lindas labores, porque en su tierra hazen las mantas que llaman centzontilmatli, centzoncuachtli, que quiere dezir "mantas de mil colores y diferencias"; de allá se traen las mantas que llaman coaxayacayo, que son unas mantas que tienen unas cabeças de mostros pintadas, y las que dizen ixnextlacuilolli, pintadas de remolinos de agua enxeridos unos con otros, en las cuales y en otras muchas se esmeravan las texedoras. Tienen muchas joyas, esmeraldas y turquesas finas, y todo género de piedras preciosas. Las mugeres se galanean mucho y pónense bien sus trajes; andan muy bien vestidas; traen sus trenças en la cabeça con que se tocan de colores diferentes y retorcidos con plumas. Los defectos de los guastecas son que los hombres no traen maxtles con que cubrir sus vergüenças, aunque entre ellos hay gran cantidad de ropa; traen las narizes agujeradas, y con hojas de palma, las ensanchavan, y en el agujero de ellas ponían un cañuto de oro, y dentro del cañuto atravesavan un plumaje colorado; y aguzavan sus dientes a posta, y las teñían de negros colores. Párrapho 11: tlalhuicas Estos tlalhuicas son los que están poblados en tierras calientes y son naoas de la lengua mexicana. Dase en su tierra mucho algodón y axí, y todos los demás bastimentos; y al presente, se da en grandíssima abundancia todo género de frutas de Castilla. Y están poblados hazía el mediodía; y los totonaques y toueyome están poblados hazia el norte. Y estos vocablos ya dichos tlalhuícatl, guastécatl, totónac, toueyo, denotan en sí poca capacidad y habilidad, y aun al que es inhábil o tosco le llaman de tlalhuícatl, o totónac, o cuextécatl, o toueyo. De manera que por le injuriar dízenle estos tales nombres, y aun nótanle de otomite, diziéndole: "eres otomite". Sus defectos que tienen son que andan demasiadamente ataviados y con rosas en las manos, y eran muy tímidos y toscos o torpes. Couixcas, tlappanecas. Estos couixcas y tlappanecas son unos, y a uno solo le llaman couíxcatl y tlapanécatl, y están poblados en Tepecuacuilco y Tlachamalácac, y en la provincia de Chilapan, los cuales hablan lengua mexicana, y son ricos. Yopimes y tlappanecas. Estos yopimes y tlappanecas son de los de la comarca de Yopitzinco; llámanles yopes, porque su tierra se llama Yopitzinco, y llámanlos también tlappanecas, que quiere dezir "hombres almagrados", porque se embixavan con color. Y su ídolo se llama Tótec Tlatlauhqui Tezcatlipuca, que quiere dezir "ídolo colorado", porque su ropa era colorada; y lo mismo vestían sus sacerdotes, y todos los de aquella comarca se embixavan con color. Estos tales son ricos; hablan lengua diferente de la de México, y son los que llaman propiamente tenime, pinome, chinquime, chochonti, y a uno solo llaman pínotl, chínquitl, chochon. A estos tales en general llaman tenime, porque no hablan la mexicana, y por estos los llaman tenime, que quiere dezir "gente bárbara". Y son muy inhábiles e incapaces o toscos, y biven en tierras estériles y pobres, con grandes necessidades, y en tierras fragosas y ásperas, pero conocen piedras ricas y sus virtudes. Párrapho 12: olmecas, huixtoti y mixtecas Estos tales así llamados están hazia el nascimiento del sol, y llámanles también tenime, porque hablan lengua bárbara. Y dizen que son tultecas, que quiere dezir oficiales de todos oficios primos y sotiles en todo, y que son descendientes de los tultecas de que arriba se ha hecho mención. Y son muy ricos, porque sus tierras son muy ricas, fértiles y abundosas, donde se da todo género de bastimento en abundancia. Allí dase mucho cacao, y la rosa o especie aromática llamada teunacaztli, y el otro género de cacao que llaman cuappatlachtli; dase también allí el olli, que es una goma negra de un árbol que se llama olli, y la rosa que llaman yolloxúchitl, y todas las demás rosas que son muy preciadas. Allí es la madre de las aves que crían pluma muy rica, que llaman çacuan, tlauhquéchol, xiuhtótotl, y papagayos grandes y chicos, y el ave que llaman quetzaltótotl. También se traen de allí las piedras muy ricas de chalchihuites y las piedras turquesas; allí se halla también mucho oro y plata. Tierra, cierto, fertilíssima, por lo cual le llamaron los antiguos Tlalocan, que quiere dezir tierra de riquezas o paraíso terrenal. El traxe de ellos era en diversas maneras: unos traían mantas, otros como unas xaquetillas, y otros los maxtles con que cubrían sus vergüenças. Sus mugeres son grandes texedoras, muy polidas en hazer labores en la tela, y con razón lo son, pues son de tan buena y rica tierra. Traen y usan axorcas muy anchas de oro, y sartales de piedras a las muñecas, y joyeles de piedras al cuello, y orejeras de oro; traen también cutaras como los hombres, pero las que traen los hombres son más polidas; usavan también cutaras hechas de olli. De éstos, porque eran ricos y no les faltava nada de lo necessario, antiguamente se dezía que eran hijos de Quetzalcóatl; y ansí creían los antiguos que el que era próspero, rico y bien afortunado, que era conoscido y amigo del dicho Quetzalcóatl. Traían también ni más ni menos como los demás arcos y flechas y hachas para defenderse de bestias fieras, porque vivían en las montañas. Muchos de éstos ahí son naoas o mexicanos. Párrapho 13: de los de Michoaca, y por otro nombre cuaochpanme Michoaque cuando son muchos, y cuando uno, michoa, y quiere dezir hombre o hombres abundantes de peces, porque en su provincia de ellos allí es la madre de los pescados, que es Michoacan. Llámanse también cuaocpanme, que quiere dezir "hombres de cabeça rapada" o "raída", porque antiguamente estos tales no traían cabellos largos, antes se rapavan todos la cabeça, ansí los hombres como las mugeres, aunque fuessen ya viejas, si no era cual y cual que traía cabellos largos. En su tierra se da muy bien los bastimentos, maíz y frixoles, pepitas y frutas, y las semillas de mantenimiento llamadas oauhtli y chían. El traxe de ellos era que traían unas xaquetillas sin mangas, a manera de huipiles, con las cuales de contino traían sus arcos y flechas y cargajes de saetas. Su vestido era el pellejo de gatos monteses, o de tigre, o de león, o de venados, o los pellejos de ardillas. Y por atavío o adereço traían plumaje redondo, a manera de un aventadorcico, de pluma encarnada, metido en la guirnalda que traían en la cabeça hecha del pellejo de ardilla. Sus casas eran lindas, aunque todas eran de paja. Los hombres, lindos y primos oficiales, carpinteros, entalladores, pintores y lapidarios, y buenos oficiales de cutaras; y sus mugeres, lindas texedoras, buenas trabaxadoras, y lindas labranderas de mantas galanas y de las grandes que traen dobladas. Hazían su comida para dos o tres días, y aun para ocho días, por no hazella cada día. La falta que tenían es que antiguamente los hombres no traían con qué tapar sus vergüenças, sino las xaquetillas con que las encubrían y todo el cuerpo, las cuales llegavan hasta las rodillas y llámanse cícuil o xicolli, que son a manera de huipiles, que son camisas de las mugeres de México. Agujeravan también el labio de baxo y las orejas; en el labio ponían sus beçotes, y en las orejas sus orejeras, por vía de galanía. Las mugeres traían sus naguas, mas eran angostas y cortas, que llegavan hasta las rodillas, y no traían huipiles. Y en la comida, ni los unos ni los otros eran curiosos ni limpios. Su dios que tenían se llamava Taras, del cual, tomando su nombre los michoaques, también se dizen tarascos. Y este Taras en la lengua mexicana se dize Mixcóatl, que era dios de los chichimecas, ante el cual sacrificavan culebras, aves, conejos, y no los hombres, aunque fuessen captivos, porque se servía de ellos como de esclavos. A su rey todos le tenían reverencia y respecto, y le obedecían en todo, conociéndole por su señor los demás señores y principales de su provincia, y dándole tributo todos: los indios en reconocimiento del vasallaje, y no era menor que el rey de México. Párrapho 14: de los mexicanos Este nombre mexícatl se dezía antiguamente mecitli, componiéndose me, que es metl, por el maguey, y de citli, por la liebre; y ansí se havía de dezir mecícatl, y mudando la c en x, corrúmpese y dízese mexícatl. Y la causa del nombre, según lo cuentan los viejos, es que cuando vinieron los mexicanos a estas partes