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Capítulo 11 De lo que dize otro orador en acabando el primero, mostrando brevemente el alegría de todo el reino por su elección, y mostrando el deseo que todos sus basallos tienen de su larga vida y prosperidad. No lleva esta oración tanta gravedad ni tanto coturno como la pasada ¡Oh, señor nuestro sereníssimo y humaníssimo, y rey nuestro muy generoso y muy valeroso, más precioso que todas las piedras preciosas, aunque sea el zafiro! ¿Por ventura es cosa de sueño lo que vemos? ¿Por ventura estamos borrachos en ver lo que nuestro señor dios ha hecho con nosotros en darte por rey y señor? Y es que ha embiado sobre nosotros nuestro señor dios un sol nuevo muy resplandeciente y una luz como la del alva, y un milagro y maravilla grande, una gran pascua y fiesta de gran regozijo. ¡Oh, señor, que vos solo havéis merecido esta empresa de ser señor de este reino, donde os ha puesto nuestro señor dios por rey y señor, el cual dexaron vuestros abuelos que os precedieron! ¡Oh, señor, que a vos solo ha tenido por digno nuestro señor dios de este reino y de este señorío! Porque vosotros, señores nuestros, que sois como piedras preciosas, chalchihuites y zafiros, como cuentas y juelas de oro, sois dignos de estas honras y dignidades. Agora, señor, engrandecéis y sublimáis los adereços y atavíos del señorío y de este reino con que los señores se suelen componer y ataviar. Señor nuestro, muchos días ha que este reino y señorío os tiene desseado como quien con gran sed y hambre dessea comer y bever, y como el hijo dessea ver a su padre y a su madre estando absente de ellos. Llora y aflígesse y dessea la gente de este pueblo que la rijáis y governéis. Por ventura mereceremos que algunos días y años vean vuestra cara muy deseada vuestros basallos y siervos, y os tengan como prestado y gozen de vuestra persona y de vuestro govierno. O por ventura por los pecados del pueblo seremos huérfanos de vuestra persona ante de tiempo, si por nuestros deméritos nuestro señor dios os llamare y llevare para sí, o vos os fuéredes para vuestro padre y madre, el dios del infierno llamado Mictlantecutli; o por ventura, yendo a la guerra y peleando en el campo, donde suelen morir los valientes y esforçados, combidaréis con vuestra sangre y con vuestro cuerpo a los dioses del cielo, y os iréis para vuestro padre y vuestra madre el sol y el dios de la tierra, y os iréis adonde están los hombres valientes y esforçados como águilas y tigres, los cuales regocijan y festejan al sol, el cual se llama Tiacáuh in Cuauhtleoánitl, el cual se contenta mucho y recibe gran recreación en gustar la sangre de éstos que, como valientes, la derramaron. No sabemos lo que dios tiene determinado; esperemos su sentencia. ¡Oh, señor! Viváis muchos años para hazer prósperamente vuestro oficio. Poned el hombro a la carga; poneos debaxo de la carga muy pesada y trabajosa, y tended vuestras alas y vuestra cola para que debaxo de ellas amparéis a vuestros súbditos, que los havéis de llevar como carga. ¡Oh, señor! Entre vuestro pueblo y vuestra gente debaxo de vuestra sombra, porque sois un árbol que se llama púchotl o auéuetl, que tiene gran sombra y gran rueda, donde muchos están puestos a su sombra y a su ámparo, que para esso os ha puesto en este cargo. Plega a dios de os hazer tan próspero en vuestro regimiento, que todos vuestros súbditos y basallos sean ricos y bienaventurados. Señor nuestro, con estas pocas palabras he besado vuestros pies y vuestras manos, e hablado a vuestro coraçón y a vuestro cuerpo. ¡Oh, bienaventurado señor! Bivid y reinad por muchos años, ayudando a nuestro señor dios con este oficio, y tomad mucho norabuena vuestro reino y señorío, encima de vuestros hombros. Ya he dicho. El que ora diziendo esta oración está en pie y descalço. Quitóse las cotaras para començar a orar; anudóse la manta sobre el hombro, que es señal de humildad. Y el señor cuando le dize esta oración, levántase o pónese en coclillas, buelta la cara al que ora; en el tiempo de la oración no buelve la cabeça a ninguna parte y tiene los ojos puestos en el orador. En la manera del estar sentado muestra su magestad y gravedad. Y acabada la oración, responde algunas breves palabras o manda algún orador suyo que responda, que está a su lado; y si habla el mismo señor, dize lo que sigue.
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Capítulo 11 De los asentamientos de los señores Usavan los señores de unos asentamientos hechos de juncias y de cañas, con sus espaldares, que llaman tepotzoicpalli, que también los usan agora, pero en el tiempo passado, para demostración de su magestad y gravedad, aforrávanlos con pellejos de animales fieros, como son tigres y leones, y onças y gatos cervales, y osos, y también de ciervos, adobado el cuero. También unos asentaderuelos pequeños cuadrados y de altor de una mano con su pulgada, o un palmo, que llaman tolicpalli, los aforravan con estos mesmos pellejos dichos para asentamiento de los señores. También usavan por estrados sobre que estavan los asentamientos de los mesmos pellejos ya dichos tendidos. Usavan también por estrados unos petates muy pintados y muy curiosos, que se llaman alaoacapétlatl. También usavan de llamacas de red para llevarse a donde querían ir, como en litera. También usavan de los icpales arriba dichos, pintados, sin pellejo ninguno.
