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Capítulo 16 Trata en este capítulo como, llegados los mexicanos a Tenuchtitlam, se presentaron a<n>te Ytzcoatl bestidos a usança mugeril, y como bino Cuecuex hasta las guardas mexicanas con señales de guerra Salidos de las casas del palaçio de Maxtlaton, salieron a bailar los mexicanos bestidos de aquella manera mugeril y a una buelta que dieron se salieron sin despedirse de nadie. Y llegados aquella manera ante Yztcoatl, diziéndoles: "Señor y rrey n<uest>ro, beis aquí como benimos bestidos a esta usança, que a esta causa no quisimos <que> bos fuérades allá". Rrespondió Ytzcoatl: "Dexaldos bosotros, que es señal que nos rruegan, y no de paz sino de guerra, motexándonos de cobardes. Esta es señal de se querer ellos rresgatar y los compramos a ellos. Luego que ayáis descansado todos bosotros, luego a la ora bayan a la rraya y término a guardar y a tener belas y buenas guardas". Y yendo las guardas a tener bela <en> la parte de Tlachtonco, hallaron allí armado con deuisa y rrodela y macana, espadarte, a Cuecuex. Y bisto a los mexicanos, dio alarido con boca y mano (motenhuitec), y luego se fue. Y los mexicanos plantaron un madero alto allí para mirador (tlachialcuahuitl), y, subido a mirar <en> lo alto un prençipal mexicano a todas partes, bido de <en>tremedias del gran cañaberal espeso de la laguna gran humareda de humo, y luego ynbió Ytzcoatl a Tlacaeleltzin a ber quién era el que hazía la ahumada y lunbrera de en medio del cañaberal grande mexicano: "Beréis si son los de Culhuacan, si están conformados a benir a nosotros, o los de Chalco por mandado de su rrey Cacamatl". Llegado que llegó Tlacaeletzin, dixo a bozes: "¿Quién soys bosotros? ¿De dónde soys? ¿Qué queréis? Rrespondieron, dixéronles: "Nosotros somos hermanos y sobrinos n<uest>ros de los del pueblo de Culhuacan. Benimos a poner nuestras rredes. 17r ¿A dónde podemos yr si no buscamos el sustento umano?, que a esto benimos nosotros, buestros abuelos y abuelas y hermanos buestros". Dixo el mexicano: "Mirá que creo que no es así, culhuacanes", e preguntó el mexicano: "Pues ¿cómo os llamáis?" "Llámome Acaxel". Y al otro preguntó: "¿Y bos?" Dixo: "Llámome Atamal". Y a otro dixo: "Llámome Quillaoyo". Dixo el mexicano: "Sea norabuena, hermanos. Guardá u<uest>ras rredes porque yo me llamo Atenpanecatl Tlacaelel. Somos todos compañeros. Otra bes bolueré a bosotros y si otros binieren, preguntaldes que de dónde son. Si dixeren de Cuyuacan, luego lo matad aquí". Rrespondieron <que> fuese mucho de norabuena. Boluióse Tlacaelel a Ytzcoatl, contóle la manera dicha, de dónde eran y cómo se llamaban. Rrespondió Ytzcoatl: "Yd y descansá y no detardéis, que esos <que> bistes ya quedan por buestros porque ansí <en>traron en tierra y términos de tepanecas. No os descuidéis con ellos. Miraldos de quando en quando". Y en esta sazón llego al çircuito y punta del cañaberal Cuecuex y paróse allí, que era mira y escucha de Cuyuacan, y puso allí un mirador alto adonde miraua a todas partes. Bisto por Tlacaeleltzin a Cuecuex, dixo al rrey Ytzcoatl: "Señor, ya bienen los tepanecas con armas y gente". Rrespondió Ytzcoatl: "Y ¿por dónde bienen?" "Por el camino <que> suelen", dixo Tlacaelel. "Señor, quiero llegarme a donde están aquellos en el alaguna, <que> son Acaxacal y Atamal y Laoyo, que quiero sauer de ellos su yntento y boluntad". Dixo Ytzcoatl: "Sea mucho norabuena, que no será líçito perder un lançe como es ése. Esforçaos lo posible y mirá no desanparéis a nuestro pueblo en este trançe y peligro, que será nombrado Mexico Tenuchtitlan". Y llegado al lugar <que> llaman Queetelpilco, llamó <en> una boz a Acaxacal y a Quilayo y Atamal e díxoles: "Hermanos míos, sabed que an començado a darnos guerra los tepanecas de Cuyuacan. Por eso, hermanos míos, aparejaos. Con buestra ayuda emos de ser bençedores. Catad aquí armas y diuisas, rrodelas y espadartes. Tomad y si acaso fuere muerto o bençido o preso de los enemigos, estas mis rropas os cobixaréis". Rrespondieron los de Culhuacan: "Señor, abéisnos echo con esto mucha merçed y fauor tan grande como a buestros padres, abuelos <que> somos", e diziendo esto, se armaron. Començaron a caminar por la bía adelante con el exérçito mexicano, aunque muy pocos, y se binieron a topar los dos campos <en> la parte <que> llaman Momoztitlan Tlachtonco. Allí començó a bozear Tlacaeleltzin diziendo: "¡A ellos, a ellos!" Yban tan furiosos los mexicanos <que> los lleuaron hasta en Tlenamacoyan, <que> yban a más huir los de Cuyuacan, y yban con mucha grita y bozería, apellidando: "¡Ea, mexicanos, agora es!" Y como llegaron allí en Tlenamacoyan el mejicano Atenpanecatl Tlacaheleltzin y sus tres conpañeros, Atamal les dixo: "¿Qué os paresçe destos tetempilcas, que nosotros quatro, sin llegar a nosotros n<uest>ros amigos los mexicanos, lleuamos tan de bençida a estos tepanecas que nos abían puesto rropas mugeriles, y agora para sustentarse en guerra con nosotros quatro y mis dos solos conpañeros, Machiocatl y Telpotzintli, mexicanos?" 17v E les fue diziendo a los dos de los tres de Culhuacan, Acaxel y Quilayuyu y a Atamal: "¿Parésçeos, hermanos, que si muchos prisioneros bamos dando caça, <que> sería bueno que los fuéramos dexando, solamente les fuéramos cortando a cada esclauo nuestro de estos tepanecas una oreja derecha y echando como costal <en> una de n<uest>ras mantas, como hezimos quando por mandado de buestro rrey de Culhuacan, <que> fuimos los pocos mexicanos a conquistar a los suchimilcas, <que> les fuimos cortando las orejas derechas?" Dixeron los culhuaques: "Sea como se fuere, esforçaos todo lo posible, que nosotros os siguiremos como hasta abemos hecho". Y començaron luego a dar bozes tan furiosas y espantosas en la parte <que> llaman Maçatlan, siguiendo a los enemigos. Rreboluieron otra bez a Tlenamacuyan y de allí otra bez, golpeando sus rrodelas, siguen a los tepanecas y banles dando caça hasta <que> llegaron los mexicanos a Cuyuacan, los quales tepanecas estauan haziendo y selebrando a su dios llamado Huehueteutl. <En> llegando al areyto y mitote de la plaça y templo, bieron a los tepanecas que <en> lugar de plumages traían usos de muger, malacates nonbrados, a los quales començó luego a traer presos los prençipales de los tepanecas nonbrados, que eran de Tlacaeleltzin y sus conpañeros Achiocatl y Telpoch y Tetepilcauh, prençipales, y todos los demás tepanecas eran chicahuaques. Y así, con esto començaron a destruir el pueblo de Cuyuacan.