traían un caudillo y señor que se llamava Mecitli, al cual luego, después que nasció, le llamaron Citli, "liebre", y porque en lugar de cuna lo criaron en una penca grande de un maguey, de ahí adelante llamóse Mecitli, como quien dize "hombre criado en aquella penca del maguey". Y cuando ya era hombre fue sacerdote de ídolos, que hablava personalmente con el demonio, por lo cual era tenido en mucho, muy respecto e obedecido de sus vasallos, los cuales tomando su nombre de su sacerdote llamáronse mexicas o mecicas, según lo cuentan los antiguos. Estos tales son advenedizos, porque vinieron de las provincias de los chichimecas, y lo que hay que contar de estos mexicas es lo siguiente. Ha años sin cuenta que llegaron los primeros pobladores a estas partes de la Nueva España, que es casi otro mundo. Y viniendo por la mar con navíos, aportaron al puerto que está hazia el norte, y porque allí se desembarcaron, se llamó Panutla, casi Panoaya, lugar donde llegaron los que vinieron por la mar, y al presente se dize, aunque corruptamente, Pantlan. Y desde aquel puerto començaron a caminar por la ribera de la mar, mirando siempre las sierras nevadas y los vulcanes, hasta que llegaron a la provincia de Cuatimala, siendo guiados por su sacerdote, que llevava consigo su dios de ellos, con quien siempre se aconsejava para lo que havían de hazer. Y fueron a poblar en Tamoanchan, donde estuvieron mucho tiempo; y nunca dexaron de tener sus sabios o adevinos, que se dezían amoxoaque, que quiere dezir "hombres entendidos en las pinturas antiguas"; los cuales, aunque vinieron juntos, pero se quedaron con los demás en Tamoanchan, porque, dexándolos allí, tornáronse a embarcar y llevaron consigo todas las pinturas que havían traído consigo de los ritos y de los oficios mecánicos. Y antes que se partiessen, primero les hizieron este razonamiento: "Sabed que manda nuestro señor dios que os quedéis aquí en estas tierras, de las cuales os haze señores y os da la possesión; el cual buelve donde vino y nosotros con él. Pero vase para bolver, y tornará a os visitar cuando fuere ya tiempo de acabarse el mundo; y entretanto vosotros estaréis en estas tierras esperándole y posseyendo estas tierras y todas las cosas contenidas en ellas, porque para tomarlas e posseerlas venites por acá; y ansí quedad en buena hora, y nosotros nos vamos con el señor nuestro dios". E ansí se partieron con su dios, que llevavan embuelto en un emboltorio de mantas, y siempre les iva hablando y diziendo lo, que havían de hazer. Y fuéronse hazia el oriente, llevando consigo todas sus pinturas, donde tenían todas las cosas de antiguallas y de los oficios mecánicos. Y de estos sabios no quedaron más de cuatro con esta gente que quedó, que se dezían Oxomoco, Cipactónal, Tlaltetecui, Xuchicaoaca, los cuales, después de idos los demás sabios, entraron en consulta donde trataron lo siguiente, diziendo: "Vendrá tiempo cuando haya luz para el regimiento de esta república, mas mientras estuviere ausente nuestro señor dios, ¿qué modo se terná para poder regirse bien la gente, etc.? ¿Qué orden havrá en todo?, pues los sabios llevaron sus pinturas por donde governavan". Por lo cual inventaron la astrología judiciaria y el arte de interpretar los sueños; compusieron la cuenta de los días y de las noches, y las horas, y las diferencias de tiempos, que se guardó mientras señorearon y governaron los señores de los tultecas, y de los mexicanos, y de los tepanecas, y de todos los chichimecas. Por la cual cuenta no se puede saber qué tanto tiempo estuvieron en Tamoanchan, y se sabía por las pinturas que se quemaron en tiempo del señor de México, que se dezía Itzcóatl, en cuyo tiempo los señores y los principales que havía entonces acordaron y mandaron que se quemasen todas, porque no viniessen a manos del vulgo, y viniessen en menosprecio. Desde Tamoanchan ivan hazer sacrificios al pueblo llamado Teutioacan, donde hizieron a honra del sol y de la luna dos montes. Y en este pueblo se elegían los que havían de regir a los demás, por lo cual se llamó Teutioacan, que quiere dezir Ueytioacan, lugar donde hazían señores". Allí también se enterravan los señores y principales, sobre cuyas sepulturas se mandaron hazer túmulos de tierra, que hoy se ven todavía, y parecen como montezillos hechos a mano. Y aún se ven todavía los hoyos de donde sacaron las piedras o peñas de que se hizieron los dichos túmulos. Y los túmulos que hizieron al sol y a la luna son como grandes montes edificados a mano, que parecen ser montes naturales y no lo son. Y aun parecen ser cosa increíble dezir que son edificados a mano, y cierto los son, porque los que los hizieron entonces eran gigantes, y aun esto se ve claro en el cerro o monte de Cholollan, que se ve claro estar hecho a mano, porque tiene adoves y encalado. Y se llamó Teotioacan, el pueblo de teútl, que es "dios", porque los señores que allí se enterravan, después de muertos los canonizavan por dioses. Y que no se morían, sino que despertavan de un sueño en que havían vivido, por lo cual dezían los antiguos que cuando morían los hombres no perecían, sino que de nuevo començavan a bivir, casi despertando de un sueño, y se bolvían en espíritus o dioses. Les dezían: "Señor o señora, despiértate, que ya comiença a amanecer, que ya es el alva, que ya comiençan a cantar las aves de plumas amarillas, y que ya andan bolando las mariposas de diversas colores". Y cuando alguno se moría, de él solían dezir que ya era teútl, que quiere dezir que ya era muerto para ser espíritu o dios. Y creían los antiguos, engañándose, que los señores cuando se morían se bolvían en dioses, lo cual dezían porque fuesen obedecidos o temidos los señores que regían, y que unos se bolvían en sol, y otros en luna, y otros en otros planetas. Y estando todos en Tamoanchan, ciertas familias fueron a poblar a las provincias que ahora se llaman olmeca uixtoti, los cuales antiguamente solían saber los maleficios y hechizos, cuyo caudillo y señor tenía pacto con el demonio y se llamava Olmécatl Uixtotli, de quien, tomando su nombre, llámanse olmecas uixtoti. De éstos se cuenta que fueron en pos de los tultecas cuando salieron del pueblo de Tulla, y se fueron hazia el oriente, llevando consigo las pinturas de sus hechizerías. Y que en llegando al puerto, allí se quedaron, y no podieron passar por la mar. Y de ellos descienden los que al presente se llaman anaoaca mixteca. Y fueron a poblar allí sus antepassados, porque su señor que era escogió aquella tierra por muy buena y rica. Estos mesmos inventaron el modo de hazer el vino de la tierra. Era muger la que començó y supo primero agujerar los magueyes para sacar la miel de que se haze vino; y llamávase Mayáoel. Y el que halló primero las raízes que echan en la miel llamávase Pantécatl. Y los autores del arte de saber hazer el pulque, ansí como se haze ahora, se dezían Tepuztécatl, Cuatlapanqui, Tliloa, Papaíztac, Tzocaca, todos los cuales inventaron la manera de hazer el pulque en el monte llamado Chichinauhya. Y porque el dicho vino haze espuma, también le llamaron al monte Popoçonaltépetl, que quiere dezir "monte espomoso". Y hecho el vino, combidaron los dichos a todos los principales viejos y viejas en el monte que ya está referido, donde dieron de comer a todos y de bever el vino que havían hecho; y a cada uno, estando en el banquete, dieron cuatro taças de vino, y a ninguno cinco, porque no se emborrachasen. Y huvo un cuexteco, que era caudillo y señor de los guaxtecas, que bevió cinco taças de vino, con los cuales perdió su juizio, y estando fuera de él, echó por ahí sus maxtles, descubriendo sus vergüenças, de lo cual los dichos inventores del vino, corriendo y afrentándose mucho, juntáronse todos para castigarle. Empero, como lo supo el cuexteco, de pura vergüença, fuesse huyendo de ellos con todos sus vasallos y los demás que entendían su lenguaje. Y fuéronse hazia Panutla, de donde ellos havían venido, que al presente se dize Pantlan, y los españoles la dizen Pánuco; y llegando al puerto, no pudieron ir, por lo cual allí poblaron, y son los que al presente se dizen tooeyome, que quiere dezir en indio tooampohoan, y en romance "nuestros próximos". Y su nombre, que es cuexteca, tomáronlo de su caudillo y señor que se dezía