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Capítulo 110 Trata en este capítulo de la despedida del capitán Don Femando Cortés a los mensajeros de Monteçuma y de los presentes que <en>bió el capitán al rrey Monteçuma de Mexico, y lo que más fue Con esta rresuluçión los tornaron a <en>barcar y salieron al puerto de la Beracruz, estando el capitán Don Fernando Cortés en San Juan de Lúa. Salidos, tomaro<n> el camino <en> la mano. Llegados ante Monteçuma, le hizieron su rreuerençia y cuéntanle letra por letra todo lo que abía pasado y bisto, la manera de tiros y humo de la póluora, el rresonido que dauan las pieças gruesas, la manera de las armas, çeladas, cotas, espadas, dagas, adargas, cauallos, lebreles grandes, temerosos al paresçer. Acabada esta prática, le ponen los sartales de cristalina, cuentezuelos, <en>tendiendo Monteçuma eran las maneras de las cuentas, esmeraldas y diamantes, y pusiéronle una camisa de rruán y unos calçones y alpargates, un sombrero, y de la manera del traer las espadas y dagas se la pusieron, con su talauarte. Al cabo le dieron una caxeta de conserua y una bota de bino y bizcocho blanco. Y dixo Monteçuma que qué sauor era aquello. Comieron dello los mensajeros y luego con una xícara pequeña beuieron sendos tragos de bino y así el Monteçuma comó y beuió dello. Quedó Monteçuma admirado de beer la lengua de Marina hablar en castellano y mexicano y cortar la lengua, según que ynformaron los mensajeros al rrey Monteçuma, 157r de que quedó bien admirado y espantado. Monteçuma se puso cabizbaxo a pensar y considerar lo que los mensajeros le dixeron y dende a terçero día binieron los de Cuetlaxtlan, binieron a dezir como el capitán Don Fernando Cortés y su gente se boluieron <en> sus naos <en> busca de otros dos naos que faltauan quando partieron de Çintla y Potonchan, adonde le dieron al capitán las ocho moças esclauas, <en>tre ellas a Marina. Considerando Monteçuma los sartales de la cristalina y abalorios y todos demás cosas, dixo: "Berdaderamente me a hecho mucha merçed el dios Quetzalcoatl, el que estaua y rresidió con nosotros <en> Tula. Y creo berdaderamente ser el Çe Acatl y Nacxitl, el dios de la Una caña Caminador". Bisto las açemitas que les dieron al Tlilancalqui y a Cuitlalpitoc, llamó al mayordomo (Petlacalcatl) <que> fuego le truxesen un pedaço de canto, <que> llaman tepetlatl, como en algunos caminos ay suelo enpedernido. Traídolo, lo conparó a ello. Llamó a todos sus corcobados y enanos y esclauos (xolome), díxoles: "Comed de esto y mirá lo que os paresçe dello, qué sauor tiene". Como lo comieron, dixeron: "Señor, dulçe es, buen sauor, eçeto que es duro". <En>tonçes Monteçuma partió y comió dello, dixo: "Es berdad que es dulçe y sabroso". Dixo: "Esta comida, ¿no es del ynfierno?, que paresçe ahumado. Bien será que, pues esto es el prinçipio de la benida de Tulan, que se lo presentemos al tetzahuitl Huitzilopochtli". Y así, lo pusieron <en> una xícara nueua azul y lo taparon con una toalla muy delgada, lleuáronlo al gran cu del diablo y pusieron en el agujero de la piedra rredonda de la gran batea (cuauhxicalli), y los saçerdotes del templo lo començaron a sahumar. Acabado esto, le lleuaron al pueblo de Tulan y le pusieron <en> un cofre de piedra labrado <que> llaman toptanaco, <en>buelto <en> unas muy rricas mantas. Dado a los sacerdotes del templo de Tula, dixéronles: "Tomad y <en>terrad esto en el templo <que> hera de Quetzalcoatl". Y allí lo <en>terraron y comiençan de sahumarlo y degollar codornizes y rroçiallo con la sangre de ellos, comiençan de tocar las bozinas de caracoles. Cumplido esto, llamó a Tlilancalqui y a Cuitlalpitoc, díxoles Monteçuma: "<En> berdad que tenía por çierto que estos dioses os abían comido, pero pues no fue ansí, tanpoco comieron de n<ues>tras comidas, abranlas olbidado, que a más de trezientos años <que> se fue Quetzalcoatl al çielo y al ynfierno. Agora, Tlilancalqui, descansad, que, <en> fin, soy rrey y señor. Yo daré de comer y bestir a buestra muger y hijos y en el ynter buscaremos la rraíz propinco de donde binieron estos dioses". E luego aquel día llamó a Petlacalcatl (mayordomo), lleuaron a la casa de Tlilancalqui <en>tero tributo del pueblo de Tuzpan y de Tziuhcoacatl y de Ytzcuincuitlapilco y Tuchtepec y Oztoman, de manera que quedó Tlilancalqui rrico de mucha rropa rrica, plumería, oro, piedras rricas, cacao y muchos mantenimi<ento>s de maíz, frisol, pepita, chian, algodón <en> fardos y fardos de chile y pilones de sal blanca y esclauas y esclauos. Dízele: "Señor, este tributo os da y haga buen prouecho con ellos, que para sienpre jamás será<n> uest>ros pue<blo>s. 157v E tanbién os haze donaçión de una su casa que está en el barrio de Toçanitlan, otra llamada Moyotlan". Como le dio y <en>tregó las casas el mayordomo a Tlilancalqui, llamólo otro día, díxole: "Bení acá, Tlilancalqui. Cómo ternemos nueua çierta de estos dioses, de qué parte, de <qué> lugar binieron? Hazedme traer luego al afamado pintor amado Tocual para <que> saque y dibuxa de la manera <que> bistes estas gentes de los dioses, nabíos, armas, artillería, cauallos, lebreles, la manera de su asiento, comida, mesa, piliçía", "de la manera que os fuere diziendo el Tlilancalqui, muy al natural, sin exçeder punto. Y mirá que no lo digáis a persona del mundo, so pena de muerte a bos y a buestra muger, hijos, hasta los çimientos de buestra casa será destruida, y parientes u<uest>ros por lo consiguiente". Començó luego el pintor a pintar de la manera que bido al capitán y soldados y marineros, de muchas colores sus trajes y bestidos, los rrostros blancos, barua larga y algunos con coleta a lo antiguo y sonbreros grandes <en> las cabeças, que les llamaron cuaapaz. Acabado de pintar, lleuólo a Monteçuma, que quedó bien admirado y espantado, en espeçial el grande humo que salían de los tiros gruesos de campo y arcabuzes y la manera de los arcabuzes, ballestas, lanças. Preguntó al pintor, como era biexo, díxole: "Bení acá. ¿Qué dixeron los antiguos? ¿N<uest>ros padres abuelos, dexaron declarado algo de estas cosas, los que abían de benir a señorear esta tierra y mundo, conforme agora abéis pintado? Bení acá. Bos dezís que no alcansáis a <en>tender dada de lo que os pregunto. Pues preguntáselo a todos los pintores u<uest>ros amigos y otros biexos, porque agora son quatro generaçiones de los que somos, <que> ban muriendo y multiplicando, que es de çien a çien años. Y la pena <que> tengo es que quisiera saber y <en>tender <qué> gentes an de benir a señorear estas n<uest>ras tierras". Y como ubiese uno ni nenguno que tal supiese ni declarase, fue con esta rrespuesta al rrey Monteçuma. Dixo: "Pues yo quiero <en>biar a sauerlo a los pueblos de Malinalco y otros muchos pueblos de Chalco y Tierra Caliente". Benidos los mensajeros de muchas partes y lugares, benidos los biexos <que> fueron a traer, házelle nueua ynterrogaçión para q<ue> biesen y de lo por él tan deseado. Después de auer dado su satisfaçión de no saber ni <en>tender cosa de los que los antiguos abían d<ic>ho, saluo que algunos antiguos les dexaron profetizado que los que abían de benir a rreynar y pobrar estas tierras que abían de ser llamados tzoçuilycxique y por otro nombre çenteycxiques, que son aquellos que están <en> los desiertos de Arabia que el alto sol ençiende, <que> son, que tienen un pie solo, de una pata muy grande, con que se hazen sombra, y las orejas les sirben de fraçadas, <que> tienen la cabeça en el pecho. "Y esto dexaron declarado los antiguos n<uest>ros antepasados al tiempo que binieron a poblar estas tierras. Y esto es lo que <en>tendemos 158r y no otra cosa de lo que, señor, preguntáis". Rreplicó Monteçuma, dixo: "Grandes sabios an sido los naturales de Cuitlahuac. Bayan a llamarlos para ynformarme de ellos lo <que> tanto deseo, y a los de Mizquic". Benidos ante él, les haze las preguntas que a los de los otros pueblos. Dixeron en rrespuesta que los antiguos biexos predestinaron, como sabios <que> heran, que abía de boluer Quetzalcoatl en otra figura y los hijos que abía de traer eran muy diferentes de nosotros: "Más feroçes y balientes, de otros trajes y bestidos y habla muy çerrada, que no los abemos de <en>tender, los quales an de benir a rregir y gouemar esstas tierras, que es suya de tienpo ynmemorial. Y éstos an de benir, abrir sus haziendas de entre todas las sierras, montes, rríos, y que xamás se irán, <que> harán asiento perpetuamente. Y esto dexaron declarado los antiguos".
