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CANTO DE HERMANDAD He llegado, oh amigos nuestros, con collares os ciño, con plumajes de guacamaya os adorno, cual ave preciosa aderezo con plumas, con oro yo pinto, rodeo a la hermandad. Con plumas de quetzal que se estremecen, con círculos de cantos, a la comunidad yo me entrego. La llevaré conmigo al palacio hasta que todos nosotros, algún día, todos juntos nos hayamos marchado, a la región de los muertos. ¡Nuestra vida ha sido sólo prestada!7 AMISTAD EN LA TIERRA ¡Que haya ahora amigos aquí! Es tiempo de conocer nuestros rostros. Tan sólo con flores se elevará nuestro canto. Nos habremos ido a su casa, pero nuestra palabra vivirá aquí en la tierra. Iremos dejando nuestra pena: nuestro canto. Por esto será conocido, resultará verdadero el canto. Nos habremos ido a su casa, pero nuestra palabra vivirá aquí en la tierra.8 YAOCUÍCATL: CANTOS GUERREROS Póngase ya enhiesto el atabal, príncipes: a pesar de todo, gozaos aquí delante del dios. El llanto escurre, gotean las lágrimas, aquí en el lugar de los atabales delante del dios. Se remece cual águila, se revuelve cual tigre el príncipe Motecuzoma al engalanar a los hombres. ¡Id a experimentar en el campo de guerra! A los variados Águilas, a los variados Tigres, a los variados príncipes conforta el rey Motecuzoma al engalanar a los hombres. ¡Id a experimentar en el campo de guerra! Enderezó los corazones de los hombres la flor de greda y la flor de pluma: enajenó los corazones de los hombres la flor del Águila. Por eso ya se fueron, se fueron los príncipes chichimecas. El rey Motecuzoma, Chachuacueye, Cueyatzin, ellos, que al colibrí se hicieron semejantes. Ya en verdad no habéis visto a Xaltemoctzin, en verdad ya no os puso a prueba el rey Quinantzin, Tzihuacpopocatzin. En breve habrá de hacerse remisa y marchita quedar la flor del escudo: la tenéis sólo en préstamo, oh príncipes. Nadie la verá extinguirse, porque tendremos que irnos al Reino del Misterio: hay que hacerse a un lado para dejar el sitio a otros en esta tierra: la tenéis sólo en préstamo, oh príncipes. Ya por eso llora, oh Chimalpopoca, y tú Acolmitzin y tú Tizahuactzin. Poned enhiesto el atabal: dé recreo a las gentes, y huya nuestra tristeza. ¿En dónde está el atabal? Percuta fuertemente nuestro atabal: dé recreo a las gentes y huya nuestra tristeza. Cual nenúfar del viento gira el escudo, cual humo el polvo sube, el silbo de las manos repercute aquí en México Tenochtitlan. Es la casa del escudo, es la casa del combate, aquí está la Orden de las Águilas, es la mansión de la Orden de los Tigres: Allí rigen la guerra, dan el silbo para el combate. Aquí las flores del Escudo Humeante: no en verdad, de veras, no en verdad habrán de cesar, habrán de extinguirse. Llora por eso, oh chichimeca, por eso llora, tú Tlaixtoctin. Deleitan las bellas flores del Dador de vida. Porque tú los atormentas está doliente el corazón de los príncipes. ¿Qué les queda hacer? La flor de la guerra abre la corola, la flor del escudo en mi mano está: me alegro con las flores, con la flor del Tigre y con la flor del Águila. Ya los atormenta: doliente está el corazón de los príncipes. ¿Qué les queda de hacer? Conforme sufrimos, muramos así: ¡que ya hubiera sido! Que nos digan nuestros amigos, que nos reprendan Águilas y Tigres: ¿Qué hacer? Hazla. ¿Qué hacer? Tómala: es la flor del que hace vivir: La toman: es tomada en lugar de angustias, donde está la gloria, junto a la gloria en el campo de combate.9 CANTO A LA MUERTE DE TLACAHUEPAN Ya con escudos pintas la nobleza, y con dardos escribes la batalla. Ya te aderezas luego con plumas y con gredas te tiñes el rostro, oh Tlacahuepan, porque te irás al Lugar del Misterio. Tú vas en lugar de los príncipes, oh Tlacahuepan. Ya a boca llena gritas y te responde el Águila roja, oh Maceuhqui, ya silba con la mano en el Lugar del Misterio. Pintado de Tigre está tu canto, cual Águila que se estremece es tu flor, oh tú, príncipe Tlacahuepan, hay estruendo de escudos: ya tañes tu atabal. Con las flores del Águila ya ciñes la nobleza y la amistad: son un licor precioso que embriaga y amortaja a los hombres. Sus cantos y sus flores van a adornar el Lugar del Misterio: allá quizá los cantan los mexicanos. ¿En tu interior lo temes, oh mi corazón? ¿No te atreves acaso? ¡Allá es deleitado el dios! ¿No irás por fin allá al Lugar de los Descarnados? ¡Deja la tierra y vete allá: allá es deleitado el dios!10 CANTO DE GUERREROS A nadie tan precioso, a nadie tan fuerte hace el Dador de la vida: El Águila que va volando, el Tigre, corazón de la montaña: ellos empero se someten al deber del trabajo. Ya el amarillo Tigre llorando está, ya la blanca Águila silba con sus manos: es la casa de Xíhuitl Popoca, es la misma de Huexotlalpan, y son los príncipes chichimecas Coxanatzin y mi señor Tlamayotzin. Tomen todos parte en la alegría: ya tañe el áureo atabal, ya retañe estrepitoso en la casa de Mixcóatl. No por siempre se es rey, de eso disfruto, pero no siempre es el reino y es la gloria. Oh, príncipes sólo un poco, bien poco vivimos aquí. Teñido de greda está vuestro atabal, mexicanos, se yergue allá en la llanura, y allí están también los que visten de obsidiana, atados están con flores del Águila, ¿Acaso lo quieren Águilas y Tigres? Ya tañeron ellos los príncipes, Cecepaticac y Tezcatzin, atados están con flores del Águila, ¿Acaso lo quieren Águilas y Tigres? Hubo creación de Águilas, hubo conversión de Tigres: son los príncipes. Hubo en la llanura de la guerra matizarse de (Tigres), remecerse de Águilas: allá toma al que quiere el Dador de la vida. Y a aquel reconoce en breve, lo hace su amigo. ¡Téngase eso por cierto! Se abrió la flor del Tigre, donde se muestra siempre con florida obsidiana ante el agua divina.11 CANTO A TLACAHUEPAN Sólo en casa de Mixcóatl está su reposo, en la casa de Mamapan se canta a sí mismo: ya viene a dar gritos Tlacahuepan e Ixtlilcuecháhuac: se manda cantar, ya en mandada la Sociedad de amigos y la Nobleza.12 CANTO A UN GUERRERO DESOLADO ¿Qué remedio? ¡Hazlo! ¿Qué remedio? ¡Anhélalo! Son las flores del dios que da la vida... ¡Oh, tú por quien todo vive: es por tu ayuda por la cual vinimos a vivir en esta tierra, nosotros tus siervos! ¡Cuán grande es la riqueza de tus flores del Águila que allá se hallan tendidas...! ¡Ah, mi corazón teme...! ¿cómo podré lograrlas? Así en breve tiempo en el campo del combate, en medio de la batalla, donde el polvo del escudo se alza, donde crujen los escudos y llueven los dardos y caen vibrando sobre el campo... ¡Ah, mi corazón teme...! ¿cómo podré lograrlas?13 CANTO DE GUERREROS Por mucho que llore yo, por mucho que yo me aflija, por mucho que lo ansíe mi corazón, ¿no habré de ir acaso al Reino del Misterio? En la tierra dicen nuestros corazones: ¡Ojalá que no fuéramos mortales, oh príncipes! ¿Dónde está la región en que no hay muerte? ¿No habré de ir allá yo? ¿Vive acaso mi madre allá en la Región del Misterio? ¿vive acaso mi padre allá en la Región del Misterio? Mi corazón trepida... ¡no he de perecer... me siento angustiado! Dejaste asentada tu fama en la tierra, tú, príncipe Tlacahuepan: aún ahora se hace el oficio de servir, aún ahora se ponen en pie los hombres, delante del que hace vivir al mundo: ¡se viene a nacer, se viene a vivir en la tierra! Las banderas se entrelazan en la llanura, las flores de obsidiana se entrecruzan, llueve la greda, llueven las plumas: sé que anda allí Tlacahuepan. ¡Viniste a ver lo que quería tu corazón: la muerte al filo de obsidiana! Por muy breve tiempo se tiene prestada la gloria de aquel por quien todo vive: ¡se viene a nacer, se viene a vivir en la tierra! Con tu piel de oro con jades esparcidos ya eres dichoso en medio del campo de combate. ¡Viniste a ver lo que quería tu corazón: la muerte al filo de obsidiana! Cesó nuestra muerte al fin: somos famosos los de Zacatlán: por allá anda nuestra fama: con nosotros es feliz el autor de la vida. Frente del Cerro del Escudo es festejado el dios. Convulsiona la tierra, en giros se revuelve, cae una lluvia de dardos, el polvo se levanta. Frente al Cerro del Escudo es festejado el dios.14