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Capítulo 17 De cómo los españoles con Motecuçoma llegaron a las casas reales, y de lo que allí pasó Desque los españoles llegaron a las casas reales con Motecuçoma, luego le detuvieron consigo. Nunca más le dexaron apartar de sí. Y también detuvieron consigo a Itzcuauhtzin, governador de Tlatilulco. A estos dos detuvieron consigo y a los demás dexaron a ir. Y luego soltaron todos los tiros de pólbora que traían, y con el ruido y humo de los tiros todos los indios que allí estavan se pararon como atordidos y andavan como borrachos. Començaron a irse por diversas partes muy espantados; y ansí los presentes como los absentes cobraron un espanto mortal. Dormieron aquella noche; y otro día, luego muy de mañana, començóse a pregonar de parte del capitán y de parte de Motecuçoma que se truxesen todas las cosas necesarias para los españoles y para los cavallos. Y Motecuçoma ponía mucha diligencia en que truxesen todas las cosas necesarias. Y los piles y achcauhtles y otros oficiales, a quien concernía esta provisión, no querían obedecer a Motecuçoma ni llegarse a él, pero con todo esto proveían de todo lo necesario. Desque se huvieron aposentado los españoles, y concertado todo su repuesto, y reposado, començaron a preguntar a Motecuçoma por el tesoro real, para que dixese dónde estava. Y él los llevó a una sala que se llamava teucalco, donde tenían todos los plumajes ricos y otra joyas de pluma y de oro y de piedras preciosas, y luego los sacaron delante de ellos. Començaron los españoles a quitar el oro de los plumajes y de las rodelas, y de los otros atavíos del areito que allí estavan, y por quitar el oro destruyeron todos los plumajes y joyas ricas. Y el oro fundiéronlo y hizieron barretas; y las piedras que le parecieron bien, tomáronlas, y las piedras baxas y plumajes, todo lo tomaron los indios de Tlaxcalla. Y escudriñaron los españoles toda la casa real, y tomaron todo lo que les pareció bien.
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Capítulo 17 Trata binieron los tepanecas pidiendo clemençia y piedad de ellos a los mexicanos. Los mexicanos no querían sino destruirlos, y se hizieron pazes Subidos los tepanecas en un alto de un monte <que> llaman Axochco, desde comiençan a bozear los tepanecas diziendo: "Señores míos mexicanos, no aya más. Abed clemençia y piedad de nosotros. Sosieguen buestras armas y rreposen buestras personas". Rrespondióles Tlacaheleltzin: "No, bellacos, que no é de parar hasta acabar de destruir totalmente a todo Cuyuacan". Rreplicaron diziendo: "Suplicamos mucho nos oygáis n<uest>ra rrazón". <En>tonces dixo Tlacaeleltzin: "Escuchaldes lo que dizen o lo que quieren estos tepanecas". Dixeron: "Señores míos, hazemos conbenençia que nos proferimos a seruidumbre y que haremos unas puentes de madera y lleuaremos a Mexico Tenuchtitlan por tributo madera arrastrando y piedra de peñas para casas". Rrespondióles Tlacaelel: "¿Acais con eso?" Y dixeron: "Y tablas lleuaremos y morillos, pues somos uezinos y moradores de estos montes y montañas". Rreplicóseles: "¿Con eso acabáis?" Dixeron: "No más, señores mexicanos, descansad". Rrespondióles Tlacaelel: "No, bellacos, que no e de parar hasta acabar de consumir a Cuyuacan como lo tengo d<ich>o ya, porque <en>tendáis, bellacos, cómo nos pusistes hueipiles y naguas de magués. Por esta causa seréis todos destruidos". Tornaron a rreplicar los tepanecas, diziendo: "Tanbién, señores, os labraremos buestras casas y labraremos buestras tierras de mayzales, y 18r asimismo haremos un caño en que baya agua linpia para <que> beuan los mexicanos, y asimismo lleuaremos cargados buestras rropas, armas, bastimientos por los caminos <que> fueren los mexicanos, y os daremos frisol, pepita, huahtli, chian, para u<uest>ro sustento, y maíz por todos los tiempos de los años". Díxoles Tlacaeleltzin: "¿Abéis con eso acabado?" Dixeron: "Acabado es con esto, señores mexicanos". Y en donde estas bozes dieron era desde Axochco, hasta estar estendidos todos los tepanecas <que> llegauan en pueblo de Ocuilan y en Xalatlauhco y Atlapulco, a donde llegaron huyendo los tepanecas cuyuaques. E les rreplicaron los mexicanos, diziéndoles: "Mirad, tepanecas, que no os llaméis en algún tiempo a engaño de este conçierto, pues con justa guerra emos ganado y conquistado a fuerça de armas a todo el pueblo de Cuyuacan llamados tepanecas". Rrespondieron, dixeron: "No, señores mexicanos, que xamás lo tal por nosotros pasará ni diremos, pues por nosotros fue començado, y tomamos de n<uest>ra propia mano n<uest>ra cobardía, y tomamos a cuestas agora n<uest>ras coas y sogas para cargar lo que se le ofresçiere al pueblo mexicano". Y con esto dixeron los mexicanos: "Con este conçierto, ya sosiega<n> n<uest>ras baras tostadas, rrodelas, espadartes". Y con esto se boluieron los mexicanos a Tenuchtitlan y diéronle la cuenta de todo lo que abía pado <en> la guerra y en los conçiertos y paçificaçión de ellos. Quedó el rrey Ytzcoatl contento, satisfecho y díxoles a los mexicanos: "Ea, señores y hermanos míos, yd y descansad del gran trabaxo que abían lleuado y hecho <en> la guerra para la quietud de u<uest>ro pueblo mexicano y su grandeza y su señorío, que abéis de tener de oy en adelante en Tenuchtitlam, pues por mandado de n<uest>ro dios Huitzilopochtli que emos de aguardar y esperar a todas las nasçiones de este mundo para su honrra y fama y nonbramiento <en> todo el mundo, que es como abusión (tetzahuitl) este n<uest>ro dios Huitzilopochtli". E les dixo, acabado esto, a los mexicanos: "Y ¿cómo a de ser esto tocante a las tierras de los tepanecas cuyuaques? Será bien que rreparta entre prençipales mexicanos, pues son buestras de derecho y ganadas en buena guerra con buestro esfuerço y balor". A esto rrespondió Tlacaeleltzin, díxole: "Señor, sea como lo mandáis. Yo, señor, estoy aquí. Están pobres los prençipales que ganaron y conquistaron a Azcapuçalco y agora a Cuyuacan. Rrepártanseles conformes a cada uno para ellos y sus hijos y herederos". Y así, luego hizo llamar a todos los prençipales mexicanos Tlacaeleltzin, díxoles en la sala del palaçio de Ytzcoatl: "Señores y hermanos, padres y tíos prençipales, el señor Ytzcoatl, condoliéndose de bosotros y de buestras nesçesidades y de buestros hijos, quiere y es su boluntad que bamos a las tierras de los tepanecas de Cuyuacan y las rrepartamos <en>tre todos nosotros para tener de ellas alguna pasadía y sustento de nosotros y de n<uest>ros hijos y diçindientes". Rrespondieron todos los prençipales mexicanos que el dios Huitzilopochtli le acreçentase muchos años de estado y gorbierno y le diese mucho más señorío; que lo agradesçían con buena boluntad. Y con esto, çesó la plática de aquel día y otro día se juntaron y se contaro<n>. 