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Capítulo 35 De los afectos y lenguaje que usavan los embaxadores embiados de los señores de otros pueblos a saludar a la criatura y a sus padres, y de lo que respondían de parte de los saludados ¡Oh, señor nuestro y persona valerosa, y nieto mío muy amado! Tenéis vida y ser, y obráis. No querría embaraçaros en vuestra ocupaciones. He venido a vuestra presencia delante de quien estoy aquí en pie. Hame embiado, hame acá encaminado vuestro hermano el señor N, que rije tal pueblo, y díxome: "Anda ve, ve a N, mi hermano que vive y govierna. Salúdale de mi parte, porque he oído que nuestro señor ha hecho misericordia con él en darle un hijo, su hechura. Dile que desde acá le saludo, porque ha nacido y ha llegado a este mundo su piedra preciosa y su pluma rica, que es planta y generación de nuestros señores, los reyes que pasaron y dexaron su generación como pedaços de sí mismos, que son sus cabellos y sus uñas; y es su sangre y su imagen. Ha brotado, ha florescido la fama y gloria que ha de resuscitar la memoria y la gloria de sus antepasados, abuelos y visabuelos. Les ha dado nuestro señor su imagen y su retrato. No sabemos lo que querrá nuestro señor; no sabemos lo que piensa ni lo que dize; no sabemos si le prosperará; no sabemos si tenemos méritos para gozar de esta piedra preciosa y de este sartal de zafiros; no sabemos si se criará; no sabemos si vivirá algún tiempo; no sabemos si servirá a nuestro señor algunos años; no sabemos si llegará a regir el pueblo; no sabemos si la república le merecerá; no sabemos si ante que llegue a edad le llamará para sí y le llevará para sí, pues que es su señor y padre. Lo que agora conviene es que esperemos la determinación de nuestro señor por quien vivimos, que está en todo lugar". Estas pocas palabras han oído, con que os saluda N, ¡oh, señores nuestros! Señor nuestro, persona valerosa y rey, desseo que viváis mucho tiempo y exercitéis vuestro oficio. Haviendo dicho esto el mensajero, levantávase luego uno de los viejos que estavan presentes e respondía por el niño y por los padres del niño, y también por los viejos que estavan presentes y por las viejas. Dezía de esta manera: Señor mío, seas muy bien venido. Havéis venido a hazer misericordia con el trabajo de vuestro coraçón. Havéis venido a traer mensaje de salutación de padre y de madre, según era la costumbre de los antiguos viejos y viejas, el cual está atesorado y muy bien doblado en vuestras entrañas y en vuestra garganta, cosa, cierto, rara. Havéis dicho palabras de salutación al niño rezién nacido, el cual ha sido embiado por nuestro señor, el cual, aunque no habla, enderegáis vuestras palabras a nuestro señor y a él oráis, el cual está en todo lugar, y él es el padre y criador y el señor de este niño. Qué sea su voluntad, no lo sabemos. No sabemos si le lograremos; no sabemos si tenemos merecimientos para ello; no sabemos si se criará; no sabemos si vivirá; no sabemos si algún tiempo le dará nuestro señor para que le sirva y para que sea imagen y retrato, y para que levante la fama y loor de nuestros señores sus progenitores, los señores y senadores sus antepasados; no sabemos si en él brotará y florescerá la fama y gloria de nuestros señores sus antecesores, ni sabemos que carezca de merecimientos y dignidad; no sabemos si chiquito como es le llevará nuestro señor, porque no solamente los viejos y las viejas mueren, mas antes todos los días de esta vida mueren aquellos a quien llama nuestra madre y padre, el dios del infierno, que se llama Mictlantecutli: unos que están en la cuna, otros que ya son mayustillos y andan burlando con las texuelas, otros que ya quieren andar, otros que ya saben bien andar. También van mugeres de media edad y hombres de perfecta edad, y de esta manera no tenemos certidumbre de la vida de este niño. Soñámosla y desseamos larga vida a esta piedra preciosa y a esta pluma rica. ¿Por ventura tenemos merecimientos para que nos sea dado este niño? ¿Por ventura vino de paso por delante de nosotros? Señor mío, havéis hecho humanidad y cortesía en haver dicho las palabras de madre y padre, preciosas y maravillosas, que hemos oído. Y también havéis saludado y consolado a los que están presentes, que son padres y madres, viejos y viejas de canas venerables, en cuya presencia ha nacido este niño, que es cabellos y uñas de nuestros señores antepasados, los cuales llevó para sí nuestro señor. Todos los que aquí estamos hemos oído vuestra oración maravillosa y rara, y preciosas palabras, cierto, de padre y madre. Havéis abierto en nuestra presencia el cofre de vuestro pecho; havéis sacado de él y derramado piedras preciosas y muy raras, las cuales nuestro señor puso en vuestro pecho y en vuestro coraçón. Plega a dios que no las perdamos, siendo como son cosa de nuestro señor, porque somos olvidadizos y perdemos cosas muy preciosas. Y también el señor N, que aquí está presente, persona de gran valor, que rije y govierna, y por algunos días le tiene nuestro señor puesto, entretanto que parece otro que lo haga mejor, ha oído y entendido vuestro razonamiento, adornado de piedras preciosas y muy maravillosas sentencias de madre y padre que havéis dicho y que dentro de vos los ha puesto nuestro señor, que está en todo lugar. Y por esso no me maravillo de lo que havéis dicho, porque él lo ha dicho, porque ya ha muchos días que pronunciáis las maravillas que os da nuestro señor en este oficio, y en este exercicio os havéis hecho viejos y canos venerables con estos dones suyos. El que está en todo lugar os ha hecho maravillosos y de sabiduría rara. Havéis hecho merced a nuestro señor muy tiernamente amado, N. ¿Quién será agora bastante para responder a la oración y salutación maternal y paternal que havéis pronunciado? No hay viejos; no tiene nuestro señor entre nosotros algunos antiguos; todos los ha nuestro señor yermado y acabado; na hay sino muchachos que agora viven. Estas pocas palabras que no tienen principio ni cabo concertado, muy desbaratadas, he dicho yo, que no deviera, respondiendo a la oración de madre y padre que havéis hecho. Descansad, señor mío, y reposad. Descansen vuestros pies y vuestras manos, porque havéis muy bien trabajado. Aquí habla otra vez el orador que fue embiado a saludar y a dar el parabién con su oración, demandando perdón de las faltas de las palabras de antes que havía dicho, y dize de esta manera: Con mis prolixidades y baxeças pienso que os seré penoso, que os fue causa de dolor de cabeça y estómago, o os fue causa de algún accidente de mala disposición. Por tanto, no quiero más dezir. Desséoos todo descanso y todo contento, señores nuestros. Después de esto uno de los viejos que allí están presentes, o alguno de los más honrados y muy principales, responde y ora por el señor que fue saludado, y dize: Señor mío muy noble, haos embiado acá el señor N, persona muy valerosa, el cual rije y govierna en tal pueblo, y truxistes sus palabras y su salutación, la cual hemos oído, y es maravillosa y preciosa y de mucha erudición. Truxistes guardado y apuñado en vuestro puño cosa muy rara y muy curiosamente compuesta, donde ninguna falta ni fealdad hay. Es como una piedra preciosa sin tacha ni sin raça. Es como un zafiro muy fino, con la cual havéis saludado y orado delante de estos señores y principales. Y la causa ha sido porque ha nacido una piedra preciosa y una pluma rica que nuestro señor ha embiado, y porque ha nacido un chalchíuitl y ha crecido una pluma rica de nuevo. Y también el señor N que aquí está presente, nuestro señor, desde acá vesa los pies y las manos del señor N, y se postra en su presencia, desseando que haga todo su dever en el oficio de su govierno y reino, y en el negocio de regir la república que se ha de llevar a cuestas como carga muy pesada; dessea que con todas sus fuerças haga el dever. Con estas pocas palabras se ha respondido a la salutación que se ha hecho de parte de nuestros señores que acá os embiaron. Habla otra vez el mensajero, y dize: Ya he dicho y pronunciado aquí la salutación de nuestros señores que me embiaron acá. Por ventura olvidé algo; por ventura se me pasé algo de la memoria, o se me escabullió algo que no dixe. Agora ya he oído y entendido la respuesta con que nuestros señores que están presentes responden. Quiero llevar sus palabras a la presencia de mi señor. Cuando pare alguna muger de la gente común saludan al niño y a la madre y a los viejos y viejas de la manera que se sigue, con que antes ponen al niño esento en el regazo de la madre para que le vea el orador, y luego él dize: Seáis muy en hurabuena venido, nieto mío y hijo mío, -y si es hembra dize nieta mía y hija mía- havéis venido a este mundo de nuestro señor donde hay tormentos y lloros, lugar de descontentos y desasosiegos, donde hay calor y frío y viento, donde hay sed y hambre y donde el frío aflige. Seáis muy bien venido. Havéis os cansado y fatigado. Vuestro cuerpo y vuestros huessos rescebirán tormento y fatiga. Buscaréis con gran diligencia y fatiga lo que havéis de comer y de bever con estremada pobreza. Rescebirán cansancio y fatiga vuestros huessos y vuestro cuerpo. Levantarse os han los cueros de las piernas y de las manos. Llagaros han las espinas y las çarças. Nieto mío, todas estas cosas havéis de sufrir si algunos días de vida nuestro señor os diere en este mundo. Pluguiese a dios, nieto