Cuextécatl. Y estos cuextecas, bolviendo a Panutla, llevaron consigo los cantares que cantavan cuando bailavan, y todos los adereços que usavan en la dança o areito. Los mesmos eran amigos de hazer embaimientos, con los cuales engañavan las gentes, dándoles a entender ser verdadero lo que es falso, como es dar a entender que se queman las casas que no se quemavan, y que hazían parezer una fuente con peces y no era nada, sino ilusión de los ojos, y que se matavan a sí mesmos, haziendo tajadas o pedaços sus carnes, y otras cosas que eran aparentes y no verdaderas. Y nunca dexaron de ser notados de borrachos, porque eran muy dados al vino, e siguiendo o imitando a su caudillo, o señor, que havía descubierto sus vergüenças por su emborrachez, andavan también sin maxtlex los hombres, hasta que vinieron los españoles. Y porque el dicho su señor havía bevido cinco taças de vino en el monte, que se dize Poçonaltépetl, los vasallos suyos siempre han sido tenidos por muy borrachos, porque parecían andar casi siempre tocados del vino, con poco juizio. Y ansí para injuriar al que era tosco, y como alocado, le llamavan de cuextécatl, diziendo que él también havía bevido cinco taças del vino, y que las acabó de bever sin dexar gota, y que por esto andava como borracho. Y como por largos tiempos se havia tenido señorío y mando en Tamoanchan, después se traspasó al pueblo llamado Xumiltépec, donde estando los que eran señores y ancianos y sacerdotes de ídolos habláronse unos a otros, diziendo que su dios les havían dicho que no havían de estar siempre en el pueblo de Xumiltépec, sino que havían de ir más adelante para descubrir más tierras, porque su dios no querría parar allí, sino irse más adelante. Y ansí todos los muchachos, viejos y viejas, mugeres y hombres, començaron a caminar, y fuéronse poco a poco hasta que llegaron al pueblo de Teutioacan, donde se eligieron los que havían de regir y governar a los demás, y se eligieron los que eran sabios y adevinos, y los que sabían secretos de encantamientos. Y hecha eleción de los señores, luego se partieron todos de allí, yendo cada señor con la gente que era de su lenguaje, y guiando a cada cuadrilla su dios. Ivan siempre delante los tultecas, y luego los otomíes, los cuales con su señor llegando a Cooatépec, no fueron más adelante con los demás, porque de allí el que era su señor los llevó a las sierras para poblarlos allí. Y por esta causa estos tales tenían de costumbre de hazer sacrificios en las alturas de las sierras y poblarse en las laderas de ellas. Y las demás gentes, como los tultecas y los mexicanos o naoas, y todos los otros, prosiguieron su camino por los llanos o páramos para descubrir tierras, cada gente, o familia, yendo con su dios que les guiava. Y cuánto tiempo hayan peregrinado, no hay memoria de ello. Fueron a dar en un valle, entre unos peñascos, donde lloraron todos sus duelos y trabajos, porque padecían mucha hambre y mucha sed. Y en este valle havía siete cuevas que tomaron por sus oratorios todas aquellas gentes; allí ivan a hazer sacrificios todos los tiempos que tenían de costumbre. Tampoco no hay memoria ni cuenta de todo el tiempo que estuvieron allí. Estando allí los tultecas con los demás, dizen que su dios de ellos aparte les habló, mandándoles que bolviesen allí donde havían venido, porque no havían de permanecer allí. Lo cual oído, los tultecas, antes que se partiessen de allí, primero fueron a hazer sacrificios en aquellas siete cuevas, y hechos, se partieron todos y fueron a dar en el pueblo de Tulantzinco, y de ahí después passaron a Xicocotitlan, que es el pueblo de Tulla. Después de éstos bolviéronse también los michoaques con su señor que les guiava, llamado Amímitl, y fuéronse hazia el occidente, en aquellas partes donde están poblados al presente; hizieron también sus sacrificios en las cuevas antes que se partiessen. Sucessivamente se bolvieron los naoas, que son los tepanecas, los acolhoaques, los chalcas, los uexotzincas y los tlaxcaltecas, cada familia por sí, y vinieron a estas partes de México. Después de esto, a los mexicanos, que quedavan a la postre, les habló su dios, diziendo que tampoco havían de permanecer en aquel valle, sino que havían de ir más adelante para descubrir más tierras, y fuéronse hazia el poniente. Y cada una de esta familias ya dichas, antes que se partiessen, hizo sus sacrificios en aquellas siete cuevas, por lo cual todas las naciones de esta tierra, gloriándose, suelen dezir que fueron criados en aquellas siete cuevas y que de allí salieron sus antepassados, lo cual es falso, porque no salieron de allí, sino que ivan allí a hazer sus sacrificios cuando estavan en el valle ya dicho. Y ansí venidos todos a estas partes, y tomada la possesión de las tierras, y puestas las mojoneras entre cada familia, los dichos mexicanos prosiguieron su viaje hazia el poniente. Y según lo cuentan los viejos, llegaron a una provincia que se dize Colhoacan México, y de allí tornaron a bolver. Y qué tanto tiempo duró su peregrinación veniendo de Colhoacan, no hay memoria de ello. Y antes que se partiessen de Colhoacan dizen que su dios les habló, diziendo que bolviessen allí donde havían partido y que les guiaría mostrándoles el camino por donde havían de ir. Y ansí bolvieron hazia esta tierra que ahora se dize México, siendo guiados por su dios. Y los sitios, donde se apossentaron a la buelta los mexicanos, todos están señalados y nombrados en las pinturas antiguas, que son sus anales de los mexicanos. Y veniendo de peregrinar por largos tiempos fueron los postreros que vinieron aquí a México. Y viniendo por su camino, en muchas partes no los querrían rescebir, ni aun los conoscían, antes les preguntavan quiénes eran y de dónde venían, y los echavan de sus pueblos. Y passando por Tulla, y Ichpuchco, y por Hecatépec, vinieron a estarse un poco de tiempo en el monte que se dize Chiquiuhyo, que es un poco más acá de Hecatépec, y después estuvieron en Chapultépec, viniendo todos juntos. Y en este tiempo havía tres cabeceras, los más principales, conviene a saber: Azcaputzalco, Coatlichan y Colhoacan. Y entonces no havía memoria de México, porque donde ahora es México, no havia otra cosa sino cañaverales. Y estando los mexicanos en Chapultépec, dávanles guerra los comarcanos; y de ahí passaron a Colhoacan, donde estuvieron algunos años; y de ahí vinieron a tener asiento en la parte que ahora se dize Tenuchtitlan México, que cae en los términos de los tepanecas, que son los de Azcaputzalco y Tlacopan. Y estos tepanecas partían términos con los de Tetzcuco y vinieron a poblar allí entre los cañaverales, que havía muchos, porque todo lo demás estava ya ocupado, y las tierras tomadas y posseídas todas por los que vinieron primero. Y por estar en los términos de los tepanecas fueron subjectos y tributarios del pueblo de Azcaputzalco. Todas las dichas, familias se llaman chichimecas, y aun de tal nombre se jactan y se glorian; y es porque todas anduvieron peregrinando como chichimecas por las tierras antes dichas, y de allí bolvieron para estas partes. Aunque a la verdad no se llaman tierras de chichimecas por donde ellos anduvieron, sino Teotlapan Tlacochcalco Mictlampa, que quiere dezir "campos llanos y espaciosos que están hazia el norte". Llamáronse tierras de chichimecas porque por allí suelen ahora habitar los chichimecas, que son unas gentes bárbaras que se sustentan de la caça que toman, y no pueblan. Y aunque los mexicanos se dizen chichimecas, empero propriamente se dizen atlacachichimeca, que quiere dezir "pescadores que vinieron de lexas tierras". Las gentes naoas, que son las que entienden la lengua mexicana, también se llaman chichimecas, porque vinieron de las tierras ya dichas, donde están las siete cuevas que ya están referidas, y son las que se nombran aquí: tepanecas, acolhoacas, chalcas, y los hombres de tierra caliente, y los tlateputzcas, que son los que biven tras de las sierras, hazia el oriente, como son los tlaxcaltecas y huexotzincas y chololtecas, y otros muchos; y todos traían arcos y flechas. Los tultecas también se llamavan chichimecas, y los otomíes y michoacas ni más ni menos. Pero los que están hazia el nacimiento del sol se nombran olmecas, huixtotin, nonohoalca, y no se dizen chichimecas.
