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Datos principales
Desarrollo
Capítulo 112 Trata en este capítulo como llegó a Mexico Tlilancalqui, mensajero del rrey Monteçuma, y de la gran tristeza ubo de sus hijos y como se los dexaua muy encargados a Tlilantzin después dél muerto Llegado a Mexico Tlilancalqui, prençipal, ante el rrey Monteçuma, hízole gran rresçibimiento, contóle por extenso de la manera que fue a beer al gran capitán Don Fernando Cortés y la rrespuesta que le dio, conforme a lo arriba rreferido, todo por estenço. Quedó cabizbaxo Monteçuma ymaginando lo que adelante se le siguió puntualmente. Agradesçió a Tlilantzin el trauaxo del camino. Después le propuso lo siguiente, díxole: "Ya sabéis, Tlilancalqui, que la boluntad que siempre os e tenido, conforme a las obras buenas que de mí abéis rresçibido, la quiero yo agora rresçibir de bos. Y es que ya los dioses se cansaron y nos dexaron poder de estraños, estos nros dioses, el tiempo y señor, Tloquee yn Nahuaque, nro señor, la noche, el ayre, a su albedrío, cuyos esclauos somos (Titlaacahuan), pues sea mucho de norabuena, bengan los que an benido. ¿Dónde podemos yr? Mirá, hijo, lo que más os encargo, que pobres de mis hijos, llamados Yhuiltemoc y Chimalpupuca y Acatlxoxouhqui y Acamapich y Neçahualtecolotl y Axayaca y Tlacahuepan. Mirá que quando yo sea muerto a manos de los que agora bienen, los mexicanos como malos y crueles, con este enojo, los an de matar, los escondáis y abriguéis y amparéis, porque, después de yo muerto, ¿qué mirami an de tener de ellos?, antes acaballos de matar.
Y para esto, desde agora los pongo uro poder. Hazé cuenta son uros hijos o nietos, de esconderlos uros rrincones si escaparen o el uno o el otro o qualquiera de ellos. Abéislos de querer conforme a boluntad y querer que os é tenido. Porque, mirá, no dudéis ello a de ser así, que an de costar muchas muertes este señorío que an de tener en estos rreynos deste mundo, que lo tengo predestinado muchos días, y todo quanto me dexó dho el rrey Neçahualpilli a de ser a la letra porque jamás faltó de lo que dezía. Y mirá lo que os digo, que los rrigieren y gouernaren por mandado de ellos, que no es ni a de ser señorío, sino sujetos como esclauos. 160r Y si los dioses os dieren bida os acordaréis de lo que aquí os digo. Y si todabía escapare yo con la bida, ya no seré rrey sino tequitlato y en mí se bernán a consumir los señores, tronos, sillas, estrados que los antiguos rreyes bieron y gozaron, porque en mí, soi Monteçuma, se acabará todo". Acabada su rrazón, se paró cabizbaxo, derramando ynfinitas lágrimas salidas del coraçón, que ponía gran dolor y compasión. Començólo de consolar Tlilantzin en tanta manera se consoló y dixo Monteçuma: "Todabía fauorescámonos y ayudemos a estos miserables yndios, pobres de ellos, que a más no poder sus manos de los dioses estamos. Y para esto tengo acordado que ay muchos yngrománticos Tierra Caliente, como son los pueblos de Cuauhnahuac, Yauhtepec, Guaxtepec y Acapichtlan, Xohuitoco, Ocuila y Malinalco, Tenançingo, grandes hechizeros y cantadores que comen los coraçones de los hombres biuos y lleuan a cuestas de noche durmiendo, ban cantados.
Prouemos con ellos. Quiérolosbiar a llamar". biados muchos baxadores los llamasen, binieron luego todos ellos y binieron asimismo los se tornan leones, lobos, culebras, sierpes bolantes. "Y si caso no binieren, yo biaré mis gentes contra ellos". Benidos ante Monteçuma, hízoles una larga oraçión, fuesen a peçer a los benidos por la Mar del Çielo "y q ya boluerse no quieren. Y el rremedio dello es bais y hagáis uros poderíos tanta manera teman de llegar acá y se bueluan, o sobre ello echaldes profundos sueños los lleuéis a medianoche a cuestas y los despeñéis unas hondas peñas y barrancas o comeldes los coraçones. Y si no pudierdes con ellos, dejaldos lleguen acá, que aquí haréis a buestro gusto de ellos en manera les pese de aber benido". Partidos otro día, abiéndoles dado Monteçuma preseas de rropas, llegados çerca de la Beracruz, les bieron, començáronse a rrepartir unos por un cabo, otros por otro, de manera tomaron en medio a los cristianos, cada cuadrilla de un ofiçio, por lo más secreto que pudieron. Dixeron los encantadores se tornauan brauos animales: "Nosotros queremos probar nra bentura y, si no abastare, les comeremos los coraçones". Y así como a ellos llegaron, por demás fue su trauajo, que nunca les pudieron peçer porque no les hallauan coraçones como aquellos heran católicos cristianos, porque les paresçió a ellos los coraçones tenían escurana y humo e les paresçió a ellos no tener coraçones.