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CANTO DE LAS MUJERES DE CHALCO Levantaos, vosotras, hermanitas mías, vayamos, vayamos, buscaremos flores, vayamos, vayamos, cortaremos flores. Aquí se extienden, aquí se extienden las flores del agua y el fuego, las flores del escudo, las que se antojan a los hombres, las que son prestigio: flores de guerra. Son flores hermosas, ¡con las flores que están sobre mí, yo me adorno, son mis flores, soy una de Chalco, soy mujer! Deseo y deseo las flores, deseo y deseo los cantos, estoy con anhelo, aquí en el lugar donde hilamos, en el sitio donde se va nuestra vida. Yo entono su canto, al señor, pequeño Axayácatl, o entretejo con flores, con ellas lo circundo. Como una pintura es el hermoso canto, como flores olorosas que dan alegría, mi corazón las estima en la tierra. ¿Qué significa todo esto? Así estimo tu palabra, compañero en el lecho, tú, pequeño Axayácatl. Con flores lo entretejo, con flores lo circundo, lo que nos une levanto, lo hago despertarse. Así daré placer a mi compañero en el lecho, a ti, pequeño Axayácatl. Se alegra, se alegra, hace giros, es como niebla. Acompañante, acompañante pequeño, tú, señor Axayácatl. Si en verdad eres hombre, aquí tienes donde afanarte, ¿Acaso ya no seguirás, seguirás con fuerza? Haz que se yerga lo que me hace mujer, consigue luego que mucho de veras se encienda. Ven a unirte, ven a unirte: es mi alegría. Dame ya al pequeñín, el pilón de piedra que hace nacer en la tierra. Habremos de reír, nos alegraremos, habrá deleite, yo tendré gloria, pero no, no, todavía no desflores, compañerito, tú, señor, pequeño Axayácatl. Yo, yo soy atrapada, mi manita da vueltas, ven ya, ven ya. Quieres mamar en mis pechos, casi en mi corazón. Quizás tú mismo estropearás lo que es mi riqueza, la acabarás; yo, con flores color de ave de fuego, para ti haré resonar mi vientre, aquí está: a tu perforador hago ofrenda. La preciosa flor de maíz tostado, la del ave de cuello de hule, la flor de cuervo, tu manto de flores, están ya extendidos. Sobre la estera preciosa tú yaces, en casa que es cueva de plumas preciosas, en la mansión de las pinturas. Así en su casa me aflijo, tú, madre mía, quizás ya no puedo hilar. Tal vez no puedo tejer, sólo en vano soy una niña. Soy muchachita de mí se dice que tengo varón. Aborrezco a la gente, mi corazón la detesta en la tierra. Así tristemente cavilo, deseo la maldad, la desesperación ha venido a ser mía. Me digo, ven niña, aun cuando del todo he de morir. Aunque mi madre perezca de tristeza, aquí tengo yo a mi hombre, no puedo ya hacer bailar el huso, no puedo meter el palo del telar: niñito mío, de mí te burlas. ¿Qué me queda? ¡Lo haré! ¿Cómo se embraza el escudo en el interior de la llanura? Yo me ofreceré, me ofreceré, niñito mío, de mí te burlas. Compañerito, niñito mío, tú, señor, pequeño Axayácatl, vamos a estar juntos, a mi lado acomódate, haz hablar tu ser de hombre. ¿Acaso no conozco, no tengo experiencia de tus enemigos, niñito mío? Pero ahora abandónate a mi lado. Aunque seamos mujeres, tal vez nada logres como hombre. Flores y cantos de la compañera de placer, niñito mío. No hay ya jugo, señor mío, tú gran señor, tú, pequeño Axayácatl; todavía no empiezas ya estás disgustado, compañero pequeño. Ya me voy a mi casa, niñito mío. Tal vez tú aquí me has embrujado, has pronunciado hermosas palabras. Sabrosa es tu semilla, tú mismo eres sabroso. ¿Acaso se sabe esto en nuestra casa? ¿Acaso tú me has comprado, tú para ti me adquiriste, niñito mío? ¿Tal vez cambiarás mi placer, mi embriaguez? Acaso desprecias, te has disgustado, pequeño compañero, ya me voy a mi casa, niñito mío. Tú, amiga mía, tú mujer ofrendadora, mira como permanece el canto, en Cohuatepec, en Cuauhtenanpan, sobre nosotros se extiende, luego pasa. Tal vez mi ser de mujer hace locuras, mi pequeño corazón se aflige. ¿Cómo habré de hacerlo, a aquél que tengo por hombre aunque sean mías falda y camisa? ¡Los que son nuestros hombres, compañeros de lecho! Revuélveme como masa de maíz, tú, señor, pequeño Axayácatl, yo a ti por completo me ofrezco, soy yo, niñito mío, soy yo, niñito mío. Alégrate, que nuestro gusano se yerga. ¿Acaso no eres un águila, un ocelote, tú no te nombras así, niñito mío? ¿Tal vez con tus enemigos de guerra no harás travesuras? Ya así, niñito mío, entrégate al placer. Nada es mi falda, nada mi camisa, yo, mujercita, estoy aquí, viene él a entregar su armonioso canto, viene aquí a entregar la flor del escudo. ¿Acaso de algún modo somos dos, yo mujer de Chalco, yo Ayocuan? Quiero que haya mujeres como yo, de allá de Acolhuacan, quiero que haya mujeres como yo, que sean tecpanecas. ¿Acaso de algún modo somos dos, yo mujer de Chalco, yo Ayocuan? Están avergonzados: yo me hago concubina. Niñito mío, ¿Acaso no me lo harás como se lo hiciste al pobre Cuauhtlatohaua? Poco a poco desatad la falda, abrid las piernas, vosotros tlatelolcas, los que lanzáis flechas, mirad aquí a Chalco. Que yo me atavíe con plumas, madrecita mía, que me pinte yo la cara, ¿cómo habrá de verme mi compañero de placer? Ante su rostro saldremos, quizás habrá de irritarse allá en Huexotzinco Xayacamachan, en Tetzmolocan, yo mujer que unté las manos con ungüentos, me acerco con mi falda de fruto espinoso, con mi camisa de fruto espinoso. Los veré a todos perecer. Deseo en Xaltepetlapan a los huexotzincas, al cautivo de Cuetlaxtan, a los traviesos cuetlaxtecas, los veré a todos perecer. ¿De qué modo se sabe? Me llama el niño, el señor, el pequeño Axayácatl quiere conmigo lograr su placer. Por mi causa a dos tendrás que cuidar, niñito mío, tal vez así lo quiere tu corazón, así, poco a poco, cansémonos. Tal vez no de corazón, niñito mío, entras a la que es placer a tu casa. Tal vez así lo quiere tu corazón, así, poco a poco, cansémonos. ¿De qué modo me lo haces, compañero de placer? Hagámoslo así juntos, ¿acaso no eres hombre? ¿qué es lo que te confunde? Mi corazón con flores circundas, son tu palabra. Te digo el lugar donde yo tejo, el lugar donde hilo, te hago recordar, compañero pequeño. ¿Qué es lo que te turba, corazón mío? Soy vieja mujer de placer, soy vuestra madre, soy anciana abandonada, soy vieja sin jugo, es esto lo que hago, yo mujer de Chalco. He venido a dar placer a mi vulva florida, mi boca pequeña. Deseo al señor, al pequeño Axayácatl. Mira mi pintura florida, mira mi pintura florida: mis pechos. ¿Acaso caerá en vano, tu corazón, pequeño Axayácatl? He aquí tus manitas, ya con tus manos tómame a mí. Tengamos placer. En tu estera de flores en donde tú existes, compañero pequeño, poco a poco entrégate al sueño, queda tranquilo, niñito mío, tú, señor Axayácatl.
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CANTO DE NEZAHUALCÓYOTL DE ACOLHUACAN (CON QUE SALUDÓ A MOTECUHZOMA EL VIEJO, CUANDO ESTABA ÉSTE ENFERMO) Miradme, he llegado. Soy blanca flor, soy faisán, se yergue mi abanico de plumas finas, soy Nezahualcóyotl. Las flores se esparcen, de allá vengo, de Acolhuacan. Escuchadme, elevaré mi canto, vengo a alegrar a Motecuhzoma. ¡Tantalilili, papapapa, achal, achala! ¡Que sea para bien! ¡que sea en buen momento! Donde están erguidas las columnas de jade, donde están ellas en fila, aquí en México, donde en las oscuras aguas se yerguen en blancos sauces, aquí te mecieron tus abuelos, aquel Huitzilíhuitl, aquel Acamapichtli. ¡Por ellos llora, oh Motecuhzoma! ¡Por ellos tú guardas su estera y su solio. Él te ha visto con compasión, él se ha apiadado de ti, ¡oh Motecuhzoma! A tu cargo tienes la ciudad y el solio. Un coro responde: Por ellos llora, ¡Oh Motecuhzoma! Estás contemplando el agua y el monte, la ciudad, allí ya miras a tu enfermo, ¡oh Nezahualcóyotl! Allí en las oscuras aguas, en medio del musgo acuático, haces tu llegada a México. Aquí tú haces merecimiento, allí ya miras a tu enfermo. Tú, Nezahualcóyotl. El águila grazna, el ocelote ruge, aquí es México, donde tú gobernabas Itzcóatl. Por él, tienes tú ahora estera y solio. Donde hay sauces blancos sólo tú reinas. Donde hay blancas cañas, donde se extiende el agua de jade, aquí en México. Tú, con sauces preciosos, verdes como jade, engalanas la ciudad. La niebla sobre nosotros se extiende, ¡que broten flores preciosas! ¡que permanezcan en vuestras manos! Son vuestro canto, vuestra palabra. Haces vibrar tu abanico de plumas finas, lo contempla la garza, lo contempla el quetzal. ¡Son amigos los príncipes! La niebla sobre nosotros se extiende, ¡que broten flores preciosas! ¡que permanezcan en vuestras manos! Son vuestro canto, vuestra palabra. Flores luminosas abren sus corolas, donde se extiende el musgo acuático, aquí en México. Sin violencia permanece y prospera en medio de sus libros y pinturas, existe la ciudad de Tenochtitlan. Él la extiende y la hace florecer, él tiene aquí fijos sus ojos, los tiene fijos en medio del lago. Se han levantado columnas de jade, de en medio del lago se yerguen las columnas, es el Dios que sustenta la tierra y lleva sobre sí al Anáhuac sobre el agua celeste. Flores preciosas hay en vuestras manos, con verdes sauces habéis matizado a la ciudad, a todo aquello que las aguas rodean, y en la plenitud del día. Habéis hecho una pintura del agua celeste, la tierra de Anáhuac habéis matizado, ¡oh vosotros señores! A ti, Nezahualcóyotl, a ti, Motecuhzoma, el Dador de la vida os ha inventado, os ha forjado, nuestro padre, el Dios, en el interior mismo del agua. HE LLEGADO He llegado aquí, soy Yoyontzin. Sólo busco las flores, sobre la tierra he venido a cortarlas. Aquí corto ya las flores preciosas, para mí como aquellas de la amistad: son ellas tu ser, oh príncipe, yo soy Nezahualcóyotl, el señor de Yoyontzin. Ya busco presuroso mi canto verdadero, y así también busco a ti, amigo nuestro. Existe la reunión: es ejemplo de amistad. Por poco tiempo me alegro, por breve lapso vive feliz mi corazón en la tierra. En tanto yo exista, yo, Yoyontzin, anhelo las flores, una a una las recojo, aquí donde vivimos. Con ansia yo quiero, anhelo la amistad, la nobleza, la comunidad. Con cantos floridos yo vivo. Como si fuera de oro, como un collar fino, como ancho plumaje de quetzal, así aprecio tu canto verdadero: con él yo me alegro. ¿Quién es el que baila aquí, en el lugar de la música, en la casa de la primavera? Soy yo, Yoyontzin, ¡ojalá la disfrute mi corazón!
