Capítulo 32 En este capítulo trata como Monteçuma acordó para onrra de Huitzilopochtli y rrecordaçión de los años para su festituidad y para los años de bisiesto, çelebrar una gran Pascua y mortandad de los esclauos en guerra abidos Pasados algunos días de la bitoria abida de Cuextlan y Tuzpan, Monteçuma acordó de que, pues era mucha la gente de estas prouinçias de Tuzpa y Cuextlam, que ellos ensalçasen y abentajasen en altura de la casa y templo de Huitzilopochtli y que allí ni más ni menos se començase el sacrifiçio de Huitzilopochtli con matar allí a los guaxtecas presos; y que estos tales, después de aber hecho el gran cu muy alto, le hiziesen gradas y en medio se pusiese el taxóm adonde abían de ser muertos los tales esclauos abidos en guerra, y para rrecordaçión del rrey Chimalpupuca <que> lo abía començado a hazer, <que> era cosa justa. Rrespondió Çihuacoatl Tlacaeleltzin <que> <e>staua muy bien acordado y que no fuese el taxón de madera sino de piedra rredonda, <en> medio aguxerada para echar los coraçones de los cuerpos que allí muriesen, después de auer gustado la sangre de ellos caliente Huitzilopochtli. Y que esta piedra no la labrasen los guastecas sino los de Azcapuçalco y Cuyuacan, eçelentes albañíes, labradas en ella la guerra de sus pueblos quando por nosotros fueron bençidos y muertos y sujetados a este n<uest>ro ymperio mexicano. Y así, luego fueron llamados todos los pueblos comarcanos con piedra labrada de rrostro, para <que> fuese todo el cu de esta piedra y por tres partes se subiesen y tubiesen tantos escalones como días del año que tienen o tenían ellos en aquel tiempo, que rrepartían en diez y ocho meses el año, cada mes beinte días, <que> bienen a ser trezientos y sesenta días, çinco días de la que es de n<uest>ra católica rreligión menos; otros le pusieron treze meses el año. De manera que <en> las tres quadras de la subida, la prinçipal subida está frontero del sur, la segunda del oriente y la terçera al poniente y por el norte estaua, que començaua de allí con tres paredes, como una sala que estaua y miraua frontero del sur, y así su patio grande y plaça mexicana, toda çercada con çerca de piedra pesada de más de una braça de simiento y quatro estados del alto de las paredes, con tres puertas, las dos pequeñas la que está frontero del oriente y la otra del poniente, y la grande la que está frontero del sur, que es allí la gran plaça y mercado (tiangues), frontero del gran palaçio de Monteçuma. Y el gran cu era de altura que una persona por muy grande que fuese paresçía allá <en> lo alto como un niño de ocho años o m<en>os. Y acabada de labrar la gran piedra o rrodesno de molino, la subieron <en> lo alto y la 36v pusieron en medio de la gran sala frontero de la puerta y el ydolo de piedra labrado, Huitzilopochtli, arrimado a la pared que está hecha, mirando el ydolo a la piedra, como oy día se bee <en> una esquina de la casa de un bezino hijo de conquistador; y la piedra del sacrifiçio está oy junto a la Iglesia Mayor de la çiudad de Mexico. Hecho todo esto, que estarían como dos años de agora, muy contentos, dixo Monteçuma a Çihuacoatl Tlacaeleltzin: "Estrenemos el templo, cu y taxón. Críese el sol, como suyo que es todo, y allí serán menester y serán sacrificados los esclauos de Cuextlan y tuzpanecas, gentes de la costa y mar, y allí mueran aspados en parrillas". Rrespondió Tlacaeleltzin, dixo: "Señor, luego desde a quatro días se haga esto y luego sean presos los esclauos y puestos <en> la cárçel de madera", <que> llaman cuauhpalco, como quando <en>tapian alguno <en>tre unas tablas. Y luego llamó Monteçuma a los saçerdotes <que> llaman tlamacazqui e les dixo: "Abezaos a enborrachar y a enseñaros a aspar en parrillas a los esclauos, porque abemos llegado el tiempo y año que llaman tlacaxipehualiztli tiempo de desollar y aspar en sacrifiçio a los vencidos en guerras. Y mirá no herréis en esto, que an de benir a ber este sacrifiçio y fiesta todas las gentes de treinta, quarenta leguas de esta corte. Y demás mirá que no herréis en buestro cargo y ofiçio de bosotros. Y luego se traigan de los montes comarcanos gruesos leños de enzina para que de día y de noche esté ardiendo dentro del templo, que esté abrigado el n<uest>ro dios Huitzilopochtli". Y luego se començaron los saçerdotes a <en>sayar en cuerpos de bulto y lançar con presteza la sangre calliente y rroçiallo al ydollo diablo de piedra y ponerle el coraçón <en> la mano como si biuo fuera y de esta manera se ensayaron los saçerdotes ençima de la piedra pintada para el día señalado del sacrifiçio. Y luego fueron los mensajeros de Monteçuma a todos los pueblos comarcanos sujetos a Mexico y no sujetos, biniesen a beer el gran sacrifiçio de tlahuahuanaliztli, de aspar en parrillas <en> la gran piedra a los miserables esclauos; <que> biniesen todos los prençipales y señores al sacrifiçio so pena que ansí an de ser ellos. Y llegados todos los prençipales de todos los pueblos comarcanos y el día propio del sacrifiçio, les hizieron merçedes, les dieron mantas rricas, qual dos, qual tres, quales una, y beçoleras, orejeras, rrosas, perfumaderos. Acabados de comer o almorzar, de mañana lleuaron todos los esclauos <en> lo alto y pusiéronlos en rringlera con el atanbor y teponaztle. Començaron a cantar y bailar alrrededor de la piedra rredonda, frontero del gran ydolo de piedra, untados todos los cuerpos de albayalde (tiçatl) y enplumados y por çima de las cabeças atados los cauellos como trançado, todos con sus pañetes (maxtlatl), y los saçerdotes asentados <en> sillas de hojas de çapotes berdes y todo el suelo sembrado de las mesmas hojas de çapote y alrrededor de la piedra <que> llaman amalacoyo. Y los biexos mexicanos començaron luego el canto y teponaztli y bailar, y luego los biexos figurados en diuersos dioses sujetos a Huitzilopochtli, que el uno le llamaron Ytzpapalotl (Mariposa de nabanxa), y otro se llamó Opuchtli (Persona yzquierda), y otro figura de Quetzalcoatl (Culebra de preçiadas plumas), y otro llamaron Tozcatoçi, con camisa de rrosas, otro Huitzilopochtli, bestido de águila, y otro bestido de tiguere y otro de lobo con su cuero dél, y todos estos con sus espadartes <en> sus manos y rrodelas. Puesto el guasteco primero ençima de la piedra rredonda, baxaua de lo alto uno llamado Yohualahua (Rriñe de noche), 37r comiençan de bailar biniendo de medio lado para sacudirle golpe al guasteco, y le dan un cuero de lobo, que se pone el guasteco, y una espada sin nabaxa ni pedernal, sólo de palo, y comiença el de a pie a rrodealle y el guasteco asimismo a quererle dar, y esto bailando, siguiendo el uno al otro, y çiñen al guasteco de una soga blanca, <que> llaman aztamecatl, y antes de esto le dan de beuer de un bino <que> llaman teuoctli, y andando de esta manera el uno en poz del otro. Y si es baliente el que a de morir en la piedra para bençer o matar al otro, muchas bezes se arroja de la piedra rredonda y, no le pudiendo herir al mexicano, se sube en un ymprouiso en la piedra, y quando algún tanto se siente cansado el mexicano <que> conbate con el que a de morir, se desbía y baxa otro <en> su lugar y luego a porfía conbaten, y dándole gran golpe el mexicano en los lomos o pierna al guasteco y cae, luego en un ynprouiso, le arrebatan quatro y le tienden ençima de la piedra boca arriba; y biene luego el Yuhualtlahuan, nonbre que dize De noche se enbriagó, tra en las manos un nabaxón ancho de nabaxa y luego le abre en ymprouiso por el pecho y le saca el coraçón calliente y se lo dan y presentan al ydolo y la sangre del muerto lo rroçían, calliente como está, al sol, y con la demás sangre untan el cuerpo todo del ydolo Huitzilopochtli; y luego ponen otro guasteco y con él <en>tra en campo, ençima de la piedra biene, otro mexicano <que> llaman cuetlaxteohua, y por lo consiguiente haze las çerimonias que el primero. Finalmente, hasta acabar a todos los presos esclauos, que dura tres y quatro días este sacrifiçio ynfernal del demonio, ordenado por él, y por no cansar al letor, hasta la conclusión. Que era cosa çiertamente de beer la crueldad que daua de abiso el demonio a que esto se hiziese cada quatro años y cada dos tanbién. Acabada esta fiesta <en>diablada, queriéndose despedir los prençipales basallos, les dan y hazen nueuas merçedes de rropas, armas, diuisas, y se despiden. Y los tales sacrificadores que pelearon primero con los muertos, asimismo les haze merçedes Monteçuma de rropas, armas, debisas, maíz, frisol, legumbres y serbiçios <en> sus casas de los pueblos <que> bienen a serbir a los mexicanos. Y los saçerdotes desuellan los miserables cuerpos de los muertos y se los ponen y bisten, y las cabeças les ponen pegadas a las paredes del templo de Huitzilopochtli, que quando binieron a esta Nueua España los españoles, antes del rrebelión de Mexico, subieron a lo alto del cu ocho soldados españoles y contaron aber en las paredes sesenta y dos mill calabernas de los bençidos y sacrificados en guerras, cosa espantosa de beer tan gran crueldad <en> sus próximos. Esto suçedió y fue comienço de esto rreynando Huehue Monteçuma, al quinzeno año de su rreynado en Tenuchtitlan.