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Capítulo 111 Tratará en este capítulo como no conformase<n> las preguntas de los profetas falsos con los que abían bisto Tlilancalqui, <en>bió a llamar a los de Suchimilco y a otras partes para declaraçión dello Abiendo bisto la profeçía de los de Cuitlabac y Mizquic no conformando con lo dibuxado, dixo a Tlilancalqui que aquello no conformaua. <En>bió mensajeros a llamar a los biexos de Suchimilco, dixo a Tlilancalqui <que> luego <en>biare. Dixo Tlilantzin: "Señor, tanbién creo si es biuo <en> Suchimilco en Quilaztli, gran sabio, ya <en>bío por él, porque les dexó dicho su dios a éstos que trujeron cargado a su dios, <que> son llamados teomamaque,lo qual estos dexaron profetizado, y será bueno que yo baya a traerlo y no otra persona". Y ansí, fue y truxo al Quilaztli. Díxole Monteçuma la mesma rrazón que a los otros biexos sabios e díxole: "Las gentes que an de benir a señorear estas partes, ¿por dónde an de benir?, ¿es el oriente o poniente? ¿Qué gentes serán, de qué manera, qué traxes, qué altura tendrán, o baxarán del çielo? Y esto es, padre, lo que quisiera saber de bos". Rrespondióle Quilaztli a Monteçuma, dixo: "Hijo y señor n<uest>ro, no te tengo de dezir sino la berdad de lo que dexaron d<ic>ho y escrito los antiguos biexos cargadores de n<uest>ro dios, y por esta pintura lo berás. Y an de benir unas gentes <que> serán llamados coayxeequee (caras de culebras) y caras de pescado grandes y pies de gusanos, gentes de un pie y caualleros en águilas ligeras. Y an de benir a cauallo <en> unas grandes culebras, y estos muy grandes, que paresçen çerros los cauallos. Y estas gentes an de ser mucha sunma de ellos y an de dormir ençima de sus caualgaduras; y en lo que an de benir, allí su dormitorio y guisar sus comidas, como si fueran sus casas propias allí. Y benir por la Mar del Çielo, partes de el oriente. Bernán luego otros de un pie y an de benir otras gentes que no tienen cabeças sino <en> los pechos cabeça, cara y boca. Bernán otros caualleros en tonacamaçatl, que son sus caualgaduras como unos muy grandes sieruo, benados poderosos. Y an de benir por Tzonapan, por çima de la Gran Mar, muy blancos de rrostro y todo el cuerpo y de muy largas baruas y los bestidos de muchas y diferentes manera y de muchas 158v colores. Y éstos serán los más primeros que después binieren". Acabada la plática, muéstrale la pintura a Monteçuma. Estaua tan espantado de beer la manera de las pinturas y de ber las gentes blancas y en caballos de muy grandes çierbos adereçados, llamados tonacamaçatl, y ençima de las cabeças puestos como unos lebrillos pequeños, debían de ser sombreros. Començó de enmudeçer Monteçuma y llorar amargamente. Llamó a Tlilancalqui, díxole: "Bení acá. Llegaos a beer estas figuras. ¿Paresçen las <que> fuistes a beer?" Dixo: "Berdaderamente son éstos los que fui a beer <que> binieron de la Mar del Çielo". Llamó asimismo al de Suchimilco, que cotexase uno con otro de las pinturas. Dixo que casi conformauan con su pintura antigua. Díxole Monteçuma: "Pues as de sauer que estas gentes binieron del çielo y llegaron a la orilla de la Gran Mar, junto a mis pueblos de Cuetlaxtlan y Çempoalan". Díxole: "Mirá, padre Quilaztli, agora acabo de <en>tender y creer que te dexaron grandes sabios en las artes máxicas, porque, cotexando uno con otro, son los propios que an benido. Por eso te abiso que lo tengas esto en gran secreto, no lo publiques. Y mirá que no as de boluer a tu tierra a Suchimilco, porque aquí te señalo casas buenas en que biuas con tu muger y hijos y te doy de mis tierras adonde comas tú y tus hijos, y te asentaré en el trono <que> se sientan mis prençipales y as de juzgar y sentençiar como ellos. Y esto te prometo y será beramente ansí como te digo". Dixo después de esto: "Dime, abuelo mío Quilaztli, ¿estas gentes boluerán otra bes acá?" Díxole: "Señor, ya ancho camino por la mar, que oy, que mañana, que de aquí algunos días boluerán, o de oy en un año serán con nosotros. No tengas duda de esto que te digo, sino <que> boluerán. Y mirá, señor, que, dándome mi bentura algunos días de bida y en días alcanço a beer esto, te acordarás de lo que te çertifico, y si muriese de beras creerás te traté berdad. Y si de oy en un año o dos o tres y, a más tardar, quatro a<ño>s, y hallares <en> contra de lo que te digo, mi muger, hijos mueran por ello si yo muero primero". Dixo Monteçuma: "Aguardemos los benideros tienpos lo que será, que mediante n<uest>ro dios, ayre, sol, aguas, montes, que ellos lo sauen que en ellos tengo esperança de su yda para siempre o su buelta". Y habló al mayordomo de Cuetlaxtlan llamado Teutliltzin: Mirá que os mando que sobre todo tengáis espeçial cuenta y cuidado de que cada tres días <en>biéis a bisitar a las Mares del Çielo si tornaren a boluer los dioses <que> abían benido. <En>tendiendo que no abían de boluer más los españoles, a cabo de un año y parte de dos, estando quieto y paçífico, teniendo entendido que xamás boluerían, puso por señores a sus hijos Monteçuma y sobrinos: el uno puso en Hecatepec, llamado Huanitl, y otro sobrino puso en Azcapuçalco, llamado Oquizqui, otro pus en Suchimilco, llamado Omacatl, otro puso, que era su hijo, en Tenayucan, llamado Acamapich. Puestos estos sobrinos suyos y a propio hijo en 159r las partes dichas, dende a pocos días pasados, y a los dos años, boluió de Cuetlaxtlan el mayordomo diziendo: "Señor, el mayordomo mayor de Cuetlaxtlan, Tentlitzin, dize, señor, que aparesçieron ya en las orillas de la Mar del Çielo los nabíos que abían benido la otra bes, que bienen ya quatro tan grandes como un çerro. ¿Qué mandas <que> haga de su rreal mandato?" Oydolo Monteçuma, se puso cabizbaxo a pensar, gran tristeza <en> su coraçón, que no habló palabra nenguna. Fue luego de mensajero con mandato de Monteçuma, díxole: "Dile a Pinotl y a Tentliltzin que tubiesen gran cuenta si se llegauan con