Fueron con esto otros, los que echauan culebras ponçoñosas y alacranes. Tanpoco les pudieron enpeçer. Fueron los hechizeros comían corbas y pantorrillas y tanpoco pudieron hazer nada con ellos porque tendían no tener corbas ny pantorrillas. Fueron a la postre los que encantauan con sueños y los lleuauan a cuestas a despeñar y como fueron y hallaron guardas y belas, unos durmían, otros belauan a los que dormían, y con esta bela y çentinela jamás pudieron enpeçerles. Y dixeron todos: "Prouemos quatro noches". 160v Prouados quatro noches, no pudiendo enpeçerles, dixeron: "Boluamos a nro rey, como emos todos nros poderíos y no les podemos enpeçer". Y llegados a Mexico, cuentan a Monteçuma lo susçedido a cada uno de ellos. Otro día Monteçuma llamó a un prençipal llamado Huitznahual Motelchiuh, díxole: "Yd al camino de la Beracruz llamado Chalchiuhcuehecan y adonde quiera topáredes a los dioses ya bienen dezid a la muger traen consigo yo os bío, que aquí aguardo al gran capitán y dios". Llegado en la parte llaman Chichiquila y bisto a Cortés, bido a la Marina y explicóle la baxada de Monteçuma y como se dexaua mandado que todos los pueblos de los caminos le abían de rresçibir y con muchos bastimis. Llegado a un pueblo hera señor dél Cuatlpopoca, hizo noche allí Cortés. Preguntóle Marina al prençipal que quál era el camino mejor y más breue. Díxole y lleuóles una madrugada por una senda honda adonde se fueron a morir unas barrancas más de diez soldados.
En esto el caçique huyó. Tornaron a boluer y le hallaron y, preguntado la causa de su traiçión, hera berdad que adredemente lo hizo, lleuáronlo maniatado a Mexco. Llegados a Tecoac, bino mensajero les hiziesen buen ospedaxe a los dioses, con muchos bastimis. Açoráronse los otomíes de Teocac, dixeron: "¿Por dha somos sus basallos de éstos bienen? ¿Ganónos en justa guerra? ¡Ea, chichimecos, a las armas contra ellos!", y como gente serrana, tomaron luego armas. Y como benían dando alarido tirando baras, tocan alarma y dan en ellos una rroçida de pelotas y luego tiros de canpo, en una ora no ubo hazer y quedó el campo cubierto de cuerpos muertos. Otro día q hizo noche allí el exérçito cristiano, de mañana asoma una gran cuadrilla de gente benían de paz. Preguntó Marina que de dónde era. Dixeron: "Somos prençipales de Tlaxcala". Preguntado si eran todos unos con los mexicanos, dijeron no, antes eran enemigos capitales dellos. Dijéronles cómo salieron éstos muertos de guerra. Dixeron: "Su meresçido tienen que como otomíes mal domados, tendiendo heran mexicanos, acometieron al señor". Dixeron: "Pues que así es, bamos, señores, a nra tierra Tlaxcala adonde seréis biem rresçibidos de todos los prençipales de la çiudad y descansaréis". Y así, bisto esto el capitán Don Fernando Cortés, tomaron el camino allá, lleuando siempre los prençipales les binieron a rresçibir, y ellos siempre biando a su çiudad el abiso como allá yban los dios y abisándoles que de los chichimecas de Tecoac, balientes, uno ni nenguno quedaron por su lucura de querer acometer a los dioses tan balerosos. Y así, llegaron a Tlaxcalan, adonde fueron muy bien rresçibidos y serbidos muy bien. Y a esto, cada día tenía Monteçuma abiso de lo que pasaua los caminos y como quedauan en Tlaxcala, y hizo llamamientos de todos los prençipales de sus comarcas para hazer acuerdo y cabildo, como adelante se dirá en otro cuaderno.
Y para esto, desde agora los pongo
Prouemos con ellos. Quiérolos
Fueron con esto otros, los que echauan culebras ponçoñosas y alacranes. Tanpoco les pudieron enpeçer. Fueron los hechizeros
En esto el caçique huyó. Tornaron a boluer y le hallaron y, preguntado la causa de su traiçión,