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Capítulo 32 De cómo la partera, en acabando de hazer lo arriba dicho, luego lavava la criatura, y de la manera que se hazía aquel lavatorio, y de lo que la partera rezava entre que lavava a la criatura. Eran ciertas oraciones endereçadas a la diosa del agua que se llamava Chalchiuhitlicue Acabando que la partera cortava el ombligo a la criatura, luego la lavava, y lavándola hablava con ella y dezía, si era varón: "Hijo mío, llegaos a vuestra madre la diosa del agua llamada Chalchiuitlicue o Chalchiuitltlatónac. Tenga ella por bien de os rescebir y de lavaros; tenga ella por bien de apartar de ti la suciedad que tomaste de tu padre y madre; tenga por bien de limpiar tu coraçón y de hazerle bueno y limpio; tenga por bien de te dar buenas costumbres". Y luego la partera hablava con la misma agua y dezía: "Piadosíssima señora nuestra que os llamáis Chalchiuitlicue, Chalchiuitltlatónac, aquí ha venido a este mundo este vuestro siervo, al cual ha embiado acá nuestra madre y nuestro padre que se llama Ometecutli y Omecíoatl, que vive sobre los nueve cielos, que es el lugar de la habitación de estos dos dioses. No sabemos qué fueron los dones que trae; no sabemos qué le fue dado ante del principio del mundo; no sabemos qué es su ventura, con qué viene rebuelta; no sabemos si es buena y si es mala, qué tal es su mala fortuna; no sabemos qué daño o qué vicio trae consigo esta criatura, tomado de su padre y madre. Ya está en vuestras manos. Lavalda y limpialda como sabéis que conviene, porque en vuestra manos se dexa. Purificalda de la suziedad que ha sacado de su padre y madre, y las manzillas y suziedades llévelas el agua, y deshágalas, y limpie toda la suziedad que en ella hay. Tened por bien, señora, que sea purificado y limpiado su coraçón y vida, para que viva pacíficamente y asosegadamente en este mundo. Lleve el agua toda la suziedad que en ella está, porque esta criatura se dexa en vuestras manos, que sois Chalchiuhcíoatl y Chalchiuitlicue, Chalchiuhtlatónac, que sois madre y hermana de los dioses. En vuestras manos se dexa esta criatura, porque vos sola merecéis y sois digna del don que tenéis para limpiar desde antes del principio del mundo. Tened por bien, señora, de hazer lo que os rogamos, pues ha venido a vuestra presencia". Síguense otras oraciones con que la partera orava a la diosa del agua llamada Chalchiuitlicue y Chalchiuhtlatónac. Dezía ansí: "Señora nuestra, Chalchiuitlicue y Chalchiuhtlatónac, venido ha a vuestra presencia esta criatura. Ruégoos que la recibáis". Dicho esto, la partera tomava el agua, echava sobre ella su resuello, y luego la dava a gustar a la criatura. Y también la tocava el pecho con ella, y el celebro de la cabeça, a manera de cuando se pone el olio y crisma a los niños, y dezíala de esta manera: "Hijo mío muy amado", y si era muger dezía "hija mía muy amada", llegaos a vuestra madre y padre, la señora Chalchiuitlicue y Chalchiuhtlatónac. Tómeos ella, porque ella os ha de llevar a cuestas y en los braços en este mundo." Y luego metía en el agua a la criatura y dezía: "Entra, hijo mío -o hija mía-, en el agua que se llama matlálac y tuzpálac. Láveos ella; límpieos el que está en todo lugar, y tenga por bien de apartar de vos todo el mal que traéis con vos desde antes del principio del mundo. Vaya fuera, apártese de vos lo malo que os han apegado vuestra madre y vuestro padre". Y acabando de lavar a la criatura, la partera luego la embolvía, y cuando la embolvía, dezía lo que sigue: "¡Oh, piedra preciosa! ¡Oh, pluma rica! ¡Oh, esmeralda! ¡Oh, zafiro! Fuestes formada en el lugar donde están el gran dios y la gran diosa que es sobre los nueve cielos. Formóos y crioos vuestra madre y vuestro padre que se llama Ometecutli y Omecíoatl, muger celestial o hombre celestial. Has llegado a este mundo, lugar de muchos trabajos y tormentos, donde hay calor destemplado y frío destemplado, y vientos, donde es lugar de hambre y de sed, y de cansancio y de frío y de lloro. No podemos dezir con verdad que es otra cosa, sino lugar de lloros y de tristeza y de enojo. Ves aquí tu oficio, que es el lloro y las lágrimas, y la tristeza y el cansancio. Venido havéis, hijo mío muy amado -o hija mía muy amada-. Descansad, reposad en este suelo. Remédieos y provéaos nuestro señor, que está en todo lugar". Cuando la partera dezía estas cosas no hablava rezio, sino hablava como rezando baxo, y luego, hablando alto, llamava a la parida y dezíala:
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Capítulo 33 De cómo los chinanpanecas, que son Xuchimilco, Cuitláoac, Itztapalapan, etc., venieron en ayuda de los mexicanos Estando las cosas en la disposición que arriba se dixo, vinieron a socorrer a los mexicanos y tlatilulcanos, que todos estavan fortalecidos en el Tlatilulco, los chinampanecas, que es Xochimilco, Cuitláoac, Mízquic, Iztapalapan, Mexicatzinco, etc. Y venidos, hablaron al señor de México, que se llamava Cuauhtemoctzin, y a los otros principales que con él estavan. Y los capitanes habláronle, diziendo: "Señor nuestro, venimos a socorreros en esta necesidad, y para esto somos embiados de nuestros mayores, para pagar la deuda que devemos; y para esto hemos traído, y están aquí presentes, los mejores soldados que entre nosotros hay, para que ayuden por agua y por tierra." Oído esto, el señor de México y los demás dixeron: "En merced tenemos lo que los señores hazen de embiaros para nuestra ayuda. Aparejaos para pelear." Y luego diéronlos armas para con que peleasen; y diéronlos mucho cacao, y luego los pusieron en el lugar donde havían de pelear. Y puestos en sus lugares, todos començaron a pelear. Y los de Xochimilco començaron a robar para las casas donde estavan solamente las mugeres y niños y viejas, y mataron algunas mugeres y niños y viejas, y otros metieron en las canoas para llevarlos como esclavos. Algunos soldados de los mexicanos vieron lo que pasava y dieron aviso a los capitanes; y luego fueron contra ellos por agua y por tierra y començaron a matar en ellos y aprehenderlos. A todos los destruyeron y mataron. Y de las mugeres y niños y viejas que havían captivado, y el robo, no llevaron nada. Los españoles se recogieron a sus estancias después de la pelea. Y a los de Xuchimilco y Cuitláoac y Mexicatzinco y Itztapalapan, etc., que captivaron, lleváronlos delante de Cuauhtemoctzin, que estava en un lugar que se llamava Yacaculco, donde está agora una iglesia de Sancta Ana, en el Tlatilulco. Y dixeron a Cuauhtemoctzin y Mayehuatzin la traición que hazían los de Xuchimilco y Cuitláoac. Y el Mayeoatzin, señor de Cuitláoac, reprendió a aquellos que havían hecho mala obra. Y Cuauhtemoctzin dixo al Mayeoatzin: "Hermano, haz tu oficio. Castiga ésos que han pecado." Luego el Mayeoatzin començó a matar en ellos, y el Cuauhtemoctzin le ayudó Mataron cada uno de ellos cuatro, y a todos los demás que havían captivado los mexicanos mandáronlos matar en los cúes de los ídolos. Murieron en todos los cúes de los muchos cúes. Por esta causa los mexicanos tomaron gran enojo contra los de Xuchimilco, y dixeron: "Estos de Xuchimilco moran entre nosotros y espíannos y avisan a los de su pueblo de lo que nosotros hazemos. Mueran." Y como haviendo determinado de matarlos, todos començaron a sacarlos de sus casas: hombres y mugeres, viejos y viejas. Y a todos los mataron sin dexar nadie, por odio de aquellos que havían hecho la traición so color de ayudar. Dende a dos o tres días, vinieron dos vergantines por hazia la parte de Tlatilulco, que se llama Yauhtenco, y vinieron en ellos españoles solos, sin ningunos indios otros. Y como arribaron, luego saltaron en tierra; en tierra luego començaron a pelear, arrojar saetas y pelotas. Y los soldados de Tlatilulco agaçapávanse y ascondíanse detrás de las paredes y de las casas. Y los capitanes estavan mirando cuándo seria tiempo; començaron a dar grita para començar la pelea.