mío, tamañito como estás te llevasse para sí; y si no pluguiese a dios esto, el cual está en todo lugar, y por quien todos vivimos, y conoce los coraçones y adorna con dones, si por ventura dios te diere vida, ¿qué ventura traes contigo? ¿Qué dones te fueron dados? El levanta, por cierto, del estiércol a quien quiere. ¿Por ventura serás algo? ¿Por ventura te levantará? ¿Por ventura serás algo en la guerra, que es lugar donde nuestro señor señala a los que han de ser algo? Allí escoge y ordena a los que han de ser piedras preciosas y plumas ricas. O por ventura tendrá por bien nuestro señor que seas algo en el mundo, quiere dezir, o serás rico labrador o rico mercader. Esperemos en nuestro señor, que está en todo lugar. Por ventura, si vivieres un poco sobre la tierra, o tendrás alguna buena ventura o has de ser aborrecido de todos; has de ser perseguido de todos, o por ventura tu ventura es que seas dado a los deleites carnales o a los latrocinios y hurtos. Por ventura has de ser ajusticiado por tus pecados para que otros tomen castigo de ti, siendo sentenciado a muerte, para que te sea quebrada la cabeça entre dos piedras, o seas apedreado, o quemado, o ahogado, o ahorcado. Nieto mío, hijo mío, seáis bien venido. No sabemos qué es la voluntad de nuestro señor cerca de ti, ni sabemos qué ventura traes contigo. Esperemos a ver lo que hará nuestro señor. Descansa y reposa, hijo mío. Síguese lo que dize el orador cuando saluda a la parida: Señora y hija mía, havéis trabajado; havéis afanado; havéis seguido a vuestra madre Cioacóatl, la señora Quilaztli; havéis peleado varonilmente con la rodela y con la espada. Agora ya havéis echado aparte, con la ayuda de nuestro señor, la pelea mortal del parto. Aunque mañana o ese otro día, o desde aquí a cinco días o diez días, nos ha nuestro señor de matar, ante de mucho, a la verdad, hemos de ir adonde hemos de ir. ¿Cómo podemos escapar de la muerte? Al presente ha tenido nuestro señor por bien que has echado a las espaldas tu pesadumbre y tu trabajo. ¿Por ventura tendréis fines apartados tú y tu hijo? ¿Por ventura algún tiempo antes se acordará dios de ti y te llamará, y después de ti llamará a tu hijo? Agora, empero, no sabemos lo que determinará el que crio a ti y a tu hijo; no sabemos si mereceremos posseerle algún tiempo esta piedra preciosa. Por ventura gozaremos algún tiempo de la criatura que, nació; por ventura veremos los que somos viejos y viejas a esta piedra preciosa y a esta pluma rica; por ventura vivirá algunos días; por ventura será honra y loor de los viejos y viejas que passaron, sus antecessores, a los cuales nuestro señor quitó de sobre la tierra, cuyos cabellos y cuyas uñas él es; o por ventura soñamos, soñamos que tenemos algo y no tenemos nada; por ventura llevarle ha para sí el que le crio; por ventura quedará sin generación su linaje; por ventura murirá andando de puerta en puerta. Y sobre todo esto es menester que no te ensubervezcas dentro de ti. Mira que no pienses que por tus merecimientos te es dado este hijo, que es piedra preciosa y pluma rica; mira que no pienses que tú lo has merecido; mira que llores y suspires con tristeza, y llama devotamente a nuestro señor, que está en todo lugar. Desseo que seas dichosa, señora mía. Oye, pues, otras dos palabras para conclusión de mi plática: mira que no trabajes demasiado; ve arreziándote y esforçándote poco a poco; no te burles contigo. Baste lo dicho que has oído y entendido, señora mía y hija mía. Aquí el orador endereça su oración o salutación a los padres del niño y a los viejos. Dize de esta manera: Señores y hijos míos, que aquí estáis presentes, y a los viejos y viejas de venerables canas que aquí estáis, en presencia de los cuales ha nacido este niño, que es como una piedra preciosa y una pluma rica a sus padres, y es a sus antepasados como una flor en hermosura, y como una espina de maguey en defensión de sus antepasados, los cuales nuestro señor los llevó para sí. Ya están en su recogimiento, en su reposo, adonde los embió nuestro señor en la cueva del agua en el infierno. De donde están es impossible que vengan a ver a los que acá están vivos, ni a los que agora nacen. No es possible que vengan a gozar de la merced que nos ha hecho nuestro señor. En su lugar estáis presentes para honrar y consolar como padres y madres, por hazer la voluntad de nuestro señor dios. Pues aún estáis en este mundo, y por esta causa rescebís cansancio y fatiga en vuestros huessos y en vuestra carne, no hay, por cierto, esperar a los viejos que ya murieron que vengan aquí, de los cuales desciende esta piedra preciosa y esta pluma rica, por cuyo amor perdéis de hazer vuestras haziendas en vuestra casa, donde no estáis ociosos, por cierto. En esto havéis hecho misericordia, hijos míos, a los padres del niño; -si por ventura el orador es mancebo, dize "padres míos"-. Síguese la salutación o oración con que es saludado el padre del niño: Señor y mancebo honrado, ha tenido por bien nuestro señor, que está en todo lugar y por quien vivimos, que os ha nacido una piedra preciosa y una pluma rica, de la cual os ha hecho merced. Ya tenemos cierto su nacimiento y vida, pero aún soñamos y adivinamos si vivirá sobre la tierra. Ha nuestro señor atádoos en la muñeca una piedra rica y un sartal de chalchihuites. Aquí honramos y consolarnos vuestra cara y vuestra presencia. Nacistes y vivís. Ya havéis hecho vuestra imagen. Ha nacido. Quién sabe si durará sobre la tierra, o si será como cosa que va de pasada y que nuestro señor nos la da a ver como de pasada; quién sabe si se criará; quién sabe si nuestro señor tendrá por bien de sustentarle sobre la tierra algunos días; quién sabe si le perderás; quién sabe si te murirás tú y le dexarás en este mundo. Esto, por cierto, su criador lo sabe; él hará su voluntad. Y si esto así fuere, quedará desamparado y andará muerto de hambre por casas agenas, o por ventura se perderá; rescebirá cansancio y fatiga, y señorealse ha de él la miseria y la orfanidad. Por ventura vivirá en suprema pobreza, y tendrá por sus riquezas coger yervas y vender leña, y vivirá en este mundo como hombre muy trabajado y fatigado y muy necessitado. Cierto está que nadie sabe qué es la voluntad de nuestro señor. Pongamos en él nuestra esperança, llorando y suspirando, y orando con devoción. Hijo mío, mancebo muy amado, allegaos a dios para que él disponga prósperamente del sucesso de vuestro hijo. En este negocio de saludar a los niños que están en la cuna y a sus padres no tiene medida, porque dura diez y veinte días el saludarlos. Cuando los que son saludados son principales, y señores los que saludan, danlos presentes de mantas ricas; y si la criatura es hembra, dan naoas y huipiles hasta veinte o cuarenta. Y esto llaman ixquémitl, que quiere dezir "ropa para embolver al niño". Entre los que no son señores, sino gente honrada o rica, llevan una manta y un maxtli, o unas naoas y un uipilli si es hembra la que nació. Y los que son de baxa suerte usan hazer esta salutación presentando comida y bebida.
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Capítulo 36 De la primera vez que los españoles entraron en el tiánquez del Tlaltilulco Andando la guerra como arriba está dicho, un día entraron cuatro de cavallo en el tiánquiz del Tlaltilulco y dieron una buelta por todo alrededor. Ivan alanceando a cuantos topavan, y mataron muchos soldados mexicanos. Después que dieron una buelta, atravesaron por el medio del tiánquiz; luego salieron huyendo, y salieron tras ellos muchos soldados tirándolos. Esta entrada que hizieron fue súpita, que nadie pensó que osaran entrar. Y el mesmo día pusieron fuego al cu mayor, que era de Uitzilopuchtli, y todo se quemó en obra de dos o tres horas. Como vieron los mexicanos que se quemava el cu, començaron a llorar amargamente porque tomaron mal agüero de ver quemar el cu. Y luego se travó una batalla muy recia. Dieron esta batalla casi un día, y derrocaron los españoles unos paredones o albarradas con el artillería, de donde los davan guerra. Y después de derrocados, acogéronse a las casas de que estava cercado del tiánquiz, y subieron los soldados mexicanos sobre los tlapancos de estas casas, y de allí tiravan saetas y piedras. Y los mexicanos agujeraron aquellas casas, y hizieron de ellas guaridas para valerse de los cavallos. Otra vez entraron los españoles y los indios amigos en el tiánquiz, y començaron a robar y cativar indios. Como vieron esto los soldados mexicanos, salieron tras ellos y hiziéronlos dexar la presa. Y aquí murió un capitán señalado de los mexicanos que se llamava Axuquentzin. Y luego se retruxeron los españoles que peleavan de la parte de San Martín, aunque de las otras partes todavía peleavan los españoles y sus amigos. Una capitanía de soldados mexicanos hizieron una celada para tomar a los españoles y sus amigos descuidados, y dar sobre ellos a la pasada. Y algunos soldados de Tlaxcalla que ayudavan a los españoles subieron sobre los tlapancos y vieron la celada, y dieron vozes a los demás para que acudiesen a pelear con los que estavan celada. Como vieron los de la celada que los havían visto, huyeron. Y ansí pasaron aquel paso seguros para ir a su estancia. Haviendo peleado todo el día, bolviéronse los españoles sin romper a sus enemigos aquel día, porque los havían quitado las puentes; de manera que no podieron pasar a los enemigos.
