La decoración escultórica de la iglesia zamorana de San Pedro de la Nave puede ser catalogada como la más interesante del arte visigodo. En la intersección de la nave principal y el transepto se forma un crucero, donde se encuentran dos de los capiteles visigodos más representados. En los dos hallamos un esquema similar, con una decoración de roleos con animales y plantas en el cimacio, debajo una cartela donde se alude a la escena y la escena propiamente dicha ocupando todo el frente del capitel. En el primero se nos muestra el sacrificio de Isaac. Abraham coloca a su hijo Isaac sobre un altar, quedando un cordero en la zona de la derecha. La zona de la izquierda está ocupada por la mano divina que impide el sacrificio humano, saliendo de una cortina. En los laterales del capitel, y de cuerpo entero, aparecen san Pedro y san Pablo, con sus respectivos atributos y su nombre inscrito. La otra escena nos presenta a Daniel en el foso de los leones. El personaje bíblico aparece en el centro de la composición, levantando sus manos en señal de oración y con los pies en un lago realista, con ondas de agua en las que beben los leones que le acompañan a cada lado. En los laterales del capitel se han representado a los santos Tomás y Felipe, señalando su nombre con un epígrafe. El sentido iconográfico de las dos escenas es el de la consecución de la protección divina por medio de la oración y el sacrificio, pero sobre todo, gracias a la firmeza de la Fe.
Busqueda de contenidos
monumento
La plaza del Capitolio es la primera plaza moderna de Roma, ideada como una gran terraza que se abre sobre la ciudad. Con motivo de la visita de Carlos V, en 1536, el papa Pablo III encargó a Miguel Ángel que creara un conjunto monumental digno de la capital del papado. Las obras comenzaron en 1564 y a la muerta del artista, las continuaron arquitectos como Giacomo della Porta, Martino Longhi el Viejo y Girolamo Rinalldi, quienes modificaron los proyectos iniciales. La planta de la plaza estuvo condicionada casi por completo por la estatua ecuestre del emperador Marco Aurelio. Desde su restauración, realizada a finales de 1980, se halla en una sala del Museo Capitolino. En esta plaza se encuentra el Palacio Senatorio, el Palazzo dei Conservatori y el Museo Capitolino o Palazzo Nuovo.
fuente
Uno de los puntos acordados en la Conferencia de Casablanca (enero de 1943) por los líderes aliados Churchill y Roosevelt -Stalin no asistió- fue el exigir a las potencias del Eje una rendición incondicional, esto es, una "capitulación sin condiciones", concepto que sobrepasaba de largo a la tradicional capitulación de carácter militar. De hecho, por primera vez en la historia de las guerras entre las naciones europeas, se estipulaba y exigía una capitulación total, es decir, tanto política como militar, lo que implicaba que no se reconocía a los líderes enemigos la facultad de sentarse a una mesa de negociación con los vencedores ni de imponer ninguna condición. El concepto de "capitulación sin condiciones" tiene su origen en la guerra de sucesión norteamericana (1861-1865), siendo retomado por los Estados Unidos en el año 1941. La idea de Roosevelt era evitar que se repitiese los sucedido al finalizar la I Guerra Mundial, cuando los alemanes se acogieron a los 14 puntos de Wilson para dar por finalizada su participación en el conflicto, lo que les aseguraba grandes libertades y la facultad de organizar un nuevo orden político sin la injerencia de los vencedores. El gobierno británico se adhirió a esta idea a comienzos de 1943, por lo que, a partir de entonces, se impuso como objetivo entre los aliados que, una vez que se produjera su victoria, estos tendrían total libertad de acción y decisión sobre las cuestiones -políticas, militares, económicas, etc.