18v Y así, luego por su orden començó primero por Tlacaelelzin prençipal Tlacaeleltzin se yntituló por prençipal, y sobrenonbre tomó apellido Tlacochcalcatl, y Monteçuma, prençipal, se yntituló sobrenonbre Tlacateccatl, Tlacahuepan se yntitutló por sobrenonbre, tomó, Yazhuahuacatl, Cuatlecoatl se yntituló sobrenombre Tlilancalqui. Todos estos quatro fueron como caçiques prençipales y señores de título y nonbradía en el señorío y mando y gouierno mexicano. Y luego por este ordem ban los tiacanes llamados, balerosos soldados, capitanes, con sobrenonbres: Huehueçacan es llamado Teztacoacatl tiacauh, Aztacoatl es llamado Tocuiltecatl tiacauh, y Cahual se yntituló y llamó Acolnahuacatl tia, y Tzompantzin es llamado Hueytiacauhtli tia, Nepcoatzin es llamado Temilotli tia, y Çitlalcoatl se yntituló Atenpanecatl tia, y a Tlahueloc es llamado Calmimilolcatl tia, Yxhuetlantoc es llamado Mexicatlteuctli tia, Cuauhtzitzimitl es llamado Huitznahuacatl tia, y Xiconoc fue llamado Atempanecatl tiacauh, Tlaacolteutl fue llamado Quetzaltoncatl, Axicyotzin es llamado Teuctlamacazqui, y a a Yxnahuatiloc se llamó Tlapaltecatl, y Mecatzin se yntituló sobrenonbre Cuauhquiahucatl, Tenamaztli fue llamado Coatecatl tiacauh, y Tzomtemoc fue llamado Pantecatl tia, Tlacacochtoc es llamado Huecamecatl tiacauh. Como dicho es arriba, estos son balerosos soldados y conquistadores q<ue> ganaron y conquistaron el pueblo y gente de Azcapuçalco y Cuyuacam, que asimismo ubo otros soldados mançebos que tanbién prendieron a los de Cuyuacan <en> la guerra y truxeron sus esclauos, que algunos dellos prendieron a dos y a tres yndios durante la guerra, y otros ubo que en la guerra se trasquilaron el cauello de la cabeça trasero, señal de conquistador y baliente soldado que prendieron a un esclauo <en> la dicha guerra, <que> fueron llamados Machiocatl y Telpoch. Y otros que son maçehuales y allí se nombraron por tales buenos soldados y de allí fueron tenidos. Y los tres compañeros <que> lleuó a la guerra Tlacaeleltzin desde <en>tonçes se pusieron en el labio de abaxo <que> llaman beçolera, y mexicano tentetl, poniendo en ellos una piedra rriba o esmeralda, y orexera, <que> son Acaxel y Atamal y Quilaoyo. A estos tres rrogó Tlacaeleltzin a Ytzcoatl, rrey, q<ue> les yntitulase de nombre señalado por su balor y esfuerço, que fuerom dos mexicanos y tres de los caçadores de patos ya nombrados, Acaxel, y los otros, el un mexicano le yntituló Cuauhnuchtli y su hijo, Cuauhquiahuacatl, y Acaxacal le nombro Yupicatl y Atamal Huitznahuacatl, y Quilaoyo, Ytzcotecatl. Acabado, díxoles Tlacaheleltzin: "Señores y herma 19r y hermanos míos, muchas merçedes nos a hecho Ytzcoatl, rrey. Bamos a descansar". Dende a pocos días, llamó Ytzcoatl a Tlacochcalcatl Tlacaelel, dixo: "Hazé rrepartiçión de las tierras ganadas de Cuyuacan a estos prençipales mexicanos". Dixo Tlacochcalcatl: "Señor, hágase lo que mandáis pues lo meresçen estos prençipales mexicanos". Y començóse en el pueblo y cabeça dél situado, la rrenta y pueblo por del rrey Ytzcoatl para su casa y despensa, para con ella rresçibir <en> su palaçio a los grandes mexicanos y a todos los señores que bienen de lexos pueblos, ora sean tributarios ora benedizos mensajeros o negoçiantes. Y luego se començó el d<ich>o rrepartimiento. Començando primero en Tlacochcalcatl Tlacaeleltzin, le cupo una suerte de tierras en Chicahuaztitlan y en otra parte <en> la junta de Huehuetlam, en terçera parte le cupo en Yzquitla Atoyachecateopan y otra en Yepaltitlam y sesta parte donde dizen Tecuacuilco, y luego en Mixcoac y en Copilco y en Atlytic y en el lugar de Palpan y en Totoltepec, que en todas estas diez suertes y lugares mató, cortó cuerpos, cabeças a los tepanecas el Tlacochcalcatl Tlacaheleltzin, y le cupo <en> los lugares las tierras contenidas; porque a todos los demás prençipales mexicanos les cupo a una y a dos suertes de tierras <en> las partes lugares que yrán señaladas y declaradas.
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Capítulo 17 De las cosas en que se exercitavan los señores para regir bien su reino Párrapho primero: del aparato y orden que usavan para cometer la guerra El más principal oficio del señor era el exercicio de la guerra, assí para defenderse de los enemigos como para conquistar provincias agenas. Y cuando quería acometer guerra contra algún señor o provincia, juntava a sus soldados y dávales parte de lo que quería hazer. Y luego embiavan espías a aquella tal provincia que querían conquistar para que mirassen la disposición de la tierra y la llanura y asperura de ella, y los passos peligrosos y los lugares por donde seguramente podrían entrar. Y todo lo traían pintado y lo presentavan al señor para que viesse la disposición de la tierra. Visto esto, el señor mandava llamar a los capitanes principales, que siempre eran dos: uno se llamava tlacochcálcatl, otro, tlacatécatl; y mostrándoles la pintura, señalávales los caminos que havían de llevar, por donde havían de ir los soldados, y en cuántos días havían de llegar, y dónde havían de assentar los reales, y señalávales los maestros de campo que havían de llevar. Luego mandava hazer provisiones, así de armas como de viandas, y para esto embiava a llamar a todos los mayordomos de las provincias, que llamavan calpisques, de las provincias que eran sus sujetas. Y mandávales traer a su presencia todos los tributos, assí de mantas como de plumajes, y oro, y armas, y mantenimientos; y desque todo estava traído y junto, luego el señor repartía las armas a todos los soldados, y a los capitanes y hombres fuertes y valientes. Haviendo distribuido las armas a todos, mandava luego a los calpisques que llevassen armas a todos los principales de las provincias que havían de ir a la guerra, para sí y para sus soldados; y entonce lo notificava a su gentes, y los davan armas. Juntado todo el exército, començavan a caminar por esta orden: ivan los sacerdotes de los ídolos delante de todos, con sus ídolos a cuestas-ivan un día delante de todos-; tras éstos ivan todos los capitanes y hombres valientes, un día más adelante que el otro exército; tras éstos ivan los soldados mexicanos; tras éstos ivan los tezcucanos, un día más atrás; tras éstos ivan los de Tlacupa, otro día más atrás; tras éstos ivan los de las otras provincias, otro día más atrás. Todos ivan con gran concierto por el camino; y cuando ya estavan cerca de la provincia a que ivan a conquistar, luego los señores del campo traçavan cómo havían de assentar el real, dando sitio a cada uno de las divisiones ya dichas; y el que no quería estar por lo que ordenavan los señores del campo, asíanle luego. Haviéndose todos alojado antes que començassen a combatir, esperavan a que los sátrapas hiziessen señal, sacando fuego nuevo, y que tocassen las bocinas. Haviendo hecho esta señal los sátrapas, luego començavan a dar grita todos, y luego començavan a pelear essa misma noche de su llegada. Y los primeros captivos que captivavan, luego los entregavan a los sátrapas para que los sacrificassen y sacassen los coraçones delante de las estatuas de sus dioses que llevaron a cuestas. Después de esto, haviendo hecho la victoria y sujetado a aquella provincia contra que ivan, luego contavan los captivos que havían tomado y los que havían sido muertos de los suyos. Tomada esta minuta, luego ivan a dar relación al señor de lo que havía passado; y también davan relación de los que havían muerto, que eran personas de calidad, en sus casas para que les hiziessen las exequias; y también davan relación de los que havían hecho una cosa notable en el combate, para que fuessen remonerados con honra y con dones, en especial si eran de noble linaje. Y en acabando la guerra, luego se hazía inquisición de todo el campo, de los que havían traspasado los mandamientos de los señores del campo; y luego los matavan, aunque fuessen capitanes. Y también los señores del campo averiguavan los pleitos que havía entre los soldados, cuando quiera que dos porfiavan sobre cuál de ellos havía captivado a algún captivo. Oíanlas primeramente, y después davan sentencia por el que mejor provava su intención; y si el caso no se pudía provar de una parte ni de otra, tomávanlos el captivo y aplicávanle al cu del barrio de aquéllos, o al cu general, para que fuesse sacrificado sin título de captivador. Haviendo pacificado la provincia, luego los señores del campo repartían tributos a los que havían sido conquistados para que cada un año los diesse al señor que les havía conquistado, y el tributo era de lo que en aquella provincia se