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Capítulo 36 Segunda bez que se abían rrebelado los cuitlaxtecas, çempoaltecas de la corona de Mexico fue la ocasion <que> los tlaxcaltecas fueron a los pueblos de Orisaua, Ahuilizapan, Cuetlaxtlan y Çempoalla y dixeron al prençipal de ellos, Tepeteuctli y Çe Tonal, ambos a dos, dixeron los señores de Tlaxcala llamados Xicontencatl y Xayacama, Tlehuexotl y otro Quetzalxiuhtentzin, prençipales de Tlaxcala, dixéronles a los prençipales de las costas: "<En>tendido emos la sinrrazón y crueldad que con bosotros an usado esos mexicanillos de Tenuchtitlan y las cosas forçiblemente les abéis dado, oro, mantas, plumería muy rrica, aues de muy lexos benidos sus pellexos, como son tlauh 42r tlauhquechol, xiuhtototl, tzinitzcan, çacuan, chalchihuitl, esmeraldas y de todo género de piedras preçiosas, mantas rricas, pellexos de animales adouados a las marauillas, pescado, caracoles, conchas de tortugas biuas, grandes, y sin esto serbidumbre y aberos a buestros hijos y hermanos sacrificados a sus dioses. Y agora con esto, que a nuestra notiçia a benido todo esto, queremos y es <que> seáis libres de esta serbidumbre. Y quando binieren a pedir el tributo no se lo deis, antes dadnos luego abiso para que todos los que binieren a ello y todos los mexicanos an de morir a nuestras manos, <que> uno ni nenguno a de escapar a bida". Oydo los prençipales de las costas el socorro de los tlaxcaltecas, fueron de ello muy contentos y así les dieron del tributo que abía de ser de Monteçuma, les dieron a los señores de Tlaxcala todo lo arriba contenido de las rriquezas. Boluiéronse contentos los señores de Tlaxcala, los quales fueron Xicotengatl y Xayacamalchan y Tlehuexolotl y Quetzalxiuhtzin. Llegados a su tierra en Tlaxcala, dende algunos días el rrey Monteçuma mandó <en>biar a los mercaderes tratantes llamados teucnenenque fuese con su envasada a los señores y prençipales de las costas de Huilizapan y Cuetlaxtlan por los tributos corridos y que biniesen con ellos el prençipal Tepeteuctli y que sea con toda breuedad. Llegados a la costa, le explican la enbaxada al prençipal Tepeteuctli y a los demás prençipales con las rretóricas y criança usada. Rrespondieron el Tepeteuctli y Atonal teuctli, dixeron: "Es berdad. Descansad algunos días". E luego estos dos prençipales mandaron sus vasallos que truxesen a todos los mexicanos compañeros de estos mensajeros y júntenlos a todos juntos. Y, hecho esto, mandaron traer çiertos fardos de chile y, çerradas las puertas, los ahogaron <en> un brauo humo de chile, <que>uno ni nenguno escapó a bida, muriendo de muy cruel y abominable muerte, que duró el hedor del chile muchos días. Pasados dos o tres días de la furia del chile, binieron los prençipales Tepeteuctli y Çe Atonal teuctli. <En>trando a donde estauan muertos los mexicanos dixeron a los suyos: "Lleuad estos cuerpos de estos mexicanos y bayan espetados por el çieso hasta las tripas y después sacaldes las tripas y coraçón y todo lo demás, henchildos de paxa y traeldos otra bes acá". Y hecho esto, los trujeron otra bes y los hizieron asentar <en> unos asentaderos galanos <que> llaman tepotzoycpalli, que aunque estauan <en> sus asentaderos estauan bien arrimados a ellos los sillones, que no podían caer los cuerpos muertos de los mexicanos, y presentáuanles amoxqueadores galanos y poníanles <en> las cabeças como coroças pequeñas, señal de señorío, todo por escarnio, y rrebençiáuanlos, diziéndoles: "Señores, seáis bienbenidos. Señores mexicanos, descansad y comed". Y dáuanles de la comida preçiada y breuaxe de cacao como si biuos estubieran. Y luego se lebantó el prençipal Tepeteuctli, dixo a los cuerpos muertos: "Dezid, bellacos, ¿quién sois bosotros que benís a hazer gran burla de nosotros?", diziéndoles muchas y feas palabras tocantes a la onrra. Y luego los mandaron arrojar a todos los cuerpos muertos. Hecho esto, hizieron llamar a los prençipales tlaxcaltecas, dícholes la manera del suseso de la muerte de los mexicanos, dijeron los tlaxcaltecas: "Sea mucho de norabuena. A nosotros nos a plazido dello. Aquí estamos a la defensa de bosotros y a la ofensa de ellos hasta la fin del mundo". 42v Pasados algunos días que esto susçedió en la costa de Cuetlaxtlan, no fue tan secreto que no bino a notiçia de los mercaderes tratantes del pueblo de Tepeaca. Llegado a Mexico Tenuchtitlan este abiso por el mercader de Tepeaca, <que> se lo contó al propio Monteçuma, contándole como en el fuego de sahumerio de chile los abían ahogado los naturales de la costa de Ahuiliçapan y los demás de la manera que les sacaron las tripas y coraçón y las burlas que de los cuerpos abían hecho. Preguntado por Monteçuma que de dónde eran naturales, díxoles que de Tepeaca. Hízoles buen tratamiento y llamó a Çihuacoatl Tlacaeleltzin, díxole: "¿Qué os paresçe de esta gente endiablada de los cuetlaxteca? No a de ser ansí, sino que an de morir todos, que nenguno a quedar a bida, y esto se haga con toda la breuedad". Y luego llamaron a los capitanes Tlacateccatl y Tlacochcolcatl, Ticocnahuacatl, Cuauhnochtli, e les dixo: "Sabed que son muertos n<uest>ros mensajeros y mercaderes tratantes, de todos los pueblos comarcanos naturales tratantes, y para esto llamen luego a Neçahualcoyotl de Aculhuacan, Tezcuco, y a Totoquihuaztli de Tacuba y los de Azcapuçalco, Chalco, Suchimilco, Cuyuacan, Culhuacan, en conclusión, a todos en general". Llegados todos a Mexico Tenuchtitlan, dales Monteçuma a <en>tender de la manera <que> les susedió a los mensajeros y mercaderes de todos los pueblos naturales y la crueldad que con ellos usaron sacándoles los coraçones y tripas por el çieso y las burlas que de los cuerpos hizieron los cuetlaxtecas, que no fue a ellos sino a todos los señores de Mexico y de todas sus comarcas y prouinçias: "Y luego os abéis de boluer a buestras tierras y pueblos y en pregón general luego se aperçiban y adereçen de todo lo nesçesario para esta guerra y bengança contra los cuetlaxtecas". Y, llegados a sus tierras, luego se puso en obra lo mandado por el rrey Monteçuma y de todo el senado mexicano, y haziendo esta diligengia con mucho cuidado. Dixo Monteçuma a Çihuatl: "Mi boluntad es que no aya Cuextlan, sino que totalmente quede destruido y asolado". Dixo a esto Çihuacoatzin Tlacaelel: "No podrá ser eso ansí, <que> basta que mueran la mitad de ellos y en lugar de los no culpantes queden la otra mitad, y que estos tales que quedaren den y paguen el tributo doblado de lo que dauan, con más <que> traigan de tributo esmeraldas blancas y colas de culebras grandes <que> bengan <en>sangrentadas, frescas, y todas las demás piedras preçiosas de colores, y las mantas que dauan de a diez braças de largas, sean agora de beinte braças, y de todo género de cacao y algodón de todas colores y tigueres, blancos los cueros, y cueros de leones blancos". Y con esto çesó la gran furia del enojo de Monteçuma. Juntados los exérçitos y campos, començaron a marchar, caminando con mucho conçierto de día y de noche hasta <que> llegaron a los términos de Ahuilizapan y Cuetlaxtlan. Hecho asiento, todos los capitanes hazen largo parlamento a los soldados, la animosidad, esfuerço conbiniente para lo que eran benidos, pues estauan ya en orillas de la Mar del Çielo, que ansí lo nombrauan, Yehuicateuatl, e luego otro día situado, que al rronper del alua diesen sobre ellos a fuego y sangre. Y así, luego a la mesma ora alçan una boçería y grita <que> la subían a los çielos y golpear sus rrodelas y espadartes, diziendo: "¡Todos a ellos, a ellos, <que> son pocos y traidores!" Y para se conosçer los unos a los otros dauan el apellido de su misma tierra de cada 43r una tierra y pueblo, diziendo: "¡Mexico, Mexico! ¡Tenuchtitlan, Tenuchtitlan! ¡Tacuba! ¡Tezcuco! ¡Aculhuacan! ¡Suchimilco!" Començando de Ahuilizapan hasta Teoyxhuacam, Chichiquilam, Quimichtlan, Macuilxochitlan, Tlatictlan, Oçeloapan, comiençan luego a ser perdidos los de Oriçaba y luego los demás, prosiguiendo su alcançe y bitoria hasta llegar a Cuetlaxtlam y lleuarlos hasta la orilla de la Gran Mar de Coçamaloapan. Y de allí dan bozes los bençidos, diziendo: "Escuchanos, señores mexicanos", dixeron llorando los prençipales de ellos Tepeteuctli y Çe Atonal teuctli y los demás, niños, mugeres, biexos, con grandes lloros y gemidos, diziendo: "Señores, no nos pongáis culpa del mal rrecaudo, que fuimos de n<uest>ros amos y señores ympuestos que usasemos de aquella crueldad; usado, que ellos nos socorrían a paz y a saluo, y agora nenguno de los tlaxcaltecas paresçe a n<uest>ra defensión y ayuda, usando de traiçión con nosotros a fin a que os yndinásemos y fuésemos destruidos para siempre jamás; y con amonestarnos temores de ellos, que culpa nenguna no tienen los miserables maçehuales ni nosotros tanpoco". Abiendo oydo esto los mexicanos, la rrespuesta de su desculpa, sin ynterneçerçe a piedad alguna rrespondieron los mexicanos con soberuia: "No a de ser así sino que totalmente abéis de ser todos destruidos". Y con esto començaron los mexicanos a alçar una bozería tan grande y arremeter a ellos, diziéndoles: "No, bellacos, malos traidores, que de esta bez no aber memoria de Cuextlan". Y luego los mexicanos dezían a bozes: "¡A fuego y sangre, mexicanos, que esta a de ser y no más!" Y acorrados y biendo tanto cuerpo muerto en ellos, dan bozes los cuexcuetas, diziendo: "Señores n<uest>ros, balerosos mexicanos, çesen ya furia tan braua que con estas mansas obexas tenéis, no teniendo culpa las criaturas, mugeres, niños, biexos, biexas, diziendo, Señores mexicanos, oydnos un rrato". Biendo esto, los mexicanos çesaron un rrato a eschar lo que dezían los cuetlaxtecas.