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Capítulo 33 Aquí tratará en este capítulo siguiente de las guerras <que> ubieron los mexicanos los de Ahuilizçapan, que agora es Oriçaba, y los de Yxtehuacan y chichiquiltecas y Macuilxochitlan, y su destruiçión y serbidumbre Enbiando Monteçuma a sus mensajeros en los pueblos a las orillas de la mar, ueçinos en Çempoalla y a Quiahuiztlan, los quales <en>biauan con mensaje de los señores Monteçuma y Çihuacoatl Tlacaeleltzin, díxole: "<En>biemos y bayan n<uest>ros mensajeros prençipales al rrey de Cuetlaxtlan que se llama Tlehuitzitl y al de Quiahuiztlan. Dezildes de n<uest>ra parte <que> les saludamos e que 37v les rrogamos nos hagan merçed de algunas conchas galanas y tortugas y perlas para beer y gozar la grandeza de sus pueblos, y que la turtuga benga biua". Y luego, bisto el mandato de Monteçuma, fueron algunos conquistadores tequihuaques y maestres de campo (achcacauhtin) y otros prençipales de mucha cuenta y de balor. Y así, fue por el mayoral de ellos Tlaatocanenenqui y tequihuaques conquistadores y mayorales achcacauhtin. E llegados al pueblo <que> llaman Orizaua, Ahuilizapan, rresçibiéronlos con benibolençia y paz, diéronles aposentos en el palaçio de tecpan e les dixeron: "Señores mexicanos, ¿qué es lo que abéis de hazer o a qué bais a los pueblos de Cuextlam y en los de Çempoalla?" Rrespondieron los mexicanos <que> yban a pedir turtugas, caracoles, pescado, ostias marinas. Dixeron los de Orisaua: "¿Quántes bezes abéis ydo a pedir estas cosas allá?" Dixeron los mexicanos: "Esta uez bamos y no más". Llegados los mexicanos a Cuetlaxtlan, fueron a hablar al prençipal de allí, llamado Çe Atonal teuctli, y el otro se llamaua Tepeteuhtli, e les dixeron que yban a Çenpoalla a pedir las tortugas, pescado, camarones blancos, caracoles y lo demás. Y estauan allí algunos tlaxcaltecos, prençipales de Tlaxcalam, que estauan con el prençipal de Cuetlaxtlan, e rrespondieron los tlaxcaltecas atreuidamente y dixeron al rrey de Cuetlaxtlan y Çempoalla: "¿A qué fin bienen a pedir los mexicanos estas cosas, no abiendo para qué, pues sois libres de dar a nadie tributo de estas cosas? ¿Por bentura bosotros soys esclauos o tributarios de los mexicanos? ¿Sois bençidos de ellos en guerra? Pues no es así, luego abéis de mandar matar a estos mexicanos mensajeros". Y conformados los prençipales de la costa con los tlaxcaltecas, mataron a los mexicanos mensajeros y asimismo mataron a todos los tratantes mercaderes, porque no trujesen las nueuas a Mexico Tenuchtitlan. Y hecho esto, dixerom los tlaxcaltecas: "Señores de las costas, si binieren los mexicanos a esta bengança, dad abiso al ymperio y señorío de Tlaxcala, <que> luego bernemos al socorro y aun a la destruiçión de los mexicanos". Y así, murieron los mexicanos, que algunos de ellos dieron alcançe en Quiahuiztlam, otros <en> términos de Tlaxcala, de los mercaderes <que> heran y tratantes. Y con esto, dieron los prençipales de la costa a los tlaxcaltecas esmeraldas, piedras de balor, chalchihuitl, preçiada plumería, oro en cañutillos, papel de la tierra (cuauhamatl), cueros de tigueres, leones, plumería de aues pequeñas muy galanos, xiuhtototl, tlauhquechol, tzinitzcan, çaquan, quetzalhuitzil, cacao, mantas de todo género, rricas. Llegados los tlaxcaltecas a su tierra, cuentan a su rrey lo proçedido contra los mexicanos y presentan las dádiuas y quedaron con acuerdo de dar fauor y ayuda a los prençipales de las costas como a hermanos confederados en uno. Algunos de los mercaderes de estraños pueblos escaparon de la muerte. Llegados a Mexico Tenuchtitlan, cuentan al rrey Monteçuma lo susçedido por ynterçesión de los tlaxcaltecas. Oydo por Monteçuma y Çihuacoatl Tlacaeleltzin, rrespondiéronles a los mensajeros que descansasen y, preguntádoles que de dónde eran naturales, rrespondieron que de Yztapalapan. 38r El rrey Monteçuma les hizo dar como de bestir mantas galanas, pañetes labrados, cacao, pinole, chian, frisoles, e luego llamó a Çihuacoatl el rrey Monteçuma, díxole: "¿Qué os a paresçido de esta mala nueua? No es cosa sufridera". Rrespondió el Çihuacoatl, díxole: "Señor, no me paresçe esto bueno, que ansí se ayan muerto buestros leales basallos, hermanos, n<uest>ros soldados balerosos, con tanta traiçión y crueldad, y es menester para esto luego poner toda calor <en> la benganza de sus muertes, con baleroso exérçito y campo formado, por causa de sus baledores los tlaxcaltecas. Y no es menester para esto darles abiso, sino yr luego sobre ellos y a fuego y sangre la bengança, porque lo que yban a pedir y demandar de n<uest>ra parte no era para nosotros, sino ofrenda al tetzahuitl Huitzilopochtli, que a él se le hizo esta ofensa, agrabio, y no a nosotros. Y así, es menester <que> luego con toda presteza se haga gente y <en> todas n<uest>ras partes, lugares y pueblos <que> están dedicadas a este ymperio mexicano, pues a todos en general toca el daño <rr>ceçibido de ellos". Y así, con esto Monteçuma mandó luego llamar a los capitanes y general del campo mexicano. Binieron Tlaacateccatl y Tlacochcalcatl, Ticocnahuacatl, Tocuiltecatl, Tezcacoacatl, con todos los demás prençipales, capitanes y soldados, adelantados, cuachicme y otomies, ansí nonbrados por ser tan balerosos en campos de la guerra, yntitulados por el rrey con este rrenonbre, <que> luego, dentro de çinco días, an de caminar con balerosa armada para los pueblos de Ahuilizapan, Cuitlaxtlan y Cuextlan a la destruiçión a fuego sangre, sin rremisión alguno. <En>tendido el mando de los señores capitanes y del general, dieron abiso a todos los barrios y mandones de Mexico Tenuchtitlam, abiéndoles a los mançebos y casados, otros solteros, grandes parlamentos, oraçiones a la guerra tocantes, dándoles baleroso ánimo, a donde abían de conseguir onrra y prouecho y adquerir esclauos, rriqueza. Y luego començaron adereçar sus armas y su matalotaxe y los que lo abían de lleuar cargados y el premio de su trauajo. E luego <en>biaron a llamar al señor de Aculhuacam, Neçahualcoyutzin, y al de Tacuba, Totoquihuaztli. Llegados los mensajeros a estos señores, dada su <en>baxada con la rretórica conbiniente, después de les aber dado de comer y beuer, les dieron rropas galanas, braçeletes comunes, plumería, lana, pañetes, y luego se pusieron en camino. Y llegados a la çiudad e ymperio mexicano, hecho rreuerençia a Monteçuma y a su consejero Çihuacoatzin Tlacaelel, explicada la palabra del Monteçuma a estos señores y las causas y rrazón de hazer esta guerra a los de las costas de Orisaua, Cuetlaxtlan, Çempoala, Cuextlan y aber muerto con tan gran traiçión a sus hermanos y basallos los mercaderes de todas partes y lugares, en espeçial a sus <en>baxadores prençipales mexicanos, "y es menester que con la breuedad posible mandéis <en> u<uest>ros pueblos y sujetos aperçibir toda la más gente que ser pueda de mançebos esforçados, balientes en armas, con todo género de sus armas y el bastimento en cantidad, por ser el biaxe algo largo, que es a las orillas de la Gran Mar del Çielo, y a de ser día situado con cuenta y rrazón, sin exçeder en cosa alguna". Por los señores Neçahualcoyotzin y Totoquihuaztli <en>tendidos, fueron de 38v dello muy contentos y, despedidos de Monteçuma, les hizieron dar como de merçed muchas rropas de las mui galanas, cotaras doradas, plumería, braçeletes de oro, como a tales señores pertenesçía. Llegados a sus tierras, explican su enbaxada a los mayorales capitanes, el mando de Monteçuma y señores de Mexico, con la breuedad posible, que el biaxe a de ser <en> las costas de la mar de Orisaua, Cuetlaxtlan, Çempoala, tecoacas, y el matalotaxe doblado y tamemes cargadores de armas y comida.