criava y se hazía. Y luego elegían governadores y oficiales que presidiessen en aquella provincia, no de los naturales de ella, sino de los que la havían conquistado. Párrapho segundo: de la manera de elegir a los juezes También los señores tenían cuidado de la pacificación del pueblo y de sentenciar los letigios y pleitos que havía en la gente popular. Y para esto elegían juezes, personas nobles y ricos y exercitados en las cosas de la guerra, esperimentados en los trabajos de las conquistas, personas de buenas costumbres, que fueron criados en los monasterios de calmécac, prudentes y sabios, y también criados en el palacio. A estos tales escogía el señor para que fuessen juezes en la república. Mirávase muchos en que estos tales no fuessen borrachos, ni amigos de tomar dádivas, ni fuessen acetadores de personas, ni apasionados. Encargávales mucho el señor que hiziessen justicia en todo lo que a sus manos viniesse. También los señaláva el señor las salas donde havían de exercitar su oficio; señalávales una sala que era debaxo de la sala del señor, que llamavan tlacxitlan; en ésta oían y juzgavan las causas de los nobles. Y otra sala los señalava, que llamavan teccalli; allí oían y juzgavan las causas populares, tomándoles por escrito primeramente por sus pinturas; y averiguado y escrito el negocio, llevávanlo a los de la sala más alta, que se llama tlacxitla, para que allí se sentenciasse por los mayores cónsules. Y los casos muy dificultosos y graves, llevávanlos al señor para que los sentenciasse juntamente con treze principales muy calificados que con él andavan y residían; estos tales eran los mayores juezes, que ellos llamavan tecuhtlatoque. Estos examinavan con gran diligencia las causas que ivan a sus manos; y cuando quiera que en esta audiencia, que era la mayor, sentenciavan alguno a muerte, luego lo entregavan a los executores de la justicia, los cuales, según la sentencia, o los ahogavan, o davan garrote, o los apedreavan, o los despedaçavan. Párrapho tercero: de la manera de los areitos Lo tercero de que los señores tenían especial cuidado era de los areitos o bailes que usan para regozijar a todo el pueblo. Lo primero, dictava el cantar que se havía de dezir, y mandava a los cantores que le pusiessen en el tono que quería, y que le proveyesen muy bien. También mandava hazer aquellas macetas de ulli con que tañen el teponaztli, y que el teponaztli y el atambor fuesen muy buenos. También mandava los meneos que havía de haver en la dança, y los atavíos y divisas con que se havían de componer los que dançavan. También los señalava los que havían de tañer el atambor y el teponaztli, y los que havían de guiar la dança o baile, y señalava el día del baile para alguna fiesta señalada de los dioses. Para entonce él se componía con los adereços que se siguen. En la cabeça se ponía unas borlas hechas de pluma y oro, atadas a los cabellos de la coronilla. Poníase un beçote de oro o de piedra preciosa; poníase también unas orejeras de oro en las orejas; poníase al cuello un collar de piedras preciosas de diversos géneros; poníanse en las muñecas unas ajorcas o sartalejos de piedras preciosas, de chalchihuites y turquesas. También se ponía en los braços, en los morcillos, unas ajorcas de oro y un bracelete con un plumaje que sobrepuja la cabeça, y otro plumaje en la mano. Cubríase de mantas ricas añudadas sobre el hombro. Poníanse unos ceñideros muy ricos, que ellos llaman máxtlatl, que sirve de cinta y de cubrir las partes vergonçosas. De esta misma librea arreava a todos los principales y hombres de guerra y capitanes, y toda la otra gente que havían de entrar en la dança o baile. Y también a todos dava copiosamente de comer y de bever. Y andando en el baile, si alguno de los cantores hazían falta en el canto, o si los que tañían el teponaztli y atambor faltavan en el tañer, o si los que guían erravan en los meneos y contenencias del baile, luego el señor les mandava prender, y otro día los mandava matar. Párrapho cuarto: de la vigilancia de noche y de día sobre las velas Lo cuarto en que el señor tenía gran diligencia era en poner velas de noche y de día para que velassen, ansí en la ciudad como en los términos de ella, para que no entrassen los enemigos sin sentirlos y conocerlos. Y por esto tenían sus velas los sátrapas concertadas, por los espacios de la noche, y también otros soldados que llamavan teachcaoan. Y velava el señor en que estas velas no hiciessen falta, y salía muchas vezes disimuladamente para ver si estavan vigilantes en sus estancias, o si dormían o se emborrachavan, y castigávanlos reziamente si dormían o si se emborrachavan. También tenía otras velas de otros principales de más calidad, los cuales velavan de noche y de día en los términos de los enemigos, para ver si los enemigos se aparejavan de guerra, o venían de guerra, o si estavan espías de los enemigos para saber de ellos, si se aparejavan de guerra o qué hazían. Y a estas espías todas las matavan, y también a aquellos en cuya casa se aposentavan. Velavan también los mancebos que se criavan en el telpulchcalli, y cantavan de noche, gran parte de la noche, porque si algunos de los enemigos venían de noche, oyessen de lexos que velavan y no dormían. Y los sátrapas rondavan de noche, tocando sus bozinas, y respondíanlos en todas partes y en todos los de telpuchcalli, tocando las bozinas y teponaztli y atambores; esto hazían muchas vezes hasta la mañana. También havía velas perpetuamente en las casas de los señores, y en toda la noche no se apagava el fuego, ansí en los palacios de los señores como en las casas particulares y en los templos, y en el tepuchcalli y en calmécac. Párrapho quinto: de los juegos en que el señor se recreava Tenían los señores sus exercicios de pasatiempos. El primero era juego de pelota de viento, o semejante a la de viento; era este exercicio muy usado entre los señores y principales. Tenían un juego de pelota edificado para sólo aquel exercicio: eran dos paredes tan altas como dos estados, distante la una de la otra como de veinte pies. Estava en medio de cada una de estas paredes una rueda como piedras de molino pequeña que tenía un agujero en el medio, que pudía caber justamente la pelota con que jugavan por él. Estavan tan altas como un estado del suelo; igualmente distavan de los cavos de las paredes. El que jugando metía la pelota por aquellos agujeros de las piedras o ruedas, ganava todo el juego. Jugavan desnudos y ceñidos a la cintura con unos cintos anchos, y de ellos colgava un pedaço de cuero de venado labrado que cubría las nalgas; y cuando jugavan no hirían con mano ni con pie sino con la nalga. A este juego perdían y ganavan muchas mantas ricas y joyas de oro, y piedras y esclavos. El segundo passatiempo que tenía era juego como de dados. Hazían en un petate una cruz pintada, toda llena de cuadros semejantes al juego del alquerque o castro; y puestos sobre el petate, sentados, tomavan tres frixoles grandes, hechos ciertos puntos en ellos, y dexávanlos caer sobre la cruz pintada, y de allí tenían su juego con que perdían y ganavan joyas y otras cosas, como arriba se dixo. Párrapho sesto: de la liberalidad del rey Procuravan los señores de ser liberales y tener tal fama. Y ansí hazían grandes gastos en las guerras y en los areitos. También jugavan cosas muy preciosas; y a la gente baxa, ansí hombres como mugeres, que se atrevían a saludarlos y les dezían algunas palabras que les davan contento, dávanle ropa para vestir y para dormir, y comida y bevida. Y si alguno le hazía algún cantar que les dava contento, hazíale dar dones conforme a lo que havía hecho y al contento que él havía tomado de su obra.