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Capítulo 30 De cómo los vergantines que hizieron los españoles en Tetzcuco venieron sobre México. Estos vergantines se labraron en Tlaxcalla, y los indios los truxeron en pieças a cuestas hasta la laguna donde se armaron Estando los españoles en Tlaxcalla, labraron doze vergantines, y ante que los armasen truxéronlos en pieças los indios hasta Tetzcuco, y allí los armaron, enclavaron y brearon; los cuales hechos. y puesta en ellos la artillería, entraron en ellos los españoles que para esto estavan asinados, y vinieron por la laguna hasta un desembarcadero que se llama Acachinanco, que es cerca de México, en aquel derecho de Sancto Antonio, iglesia que está cerca. de las casas de Albarado. Y el capitán don Hernando Cortés luego se metió en los vergantines y començaron a sondar el agua para descubrir el alto que havía por donde havían de andar los vergantines. Como huvieron descubierto los caminos por donde podían andar los vergantines, pusiéronse a gesto de guerra en los mesmos vergantines con determinación de destruir a los mexicanos. Y luego puestos en orden, con su bandera delante y tocando su atambor y pífano, començaron a pelear contra los mexicanos. Y muchos de los mexicanos que tenían las casas dentro en el agua, como començó la guerra por el agua, començaron a huir con sus hijos y con sus mugeres; algunos llevavan a cuestas a sus hijos y otros en canoas. Todas sus haziendas dexavan en sus casas, y los indios que ayudavan a los españoles entravan en las casas que dexavan y robaban cuanto hallavan. También los indios del Tlatilulco andavan allí peleando con sus canoas. Como llegaron los españoles adonde estava atajada una acequia con albarrada y pared, desbaratáronla con el artillería y pasaron dos vergantines. Començaron a pelear con los que estavan defendiendo la acequia. Los españoles que ivan en los vergantines tornávanlos, la artillería hazia donde estavan más espesas las canoas, y hazían gran daño en los indios con la artillería y escopetas. Visto esto, los mexicanos començaron a apartarse y guardarse del artillería, yendo culebreando con las canoas; y también cuando vian algún tiro que soltavan, agaçapávanse en las canoas; y començaron a retraerse hazia las casas, y ansí quedó desocupado el camino. Llegaron los españoles a un lugar que se llama Uitzillan, que es cerca de la iglesia de Sanct Pablo. Allí estava otro paredón hecho, y a las espaldas de él estavan muchas gentes de los mexicanos. Allí se detuvieron algo los vergantines entretanto que adereçavan la artillería para derrocar al paredón.
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Capítulo 30 Aquí comiença de la manera y destruiçión y basallaxe de los pueblos de tziccoacas y tuchpanecas çerca del mar, naturales de las costas La causa y razón de las muertes de los mexicanos y suchimilcas, azcapuçalcas, Tacuba, chalcas, fueron mercaderes tratantes <en> todo género de mercadurías, ora con codiçia, ora de malquerençia o por los rrobar. Abiendo en Tziccoac y <en> Tuzpa general tiangues (mercado), que es de beinte a beinte días, los prençipales de estos dos pueblos, conformados y conçertados los unos y los otros de matar y mataron a todos los tratantes mercaderes (puchtecas) y los despeñaron, por mayor dolor, de unas altas rrocas, peñascos de una gran sierra. Y no fue tan secreto que no lo dexasen de beer los naturales y tratantes del pueblo de Tulançingo y estos, por estar bien de gra 33v çia con los mexicanos, binieron a dar notiçia de lo susçedido a Monteçuma y a todo el ymperio mexicano. Oydo por los mayorales Çihuacoatl Tlacaeleltzin, baleroso general, el mensaje de la mala nueua y como, luego hecho esto, se abían fortaleçido con baluartes, cúes altos, petrechos de guerra, <en>tendiendo abían de benir luego sobre ellos, y fueron çinco fuertes, esforçándose con gran puxança y soberuia. Y por Monteçuma <en>tendido, presentes Tlacaeleltzin y los demás capitanes, les rrepondieron a los mensajeros, después de agradeçido el mensaje. Y descansando algunos días, hablaron el Monteçuma y capitanes, dixeron: "Esto no es cosa çufridera, de <que> se atreuan unos bellacos a sorrostrar el ymperio mexicano y abatir tam balerosos capitanes y soldados como ay; y luego se pronunçie en todo Tenuchtitlan guerra contra ellos a fuego y sangre, e comiençen luego el matalotaxe y por lo consiguiente, por n<uest>ro mandato, y espeçialmente tocante a cada uno de los pueblos sus basallos, hijos, hermanos muertos con tal traiçión". Y luego, <en>tendido el mando, los mensajeros, gente yllustre, un capitán con seis aconpañados, fueron primero a Tacuba al rrey Totoquihuaztli, que, bisto y <en>tendido lo susçedido, <que> luego se pongan en camino los balerosos leones, tigueres, águilas <en> sus personas figurados, con el aparato de armas, bastimentos para tal día señalado, para Tuchtepec, y luego a los de Çiuhcoacaz, gentes traidoras, y luego a los de Tamachpa, cuextecas, <que> tiene çinco fortalezas hechas <en> su defensa de ellos, y por lo consiguiente a todos los pueblos y señores comarcanos y basallos del ymperio mexicano, rrespondiendo todos y cada uno de por sí <que> se cumpliese luego el rreal mandato pues era cosa tan ynportante a todos ellos. Y luego, por ser el biaxe largo, hizieron matalotaxe doblado para la yda y buelta. Y por Neçahualcoyotl, rrey de Tezcuco, <en>tendido, se holgó en gran manera por querer ser él general de su gente de aculhuaques y rrespondió. En rrespondiendo, hizo merçedes a los mensajeros, protestando todo su poder y balía, con mucho agradesçimiento del rrey Monteçuma y de Çihuacoatl Tlacaeleltzin, los quales, <en>tendido por todos ellos y sus rrespuestas, mandaron a los capitanes el rrey Monteçuma, y Çihuacoatl, manda luego a los capitanes Tlacatecatl y Tlacochcalcatl y Cuauhnochtli, Tlilancalqui <que> luego a terçero día se aperçibiesen y pusiesen en camino con sus armas, bituallas. Y las mugeres de estos soldados mexicanos, <en> señal de jamás los beer boluer, començaron luego a ayunar, poner çeniza <en> sus cabeças, señal de gran tristeza, y jamás se lauauan las caras ni tenían plazer alguno, sino muy tristes. Y a media noche se leuantauan las mugeres, hazían lumbre de cortezas de árboles (tlaxipehualli) y barriendo sus calles a media noche y bañándose todas las casadas, y luego hazían tortillas rreales, tortillas grandes, <que> llaman papalotlaxcalli, y xonecuillin, gusanos de magués fritos y tostados, lleuáuanlo al templo <que> llaman Omacatzin y Yecatzintli y Coatlxoxouhq<ue>, 34r (Culebra cruda berde), y al templo de Huixtoçihuatl y al de Milnahuac y a Atlatona y al gran templo de Xochiquetzal y al de Quetzalcoatl y a otros templos pequeños y mayores, todas las noches después de medianoche, como de estaçiones, ofresçiendo como sacrifiçio las comidas <que> heran dedicadas a los saçerdotes de los templos, llamados tlapixquee papahuaquee, lleuando una soga torçida como de un dedo de grueso, dando a <en>tender que mediante los dioses abían de boluer sus maridos bitoriosos con gran presa de sus enemigo; y lleuando estas mugeres una lançadera de texer (tzotzopaztli), señal con espadartes an de bençer sus enemigos sus maridos y hijos; haziendo otras muchas çerimonias las mugeres según rregla antigua de ydolatría. Y hecho este sacrifiçio cada quatro días, una noche hasta el alua en proçesión con gemidos y lloros, y luego, al despedir, besan a los saçerdotes la mano, que es un brasero con lumbre ardiendo. Y estas mugeres casadas y otras donzellas tres bezes yban a barrer el templo que cada una tenía más çerca de su casa y todo esto es señal de su penitençia y rrogatiua a sus dioses por la bitoria que esperan de oyr de sus maridos. Y dizen los soldados: "Tenemos quien nos ayune y tenga n<uest>ra bixilia de n<uest>ra penitençia para conseguir bitoria". Y dezían las mugeres: "Señores y dioses del día y de la noche, como son Tezcatlypuca, dios del ynfierno, somos tus basallos. Abed piedad de los que por bos andan por los montes, prados y llanos <en> u<uest>ro nombre y serbiçio, en las orillas de la mar, por los soles, aguas, yelos, fríos. Condoleos de ellos, que por u<uest>ro alto nombre andan y buscan y ensanchan rreinos y criaturas, por u<uest>ro sacrifiçio en onrra y gloria a mayor abundamento". Y todo esto hazen estas mugeres todo el tiempo <que> están sus maridos, padres, hijos en la guerra. Y llegados estos soldados al pueblo de Tulançingo, los uezinos de allí les salen a rresçibir con mucha alegría con rrosas, perfumaderos y todo género de comidas, con mucho plazer y alegría, con muy corteses palabras, a todos los capitanes mexicanos, por su orden, comidas, que de una gallina o gallipabo (huexolotl, çihuatotolin) hazían um bollo, totolquimilli, manera de enpanada, rrelleno y rrebuelto de conexos y codornizes <en> un solo bollo (tamal), a cada prençipal capitán uno, con otras muchas biandas de bollos (tamales) diferentes de colores y breuajes de cacao y pinole para el camino, rrosas, perfumaderos, mantas galanas, pañetes labrados. E luego los mexicanos dixeron al rrey y señor de ellos, Neçahualcoyotl, <que> luego mandase aperçibir la gente de guerra, balerosos soldados, armas y diuisas, todo genero de mida para el matalotaxe. Y así, luego començaron a caminar a la Guasteca y <en> breue tiempo llegaron al sitio y paraxe. <En> lo más seguro y alto hizieron rreal los mexicanos, hizieron buhiyos, para cada un prençipal el suyo y, por su orden, de cada pueblo de los <que> yban, su canpo, de por sí. E luego otro día <que> fueron llegados, mandó llamar el capitán a los capitanes, que el general mexicano Cuauhnochtli y Tlilancalqui mandaron a los mexicanos soldados y aculhuaques tezcucanos e les hizieron a todos un largo parlamento tratándoles el esfuerço, balor y balentía de cada 34v uno, diziéndoles como estauan tan distintos y apartados de su patria y naçión y en orillas de la mar, a sólo ganar onrra, fama y adquerir rriquezas y esclauos o morir como balientes en la guerra, pues a otra cosa no son benidos sino a ello, y olbidando de todo punto padre, madre, muger, hijos, hermanos, deudos, que a otro no son benidos. Y abiéndoles pospuesto otras muchas miserias pasadas <en> la niñez, caresçiendoles su alto balor y esfuerço, diziéndoles más, que los contrarios no eran demonios ni bisiones ni tigueres ni leones ni águilas ni fantasmas del tzitzimitl, coleletli (duende), "que gentes son como nosotros; traen armas <en> las manos como nosotros. Y es de creer que ellos, en pensar somos mexicanos, sólo el rrenombre an de atemorizar y acobardar de nosotros". Y con estas palabras cobraron tanto esfuerço y balentía que no bían la ora de <en>trar em campo con los enemigos. "E para ser conosçidos y tener cuenta de ca uno de qué tierra es, abemos de lleuar n<uest>ras debisas, armas del pueblo: Mexico, el tunal y águila; Tacuba, el suyo; Azcapuçalco, el suyo; y apellidando "¡Mexico, Mexico!, ¡Suchimilco, Suchimilco!, ¡Tezcuco, Tezcuco, aculhuaque!", para <que> seamos todos conosçidos; y los muy biexos sus trançaderas de cueros colorados, beçoleras y orexeras". Y llegados a los lugares y campo, los más balerosos soldados y capitanes se soterraron <en> tierra los cuerpos y cubiertos con paxa, para luego salir de en medio de los enemigos para dar por las espaldas y atemorizallos. De manera que <en>tre los mançebos jóbenes yban <en>tremetidos los más esforçados y balientes, llamados cuauhchime y otomi, que estos son como los españoles soldados biexos, astutos en guerras, para dar ánimo a los moços nobeles, bisoños. Y así, luego en sus lugares se començaron a poner en orden y conçierto <en>tretexidos, y los otros soterrados.