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Capítulo 36 De cómo los padres de la criatura hazían llamar a los adivinos para que dixessen la fortuna o ventura que consigo traía la criatura, según el signo en que havía nacido, los cuales venidos preguntavan con diligencia la hora en que havía nacido. Y si havía nacido antes de la medianoche, atribuíanle al signo del día pasado; y si havía nacido después de la medianoche, atribuíanle al signo del did siguiente; y si havía nacido en la medianoche, atribuíanle a ambos signos. Y luego miravan sus libros, y prenosticávanle su ventura, buena o mala, según la calidad del signo en que havía nacido Después de haver nacido la criatura, luego procuravan de saber el signo en que havía nacido para saber la ventura que havía de tener. A este propósito ivan luego a buscar y hablar al adivino que se llama tonalpouhqui, que quiere dezir "sabe conocer la fortuna de los que nacen". Primeramente este adivino preguntava por la hora en que havía nacido, y el que iva a buscarle le dezía la hora en que havía nacido la criatura. Y luego el adivino rebolvía los libros; buscava el signo en que havía nacido, según la relación del que iva a informarle, y luego preguntava el adivino si havía nacido de noche o de día, o si havía nacido a la medianoche o pasada la medianoche. Si havía nacido ante de la medianoche, contava el signo que reinava en el día pasado, y si la criatura havía nacido después de la medianoche, su nacimiento se atribuía al signo o carácter que dezían que regía en el día siguiente, después de aquella medianoche. Pero si nacía en el punto de la medianoche, atribuía el nacimiento de la criatura a ambos los caracteres, al del día pasado y al del día que venía; partían por el medio. Y si nacía la criatura cerca del día, o después de salido el sol, atribuía el nacimiento al carácter que regía en aquel día, y a los demás que llevava consigo. Después que el adivino fue informado de la hora en que nació la criatura, mirava luego sus libros. Mirava el signo en que nació y todas las casas del signo o carácter, que son treze. Y si el signo es mal afortunado, por ventura alguna de las treze casas que están contiguas a este signo es de buena fortuna o señala buena fortuna. Hablava a los padres de la criatura y a los viejos y viejas, y dízelos: "En buen signo nació vuestro hijo. Será señor, o será senador, o será rico, o será valiente hombre, será belicoso, será en la guerra valiente y esforçado, tendrá dignidad entre los que rijen las cosas de la milicia, será matador y vencedor". O por ventura les dirá: "No nació en buen signo el niño; nació en signo desastrado, pero hay alguna razonable cosa que es de la cuenta de este signo, la cual templa y abona la maldad de su principal". Y luego le señala el día en que se ha de baptizar. Dize: "Desde aquí a cuatro días se baptizará". Y si del todo es signo contrario y que no tiene ninguna casa que le abone, y anúncialos de la fortuna que tendrá el niño, porque el nació en signo mal afortunado y que su fortuna mala no se puede remediar. Dize: "Lo que acontescerá a esta criatura es que será vicioso y carnal y ladrón. Su fortuna es desventurada; todos sus trabajos y sus ganancias se bolverán en humo por mucho que trabaje y atesore. O por ventura será perezoso y dormilón". O les dize: "Será gran borracho". O les dize: "Poco vivirá sobre la tierra". O les dize: "Mirad que está su signo indiferente, medio bueno y medio malo". Luego busca un día favorable, y no le baptizan al cuarto día. Echa adelante el baptismo en algún día que sea favorable, uno de los doze que se cuentan con el primero carácter. Lo que merece este adivino por esta adivinança, que le dan a comer y a bever y algunas mantas, y danle muchas cosas, que son gallinas y una carga de comida.
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Capítulo 37 De cómo de noche abrían los caminos del agua que de día los cerravan los españoles Los españoles y sus amigos cegavan de día las acequias para pasar a donde estavan los enemigos. Y todo lo que cegavan de día, los enemigos mexicanos lo tornavan de noche abrir y çanjar. En esto entendieron algunos días, y por esto se dilató la victoria por muchos días. Los españoles y los tlaxcaltecas combatían por tierra, unos por la parte que se dize Yacalco, y otros por la parte que se dize Tliloacan, y otros por la parte que se dize Atezcapan. Y de la parte del agua peleavan los de Xuchimilco y los de Cuitláoac y los de Mízquic y los de Coloacan y los de Itztapalapan. Y los tlatilulcanos del barrio de Atliceuhyan y los del barrio de Ayácac resistían por el agua; no descansavan en la pelea. Eran tan espesas las saetas y los dardos que todo el aire parecia amarillo. Y los capitanes de los mexicanos, uno que se llamava Xiuhcozcatzin, y otro se llamava Cuacuauhtzin, y otro se llamava Tecpanécatl, y otro se llamava Tecpanécatl, y otro se llamava Uizitzi, y otro se llamava Itzcuintzin, éstos todos eran del barrio de Yacacolco. Todos éstos defendían las entradas porque no entrasen donde estava recogida la gente, mugeres y niños, y peleando con gran perseverancia hizieron retraer a los ya dichos de la parte de otra acequia que se llama Amáxac. Otra vez acometieron los españoles y llegaron a un lugar que se llama Ayácac, donde estava una casa grande que se llamava telpuchcalli. Posieron fuego a la casa. Y un vergatín de los españoles entró por el barrio que se llama Atliceuhyan con muchas canoas que les siguieron de los amigos. Y un capitán que se llamava Coyoueuetzin, mexicano, que traía unas armas vestidas, la mitad de ellas era una águila y la otra mitad de un tigre, vino en una canoa de hazia la parte que se llama Tolmayecan, y seguíanle muchas canoas con gente armada. Luego començó a dar vozes a los suyos que començasen a pelear, y luego començaron la pelea, y los españoles se retruxeron, y este capitán con los suyos los siguían. Y retruxéronse hazia un lugar que se llama Atliceuhía; también los vergantines se retruxeron hazia la laguna. De este alcance morieron muchos xochimilcanos. Otra vez tornaron los españoles; encerráronse en un cu que se llama mumuztli. Y otra vez bolvieron tras los españoles hasta donde estava telpuchcalli, que llaman Atliceuhyan. Bolvieron otra vez los españoles tras los indios con Coyoueuetzin en el acequia. Rebolvió un capitán mexicano que se llamava Itzpapalotzin, otomí; hizo retraer a los españoles a los vergantines. Entonce cesó la batalla, y los del pueblo de Cuitláoac, pensando que su señor, que se llamava Mayeoatzin, quedava muerto con los demás, enojáronse mucho contra los mexicanos entre los cuales estava su señor. Dixeron: "¿Por qué havéis muerto a nuestro señor?" Y su señor, que estava vivo, como supo que sus basallos estavan enojados, habló al capitán Coyoueuetzin, y díxole: "Señor hermano, busca a una de sus soldados valientes que tenía recia voz." Y Coyoueuetzin llamó a un capitán que se llamava Tlamayócatl, y el señor de Cuitláoac díxole: "Ve y di a mis basallos que yo te embío para que les digas que estoy vivo, y que mire acá, y verme han." Como aquel capitán habló a los de Cuitláoac y les dixo lo que les havía mandado el señor Mayehoatzin, ellos no quisieron creerle, mas dixeron que le havían muerto y que no era verdad lo que les dezían. Y el otro respondió: "No es muerto como pensáis. Mirad y verléis adonde está vivo, que allí se puso para que le veáis." Y habló el señor de Cuitláoac, y dixo: "Mirad, que no me perdáis nada de mis atavíos y joyas y armas, que vivo estoy." Como dixo estas palabras el señor de Cuitláoac, luego los indios amigos de los españoles començaron a dar grita y a pelear contra los mexicanos, y metiéronlos hasta dentro del tiánquiz, adonde se vende el copal, y allí pelearon gran rato. Otra vez entraron en consejo nuestros enemigos para acometernos y destruirnos, en especial los otomíes de Tlaxcalla y otros capitanes muchos, y determinaron de, entrar por una calle que estava junto donde es agora Sanct Martín. Y la calle iva derecho a una casa de un pilli tlatilulcano, que se llamava Tlacatzin. Y luego los salieron al encuentro los del Tlatilulco, un capitán que se llamava Tlappanécatl, que iva delante; pero los que ivan con él arrojáronse sobre los enemigos con gran furia y tomáronles al capitán que llevavan preso, que se llamava Tlappanécatl; pero escapó con una herida en una pierna. Y cesó la guerra por entonce.
