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El éxito y difusión de la capilla del Condestable se debe, en gran parte, a que fue adoptado como modelo por la poderosa familia de dicho título, que lo aplicó a las numerosas construcciones que llevó a cabo en algunas de las fundaciones religiosas de las que fueron patronos y protectores lo que, por otro lado, llevó a cambiar su finalidad funeraria inicial, para convertirse en modelo de cabecera de iglesias. Pero el prestigio del modelo hizo que se siguiera igualmente por una serie de construcciones cuyos promotores no tenían relación alguna con el linaje de los Condestables. Uno de estos constructores fue el canónigo don Gonzalo Díaz de Lerma, que en la propia catedral, bajo la dirección del maestro Nicolás de Matienzo, levantó la capilla de la Presentación, como lugar de enterramiento para él y sus familiares. El gran espacio único se cubre con bóveda estrellada octogonal que descarga sobre doble juego de trompas, solución inspirada en la iglesia románica de San Quirce, con decoración de bustos de simbolismo humanista. En la misma catedral, a partir del año 1525, Juan de Vallejo construyó por encargo del Cabildo la capilla de Santiago y su aneja dedicada a San Juan. En ambas es evidente el espacio único, con la diferencia de que la de Santiago, no construida como capilla funeraria, sino para servir de parroquia, se cubre con dos grandes bóvedas estrelladas con predominio de la dimensión longitudinal subrayada por el arco ricamente decorado con que se define la cabecera, en tanto que en la de San Juan se determina un espacio centralizado sin aparente significado especial alguno, si bien la presencia de una tribuna alta convierte esta capilla en una prolongación de la de Santiago, aneja a su servicio como parroquia que fue dentro de la catedral. El antepecho de esta tribuna inicia un modelo, creación de Juan de Vallejo, que inspira el de otras iglesias, como vemos en las de Pampliega, Villegas y San Lesmes de Burgos, entre otras. Las construcciones más importantes en las que se sigue el tipo de capilla del Condestable se deben a miembros de la familia. Doña Mencía Fernández de Velasco, hija de don Pedro y doña Mencía, los constructores de la capilla burgalesa, siguió el modelo familiar en la cabecera de la iglesia del monasterio de Santa Clara de Briviesca, fundado por ella. En este caso se unen la función funeraria y la propia de una iglesia conventual, con proyecto de Juan Gil de Hontañón. La gran cabecera, cuya bóveda no presenta la plementería calada, se amplía en anchura al dar más desarrollo a los espacios laterales, a modo de crucero y, aunque la nave señala una tendencia longitudinal, ésta queda encubierta por la presencia del coro alto situado a los pies. En esta capilla la imposta corrida que marca la unión del muro con el arranque de la bóveda se decora con los escaques, motivos heráldicos del escudo familiar, convertidos en elementos decorativos. Mayor fidelidad al espacio centralizado se aprecia en la capilla de la Inmaculada Concepción, aneja a la iglesia del monasterio de Santa Clara de Medina de Pomar, fundación y patronato de la familia de los Condestables, que en él tuvieron su lugar predilecto de enterramiento. En esta capilla que, como es habitual, se cubre con gran bóveda estrellada, no se aprecian novedades destacables, a excepción de la presencia de un gran ventanal correspondiente a una tribuna interior y la decoración de las trompas que, en este caso, ostentan los escudos familiares escoltados por figuras de salvajes, cuyo origen se encuentra en la capilla burgalesa. En Burgos, ciudad, la capilla funeraria de los Castro, en la parroquia de San Gil, aunque se inspira en la del Condestable en el calado de la bóveda, representa un ejemplo evolucionado en que los caracteres góticos se unen a los renacentistas, de tal modo que con ella se define un nuevo tipo que, a su vez, tendrá gran éxito, con pequeñas columnas adosadas en los ángulos del octógono y friso corrido con inscripción. A semejanza de esta capilla se construyen, entre otras, las cabeceras de las iglesias de Quecedo de Valdivielso y Quincoces de Yuso, en el norte de la provincia, de una sola nave. El auge en la construcción de capillas funerarias familiares se extiende a todos los monasterios e iglesias, incluso las rurales. En unos casos se definen amplios espacios en los que se remeda el sentido aristocrático de las capillas señaladas, como en la de los Alderete en Miranda de Ebro y la de los