sus canoas pequeñas que los dioses traen, si se desenbarcan o qué hazen; <que> luego <en>bíen mensajero a dar abiso". Otro día bino a des<en>barcar el capitán Don Fernando Cortés con mucha gente española. Començaron a des<en>barcar los cauallos y artillería en Chalchiuhcueehecam, que oy es la çiudad de la Beracruz, por ser Biernes Sancto, beinte y ocho de março del año de mill y quiniento>s y diez y nueue del s<anc>to nasçimiento de N<uest>ro Señor XesuX<risto> Binieron luego los mensajeros de los de Cuetlaxtlan a dar abiso a Monteçuma como abían des<en>barcado en Chalchiuhcuehecan y como abían parado todos sus nabíos allí çerca. Dixo Monteçuma: "Dezid a los mayordomos que quando todos ubieren des<en>barcado <que> luego bayan con treinta o quarenta cargas de todo género de comidas, gallinas, pauas asadas y cozidas con chile y mucho género de tamales, bollos con frisoles y muchos géneros de toda fruta, que no falte cada día". Llamó a Tlilancalqui, díxole: "Ya me paresçe <que> son benidos y des<en>barcados los dioses en Chalchiuhcuehecan". Dixo Tlilancalqui: "No será cosa ?çedente <en>biar algun prençipal, por quizá no les harán tan buen rresçibimiento ni de la manera que yo los rresçibí la bes primera. Y así dándome u<uest>ra m<erçe>d liçençia, yré luego". Y así, abia liçençia, partióse luego. Caminando de día y de noche llegó a Cuextlan. Abisado al mayordomo de los géneros de comidas y géneros de frutas, que abían de yr cantidad de çincuenta cargas cada día, en espeçial gallinas asadas y fruta y cacao molido, que no sabían los españoles beuerlo, llegado con todas las cargas de géneros de comida y fruta, les estubieron un rrato los yndios biendo los que andauan pescando. Abisaron al capitán dello. Binieron dos bateles por ellos, <en>barcáronlo todo. Llegados, saludaron a la muger Marina <en> la lengua mexicana y dixo ella: "¿Quién sois? ¿De dónde benís?" Dixo Tlilantzin. "Hija, yo soy el mensajero de agora tres años, quando otra bez binieron estos dioses, y bengo otra bes con esta comida para ellos y a besar las manos al señor de parte del baleroso rrey Monteçuma, señor de este ymperio mexicano". Lo qual, ymterpetado Marina, comieron todos los soldados muy bien, <que> les supo como si se ubieran criado con aquellas comidas. Acabados de comer, dixo Marina a Tlilantzin que le an hecho mucha merçed el rrey Monteçuma, que qué es lo que manda agora. Dixo Tlilantzin. "No más de que después de besado las ma<no>s por el rrey, dize que aquel trono, ymperio y estrado es dél como Monteçuma lo posee, y le ruega <que> si se a de llegar allá que le aguardará como 159v como a tan baleroso señor como es el capitán, espeçialmente ser suyo el ymperio como por él lo tiene, y <que> será tenido por dichoso de beerle y adorarle y ponerle su persona en su lugar". Dixo Marina a esta rrespuesta <que> se lo tenía en muy gran merçed, que allá yría, que estaua allí aguardando a otro capitán hermano suyo, <en> benido <que> fuese. Y <en>biando otro mensajero el rrey Monteçuma, luego se pusieran en camino de yr a allá a Mex<i>co Tenuchtitlan a ber y hablar con él, <que> luego se boluieran él y todos a su tierra, que abía mucho tiempo que abían salido de allá. Con esta rresoluçióm Tlilancalqui se partió camino de Mexico caminando de día y de noche y dando abiso a todos los señores de los pueblos rresçibiesen a los dioses por espreso mandato del rrey Monteçuma, so pena de muerte.
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Capítulo 112 Trata en este capítulo como llegó a Mexico Tlilancalqui, mensajero del rrey Monteçuma, y de la gran tristeza <que> ubo de sus hijos y como se los dexaua muy encargados a Tlilantzin después dél muerto Llegado a Mexico Tlilancalqui, prençipal, ante el rrey Monteçuma, hízole gran rresçibimiento, contóle por extenso de la manera que fue a beer al gran capitán Don Fernando Cortés y la rrespuesta que le dio, conforme a lo arriba rreferido, todo por estenço. Quedó cabizbaxo Monteçuma ymaginando lo que adelante se le siguió puntualmente. Agradesçió a Tlilantzin el trauaxo del camino. Después le propuso lo siguiente, díxole: "Ya sabéis, Tlilancalqui, que la boluntad que siempre os e tenido, conforme a las obras buenas que de mí abéis rresçibido, la quiero yo agora rresçibir de bos. Y es que ya <que> los dioses se cansaron y nos dexaron <en> poder de estraños, estos n<uest>ros dioses, el tiempo y señor, Tloquee yn Nahuaque, n<uest>ro señor, la noche, el ayre, a su albedrío, cuyos esclauos somos (Titlaacahuan), pues sea mucho de norabuena, bengan los que an benido. ¿Dónde podemos yr? Mirá, hijo, <que> lo que más os encargo, que pobres de mis hijos, llamados Yhuiltemoc y Chimalpupuca y Acatlxoxouhqui y Acamapich y Neçahualtecolotl y Axayaca y Tlacahuepan. Mirá que quando yo sea muerto a manos de los que agora bienen, <que> los mexicanos como malos y crueles, con este enojo, los an de matar, <que> los escondáis y abriguéis y amparéis, porque, después de yo muerto, ¿qué mirami<ento> an de tener de ellos?, antes acaballos de matar. Y para esto, desde agora los pongo <en> u<uest>ro poder. Hazé cuenta <que> son u<uest>ros hijos o nietos, de esconderlos <en> u<uest>ros rrincones si escaparen o el uno o el otro o qualquiera de ellos. Abéislos de querer conforme a boluntad y querer que os é tenido. Porque, mirá, no dudéis ello a de ser así, que an de costar muchas muertes este señorío que an de tener en estos rreynos deste mundo, que lo tengo predestinado muchos días, y todo quanto me dexó d<ic>ho el rrey Neçahualpilli a de ser a la letra porque jamás faltó de lo que dezía. Y mirá lo que os digo, que los rrigieren y gouernaren por mandado de ellos, que no es ni a de ser señorío, sino sujetos como esclauos. 