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Capítulo 37 Prosigue adelante en este capítulo la fin <que> ubo de la guerra de los cuextecas, totonacas y los demás, causadas por los tlaxcaltecas Abiendo escuchado los mexicanos los ruegos de los cuextecas y totonaques, con lloros dixeron los de la Guaxteca: "Alliende de n<uest>ro tributo que de antes nos abíamos proferido a dar a la corona mexicana por los meresçimientos del muy gran dios tetzahuitl Huitzilipuchtli y por el n<uest>ro rrey Monteçuma, damos de las mantas <que> heran de las de cuaxtli a diez braças, agora dezimos <que> las abentaxamos <que> sean de a beinte braças cada una de largas, con todos lo demás que de antes dáuamos. Y queremos y pedimos que n<uest>ros antiguos señores, <que> heran los prençipales y señores de Tlaxcalam, sean todos muertos, que nosotros os ayudaremos con todo n<uest>ro poder y balía, pues por causa y persuaçión de ellos emos sido muertos y destruidos en estas crueles guerras". Y con esto que les dixeron a los mexicanos, dixeron: "Sea norabuena de la manera que lo queréis y pedís, con yten y condiçión más que abéis de tributar más blancas esmeraldas (yztac chalchihuitl), y la plumería que abéis de dar de buestro tributo a de ser de la cola de la gran culebra <que> andan en estos montes y orillas de la mar, <que> llaman quetzalcoatl, que es de grandor las plumas de bara y media (çençiacatl ynichuihuiac). 43v Asimismo abéis de dar y tributar plumaxes grandes, blancos, finos y piedras chalchihuitl de todas colores y esmeraldas diferençiadas de colores". Abiendo oydo los naturales de la Guaxteca, dixeron <que> heran muy contentos, que todo lo daría<n> de la manera <que> les fue pedido y demandado el tributo, y cacao de toda calidad, algodón de toda suerte. Con esto prometido, sosegaron los mexicanos e les dixeron: "Más y con esta condiçión, que no abéis de ahuyentar ni dar abiso a los <que> llamáuades bosotros señores, a los tlaxcaltecas, so pena que será al doble castigo para bosotros o destruiçión perpetuo y sobre todo an de yr con nosotros dos para que os tornen a traer más lo que más fuere la boluntad de n<uest>ro rrey y señor Monteçuma". Y con esta rresoluçión se boluieron los mexicanos. Bueltos, fueron a hazer sacrifiçio a Huitzilopochtli y de allí fueron a hazer rreuerençia a Monteçuma y contáronle muy por estenso la manera del susçeso de la guerra y la presa de esclauos que de allá traían y los conçiertos hechos de los tributos que an de dar los quatro pueblos de Ahuiliçapan, Cuetlaxtlan, Çempoalla y Cuextlan, todos los totonaques, gentes de la mar y costas, y de la manera y ardid que abían de tener los de los d<ic>hos pueblos para coxer y dar muerte a los tlaxcaltecas por ser causa e ynduzidores de rrebueltas y rrebelión y muertes causadas a los de las costas, y asimismo contaron no aber faltado ni muerto nengún mexicano de todos los que abían ydo a la guerra, ni los comarcanos <que> fueron con el exérçito mexicano, de que se holgó mucho Monteçuma y todos los mexicanos, y en espeçial el acreçentami<ento> del tributo que se ofresçieron los guaxtecas a dar. Asimismo, como los señores <que> heran de ellos, Tepeteuctli y Çe Atonal teuctli, ya no eran ellos los señores, que eran otros, que aquello se abían ydo huyendo y no paresçían, y en nombre de la corona de Monteçuma abían puesto y elexido a otros <que> lo meresçían, y como las causas de ellos se abían conformado ambos tlaxcaltecas y abían por esta causa muerto de los mexicanos mayordomos y mercaderes y rrecogedores de los tributos, de que quedó contento Monteçuma de la benganca que los hizieron por las muertes de los mexicanos muertos y de la suxeçión y cautiberio de ellos hasta el fin y término dello <en> lo que toca a los maçehuales y los pueblos. Y en quanto a lo que toca a los causadores de aberse conformado con los tlaxcaltecas de matar, como mataron, a tanto mexicano los dos prençipales de ellos, <que> son Tepeteuctli y Çe Atonal teuctli, "es menester que estos tales no biuan en el mundo, sino que <en>bíes luego a tus balerosos capitanes <que> los bayan a matar, que ya estarán otra bes en Cuetlaxtlan y en Ahuilizapan y Cuextlan, porque çesen las guerras de los mexicanos con los de Cuextlan, que, muertos estos dos señores, está todo sosegado y no abrá traiçiones con los tlaxcaltecas". Y así, fueron luego a ello Cuauhnochtli y Tlilancalqui con otros ballientes soldados mexicanos. Llegados a la costa de Cuextlam, llegados ante ellos los senadores de aquellos pueblos, les dixeron los mexi 44r mexicanos a los basallos de las costas: "Abéis de sauer, guaxtecas, que el muy alto rrey Monteçuma que rrige, gouierna este mundo tiene dada, él y Çihuacoatl, sentençia de que a buestros señores y prençipales Tepeteuctli y a Çe Atonal teuctli an de morir y esto es sin <en>bargo de cosa nenguna". Rrespondieron los maçehuales, dixeron: "Señores, bosotros seáis muy bien benidos, descansad y sosegad, y <en> lo que toca a las muertes de n<uest>ros prençipales, sea mucho de norabuena pues lo manda n<uest>ro amo y señor natural Monteçuma". Y luego a la ora fueron llamados y ençerrados. Dende a una ora les dieron garrote y, muertos, les arrastraron los cuerpos por señal que por la traiçión de ellos abían susçedido las guerras y muertes de ellos tan de rrota y, hecho esto, dixeron los mexicanos a los guaxtecas: "Ya abéis bisto la bengança de los que os causaron tantas muertes de bosotros. Agora rresta que alçemos a uno por señor y está aquí un pariente y hermano del rrey Monteçuma, que es el prençipal yn Pinotetl". De que fueron contentos los guaxtecas con el nueuo señor y con esto se boluieron los mexicanos a Tenuchtitlan. Llegados, contaron al rrey Monteçuma y a Çihuatl los <en>baxadores Cuauhnochtli y Tlilancalqui el susçeso de todo lo susçedido. Juntamente trujeron el tributo del año conforme al conçierto hecho, de que se dieron los mayordomos (calpixques) por <en>tregados de ello con cuenta y rrazón, y, abiendo dado cuenta del tributo los cuetlaxtecas a Monteçuma y a Çihuacoatl, tanbién dieron su palabra de ser fieles y leales basallos del tetzahuitl Huitzilopochtli y a la corona y señorío de Mexico Tenuchtitlan, y con esto subieron al gran cu de Huitzilopochtli y muy humildes y arrodillados besaron con un dedo de su mano la tierra del suelo <en> señal de obidiençia. Y los tributos que truxeron era chalchihuitl blanco fino y plumería de la propia cola de la gran culebra quetzalcoatl, que son casi de una braça de larga, y pluma blanca muy ancha y piedras finas de diuersas colores y cacao de todo género, negro y pardo (xochicacahuatl y tiçehuac), y diferentes maneras de algodón en fardos y mantas (cuachtli), de a beinte braças de largo. Bisto por Monteçuma el tributo tan cumplido, mandoles dar mantas rricas labradas a su usança y pañetes labrados (tlaamach maxtlatl), y con esto fueron despedidos los cuetlaxtecas y Monteçuma hizo partiçión de todos los tributos de todos los pueblos, de las rriquezas, plumería, piedras rricas, tomando él siempre de quatro partes de cada cosa las tres y la una rrepartía <en>tre los demás prençipales y de las tres que a él le cauían daua la terçia parte a Çihuacoatl Tlacaeleltzin, quedando todos los mexicanos muy contentos; y por lo consiguiente los esclauos que no fueron sacrificados y asimismo de todo género de los d<ic>hos tributos se rrepartieron <en>tre los señalados balerosos mexicanos muy ygualmente. Y de lo demás de las rrentas sobradas mandáualo guardar al mayordomo mayor de todos, que se llamaua Petlacaltzin, y así lo guardaua con gran cuidado, diligençia. Y asimismo hazía sacar al sol las armas y deuisas y plumería que tenían y lleuauan a las guerras, rrodelas rricas guarneçidas y con cueros de tigueres otras y plumería, braçeletes, espadartes, cotas mexi 44v cotas mexicanas <que> llaman ychcahuipilli, de algodón estofado, dardos arrojadizos, baras tostadas, pellexos de abes de pluma, muy rricas cotaras doradas (catles), y de esto de abes y páxaros a las mill marabillas, <que> son xiuhtototl, tlauhquechol, tzinitzcan, çacuam, que es cosa muy preçiada y estimada en Tenuchtitlan y por los mexicanos.