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CANTO DIEZ Como salio el campo marchando, para el rio de Conchas, y del modo que tuuieron en vadearle y puente que en el se hizo y de como se despidiò el Visitador, dando solo permiso para que el campo entrase Assi como en la alteza, y excelencia, De la hermosa, bella, y blanca Luna, Vnas vezes su noble antorcha vemos, De todo punto ciega y eclipsada, Y otras con corta luz, y tras menguante, Con bellos rayos, dulces y apazibles, Salir la vemos llena de creciente, No de otra suerte y traza fue saliendo, La fuerça deste campo destrozado, Tendiendo con disgusto los pertrechos, Que à fuerça de trabajos los soldados, Fueron por muchas partes recogiendo, Los quales fueron luego lebantando, Mas de ochenta carretas bien cargadas, Que con sus carros, y carrozas yuan, Quales van en su esquadra bien compuestas, Las hormigas el trigo acarreando, Assi marchando todas prolongadas, Con vn ronco chirrido, y sordo aplauso, Vn camino tendido bien auierto, Dexauan con sus ruedas señalado, Y assi como del arca contrastada, La fuerça de animales fue saliendo, Por generos distintos, y apartados, Assi distintos todos los ganados, Fueron el nueuo raftro prosiguiendo, Por sus quarteles todos bien sembrados, Cuia hermosa vista nos mostraua, Aqui vna gran boidada bien tendida, Alli las cabras que yuan discurriendo, Tras del ganado prieto que seguia, Las simples ouejuelas adestradas, De los mansos cencerros conozidos, Alli los potros tras las yeguas mansas, Retozauan ligeros y lozanos, Aqui tras las cerreras relinchauan, Gran fuerça de cauallos animosos, Tras cuia obscura y alta poluareda, Otra mas tenebrosa y encumbrada, El ganado bacuno, y el requaje, Por vna y otra parte lebantauan, Que por lo que esta machina ocupaua, Se podra bien sacar lo que seria, Pues tres tendidas millas por lo largo, Y otras tantas por ancho bien cumplidas, Tomaua todo el campo lebantado, Cuia gruessa grandeza fue marchando, Hasta llegar con bien à las Riberas, Del Rio de las Conchas, cuio nombre, Tomò por la belleza que se crian, Quales vistosos nacares graciosos, A bueltas de gran suma de pescado, Cuia vertiente vemos que derrama, Por donde el claro sol su luz esconde, Y à la remota parte de Lebante, Por torzidos caminos y veredas, Va al poderoso mar restituyendo, En cuio assiento y puesto recogidos, Luego la gran faena començaron, Para auer de buscar seguro vado, Por donde todo el campo sin peligro, La fuerça de las aguas contrastase, Porque hondable todo se mostraua, Por cuia causa, luego con la sonda, Assegurar quisieron el partido, De donde resultò tentar vn vado, Algo dificultoso y mal seguro, Por cuia causa muchos temerosos, Assegurar passage no quisieron, Por no ser de sus aguas caudalosas, Sorbidos, y tragados, sin remedio, Y assi el Gouernador, qual Caio Cesar, Que sin freno, ni rienda gouernaua, La fuerça de cauallos mas soberuios, Assi saltò en vn cauallo brauo, De terrible corage desembuelto, Notando con auiso, y con destreza, Que nunca es eloquente en sus razones, Aquel que las propone, si admirados, Con propias obras, y valor de brazos, No dexa los oyentes y rendidos, A solo el apetito, blanco, y fuerça, Que aspira la corriente de su gusto, Y con vn gran baston en la derecha, Ea nobles soldados esforçados, Caualleros de Christo fue diziendo, Este es noble principio conozido, Para que cada qual aqui nos muestre, Si el credito y valor del importuno, Y pesado trabajo que seguimos, En si tiene valor, y si merecen, Aquellos que le siguen gran corona, Y con estas razones fue boluiendo, Las riendas al cauallo poderoso, Y assi se abalançò al brauo Rio, Y rompiendo las aguas fue bufando, El animal gallardo desembuelto, Y puesto en la otra vanda hijadeando, Boluio à cortar las aguas, y en la orilla, Por los hijares bajo, y anchos pechos, Resollando vertia y derramaua, Sobre la enjuta arena guijarrosa, Del humido licor vna gran copia, El General prudente que assi puso, Seguro vado à todos por delante, El mismo començò à picar los bueies, Animando al exercito suspenso, Con vno y otro grito de manera, Que assi como la chusma sosta y carga, Siguiendo al bogabante con destreza, O de boga arrancada, o sea picada, O quiera sea larga, o sea chapada, A todo pone el hombro, y con esfuerço, Los poderosos tercios va cargando, Y apriessa la faena va haziendo, Assi desta manera, traza, y modo, La soldadesca toda auergonçada, Como gente de chusma los mas dellos, Fueron echando, y despojando apriessa, Quedandose en pañetes ropa fuera, Para amparar aquello que en el agua, Corriesse algun peligro de perderse, Otros las aguijadas empuñauan, Y à los anchos costados espaciosos, de los vnidos bueis se ponian, Y assi como del puesto abandonauan, En el olimpo campo aquellos carros, De los aurigas diestros impelidos, Que con hiruiente priessa à tienda suelta, La fuerça de cauallos aguijauan, Con piernas, cuerpo, y braços leuantados, Mouiendo el crudo latigo con priessa, Assi los nuestros todos desembueltos, Para passar la fuerça de los carros, Como diestros aurigas el azote, Zimbrauan en los pertigos subidos, Y como gruessas naues, cuias proas, Sulcando el brauo mar espuma grande, Rebueluen y lebantan salpicando, Las poderosas cintas que descubren, Assi en blanco jabón rebuelto el Rio, Las lebantadas cumbres salpicauan, De los cargados carros poderosos, Cuias herradas ruedas grandes cercos, Y gruessos remolinos reboluian, A fuerça de las maças y los rayos, Que en su brauo raudal yuan torziendo, Y en las ligeras yeguas tambien otros, Los ganados maiores mentauan, Y otros à pie corriendo por la orilla, Desnudos y descalços rebentando, La fuerça de los braços descubrian, Y cada cual alli se acomodaua, Segun que la ocasion se le ofrecia, O discrecion sagaz, o claro exemplo, Y como nos lebanta vn buen dechado, Si en vn varon illustre resplandeze, Con que facilidad los imitamos, Quando con proprias obras nos adiestran, Y que flacas hallamos sus razones, Que muertas, que sin pulsos, quando vienen, Sin la grandeza de obras adornadas, Todo aquesto causò el noble exemplo, Auiso y discrecion de aquel prudente, Cuias gallardas fuerças sustentauan, Sus dos brauos sobrinos con vizarra, Destrezam y gallardia desembuelta, Y no hizieron mucho en señalarse, Porque siempre en aquellas ocasiones, Bellos trabajadores se mostrauan, Y assi los Españoles presurosos, Para solo aguijar los tardos bueies, Hiriendo à puros gritos las estrellas, Los duros aguijones les arriman, Y à la fuerça del Rio los impelen, Y qual confussa flota combatida, De poderosos vientos lebantados, Cuios pilotos diestros heruorosos, A puras vozes hazen sus faenas, En confussas zalomas entonados, Assi por vna y otra parte apriessa, Con vozes chiflos, y altos alaridos, Esforçauan los bueyes fatigados, Y assi sugetos todos, mal heridos, Qual ouediente al duro yugo atado, Hincando el fuerte morro, arranca, y tira, La mas pesada carga disgustoso, Qual ya de todo punto fatigado, Al aguijon rendido, boqui abierto, Suelta la larga lengua berreaua, Por cuia causa alli la soldadesca, Nadando por el agua los aguijan, Y otros en sus cauallos los animan, A fuerça del azote, palo, y grito, Tambien à los ganados que passauan, Qual entre la ouejas dando vozes, Los tiernos corderitos aiudaua, Qual al ganado prieto, y al bacuno, A la cabra, al cabrito, y al cauallo, Al potro, à la potranca, y à la yegua, Y al gruesso y gran requaje que venia, Y como con el peso de la lana, Muchas de las ouejas zozobrauan, Por no poder nadar con tanta carga, Por solo remediar tran graue daño, Dio luego el General en vna cosa, Al parecer de todos increible, Y fue, que al brauo Rio caudaloso, Vna segura puente se le hiziesse, Para cuio principio dos dozenas, De ruedas de carretas bien fornidas, Quiso que se quitasen y truxessen, Y estas mandò poner de trecho à trecho, Por la grande corriente, con amarras, Como si todas gruessas naues fueran, Luego de los mas altos y crecidos, Hizo cortar los arboles que estauan, Riberas deste Rio caudaloso, De cuios Ramos todos despojados, Sobre las lebantadas, y altas Ruedas, Mandò que se pusiessen y assentasen, Y luego con fagina, y con cascajo, Y tierra bien pisada quedò hecho, El poderoso puente, y fue passando, El resto del bagaje que faltaua, Y luego al punto todo se deshizo, Y el General por ver se auia mostrado, Bernabe de las casas trabajando, Hombre de noble asiento, y de verguença, Con titulo de Alferez quiso luego, Honrrar à su persona y estimarla, Aqui con noble esfuerço se mostraron, El Capitan Marçelo de Espinosa, Cezar Ortiz Cadimo, y Iuan de Salas, Don Iuan Escarramal, y Alonso Lucas, Bartolomé Gonçalez, y Mallea, Monçon, Martin Ramirez, y Iuan Perez, Y tambien Pedro Sanchez Damiero, Simon de Paz, Medina con Castillo, Iuan de Vitoria Vido, y los Varelas, Alonso Nuñez, Reyes, y Herrera, Y aquel Antonio Conte, y don Luys Gasco, Y el Alferez Geronimo de Heredia, El Capitan Ruyz, los Bocanegras, Robledos, y otros muchos valerosos, Que valerosamente bien mostraron, Ser hombres de gran suerte en el trabajo, Que es verdadero premio de los fines, Que todos pretendemos, y buscamos, Pues como todo el campo ya estuuiesse, Puesto de essotra vanda, luego vino, La fuerça de la noche sossegando, Los quebrantados miembros fatigados, Del peso del trabajo padecido, Y apenas por las cumbres, y collados, La nueua y clara luz entro tendiendo, Sus bellos rayos de oro, quando estaua, La gente toda junta en gran silencio, Esperando por vltima partida, Ser del visitador alli honrrados, Con algunas palabras, y razones, A semejantes campos bien deuidas, Cuio Gouernador tambien estaua, Aguardando señor a las mercedes, Cedulas, y despachos que le daua, Para seguir su entrada con consuelo, Y como el mismo Dios es el principio, De todas nuestras cosas, aunque vengan, A ser los fines otros, que esperamos, Oyeron todos Missa, y acabada, Alli el Visitador con gran tibieza, Al General le dixo prosiguiesse, Aquesta larga entrada, y que marchase, Y assi le despidio sin mas palabras, Y sin darle papel ni cosa alguna, Que fuesse de importancia, ni prouecho, Cuio fin pobre, y dexo desabrido, Causò suma tristeza, y desconsuelo, En los pechos cansados y afligidos, De los pobres soldados lastimados, Viendo la poca ayuda que les daua, Vuestro Visitador, porque si quiera, Vna buena palabra no les dixo, Mas como està, y assiste dentro el grano, Por notable potencia el dulze fruto, Assi en la fuerça grande de aflicciones, Por el illustre esfuerço de paciencia, Triunfa, y està la gloria lebantada, Por la nobleza firme de esperança. Mediante cuia alteza todos juntos, Bajando las cabeças prosiguieron, Sirbiendoos gran señor es esta entrada, Y assi el Visitador sin mas respecto, Las crudas riendas luego fue boluiendo, Dexandonos à todos bien suspensos, De ver quan sin amor alli hablaua, A todo vn campo que à seruiros yua, Con vida, con hazienda, y con el alma, Pues como don Iuan viesse que de hecho, Yua el Visitador marchando à priessa, Por no faltar en cosa salio luego, Con treinta buenos hombre de acauallo, Y todos de arrancada, los costados, Largandoles las riendas con destreza, Con pies ligeros, juntos les batieron, Hasta que juntos todos le alcançaron, Y alli el Gouernador con gran respecto, Le quiso acompañar algunas leguas, Pidiendole con veras se siruiesse, De alguna escolta buena de soldados, A cuio noble y buen comedimiento, Con las menos razones que ser pudo, Alli le despidio sin que quisiesse, Que à su persona vn passo acompañase, Con esto se boluio, y llegando al campo, Estando todos juntos, fue diziendo, Señores Capitanes, y soldados, Nuestra fuerça mayor es el esfuerço, A cuio valor alto, y lebantado, Iamas le desayuda la fortuna, Y assi no ay para que desmaie nadie, Corra el rigor del tiempo trabajoso, Aunque ya no podamos mas sufrirle, Ni à contrastar su gran furor bastemos, Que fin han de tener tantas zozobras, Tantas calamidades y miserias, Como siempre nos siguen y quebrantan, Que Dios tendra el cuidado que es buen padre, Serenando con prospera bonança, El añublado Cielo que nos cubre, Que no es cosa muy nueua ver trabajos, Por hombres de valor, y de verguença, Digalo Hermodoro con Camilo, Hermocrate, Rutilo, con Metelo, Temistocles, con otros valerosos, Que fueron por ser buenos perseguidos, Y bien auenturadas las injurias, Que por cansa de aquel que esta en el Cielo, Se sufren y padezen en la tierra, Quanto mas, que si bien se considera, Este es camino cierto y verdadero, De la impressa gallarda que lleuamos, Y con esto ceso, y luego quiso, Escreuir al Virrey, y darle cuenta, De todos sus trabajos y aflicciones, Por cuia cansa es bien que aqui paremos, Y al canto que se sigue diferamos, Sus lastimosas quejas tan sufridas, Quanta para escreuirlas desabridas.