160r Y si los dioses os dieren bida os acordaréis de lo que aquí os digo. Y si todabía escapare yo con la bida, ya no seré rrey sino tequitlato y en mí se bernán a consumir los señores, tronos, sillas, estrados que los antiguos rreyes bieron y gozaron, porque en mí, <que> soi Monteçuma, se acabará todo". Acabada su rrazón, se paró cabizbaxo, derramando ynfinitas lágrimas salidas del coraçón, que ponía gran dolor y compasión. Començólo de consolar Tlilantzin en tanta manera <que> se consoló y dixo Monteçuma: "Todabía fauorescámonos y ayudemos a estos miserables yndios, pobres de ellos, que a más no poder <en> sus manos de los dioses estamos. Y para esto tengo acordado que ay muchos yngrománticos <en> Tierra Caliente, como son los pueblos de Cuauhnahuac, Yauhtepec, Guaxtepec y Acapichtlan, Xohuitoco, Ocuila y Malinalco, Tenançingo, grandes hechizeros y <en>cantadores que comen los coraçones de los hombres biuos y lleuan a cuestas de noche durmiendo, <que> ban <en>cantados. Prouemos con ellos. Quiérolos <en>biar a llamar". <En>biados muchos <en>baxadores <que> los llamasen, binieron luego todos ellos y binieron asimismo los <que> se tornan leones, lobos, culebras, sierpes bolantes. "Y si caso no binieren, yo <en>biaré mis gentes contra ellos". Benidos ante Monteçuma, hízoles una larga oraçión, <que> fuesen a <en>peçer a los benidos por la Mar del Çielo "y q<ue> ya boluerse no quieren. Y el rremedio dello es <que> bais y hagáis u<uest>ros poderíos <en> tanta manera <que> teman de llegar acá y se bueluan, o sobre ello echaldes profundos sueños <que> los lleuéis a medianoche a cuestas y los despeñéis <en> unas hondas peñas y barrancas o comeldes los coraçones. Y si no pudierdes con ellos, dejaldos <que> lleguen acá, que aquí haréis a buestro gusto de ellos en manera <que> les pese de aber benido". Partidos otro día, abiéndoles dado Monteçuma preseas de rropas, llegados çerca de la Beracruz, <que> les bieron, començáronse a rrepartir unos por un cabo, otros por otro, de manera <que> tomaron en medio a los cristianos, cada cuadrilla de un ofiçio, por lo más secreto que pudieron. Dixeron los encantadores <que> se tornauan brauos animales: "Nosotros queremos probar n<uest>ra bentura y, si no abastare, les comeremos los coraçones". Y así como a ellos llegaron, por demás fue su trauajo, que nunca les pudieron <en>peçer porque no les hallauan coraçones como aquellos <que> heran católicos cristianos, porque les paresçió a ellos <que> los coraçones tenían escurana y humo e les paresçió a ellos no tener coraçones. Fueron con esto otros, los que echauan culebras ponçoñosas y alacranes. Tanpoco les pudieron enpeçer. Fueron los hechizeros <que> comían corbas y pantorrillas y tanpoco pudieron hazer nada con ellos porque <en>tendían no tener corbas ny pantorrillas. Fueron a la postre los que encantauan con sueños y los lleuauan a cuestas a despeñar y como fueron y hallaron guardas y belas, <que> unos durmían, otros belauan a los que dormían, y con esta bela y çentinela jamás pudieron enpeçerles. Y dixeron todos: "Prouemos quatro noches". 160v Prouados quatro noches, no pudiendo enpeçerles, dixeron: "Boluamos a n<uest>ro rey, como emos todos n<uest>ros poderíos y no les podemos enpeçer". Y llegados a Mexico, cuentan a Monteçuma lo susçedido a cada uno de ellos. Otro día Monteçuma llamó a un prençipal llamado Huitznahual Motelchiuh, díxole: "Yd al camino de la Beracruz llamado Chalchiuhcuehecan y adonde quiera <que> topáredes a los dioses <que> ya bienen dezid a la muger <que> traen consigo <que> yo os <en>bío, que aquí aguardo al gran capitán y dios". Llegado en <en> la parte <que> llaman Chichiquila y bisto a Cortés, bido a la Marina y explicóle la <en>baxada de Monteçuma y como se dexaua mandado que <en> todos los pueblos de los caminos le abían de rresçibir y con muchos bastimi<ento>s. Llegado a un pueblo <que> hera señor dél Cuatlpopoca, hizo noche allí Cortés. Preguntóle Marina al prençipal que quál era el camino mejor y más breue. Díxole y lleuóles una madrugada por una senda honda adonde se fueron a morir <en> unas barrancas más de diez soldados. En esto el caçique huyó. Tornaron a boluer y le hallaron y, preguntado la causa de su traiçión, <que> hera berdad que adredemente lo hizo, lleuáronlo maniatado a Mex<i>co. Llegados a Tecoac, bino mensajero les hiziesen buen ospedaxe a los dioses, con muchos bastimi<ento>s. Açoráronse los otomíes de Teocac, dixeron: "¿Por d<ic>ha somos sus basallos de éstos <que> bienen? ¿Ganónos en justa guerra? ¡Ea, chichimecos, a las armas contra ellos!", y como gente serrana, tomaron luego armas. Y como benían dando alarido tirando baras, tocan alarma y dan en ellos una rroçida de pelotas y luego tiros de canpo, <que> en una ora no ubo <qué> hazer y quedó el campo cubierto de cuerpos muertos. Otro día q<ue> hizo noche allí el exérçito cristiano, de mañana asoma una gran cuadrilla de gente <que> benían de paz. Preguntó Marina que de dónde era<n>. Dixeron: "Somos prençipales de Tlaxcala". Preguntado si eran todos unos con los mexicanos, dijeron <que> no, antes eran enemigos capitales dellos. Dijéronles cómo salieron éstos muertos de guerra. Dixeron: "Su meresçido tienen que como otomíes mal domados, <en>tendiendo <que> heran mexicanos, acometieron al señor". Dixeron: "Pues que así es, bamos, señores, a n<uest>ra tierra <en> Tlaxcala adonde seréis biem rresçibidos de todos los prençipales de la çiudad y descansaréis". Y así, bisto esto el capitán Don Fernando Cortés, tomaron el camino allá, lleuando siempre los prençipales <que> les binieron a rresçibir, y ellos siempre <en>biando a su çiudad el abiso como allá yban los dios y abisándoles que de los chichimecas de Tecoac, balientes, uno ni nenguno <que> quedaron por su lucura de querer acometer a los dioses tan balerosos. Y así, llegaron a Tlaxcalan, adonde fueron muy bien rresçibidos y serbidos muy bien. Y a esto, cada día tenía Monteçuma abiso de lo que pasaua <en> los caminos y como quedauan en Tlaxcala, y hizo llamamientos de todos los prençipales de sus comarcas para hazer acuerdo y cabildo, como adelante se dirá en otro cuaderno.