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Capítulo 18 De cómo los españoles entraron en las proprias casas de Motecuçoma, y de lo que allí pasó Hecho lo arriba dicho, procuraron de saber de la recámara de Motecuçoma, y él los llevó a su recámara, que se llamava totocalco, que quiere dezir "la casa de las aves". Ivan los españoles muy regocijados por pensar que allí hallarían mucho oro; y llegando, luego sacaron toda la recámara del mismo Motecuçoma, donde havían muchas joyas de oro y de plata y de piedras preciosas, y todo lo tomaron. Y los plumajes ricos quitáronlos todo el oro y las piedras, y pusieron las plumas en medio del patio para que las tomassen sus amigos. Y luego mandó el capitán don Hernando Cortés, por medio de Marina, que era su intdéprete, la cual era una india que sabía la lengua de Castilla y la de México que la tomaron en Yocatán: ésta començó a llamar a vozes a los tecutles y piles mexicanos para que viniessen a dar a los españoles lo necesario para comer; y nadie osava venir delante de ellos ni llegarse a ellos. Todos estavan atemorizados y espantados; embiávanlos lo necesario para comer, y los que lo llevavan ivan temblando. En poniendo la comida, no paravan más allí; luego se ivan casi huyendo.
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Capítulo 18 Diezocho capítulos. Trata de las guerras que tubieron los mexicanos con los de Suchimilco y como fueron muertos y bençidos y por basallos de Mexico Los uezinos y naturales del pueblo de Suchimilco, abiendo bisto y oydo de la manera <que> fueron rronpidos y desbaratados y puestos debaxo de suxeçión los tepanecas azcapuçalcas y Cuyuacan y, sobre todo, aber sus tierras rrepartido y dado <en>tre los mexicanos benedizos, açoráronse con enojo y rrabia <en>tre sí ellos y hazen junta y cauildo con ellos los señores <que> fueron Yacaxapo teuctli y Panchimalcatl teuctli y Xallacacatl teuctli y Mectlaacateuctli y Quellazteotlan, e dixeron: "Para que no bengamos en diminuçión y menospreçio de n<uest>ro pueblo y perdamos n<uest>ras tierras y seamos basallos de estraños, será bien que de n<uest>ra bella graçia a ellos nos demos por, por el ser de ellos bien tratados". Rrespondieron los otros que no era buena consideraçión ni bien hecho; "¿por qué se permitía hazer tal cosa?" Dixo el Yacaxapo: "Yo, que soy señor, ¿cómo tengo de barrer y rregar y darles aguamanos a los mexicanos? Será bien que primero prouemos n<uest>ra bentura en defendernos y hazer n<uest>ro posible". Y dende otros días, las mugeres de los mexicanos yban al mercado de Suchimilco a bender pescado, rranas, axayacatl (moxcas del agua salada), yzcahuitle, tecuitlatl y otras cosas salidas de la laguna, y patos de todo género. Las yndias mugeres de los suchimilcas labando muy bien el yzcahuitle y guisando los patos, todo muy bien labado linpiamente, lleuándolo al palaçio de Tecpan para <que> lo comiesen los prençipales. Y començándolo a comer estaua muy sabroso, y prosiguiendo <en> su comida, luego hallaron <en> los basos cabeças como de criaturas y manos y pies de persona y tripas. Escandalizados y espantados los suchimilcas, 19v començaron los suchimilcas a dar bozes diziendo: "Ya os tengo d<ic>ho a todos, señores, cómo son malos y peruersos estos mexicanos, que con estas tales cosas y otras abasallaron a los tepanecas, azcapuçalcas y Cuyuacan con estos <en>bustes y engaños. Hagamos n<uest>ro posible contra ellos. Aperçibíos y adereçáos, señores de Suchimilco, <que> tiempo es ya dello". Otro día que les abía susçedido la áspera comida <que> comieron, quando llegaron çiertos mensajeros mexicanos de parte de Ytzcoatl y de Tlacateecatl Tlacaelel y los demás mexicanos prençipales y trujeron a los dos señores grandes, el uno de Tecpan llamado Cuauhquechol, y el otro, Tepententli, Tepanquizqui, y, presentádoles cantidad de pescado blanco y xohuiles, rranas, axaxayacatl, yxcahuitle, tecuitlatl, cocolli y muchos patos, explicó su <en>baxada diziendo: "Muy altos señores y barones prençipales, u<uest>ros umildes basallos Ytzcoatl y los prençipales y comunt mexicano, que están y rresiden entremedias de cañauerales, tulares, xunçia y lagunas, que tienen <en> u<uest>ros rreales nonbres la tenençia de Tenuchtitlan, mexicanos llamados, besan buestros eçelentes pies y manos y suplican a esta eçelente corte y rrepública de señores prençipales les deis liçencia para que podamos lleuar una poca de piedra de peñas para labrar la casa de n<uest>ro dios Huitzilopochtli y una poca de madera de ayauhcuahuitl (pinabete). Y esto es a lo que benimos". Y luego, <en>tendido esto por los señores, rrespondiéronles con soberuia: "¿Qué dezís bosotros, mexicanos? ¿Estáis bosotros y quien acá os <en>bió borrachos o qué es u<uest>ra pretençión y de esos benedizos? ¿Por bentura somos u<uest>ros esclauos o basallos, que os emos de serbir y trauaxar y tributar con piedra y madera? Ydos luego y bolueos y dezilde a Ytzcoatl y a todos los demás prençipales, Tlacochcalcatl y Tlacateecatl, Tlilancalqui, Ezhuahuacatl y a los demás". Bueltos los mensajeros, cuentan a Ytzcoatl y a todos los demás prençipales la áspera rrespuesta y soberuiosa que rrespondieron, explicándole las palabras por entero. Rrespondieron juntamente, Ytzcoatl dixo: "Dexaldos y beamos si bueluen acá algún día, y asimismo mandad que nenguna persona baya allá, que se çierre el biaxe de yr ni benir de allá". En esta sazón los prençipales de Suchimilco dixeron: "Señores, ¿qué os paresçe a bosotros de lo tratado? ¿Será bien que les demos liçençia a los mexicanos que lleuen de n<uest>ros montes piedra y madera y la labren ellos y la lleuen a cuestas?" Rreplicó a esto el prençipal Yacaxapo, dixo: "No se puede en nenguna manera eso hazer porque, caso que lo digamos y queramos nosotros, no querrás nuestros basallos y aun se yndinarán contra nosotros y con rrazón. Y determinémonos de una bez de defender n<uest>ro pueblo y aun de ofender a los mexicanos. Sea con balor de esfuerço de armas n<uest>ro pueblo perdido y puesto en manos de n<uest>ros enemigos". Y así quedó d<ic>ho y conçertado. Y biniendo çiertos mexicanos por el camino que llaman Chiquimoltitlan, en el monte sentados a descansar, llega un escuadrón de suchimilcas 19r e pregúntanles: "¿De dónde sois bosotros?" Rrespondieron los mexicanos, dixeron: "¿Para qué lo preguntáis? ¿Por dicha buscáis algunos esclauos u<uest>ros o los queréis saltear? Somos mexicanos <que> benimos con n<uest>ra miseria de buscar el sustento humano de Cuernabaca y traemos fardos de chile, algodón, fruta". Rrespondieron los suchimilcas: "A bosotros buscamos, <que> sois unos bellacos". Y así, como eran muchos los suchimilcas, començáronlos a maltratar muy cruelmente y les quitaron todo quanto traían hasta dexarlos desnudos, en cueros, y así se boluieron a Mexico. Banse derechos al palaçio de Ytzcoatl con esta querella, "descalabrados y rrobados como, señores, agora nos been". Con esto rresçibió tanta pesadumbre Ytzcoatl y todos los demás prençipales, Tlacochcatl, Tlacateecatl, Tlilancalqui y Ezhuahuacatl y todos los demás prençipales mexicanos. Dixo Tlacochcalcatl Tlacaeleltzin: "Esto no es sufridero, que son cocos que nos hazen los de Suchimilco". Dixo Ytzcoatl a los rrobados: "Ya beis, hijos y hermanos míos, que yo ni estos señores no tenemos ojos en los montes y caminos. Prestá paçiencia, rreposad <en> u<uest>ras casas y aguardá, que no será mucha la tardança de que tomaréis bengança dellos". Con esto se fueron a sus casas los querellantes y haze junta Ytzcoatl de todos los prençipales, díxoles: "Ya beis, señores, las causas y maneras de querernos ultraxar estos suchimilcas y ellos lo an començado. ¿Qué aguardamos con ellos? ¿No soys bosotros los balerosos capitanes, animosos, balientes? Pónganse luego guardas <en> los caminos y lugares y sea la una parte en la parte <que> llaman Coapan y en Ocolco. Y si les preguntaren a las guardas q<ue> quién son o qué quieren, rresponderles que por qué lo preguntan ellos, y sobre esta rrazón hagan las guardas todo su posible, como hizieron ellos a n<uest>ros hermanos". Y así, fueron <en> lo más peligroso çinco prençipales y otros çinco maçehuales, mançebos balientes mexicanos con armas: el uno se llamaua Tlatolçaca y Tzompan y Mecatzin y Epcoatl y Tlacolteutl, prençipales, y los maçehuales eran Chicahuaz, Chical y Acoçauhqui y Tlahuaçomal y el quinto, Ytzomyeca. Estos se fueron a poner en Coapan. Estando allí, bienen çiertos yndios labradores de Suchimilco <que> yban a cultibar sus sementeras <en> los términos de Coapan donde estauan las guardas mexicanas e, bisto por los suchimilcas, lléganse a ellos, pregúntanles: "¿Quién sois bosotros? ¿De dónde sois?" Rrespondieron los mexicanos: "Y bosotros, ¿quién sois? ¿De dónde benís bosotros?" Dixeron los de Suchimilco: "<En> berdad que debéis de ser mexicanos". Rrespondieron: "<Que> lo seamos o no, ¿qué os ba a bosotros de ello o qué nos pensáis hazer?" Y tantas preguntas se hizieron <que> binieron a las manos y, lleuaudo de bençida a los suchimilcas, rrebueluen con rrodelas y macanas y en cantidad de ellos, que binieron siguiendo por alcançar a los mexicanos. Y, llegados a Tenuchtitlan, cuentan por estenço lo que abía pasado con los de Xochimilco y, como que acordauan, binieron tras ellos hasta casi dentro de Mexico Tenuchtitlan.