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Capítulo 37 Del baptismo de la criatura, y de todas las cerimonias que en él se hazían, y del poner el nombre a la criatura, y del combite de los niños, etc. Al tiempo del baptizar la criatura, luego aparejavan las cosas necessarias para el bateo, que era que le hazían una rodelita y un arquito y sus saetas pequeñitas, cuatro, una de las cuales era del oriente, y otra del poniente, y otra del mediodía, y otra del norte. Y hazíanle también una rodelita de masa de bledos, y encima ponían un arco y saetas, y otras cosas hechas de la misma masa. Hazían también comida de mulli o potaje con frixoles y maíz tostado, y su mastelejo y su mantica. Y a los pobres no les hazían más del arco y las saetas, y su rodelilla, algunos tamales y maíz tostado. Y si era hembra la que se baptizava, aparejávanla todas las alhajas mugeriles, que eran adereços para texer y para hilar, como era huso y rueca y lançadera, y su petaquilla y vaso para hilar, etc., y también su huipilejo y sus naoas pequeñitas. Y después de haver aparejado todo lo necessario para el bateo, luego se juntavan todos los parientes y parientas del niño, viejos y viejas; luego llamavan a la partera, que era la que baptizava a la criatura que havía parteado. Juntávanse todos muy de mañana ante que saliese el sol; y en saliendo el sol, ya estava algo altillo, la partera demandava un librillo nuevo lleno de agua, y luego tomava al niño entre ambas las manos, y luego tomavan los circunstantes todas las alhajuelas que estavan aparejadas para el baptismo y poníanlas en el medio del patio de la casa. Y para baptizar el niño poníase la partera la cara hazia el occidente, y luego començava a hazer sus cerimonias, y començava a dezir: "¡Oh, águila! ¡Oh, tigre! ¡Oh, valiente hombre, nieto mío! Has llegado a este mundo. Hate embiado tu madre, tu padre, el gran señor y la gran señora. Fueste criado y engendrado en tu casa, que es el lugar de los dioses supremos, del gran señor y de la gran señora que están sobre los nueve cielos. Hízote merced nuestro hijo Quetzalcóatl, que está en todo lugar. Y agora júntate con tu madre la diosa del agua, que se llama Chalchiuitlicue y Chalchiuhtlatónac". Dicho esto, luego le dava a gustar el agua, llegándole los dedos mujados a la boca, y dezía de esta manera: "Toma, rescibe. Ves aquí con qué has de bivir sobre la tierra para que crezcas y reberdezcas. Esta es por quien tenemos y nos mereció las cosas necessarias para que podamos vivir sobre la tierra. Rescíbela". Después de esto tocávale los pechos con los dedos mujados en el agua y dezíale: "Cata aquí el agua celestial. Cata aquí el agua muy pura que lava y limpia nuestro coraçón, que quita toda suziedad. Rescíbela. Tenga ella por bien de purificar y limpiar tu coraçón". Después de esto echávale el agua sobre la cabeça, diziendo: "¡Oh, nieto mío, hijo mío! Rescibe y toma el agua del señor del mundo, que es nuestra vida, y es para que nuestro cuerpo crezca y reberdezca; es para lavar, para limpiar. Ruego que entre en tu cuerpo y allí viva esta agua celestial azul y azul clara. Ruego que ella destruya y aparte de ti todo lo malo y contrario que te fue dado ante del principio del mundo, porque todos nosotros los hombres somos dexados en su mano, porque es nuestra madre Chalchiuitlicue". Después de esto lavava la criatura con el agua por todo el cuerpo y dezía de esta manera: "A donde quiera que estás tú, que eres cosa impezible al niño, déxale y vete. Apártate de él, porque agora vive de nuevo, y nuevamente nace este niño. Agora otra vez se purifica y se limpia; otra vez le forma y le engendra nuestra madre Chalchiuitlicue". Después de hechas las cosas arriba dichas, tomava la partera al niño con ambas manos y levantávalo hazia el cielo, y dezía: "Señor, veis aquí vuestra criatura que havéis embiado a este lugar de dolores y de aflicciones y de penitencia, que es este mundo. Dalde, señor, vuestros dones y vuestras inspiraciones, pues vos sois el gran dios y también la gran diosa". Cuando esto dezía, estava mirando hazia el cielo, tornava un poco a poner el niño en el suelo y tornava la segunda vez a levantarle hazia el cielo, y dezía de esta manera: "Señora, que sois madre de los dioses y os llamáis Citlalatónac, y también Citlalicue, a vos se endereçan mis palabras y mis vozes, y os ruego imprimáis vuestra virtud, cualquiera que ella es. Dalda; inspiralda a esta criatura". Y luego le tornava a poner, luego la tercera vez tornávale a alçar hazia el cielo, y dezía: "¡Oh, señores dioses y diosas celestiales, que estáis en los cielos! Aquí está esta criatura; tened por bien de infundirle y en inspiralle vuestra virtud y vuestro soplo para que viva sobre la tierra". Y luego le tornava a poner, y de ahí a un poquito la tornava a levantar hazia el cielo, la cuarta vez, y hablava con el sol, y dezía: "Señor sol, y Tlaltecutli, que sois nuestra madre y nuestro padre, veis aquí esta criatura, que es como un ave de pluma rica, que se llama çacuan o quéchul. Vuestra es, y he determinado de os la ofrecer a vos, señor sol, que también os llamáis Totonámetl y Xipilli y Cuauhtli y Océlutl, y pintado como tigre de pardo y negro, que sois valiente en la guerra. Mirad que es vuestra esta criatura y es de vuestra hazienda y patrimonio, que para esto fue criada, para os servir, para os dar comida y bevida. Es de la familia de los soldados y peleadores que pelean en el campo de las batallas". Y luego tomava la rodela y el arco y el dardo que estavan allí aparejados; dezía de esta manera: "Aquí están los instrumentos de la milicia, que son la rodela, etc., con que sois servido, con que os gozáis y deleitáis. Dalde el don que soléis dar a vuestros soldados para que pueda ir a vuestra casa llena de deleites, donde descansan y se gozan los valientes soldados que mueren en la guerra, que están ya con vos alabándoos. ¿Será por ventura este pobrezito maceoal uno de ellos? ¡Oh, señor piadoso, hazed misericordia con él!". Y todo el tiempo que estas cerimonias se están haziendo, está ardiendo un hachón de teas grande y gruesso. Acabadas todas estas cerimonias, ponen nombre al niño, de alguno de sus antepasados, para que levante la fortuna y suerte de aquel cuyo nombre le dan. Este nombre le pone la partera o sacerdotissa que le baptizó. Pongo por caso que le pone por nombre Yáutl: comiença luego a dar vozes y habla como varón con el niño, y dízele de esta manera: "Yautlé, Yautlé -que quiere dezir 'hombre valiente'-, rescibe, toma tu rodela, toma el dardo que es poderoso para la batalla de todo el día". Y luego le ponían la mantillita atada sobre el hombro, y le ciñen un maxtli. En este tiempo que estas cosas se hazen, júntanse los muçuelos de todo aquel barrio, y acabadas todas estas cerimonias, entran en la casa del baptizado y toman la comida que allí les tenían aparejada. Y a ésta llamavan "el ombligo del niño"; y salían huyendo con ella. Ivan comiendo la comida que havían arrebatado. Y luego començavan a vozes a dezir el nombre del niño; y si era su nombre Yáutl, ivan diziendo: "¡Oh, Yáutl! ¡Oh, Yáutl! Vete hazia el campo de las batallas. Ponte en el medio donde se hazen las guerras. ¡Oh, Yáutl! ¡Oh, Yáutl! Tu oficio es regocijar al sol y a la tierra, y darlos de comer y bever. Ya eres de la suerte de los soldados, que son águilas y tigres, los cuales murieron en la guerra y agora están regocijando y cantando delante del sol". Ivan también diziendo: "¡Oh, soldados! ¡Oh, gente de guerra! Venid acá; vení a comer el ombligo de Yáutl". Estos muchachos representavan a los hombres de guerra, porque robavan y arrebatavan la comida que se llamava "el ombligo del niño". Después que la partera o sacerdotissa havía acabado todas las cerimonias del baptismo, metían al niño en casa, y iva delante de él el hachón de teas ardiendo. Assí se acabava el baptismo.