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Capítulo 33 Del razonamiento que hazía la partera a la rezién parida, y de las gracias que los parientes de la parida hazían a la partera por su buen trabajo, y de lo que la partera responde, donde hay muy esmerado lenguaje, en especial en la respuesta de la partera Hija mía muy amada, muger valiente y esforçada. Havéislo hecho como águila y como tigre. Esforçadamente havéis usado en vuestra batalla de la rodela; valerosamente havéis imitado a nuestra madre Cioacóatl y Quilaztli, por lo cual nuestro señor os ha puesto en los estrados y sillas de los valientes soldados. ¡Oh, hija mía, águila! Havéis hecho todo vuestro poder; havéis puesto todas vuestra fuerças para salir con esta empressa de madre. Esforçaos poco a poco. Esperemos lo que querrá nuestro señor, que está en todo lugar: si por ventura la muerte vuestra y la de vuestra criatura distarán la una de la otra, durando más el hijo que la madre, o por ventura vivirá vuestro hijo y vos iréis delante, o por ventura, ansí chiquitico como es, lo llamará el que lo hizo, por ventura te lo llevará para sí. Mira, hija, que no te ingrías porque tienes hijo. Teneos por digna de haverlo rescebido. Rogad siempre a nuestro señor con lloros que le dé vida. En haviendo ya acabado su obra, la partera sentávase luego cabe las viejas, y luego una de las viejas parientas de la rezién nacida sentávase frontero de ella, y començava a saludarla, dándola gracias porque havía bien salido con su obra. Dezía de esta manera: Señora y hija muy amada, y persona muy preciosa, prósperamente havéis obrado. Havéis ayudado a la señora Cioacóatl y Quilaztli. Todos estamos muy contentos y gozosos porque ha venido a luz; ha salido al mundo la criatura de nuestro señor, que ya ha muchos días que estamos esperando que nuestro señor nos la diesse, y estávamos esperando qué fin havría este negocio y en qué manera obraría Cioacóatl Quilaztli. ¿Qué hiziéramos si no huviera sucedido prósperamente el parto de nuestra hija? ¿Qué hiziéramos si muriera ella juntamente con lo que tenía en el vientre? ¿Qué pudiéramos dezir, o qué pudiéramos hazer, o a quién nos pudiéramos quexar? Y pues que nuestro señor dios nos ha hecho grandes mercedes en que el parto fue bueno, ya vemos con nuestros ojos la piedra preciosa y la pluma rica. Y ha llegado como de lexos, pobrezita y fatigada. No sabemos si vendrá a colmo; no sabemos si vivirá algunos días, o si no, porque esto nos está tan dudoso, como lo que soñamos durmiendo. Pues cualquiera cosa que nuestro señor haga de la criatura, vos havéis hecho bien vuestro oficio. Descansad y tomad plazer. Haga su voluntad nuestro señor. Esperemos lo que querrá hazer mañana o ese otro día. No sabemos lo que será de nosotros ni de la criatura que nació, mañana o ese otro día. Seáis muy dichosa, señora preciosa. No quiero más alargarme en palabras por no dar fastidio a vuestra cabeça ni a vuestro estómago. Y viváis muchos días y en mucho contento. Nuestro señor os dé todo asosiego y paz. Responde la partera, y dize: Señoras nuestras de gran valor. Aquí estáis sentadas por la voluntad de nuestro señor, que está en todo lugar. Bien he visto el trabajo que havéis tenido todos estos días pasados, que ni havéis dormido ni reposado, esperando con mucha angustia el sucesso del parto, y lo que nuestra madre y señora Cioacóatl Quilaztli haría en este negocio. Ansimismo esperávades con angustia y trabajo cómo se esforçaría, cómo se havría varonilmente vuestra hija tiernamente amada. Esperávades con mucha angustia cómo saldría y cómo echaría fuera lo que tenía en el vientre, cosa muy pesada y cosa muy lastimosa, y aun cosa mortal. Por cierto, este negocio es como una batalla en que peligramos las mugeres, porque este negocio es como tributo de muerte que nos echa nuestra madre Cioacóatl Quilaztli. Pero doy muchas gracias agora a nuestro señor porque ha tenido por bien que medianamente esta moça ha echado aparte al niño, muy amado hijo, y porque nuestra hija valerosamente se ha esforçado. Nuestro señor echó aparte este negocio prósperamente por su voluntad. Dichosa ha sido vuestra hija, moça tierna, y también su marido muçuelo. Aquí en vuestras presencias ha nacido la criatura de nuestro señor, que es como una piedra preciosa y una pluma rica, en cuya cara havéis ya puesto vuestros ojos. Es, por cierto, este niño como una planta o como una provena o mugrón que dexaron echada sus abuelos y abuelas; es como un pedaço de piedra preciosa que fue cortado de los antiguos, y ha muchos días que murieron. Hánosla dado nuestro señor a esta criatura, pero no tenemos certidumbre, sino como de un sueño que soñamos. Ya ven nuestros ojos lo que ha nacido: es como una piedra preciosa y es como una pluma rica que ya ha brotado en nuestra presencia. Lo que puedo agora afirmar es que nuestro señor Quetzalcóatl, que es criador, ha puesto una piedra preciosa suya y una pluma rica suya en este polvo y en esta casa pobre, hecha de cañas; puedo también dezir que ya ha adornado vuestra garganta y vuestro cuello y vuestra mano con un joel de piedras preciosas y de plumas ricas de rara preciosidad, y que raramente se halla ni aun a comprar. Puedo dezir que ha puesto en vuestras manos un manoxito de plumas ricas, que se llama quetzalli, de perfecta hechura y de perfecta color. Y en agradecimiento de este tan gran beneficio conviene que respondáis con lloros y con oraciones devotas a nuestro señor, que está en todo lugar. Suspirad y llorad hasta saber su voluntad, si por ventura vivirá esta piedra preciosa y esta pluma rica de que agora hablamos, como soñando, la cual no sabemos si crescerá y se criará, y si vivirá algunos días o años, o si será imagen y retrato, y honra y fama de los viejos y viejas que ya pasaron, de los cuales desciende. No sabemos si por ventura resuscitará la suerte y levantará la cabeça de sus abuelos y abuelas. Desseo, señores míos, que veáis y en vuestra presencia acontezca, y con vuestros ojos contempléis, en qué estado le pondrá nuestro señor. No sabemos si nuestro señor nos ha dado una maçorca de maíz aneblada de que no hay provecho ninguno; no sabemos si es una cosa inútil lo que nos ha dado; no sabemos si tamañito y ternezito como agua lo llevará nuestro señor para sí, y lo llamará y vendrá por él el que lo hizo. Señoras mías, bienaventuradas, orad con todas vuestra fuercas y suspirad, y presentaos a nuestro señor, que está en todo lugar. No plega a dios que os acontezca alguna presumpción o altivez interior en que penséis que por vuestros merecimientos os ha sido dado este niño. Si esto fuere assí, nuestro señor verá vuestros pensamientos y os privará de lo que os ha dado, y os desatará de la garganta la piedra preciosa que os havía dado. Seáis, señores míos y hijos míos, muy prósperos y muy bienaventurados. Solamente barvariçando y tartamodeando y con desorden he dicho esta respuesta de las palabras paternales y maternales con que me havéis hablado. Deséoos mucho descanso y mucho reposo, el cual tenga por bien de os dar nuestro señor, y de hazeros muy bienaventurados, como a señores míos de gran valor. Yo desseo.
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Capítulo 34 De cómo los indios mexicanos prendieron quinze españoles Dezían los capitanes: "¡Ea, pues, mexicanos! ¡Ea, pues, mexicanos!" Luego començaron todos a tocar sus trompetas y a pelear con los españoles. Y llevavan de vencida a los españoles; y prendieron quinze españoles. Y los españoles huyeron con los vergantines a lo alto de la laguna. Y a los presos quitaron las armas y despojáronlos, y lleváronlos a un cu que se llama Tlacuchcalco. Allí los sacaron los coraçones delante del ídolo que se llamava Macuiltótec. Y los otros españoles estavan mirando desde los vergantines cómo los matavan. Otra vez vinieron dos vergantines al barrio que se llama Xocotitlan, y como llegaron a tierra, saltaron en tierra por el barrio adelante peleando. Y como vio aquel capitán indio, que se llamava Tzilacatzin, que entravan peleando, acudió a ellos con otra gente que le siguió, y peleando los echaron de aquel barrio y los hizieron acoger a los vergantines. Otra vez vinieron dos vergantines al barrio que se llama Coyonacazco, y saltaron en tierra los españoles y començaron a pelear. Venía allí por capitán Rodrigo de Castañeda. Començaron a echar saetas. Y Castañeda mató a uno con una saeta, y saltaron con él ciertos soldados indios y dieron con él en el agua, y estuvieron a punto de matarle, sino que se escapó asido de un vergatín. Estava otro vergatín de los españoles en el lugar que se flama Tetenanteputzco, cerca de aquella iglesia que se llama Sancta Lucia; otro vergatín estava en el barrio que se llama Totecco, que es cabe la iglesia de Concepción. Estos vergantines estavan en el agua, aguardando tiempo. Estavan todo el día allí, y a la noche se ivan. Y dende a tres o cuatro días determinaron entre sí los españoles de darnos guerra por allí. Entraron por el camino que se llama Cuauecatitlan, que va derecho hazia donde venden la sal; ivan tantos indios y españoles que no cabían por el camino, porque de una parte y de otra havía agua, y echaron tierra y adoves y maderos para poder mejor pasar. Y como huvieron ensanchado el camino, luego començaron a entrar por el camino en orden de guerra, con su bandera delante y tocando el atambor y pífano. Y venían tras ellos todos los indios de Tlaxcalla y de otros pueblos, que eran amigos. Entraron los españoles con mucha fantasía que no tenían en nada a los mexicanos, y los tlaxcaltecas y otros indios amigos ivan cantando. Y También los mexicanos cantavan de la misma manera, según que solían hazer en las guerras. Y como llegaron a un barrio que se llama Tliloacan, que es agora Sanct Martín, los soldados tlatilulcanos estavan ascondidos y agaçapados por temor del artillería, esperando la pelea y la grita de sus capitanes que mandasen pelear. Y como oyeron el mandato, luego arremetió a los españoles aquel capitán tlatilulcano que se llamava Tlapanécatl Ecatzin. Y començó a dar vozes esforçando a los suyos, y aferró con un español y dio con él en tierra, y tomáronle los otros soldados que ivan con este Tlapanécatl Ecatl.