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Capítulo 18 De la manera que tenían en elegir los señores Cuando muría el señor o rey, para elegir otro juntávanse los senadores que llamavan tecutlatoque, y también los viejos del pueblo, que llamavan achcacauhti, y también los capitanes, soldados viejos de la guerra, que llamavan yautequioaque, y otros capitanes que eran principales en las cosas de la guerra, y también los sátrapas que llamavan tlenamacaque o papaoaque. Todos éstos se juntavan en las casas reales; allí deliberavan y determinavan quién havía de ser señor. Y escogían uno de los más nobles de la línea de los señores antepassados que fuesse hombre valiente, exercitado en las cosas de la guerra, osado y animoso, y que no supiese bever vino, que fuesse prudente y sabio, que se ha criado en el calmécac, que supiesse bien hablar y fuesse entendido y recatado y amoroso. Y cuando todos, o los más, concurrían en uno, luego le nombravan por señor, no se hazía esta elección por escrutinio o por votos, sino todos juntos conferiendo los unos con los otros venían a concertarse en uno. Elegido el señor, luego elegían otros cuatro que eran como senadores que havían siempre de estar al lado del señor y entender todos los negocios graves del reino; estos cuatro tenían en diversos lugares diversos nombres. Y al tiempo de la elección, muchos de los que tenían sospecha que los eligerían, se ascondían por no ser electos, por no tomar tan gran carga. Electos los cinco, escogían un día que por la astrología judiciaria fuesse bien afortunado, y llegando aquel día, sacávanlos a público; llevávanlos a la casa de Uitzilopuchtli. Párrapho primero: de cómo componían a los electos de ornamentos penitenciales y llevávanlos a la casa de Uitzilopuchtli Llegado aquel día señalado que era bien afortunado, los principales sátrapas ivan a buscar al señor electo y a los otros electos, y tomávanlos, y desnudos los llevavan al cu de Uitzilopuchtli, y delante del cu vestían al señor de las vestiduras con que los sátrapas solían ofrecer incienso delante los dioses, que era una xaqueta de verde escuro y pintada de huessos de muertos, que es a manera de uipil de muger; llamávanle xicolli. Luego le ponían a cuestas colgada de las espaldas una calabaçuela llena de pícieltl con unas borlas verdes oscuras, y poníanle delante la cara una manta verde escura, atada a la cabeça, pintada de huessos de muertos, y poníanle en la mano izquierda una talega con copal o incienso blanco; era también de lienço verde escuro y pintado de huessos de muertos. Y calçávanle unas cotaras también verdes escuras, y poníanle en la mano derecha un incensario de los que ellos usavan, pintado de cabeças de muertos. Y en el cabo del astil llevava colgado unos papeles como borlas. Luego le tomavan los sátrapas y le subían por las gradas del cu hasta llegar delante de la estatua de Uitzilopuchtli. En llegándole, luego tomava el incienso y echávalo sobre las brasas que llevava en el incensario, y començava a incensar a la estatua. Y haziendo esto, tenía la cara cubierta con el velo arriba dicho. Estava abaxo todo el pueblo mirando cómo incensava el señor nuevo, y los ministros de los ídolos tocavan las cornetas y otros instrumentos cuando el señor incensava. De la misma manera hazían los otros electos, que los adornavan como arriba se dixo, y los llevavan a incensar después del señor. Los atavíos con que a éstos ataviaban eran negros y pintados de huesos de muertos. Párrapho segundo: de cómo hazían penitencia los electos en el templo sin salir de él cuatro días Después que el señor y los electos huvieron incensado delante de la estatua de Uitzilopuchtli, luego los sátrapas los descendían, llevándolos del braço, por la misma orden que los havían subido, delante el señor, y luego el que era más principal de los otros, ansí por orden, según la dignidad de su elección. Y llevávanlos a una casa donde havían de hazer la penitencia cuatro días, que se llama tlacochcalco o tlacatecco, que estava dentro del patio de Uitzilopuchtli. Allí estavan cuatro días sin salir del patio, y ayunavan todos los cuatro días que no comían sino una vez al mediodía. Y todos los días ivan a incensar y a ofrecer sangre al mediodía y a la medianoche delante de la estatua de Uitzilopuchtli. Llevávanlos los sátrapas de braço con los ornamentos ya dichos, y por la orden ya dicha, y también los bolvían por la misma orden a su aposento. Y todos estos cuatro días, a la medianoche, después de haver incensado y ofrecido sangre, se bañavan en un alberque por hazer penitencia como siempre lo hazían los sátrapas todas las mediasnoches. Párrapho tercero: de cómo, acabada la penitencia, llevan al señor a los palacios reales, y a los otros a sus casas Acabada la penitencia de los cuatro días, llevavan al señor y a los cuatro senadores a las casas reales. Y también los cuatro senadores de allí se ivan a sus casas. Luego el señor consultava a los adivinos o astrólogos para que le señalassen un día bien afortunado en que hiziesse la fiesta de su elección, que llaman motlatocapaca. Y luego mandava a sus mayordomos o calpisques que se aparejassen todos los plumajes y adereços del areito que para entonce eran menester. Párrapho cuarto: de cómo haze el señor un solemníssimo combite Después de señalado el día donde havían de hazer la fiesta de la elección, si el electo era el señor de México, embiava sus embaxadores a todos los reinos circunstantes desde Cuauhtimallan hasta Michoacan, y desde mar a mar, y venían los mismos señores, o embiavan sus presidentes para asistir en el combite y fiesta de la elección. Todos los combidados estavan juntos algún día antes de la fiesta. El señor tenía aparejado comida y plumajes y mantas y mastles, y otras joyas para dar a los combidados, a cada uno según su manera de dignidad, para entrar en la fiesta y en el baile. A todos les dava plumajes y joyas y atavíos para el baile; y a su hora, davan comida a todos los combidados, muchos platos y diferencias de guisados, y muchas maneras de tortillas muy delicadas, y muchas maneras de cacao en sus xícaras muy ricas, y a cada uno según su manera. También les presentavan cañas de humo de muchas maneras en sus platos, y muchas maneras de flores muy preciosas. Y después de todo esto, muchas mantas ricas y muchos mastles ricos, a cada uno según su persona, y a cada uno ponían en su aposento muy adornado y muy poblado de sillas que ellos usavan, y de esteras, todo nuevo, donde estava el principal y todos los que havían venido con él para acompañarle. En esta fiesta bailavan de noche y de día con gran pompa y con gran aparato, y con cantares de gran solennidad. Esto durava una noche y un día, o dos noches y dos días, o tres noches y tres días, o más. Acabada esta esta solennidad, despedíanse los combidados y ívanse a sus tierras. Párrapho quinto: de cómo se aparejava el señor para dar guerra a alguna provincia Después de algunos días que el señor havía hecho la fiesta de su elección, mandava luego a pregonar guerra para ir a conquistar alguna provincia. Y luego juntavan sus capitanes y gente de guerra, y les dava armas y divisas. El mismo señor iva con ellos por su capitán general, ordenando su campo como arriba se dixo. Y después que havía hecho la victoria de aquella provincia que havía ido a conquistar, y después que havía hecho lo que arriba se dixo cerca de la pacificación de aquella provincia, bolvíase a su ciudad, trayendo gran número de captivos, los cuales todos matava, sacrificándolos a Uitzilopuchtli, que es dios de la guerra, y haziéndole gran fiesta por la victoria que les havía dado. Y luego dava dones a todos los soldados nuevos, especialmente a los que havían hecho cosas notables; dávales mantas y mastles labrados, y licencia para que de ahí adelante los usasen; y también les dava licencia para traer barbotes de piedras ricas, y plata y oro, a cada uno como se havía señalado en la guerra. Y dávales nombres de nobles y divisas o armas para que fuessen honrados y conocidos por valientes; también les dava licencia para traer borlas de oro y pluma en las cabeças andando en los areitos.