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Capítulo 12 De cómo Motecuçoma embió a uno muy principal suyo con otros muchos principales que fueron a recebir a los españoles y hizieron un gran presente al capitán en medio de la Sierra Nevada del Vulcán Cuando supo Motecuçoma que los españoles havían partido de Cholula y que ivan camino de México, despachó luego a un principal suyo, el más principal de su corte, que se llamava Tzioacpupuca, y con él muchos otros principales y otra mucha gente para que fuesen a recebir a los españoles, y diolos un presente de oro que llevasen. Partiéronse de México y topáronse con los españoles entre las dos sierras, que es la Sierra Nevada y el Vulcán; allí los recibieron y presentaron el presente de oro que llevavan. Y según que a los indios les pareció por las señales esteriores que vieron en los españoles, holgáronse y regocijáronse mucho con el oro, mostrando que lo tenían en mucho. Y como vieron el principal Tzioacpupuca, preguntaron a los que con ellos venían, tlaxcaltecas y cempoaltecas, secretamente, si era aquél Motecuçoma. Y dixéronle que no, que no era él, que era un principal suyo que se llama Tzioacpupuca. Y después preguntaron al mismo principal si era él Motecuçoma, y dixo que si, que era él Motecuçoma. Y dixéronle: "Vete de ahí, que mientes, que no eres Motecuçoma. ¿Piensas de engañarnos? ¿Piensas que somos algunos nescios? No nos podrás engañar, ni Motecuçoma se nos podrá asconder por mucho que haga; aunque sea ave y aunque se meta debaxo de tierra no se nos podrá asconder. De verle havemos y de oír havemos lo que nos dirá." Y luego con afrenta embiaron aquel principal y a todos los que con él havían ido, y ellos se bolvieron a México y contaron a Motecuçoma lo que havían pasado con los españoles.
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Capítulo 12 De lo que responde el señor a sus oradores, humillándose y haziéndolos gracias por lo que han dicho Gran misericordia y liberalidad ha hecho nuestro señor en haver elegido al indigno y que no lo merece. ¿Por ventura quiere hazer experiencia de mí, y viendo que no soy para este oficio, lo dará a otro? Porque hay muchos que le llaman, y cada día oran en su presencia y lloran y con tristeza suspiran; tiene muchos amigos a quienes él tiene conocidos muy bien. Veamos agora lo que querrá hazer. Ríase algún día de mis boverías nuestro señor. Cuando quisiere tomará para sí su reino y dignidad, y me lo quitará a mí, y lo dará allá, adonde sabe que conviene y le ruegan y demandan con ahinco. Ha hecho nuestro señor liberalidad y magnificencia conmigo. ¿Por ventura es como sueño? Hágase, pues, lo que manda y quiere nuestro señor dios; hágase ansimismo lo que ordenaron y botaron los señores que me eligieron. ¿Qué ha visto en mí, como quien busca muger diestra en hilar y en texer? Que cierto, no me conozco ni me entiendo a mí mismo ni sé hablar a derechas dos palabras. Lo que puedo dezir es que me ha sacado de donde bivía entre el estiércol y suziedades. Por ventura no es para mí este estado en que me pone nuestro señor dios, haziendo conmigo magnificencia y liberalidad. Por cierto conozco que me havéis hecho gran merced en lo que me havéis dicho; por cierto he oído cosas dignas de ser notadas y muy encomendadas a la memoria, por ser muy preciosas y raras, así como piedras preciosas y zafiros, que son consejos de padres y madres que muy pocas vezes se suelen dezir, dignas de ser muy guardadas. Y ansí me conviene a mí tenerlas muy guardadas y estimadas todo el tiempo que viviere, y tenerlas he yo para mi consolación en mi pecho y para bordón de mi oficio en mi mano. No solamente a mí pero a todo el pueblo y reino has hecho muy buena obra, y has orado a nuestro señor dios para que me favorezca. No soy, por cierto, digno, ni atribuyo a mi merecimiento una tan buena oración como me havéis hecho. Y también havéis orado en favor de los reyes y señores antepasados que reinaron en este reino y señorío, que fielmente hizieron sus oficios a honra de dios. Bivas en prosperidad y contento; íos a descansar y reposar, que muy bien lo havéis hecho. Respuesta del orador a quien habló el señor recién electo lo arriba puesto ¡Oh, señor nuestro preciosíssimo! Creo que os soy penoso y os doy fastidio con mis prolixidades, y soy causa que os duela la cabeça y estómago con mis boverías. Ruego a nuestro señor dios soberano y criador, que os dé mucha paz y sosiego y contento todo el tiempo que vivierdes en esta vida, en el felicíssimo estado en que estáis puesto para regir y governar la dignidad en que os ha puesto, el cual os está mirando desde el cielo, y también os miran desde el infierno, y acá en el mundo os miran todos vuestros basallos y tienen puestos sus ojos en vos. Sabe nuestro señor dios qué tanto tiempo havéis de regir este reino que os ha dado. Esperemos en él para ver qué es su voluntad, pues que él es governador y regidor que sabe todos los secretos y da todos los dones. ¡Oh, felicíssimo señor, desseo viváis y reinéis por muchos años, amén! Los señores siempre traían consigo muy espertos oradores para responder y hablar cuando fuesse menester, y esto desde el principio de su elección, los cuales siempre andavan a su lado. Y cuando mandava a alguno de éstos que respondiesse, dezía lo que se sigue.