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CANTO DIEZ Y NVEVE Como boluio el autor del castigo de aquellos que degollaron, y como los Indios de Acoma le cogieron en una trampa, y trabajos que padeciò por escapar la vida, y socorro que tuuo, hasta llegar al Real del Gouernador No se ha visto jamas que la fortuna, Aya vn punto la rueda assegurado, Y assi los de su mal segura cumbre, Por mas bien que se tengan, no es possible, Dexar de verse todos rebolcados, Puestos de lodo, tristes, y afligidos, Cuya gran desbentura siempre nace, De ser en si inuidiosa sementida, Improua, melancolica, inconstante, Dudosa, cautelosa, motiediza, Frenetica, furiosa, debil, flaca, Y fuerte, si de vicios se socorre, Y al fin, si a muchos toca su braueza, Todos es sufrible, todo es comportable, Mas si viene a ser solo quien la sufre, Dios nos libre que aqui ninguno llegue, Boluiendo pues señor de aquel castigo, De los pobres soldados que dexamos, Abiertas las gargantas, ya difuntos, Auiendonos bien todo sucedido, Como en fortuna fragil nunca ay gusto, A quien alegre rato le suceda, Auiendose passado tanto tiempo, Que el General y todos los del campo, No tenian de nosotros nueua alguna, Pareciome ser bien adelantarme, A dar cuenta al Gouernador del hecho, Que assi tuuo por bien de encomendarme, Pues siendo deste acuerdo todos juntos, Luego toma el camino trabajoso, Y llegando à Púarài, pueblo de amigos, Alli vine a saber por cosa cierta, De vn niño Castellano que llamauan, Francisco de las Nieues, como auia, Salido el General de aquel assiento, Antes que yo llegase solo vn dia, Y assi como lo supe sin tardança, Tras del me fuy marchando cuidadoso, De darle breue alcançe si pudiesse, Y apenas alto Rey me fuy llegando, Y la gran fuerça de Acoma nombrada, Quando vi que los baruaros estauan, Segun senti no nada descuidados, Que esto tienen los pechos cautelosos, Que siempre dexan rastros y señales, Con que auisan, despiertan y preuienen, A los que dellos viuen recatados, Y assi con el recato que lleuaua, Eche de ver me estauan aguardando, Como diestros lebreles agachados, A la vereda todos desseosos, De verse ya rebueltos y ocupados, Con la gustosa pressa bien assidos, Y por temor que tienen estas gentes, Con seys tendidas braças no se llegan, Al hombre de acauallo, temerosos, Del animal gallardo, porque piensan, Que alli los ha de hazer cien mil pedazos, Y aquel que yo lleuaua tengo oy dia, Que mas bello animal nunca parteron, Castizas yeguas diestras bien prouadas, En alentado curso desembuelto, Por cuia causa todos rezelosos, Con muestras y señales rebozadas, El bien venido juntos me mostraron, Y mas Zutacapan à quien propuse, Necessidad vrgente que tenia, De solo bastimento que aprestaua, La misera flaqueza desabrida, Con cuia mano luego rebozado, Mirando me pidio desocupase, La silla del cauallo, y me daria, En todo mucho gusto, y esto dixo, Algo risueño, y nada sossegado, Y porque del estuue rezeloso, Por escapar la vida si pudiesse, Alli le di à entender que mucha priessa, Era la que lleuaua y no podia, Parar solo vn momento en aquel puesto, Y viendo que no pudo demudado, El braço sacudiendo con enojo, Me dixo que me fuesse y no aguardase, Y vista su desgracia, despedime, Fingiendo el rostro alegre quanto pude, Y estando ya yo dellos tanto trecho, Quanto vna gran carrera bien tirada, A grandes bozes todos me llamaron, Castilla, muy apriessa pronunciando, Y aunque les entendi que me llamauan, Repare mi cauallo, y con el braço, Hize señal de alli si me pedian, Que mi camino fuesse prosiguiendo O que a su puesto luego me acercase, Y llamandome juntos con las manos, Sacando fuerças de flaqueza al punto, Fiado en el cauallo que lleuaua, Bolui luego las riendas demudado, Y vna veloz carrera atropellando, El animal gallardo desembuelto, Salio con presto curso poderoso, Y alli los crudos trapos sacudiendo, Batiendo con braueza el duro suelo, Haziendose pedazos con las manos, Brioso y alentado fue parando; Haziendo vna gran plaça bien tendida, Por la canalla baruara medrosa, En cuio puesto lejos desde afuera, Alli Zutacapan me preguntaua, Si atras otros Castillas me seguian, Y que fuesse contando por los dedos, Que numero venia, y quantos dias, Tendria de demora su tardança, Yo con algun temor fingi venian, Ciento y tres hombres bien aderezados, Y que solos dos dias tardarian, En llegar a sus muros lebantados, Pues como bien me vbiessen entendido, Mandaronmme que fuesse mi camino, Y viendo ya que el Sol de todo punto, Sus claros y hermosos rayos yua, Descubriendo al Antipoda remoto, Apresureme todo quanto pude, Hasta que ya la triste noche obscura, Apagada la luz al mundo tuuo, Y por hazer mi causa mas segura, Vna gran milla quise derrotarme, A vn lado del camino que lleuaua, En cuio puesto triste solitario, El cauallo animoso asssegurando, Con gruessa y fuerte amarra, solo quise, Quitarle el pecho, freno, y la testera, Dexandole pazer a su aluedrio, Y viendome del sueño ya vencido, Despues de media noche ya passada, Tendido en aquel suelo fuy arrimando, Los quebrantados miembros fatigados, Al azerado hielmo desabrido, Y como el alma siempre esta dispierta, Al tiempo que el terrestre cuerpo duerme, Della misma despierto y recordado, Lebantandome fuy despauorido, Y viendo todo el tiempo en si rebuelto, Aderezé de presto mi cauallo, Y apenas los estribos fuy cobrando, Quando del alto Cielo grandes copos, De blanca nieue todo me cubrian, Y assi me fuy saliendo a la vereda, Y rastro que el Gouernador dexaua, Y llegando a vna grande palizada, En forma de barrera bien tendida, Vi que por medio della mi camino, Por vn portillo estrecho yua saliendo, Y assi sin mas acuerdo con descuido, Por el quise salir sin mas cuidado, Y assi como al relampago sucede, Vn repentino rayo arrebatado, Assi fue gran señor mi triste suerte, Que apenas fui passando quando a pique, La tierra que pisaua, y que corria, Abriendo vna gran boca poderosa, Senti que me sorbia y me tragaua, Y viendo que el cauallo entre sus labios, Sorbido à dentro todo le tenia, Sin genero de vida atrauesado, De todo punto muerto, y sin sentido, Que flaco marinero que perdida, Siente la pobre naue zozobrada, Que apriessa y sin vagar se desempacha, Y al poderoso y brauo mar se arroja, Tragada ya la muerte sin remedio, Assi la corta vida ya rendida, Y la esperança rota, fue saliendo, Del horrible sepulcro temeroso, Que Zutacapan hecho me tenia, Para cogerme viuo si pudiesse, Y fue la magestad de Dios serbida, Que por suceder esto entre dos hizes, Y que gran nieue el Cielo derramaua, Retirados los baruaros estauan, Donde alcançar ninguno dellos pudo, Aquello que en la trampa peligrosa, A solas y sin ello padezia, Y temiendo que presto alli viniessen, Y sin remedio juntos me matasen, Qual suelen con tormenta y gran borrasca, Los pobres contrastados y oprimidos, Alijar con presteza la mas ropa, Assi determiné de despojarme, Y escondido al socarre de vna peña, Alli dexe la cota y escarcela, El lebantado yelmo, y el adarga, El arcabuz con frasco, y su frasquillo, Y solo con la espada, y con la daga, Quise tomar de presto mi camino, Y por no ser sacado por el rastro, Los çapatos boluia sin detenerme, Poniendo los talones à las puntas, Con cuia diligencia deslumbrados, Los baruaros quedaron todo el tiempo, Que me fue necessario muy al justo, Para poder librarme de sus manos, Quatro dias naturales fuy marchando, Terrible sed y hambre padeciendo, Rendido de flaqueza, y que perdida, Tenia la esperança que alentaua, El misero viuir de aquesta vida, Que quando aqui se llega, desdichado, De aquel que assi se ve tan afligido, Porque no tiene el mundo insulto, ni torpeza, Delicto, crimen, vicio, ni pecado, Si Dios no le socorre, que no emprenda, Y ponga por la obra, si en hazerlo, Consiste el escaparse, y verse libre, O vida humana, debil quebradiza, No creo que con mas maganta hambre, Al hijo dio la muerte aquella triste, Que al vientre le boluio en la gran ruina, De aquella Ciudad santa que perdida, Quedò por sus pecados assolada, Qual sucediò por mi en este hecho, Lleuaua pues vn perro que à mi lado, Anduuo mucho tiempo, y que velaua, Quando de noche a caso me dormia, Y porque ya la hambre me afligia, De fuerte que la vida me acabaua, Determiné matarle, v dos heridas, Le di mortales con que luego el pobre, De mi se fue apartando vn largo trecho, Llamele con enojo y oluidado, Del vergonçoso hecho inadvertido, Gimiendo mansamente y agachado, A mi boluio el amigo mal herido, Lamiendose la sangre que vertia, Y assi con desconsuelo y lastimado, Por agradarme en algo si pudiesse, Lamio tambien mis mano que teñidas, Me puso de su sangre bien bañadas, Mirele pues señor y auergonçado, De auerle assi tratado y ofendido, Con tan crasa ignorancia que no via, Que fuego para assarlo me faltaua, Baje los ojos tristes y boluiendo, Del hecho arrepentido à acariciarlo, Muerto quedò à mis pies, con cuio susto, Dexandolo tendido y desangrado, Hasse aquel trago amargo, y fui siguiendo, Al golpe de fortuna que acabaua, La miserable vida que viuia, Hasta que por gran suerte fuy llegando, Al pie de vnos peñascos lebantados, En cuio assiento y puesto vi que estaua, Vn apazible estanque de agua fria, Sobre cuios cristales casi ciego, Apenas fuy venciendo la gran furia, De la insaziable sed que me acabaua, Quando temblando todo estremecido, El humido licor lance forçado, Y estando