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Capítulo 19 De cómo los españoles mandaron a los indios hazer la fiesta de Uitzilopuchtli. Esto fue en absencia del capitán, cuando fue al puerto por la venida de Pánphilo de Narváyez Haviéndose partido, el capitán don Hernando Cortés para el puerto a recebir a Pánphilo de Narváyez, dexó en su lugar a don Pedro de Albarado con los españoles que quedaron allí en México, el cual, en absencia del capitán, persuadió a Motecuçoma para que mandasse hazer la fiesta de Uitzilopuchtli, porque querían ver cómo hazían aquella solemnidad. Motecuçoma mandó que se hiziesse esta fiesta para dar contento a los españoles. Aparejáronse ansí los sátrapas como los principales para hazer la fiesta. En toda esta letra que se sigue no se dize otra cosa sino la manera cómo hazían la estatua de Uitzilopuchtli, de masa, de diversas legumbres, y cómo la pintavan, y cómo la componían, y cómo después ofrecían delante de ella muchas cosas. Y estando en ella haziendo un gran areito, muy ricamente adereçados todos los principales en el patio grande del cu de Uitzilopuchtli, donde estava la imagen hecha de masa de bledos, y muy ricamente ataviada con muchos ornamentos, los cuales están en la letra esplicados, y otras cerimonias que se ponen en todo este capítulo.
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Capítulo 19 Trata en este capítulo como <en>bió mensajeros a los pueblos de Culhuacan, Cuitlahuac, Mizquic beer y sauer la determinaçión de ellos, si se abían conformado con los de Suchimilco contra Ytzcoatl, rrey de Mex<i>co Tenuchtitlam 20v Abiendo contado las guardas lo suçedido, y en prezençia de los de Suchimilco hizieron pedaços algunos pies de maizales por ençenderles más en cólera, "y así nos binieron aporreando y nosotros a ellos hasta dentro de esta rrepública mexicana". Dixo Ytzcoatl: "¿Qué os a paresçido de esto? Rrespondió el prinçipal Tlacochcatl Tlacaelel y Tlacateccatl y Motecçuma, Tlilancalqui y Ezhuahuacatl, y tomó la boz el uno de ellos de todos los capitanes: "Señor, hayan buestros mensajeros a los pueblos de Cuitlabac y Mizquic". Dixo Ytzcoatl: "Sean los mensajeros dos prençipales pláticos destos n<uest>ros hermanos, y sean Aztacoatl y Axicyotzin". Y luego les dixeron: "Yd, hermanos n<uest>ros, dezildes de parte de Ytzcoatl y de todos nosotros los prençipales mexicanos a los señores de estos dos o tres pueblos que, deespués de dados n<uest>ros saludes, les digáis si están conformados con los de Suchimilco a mouernos guerra; en espeçial a los del pueblo de Suchimilco si están determinados a mobernos guerra los honbres y demás mançebos y los biexos, y lo que será de las biexas, niñas y criaturas; <que> nos den abiso para que no herremos <en> la boluntad que determinaren". Partidos los mensajeros para la çiudad de Suchimilco y en la guarda de Coapan, bieron a los de Suchimilco con armas y aperçibidos y cantidad de ellos y los mensajeros yban sin nengunas armas ni defensa. Dixéronles: "¿A dónde bais? ¿Quién sois bosotros?" Rrespondieron los mexicanos: "Somos mensajeros <que> bamos al pueblo de Suchimilco". Dixéronles: "No es menester que allá bais, y bolbeos desde aquí. Dezilde a Ytzcoatl que ya es tiempo <que> bamos a bosotros, <que> se aperçiba desde luego". Y los mexicanos dixerom: "Mi señores suchimilcas que no sauemos ni <en>tendemos de eso que dezís, que otra cosa es n<uest>ro mensaje apartado de eso". Rrespondieron los de Suchimilco: "Ya os tenemos d<ic>ho que os boluáis, que no es menester que bais a Suchimilco". Bisto esto, los prençipales de los mexicanos no osarom yr a Suchimilco. De aquella manera y por les aber d<ic>ho que ya es hecha la determinaçión y estar todos aperçibidos, rrespondieron los mexicanos: "Sea norabuena. Ya nos boluemos". Llegados <que> llegaron a Mexico, <en>tran en el palaçio de Ytzcoatl y cuéntanle todo lo que abía pasado y como todos eran prençipales y armados todos con todo género de armas, "y con esto nos emos buelto ante u<uest>ra prezençia". Mandó luego llamar a todos los prençipales mexicanos, díxoles: "Ya, señores, estáis <en>terados de la manera que nos bienen a ofender estos perbersos de los de suchimilcas tlalhuicas. Por eso, señores y hermanos, de estos bellacos no a de aber clemençia ni piedad alguna de ellos, sino que de todo trançe sean muertos y destruidos. Aperçibíos luego, balerosos mexicanos, pues u<uest>ra onrra y fama a de ser sonada <en> todo el mundo". Luego a la ora los mexicanos y su baleroso campo començó a marchar y llegan al término de Teyacac, muy çerca de donde hizieron boluer a los mexicanos mensajeros, y, llegados allí, Comiençan coxer mucha de la piedra pesada 21r y, tomado los que ubieron menester, les dixo a los mexicanos Tlacaeleltzin, capitán general de los mexicanos: "Hermanos, agora muy poco a poco, <que> bamos a Ocolco". Y llegados allí, estauan todos los suchimilcas aperçibidos, mucho número de ellos, y començaron a bozear los xuchimilcas: "¡Ea, mexicanos, bení, bení a nosotros!" Rrespondiéronles los mexicanos con grande ympitu: "¡Pobre y miserables de bosotros, suchimilquillas! Agora a de ser que quedaréis todos destruidos y aun abéis de ser n<uest>ros basallos y tributarnos". Comiençan a dar en ellos tan furiosamente <que> bueluen los suchimilcas las espaldas para su pueblo, dándoles grita y bozería, y rrebueluen sobre un çerro que allí está <que> se dize Suchitepec, y sube ençima Tlacochcatl Tlacaelel, allí les dio bozes a los mexicanos prençipales: "Poco a poco, mexicanos, no os desmayéis con la furia, que abéis bosotros los suchimilcas de ser oy todos muertos a n<uest>ras manos". Y como yban huyendo para su pueblo los de Suchimilco, yban en alcançe dellos dexando atrás muchos cuerpos muertos y otros muy malheridos y prendiendo a los más prençipales de los de Suchimilco hasta llegar a Totoc, y allí plantaron los mexicanos con la piedra <que> traían junto a las caserías su término como sujeto a Mexico, y el que era de los suchimilcas como albarrada o fortaleza <en> un enprouiso lo rrompieron los mexicanos, que quedó todo en el suelo. Binieron allí desde lexos los prençipales suchimilcas, dixéronles a los mexicanos: "Señores n<uest>ros y preçiados mexicanos, no aya más, no se pase adelante u<uest>ra braueza, çese u<uest>ra furia, descansen u<uest>ras fuerças y baroniles cuerpos, que beis aquí esta sierra grande que es u<uest>ra, adonde se sacará todo lo que queréis y deseáis". Y aguardando lo que diría<n> los suchimilcas, dixo el señor de ellos: "Oydme, Tlacochcalcatl Tlacaelel. Tomá de buestra mano para todos