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Capítulo 30 De cómo la partera hablava al niño en naciendo, y las palabras que le dize de halago y de regalo y de ternura de amor, donde se ponen muy claras palabras que la ventura o buena fortuna con que cada uno nace ante del principio del mundo le está por los dioses asignada o concedida, y la partera gorgeando con la criatura pregúntale qué suerte de ventura le ha cavido Llegada la hora del parto, que se llama "hora de muerte", cuando ya quería parir la preñada, lavávanla toda y xabonávanla los cabellos de la cabeça. Luego aparejavan una cámara o sala donde havía de parir y de padecer aflicción y tormento. Si la preñada era muger principal o muger rica, estavan con ella dos o tres parteras para hazer lo que fuese menester y ella mandasse. Cuando ya los dolores apretavan mucho a la preñada, luego la metían en el baño, y cuando ya se iva llegando el tiempo que la criatura havía de salir, dávanle a vever una yerva, que se llama cioapatli, molida y cozida con agua. Y si la apretavan mucho los dolores, dávanle a bever un pedazuelo de la cola del tlácuatl, molida y desecha en agua, como arriba se dixo. Con esto nacía la criatura fácilmente, y entonce ya tenían aparejado todo lo que havía menester la criatura, como son pañales y otro paño para rescebirla cuando naciesse. En naciendo la criatura, luego la partera dava unas vozes, a manera de los que pelean en la guerra, y en esto significava la partera que la paciente havía vencido varonilmente y que havía captivado un niño. Y luego hablava la partera a la criatura. Si era varón, dezíale: "Seáis muy bien llegado, hijo mío muy amado". Y si era hembra, dezía: "Señora mía, muy amada, seáis muy bien llegada. Trabajo havéis tenido. Haos embiado acá vuestro padre humaníssimo, que está en todo lugar, criador y hazedor. Havéis venido a este mundo donde vuestros parientes viven en trabajo y en fatigas, donde hay calor destemplado y fríos y aires, donde no hay plazer ni contento, que es lugar de trabajos y fatigas y necessidades. Hija mía, no sabemos si viviréis mucho en este mundo. Quiçá no os merecemos tener. No sabemos si vivirás hasta que vengas a conocer a tus abuelos y tus abuelas, ni sabemos si ellos te gozarán algunos días. No sabemos la ventura o fortuna que te ha cavido. No sabemos qué son los dones o mercedes que os ha hecho vuestro padre y vuestra madre, el gran señor y la gran señora que están en los cielos. No sabemos qué traéis ni qué tal es vuestra fortuna, si traéis alguna cosa con que nos gozemos. No sabemos si te lograrás. No sabemos si nuestro señor te prosperará y te engradescerá, el cual está en todo lugar. No sabemos si tenéis algunos merecimientos, o si por ventura havéis nacido como maçorca de maíz aneblado, que no es de ningún provecho, o si por ventura traes alguna mala fortuna contigo que inclina a suziedades y a vicios. No sabemos si serás ladrona. ¿Qué es aquello con que fueste adornada? ¿Qué es aquello que rescebiste como cosa atada en paño antes de que el sol resplandesciesse? Seáis muy bien venida, hija mía. Gozámosnos con vuestra llegada, muy amada donzella, piedra preciosa, plumaxe rico, cosa muy estimada. Havéis llegado. Descansad y reposad, porque aquí están vuestros abuelos y abuelas que os estavan esperando. Havéis llegado a sus manos y a su poder. No suspiréis ni lloréis, pues que sois venida y havéis llegado tan deseada. Con todo esto tendréis trabajos y cansancios y fatigas, porque esto es ordenación de nuestro señor, y su determinación que las cosas necessarias para nuestro vivir las ganemos y adquiramos con trabajos y con sudores y con fatigas, y que comamos y bebamos con fatigas y trabajos. Hija mía, estas cosas, si dios os da vida, por experiencia las sabréis. Seáis muy bien venida; seáis muy bien llegada. Guárdeos y ampáreos y adórneos y provéaos en que está en todo lugar vuestro padre y madre, que es padre de todos. Aunque sois nuestra hija, no os merecemos por cierto. Por ventura tamañita como sois os llamará el que os hizo. Por ventura seréis como cosa que de repente pasará por delante de nuestros ojos, y que en un punto os veremos y os dexeremos de ver. Hija mía, muy amada, esperemos en nuestro señor". Haviendo dicho estas cosas, la partera cortava luego el ombligo a la criatura, y luego tomava las pares en que venía embuelta la criatura y enterrávalas en un rincón de la casa. Y el ombligo de la criatura guardávanle y poníanlo a secar, y llevávanlo a enterrar al lugar donde peleava, si era varón.
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Capítulo 31 De cómo los de los vergantines, haviendo oxeado las canoas que los salieron por la laguna, llegaron a tierra junto a las casas Después que los españoles adereçaron sus tiros, tiraron al paredón con ellos. Y de los primeros tiros arroináronle todo, y de los segundos tiros dieron con él en el suelo. Y los soldados indios que estavan detrás el paredón, luego echaron a huir, y los indios amigos luego cegaron la acequia para pasar adelante con piedras y adoves y tierra y maderos. Desque tuvieron llana la acequia, luego vinieron los de a caballo y entraron en la ciudad, y alancearon los que pudieron de los indios, y tornáronse a salir; y luego entraron otros de a caballo y hizieron lo mismo; y los indios acogíanse a las casas reales. También alancearon a algunos indios, entre los cuales fue alanceado un indio del Tlatilulco; y asió de la lança con que estava atravesado, y otros sus compañeros asieron también de ella y quitáronsela al de a cavallo y con ella le mataron y le derrocaron del cavallo. Y luego se juntaron los españoles y entraron dentro de un patio que se llamava Cuauhquiyáoac, y llevavan consigo un tiro grueso y asentáronle. En este lugar estava una águila de piedra grande y alta como un estado de hombre, y por eso llamavan aquel patio Cuauhquiyáuac. De la una parte del águila estava un tigre, de piedra también, y de la otra un oso, también de piedra. Y los capitanes de los indios ascondíanse detrás de ocho columnas de piedra que allí estavan, y mucha otra gente estava encima de la casa que estava armada sobre las columnas. Y los españoles tiraron con el tiro grueso que llevavan consigo a aquel edificio que estava allí, y con el trueno y con el humo los que estavan abaxo se espantaron y echaron a huir, y los de arriba se echaron de allí abaxo, y todos huyeron. Llevaron el tiro mis adelante hazia el patio de Uitzilopuchtli, donde estava una grande piedra redonda como muela de molino. Y sobre el cu de Uitzilopuchtli estavan unos sátrapas sentados, tañendo un teponaztli y cantando; y aunque vian lo que pasava, no cesavan de tañer y cantar. Y subieron dos españoles y matáronlos; echáronlos por las gradas abaxo del cu. Como los españoles entravan por la ciudad, vinieron los indios diestros que andavan en las canoas y saltaron en tierra; començaron a llamar a otra gente para impedir a los españoles la entrada. Como vieron los españoles a los indios que venían sobre ellos con gran ímpetu y que los desbaratavan, recogéronse y començaron a retraerse, y los indios peleavan reciamente. Los españoles se recogeron a su estancia, que llamavan Acachinanco, y dexaron el tiro en el patio de Uitzilopuchtli, y de allí lo tomaron los indios y le echaron en una agua profunda que llamavan Tetamaçulco, que está cabe el monte que se llama Tepetzinco, donde están los baños.