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Capítulo 34 Prosigue en este capítulo el acauado fin de las guerras de Orisaua y Cuetlaxtlan, Çempoala por las muertes de los <en>baxadores de Monteçuma a ellos y muertes de sus mercaderes tratantes <en> las costas y fin de ellos Los mexicanos juntos en el palaçio de Monteçuma, estando presentes los capitanes Tlacateecatl, Tlacochcalcatl, Tiçocnahuacatl, Tlilancalqui y tanbién Cuauhnochtli, díjoles este parlamento: "Manda n<uest>ro caro y amado hijo Monteçuma que an començado guerra los naturales de la costa de la mar, los de Ahuilizapan, Cuetlaxtlam, Çempoala, que luego se adereçen los balerosos soldados y los demás mançebos nobeles, començantes en guerra, bisoños, <que> bayan y exerçiten sus fuerças en ellos y se tome bengança de la gran crueldad de ellos usada con n<uest>ros hermanos, padres mexicanos prençipales, <en>baxadores que allá abían ydo con <en>baxada del rrey Monteçuma, y de las muertes de los demás mercaderes tratantes de Mexico y otros pueblos a esta corte suxetos, y luego os adereçéis, aperçibáis buestras armas y todo lo nesçesario a esto conbiniente. Y antes de todas cosas, para el rruego de n<uest>ra bitoria, coxed bisnagas, puntas de magués, hazed en buestras personas penitençia ante el templo y dios Huitzilopochtli, sacaos sangre de las orejas, por el <en>tender con ellas la manera que a de ser adorado y rreuerençiado, y la lengua, para explicar con ella con humildad n<uest>ra bitoria y benganza de n<uest>ros enemigos, y los braços, molledos, para que en ellos os dé esfuerço y balentía para sojuzgar en guerra a buestros enemigos y traigáis atados a los enemigos para su sacrifiçio". Y con esto, los mayordomos (y calpixques) de los pueblos dieron a sus barrios maíz para hazer bizcocho (tlaxcactutopochtli), pinol, chile molido, chian, frisol y todo lo a ello pertenesçiente para <en> tal menester, para çierto día señalado de su biaje y camino. Y a los mayorales dieron mantas delgadas de nequén, blancas, para el sol y camino (tonalayatl), cactli (cotaras), esteras, tiendas y aoxacalli, para los capitanes, de cohollos de tule (quiyotlacuextli), y de cuero de benados, y basos, xícaras, tecomates, metates de moler, ollas, comales, molcaxetes, texolotl y mantas gruesas y de colores <que> mandaron lleuar y lleuaron los mayordomos (calpixques) del almazén de Monteçuma; y ellos, los mayordomos, personalmente fueron a esta jornada con otras muchas mantas y comidas <que> lleuaron los calpixques con mucha cuenta y rrazón para dar dello descargo cada <que> la pidieren los hazedores de Monteçuma, y las más preçiadas rrodelas doradas, espadartes (maaccuahuitl) de nabaxa y pedernal agudo. Y si llegauan con bitoria de las guerras, tenían guardadas los mayordomos 39r las dádiuas y merçedes que hazían a los capitanes de trançaderas de cuero coloradas y doradas, plumería, braçaletes de oro, beçoleras, orejeras de oro, colgaderos de espadartes colorados, berdes, azules, doradas, de cuero doradas, <que> sirben de talabartes. Y todo esta Monteçuma a<n>tes y después de yr y benir de las guerras para darles mayor ánimo y esfuerço, con otros muchos prometimientos. Y con esto partieron de Tenuchtitlan Mexico el exérçito mexicano. Y <en> los pueblos <que> llegauan <en>biauan dos días antes sus mensajeros a los prençipales <que> les benían a rresçibir con los bastimientos, comidas nesçesarias al campo y luego los de los tales pueblos lleuauan asimismo su campo, gente y armas con brauas diuisas espantosas de tigueres, leones, sus cueros, que propiamente paresçían biuos, y al partir su biaxe hazían merçedes los prençipales de los tales pueblos <que> llegauan a los capitanes mexicanos de muchas rropas y armas, bastimentos, y luego yban prosiguiendo siempre su biaxe y, en concluçión, hasta llegar a los términos de los pueblos de Orisaua, Cuetlaxtlan y los demás, que ya ellos estauan sobre abiso, hechos sus torres, aluarradas, fosos y otras fortalezas para se aprouechar y baler en ellos. Y nunca jamás estos mexicanos quando caminauan para guerras jamás les faltó en los caminos bastimentos nengunos, porque eran tan temidos de todos los pueblos que llegauan <que> luego eran muy bien <rr>esçibidos. Y quando caminauan con exérçito por los caminos y pueblos uno ni nenguno paresçía hombre ni muger que no estubiesen ençerrados en sus casas de temor y espanto de ellos. Y si caso topauan algunas personas o mercaderes o labradores por caminos, les despoxauan de quanto lleuauan hasta dexarlos en cueros. Y en los pueblos que no los salían a rresçibir, llegados al d<ic>ho pueblo, lo destruían y rrobauan, destroçando las troxas de maíz, gallinas, hasta los perros les matauan. Llegados a estos términos de Orisaua, Ahuilizapan, comiençan luego de asentar su rreal y poner tiendas, fortalecerse fuertemente. Luego armauan una gran tienda que llaman yaotonacalco, que es como almazén rreal del rrey, adonde están las armas y matalotaxe para todo el tiempo que dura la guerra. Y siempre y a la continua yban de Mexico y de los pueblos que de allí fueron soldados con bituallas de rrefresco, unos en pos de otros. Y al tiempo del conbatir les dan a los soldados a cada uno del d<ic>ho almazén una libra de bizcocho (tlaxcaltotopochtli) del rrey y puñado de pinole y luego les dize su parlamento poniéndoles por delante la onrra de la bitoria y onrra propia del rrey y de su dios Huitzilopochtli, olbidándoles todo temor, dándoles balero ánimo a todos. Y antes de entrar en campo, todos a uno se ynbixan con color para que se conozcan los unos y los otros, poniéndose todos por su orden en rringlera que el general les ordena, <en>tretexidos los capitanes entre los noueles bisoños para mostrarles a pelear y tener ardid y ánimo y acometer con furia, braueza y presteza <en>tre los enemigos. Y todos a una alçan una grita, un alarido <que> los suben a los çielos y acometen tan furiosamente que <en> un día todo los bençieron, mataron, desbarataron a los de Ahuilizapan, y otro día a los otros dos o tres pueblos confederados con el mayor, hasta el pueblo que llaman Chichiquilam y Teoyxhuacan y Quimichtlam y Tzactlam y Macuilxochitlam y Tlatictlam y Oçeloapan, finalmente a todas los 39v los pueblos de las costas de la Mar del Oriente de Chalchiuhcueecan, que agora es San Juan de Lúa y la Bera Cruz, hasta llegar a Cuetlaxtlan. Comiençan a matar moços, biexos, moços, niños, mugeres, criaturas de cuna, que era la mayor lástima y conpasión del mundo beer tanta crueldad en niños y mugeres, biexos, biexas. Alçando bozería todos los prençipales de Cuetlaxtlan: "Señores n<uest>ros, balerosos mexicanos, çesen ya buestros balerosos braços y la braueza de buestros coraçones. Condoleos de tantas criaturas, biexos, biexas, mugeres, criaturas de cuna <que> ya acaban de morir en buestra manos, que nos ofresçemos a dar de tributo a la corte mexicana con esmeraldas, piedras rricas de chalchihuitl y de lo menudo en poluo (teoxihuitl), y todo género y suerte de plumería de los más supre<m>os de balor del mundo, cacao y mantas de mucho balor y teonacaztle, cacao pardo para el espuma del ueuer, ámbar cuaxado y de la mar y de minas; y las mantas que diéremos an de seer de a diez braças de largo cada pierna; y todo género de pescado y comidas y asimismo todo género de fruta que en Tenuchtitlan se a bisto ni comido. Todo esto prometemos de dar, guardar y cumplir". Y con esto, fueron contentos los mexicanos y çesó la cruel matança que hazían los soldados. Y con esto y con la seguridad <que> les dieron, binieron todos a la obidiençia y todos los mayorales lleuaron a su palaçio a los capitanes y balerosos en el pueblo de Cuetlaxtlan y dádoles de comer de todo género de comida y frutas, abes y pescado. Y luego tras esto, les dieron el tributo adelantado, <que> fueron piedras chalchihuitl muy rricas, de todo género de piedras y cueros de animales adouados, de tiguere, de león, onça. Y les dixeron los mexicanos a los de Cuetlaxtlan y Çenpoalla y Cuextlan y a todos los demás prençipales de los otros pueblos <que> yban a dar la rrespuesta al que asiste, guarda, ampara, defiende el ymperio mexicano de la gran laguna tular y cañaueral, que es el rrey Monteçuma y su corte ymperio, ya baledores suyos. Y así, despedidos los unos y los otros, se boluieron los mexicanos al ymperio de Tenuchtitlam Mexico. Llegados a la parte <que> llaman Acachinanco, a la <en>trada de la çiudad, por mandato de Monteçuma, salió todo el senado a rrescibir el campo, como suelen quando llegan, por su orden y conçierto, cada estado y balor aparte conforme al meresçimiento de cada uno, los biexos delanteros con sus basillos de piçiete y <en> las manos braseros y sahumando a los capitanes en loor y alabança de la bitoria abida. Caminando derecho al gran cu del templo de Huitzilopochtli; y, hecha su oraçión, se han luego a hazer su rreuerençia al rrey Monteçuma y a todo el senado. Y luego llamaron a todos los calpixques (mayordomos), <que> son muchos, de cada pueblo sujeto un calpixque, les fue mandado por el rrey Monteçuma que tubiesen en grandísima guardia y cuidado de aquellos cautiuos, que no pereçiesen de hambre, <que> los rregalasen para quando fuesen menester al gran sacrifiçio de Huitzilopochtli. Y luego mandó que se hiziese casa y despensa de los tributos que abían de traer los de los pueblos de Cuetlaxtlan, Çenpoalla, Cuextlan. Otro mayordomo fue a los dichos pueblos para este tributo, como <en> todos los demás pueblos, que en Mexico abía un mayordomo, otro en el mesmo pueblo para mayor suxeçión y basallaxe. Y así, con esto, fue Pinoteuctli, mayordomo, a Cuetlaxtlan y a 40r y a Çempoala y a Cuextlan y, hablado a los prençipales dellos con mucha cortesía y amor, rrespondieron los prençipales Tepeteuctli y Çe Atonal y luego le dieron una prençipal casa y començó dende a pocos días a rrecoger el rreal tributo de las piedras esmeraldas, mantas y todo lo demás que prometieron de dar de tributo cada un año al rrey Monteçuma.