los prençipales y demás hijos y sobrinos buestros y n<uest>ros amos; rrepartidles a cada uno quatroçientas braças de tierras en quadra y para bos tomá todas las que quisiéredes, pues os biene con derecha razón y fue n<uest>ra culpa agora someternos a suxeçión. Y esto es lo que dezimos, yo en nombre de todo el pueblo de Suchimilco". Con esto, luego lleuó el capitán Tlacochcalcatl Tlacaheleltzin a Cuauhnochtli y a Tlilancalcatl y luego hizieron llamar a todos los prençipales suchimilcas. Díxoles: "Oydme. Dize el señor que está y rreside dentro de los cañaberales y tulares, que está aguardando allí a las gentes, que es n<uest>ro rrey y señor Ytzcoatl, y por buestro mandado y querer rrepartimos las tierras a todos ellos". Y primeramente para el propio rrey Ytzcoatl y luego a Tlacochcalcatl Tlacaeleltzin, tomaron primeramente <en> la parte de Coapan y en Chilchoc y en Teoztitlan y en Xuchipec y en Motlaxauhcan y en Xalpan y en Moyotepec y en Acapulco y Tulyahualco y <en> Tiçatepec, y <en> todas estas partes tomaron asimis tierras los prençipales. E bisto, acabado y rrepartidas todas las d<ic>has tierras y <en> todos los lugares y partes, dixeron los prençipales suchimilcas: "Ya por bosotros, señores, queda el gran monte n<uest>ro para la madera y piedra que pretendéis, y rrepartidas todas estas tierras conforme a u<uest>ra bo 21v boluntad. Agora, señores n<uest>ros, descansad y sosegad, pues emos de n<uest>ra mano tomado n<uest>ro cargo y trauaxo de seruidumbre y aquí es buestra casa y pueblo, aquí os aguardaremos cada y quando que biniéredes a descansar". Con esto se despidieron los mexicanos y se fueron a Mexico Tenuchtitlam a contar por estenso lo suçedido en esta guerra y la manera de la suxeçión dél. <En>tendido por él, hizo llamar a los tepanecas de Azcapuçalco y los de Cuyuacan juntamente, los suchimilcas, e les dixo: "Luego abéis de poner <en>tre todos bosotros una calçada y camino, toda de piedra pesada de quinze braças de ancho, dos estados de alto". Y bisto el mandato, se hizo luego, que es éste de agora de la <en>trada de Mexico Xoloco.
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Capítulo 19 De la orden que havía en el tiánquez, de la cual el señor tenía especial cuidado El señor tenía cuidado del tiánquez y de todas las cosas que en él se vendían, por amor de la gente popular y de toda la gente forastera que allí venía, para que nadie los hiziesse fraude o sinrazón en el tiánquez. Por esta razón ordenavan, ponían por orden todas las cosas que se vendían, cada cosa en su lugar. Y elegían por esta causa oficiales que se llamavan tianquizpan tlayacanque, los cuales tenían cargo del tiánquez y de todas las cosas que allí se vendían. De cada género de mantenimientos o mercaderías tenía uno de éstos cargo para poner los precios de las cosas que se vendían, y para que no huviesse fraude entre los que vendían y compravan. Estavan en una parte del tiáquez los que vendían oro y plata, y piedras preciosas y plumas ricas de todo género, de las cuales se hazían las divisas o armas para la guerra, y también las rodelas, etc. En otra parte se ordenavan los que vendían cacao y especias aromáticas, que ellos llaman ueinacaztli, tlilxúchitl, mecaxúchitl. En otra parte se ordenavan los que vendían mantas grandes, blancas o labradas, y mastles que entonce usavan unos blancos y otros labrados y otros ricos; y también allí mismo se vendían los vistuarios mugeriles labrados y por labrar, medianos y ricos; también las mantas comunes que ellos llaman cuachtli, áyatl. En otra parte estavan por su orden los que vendían las cosas de comer, como son maíz blanco y maíz açul, escuro o negro, y colorado y amarillo, y frixoles amarillos y blancos y negros y colorados y jaspeados, y unos frixoles negros grandes como havas, y semillas de bledos pardos o cenizientos y colorados y amarillos, y chían blanca y negra, y otra que llaman chiantzótzol. En este mismo lugar se ordenavan los que vendían sal y gallina, y gallos y codornizes, y conejos y liebres, carne de venado, y aves de diversas maneras, como son ánades y lavancos, y otras aves del agua; también los que vendían miel de maguey y de avejas. De esta orden eran los que vendían chilli que se llama tonalchilli, y chiltecpin, y texyo chilli, y chilli amarillo, y otras maneras de chilli; los mismos vendían tomates que llaman miltómatl y xitómatl. En otra parte se ordenavan los que vendían fruta, como son cerezas y aguacates, ciruelas silvestres, huayavas, batatas y batatas de raízes, que se llaman cuauhcamutli, y çapotes de diversas maneras. También con éstos se ordenavan los que vendían turrones de chían, castañas de raízes de yerva, raízes como regaliz, erizos, que es una fruta que se come, pepitas de calabaça, pepitas grandes de calabaça. También con éstos se ordenan los que venden peces y ranas, y otros pescadillos que son como lagartillos, y otras savandijas que se crían en el agua. También con éstos se ordenan los que venden papel que se haze de cortezas de árboles, y encienso blanco, y goma negra que se llama ulli, y cal, y navajas, y leña para quemar, y maderos para techar las casas, unos cuadrados, otros rollizos, y tablas y pandillas, que son tablas delgadas, y coas y palancas, y palas y remos, y varales y tomizas, y nenquén y cuero labrado, y cotaras, y hachas de cobre para cortar maderos, y punçones y escoplos, y otras herramientas para labrar madera. También están por su orden los que venden yervas para comer, como son cebolletas y otras yervas que usan de comer, y oauhquílitl, oauhtzontli, etc. También éstos venden xilotes y elotes cozidos, y pan hecho de los penachos del maíz, y pan hecho de elotes, y todas las maneras de pan que se usa, como son tamales y necutamalli, etc. También estavan por su orden los que venden cañas de humo de muchas maneras, que son acacuáuitl y acáyetl, yetlalli. Y también aquí se venden xuchiocótzotl, y los platos para poner las cañas cuando se queman, y otras maneras de vasos de barro, como son apantlecáxitl y tlecuaztli, y lebrillos y ollas y tinajas, y tinajas para hazer uctli, etc., y todas las otras maneras de loça. Y los que tenían cargo de las cosas del tiánquez, si no hazían fielmente sus oficios, privávanlos de ellos y desterrávanlos del pueblo. Y los que vendían algunas cosas hurtadas, como manta rica o piedra preciosa, y cuando se sospechava que aquello era hurtado, si no dava la persona que se lo havía vendido, prendíanle y sentenciávanle a muerte los juezes y señores. Y con esto se ponía temor a la gente para que nadie osasse comprar cosa hurtada.