- que tuvieran que ver con las potencias perdedoras. Había otra razón para que se produjera esta exigencia anglo-norteamericana: la no apertura de un "segundo frente" en Europa para combatir a Alemania y rebajase la presión nazi sobre la Unión Soviética, exigencia de Stalin, había deteriorado las relaciones entre los aliados. En consecuencia, Roosevelt y Churchill veían con temor la posibilidad de que la URSS firmara una paz por separado con Alemania, y querían hacer llegar a Stalin el mensaje de que, aunque una hipotética caída de Hitler produjese un cambio de gobierno en Alemania, Gran Bretaña y los Estados Unidos no entablarían conversaciones de paz con el enemigo, sino que exigirían su rendición incondicional. Adherido formalmente Stalin a esta doctrina, sin embargo sus actos fueron en ocasiones en otra dirección, buscando establecer negociaciones secretas con Hitler y formando un llamado Comité nacional de la Alemania Libre, cuya misión era anticipar una forma de gobierno pro-soviética una vez que se produjera la caída del III Reich. El concepto de "capitulación sin condiciones" fue por primera vez aplicado durante la rendición de Italia (septiembre de 1943), a pesar de que se produjeran negociaciones previas con el gobierno en funciones de Badoglio, que había sustituido al régimen fascista de Mussolini. Puesta en marcha la idea por parte de los líderes aliados, sólo resta formalizarla y establecer los mecanismos para su posterior aplicación. Así, el borrador sobre la capitulación política total de Alemania, elaborado por la Comisión Consultiva europea, fue enviado a los líderes de la URSS, Estados Unidos y Gran Bretaña. Las disensiones entre los aliados surgen cuando se adjunta al documento el futuro reparto del territorio alemán, establecido, no sin grandes discusiones no del todo resueltas, durante la Conferencia interaliada de Yalta (febrero de 1945). Las diferencias de opinión y objetivo entre los aliados preconizan la aparición de los dos bloques dominantes de la posguerra -capitalista y comunista-. Finalmente, la capitulación militar de Alemania se firma en dos actos: en el primero, en Reims, el día 7 de mayo de 1945, siendo a cargo de Jodl -en nombre de Dönitz, la firma de la rendición alemana, en presencia de Bedell-Smith, Susloparov y Witnes; dos días más tarde, por exigencia soviética, se repite en Berlín el acto de capitulación, correspondiendo a Keitel firmar por parte alemana y a Vichinsky y Zhukov por parte soviética. En representación norteamericana acudió el mariscal del Aire Tedder. Lograda la capitulación militar, la capitulación política fue impuesta por los aliados tras el arresto del gobierno de Dönitz, el 23 de mayo de 1945, con lo que los vencedores tomaban de hecho posesión sobre los antiguos territorios del III Reich. Por lo que respecta a Japón, el consentimiento aliado con respecto a la pervivencia de la monarquía en la figura del emperador Hiro Hito hizo que la "capitulación sin condiciones" se implantara más de hecho que de derecho.
contexto
Capítulo (en blanco) Del primer rey e ynga Mango Capac, padre y genitor, de quien procede y se derivan todos los demás y de sus maravillosos hechos Introducido, pues, el gran Manco Capac, en el señorío de la gran ciudad del Cuzco por uno de los medios referidos, como fuese de alto y generoso ánimo, de agudo, sagaz, y sutil ingenio, gobernó sus acciones de manera que en breve tiempo ganó los corazones de todos. Lo primero que hizo fue reducir a policía la dicha ciudad, dando forma de pueblo a lo que antes era chacarras o caseríos, partiéndola en dos ayllos o barrios, como se dirá en la discreptión de la dicha ciudad del Cuzco, con que autorizó su persona y se hizo respetar más de la gente popular. Nombró por capitán a su hijo Sinchiroca de uno de los aillos en que repartió, que después de sus días le había de suceder en la corona. Los demás los repartió entre sus descendientes por línea transversal, haciendo ley que los hijos segundos de los Yngas viviendo sus padres gobernasen los ayllos y parcialidades, como cabezas y capitanes generales. El orden de dividir los pueblos por sus ayllos y barrios se observó a imitación del Cuzco en todos los demás pueblos de su señorío, y hasta hoy dura en estos reinos del Perú. Puesto el Cuzco en figura de pueblo y ciudad, mandó que ninguno pudiese entrar en ella después de puesto el sol, ni menos pudiese salir antes que saliese y fuese día. Hizo todo a fin de saber quién salía y entraba en la ciudad, temeroso, como tirano, de algún