alli algun tanto suspendido, No libre de temor, y trassudado, A caso eche de ver que cerca estaua, Vn poco de maiz que por ventura, Alguno con descuido auia dexado, Y a mi Padre san Diego gracias dando, A quien con veras siempre fuy pidiendo, Que alli me socorriesse y amparase, Hincado de rodillas fin, cogiendo, Dos puños bien escasas, mal cumplidos, Pues viendome de hecho ya perdido, Los pies hinchados, torpes, destroncados, Y que esperança humana no podia, En tanta desbentura socorrerme, Con el sustento corto que sembrado, Estaua por el suelo bien tendido, Al Real de san Iuan quise boluerme, Mas de cincuenta leguas muy bien hechas, De aquel assiento y puesto donde estaua, Y auiendo entrado ya el silencio triste, De la obscura noche que cargaua, Dios que en sus grandes santos resplandeze, Y socorro por ellos nos embia, Empeçando a marchar para boluerme, A mi llegaron tres amigos nobles, Valientes, esforçados, y animosos, Y de todos por tales conozidos, Que acaso y sin pensar alli llegaron, En busca de cauallos que perdidos, Andauan codiziosos de hallarlos, Francisco de Ledesma fue el primero, Y luego detras del, Miguel Montero, Iuan Rodriguez el bueno tambien vino, Y como el toldo obscuro ya tendido, A todos en tinieblas nos tenia, Alli me preguntaron que quien era, Y luego que mi nombre yo les dixe, Alegres todos juntos dispararon, Los prestos arcabuzes de contento, En este mismo instante y coiuntura, Siguiendome los baruaros llegaron, Sedientos de acabarme ya la vida, Y sintiendo la fuerça de los tiros, Entendiendo que el campo junto estaua, En aquel mismo puesto temerosos, Antes dile la tiniebla el Sol rasgase, Los presurosos passos reboluieron, Dexandome alli libre y sin peligro, Alabente los Angeles Dios mio, Que vn cauallo ensillado y enfrenado, Sin que ni para que acaso trujo, Iuan Rodriguez el grato, por pagarme, Por secreto juizio no entendido, Aquel grande socorro que le hize, En otra tal qual esta desbentura, Quando atrabesado en vn cauallo, Rendido ya de hambre le trayan, Esperando su muerte y que acabase, Secretos son ocultos que nos muestran, Ser todo por tu sacrosanta mano, Socorrido, amparado, y remediado, Truxeron demas desto los amigos, En muy grande abundancia todo aquello, Para matar la hambre necessario, Y sacando del pedernal fogoso, Viuas centellas luego los pegaron, A la yesca, y con paja, que encendieron, Desgajando los tres con mucha priessa, De los antiguos arboles las ramas, Vn grande fuego juntos lebantaron, A cuia lumbre luego fue rendida, La miserable hambre que lleuaua, Y contandoles todos mis trabajos, Otro dia siguiente luego fuimos, A donde el General con todo el campo, Estaua de nosotros apartado , Dos muy grandes jornadas, y en llegando, Dandole larga cuenta del sucesso, En todo alli se dio por bien serbido, Y pues de mis trabajos he querido, Daros como a señor estrecha cuenta, Suplicoos me escucheis tambien aquellos, Que sufren y padezen mis amigos, Y pobres camaradas quebrantados, Por todas estas tierras remontados.
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CANTO DIEZ Y OCHO Como fue el Gouernador para la fuerça de Acoma, y alboroto que causò Zutacapan, y traicion que tuuo fabricada O libre libertad, como te ofendes, Si duro iugo viene amenuando, Con que solicitud la altiua frente, Y cerbiz braua vemos que sacudes, Al punto que les sientes y conoçes, No sube en Tiuar, ni en Arauia, tanto, El oro, sus quilates lebantados, Quanto los tuyos vemos que lebantas, Y no es mucho, pues toda su grandeza, No es valor suficiente ni bastante, Que pueda emparejar al alto precio, De lo mucho que vales, y te estimas, Apenas se mouio y salio marchando, Para el Peñol soberuio todo el campo, Quando Zutacapan salio de passo, Y digo assi señor salio de passo, Por no auer sido baruaro de cuenta, Mas antes comunmente reputado, El, y todos sus deudos, y passados, Por gente mas vil, baja, y mas grossera, Que toda essotra chuzma conozida, Y assi en las juntas graues que tuuieron, Por ser todos humildes y encogidos, Jamas ninguno dellos fue llamado, Pues siendo aqueste de ambicion cautiuo, Iniuidioso, soberuio, y aleboso, Amigo de mandar y ser tenido, Pareciole ser ya llegada la hora, De que libertad fuesse medianera, Para poder subirse y lebantarse, Y para dar principio à su flaqueza, Determinò de hablar à todo el pueblo, Y subiendose à lo alto de vna casa, En altas vozes empezo à dezirles, Escuchadme varones y mugeres, Vezinos desta fuerça desdichada, Que à dura seruidumbre miserable, Hos siento ya sugetos y abatidos, Por qual razon aueys assi querido, Dormir à sueño suelto sin cuidado, Serà bien que perdamos todos juntos, La dulze libertad que nos dexaron, Nuestros difuntos padres ya passados, No sentis los clarines y las cajas, De la soberuia gente Castellana, Que à toda priessa viene ya marchando, Qual es aquel que piensa de vosotros, Quedar con libertad si aquestos llegan, Estando como estamos descuidados, Tomad, tomad, las armas y esperemos, La intencion mala, o buena, con que vienen, Que en nuestra mano està despues dejarlas, Si conuiene assi, que las dexemos, Apenas lo vbo dicho quando luego, Furiosos todos fueron embistiendo, Los vnos con gran priessa descolgando, Del alto techo la fornida maça, Otros el gruesso leño bien labrado, Qual la rodela y hasta bien tostada, El arco, y el carcax de agudas puntas, Con otras muchas armas que à su modo, Han conserbado siempre, y han guardado, Y con ellas salieron à la plaça, Turbados de alboroto y de rebuelta, Y el baruaro qual vn astuto lobo, Por la nariz y boca resollando, Latiendo los hijares con braueza, Vn ñudoso baston en la derecha, Rebentando por verse ya rebuelto, En cosas de ambicion y de gouierno, De lo alto de la casa donde estaua, Al baruaro esquadron bajò diziendo, Con grandes alaridos, guerra, guerra, A sangre, fuego, y arma, sin remedio, Ni dilacion alguna se lebante, Contra estos alebosos, que pretenden, Pisar los brauos terminos vedados, No solo à todo el mundo y su grandeza, Mas á los mismos dioses prohibidos, Que muerte y vida traigo aqui rendidas, Al valor deste braço poderoso, Para que por mi solo gusto viuan, O mueran tristemente miserables, Aquestos atrebidos que endereçan, Sus mal seguros passos a nosotros, Muchos dellos alli se le arrimaron, Que aquesto tiene el mundo que nos faltan, Amigos de renzillas y alborotos, Y quien atize, sople, y cresca el fuego, Y porque tambien todo lo digamos. Entre los malos muchas vezes vemos, Algunos dile de suyo son muy buenos, Tuuo Zutacapan vn noble hijo, El primero que en todo su linaje, Mostrò tener valor, y buen concierto, Llamado Zutancalpo, moço afable, Que veinte años cumplidos no tenia, Gracioso, gentilhombre, y bien hablado, Amigo de su Patria, y muy compuesto, Y en cosas de importancia reportado, Aqueste fue el primero que se opuso, A resistir al Padre en sus intentos, Hablando desta suerte a todo el pueblo, Nobleza de Acomeses valerosos, Aunque es verdad, y todos conozemos, Que la fortuna siempre faborece, A los que son ossados y atreuidos, Con esto tambien todos alcançamos, Que no es cosa segura, ni discreta, Ser sin maduro acuerdo el hombre ossado, Porque donde el peligro no se teme, Alli muestra su fuerça mayor golpe, Y este es tanto mas graue y mas pesado, Quando con mas confiança fue emprendido, Bien os consta que entraron los Castillas, Segun grandes guerreros en la tierra, Bien preuenidos todos con cuidado, La noche toda en peso con sus velas, Sabemos duermen juntos bien armados, Y en pueblos que han entrado conozemos, Que en paz gustosa a todos los dexaron, Pues si ellos ancançasen que nosotros, Las sossegadas armas lebantamos, Viniendo como vienen preuenidos, Quien duda ser la guerra cierta en casa, Y si aquesta no bien nos sucediesse, Y estos son como dizen inmortales, Qual disculpa sera la que disculpe, El ser todos nosotros los primeros, En encender la tierra que de suio, Esta toda gustosa y sossegada, Tened las armas, no querais con ellas, Causar incendio que despues no pueda, Ser de todos nosotros apagado, Y cessando con esto el brauo joben, Estaua en esta fuerça vn noble vicio, Que ciento y veinte años alcançaua, En sus tiempos varon de muy buen seso, Auiso y discrecion bien concertada, Y principal tambien de seys que auia, En toda aquella fuerça señalados, Este por nombre Chùmpo se llamaua, Y porque algun gran daño no causasen, Con el bullicio de armas lebantadas, De aquesta suerte à todos les propuso, Hijos caros, valientes y escogidos, De donde el honor de Acoma deciende, Y flor de aquella gente esclarecida, De donde vuestro esfuerço, Y ser depende, Que con yra seais embrauecidos, Contra todos aquellos que pretenden, Por algun mal camino perturbaros, Es cosa en si tan justa, quanto injusta, Querer vosotros mismos encenderos, Y assi encendidos aguardar al viento, Y que con él los vnos y los otros, Quedemos despues todos abrasados, Yo soy de parecer que luego auna, Las armas se sossieguen y descansen, Que como os tiene dicho Zutancalpo, Si en otros pueblos guerras no han tenido, Aquestos Españoles que esperamos, Hijos que causa puede auer bastante, Para que aqui nosotros los temamos, Y con esto que el viejo les propuso, Demas de las razones del mancebo, Todos las armas luego suspendieron, Y libres de temor se sossegaron, Solo Zutacapan embrauezido, Fue tal su furia, fuego, y frenesia Que muy viuas centellas de