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Capítulo 34 Que entre los señores principales y mercaderes usavan, los unos a los otros, dar la enhorabuena del primogénito, embiando dones, y quien de su parte hablase a la criatura, saludándola, y a la madre y padre y abuelos. Embiavan a hazer esto a algún viejo honrado, sabio y bien hablado, el cual primeramente hablava al niño con lenguaje muy tierno y amoroso, lleno de mil dixes. Esto hazían por dar contentamiento a los padres y abuelos del niño Después que ya se sabe que la señora N parió, luego los amigos y parientes de los pueblos circunstantes van a visitar al niño y a la madre y a los parientes. Y primeramente en la visitación hablan al niño rezién nacido, y para saludarle descúbrele la madre para que esté patente al que le habla. Si es hijo de señor o persona muy principal de genealogía de grandes señores, o si es generoso, dízele de esta manera si es varón el que habla y viejo principal: "¡Oh, nieto mío y señor nuestro, persona de gran valor y de gran precio y de gran estima! ¡Oh, piedra preciosa! ¡Oh, esmeralda! ¡Oh, zafiro! ¡Oh, plumaxe rico, cabello y uña de alta generación! Seáis muy bien venido; seáis muy bien llegado. Havéis sido formado en el lugar más alto donde habitan los dos supremos dioses, que es sobre los nueve cielos. Hannos hecho de vaciadizo, como una cuenta de oro; hannos agujerado como una piedra preciosa muy rica y muy labrada vuestra madre y vuestro padre, el gran señor y la gran señora, y juntamente con ellos nuestro hijo Quetzalcóatl. ¡Ay, dolor que havéis sido embiado a este mundo, lugar de cansancios, lugar de fatigas, lugar de dolores, lugar de descontentos, lugar donde está el sumo trabajo, y de suma aflición, donde los dolores y afliciones se enseñorean y se glorifican! ¡Ay, dolor que has venido a este mundo no para gozarte, ni para tener contento, sino para ser atormentado y afligido en los huessos y en la carne! Havéis de trabajar y havéis de afanar y havéis de cansaros. Para esto havéis sido embiado a este mundo. Bien sabemos que fuistes adornado y compuesto de dones ante de la creación, para ser estimado y amado. Muchos días ha, señor mío, que havéis sido desseado, y no solamente días, pero años. Todo este tiempo pasado lloravan y suspiravan por vos vuestros basallos y siervos y los de vuestro reino. Por ventura el pueblo o señorío o reino merecerá gozaros algún tiempo; por ventura verá y reverenciará algunos días o años vuestra cara, y os posseerá como prestado; por ventura havéis sido embiado para llevar a cuestas a la república, y para guardar y para concertar el reino de aquel que está en todo lugar; por ventura vos, señor, tomaréis la carga que dexaron nuestros señores los príncipes y senadores y señores que pasaron y que regieron y governaron y pacificaron este reino a nuestro señor. Vos havéis, señor, de poner el hombro y las espaldas para llevar sobre vos al pueblo y a la república; vos havéis de sufrir el trabajo; vos havéis de sentir el cansancio de esta carga -havéis de ser el que la ha de llevar a cuestas-; vos havéis de hazer sombra y amparo, y debaxo de vuestro govierno y a vuestra sombra ha de estar toda la república o reino. ¡Oh, sereníssimo señor nuestro, persona de gran valor! ¿Por ventura seremos dignos? ¿Por ventura mereceremos que os tengamos como prestado algún día? ¿Por ventura merecerá el pueblo, señorío o reino, gozar de vos? ¿O por ventura no? Por ventura no tiene merecimiento alguno, ni es digno de os gozar; por ventura tamañito como estáis os haréis pedaços como piedra preciosa o os quebraréis como plumaxe rico. ¡Oh, señor muy valeroso, piedra preciosa y pluma rica! Señor nuestro, por ventura tamañito como estáis vendrá por vos vuestro padre, el que os crio; por ventura será ésta su voluntad; por ventura quedará el reino en soledad; por ventura quedará en tinieblas; por ventura quedará yermo si esto ya dicho haze: nuestro señor. ¡Oh, señor nuestro muy precioso, persona de gran valor! Seáis en hurabuena venido; seáis muy bien llegado. Reposad, descansad, pues havéis venido tan desseado". Y luego el orador endereça su plática y oración a la señora rezién parida, y dize de esta manera: "¡Oh, señora nieta y hija mía, paloma y donzella muy tierna y muy amada! ¿Cómo estáis? ¿Qué sentís? Gran fatiga havéis padecido; gran trabajo havéis tenido; gran fatiga havéis pasado. Havéis ayudado, havéis os igualado, havéis imitado a vuestra madre la señora Cioacóatl Quilaztli. Muchas gracias hazemos a nuestro señor al presente, porque ha tenido por bien que veniesse y saliesse a luz esta preciosa piedra, este rico quetzal. Llegado ha la uña y el cabello de nuestros señores que ya fallescieron, que ya se fueron. Brotado ha y florescido ha su planta y su generación de los señores cónsules y reyes. Salido ha, manifestádose ha la espina de maguey y la caña de humo, la cual dexaron plantada profundamente nuestros señores y reyes passados, que fueron famosos y valerosos. De vos, señora, ha coxido una piedra preciosa; de vos ha tomado un plumaxe rico nuestro hijo Quetzalcóatl. Sea nuestro señor alabado porque con prosperidad apartó de vos el peligro y la batalla con que peleastes contra la muerte en el parto. Por ventura os sobrepujará en días el niño nacido; por ventura será la voluntad de nuestro señor que viva, o por ventura morirá él primero; por ventura, tierno como está, hará pedaços el señor del mundo a esta piedra preciosa, a este sartal de piedras preciosas; por ventura nos le vendrá a tomar, por ventura nos le vendrá a llevar el que le crio; por ventura passará de repente delante los ojos de su reino o señorío y nos dexará como burlados por nuestros pecados, que no le merecemos gozar. ¡Oh, hágase la voluntad de nuestro señor! Haga él lo que fuere servido. Pongamos en él toda nuestra esperança. Pienso, señora, que os doy fatiga y os doy causa de pesadumbre. No querría seros causa de alguna mala disposición o algún accidente, o dolor o trabajo, como aún estáis enferma. Desseo, señora, vuestra vida y prosperidad por muchos tiempos, porque sois señora de gran valor. Esto poquito de barbarismo y de tartamodear he pronunciado con desorden y desconcierto para saludaros y para daros el parabién. Seáis bienaventurada y próspera, señora nuestra muy amada". Dicho esto, el orador luego endereçava su oración a los que tenían cargo del niño, a los viejos y viejas, y dezía de esta manera: "Señores y señoras, los que aquí estáis y tenéis por bien de tener cargo de nuestro nieto, que es nuestra piedra preciosa y nuestra pluma rica, que agoramente ha llegado y se ha manifestado, que es una piedra preciosa y un sartal de cuentas de oro y es cabello y uña de sus antepasados. Por algunos días tiene necessidad el niño de vuestra ayuda y de vuestro servicio. Trabajad con todas vuestras fuerças para servirle. Mirad que es gran negocio el que tenéis entre manos. ¿Quién pensáis que os ha puesto en este trabajo? Por cierto, ninguno otro, sino nuestro señor, que está en todo lugar. A vosotros se os da licencia para que le veáis y tengáis y gozéis de él, como de una gran fiesta y de una gran maravilla, que con lloros y suspiros dessearon ver aquellos que passaron de este mundo, y los llevó nuestro señor para sí, que ni lo huvieron ni le gozaron, y es su cabello y es su uña de los dichos sus antecessores. Y agora nosotros vemos, y en nuestra presencia nuestro señor haze la fiesta y el milagro que ellos dessearon y no le vieron. Vosotros gozáis de la piedra preciosa y de la pluma rica que dessearon los antiguos. Tenéis gloria; es vuestra gloria; gozáis, y es vuestro regocijo el precioso sartal o collar de zafiros gruesos y redondos, y de chalchihuitles muy finos, largos como cañutos, y otros de otra manera muy verdes y muy finos. Gozáis asimismo de un manoxito de plumas ricas, muy perfectamente compuesto y de perfecto color. Aquí estáis estimados como padres de este niño. Gozad, pues, y sea vuestra riqueza esta piedra preciosa, este manoxito de plumas ricas, que es como un pedaço de piedra preciosa cortado de sus antepasados nobilíssimos; es su uña y su cabello. Teneos vosotros por padres de tal hijo; tened cuidado de noche de llorar y orar para que se críe; importunad a nuestro señor con vuestras lágrimas; llamad devotamente a nuestro señor dios, que está en todo lugar, el cual haze todo lo que quiere y se burla con nosotros. ¿Qué será si nuestro señor envía sobre nosotros eclipsi o truenos? ¿Qué será si nos le viene a tomar nuestro señor? ¿Qué será si nuestro señor, por quien vivimos, nos embía lloro y tristeza? Aunque somos indignos, esperemos lo que agora soñamos, que el nuestro nieto vivirá. Esperemos, pues, lo que sucederá mañana o ese otro día, y qué es lo que