accidente (que por grande que sea el asombro que un tirano causa en los corazones de sus vasallos, es mayor el temor que padese en su pecho), dijo Claudiano de instituttione prinsipis de este verso qui terret plus ipse timet sors ista tyranis Asentadas a su parecer y bien dispuestas las cosas del Cuzco con estas y otras leyes que puso (las cuales dejo para su tiempo), levantó Manco Capac su espíritu a cosas mayores a las cuales le despertaba su generoso corazón. Deseoso de mayor imperio y monarquía hizo cortes generales, convocando a ellas todos los caciques, capitanes y la gente más granada de su corona. Juntos el día aplazado todos en la dicha ciudad del Cuzco, se dio orden de la forma y estilo que en adelante se había de guardar en convocar y juntar las cortes y de las cosas que en ellas se habían de tratar. Se ordenaron muchas cosas muy provechosas para el buen gobierno y policía y la principal que él pretendía y deseaba de entablar en su casa y corte: el imperio occidental. Y así, por remate de estas cortes, hizo jurar a su hijo Sinchiroca por su legítimo sucesor y señor natural, armándole él de su propia mano caballero (con las ceremonias e insignias que diré adelante). Quieto con esto su generoso ánimo y considerando lo que dice Aristóteles en sus Políticas: que para asegurarse un tirano, es medio maravilloso y eficaz no hacer hombre todo lo que quiere ni ejecutar todo lo que puede poner en el resto de su vida, con tan gran prudencia y suavidad, que siendo temido por lo primero de sus vasallos era juntamente amado por todos ellos. Muchos años vivió Manco Capac, y después de sus días dejó este hijo legítimo, que le sucedió, al fin de los cuales, dejando entablada la monarquía de los yngas y emperadores del occidente, gobernó Sinchiroca Ynga, Rei segundo deste occidental reino del Perú. La coronación de Sinchiroca, y la efigie y rostro al natural de Manco Capac se verá en las dos figuras siguientes y las armas primeras que puso y de que usó, siendo el primero de los Ingas.
contexto
Capítulo 10 De cómo los españoles començaron a entrar la tierra adentro, y de cómo Motecuçoma dexó la casa real y se fue a su casa propria Motecuçoma, teniendo ya por averiguado, ansí por las cosas que havía oído de los españoles como por los pronósticos que havían pasado y pofecías antiguas y modernas que tenían que los españoles havían de reinar en esta tierra, salióse de las casas reales y fuese a las casas que él tenía ante que fuese rey o emperador. Desque los españoles partieron de la ribera de la mar para entrar la tierra dentro, tomaron un indio principal, que llamavan tlacochcálcatl, para que los mostrase el camino, al cual indio havían tomado de allí de aquella provincia los primeros navíos que vinieron a descubrir esta tierra, el cual indio el capitán don Hernando Cortés truxo consigo y sabía ya de la lengua española algo. Este juntamente con Marina eran intérpretes de don Hernando Cortés; a éste tomaron por guía de su camino para venir a México. En llegando a la provincia de Tecóac, que es tierra de Tlaxcalla, allí estavan poblados los otomíes y gente de guerra que guardava la frontera o términos de los tlaxcaltecas. Estos salieron de guerra contra los españoles; los españoles començaron a pelear con ellos, y los de caballo alancearon mucho, y los arcaboceros y ballesteros mataron también muchos, de manera que desbarataron a todo aquello exército que venía, y huyeron los que quedaron. Los españoles tomaron el pueblo y robaron lo que hallaron, y así destruyeron aquellos pueblos. Como los de Tlaxcalla oyeron lo que havía acontecido a sus soldados y otomíes, espantáronse; començaron a temer. Luego se juntaron a consejo y conferieron todos sobre el negocio para ver si saldrían de guerra contra los españoles o si se daría de paz. Dixeron: "Sabemos que los otomíes son muy valientes y pelean reziamente y todos son destruidos. Ninguna resistencia huvo en ellos; en un cerrar y abrir de ojo los destruyeron. ¿Qué podemos hazer nosotros? Será bien que los recibamos de paz y los tomemos por amigos. Esto es mejor que no perder toda nuestra gente." Y ansí acordaron los señores de Tlaxcalla de recebirlos de paz y tomarlos por amigos. Salieron luego los señores y principales con gran multitud de tamemes cargados de comida de todas maneras. Llegando a ellos, asaludaron de paz a don Hernando Cortés, y él los preguntó, diziendo: "¿De dónde sois vosotros, y de dónde venís?" Ellos dixeron: "Somos de la ciudad de Tlaxcalla y venimos a recebiros porque nos holgamos de vuestra venida. Havéis llegado a nuestra tierra; seáis muy bien venidos. Es vuestra casa y vuestra tierra donde estáis, que se llama Cuauhtexcalla." La ciudad que agora se llama Tlaxcalla ante que viniesen los españoles se llamava Texcalla.