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Capítulo 31 Trata de la manera en este capítulo como se començó la batalla <en>tre los mexicanos y los naturales de la Guaxteca, gente de la costa de la Mar del Sur Abiéndose conçertado y puesto en orden para començar, y <en>trar <en> batalla con los enemigos, començaron con una grita y alarido, golpeando sus propias rrodelas, diziendo: "¡A ellos, a ellos! Ea, mexicanos, que no balen nada", y diziéndoles: "Ea, cuextecas, que n<uest>ros basallos seréis antes de muchas oras". Y los cuextecas rrespondían mofando y desdeñando a los mexicanos, diziéndoles: "Miserables mexicanos, que a n<uest>ras manos abéis de morir, que ninguno a de boluer a Mexico". Y benían los guaxtecas con orejeras y beçoleras de oro, cubiertas las cabeças de colores de pluma amarilla de papagayos (toznenez), y en la trasera de la çinta traían unos espexos rredondos y sus rrodelas colgadas del braço, que ellos llaman tooptli, y en las puntas de las narizes unos pedaços de pedernales blancos agudos, con otras muchas cosas <que> más traían. Y benían garganteando como quando cantan en areito y mitote, y traían en la çinta como sonaxeras <que> llaman cuechtli, que rresuena como caxcabel bronco, para poner espanto y temor. Y biniendo con tanto rruido, que llegaron a las partes adonde estauan soterrados y escondidos los balientes mexicanos cuachicme y otomitl, y luego començaron a salir a las espaldas de los guastecos y a los pri 35r primeros y más balientes guastecos, a golpes con los espadartes, cayeron a sus manos casi los más de los capitanes guastecos, galanos, cargados de oro y plumería y otras diuisas; començando atar, los dexauan a los noueles moços mexicanos, pasando alente yban matando, hiriendo en ellos. Y los segundos <que> benían detrás de estos capitanes, biendo a sus mayores muertos y presos con ser los guastecos al doble gente, se rretubieron, y los demás pueblos <que> benían con los mexicanos, que <en>trauan por los lados, prendieron ynfinita gente. Y los que más se señalauan, después de los mexicanos, fueron chalcas y aculhuaques, tras ellos suchimilcas, Mizquic, Cuitlabaca, Cuyuacan, Tacuba, Azcapuçalco, Toluca, Xocotitlan, Xiquipilca, maçahuaques, Tulatepexic. Todos estos lleuaron presa de esclauos, esclauas, que hasta la quinta fortaleza y albarrada les fueron siguiendo y alcançando, matando y prendiendo, hasta dar con su gran templo, y luego le pusieron fuexo y se quemó en breue espaçio. Y biéndose los guastecos ya sin rremisión de ser todos perdidos y muertos, como lleuauan presos tantas mugeres, donzellas, niños, niñas, desde un gran çerro alto llamaron los guastecos a los mexicanos por sus lenguas nahuatatos. Dixeron: "Señores mexicanos, çeçe ya buestra furia y braueza, descansen las armas, sosieguen buestras balerosas personas, començemos nosotros a serbir y a dar n<uest>ro tributo a buestro ymperio mexicano". Y luego, <en> señal de este su tributo y basallaxe, <en>biaron mantas <que> llaman tuchpanecayotl, rricas, y unas camisas como capisayos de las criaturas pequeñas, labradas, que llaman quechquemitl, y unas mantas labradas de colores <que> llaman tlatlapalcuachtli, y papagayos mansos amarillos, de colores, <que> llaman toznenez, y huacamayas coloradas grandes que crían unos penachos colorados, y unos pájaros o aues de pluma muy rrica <que> llaman xochitenacatl tototl, y otros que llaman tlalancueçalin tototl, y un betún amarillo que llaman tecueçalim y tecocahuitl, con que untan y tiñen xícaras y ablandan manos y pies, y margaxita dorada y negra <que> llaman apetztli, y espeçia muy menuda (chiltecpin, totocuitlatl), y pepita ancha (cuauhaychuachtli), y pocchile ahumado. E luego dixeron: "Señores mexicanos, con esto nos ofresçemos de dar n<uest>ro, tributo en cada un año". Replicaron los mexicanos, dixeron: "Sea norabuena, guastecos. Todo lo que abéis prometido nos abéis de lleuar de n<uest>ro tributo y mirá que en algún tienpo no os llaméis a engaño en contra de esta promesa y todas las bezes que fuéredes llamados abéis de yr con toda breuedad y umildad". Y prometidos así lo guardar y cumplir, binieron los guastecas y lleuaron a su palaçio a los balerosos mexicanos y les dieron diuersas comidas de abes y todo género de pescado, camaróm, bagre, lisas, moxarra, rróbalo, turtugas y asimismo todo género de frutas, que la ay en abundante, más que <en> toda la Nueua España agora ay. Queriéndose partir los mexicanos, los guastecas les dieron algunas rropas para ellos y papel mexicano, pluma blanca para colchas o fraçadas. Començando a caminar, traían maniatados a los presos <en> la guerra y los catiuos començaron a llorar y luego a grandes bozes a cantar cantares tristes, que era gran dolor y lástima de la manera <que> los traían. Y llegando en los pueblos de los caminos les dauan todo quanto abían de comer el campo 35v mexicano y todas las demás nasçiones, <que> cubrían dos leguas de gente <que> benían. Y en algunas partes o pueblos que llegauan y no los resçibían con comida y demás bastimentos, dexauan asolado y rrobado el pueblo, diziendo <que> heran sus basallos y estauan obligados por basallaxe a la corona mexicana. Y tanta destruiçión benían haziendo <que> los dexauan rrobados y desnudos. Era muy grande la temerariedad, que se hazían temer, que era más crueldad <que> umanidad y nadie les osaua rresponder de temor. Y llegados <que> llegaron a Coatitlam y allí tubo nueua Monteçuma que benía el exérçito mexicano muy bitorioso, dixo a Çihuacoatl: "Así es berdad <que> bienen u<uest>ros capitanes Tlacatecatl y Tlacochcalcatl y Ticocyahuacatl, Cuauhnochtli, Tlilancalqui. Bayan a rresçibirlos". Y así, mandaron a los quaquacuiltin, biexos onrrados, y otros mayorales fuesen a rresçibirlos y, abisádoles bien, dieron mantas rricas <que> les diesen a Tlacateccatl y a Cuauhnochtli, Tlacochcalcatl, Tlilancalqui, que les daua su rrey Monteçuma, y asimismo rrosas, perfumaderos, y luego les dieron rrodelas, dardos, baras tostadas arrojadizas y garças biuas. Y llegados al çerro de Tecpayuca, que agoras de N<uest>ra Señora de Guadalupe, llegados los mensajeros biexos, se comiençan a enbixar todos los cuerpos y, enbixados, luego se pusieron <en> los rrostros tinte negro, y lleuando consigo los calauasillos de piçiete (beleño molido), y en las manos unos brazerillos con lumbre, y llegados a los mexicanos, los sahuman con copal y mirra a los ya dichos prençipales, y hecho su parlamento y exortaçión de oraçión salido del tetzahuitl (abusión) Huitzilopochtli. Llegados a Mexico Tenuchtitlan, se suben derecho al gran cu y casa del tenplo de Huitzilopochtli y luego los tales benidos y llegados se sacrificauan y sacauan sangre de las orexas, que quieren dezir "criamos y rrederençiamos a la abusión Huitzilopochtli". Hecho esto, bienen por su orden al palaçio de Monteçuma y, hecha rreuerençia por los generales Tlacateccatl, Cuauhnochtli y los otros, les haze una oraçión al Monteçuma y a Çihuacoatl, muy larga, expléndida. Conclusa, hazen los presos cuextecas oraçión a Monteçuma ensalçando la corona mexicana y como tales basallos <que> son y serán quieren morir <en> su seruidumbre y trauaxo. Monteçuma los consoló y les dixo: "Como a talles n<uest>ros basallos os rresçibimos. Descansad y sosegad". Y comido y beuido, hiziéronles <que> bailasen y cantasen al son de atambor grande y su consonançia del teponaztli y diéronles lo nesçesario al canto. Començaron a cantar y bailar al son de teponaztli y cantauan y siluauan fuertemente y rremedauan al gallipauo (huelotl). Y luego Tlacaeleltzin llamó a todos los calpixques de todos los pueblos suxetos a la corona de Mexico llamados mayordomos tlatlati, así llamados, les encargaron con grande ynstançia la guardia de los presos, hijos y basallos del sol, uezinos de la mar; que les guardasen con gran cuidado y comiesen, no adoleçiesen, que con ellos abían de çelebrar la fiesta de Huitzilopochtli o aspados o abiertos por los pechos o quemados <en> fuego, con areito y mitote del baile en el gran cu del Huitzilopochtli. Y con esto los abían de traer cada quatro días una bes al palaçio de la tecpan de Monteçuma para la rrecordaçión dellos y memoria. Y el Monteçuma otro día hazía llamar a todos los capitanes y adelantados, cuachicme y otomies y otros tequihuaques 36r conquistadores y a cada uno conforme a la calidad de su persona les dauan de las rropas que truxeron de la Guasteca, ganadas y adqueridas en la guerra. Asimismo, a los otros soldados que no abían sido conquistadores tequihuaques y hizieron presa en esta guerra les dieron por premio y onrra unas mantas de nequén blancas, delgadas, pintadas y labradas. Y con esto les hablaron a los soldados nueuos los generales Tlaacateccatl, Otomitl, diziéndoles: "Mexicanos, hijos y herma<no>s, ya abéis bisto el balor de cada uno, ya sabéis que esto no se acaba jamás, <que> <e>stamos cada día aparejados a yr y sojuzgar, ganar, adquerir onrra, fama, tomar bengança de los que ofenden a los mexicanos. Y como fuéremos yremos meresçiendo en adelante, pues primeramente es hecho esto por el tetzahuitl (abusión) Huitzilopochtli y luego la onrra de n<uest>ro ynperio mexicano, <que> tan temido es en el mundo". Llegados a sus casas, todo el barrio de donde es natural yaxoch y tlaxilacal, los naturales y sus bezinos le rresçiben con palabras consolatorias, rregaladas y les ofresçen comidas, y haze el tal banquete a sus allegados y bezinos <en> señal de buena amistad.