querrá hazer el que le crio, cuyo él es. Con brevedad, ante que pase mucho tiempo, sabremos qué es lo que nuestro señor querrá hazer de él. También aquí está presente nuestra hija y señora de mucho valor y muy amada, la cual pasó gran trabajo y gran batalla con la muerte, y ella salió con victoria de la muerte; aún está muy flaca. Mirad que tengáis mucho cuidado de ella. Yo os lo suplico para que arrezie con vuestro buen cuidado; mirad que no resciba algún detrimento su salud, pues que para esto estáis aquí puestos en su servicio. ¡Oh, señores nuestros y hijos míos, desseo que seáis dichosos y viváis mucho tiempo!". Después de esto el orador endereça su oración al padre del niño, diziendo de esta manera: "Señor nuestro y nieto mío, persona valerosa y preciosa. Por ventura os ofenderé, os daré molestia, y por ventura os seré embaraço para vuestras ocupaciones y exercicios, en unas pocas palabras con que os quiero saludar. Entendido tengo, señor, que sois el trono o espaldar de la silla, y sois la flauta de nuestro señor, que está en todo lugar, el cual se llama noche y viento. Vuestros trabajos, señor, de gran importancia y de gran peso, son los estrados de la judicatura y regimiento de la república, en los cuales trabajaron, en un trabajo intolerable, vuestros antecessores, cuya carga después que la dexaron vos la lleváis a cuestas, en vuestras manos la dexaron. Vos sois agora el que tenéis cargo de regir este pueblo, señorío o reino, en persona de nuestro señor. Al presente vos sois, señor, el que regís y governáis y residís en los estrados donde se honra a dios. Con unas palabras mal concertadas y mal pronunciadas os vengo a saludar, y por mejor dezir, vengo a resbalar y tropeçar y cayer en vuestra presencia, con desseo de dar contento y esforçar vuestro coraçón y vuestra cara y vuestros pies y vuestras manos, porque ha tenido por bien, porque ha hecho misericordia nuestro piadoso dios, que está en todo lugar, y por quien vivimos, en embiar a este mundo una piedra preciosa y una pluma rica, que es vuestra imagen y vuestra sangre y vuestros cabellos y vuestras uñas y pedaço cortado de vos mismo. ¡Oh, señor nuestro, verdaderamente ha nacido vuestra imagen y vuestro retrato! Havéis brotado, havéis florescido. ¡Sea bendicto nuestro señor por ello! Nació y vino a vivir a este mundo. Descendió y fue embiado del lugar de los supremos dioses que residen sobre los nueve cielos para que lleve a cuestas el pueblo de nuestro señor, y sin falta que trae merecimientos para ello. Por ventura vivirá y se criará; por ventura tendrá larga vida y servirá a nuestro señor mucho tiempo, y será conocido de todo el pueblo, reino o señorío; por ventura merecerá la república gozarle, y se amparará debaxo de su sombra y debaxo de su abrigo. ¡Oh, señor nuestro humaníssimo y hijo mío muy amado, persona de gran valor! Por ventura si fuere más prolixo en mis palabras daré fastidio a vuestra cabeça y a vuestro estómago, y os seré impedimento y embaraço para vuestras ocupaciones de la república. Desseo que viváis muchos años en el oficio real que tenéis. Con estas pocas palabras he saludado y dado el parabién a vuestra real persona y a vuestro real oficio. ¡Oh, nieto mío y persona de gran valor!".
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Capítulo 35 De cómo los mexicanos prendieron otros españoles, más de cincuenta y tres, y muchos tlaxcaltecas, tetzcucanos, chalcas, xuchimilcas, y a todos los mataron delante los ídolos Travóse una batalla muy recia en este día, de manera que los mexicanos, como borrachos, se arrojaron contra los enemigos y captivaron muchos de los daxcaltecas y chalcas y tetzcucanos, y mataron muchos de ellos. Y peleando, hizieron saltar a los españoles en las acequias, y a todos los indios sus amigos. Paróse con esto el camino todo lodoso, que no podían andar por él. Aquí prendieron muchos españoles y llevávanlos arrastrando. En este lugar tomaron a los españoles una bandera, donde está la iglesia de la Santísima Concepción. Y los españoles huyeron, y siguiéronlos hasta el barrio que llaman Coloacatonco; allí se recogieron. Y los indios bolvieron a coger el campo y tomaron sus captivos, y pusiéronlos en procesión todos maneatados. Pusieron delante a los españoles, y luego a los daxcaltecas, y luego a los demás indios captivos, y lleváronlos al cu que llamavan Mumuzco. Allí los mataron uno a uno, sacando los coraçones; primeramente mataron a los españoles, y después a todos los indios sus amigos. Haviéndolos muerto, pusieron las cabeças en unos palos delante los ídolos, todas espetadas por las sienes, las de los españoles mAs altas y las de los otros indios más baxas, y las de los cavallos más baxas. Murieron en esta batalla cincuenta y tres españoles y cuatro cavallos. En todo esto no cesava la guerra por el agua. Matávanse unos a otros por las canoas. Y havía gran hambre entre los mexicanos y grande enfermedad, porque bebían del agua de la laguna y comían savandixas, lagartixas y ratones, etc., porque no les entravan ningún bastimento, y poco a poco fueron acorralando a los mexicanos, cercándolos de todas partes.
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Capítulo 35 En este capítulo proporne de la manera <que> fue ganada la prouinçia de Coayxtlahuacan, allegados y conjuntos de los naturales de Guaxaca, de la guerra <que> tubieron los mexicanos con ellos, y quedaron por basallos del ymperio mexicano, y la causa y rrazón. de ello Yendo los mexicanos y azcapuçalcas y de Tacuba, Tezcuco, Suchimilco, Chalco, todos mercaderes y tratantes, a los tiangues de la prouinçia de Coayxtlabaca, que eran los mercados muy grandes y generales, de mucho balor y rriquezas, confederados con çien yndios basallos de los prençipales de Coaixtlahuacan con ellos, acabados los mercados y boluiéndose los mercaderes mexicanos y todos los demás, que casi benían todos juntos, los ataxaron <en> un camino junto a unas grandes peñas y altas preguntándoles que de dónde eran, <qué> lleuauan, qué querían. Abiéndoles d<ic>ho de dónde y de qué pueblos eran todos, les dixeron: "¿Por bentura nosotros bamos a buestras tierras a tratar o contratar con bosotros? ¿Somos por bentura basallos de Monteçuma? Aquí abéis de dexar buestras mercaderías y rriquezas, y las bidas tras ello". Luego los despeñaron de unas peñas muy altas. Los quales fueron por todos çiento y sesenta mercaderes de todas partes y pueblos los muertos y, acabados de matar, los rrobaron y fueron con este abiso a sus señores y prençipales y les dieron y presentaron todas las rriquezas rrobadas. Y algunos otros que se tardaron y no fueron con los muertos, se escaparon y salieron huyendo de noche y, llegados a Mexico Tenuchtitlan, se han derechos a los palaçios de Monteçuma y, presente Çihuacoatl Tlacaeleltzin, explicado el caso, rresçibió de esto gran pesadumbre Monteçuma. Estubo un poco suspenso, luego le dixo a Çihuacoaltzin: "¿Qué sinrrazón es esta, qué menoscabo, qué desonrra usan con n<uest>ros basallos? Y mirado bien en ello, no es a ello el agrabio, sino a my y a esta corte y corona". Rrespondió luego Çihuacoatl Tlacaelel: "Señor, aquí no es menester más aguardar. Bayan, señor, u<uest>ros mensajeros a los pueblos de Tezcuco, Azcapuçalco, Tacuba, Culhuacan, Cuyuacan, Chalco, Tepeaca, Toluca, Tulançingo, que a ellos tanto como a nosotros, y a los de Huexoçingo y Cholula, Yçucar, Acaçingo y Cuauhtincha, <que> luego, bisto y <en>tendido buestro mandato, se aperçiban con toda la más gente y armas, bituallas, para este menester. Y sea con pena de muerte y destruiçión de sus pueblos luego bengan dentro de un término puesto para ello". Y luego fueron a ello los prençipales Huitznahuatl, Tlapalteccatl, Atenpanecatl, Mexicatl teuctli, fueron a Aculhuacan y luego por su orden a todos los demás pueblos ya dichos y en todas partes fueron de ellos muy bien rresçibidos de ellos y les dieron muchos presentes, como es uso y costumbre a los tales mensajeros darles <en> todos los pueblos suxetos de la corona mexicana. Y luego, oydo su mensaje del rrey Monteçuma, luego se publicó la guerra y breuedad <en> todos los lugares, pueblos y se rrecojieron luego las armas 40v conbinientes y nesçesarias para esta guerra, y a hazer espadartes de nabaxa y pedernal rrezios, agudos y a linpiar bozinas de caracol y conchas, adereçar los cueros de tigueres, leones, águilas, culebras grandes, muy bien adobados los cueros de ellos, para poner temor y espanto a los enemigos; el matalotaxe tanteado para el tiempo de la yda y estada y buelta, conforme suelen hazer quando se ofresçe la d<ic>ha guerra; y en cada pueblo estar todo a punto adereçadas las tiendas de campo y mantas del camino delgadas de nequén para la defensión del sol, coas, baras para