Calderones en San Juan de Aranda de Duero. Pero la mayoría de ellas no alcanza grandes dimensiones, sin detrimento de que en su construcción y decoración se manifiesten los caracteres gótico -renacentistas, incluso, con mayor relevancia que en las grandes construcciones, tal como vemos en la capilla de los Marrón en la iglesia de Santa María de Belorado y en la parroquial de Frías. El tipo de construcción de espacio único culmina en la cabecera de la iglesia del monasterio de La Vid. Los promotores de la obra fueron el cardenal Iñigo López de Mendoza y su hermano, el conde de Miranda, el constructor del palacio de Peñaranda de Duero, nietos de los Condestables don Pedro y doña Mencía, que continuaron la tradición familiar patrocinando esta obra. Con ella se completaba el templo inicial gótico de tres naves mediante un gran espacio en función de cabecera y, debido a su desarrollo en anchura, de crucero, cubierto con la consiguiente gran bóveda estrellada, de plementería opaca, y un pequeño espacio, a modo de ábside, cubierto con bóveda en forma de venera. Este elemento, no presente en otras construcciones semejantes, puede considerarse como un reflejo del espacio existente en la capilla del Condestable, sólo que adaptado a las formas renacentistas, de acuerdo con la solución empleada por Diego de Silóe en obras fuera de Burgos, y que tendrá fecundas consecuencias en iglesias parroquiales burgalesas. Siguiendo la norma habitual en la arquitectura del linaje de los Fernández de Velasco, que vemos repetida en la ex colegiata de Roa, el exterior de esta cabecera de La Vid se decora con los escudos de la familia sostenidos por gigantescos tenantes alusivos a la condición militar y eclesiástica de los patronos y constructores.
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El rey Sancho IV el Bravo fundó en 1289 como panteón real la capilla de Reyes Viejos, bajo la advocación de la Santa Cruz, detrás del altar mayor, en la catedral de Toledo. A consecuencia de la remodelación efectuada por Cisneros, sufrió un traslado a la capilla del Espíritu Santo. Anteriormente se había destinado a tal fin la llamada originariamente capilla del Espíritu Santo y hoy capilla de Reyes Viejos, cerca del crucero sur. Desde la fundación hasta 1308 son trasladados Alfonso VII, su hijo Sancho el Deseado, Sancho IV, tres infantes y el rey de Portugal Sancho Capelo. La capilla se conservó en la cripta hasta 1494. Pervive la memoria de la primitiva capilla en cuatro cenotafios, dos de cuyas estatuas yacentes -Sancho el Bravo y Pedro de Aguilar- fueron obradas a comienzos del siglo XIV. Además de la estatua yacente, Sancho IV (?) y Alfonso VII (?) -esculpida por Diego Copín de Holanda- tienen otra en pie. Quizá se ideó una galería de reyes para la propia capilla funeraria, de lo que existen precedentes en Francia. Enrique II con objeto de justificar la legalidad de la casa de Trastamara por él iniciada, funda, según consta en su testamento del 29 de mayo de 1379, un panteón en la misma catedral para sí y su dinastía: la capilla de Reyes Nuevos, que ubicada en origen cerca del pilar de la Descensión, fue trasladada a la actual capilla. Estuvieron enterrados el propio monarca, su esposa Juana Manuel (muerta en 1381), Enrique III (muestro en 1406) y Catalina de Lancaster (muerta en 1418), cuyos sepulcros fueron tallados antes de finalizar el siglo XIV. El maestro Luys -que debe ser Luis González- firma los sepulcros de Enrique II y Catalina, y Pedro Rodríguez, el de Juana Manuel, fallecida en 1383. Es de destacar el sentido político que preside la inscripción del sepulcro de Catalina de Lancaster, nieta de Pedro el Cruel, pues se expresa claramente cómo su matrimonio vuelve la paz y concordia. Aparte de los reyes, nobles y eclesiásticos instituyen capillas funerarias, interesantes no sólo como construcciones más o menos ostentosas, sino también como configuración de una función litúrgica precisa, la celebración de misas y oficios por el eterno descanso de sus almas por generaciones sucesivas. Conocemos las puntuales disposiciones del arzobispo Pedro Tenorio, usuales evidentemente en la época. En este sentido puede citarse el caso del Adelantado Mayor de Castilla, Gómez Manrique (1385-1411), en cuyo testamento se ve la generosidad en cuanto a la preparación de su vida para el más allá. Levantó la iglesia que había de albergar sus restos, y la dotó con ricos objetos litúrgicos adquiridos en París. El especial empeño en construir una capilla funeraria en el claustro