su cuerpo, Y por los ojos llamas despedia, Y qual furioso toro que bramando, La escarua de la tierra vemos saca, Y sobre el espacioso lomo arroja, Y firme en los robustos pies ligeros, El ayre en vano azota, hiere, y rompe, Con vno y otro cuerno corajoso, Assi salio este baruaro sañudo, Al hijo maldiciendo y blasfemando, Y à Chùmpo si pudiera con los dientes, Alli hecho pedazos le dexara, Mal qual viuo raposo hastuto y diestro, Disimulose todo lo que pudo, Fingiendo darle gusto lo tratado, Y al descuido las redes bien tendidas, Fue con todas sus fuerças procurando, De agasajar amigos bulliciosos, Y supo darse en esto tanta maña, Que no quedò moçuelo belicoso, Que su opinion y vando no siguiesse, Viendose pues de fuerças reforçado, Creciole la soberuia de manera, Que tratò con algunos de secreto, Que al General sin replica ninguna, Dentro de aquella fuerça le matasen, Dando entre todos traza que en entrando, A cierta estufa luego le lleuassen, Y dentro doze baruaros secretos, Alli la vida juntos le quitasen, Hecho aqueste concierto y trato doble, Llegò el Gouernador con todo el campo, Y admirado de ver la braua fuerça, Grandeza, y fortaleza que mostrauan, Los poderosos muros lebantados, Torreones, castillos espantosos, Baluartes, y braueza nunca vista, Pasmado se quedò por vn buen rato, Mirando desde afuera las subidas, Y bajadas, grimosas no pensadas, Y estando alli mirando, y remirando, Assi como el artifice que el sitio, Del edificio nota, y toma el punto, Y aduierte bien los vientos, Sol y quadros, Medidos con los anchos y los largos, Y en proporcion deuida, traza y forma, La planta con destreça bien sacada, Llegò Zutacapan con todo el pueblo, A ver al General, Y à todo el campo, Y si admirados todos estuuieron, Mucho mas admirados y espantados, Se quedaron los baruaros de verlos, A todos tan cubiertos y vestidos, De poderoso azero, y duro hierro, Y en ligeros cauallos animosos, De fina piel curtida encubertados, Cuyos brauos relinchos les causaron, Vn terrible pabor y sobresalto, Medrosos de que aquellos animales, Alguna cosa grande les dixessen, Y porque el General assi lo quiso, No mas que por causarles mas espanto, Con gallarda destreza los prouaron, En ligeros manijos desembueltos, Y pasmados los baruaros de verlos, Los ojos no mouieron ni hablaron, Y luego que don Iuan en pie se puso, Todos con gran presteza se pusieron, En formado esquadron, sin que ninguno, Alli los gouernase, ni mandase, Por la mucha destreça que tenian, En ocupar sus puestos con cuidado, Y notando los baruaros el orden, Con que empezò à subir la grande cumbre, Y guarda que quedaua en los cauallos, Auiso y preuencion que en todo auia, Y que à la retaguardia los pusieron, Por lleuarles el alto ya ganado, Auergonçados todos se mostrauan, De ver en los Castillas tanto auiso, Y con esto les dio tambien cuidado, Que luego que llegaron a la cumbre, Disparando y cargando vna gran falua, A todos los del pueblo les hizieron, Demas desto aduirtieron y notaron, El Orden con que fueron por las plaças, Y como hechos todos vna piña, En vna dellas fueron reparando, Y conoziendo el baruaro que aquello, Era por don Iuan solo gouernado, Y que si su persona les faltase, Auian de ser todos rendidos, Arrojose al intento començado, Y por poder mejor salir del hecho, Llegose al General, y por el braço, Con gusto le prendiò, y rogò que fuesse, A ver vna gran cosa que tenia, Metida en vna estufa bien guardada, Y luego el General con buen semblante, Por no dar de flaqueza algun indicio, Con el fue junto sin perder de vista, Al formado esquadron que alli dexaua, Y assi como llegaron a la estufa, Alegre le rogò que dentro entrase, Y visto el soterrano, y boca estrecha, Qual suele aquel que por camino incierto, Echa de ver, ynopinadamente, Que de muy alta cumbre se despeña, Y con prestas repressas se retira, Assi se retirò y con contento, Al baruaro le dixo que queria, Bajar el esquadron de aquella fuerça, Y puesto abajo todo, y alojado, Daria luego buelta a ver la estufa, Y por assegurarle mas le dixo, Que con el se bajase, porque juntos, Mano a mano à la cumbre se boluiessen, Y con aquesto el baruaro contento, Con ellos se bajò para lo llano, Donde don Iuan le despidio diziendo, Que por venir cansado, y ser ya tarde, Ya no podria subir, que tiempo abria, Para poder boluer a darle gusto, Y visto el lance en vano, entristecido, El barruaro quedò con gran cuidado, Y esta traicion jamas señor se supo, Hasta que vbo gran tiempo ya passado, Y assi contentos de que mal saliesse, Zutacapan del hecho mal pensado, Luego Purguapo, Chúmpo, y Zutancalpo, Con todos sus amigos le truxeron, Los mas regalos que les fue possible, Y gran cantidad de agua que bebiesse, Toda la cauallada que venia, Y estando todo aquesto preuenido, Luego el General quiso proponerles, Si pretendian datos la obediencia, Y assí como los otros sin rezelo, La dieron con gran gusto y gran contento, Siendo Zutacapan y sus consortes, Los primeros que en darla concedieron, Con esto se partio de aquella fuerça, Passando á Mohoçe, Zibola, y Zuñi, Por cuias nobles tierras descubrimos, Vna gran tropa de indios que venia, Con cantidad harina que esparçian, Sobre la gente toda muy apriessa, Y entrando assi en los pueblos las mugeres, Dieron en arrojarnos tanta della, Que dimos en tomarles los costales, De donde resulto tener con ellas, Vnas carnelostendas bien reñidas, De grande passatiempo y muy trabadas, Y luego que cansados vbo pazes, Entre ellas y nosotros, por concierto, Con sumo regozijo nos truxeron, A todos que comer en abundancia, Y estando assi comiendo nos dixeron, Que aquella cerimonia se hazia, Por darnos a entender con mas certeza, Que assi como no puede ser que el hombre, Pueda passar viuiendo alegremente, Aquesta vida triste fin sustento, Que assi no era possible que passasen, Sin sernos siempre amigos verdaderos, Y viendo que vna Cruz alli arbolamos, Como nosotros todos la adoraron, Y para mas mostrar su buen intento, Al General y à todos combidaron, Para vna illustre caza que hazian, Y dandoles en esto todo gusto, Tomamos los cauallos y partimos, Y llegados al puesto estauan juntos, Mas de ochocientos baruaros amigos, Y assi como nos vieron arrancaron, Haziendo dos grandiosas medias lunas, Y cerrando los cuernos se mostraron, En circulo redondo tan tendidos, Que espacio de vna legua rodeauan, De sola trauesia, y en el medio, Con toda nuestra esquadra nos tuuimos, Y luego que empeçaron el ogeo, Cerrando todo el circulo vinieron, A meter donde juntos nos quedamos, Tantas liebres, conejos, y raposos, Que entre los mismos pies de los cauallos, Pensauan guarecerse, y socorrerse, Bien quisieran algunos por su gusto, Andar alli à las bueltas con la caça, A dar à los raposos ciertos golpes, Mas fue mandato expresso que ninguno, Dexase de estar bien apercebido, Los pies en los estribos con cuidado, Por no saber de cierto si sus pechos, Fuessen tan buenos, nobles, y cenzillos, Como ordinariamente se mostraron, En esta alegre caza vimos muertas, Largas ochenta liebres muy hermosas, Treinta y quatro conejos, y no cuento, Los raposos que alli tambien juntaron, Y no se yo que tenga todo el mundo, Liebres de mas buen gusto, y mas sabrosas, Mas crecidas, mas bellas, ni mas tiernas, Que esta tierra produze, y sus contornos, Con esto se boluieron para el pueblo, Y luego al Capitan Farsan mandaron, Que fuesse à descubrir ciertas salinas, De que grande noticia se tenia, Y poniendo por obra aquel mandato, Con presta diligencia, y buen cuidado, En brebe dio la buelta, y dizo dellas, Que eran tan caudalosas y tan grandes, Que por espacio de una legua larga, Mostraua toda aquella sal, de gruesso, Vna muy larga pica bien tendida, Y con tan buena mano como tuuo, Mandole que segunda vez saliesse, En busca de vnas minas muy famosas, Porque dellas tambien se auia tenido, Bastante relacion de muchas gentes, Y porque todo bien se encaminase, Con el salio Quesada bien armado, Don Iuan Escarramal, y Antonio Conde, Marcos Garçia, en mil trabajos fuerte, Y en ellos Damiero bien sufrido, Y Hernan Martin, con otros compañeros, Que juntos con presteza se partieron, Y despues que anduuieron muchas leguas, Padeciendo grandissimos trabajos, La buelta dio Quesada muy contento, Diziendo grandes vienes de la tierra, Y que era de metales abundosa, De lindos pastos, montes, fuentes, Rios, Cañadas, vegas, sitios, y llanadas, Por cuios puestos cantidad toparon, De gallinas monteses de la tierra, Iguanas y perdizes de Castilla, Conchas de perlas, porque cerca estauan, De la perlada costa que en silencio, Quiere el inmenso Dios que esté guardada, El sabe para que, y por que se calla, Y mucha gente toda bien dispuesta, Hermosa por extremo, y no era mucho, Porque no auia ninguno que dexafe, De ponerse en mitad de la cabeça, Vna Cruz bella, hecha de dos cañas, Y a los mismos cabellos bien prendida, Y estandonos diziendo todo aquesto, Llegò Sarsan, y sin faltar en nada, Aquellas mismas cosas fue contanto, Y quisieron los dos adelantarse, Dexando muy atras los compañeros, Por solo dar aquellas buenas nueuas, Y como el gran contento siempre Gran largueza en aquel que le recibe, Por mas bien celebrar las buenas nueuas, Nombro el Gouernador por Capitanes, Al Alferez Romero, y Iuan Piñero, Y porque ya he llegado, temo y siento, Que aqui se me apareja un gran quebranto, Quiero esforçar la boz en este canto.