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Capítulo 38 Del trabuco que hizieron los españoles para conquistar a los del Tlatilulco Como los indios mexicanos todos estavan recogidos en un barrio que se llama Amáxac y no los podían entrar, ordenaron de hazer un trabuco, y armáronle encima de un cu que estava en el tiánquiz, que llaman mumuztli. Y como soltaron la piedra, no llegó a donde estava la gente; cayó mucho más atrás, junto a la orilla del tiánquiz. Y como salió el tiro en vacío, començaron los españoles a reñir entre sí. Como vieron que por vía del trabuco, no pudían hazer nada, determináronse acometer al fuerte adonde estavan los mexicanos, y pusiéronse todos en ordenança. Ordenaron sus escuadrones, y començaron a ir contra el fuerte. Y los mexicanos, como los vieron ir, ascondíanse por miedo del artillería. Y los españoles ivan poco a poco llegándose al fuerte, muy bien ordenados y muy juntos. Y uno de los mexicanos del Tlatilulco, que se llamava Chalchiuhtepeoa, púsose en celada con otros soldados que llevavan consigo, con propósito de herir a los cavallos. Y como llegaron los españoles adonde estava la celada, hirieron a un cavallo. Luego el español cayó en tierra, y los mexicanos le tomaron. Y luego salieron todos, porque salieron todos los mexicanos valientes que estavan en el fuerte, y hizieron gran daño en ellos, en los amigos de los españoles. Y ansí se retruxeron otra vez al tiánquiz, al lugar donde llaman Copalnamacoyan, adonde estava un baluarte. Después de esto, todos los indios enemigos de los mexicanos, que tenían cercados a los mexicanos, concertaron de cegar una laguna que les hazía mucho embaraço para entrar al fuerte de los mexicanos. Llamávase esta laguna Tlaixcuipan, que estava cerca donde está agora la iglesia de Sancta Lucía Y ansí otro día muy de mañana cargáronse de piedras y de tierra y de adoves y de madera de las casas que derrocavan, y robaron todas las casas que estavan por allí cerca. Visto los mexicanos lo que hazían los enemigos, sacaron ascondidamente cuatro canoas con gente de guerra, cuatro capitanes con ellos, el uno que se llamava Topantemoctzin, y el otro Tlacotzin, y el otro Temilotzin, y el cuarto que se llamava Coyoueuetzin. Como estuvieron a punto, començaron a remar reciamente, y fueron contra los que cegavan la laguna dos canoas por la una parte y otras dos por la otra. Luego començaron a pelear y muchos murieron, unos en el agua, otros en tierra, otros echavan a huir y caían entre los maderos que havían puesto. Y de allí los sacavan arrastrando los mexicanos, llenos de lodo. Murieron muchos en este recuentro aquel día. Y otro día luego los españoles acometieron el fuerte, que era donde llaman Amáxac, donde está la iglesia de la Concepción, y pelearon gran rato. Y finalmente llegaron a donde estava el vagaxe de los mexicanos. Y como llegaron a una casa grande que se llama telpuchcalli, adonde estava mucha gente, subiéronse a las açoteas de aquella casa, y todos los que estavan en la casa dieron consigo en el agua, por huir. Y un capitán que se llamava Uitziloatzin, con muchos soldados que estavan sobre los tlapancos començaron a resistir a los españoles, poniéndose por muro para que no pasasen adonde estava el vagaxe. Y los españoles arrojáronse contra ellos y començaron a matar en ellos y a destrozarlos. Y salieron otros soldados en favor de aquéllos, de manera que no podieron los españoles pasar adonde querían, y retruxéronse. Y otro día los españoles pegaron foego aquella casa en la cual havía muchas estatuas de los ídolos. Los españoles peleavan contra los mexicanos ya dentro del fuerte. Y a las mugeres y niños no los hazían mal, sino a los hombres que peleavan. Aquel día despartió la noche la pelea. Y otro día los españoles y todos los amigos començaron de caminar hazia donde estavan los mexicanos en su fuerte. Y los mexicanos quisieron hazer una celada para resistir a los españoles la entrada, y no pudieron. Viéronlos, y ansí los españoles començaron a pelear, casi un día duró la pelea. A la noche retruxáronse a sus estancias, y a la mañana determinaron de romper. Y cercáronlos de todas partes, de manera que por ninguna parte podían salir. Y estando en esta estrechura, murieron muchos indios y mugeres pisados y acozeados. Y estando en esta pelea, las mugeres también peleavan, cegando a los contrarios con agua de las acequias, arrojándosela con los remos. Estando ya los mexicanos acosados de todas partes de los enemigos, acordaron de tomar pronóstico o agüero, si era ya acabada su ventura, o si los quedava lugar de escapar de aquel gran peligro en que estavan. Y habló el señor de México que se llamava Cuauhtemoctzin, y dixo a los principales que con él estavan, el uno de los cuales se llamava Coyoueuetzin, y otro Temilotzin, y otro Topantemoctzin, y otro Auelitoctzin, y otro Mixcoatlailotlactzin, y otro Tlacotzin, y otro Petlauhtzin: "Hagamus esperiencia a ver si podemos escapar de este peligro en que estamus. Venga uno de los más valientes que hay entre nosotros, y vístase las armas y divisas que eran de mi padre Auitzotzin." Luego llamaron a un mancebo, valiente hombre, que se llamava Tlapaltécatl Opuchtzin, que era del barrio de Coatlan, donde es agora la perrocha de Santa Catalina, en el Tlatilulco. Aquél le habló el señor Cuauhtemoctzin y le dixo: Veis aquí estas armas que se llaman quetzaltecúlotl, que eran armas de mi padre Auitzotzin. Vístetelas y pelea con ellas, e matarás a algunos. Yean estas armas nuestros enemigos; podrá ser que se espanten en verlas." Y como se las vestieron, pareció una cosa espantable, y mandaron a cuatro capitanes que fuesen delante de él, de cada parte dos, aquel que iva armado con las armas de Auitzotzin, en las cuales tenían gran agüero que saliendo luego los enemigos havían de huir. Diéronle también el arco y la saeta de Uitzilopuchili, que tenían También guardado por reliquias, y teníanse en aquel arco y saeta que cuando saliesen no podían ser vencidos. Aquella saeta tenía un casquillo de pedernal. Estando estos cinco puestos a punto, un principal mexicano, que se llamava Cioacóati Macotzin, dio vozes, diziendo a los cinco que estavan a punto: "¡Oh, mexicanos! ¡Oh, tlatilulcanos! El fundamento y fortaleza de los mexicanos en Uitzilopuchtli es ésta, el cual arrojava sobre los enemigos su saeta que se llamava xiuhcóatl y mamaloaztli. La misma saeta lleváis agora vosotros, que es agüero de todos nosotros. Mirad que la endereçáis contra vuestros enemigos para que haga tiro y no se pierda en valde. Y si por ventura con ella matardes o captivardes alguno, tenemos certidumbre y pronóstico que no nos perderemos de esta vez, sino que quiere nuestro dios ayudarnos." Y dichas estas palabras, aquel que estava armado, con los otros cuatro començaron a ir contra los enemigos. Y los enemigos, como los vieron, así los españoles como los indios, cayólos grande espanto; no los pareció cosa humana. Y aquel que iva armado con quetzaltectilotl subióse a una agotea. Y los enemigos paráronse a mirarle qué cosa era aquélla; y como conozieron que era hombre y no demonio, acometiéronle peleando y hiziéronle huir. El quetzaltecúlotl tornó tras ellos con los que con él ivan, y hizolos huir. Y subió otra vez en el tlapanco donde los tlaxcaltecas tenían quetzales y cosa de oro robadas, y tornóselas. Y bolvió a saltar del tlapanco abaxo y no se hizo mal ninguno, ni le podieron captivar los enemigos, mas antes los que ivan con él captivaron tres de los enemigos. Y por entonce cesó la pelea. Bolviéronse todos a sus ranchos, y el día siguiente tampoco pelearon. Aquí se ponen los nombres de los capitanes y valientes hombres mexicanos y tlatilulcanos que se hallaron en esta guerra: uno de ellos era tlacochcálcatl, que quiere dezir "capitán general", que se llamava Coyoueuetzin; otro Tzilacatecutli; otro Temilotzin; estos eran tlatilulcanos. De los mexicanos, uno se llamava Cioacóatl Tlacotzin, otro Uitznaoácatl, otro Motelchiuhtzin. Estos eran valientes hombres de México y del Tlatilulco.