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Capítulo 31 De lo que la partera dezía al niño cuando le cortava el ombligo, que eran todas las fatigas y trabajos que havía de padescer en este mundo, y al cabo morir en la guerra o sacrificado a los dioses. Y davan el ombligo a los que ivan a la guerra para que le enterrasen en el lugar donde se combatían los que peleavan, que en todas partes tenían lugar señalado para pelear. Y el ombligo de la niña enterrávanle cabe el hogar, en señal que la muger no ha de salir de casa y que todo su trabajar ha de ser cerca del hogar, haziendo de comer, etc. Hijo mío muy amado y muy tierno, cata aquí la doctrina que nos dexaron nuestro señor Yoaltecutli y la señora Yoaltícitl, tu padre y madre. De medio de ti corto tu ombligo. Sábete y endende que no es aquí tu casa donde has nacido, porque eres soldado y criado, eres ave que llaman quéchol, eres ave que llaman çacuan, que eres ave y soldado del que está en todas partes. Pero esta casa donde has nacido no es sino un nido donde has nacido, es una posada donde has llegado, es tu salida en este mundo. Aquí brotas y aquí floresces; aquí te apartas de tu madre, como el pedaço de la piedra donde se corta. Esta es tu cuna y el lugar donde reclines tu cabeça. Solamente es tu posada esta casa. Tu propria tierra otra es; en otra parte estás prometido, que es el campo donde se hazen las guerras, donde se traban las batallas. Para allí eres embiado. Tu oficio y facultad es la guerra; tu oficio es dar a vever al sol con sangre de tus enemigos, y dar de comer a la tierra, que se llama Tlaltecutli, con los cuerpos de tus enemigos. Tu propria tierra y tu heredad y tu fuerte es la casa del sol en el cielo. Allí has de alabar y de regocijar a nuestro señor el sol, que se llama Totonámetl in Mánic. Por ventura merecerás y serás digno de morir en este lugar y rescebir en él muerte florida. Y esto que te corto de tu cuerpo y de medio de tu barriga es cosa suya, es cosa devida a Tlaltecutli, que es la tierra y el sol. Y cuando se començare la guerra a bullir, y los soldados a se juntar, ponerla hemos en sus manos de aquellos que son valientes soldados, para que la den a tu padre y a tu madre la tierra y el sol. Enterrarla han en el campo, en el medio, donde se dan las batallas. Y ésta es la señal que eres ofrecido y prometido al sol y a la tierra; ésta es la señal que tú hazes professión de hazer este oficio de guerra. Y tu nombre estará escripto en el campo de las batallas para que no se eche en olvido tu nombre ni tu persona. Esta es la ofrenda de espina y de maguey y de caña de humo y de ramos de acxóyatl, la cual se corta de tu cuerpo, cosa muy preciosa. Con esta ofrenda se confirma tu penitencia y tu voto. Y agora resta que esperemos el merecimiento y dignidad o provecho que nos vendrá de tu vida y de tus obras. Hijo mío, muy amado, vive y trabaja. Desseo que te guíe y te provea y te adorne aquel que está en todo lugar. Y si la criatura era hembra, hablávala la partera de esta manera cuando la cortava el ombligo: Hija mía y señora mía, ya havéis venido a este mundo. Haos acá embiado nuestro señor, el cual está en todo lugar. Havéis venido al lugar de cansancios y al lugar de trabajos y al lugar de congoxas, donde haze frío y viento. Notad, hija mía, que del medio de vuestro cuerpo corto y tomo tu ombligo, porque ansí lo mandó y ordenó tu madre y tu padre Yoaltecutli, que es el señor de la noche, y Yoaltícitl, que es la diosa de los baños. Havéis de estar dentro de casa como el coraçón dentro del cuerpo; no havéis de andar fuera de casa; no havéis de tener costumbre de ir a ninguna parte. Havéis de ser la ceniza con que se cubre el fuego en el hogar; havéis de ser las trévedes donde se pone la olla. En este lugar os entierra nuestro señor; aquí havéis de trabajar. Vuestro oficio ha de ser traer el agua y moler el maíz en el metate. Allí havéis de sudar cabe la ceniza y cabe el hogar. Dicho esto, la partera enterrava junto al hogar el ombligo que havía cortado a la niña. Dezían que ésta era señal que la niña no saldría de casa. Solamente havía de vivir en casa; no convenía que fuesse alguna parte. También esto significava que havía de tener cuidado de hazer la bevida y la comida, y las vestiduras, como manta, etc., y que su oficio ha de ser hilar y texer.
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CapÍtulo 32 De cómo los mexicanos se rendieron y començaron a salirse de la ciudad por miedo de los españoles Después de las cosas arriba dichas, los indios mexicanos huyeron para Tlatilulco, dexando a la ciudad de México en poder de los españoles; y los indios del Tlatilulco acudieron a México a hazer guerra a los españoles. Y don Pedro de Albarado, que estava todos aquellos días peleando contra los del Tlatilulco en aquella estancia que llaman Ilyácac, cabe Nonoalco, no hizo ninguna cosa, porque los del Tlatilulco se defendieron muy bien por tierra y por el agua. Como vio Albarado que no aprovechava con ellos nada, desconfiado bolvióse a Macupa, y dende a dos días los españoles vinieron con todos los vergantines junto a las casas del Tlatilulco, y dos de los vergantines fueron hazia el barrio que se llama Nonoalco, y oxearon de por allí todas las canoas de guerra y saltaron en tierra. Començaron de entrar por entre las casas en concierto de guerra; todos los indios se apartaron; ningunos salió contra ellos. Como nadie osava ir contra los españoles, un valiente hombre, vezino del Tlatilulco, que se llamava Tzilacatzin, salió contra los españoles y a pedradas mató algunos de ellos, porque tenía gran fuerça en el braço. Y salieron otros tras él; hizieron retraer a los españoles; y bolvieron al agua hazia donde tenían los vergantines. Y aquel Tzilacatzin tenía sus armas y sus divisas como otomí, y con su ferocidad espantava no solamente los indios amigos de los españoles, pero también a los mismos españoles. Y los españoles ponían gran diligencia por matarle, pero él disfraçávase cada día porque no le reconoziesen: a las vezes iva la cabeça descubierta como otomí, y otras vezes armávase con armas de algodón, y otras vezes se ponía la cabellera de manera que no le viesen ni conoziesen. Otro día los españoles hizieron lo mismo. Vinieron en los vergantines con muchos amigos indios al mismo barrio de Nonoalco. Començaron a pelear con los del Tlatilulco y travóse reciamente la batalla, y pelearon todo el día hasta la noche, y murieron muchos indios de ambas partes. Y señaláronse allí entonce tres indios del Tlatilulco muy valientes: el uno llamavan Tzoyectzin, y el otro llamavan Temoctzin, y el tercero Tzilacatzin, que se dixo ya. Como vieron los españoles que venia la noche y no ganavan nada, bolviéronse a su estancia con los indios sus amigos.