contexto
Capítulo 10 De los pasatiempos y recreaciones de los señores Cuando los señores salían de su casa y se ivan a recrear, llevavan una cañita en la mano, y movíanla al compás de lo que ivan hablando con sus principales. Los principales ivan de una parte y de otra del señor; llevávanle en medio, y ivan algunos delante apartando la gente, que nadie pasasse delante de él, ni cerca de él, y nadie de los que pasavan por el camino osava mirarle a la cara, sino luego baxavan la cabeça y echavan por otra parte. Algunas vezes, por su pasatiempo, el señor cantava y deprendía los cantares que suelen dezir en los areitos. Otras vezes, por darle recreación, algún truhán le dezía truhanerías o gracias. Otras vezes, por su pasatiempo, jugava a la pelota, y para esto teníanle sus pelotas de ulli guardadas. Estas pelotas eran tamañas como unas grandes bolas de jugar a los bolos; eran maciças, de una cierta resina o goma que se llama ulli, que es muy livíano y salta como pelota de viento. Y tenía de ellas cargo algún paje. Y también traía consigo buenos jugadores de pelota, que jugavan en su presencia, y por él contra otros principales. Y ganávanse oro o chalchihuites y cuentas de oro y turquesas, y esclavos, y mantas ricas y maxtles ricos, y maizales y casas, y grebas de oro y ajorcas de oro, y braçaletes hechos con plumas ricas, y pellones de pluma, y cargas de cacao. El juego de la pelota se llamava tlachtli, que eran dos paredes, que havía entre la una y la otra como veinte o treinta pies, y serían de largo hasta cuarenta o cincuenta pies. Estavan muy encaladas las paredes y el suelo, y tendrían de alto como estado y medio. Y en el medio del juego estava una raya que hazía al propósito del juego, y en el medio de las paredes, en la mitad del trecho del juego, estavan dos piedras como muelas de molino, agujeradas por el medio, frontero la una de la otra, y tenían sendos agujeros tan anchos que podía caber la pelota por cada uno de ellos. Y el que metía la pelota por allí ganava el juego. No jugavan con las manos, sino con las nalgas herían a la pelota. Traían para jugar unos guantes en las manos, y una cincha de cuero en las nalgas, para herir a la pelota. También los señores, por su pasatiempo, jugavan un juego que se llama patolli, que es como el juego del castro o alcherque, o casi, o como el juego de los dados. Y son cuatro frixoles grandes, y cada uno tiene un agujero; y arrójanlos con la mano sobre una petate, como quien juega los carnicoles, donde está hecha una figura. A este juego solían jugar y ganarse cosas preciosas, como cuentas de oro, piedras preciosas, turquesas muy finas. Y este juego y el de la pelota hanlo dexado por ser sospechoso de algunas supersticiones idolátricas que en ellos hay. También solían jugar a tirar con el arco al blanco, o con los dardos; y a esto también se ganavan cosas preciosas. También usavan tirar con cebretanas, y traían sus bodoquitos hechos en una bruxaquilla de red; y también lo usan agora, que andan a matar páxaros con esta cebretana. También usan tomar páxaros con red. También, para pasar su pasatiempo, plantavan vergeles o florestas, donde ponían todos los árboles de flores. También usavan de truhanes que les dezían chocarrerías para alegrarlos. También el juego del palo jugavan delante de ellos, por darlos recreación. También tenían pages que los acompañavan y servían; y también usavan de enanos y corcobados y otros hombres monstruosos. También criavan bestias fieras, águilas y tigres, osos y gatos cervales, y aves de todas maneras.