los palenques y fortalezas y carrizo para los xacales de tiendas y cozinas; y las despensas, almazenes de cada pueblo situados por el rrey, al doble el bizcocho menesteroso en tal menester, todo a punto aguardando la boz de los mexicanos a ello. Monteçuma en Mexico y Çihuacoatzin Tlacaelel dixeron: "Parésçeme <que> ya todo está a punto. Pártanse luego mañana al quarto del alua. Caminen con la fría". Llamados para esto los generales Cuauhnochtli, Ticocnahuacatl, Mexicatl teuctli, Otomitl y los balerosos cuachicme. Despedidos de Monteçuma, caminan para Coayxtlahuacan y en el camino se fueron juntando y hizieron alarde general en los llanos de Ytzocan, que es agora Yçucar, y hallaron de gente de guerra "çempoalxiquipilli on macuilli xiquipilli", que beinte y çinco xiquipilli de a ocho mil cada xiquipil son dozientos mill conbatientes, y cien mill tamemes cargadores de comida y armas y aparato de guerra. Y llegados a la frontera de sus pueblos de los enemigos, que estauan a la mira y guarda de sus pueblos y tenían hechas torres, albarradas, subidas de las sierras, montes y cuebas, dixeron los mexicanos: "Ea, hermanos, ya estamos acá. Muéstrense agora u<uest>ro esfuerço, balor, ardimiento, coraje, fuerças, <que> son estos otomitillos ynútiles, de poco balor y menos conosçimiento. Si no, mirá el balor grande <que> tenían los de Chalco, que treze años duró la guerra con ellos y al cabo fueron bençidos, muertos, desbaratados y suxetos a la corona mexicana de n<uest>ro ymperio, tan baleroso y temido en el mundo. Sin esto otras muy grandes prouinçias que buestras balerosas fuerças, ánimo an ganado y suxetado. Y para estos miserables bastará un solo día mostrando buestro alto balor y balentía de buestros coraçones y braços". Oydo esto, todos los capitanes después de media noche se armaron muy a la sorda y estando en las puertas y albarradas de sus fortalezas, algan una grita tan grande, golpeando sus rrodelas con los espadartes, <en>tran en ellos tan furiosamente, que no les dauan bagar de leuantarse. Y como no eran cursados en guerras, luego començaron desde el prinçipio afloxar, aunque muchos en demasía. Comiençan luego a prender muchísima cantidad dellos y a atarlos y dexarlos tendidos en el suelo, siguiendo con grandísima furia el alcançe de ellos y muchísimos que no se querían dar por bien, mataron. Y llegados al gran cu de su ydolo, quemaron la casa del templo. Y, bisto los naturales de Coayxtlahuacan la gran destruiçión, començaron a bozear desde los altos montes y con bozinas del tecçiztli, a çesar el conbate y matança, 41r diziendo: "Señores mexicanos, çeçen ya buestras armas, descansen buestros balerosos braços. Aguardanos que hablemos lo que prometemos de n<uest>ra promesa y tributo, basallaxe". Y con esto, tocando los mexicanos sus bozinas, çesó la guerra luego y escucharon lo que dirían los pobres bençidos tenimes (estranjeros de lengua): "Daremos de tributo muy largas mantas, <que> llaman cuachtli, de a diez braças cada una de largas, y otras <que> llaman cozhuahuanqui, y fardos de chile, fardos de algodón, xícaras y tecomates, pilones de sal blanca. Y esto es lo que prometemos y tenemos". Y les dixeron los mexicanos: "Dezid, coaixtlahuacas, ¿abéislo bosotros de lleuar a la çiudad de Mexico?" Rrespondieron <que> lo lleuarían cargado hasta allá en Mexico. Con esto los mexicanos, no contentos, tornan luego a segundar con bozería grande y de matar a los miserables bençidos. Pidiendo misericordia e tornando a clamar, los prençipales bençidos dixeron: "Çesen, señores, u<uest>ra furia y armas. Tornadnos a escuchar lo que más dezimos". Y con esto los mexicanos hizieron çesar el conbate de la guerra. Dixeron: "Tanbién tributaremos piedras preçiosas, menudas, en poluo, berdes, azules, pardas como la margagita, para coronas y medallas de rreyes, y cristal. Y con esto çesamos. Condoleos de las mugeres, niños, biexos, biexas y de cuna rreçién nasçidos. Con más n<uest>ros seruiçios personales, por n<uest>ros tiempos". Y con esto binieron a los palos de los prençipales bençidos y despues de auer comido y descansado dos o tres días, les dieron a los mexicanos capitanes muchas dádiuas, merçedes, rropas, plumería, medallas, oro, piedras de balor. Y con esto, se partieron los mexicanos con el terçio del tributo adelantado, conforme a la promesa arriba d<ic>ha, y así, llegaron a la gran çiudad de Mexico muy rricos y contentos. Y al entrar de la çiudad alçaron una bozería en canto triste los presos, de mucho dolor y lástima, y bailando según lo tienen por uso y costumbre. Y llegados, fueron a hazer rreuerençia y sacrifiçio al dios de ellos Huitzilopochtli por les auer dado bitoria contra sus enemigos y luego binieron a hazer rreuerençia a Monteçuma y a Çihuacoatl y les dieron cuenta de todo lo susçedido en la guerra. E luego Monteçuma mandó poner mayordomo de las rrentas de los de coayxtlahuacas en Tenuchtitlan, otro <en> sus mesmos pueblos y, sobre todo, mandó rrepartir a los esclauos a todos los mayordomos con gran cuenta y cuidado para su tiempo. Otro día dixo Monteçuma a Çihuacoatl Tlacaeleltzin: "Será bien que se ponga el baso de madera o de piedra para el sacrifiçio de n<uest>ro dios Huitzilopochtli, <que> es teocuauhxicalli". Rrespondió Çihuacoatzin <que> hera muy bien d<ic>ho y muy bien acordado y que allí era nesçesario hazer sacrifiçio con los esclauos de Huaxaca. E puesto el baso en el gran cu alto del Huitzilopochtli, hizo luego llamami<ento> a todos los prençipales basallos de la corona de Mexico, <que> uno ni nenguno quedó, <que> todos fueron benidos al tiempo y plazo, y les lleuaron para que biesen el baso del sol, ansí yntitulado dios, llamado Xiuhpilli Cuauhtlelhuatl, "el qual le emos de estrenar con los uençidos esclauos de Guaxaca, coayxtlahuacas". Y el día del sacrifiçio Monteçuma se ynbixó con un betúm negro como de margagita negra y la cara se le puso denegrida con umo de tea. Y al dios le pusieron lo propio, con un cobertor <en> la cabeça como bonete o sombrero con señal de pluma negra (xiuhhuatzolli), y <en> la nariz del ydolo le pusieron como çarçillo de color berde, <que> llaman yacaxihuitl, y un colgadero de braço, 41v ancho como manípula, de colorado cuero y dorado, que llaman matemecatl, que biene del ombro para el braço derecho, y unas cotaras de cuero de tiguere y cúbrenle una manda muy galana de labor, apegado de piedra menuda de esmeralda (xiuhtlalpilli), y de lo propio el pañete (maxtlatl), y un baso de piedra muy rrica, pequeño, adonde lleuaba beleño molido (y yetecomatl). Y de la manera <que> fue bestido y adornado Monteçuma lo fue también Çihuacoatzin Tlacaelel y ambos a dos cada uno lleuaua <en> la mano yzquierda un nabaxón muy agudo de perdernal para abrir por los pechos a los sacrificados en el cu, yndios de Guaxaca. Y ansí, subieron ambos juntos al cu y trujeron luego a los miserables yndios esclauos al cu y benidos los matadores llamados cuacuacuiltin, adereçados y <en>bixados de colorado, armadas las cabeças por pelear primero uno a uno con los bençidos, de la manera que todo susçedió conforme y ni más ni menos al otro gran sacrifiçio que atrás emos contado, por no enfadar al letor con esto tantas bezes. Saluo que, puesto el cuerpo boquiarriba mirando al çielo el muerto, el propio Monteçuma, como primero, abría al miserable yndio con el pedernal <en> los pechos, teniéndole tres o quatro de los matadores, y tomando la sangre calliente lo arrojaua hazia el oriente al sol, y luego los otros le sacauan el coraçón calliente y lo presentauan al ydolo Huitzilopochtli que estaua delante, arrimado a una pared, de bulto mayor que de estado y medio, como agora se bee por él. Y éstos, cabía el Monteçuma de matar a dos y otros dos Çihuacoatl y todos los otros por manos de los matadores, que cada çinco o seis personas tenían bien asido al muerto que abía de ser. Y así, se acabaron todos de matar y sacrificar los miserables yndios esclauos, cosa que el demonio adbertía con ellos de usar de tanta crueldad con sus próximos. Y hecho esta cerimonia, subía uno ençima de la casa grande que es del Huitzilopochtli, tlenamacac, y lleuaua fuego en un brazero y baxaua de allá una figura manera de una culebra berde, <que> llaman xiuhcoatl, y traiéndola <en> los braços la pone en la batea de piedra aguxerada, <que> llaman cuauhxicalli, y allí le ponen fuego y se quema la figura de culebra hasta dexarlo hecho ceniza. Acabado toda esta çerimonia, se baxan de lo alto todos, Monteçuma y los prençipales forasteros, y se ban al palaçio. A cabo de dos o tres días, <que> se haze solene baile, mitote, areito <en> la gran plaça de Huitzilopochtli y frontero del palaçio, les hazen merçedes a todos los prençipales forasteros y se despiden y ban a sus tierras.