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Capítulo 12 De otra manera de oficiales, como son labradores y mercaderes El rico es recatado y de buen ingenio, y tiene de corner y mucha hazienda, y en buscar y augmentalla es muy diligente. El buen rico es piadoso y misericordioso, y agradecido por los bienes que tiene, los cuales guarda y gasta a su tiempo y con ellos granjea. El mal rico es desperdiciador o desbaratador de su hazienda, avariento y gran logrero; su oficio es también emprestar dineros y pedir más por ellos. El labrador es dispuesto y recio y diligente y apto para las labranças. El buen labrador es fuerte y diligente y cuidadoso, y madruga mucho por no perder su hazienda, y por augmentalla dexa de corner y de dormir. Trabaja mucho en su oficio; conviene a saber: en romper la tierra, cavar, deshervar, cavar en tiempo de seca, vinar, allanar lo cavado, hazer camellones, mollir bien la tierra y ararla en su tiempo, hazer linderas y vallados, y romper también la tierra en tiempos de aguas; saber escoger la buena tierra para labrarla; hazer hoyos para echar la semilla y regalla en tiempo de seca; sembrar derramando la semilla; agujerar la tierra para sembrar los frixoles; cegar los hoyos donde está el maíz sembrado; acohombrar o llogar la tierra a lo nacido; quitar el ballico; entresacar las cañas, quebrándolas, y entresacar las maçorquillas e quitar los hijos de las maçorcas; quitar los tallos porque crezca bien lo nacido; entresacar a su tiempo las maçorcas verdes. E al tiempo de la cosecha: quebrar las cañas, cogiéndolas; e coger el. maíz cuando está ya bien sazonado; desollar o desnudar las maçorcas; e atar las maçorcas una con otra, anudando las camisillas una con otra; y hazer sartales de maçorcas, atando unas con otras; y acarrear a casa lo cogido y ensilarlo; quebrar las cañas que tienen nada, aporreándolas; trillar; alimpiar; aventar; levantar al viento lo trillado. El mal labrador es muy negligente, haragán, y a él se le haze grave y molesto todo trabajo; en su oficio es tosco, bruto, groserazo, villanazo, comilón, escaso, enemigo de dar y amigo de tomar. El hortelano tiene de oficio sembrar semillas y plantar árboles, y hazer eras, y cavar y mollir bien la tierra. El buen hortelano suele ser discreto, cuidadoso, prudente, de buen juizio, y tener cuenta por el libro con el tiempo, con el mes y con el año. El ollero es robusto, ligero, buen conocedor de barro; sabe y muy bien piensa el modo o la forma de hazer ollas, de cualquier suerte que quisiere. El mal ollero es torpe, tonto y necio. El mercader suele ser regatón, y sabe ganar y prestar a logro; concertarse con los comprantes y multiplicar la hazienda. El buen mercader lleva fuera de su tierra sus mercaderías y las vende a moderado precio, cada cosa según su valor y como es; no usando algún fraude en ellas, sino temiendo a Dios en todo. El mal mercader es escaso y apretado, engañador, parlero, encarecedor, gran logrero, ladrón, mentiroso, y con mala conciencia tiene cuanto gana y posee, y lo que gana todo es mal ganado, y en vender tiene linda plática y alaba tanto lo que vende que fácilmente engaña a los compradores.
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Capítulo 13 De cómo Motecuçoma embió otros hechizeros contra los españoles, y de lo que les aconteció en el camino Como supo Motecuçoma que ya venían los españoles camino de México, embiólos al encuentro muchos sátrapas de los ídolos, agoreros y encantadores y nigrománticos, para que con sus encantamientos y hechicerías los empeciesen y malefeciasen. Y no podieron hazer nada, ni sus encantamientos los pudieron empecer, ni aun llegaron a ellos, porque antes que llegasen a ellos toparon con un borracho en el camino y no pasaron adelante. Parecióles que era un indio de los de Chalco; parecíales que estava borracho. Traía ceñido a los pechos ocho cabestros o sogas hechas de heno, como de esparto, y venía de hazia donde estavan los españoles. Y llegando cerca de ellos, començó con gran enojo a reñirlos, y díxoles: "¿Para qué porfiáis vosotros otra vez de venir acá? ¿Qué es lo que queréis? ¿Qué piensa Motecuçoma de hazer? ¿Agora acuerda a despertar? ¿Agora comiença a temer? Ya ha errado; ya no tiene remedio porque ha hecho muchas muertes injustas; ha destruido muchos; ha hecho muchos agravios y engaños y burlas." Como vieron este hombre, los encantadores temieron mucho y prostáronse delante de él; començaron a rogarle y hizieron un montón de tierra, como altar, y echaron heno verde encima para que se sentase. Y él, como hombre enojado, ni quiso sentarse ni mirarles ni hazer lo que le rogavan; por demás hizieron el altar o asiento; mas antes se enojó más bravamente y más reciamente; los reñía con grandes vozes y gran denuedo; les dixo: "Por demás havéis venido. Nunca más haré cuenta de México. Para siempre os dexo. No tendré más cargo de vosotros, ni os ampararé. Apartaos de mí. Lo que queréis no se puede hazer. Volveos y mirad hazia México." Y ellos bolviéronse a mirar hazia México, y vieron que todos los cúes ardían, y los calpules y calmecates, y todas las casas de México. Pareciólos que havía gran guerra dentro en la ciudad de México. Como vieron aquello, los encantadores desmayaron grandemente y no podieron hablar palabra; hízoseles un nodo en la garganta. Esto aconteció en la cuesta que suben hazia Tlalmanalco. Hecho esto, desapareció aquel que les hablava, y bolviendo en sí dixeron: "Esto que hemos visto convenía que lo viera Motecuçoma y no nosotros. Este que nos ha hablado no es persona humana; es el dios Tezcatlipuca." Estos mensajeros no curaron de ir más adelante, sino bolvieron a dar relación a Motecuçoma de lo que havía pasado. Venidos los mensajeros a la presencia de Motecuçoma, oído lo que dixeron, entristecióse mucho. Estava cabizbaxo; no hablava; estava enmudecido, casi fuera de sí. A cabo de rato, díxolos: "Pues ¿qué hemos de hazer, varones nobles? Ya estamos para perdernos; ya tenemos tragada la muerte. No hemos de subirnos a alguna sierra ni hemos de huir. Mexicanos somos. Ponernos hemos a lo que viniere por la honra de nuestra generación mexicana. Pésame de los viejos y viejas, y de los niños y niñas que no tienen posibilidad ni discreción para valerse. ¿Dónde los escaparán sus padres? Pues ¿qué hemos de hazer? Nacidos somos; venga lo que viniere."