contexto
Capítulo 100 Trata en este capítulo como para dar ayuda, fauor a los de Huexoçingo contra los tlaxcaltecas por el agrabio grande de les abeer destruido dos años sus sementeras; y la primera escaramuça <que> se dieron <en>tre mexicanos y tlaxcaltecas en el monte agrio Abiendo <en>tendido los mexicanos capitanes la manera y la breuedad de la partida contra los tlaxcaltecas <en> los montes de Huexoçingo, mandan luego con toda la breuedad posible los cuachic, otomi, achcacauhtin <que> las armas más fuertes que ubiese lleuasen. Aperçibidos los quatro barrios mexicanos, parten juntamente los chinanpanecas con ellos, y los de Nauhteuctli y los de tepanecas y tlatelulcanos lleuan de camino a los de Aculhuacan. Banse a juntar a Chalco, lleuando cada gente su capitán y escuadrones <en>tretexidos de buenos soldados. Manda el general de mexicanos a los de Chalco <que> los tributos <que> se dan a la corona mexicana de maíz, frisol, y a los de Tierra Caliente traigan mucho chile, tomate, fruta para los señores prençipales, los quales mantenimientos lleuaron a Huexoçingo los de los pueblos todos de Chalco y chinanpanecas. Llegado el campo mexicano a los términos de Chalco, mandan a todos los capitanes que se tenga espeçial cuenta con el capitán de los tlaxcaltecas llamado Tlalhuicole, que dizen es muy baliente, <que> se lleue preso a Mexico y se <en>tregue al rrey Monteçuma biuo. Llegados a Tlalchichilco, hazen con mucha prezteza buhiyos (xacales), <que> siruen de tiendas para las aguas. No abían estado un día descansando en el estoruo de los buhiyos, mandó el general Cuauhnochtli que los chalcas fuesen por un camino o senda y los de Aculhuacan otro y los tepanecas otro, los mexicanos en medio, adonde los tlascaltecas suelen <en>trar, todas las demás naçiones estendidos, para coxer a los tlaxcaltecas en medio, e díxoles a los mexicanos: "¿Qué braueza puede tener, qué más abentaxadas armas <que> las nuestras trae el Tlalhuicole tlaxcaltecatl, capitán, <que> tanto le temen los de Huexoçingo?" Rrespondieron todos los cuachicme y otomi <que> harán todo su poderío o morir <en> la demanda. Con esto se esforçaron tanto los mexicanos que fueron a las partes y lugares señalados del biaxe, 142r camino y senda de Tlalhuicole, capitán tlaxcalteco. Acabado esto, otro día de gran mañana donde se asoma el campo tlaxcalteco, por la delantera el llamado Tlalhuicole. Bisto el campo mexicano, se yban rretirando atrás los tlaxcaltecas, que no acometían tan balerosamente como a los pobres huexingas hazían. Con todo, acométense los unos a los otros muy balerosamente uno, dos, tres días, biniendo los tlaxcaltecas rremudándose, yéndose unos, biniendo otros de rrefresco, como estauan çerca de su tierra. <En>bían a dar abiso de esto los prençipales mexicanos para que el rrey Monteçuma mandase hazer lo propio <que> hazían los tlaxcaltecas. Oydo esto por Monteçuma, manda luego bayan de todas las tes y lugares, de Aculhuacan y tepanecas y chinanpanecas, chalcas, serranos, Matalçingo, de todas suertes de gentes, con toda la breuedad posible, que dentro de quatro días se hallasen en Chalco al doble gente <que> fueron para