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CANTO DIEZ Y SEYS Como hizo assiento el Gouernador, con todo el Campo, en vn pueblo de Baruaros, à quien pusieron por nombre San Iuan de Caualleros, y del buen hospedaje de los Indios, y motin de los soldados, y fuga que hizieron quatro dellos, y castigo que en los dos se hizo, saliendo el autor, hasta tierra de paz tras dellos, y de la primera Yglesia que se hizo No tiene el mundo gusto tan gustoso, Que compararse pueda, al que recibe, La gente de una flota contrastada, Quando de brauos vientos combatida, Seguro y dulze puerto va tomando, En sossegado aluergue conozido, No de otra suerte todo vuestro campo, Al cabo de fortunas y sucessos, Tiempos y desuenturas tan pesadas, Alegre y con gran gusto fue arribando, Hazia vn gracioso pueblo bien trazado, A quien san Iuan por nombre le pusieron, Y de los caualleros por memoria, De aquellos que primero lebantaron, Por estas nueuas tierras y Regiones, El sangriento estandarte donde Christo, Por la salud de todos fue arbolado, Aqui los Indios todos muy gustosos, Con nosotros sus casas diuidieron, Y luego que alojados y de assiento, Haziendo vezindad nos assentamos, Estando el General comiendo vn dia, Lebantaron los baruaros vn llanto, Tan alto y espantofo, que pensamos, Auer llegado el vltimo remate, De la tremenda cuenta, y postrer punto, Del fin vniuersal de todo el mundo, Por cuia causa todos alterados, Confussos preguntamos à las lenguas, La causa de aquel llanto, y nos dixeron, Que lloraua la gente por el agua, Que mucho tiempo ya passado auia, O las nuues jamas auian regado, La tierra, que de seca por mil partes, Estaua tan hendida y tan sedienta, Que no le era posible que criase, Ninguna de las siembras que tuuiesse, Por cuia causa luego el Comissario, Y el Padre Fray Christoual confiados, En aquel sumo bien por quien viuimos, Mandaron que en voz alta les dixessen, Que no llorasen mas, ni se cansasen, Porque ellos rogarian à su Padre, Que estaua halla en el Cielo, se doliesse, De toda aquella tierra, y que esperauan, Que aunque inobedientes hijos eran, Que a todos muchas aguas les dada, Y que estas que vendrian de manera, Que todos los sembrados se cogiessen, Y assi como los niños tiernos callan, Quando ciertos les hazen de las cosas, Porque se afligen, lloran y fatigan, Assi callados todos sossegaron, Esperando les diessen cierta el agua, Por quien llorauan tanto, y se afligian, Y apenas otro dia fue llegando, La hora deste llanto, quando el Cielo, Cubriendose de nuues fue vertiendo, Por toda aquella tierra tantas aguas, Que espantados los baruaros quedaron, De la merced que alli el Señor nos hizo, Tras deste buen sucesso luego vino, Vn Indio bautizado, que Iusepe, Dixo que se llamaua, y que venia, Huiendo de la gente que auia entrado, Contra vando, y sin orden, con Bonilla, Y dio por nueuas, que vn soldado Vmaña, Le dexaua ya muerto à puñaladas, Por vandos y passiones que tuuieron, Y que este por Gouernador quedaua, Tambien por General de aquella gente, Que Riberas de vn Rio le dexaua, Tan ancho y caudaloso, que tenia, Vna cumplida legua, y que distaua, De nuestro nueuo assiento, y estalage, Seyscientas largas millas bien tendidas, Y dixonos con esto, que cebado, De la noticia grande que tenia, De muchas poblaciones abundosas, De gran suma de oro, se yua entrado, La tierra mas adentro, y que pensaua, Passar con ciertas balsas aquel Rio, Por entender que estaua bien poblado, Respecto de los humos que vissibles, De aquesta vanda todos descubrian, Tambien nos dio noticia aman passado, Por vn pueblo tan grande, que estuuieron, Vn dia y medio, en solo atrauesarle, Y que de miedo que de Vmaña tuuo, Respecto de los muchos que ahorcaua, Quiso con presta fuga alli dexarlos, En este medio tiempo vnos soldados, Con nosotros sus casas diuidieron, Y luego que alojados y de assiento, Haziendo vezindad nos assentamos, Estando el General comiendo vn dia, Lebantaron los baruaros vn llanto, Tan alto y espantoso, que pensamos, Auer llegado el vltimo remate, De la tremenda cuenta, y postrer punto, Del fin vniuersal de todo el mundo, Por cuia causa todos alterados, Confussos preguntamos a las lenguas, La causa de aquel llanto, y nos dixeron, Que lloraua la gente por el agua, Que mucho tiempo ya passado auia, O las nuues jamas aman regado, La tierra, que de seca por mil partes, Estaua tan hendida y tan sedienta, Que no le era possible que criase, Ninguna de las siembras que tuuiesse, Por cuia causa luego el Comissario, Y el Padre Fray Christoual confiados, En aquel sumo bien por quien viuimos, Mandaron que en voz alta les dixessen, Que no llorasen más, ni se cansasen. Porque ellos rogarian à su Padre, Que estaua halla en el Cielo, se doliesse, De toda aquella tierra, y que esperauan, Que aunque inobedientes hijos eran, Que a todos muchas aguas les daria, Y que estas que vendrian de manera, Que todos los sembrados se cogiessen, Y assi como los niños tiernos callan, Quando ciertos les hazen de las cosas, Porque se afligen, lloran, y fatigan, Assi callados todos sossegaron, Esperando les diessen cierta el agua, Por quien llorauan tanto, y se afligian, Y apenas otro dia fue llegando, La hora deste llanto, quando el Cielo, Cubriendose de nuues fue vertiendo, Por toda aquella tierra tantas aguas, Que espantados los baruaros quedaron, De la merced que alli el Señor nos hizo, Tras deste buen sucesso luego vino, Vn Indio bautizado, que Iusepe, Dixo que se llamaua, y que venia, Huiendo de la gente que auia entrado, Contra vando, y sin orden, con Bonilla, Y dio por nueuas, que vn soldado Vmaña, Le dexaua ya muerto à puñaladas, Por vandos y passiones que tuuieron, Y que este por Gouernador quedaua, Tambien por General de aquella gente, Que Riberas de vn Rio le dexaua, Tan ancho y caudaloso, que tenia, Vna cumplida legua, y que distaua, De nuestro nueuo assiento, y estalage, Seyscientas largas millas bien tendidas, Y dixonos con esto, que cebado, De la noticia grande que tenia, De muchas poblaciones abundosas, De gran suma de oro, se yua entrando, La tierra mas adentro, y que pensaua, Passar con ciertas balsas aquel Rio, Por entender que estaua bien poblado, Respecto de los humos que vissibles, De aquesta vanda todos descubrian, Tambien nos dio noticia auian passado, Por vn pueblo tan grande, que estuuieron, Vn dia y medio, en solo atrauesarle, Y que de miedo que de Vmaña tuuo, Respecto de los muchos que ahorcaua, Quiso con presta fuga alli dexarlos, En este medio tiempo vnos soldados, Amotinando el campo fueron pressos, Y entre ellos Aguilar, por cuia causa, Queriendo el General hazer castigo, Fueron tantos aquellos que cargaron, Con lagrimas, lamentos, y con ruegos, Que general perdon alli alcançaron, Por cuia causa todos consolados, Por solo aqueste hecho se ordenaron, Vnas solemnes fiestas que duraron, Vna semana entera, donde vbo, Iuego de cañas, toros, y sortija, Y vna alegre comedia bien conpuesta, Regozijos de moros y Christianos, Con mucha artilleria, cuio estruendo, Causo notable espanto y marauilla, A muchos brauos baruaros que auian, Venido por espias à espiarnos, Y à ver las fuerças y armas que alcançauan, Alli los Españoles cuio brio, De ninguna nacion fue mas notado, Como después veremos adelante, Que de la fuerça de Acoma que tuuo, Entre nosotros vna grande espia, Que muy larga razon lleuò de todo, Pues luego que estas fiestas se acabaron, Como el perdon à vezes es gran parte, Para que nueuas culpas se cometan, Parece que vnos pobres oluidados, De la infamia y bageza que emprendian, En boluer las espaldas à la Iglesia, A vuestro General y al estandarte, Y à sus hermanos, deudos, y parientes, Hurtando vna gran parte de cauallos, Hizieron fuga, siendo los primeros, Que à tal infamia abrieron el camino, Mas Dios nos libre quando quiebra y rompe, El hancora sagrada de obediencia, La naue, y con fortuna se abalança, Por lebantados riscos, y assi suelta, Perdido ya el gouierno y arrastrando, Los poderosos cables donde assida, Estuuo, y sin zozobra de anegarse, Que quando assi perdida vemos pierde, El miedo à todo trance, Dios nos libre, Que à tanta desuentura nadie llegue, Auiendo pues perdido la verguença, Y hecho fuga aquestos desdichados, Mandó el Gouernador que luego al punto, Tras dellos yo saliesse, y me aprestase, Y porque aquesta causa bien se hiziesse, Mandó que Iuan Medel, Ribera, y Marquez, Como leales siempre en bien seruiros, A castigar tan gran delicto infame, Saliessen assimismo y ayudasen, Y que doquiera que el alcançe fuesse, Que alli luego las vidas les quitase, Con cuio mandamiento luego fuimos, Catorce dias siempre por la posta, Gran suma de trabajos padeziendo, Y dandoles alcançe qual Torquato, Que al muy querido hijo mandò luego, Por transgressor del vando quebrantado, Que la cabeça de los tristes hombros, Alli le destroncasen y quitasen, Assi à los dos mandamos degollasen, Y libres otros dos se libertaron, Dexandonos alli la cauallada, Y como todo aquesto sucediesse, Cerca de Santas Baruara salimos, Forçados de gran hambre à socorrernos, Desde cuios assientos escreuimos, A vuestro Vissorrey lo que passaua, Assi en esta causa como en todas, Las que en tan largo