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Capítulo 13 Trata en este capítulo trezeno la rresoluçión de los de Azcapuçalco no querer rreboluer ni dar guerra a los mexicanos. Bisto por Maxtlaton de Cuyuacan y los grandes, piden fauor a Culhuacan y a Suchimilco contra mexicanos Respondieron los prençipales mayorales de Azcapuçalco a los de Cuyuacan, dixeron Acolnahuacatl y Tlacualcatl: "<En>tender a todos los de Azcapuçalco, n<uest>ros hermanos y hijos y los demás esta plática <en>biada por Maxtlaton, y bernéis por la rrespuesta de bestra demanda". Y así, rresultos los de Cuyuacan de ser contra los mexicanos, <en>biaron segunda bez al mensajero Çacangatl. Paresçido ante los de Azcapuçalco, y la determinaçión de los de Cuyuacan, <que> se confederasen y no se tardasen, <que> se començase la guerra contra los mexicanos sobre esta dominiaçión a<n>tepuesta contra ellos de los mexicanos, "porque ya de n<uest>ra parte <en>biamos a ellos a los pueblos de Culhuacan 13v y Suchimilco y Chalco y Cuitlahuac y <en> todos los de Aculhuacan, tezcucanos". Rrespondieron los de Azcapuçalco, Acolnahuacatl y Tzacualcatl y Tlacacuitlahua: "Oyd bien, Çacangatl, prençipal, ¿qué dize Maxtlaton? ¿No sabe y <en>tiende que los mexicanos nos dexaron rrodela, espadarte, dardo arroxadizo, como suxetos a batalla, y que será para nosotros haziéndonos rrebeldes como la primera bez? ¿Para qué nos quiere peruertir a tanta crueldad como usaron primero con nosotros? ¿Quiérennos agora ber y que beamos por bista de ojos derribar nuestros templos, beer cabeças, cuerpos cortados, tripas arrastrando, sangre por este suelo derramada de las manos de los mexicanos, y sangre de n<uest>ros padres, mugeres, hermanos, hijos y niños ynoçentes? Que pues ellos pretenden, tanbién bendrá por ellos el águila y el tiguere tan dañados. Y quando esto bieron los de Cuyuacan por nosotros, ¿cómo no binieron a n<uest>ra defensa y fauor, y agora ellos lo pretenden? Bien pueden ellos agora, Maxtlaton y los suyos, hazer en ello lo que más les conbengan, que ya nosotros de guerra contra mexicanos no emos de hazer ni <en>tender en ello; bástanos estar sujetos a los mexicanos. Con esta rresoluçión os bolued y mirá que acá no boluáis con más rrespuesta tocante a esta guerra y boluéos luego". Y así, buelto con este rresoluto mando y rrespuesta, con la mesma <en>baxada fue a los de Cuyuacan y a su rrey Maxtlaton. Oydo por ellos, rrespondieron: "Sea mucho de norabuena, hermanos tepanecas de Cuyuacan. Señores, sea esta la manera: çerremos las salidas y <en>tradas de los mexicanos, que no les consintamos llegar a nosotros, y pongamos guardas en todas partes y <en> la más prençipal pongamos fuerças. Y así, pusieron fuerças <en> la parte que llaman Tlachtonco y en Tlenamacoyan y <en> Temalacatitlan. Y así, dende algunos días yban las mugeres de los mexicanos cargadas con pescado y rranas, yzcahuitle y tecuitlatl, axayacatl, cocolin y patos para bender en Cuyuacan, y las guardas que allí estauan, bístolas, tomáronlas todo lo que lleuauan a bender a Cuyuacan por las yndias. Este agrabio y fuerça de les aber quitado forçiblemente lo que lleuauan a bender, se boluieron a Tenuchtitlan llorosas, quexosas; y no <en>bargante esta bes, sino otras muchas bezes a otras mugeres de los mexicanos. Sabido por los mexicanos prençipales el agrabio que continuamente rresçibían las mugeres mexicanas, mandaron a todas ellas jamás boluiesen a Cuyuacan una ni nenguna de ellas xamás, ebitando agrabios de ellas. Bisto por Maxtlaton y los grandes de Cuyuacan no boluer más las mugeres mexicanas con sus grangerías, hizieron junta, diziendo: "Hermanos tepanecas cuyuaques, ya no bienen las mugeres mexicanas; estarán con el agrabio rresçibido de ellas con enojo. Estemos aperçebidos de armas y rrodelas, espadartes (maacuahuitl), y para n<uest>ra ayuda ymboquemos, llamemos a los de Xalatlauhco y Atlapulco, y para esto nos ayuden con rrodelas, espadartes; y los mançebos que de allá binieren, esos guarden y belen 14r las fuerças, <en>tradas y salidas de los mexicanos, los quales bengan con armas y debisas de águilas y tigueres". <En>biados sus mensajeros a los chichimecas de Atlapulco y Xalatlauhco, les explican la <en>baxada de parte de los de Cuyuacan, con rruegos y alagos, diziendo: "El rrey Maxtlaton y Cuecuex os rruegan, suplican, juntamente todos los tepanecas para <que> les fauorezcáis con rrodelas y espadartes y con mançebos esforçados, yntitulados balientes guerreros con diuisas de águilas y tigueres, como estos mançebos lo son, que bayan con su esfuerço y balentía a guardar y defender n<uest>ros pueblos de los mexicanos". Oyda la benida y <en>baxada del mensajero, se juntaron todos y rrespondieron: "¿Que contra mexicanos emos de yr y guardar uestras fuerças, <en>tradas, salidas de ellos y de bosotros y que bayan n<uest>ros hijos y hermanos?" Abido cabildo y acuerdo, boluieron a la rrespuesta: "Bolueos, mensajero, que de acuerdo y boluntad estamos de no yr allá ni <en>biar gente ni armas, porque no emos rresçibido de los mexicanos agrabio nenguno. Bolueos con esta rrespuesta y no boluáis más, con esto que dezimos". Llegados los mensajeros a Cuyuacan, cuéntanle a Maxtlaton, rrey, la rrespuesta <que> les dieron, y rresultos los de Acapulco y Xatlauhco no querer yr contra los mexicanos e que no curasen de boluer más con el mesmo propósito. <En>tendido Maxtlaton y Cuecuex, dixeron: "Sosegá y descansá, a los mensajeros, que aquí no emos menester ayuda de nengunos uezinos, sino que nos esforçemos todo lo posible y miremos y guardemos n<uest>ra rrepública tepaneca, que a pura fuerça de mexicanos y nosotros de nuestra parte, nos tomarán de esta manera n<uest>ras tierras y <en>tonçes, a más no poder, defenderemos con fuerça de armas a n<uest>ras mugeres y hijos y biexos, biexas". Y pasados ya muchos días <que> las mugeres de los mexicanos no yban a los mercados de Cuyuacan ni las de Cuyuacan yban a Mexico, bisto esto, el Cuecuex habló a Maxtlaton, díxoles: "Señor, muchos días a que las mexicanas no bienen a n<uest>ro pueblo y las de este de Cuyuacan tanpoco osan <en>trar en Tenuchtitlan con temor <que> tienen de lo hecho. Y así, quisiéramos <en>tender y sauer qué hazen los mexicanos, si tienen puestas belas, guardas, escuchas contra nosotros". Rrespondió Maxtlaton: "Sea esta la manera, que bais bos muy secretamente sin que seáis sentido de ellos, o no lleguéis sino hasta adonde llaman Temalacatitlan. Y para eso lleuá esta rrodela y espadarte y debisa, y báyanos guardando desde lexos algunos". Y así, fue y llegó hasta Acatemalacatitlam. Bisto no aber rruido ni bulliçio de mexicanos, boluióse otra bez a Maxtlaton. <En>tendido esto, Maxtlaton estubo suspenso buen rrato. Díxote a Cuecuex: "Mi determinaçión es que de mi boluntad les quiero combidar a comer y a tratar amistad sobre falso, hasta que de todo punto nos adereçemos con armas para yr contra; que este conbite será para descuidallos de lo que pretendemos". A esto rreplicó Cuecuex, dixo: "Q<uan>do ellos estén en n<uest>ro pueblo descuidados, <en>tonces será bien matallos a todos, l4v <que> será buena ocasión esta". Rrespondió Maxtlaton que no era bien hecho, "por no dar desonrra a n<uest>ra patria; que rreboluerán con baleroso ánymo a nosotros y no ternán clemençia en las mugeres y niños, y tomarnos an de armas descuidados. Y con lo que d<ich>o tengo, con baleroso ánymo, bien armados todos, en campo los emos de acabar y fenesçer a todos los mexicanos".