el socorro de sus parientes amigos y hermanos. Abiendo ya beinte días, día diado, <que> peleauan los mexicanos solos con tanto número de tlaxcaltecos, llegados los campos a Chalco, júntanse los chalcas con los mexicanos y bino toda la serranía de otomíes balientes. Llegados a los conpañeros, holgáronse en estremo de benir a tan buen tiempo, que estauan ya algo cansados los tlaxcaltecas y se tarda su socorro de ellos. Dízenles: "Señores, bolueos, que de aquí a beinte días tornaréis y bolueremos a descansar como agora bosotros". Llegados a Mexico, les explican a Monteçuma la fortaleza de los tlaxcaltecas, en espeçial a los de Tecoac, chichimecos batientes, y techalotepecas. Dixo Monteçuma: "¿Ya no les emos començado? Pues emos de concluir de esta bes con ellos". Otro día siguiente biene un mensajero a Monteçuma como tenían preso y a buen rrecaudo al Tlalhuicoles. E otro día binieron doze prençipales con el Tlalhuicole y luego le subieron al templo de Huitzilopochtli y començólo a rrodear el templo y la gran piedra degolladero y con él otros muchos tlaxcaltecas y todos abaxaron y subieron a la gran casa del rrey Monteçuma. Mandolo <en>trar a donde estaua Monteçuma para beer <qué> tanta fortaleza tenía al que espantaua a los de Huexoçingo y, bístolo, dixo el Tlalhuicolee: "Señor, seáis bien hallado con u<uest>ra rreal corte. Yo soi el otomi llamado Tlahuicolee. Me tengo por dichoso de beer bisto u<uest>ra rreal prezençia y abeer rreconosçido ymperio tam baleroso y tan generoso emperador como bos sois, que agora lo acabo de beer y creer, que es más de lo que por a se trata". Díxole Monteçuma: "Seáis bien benido, que no baca de misterio, que no es cosa mugeril esto, usança es de guerra, oy por mí, mañana por ti. Descansad y sosegad. No tengáis pena". Mandóle dar de bestir todo tiguereado, como baliente soldado <que> hera, y pañetes muy labrados y una beçolera de esmeralda y orexera de oro e le hizo gran cortesía Monteçuma, e luego le dio una diuisa que llaman quetzaltonameyutl, que es una plumería con un sol llano rrelumbrante como espexo. Y cada día lloraua acordándose de las mugeres <que> tenía, diziendo: "¿Es posible, mugeres mías, que jamás os beré de mis ojos?" Oydolo Monteçuma, rresçibió mucha pesadumbre de ello, dixo: "¿Qué os paresçe de ello a bosotros? ¿Esto no es cobardía y afrenta grande? <En> los canpos de Huexoçingo y Cholula y Tlaxcalam, ¿no murieron allá Yxtlilcueechahuac: y Mactlacuia, Macuil 142v Macuilmalinal y el Çeçepatic y Quitzicuacua? ¿Estos no fueron tan balerosos como él y tan grandes prençipales no fueron? ¿Acordáronse de sus mugeres? Dezilde que es grande afrenta que da a la sangre yllustre. Dezilde que dize Monteçuma, que digo yo, se baya a su tierra, que es mi boluntad esta, que da afrenta su temor de morir a todos los barones prençipales mexicanos de esta corte, <que> baya a beer a las que por ellas llora noche y día". <En>tendídolo el Tlalhuicolee, no lloró más, ni habló, ni chiztó. Fuéronlo a dezir a Monteçuma e mandó a los calpixques que tanpoco le diesen de comer ni nada le dixesen, "<que> se baya cada <que> se quiera yr". Y como esto bido Tlahuicole, andaua de