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Capítulo 38 Trata en este capítulo las cosas y géneros de piedras preçiosas que Monteçuma traía puestas <en> los beçoleras y orexeras, y géneros y nombres de los bestidos que traía puestas, diferentes unas de otras, y las cosas, çemillas y comidas, breuaxes que tenía <en> sus palaçios para él Abiendo tratado de los géneros de páxaros y otras aues, muy rricas sus plumas de ellas, <que> sus pellexos guardauan los calpixques (mayordomos), que cada día mudaua bestido y piedras preçiosas, saluo <en> las mantas <que> una bez bestía, <que> otra bes no se la abía de poner, que era manta y pañete y cotaras, que camisas no las abía, y <en>sima de su cabeça una media mitra, que era señal y manera de corona de rrey, estando asentado <en> su trono y silla, que la silla era de manera como una media hanega de maíz o con que miden trigo, horada debaxo, galano, pintado de manera costosa, y por alhombra un cuero de tiguere muy bien adobado con la cabeça, dientes, ojos de unos espexuellos que rrelumbrauan y espantauan a los que la mirauan, que paresçía estar biua el animal. Y al lado de la mano derecha un arco y flechas, que era la justiçia suya, que al que él senteçiaua le arroxaua una flecha de aquellas y luego los capitanes le lleuauan fuera de su palaçio y allí le acabauan de matar. Estando presente le sacauan las rropas al sol, y lo que traía en los beços, <que> llaman tençacatl (beçoleras), y orexeras (nacochtli), braçaletes (machoncotl) con rriquísima plumería, el braçelete de oro senbrado de muy rricas piedras de esmeraldas diferentes de mucho preçio y balor. Y así que estas cosas que eran a él dedicadas le llaman los biexos "y tonal yn tlacatl" Motecçuma, las mantas de las diferentes maneras, que llaman coaxacayo <en> sus esquisitos nombres y no bariar de lo que es naturalmente llamado no se le dé el sentido aquí, y con su beçolera <que> llaman tentecomachoc y otra tetixiuhcoayo y tlauhtonatiuhyo y xiuhtlalpiltilmatli, que esta manta es manera de una rred azul y en los ñudos de ella, <en> las lazadas, una piedra rrica apegada a ella sotilmente, y con su pañete yn yaocamaxaliuhqui y tzohuazalmaxtlatl y yacahualiuhqui, pañetes diferentes. Y las mantas de a beinte braças pierna hazía merçedes dellas a los grandes de su rreyno, otras de a diez braças y de a ocho y otras de a cuatro y de a dos braças y otras mantas labradas en medio, manera de rrodelas, y mantas que paresçían tocas por causa del sol <que> llaman tlacalhuaztilmatli, <que> le serbía quando <en>traua <en> sus güertas, jardines, con una zebratana para matar páxaros. Y mucha sunma de cargas de cacao, chile <en> fardos y algodón en fardos, fardos de pepitas y cargas de chian, tzotzol, breuaxes del sol para no sentir su calor, y chian delgado (chianpitzahuac), 45r y semillas de huauhtli y tlapalhuauhtli de colores, huauhitl blanco; maíz, no ay sunma ni cuenta las troxas que tenía dedicadas para el sustento de su casa y palaçio, y géneros de frisoles. Asimismo las grandes pelotas de batel para sus juegos, que adelante diximos, con que haze olamaz, que juegan y arrojan las grandes pelotas con las nalgas, con cueros colorados en las nalgas, que adelante acabaré el arte y juego de este juego de pelota y las cosas que allí juegan, permitidas por estos rreyes mexicanos y por sus senadores. Guardados asimismo los perfumes, sahumerio, xochiocotzotl, diquedánbar, cántaros de miel de abexas, miel birgen, géneros de nabanjas, <que> son como maneras y uso de cochillos y con que se tresquilan y rrapan, como las nauanjas de Castilla, son negras, otras blancas, otras amarillas, que agora sirben de aras <en> los altares adonde se çelebra el culto diuino. Y asimismo hueipiles y naguas de mugeres labradas y blancas, y orejeras de mugeres, diferentes de las de los ombres, que ponían las mugeres de los señores y prençipales y las mugeres de los mayordomos, que era dedicado a ellos. Por manera que estas rre<n>tas y tanta de ella eran que en algunas partes los sojuzgauan los mexicanos con guerras, otros con este temor se dauan por basallos y traía<n> de lo que <en> sus tierras tenían más preçiado y de mucho balor, y con esto estauan las despensas y almazenes de los mayordomos muy abasteçidas de todo género de cosas. Y a las personas que Monteçuma daua y presentaua esclauos eran los mayores de su rreyno, que el primero era su rreal conçexero Çihuacoatl Tlacaeleltzin y Tlailotlac teuctli y Acolnahuacatl y Eshuahuacatl y Ticocyahuacatl y Tlilancalqui, Tezcacoacatl y Tocuiltecatl y Huitznahuatlaitotlac y Teuctlamacazqui, y huey teuctli, chalchiuhtepehua, y éstos eran los mayores después de Monteçuma. Y luego benían los mayorales soldados y capitanes balerosos, Cuauhnochtli, Tlacateccatl, Tlacochcalcatl, estos no eran tan balerosos prençipales como los arriba nombrados, eçeto <que> su balor y esfuerço eran tenidos por prençipales. A estos no les dauan las rropas de balor ni rriquezas ni esclauos como a los demás, sino <que> heran tenidos como soldados biejos que no abentaxauan <en> tanto balor y ser como a los otros, saluo a los tres de ellos, <que> son Cuauhnochtli y Tlaacateccatl y Tlacochcalcatl, <que> <es>to eran señalados cuachic tanto como qualquiera de los otros, que por su alto balor y balentía traían trençada <en> la cabeça con un cuero colorado un manoxo de cauello detrás del colodrillo y a los lados de la cabeça tresquilado, con un caxcabel de oro en un pie, señal que como loco atreuido y baliente era de los primeros al <en>trar <en> las batallas con los enemigos. Y los otros eran llamados otomi, que tanbién traían trançado un manoxo de cauello en el colodrillo con cueros diferentes de benado tiñidos y como más temidos de los enemigos, y estos eran muy libertados <en> todas las cosas. Y los trançados eran cuauhtlalpiloni y çacuantlalpiloni, xolotlalpiloni. Y traían beçoleras berdes (xoxouhqui tençacatl) y temalacatetl, cuauhtentetl y tecçiztentetl, tapachtentetl, nextecuiltentetl, y orejeras llamadas teonecochtli y nitzacatlnecochtli. Y a estos tales eran dedicadas orejeras y beçoleras, braçaletes y diademas casi como una benda ancha de mitra, no llegando a la manera de la corona y media luna de mitra que era la de el rrey. 45v Ahora trata la manera de la diferençia de tener y labrar casas los tales prençipales, que otro nenguno del rrey para abaxo podía tener <en> su casa, como si dixésemos tener un hidalgo almenas o torre dorada <en> su casa, sin gran meresçimiento de su persona y balentía. Son los arriba contenidos. Tener en sus casas con sobrados altos y <en> los patios de sus casas tener un buhiyo como sombrero, con un rremate <en> la punta del xacal puntiagudo y pasado el xacal o buhiyo con flechas grandes, largas, como dezir casa de chichimecos, y tener un mirador muy alto. Y si no era muy señalada persona, como abemos d<ic>ho, no lo podía otra persona tener, <que> hera como dezir escudo de sus armas y balor de su balentía, so graue pena que era apedreado y muerto el que se atreuía a hazerlo <en> su casa sin estas preminençia y balor. Asimismo el traer de mantas largas galanas, labradas, las traían los arriba contenidos prençipales, y los maçehuales baxos abían de traer mantas cortas, llanas, de algodón basto o de nequén. Y asimismo nengunos yndios abían de traer cactles (cotaras), aunque fuesen baladís, so las penas de ser por ello apedreados y muertos, sin grandes meresçimi<ento>s de su persona, adqueridas en guerras, aberse señalado en ellas. Y todos estos tales prençipales, <en>trando que <en>trauan en el palaçio de Monteçuma se quitauan las cotaras (cactles) y <en>trauan descalços ante el rrey Monteçuma, <que> solos dos eran los que abían de tener cactles, que era Monteçuma y Tlacaelel Çihuacoatl, como segunda persona del rrey y por <que> se entendiese abían de ser temidos de todos los grandes del ymperio.
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Capítulo 38 Del baptismo de las niñas, en cuanto loca algunas particulares cerimonias que se hazían cuando la primera vez la partera ponía a la criatura, que era en acabándola de baptizar, y de las palabras que entonce dezía El baptismo de las hembras es conforme a lo que arriba se dixo de los varones. Buscan el signo en que nacen, y también en el medio del patio los baptizan en un librillo nuevo, a la hora que se dixo. Hay, empero, algunas cosas que difieren del baptismo de los varones, porque a las hembras aparejan las vestiduras de hembras y las alhajas que usan las mugeres, como es una petaquilla y su huso y su lançadera, etc. Todo se lo ponen junto en el medio del patio, cerca del apaztli nuevo en que la baptizan. Y levántala hazia el cielo, y luego toma el agua con los dedos y se le da a gustar, y después se la pone en los pechos, y después la echa sobre la cabeça, y háblala de esta manera: "Hija, rescibe a tu madre Chalchiuitlicue". Y cuando le da a gustá el agua, dízela: "Esta es tu madre y padre de todas nosotras, que se llama Chalchiuitlicue. Tómala; rescíbela en la boca. Esta es con que has de vivir sobre la tierra". Y cuando la pone el agua en los pechos, dize: "Ves aquí con qué has de crecer y reberdezer, la cual despertará y purificará y hará crecer tu coraçón y tus hígados". Y cuando le echa la agua sobre la cabeça, dízela: "Cata aquí el frescor y la verdura del Chalchiuitlicue, que siempre está viva y despierta, que nunca doerme ni dormita. Desseo que esté contigo y te abrace y te tenga en su regaço, y te tenga entre sus braços, porque seas despierta y diligente sobre la tierra". Y cuando la lava el cuerpo y las manos y los pies, a cada uno dize su oración: a las manos lávaselas porque no hurte; y por el cuerpo y por las ingles lávala porque no sea carnal, y dize de esta manera: "¿A dónde estás, lo que eres dañoso a ésta mi hija? Aquí está nuestra madre Chalchiuitlicue. Apártate de ella. Quítete el agua y piérdate". Diziendo estas oraciones, no habla alto sino muy baxo, que casi no se entiende lo que dize. En acabando de hazer todas sus cerimonias, embuelbe a la niña con sus mantillas; y luego la meten en casa y la echan en la cuna, que ya está aparejada. Y la partera o sacerdotissa habla a la cuna y dízela de esta manera: "Tú, que eres madre de todos, que te llamas Yoaltícitl, que tienes regazo para rescebir a todos, ya ha venido a este mundo esta niña que fue criada en lo alto, donde residen los dioses soberanos sobre los nueve cielos; ha venido porque la embió nuestra madre y nuestro padre, el gran señor y la gran señora, a este mundo para que padezca fatigas y trabajos, y en tus manos se encomienda y se pone, por que tú la has de criar, porque tienes regazo, y aunque es ansí que la ha embiado nuestra madre y nuestro padre, que se llama Yoaltecutli, y también se llama Yacahuitztli, y también Yamanializtli". Haviendo dicho esto con baxa voz, luego a vozes dize a la cuna: "¡Oh, tú, que eres madre, rescíbela! ¡Oh, vieja, mira que no empezcas a esta niña. Tenla en blandura". Dicho esto, pone luego a la niña en la cuna, y los padres de la niña toman aquellas palabras de la partera para cuando la echan en la cuna, que dize: "¡Oh, madre suya, rescibe a esta niña que te entregamos". Hecho esto, luego se regocijan, y comen y beven, y veven el uctli o vino de esta tierra. Y a esto llaman pillaoano, y también le llaman tlacoçulaquilo, que quiere dezir "posición" o "ponimiento de la criatura en la cuna".