de la catedral de Toledo, levantado asimismo por Pedro Tenorio, le llevó a hacer desaparecer la alcaná. La capilla, que conforma un todo unitario tanto desde el punto de vista arquitectónico como desde el ángulo de la escultura y pintura, alberga dos sepulcros, el del arzobispo y el de Vicente Arias de Balboa. La portada es un prodigio de sencillez y elegancia. Dominan las líneas constructivas a las que se ha sometido la decoración. Incluso el conjunto de la Anunciación en las enjutas obedece a la idea arquitectónica, como sucede con la portada de Santa Catalina, del mismo taller. La capilla está inspirada en la del cardenal Gil de Albornoz, por quien el prelado sentía profunda admiración. Este, siguiendo la moda europea, se hace construir dos sepulturas. Tuvo un sepulcro en Asís para las vísceras y el más suntuoso, el conservado, para su cuerpo en la catedral primada. El monumento funerario, compuesto de sarcófago exento y yacente, se dispone en el centro de una capilla poligonal, para cuya construcción mandó derribar dos pequeñas y una grande. La arquitectura es uno de los primeros ejemplos donde se impone el modelo de capilla funeraria ochavada, de gran difusión en los siglos siguientes. Es probable que la capilla fuera iniciada por el propio cardenal, que murió antes de finalizarse. El sepulcro debe de ser prácticamente contemporáneo de la muerte del cardenal (1367, Viterbo), como lo sugiere el estilo. La estatua yacente está relacionada con el taller de Ferrand González, a cuya autoría se debe el sepulcro de don Pedro Tenorio. El programa iconográfico de la liturgia de las exequias desarrollado en los frentes del sarcófago, está tomado del área castellano-leonesa. El origen de dicho tema parece ser hispano, pues los ejemplos más antiguos se rastrean en nuestra geografía. Esta representación ya aparece en el sepulcro de Ramón Berenguer (muerto en 1151), en Ripoll, siendo anterior al primer ejemplo conocido en Francia, datado hacia 1180. El sarcófago del cardenal se dispone sobre una base que se interrumpe por medias figuras de leones, como será norma del taller de Ferrand González. Los personajes del duelo y santos intercesores aparecen aislados bajo arcos lobulados sobremontados por gabletes. La capilla funeraria de la familia López de Ayala en el monasterio de Quejana (Álava) alberga varios sepulcros de esta noble familia, relacionados con el taller toledano, y también con los de la capilla de Reyes Nuevos. Esto se explica si se tienen en cuenta las relaciones del canciller don Pedro López de Ayala con el monarca. Quejana era el pueblo natal de aquél, y allí construyó una capilla-relicario y panteón familiar bajo la advocación de Nuestra Señora del Cabello. Para ello transformó las dos primeras plantas del torreón, proyecto que se llevó a efecto entre 1396 y 1399. Dotó a la capilla de un retablo pictórico, un frontal de altar (Art Institute, Chicago) y los sepulcros, que corresponden al canciller, su esposa doña Leonor de Guzmán y los padres de aquél, Fernán Pérez de Ayala y Elvira Álvarez de Ceballos. En Galicia, donde hay constancia del interés de las grandes familias nobles de hacerse enterrar en capillas funerarias por ellas construidas, descuella la espléndida capilla de Fernán Pérez de Andrade, "O Bóo", en Betanzos, que debía de estar finalizada hacia 1387. El personaje pertenece a una de las más ilustres familias gallegas. El conjunto es más interesante por la iconografía que por la calidad. La caza, analizada sabiamente por C. Manso Porto, ocupa un lugar de protagonismo. Hay que considerar en ella, junto al carácter narrativo, un significado religioso y un simbolismo funerario. Como advierte J. Yarza, por los muros de la capilla se disponen unos relieves con una cabalgata de cazadores que siguen un orden, de modo que entran por la derecha, en el lado de la epístola, y salen hacia los pies, por el lado del evangelio. En el sarcófago, las dos carreras se dirigen desde los pies hacia la cabecera, y se insiste en la caza del jabalí y, alguna vez, del oso. El jabalí, animal emblemático de la casa y sobre todo del encargante, junto con el oso, sustentan el sarcófago. El resto del programa iconográfico coincide parcialmente con el desarrollado en la capilla de Pedro Tenorio, la Anunciación y el Juicio Final, éste con ciertos detalles repetidos en Castilla, como el Jardín del Paraíso. La capilla funeraria del obispo Diego de Anaya, que vivió en los siglos XIV y XV, en la catedral de Salamanca, es ya obra posterior a 1422.