casa en casa pidiendo de comer y bisto el poco caso que dél se hazía e que tanpoco hallaua quien le diese de comer, fue a un cu alto de Tlatelulco y subido allá, despeñóse de allá y murió. Y dixo Monteçuma a los prençipales: "Tanbién quisiera que los pobres de los de Huexoçingo <que> se fuesen a la buena bentura e que tanpoco les diesen de comer los mayordomos". Bisto esto los de Huexoçingo, lleuaron muchos prençipales, cada dos o tres, uno, conforme el posible tenía, y los mayordomos lleuaron cada dos de ellos, algunos prençipales lleuaron çinco y seis personas, <que> les sustentauan. Acabado de morir Tlalhuicolee, le sacrificaron los de Tlatelulco y, sabídolo los tlaxcaltecas el fin <que> tubo Tlalhuicole, çesó para sienpre las guerras <en>tre tlaxcaltecas y Huexoçingo. Bisto esto el prençipal y señor de Huexoçingo, Tecuanehuatl, y el Tlachpanquizqui y Nelpiloni y Cuauhtecoztli, hablaron al rrey Monteçuma, dixéronle: "Señor y n<uest>ro sobrino y nieto muy amado, bisto emos la gran caridad por la gran fortaleza de buestro esclaresçido canpo mexicano y el socorro grande que con nosotros a usado el gran dios tetzahuitl Huitzilopochtli. Aquí nos benimos a guaresçer y socorrer del sustento humano y <en> bos señor descansó el miserable pueblo de Huexoçingo, biexos, biexas, mugeres, criaturas, con la sombra de buestra esclaresçida y rreal persona. Beer y bisitar queremos u<uest>ro pueblo y gente, en espeçial limpiar el templo del Mixcoatl Camaxtle". Rrespondió Monteçuma <que> les agradesçía su boluntad y que le perdonasen y hiziesen cuenta abían estado en un buhiyo de un monte a descansar una ora, <que> fuesen mucho de norabuena, e díxoles: "Aguardaos, yrán con bosotros y berán si del todo se an ya ydo, dexado la guerra con bosotros los tlaxcaltecas, que quiero satisfazerme de ello". Y ansí, fueron siete prençipales biexos, astutos en guerras, a beer los caminos, sendas, términos de Huexoçingo con Tlaxcalla. Llegaron hasta Yztaccuixtlan, que agora llaman Quiahuiztlam. Bieron que ya no abía rrumor ni bulliçio de gente de guerra de los de Tlaxcalam. Boluieron con esta rrelaçión al rrey Monteçuma y así, llamó a los de Huexoçingo, díxoles: "Señores y hermanos, todos los caminos y montes buestros confinados con los Tlaxcala no ay nengún bulliçio ni rromor de guerra que pueda preualesçer contra bosotros ni contra u<uest>ro pueblo". 143r Dixeron los de Huexoçingo: "Señor n<uest>ro, como ya tenemos d<ic>ho, el tetzahuitl Huitzilopochtli es n<uest>ro padre, madre, amparo y su rreal casa y corte por tal n<uest>ro padre. Si caso fuere y boluieren los tlaxcaltecas, ¿a dónde emos de acudir al socorro humano sino debaxo de buestras esclaresçidas alas, sombra, como rreal águila caudal con sus hijos?" Dixo Monteçuma: "De eso, señores, tened confiança que jamás os faltaremos, pues os tenemos por tales n<uest>ro berdaderos hermanos y sobrinos". Y con esto, fueron despedidos y fueron con ellos doze mexicanos y, llegando çerca de sus casas, bieron unos yndios <que> yban a traer del monte corteza de árboles, que sirbe de carbón, y coxiendo tréuol montesino, <que> llaman ocoxochitl, estubieron atentos mirándolos.