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El arte funerario es el que más patentemente da la tónica de los valores trascendentes de la sociedad y paradójicamente de la idea de la fama y sentido de la pervivencia. Incluso en la muerte, las clases sociales elevadas -realeza, nobleza y clero- manifiestan su deseo de perpetuar su memoria. Excede al presente contexto un detenido análisis. Me limitaré a pergeñar unas ideas indicativas a propósito de la ubicación, tipología y significación de la extraordinaria cantidad de sepulcros durante el siglo en análisis. Iniciando el recorrido por los sepulcros reales, España, a diferencia de Francia, se caracteriza por la enorme diversidad de lugares de enterramiento, hecho motivado por los sucesivos avances de la reconquista. En este sentido, nuestro país puede ser considerado como un gran cementerio. Era algo así como el certificado de un nuevo dominio. Así lo patentizan Fernando III el Santo y su hijo Alfonso X -enterrados en Sevilla-, este último dentro de la moda imperante en Europa de hacer sepultar su cuerpo en lugar distinto de las vísceras y el corazón. Los Reyes Católicos, que idearon y construyeron San Juan de los Reyes en Toledo como lugar de enterramiento, decidieron en última instancia hacerlo en Granada, colofón de la reconquista.
obra
Las Capillas Mediceas sirven como mausoleo particular a los miembros más jóvenes de la familia Médici, de la misma manera que en la Sacristía Vieja de la iglesia de San Lorenzo están enterrados los miembros más antiguos del clan familiar.
Personaje Religioso
Organizó una cruzada contra Mahomet III y consiguió derrotarlo frente a Belgrado. También predicó una cruzada contra los husitas. Defensor de san Bernardino, consiguió privilegios para la Orden Tercera de san Francisco. Fue canonizado por Benedicto XIII.
obra
Gracias a su relación con Jules Le Coeur, Renoir establece contacto con el capitán Darras y su esposa en París, durante el otoño de 1871. El militar no duda en apoyar desde el primer momento al joven artista y le encarga un retrato, posando en el estudio de la rue des Petits-Champs con su traje de gala. Las tonalidades oscuras dominan el conjunto, contrastando con los brillos metálicos de la botonadura, las condecoraciones del pecho y las charreteras de las mangas. Pero el centro de atención lo encontramos en el rostro del capitán, dirigiendo su mirada al espectador con gesto marcial, interesándose el pintor por captar la personalidad de su modelo, de la misma manera que hacían los grandes maestros que Renoir admiraba en el Louvre como Tiziano, Tintoretto o Velázquez. La figura se sienta en una silla y se proyecta en escorzo hacia el espectador, recortándose ante un fondo de celaje con tonalidades malvas que parecen preludiar el impresionismo. La pincelada es rápida y empastada en algunas zonas -las manos o el sillón- pero no renuncia al dibujo y el modelado, existiendo cierta sintonía con los retratos de Manet y Courbet, los maestros contemporáneos más admirados por Renoir.
obra
Por estos años, Durero realizó numerosos apuntes de fisonomías y personajes que le llamaban la atención. También se dedicó a retratar a todas las personas que le rodeaban, a sus amigos y vecinos, entre los que se cuenta este capitán Félix Hungersperg.Casi en todas las ocasiones, Durero los dibujaba de medio cuerpo, en lápiz, carboncillo, o pluma como en esta ocasión.La prestancia de la figura, con su cuidada barba, el elegante sombrero a la última moda y la redecilla en los cabellos no impide a Durero reflejar los rasgos característicos de su modelo, como el ojo herido del rostro del militar.