tiempo nos passaron, Y como el Real Alferez Peñalosa, Llegò con todo el campo sin disgusto, Al pueblo de san Iuan los Religiosos, Hizieron luego Iglesia y la bendijo, El Padre Comissario, y baptizaron, Mucha suma de niños con gran fiesta, En esto el General mandó saliesse, El Sargento mayor, y que arrancase, Cincuenta buenos hombres, y que fuesse, A descubrir la fuerça de ganados, Que los llanos que Zibola criauan, Pues como aquesto luego se hiziesse, Salio marchando, y en vn fresco Rio, De ziruelas cubierto, y de pescado, Alegres descansaron y se fueron, Por otros muchos Rios abundosos, De muchas aguas, pezes, y arboledas, Donde con solo anzuelo sucedia, Sacar quarenta arrobas de pescado, En menos de tres horas de soldados, Pues yendo assi marchando acaso vn dia, Auiendo hecho alto por las faldas, De vna pequeña loma, junto a vn Rio, Por vn repecho vieron que assomaua, Vna figura humana con orejas, De casi media vara, y vn hozico, Horrible por extremo, y vna cola, Que casi por el suelo le arrastraua, Bestido con vn justo muy manchado, De roja sangre todo bien teñido, Con vn arco y carcax, amenaçando, A toda vuestra gente con meneos, Saltos, y con amagos nunca vistos, Y mandando el Sargento que estuuiessen Apercebidos todos, y aguardasen, A ver en que paraua tal ensayo, Notaron que era vn Indio que venia, A no mas que espantarlos, porque tuuo, Por cosa cierta, que los Españoles, Dexaran el bagaje y se acogieran, Y que el fuera señor de todo aquello, Que alli lleuauan todos descuidados, De la baruara burla de aquel bruto, Por cuia causa juntos se mostraron, Alebrestados, timidos, cobardes, Fingiendo se escondian temerosos, Entre la misma ropa que lleuauan, Y assi notando el Indio que temian, Entre ellos se metio haciendo cocos, Al cabo de los quales le cogieron, Y la mascara luego le quitaron, Y assi corrido, triste, auergonçado, Llorando les pidio que le boluiessen, Aquel reboço, el qual con grande risa, Chacota, y passatiempo, le boluieron, Y no quiso el Sargento que se fuesse, Hasta que muy risueño, alegre y ledo, Con todo se mostrase, y esto hecho, El baruaro se fue por su camino, No menos disgustoso que contento, Tras desto luego fueron a otro Rio, Donde vieron à vn baruaro gallardo, Mucho mas blanco y zarco, que vn flamenco, Con vna buena esquadra de flecheros, Que con pausado espacio se venia, Hazia los Españoles, y en llegando, Con grande grauedad y gran mesura, A todos los mirò muy sossegado, Y viendo alli el Sargento su descuido, Su pausa, y su silencio, y poco caso, Que de todos hazia, y que apenas, Quiso alçar los ojos para nadie, Mandò que se llegasen, y a la oreja, Vn buen mosquete alli le disparasen, Con fin de que temiesse y se assombrase, Pues hazziendose assi, qual sino fuera, La fuerça del mosquete disparado, Alçò la blanca mano, y con el dedo, Escaruando el oydo con espacio, Al punto le quito, y quedo tan sesgo, Como si de vn fino mamol fuera, Viendo pues el Sargento tal prodigio, Mandò que con respecto le tratasen, Y assiendole del braço cortesmente, Vn gran cuchillo quiso presentarle, Y tomandole el baruaro mirole, Y boluiendo la mano poca cosa, Y los suyos le dio, y luego ellos, De su misma pretina le colgaron, Con esto le pidieron que vna guia, Fuesse seruido darles, y que fuesse, Tal que à todos juntos los lleuase, A los llanos que todos pretendian, Apenas lo dixeron quando luego, Mandó que cierto baruaro saliesse, De aquellos que con el auian venido, Y que qual buen piloto los lleuase, Hasta los mismos llanos que dezian, Iamas se vio sentencia rigurosa, Ni perdida de vida mas temida, Que el baruaro temio tan gran mandato, Y qual si yunque fuera no le vieron, Aunque muy demudado y alterado, Estremezido todo y sin aliento, Que replica tuuiesse, ni hablase, Con esto los dexò, y qual se vino, Con reposados passos fue boluiendo, Y luego con la guia fue marchando, El Sargento mayor, y siempre quiso, Que postas à la guia se pusiessen, Porque fuga no hiziesse y los dexase, Pues velando Cortes el triste quarto, Que dizen de modorra, fue rompiendo, La fuerça de prision el Indio cauto, Y assi como cometa que ligero, Traspone su carrera, assi traspuso, Y el Español tras del, y con presteza, El curso apresuraron de manera, Que corrieron dos leguas bien tiradas, Al cabo de las quales ya rendido, El Cortes se quedò desatinado, Lleno de corrimiento y de verguença, Pues como no supiesse ni entendiesse, El Sargento mayor, ni otro alguno, El camino y derrota que lleuauan, El vno tras del otro disgustosos, Esperando estuuieron hasta el alua, Y estando con grandisima tristeza, Porque era medio dia ya passado, A cosa de las tres llegò sudando, Con doze brauos baruaros dispuestos, Y con gentil donaire y desenfado, A todos denodados fue diciendo, Si como fueran doze fueran ciento, A todos los truxera, y fuera paga, Conforme al Euangelio sacrosanto, El vno se me fue, y aquestos traigo, Y no viniera aca sino supiera, Que bien puede suplir por vno solo, Qualquiera de los doze y aqui vienen, Con esto alegres todos y contentos, Arrancaron de alli, cuia memoria, Será bien que se cante en nueua historia.
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CANTO DIEZ Y SIETE Como salio el Sargento con la nueuas guias, que trujo Marcos Cortes, y como llegò a los llanos de Zibola, y de las muchas vacas que vio en ellos, y de la obediencia que dieron los Indios al Gouernador, y salida que hizo, para los pueblos en cuya vista determinò, que en llegando el Sargento mayor al Real, quedase gouernando, y que el Maese de Campo saliesse, para yr con el al Mar del Sur para lo qual despachò mensagero proprio, para que saliesse tras del con treynta hombres Que quiebra puede ser en si tan grande, Que facil no se entiende, y ponga en punto, si es hombre de valor, y de verguença, Aquel por quien sucede vn caso triste, Auiendo pues el buen Cortes perdido, El baruaro en la vela y en la fuga, Ocupado de empacho y de verguença, Se fue por vna senda muy hollada, De gente natural de aquella tierra, Y acaso derrotados del camino, Vio solos doze baruaros desnudos, Con impetu furioso venir ciegos, Tras de vn valiente cierbo que venia, Tambien de temor ciego por el puesto, Por donde cuidadoso yua marchando, Y luego dile le vido desembuelto, Dio buelta al arcabuz, y alargo en trecho, Cogiendole en el ayre lebantado, Con la fuerça del salto poderoso, Dio con el muerto en tierra, y con el humo, De la encendida llaue descubierto, Los baruaros le vieron y quedaron, No menos muertos, que el que en tierra estaua, Pensando que era Dios, pues con vn rayo, De sus valientes manos despedido, El animal ligero que seguian, Ynopinadamente fue priuado, De la vida y aliento que lleuaua, Viendolos pues suspensos y parados, Atonitos del caso nunca visto, A todos los llamò que se llegasen, Y ellos bien temerosos y encogidos, Arrastrando los arcos por el suelo, Mudos, suspensos, tristes, cabizbajos, Por no ser sin pensar alli abrasados, Pasmados, y temblando se acercaron, Al puesto y estalage donde estaua, El valiente Español con brauo imperio, En esto quatro baruaras vinieron, Por este mismo puesto atrauesando, Con vna buena requa bien cargada, De perros, que en aquestas partes vsan, Traerlos a la carga, y trabajarlos, Como si fueran mulas de requaje, Y aunque pequeños, lleuan tres arrobas, Y quatro, y andan todos lastimados, Qual suelen nuestras bestias con la carga, Que se les va assentando con descuido, A estas dio Cortes el gran cierbo, Y despues que à los baruaros hablaron, Todas de miedo, y de temor cubiertas, Alli se lebantaron encogidas, Y ellos con gran respecto se vinieron, Con el fuerte estremeño, que les dixo, Que con el se viniessen, y assi juntos, A todos los lleuaron à los llanos, Donde vieron vn toro desmandado, Con cuia vista luego los cauallos, Bufando y resurtiendo, por mil partes, A fuerça de la espuela y duro freno, Hizieron los ginetes se llegasen, Y alli todos en cosso le truxeron, Con grande regocijo, y con espanto, De la baruara gente que notaua, Aquel imperio y magestad tan grande, Con que los Españoles apremiauan, El impetu y fiereza de animales, Tan fuertes y animosos como aquellos, Que cada qual regia y gouernaua, Y por solo causarles mayor grima, Mandò el Sargento todos sossegasen, Y poniendose enfrente desta bestia, Vn ligero valazo, con el fuego, Del arcabuz ligero fue impeliendo, Por medio de los sesos que tenia, Con tan viua presteza que en vn punto, Los quatro pies abiertos puso en tierra, El vientre rebolcando y dando buelta, Quedò sin vida, hierto, estremeciendo, Sobre el tendido lomo sustentando, Con esto todos juntos se metieron, Los llanos mas a dentro, y encontraron, Tanta suma y grandeza de ganados, Que fue cosa espantosa imaginarlos, Son del cuerpo que toros Castellanos, Lanudos por extremo, corcobados, De regalada carne y negros cuernos, Lindissima manteca, y rico sebo, Y como los chibatos tienen barbas, y son á vna mano tan ligeros, Que corren mucho mas que los venados, Y andan en atajos tanta suma, Que veynte y treynta mil cabeças juntas, Se hallan ordinarias muchas vezes, Y gozan de vnos llanos tan tendidos, Que por seyscientas, y ochocientas leguas, Vn sossegado mar parece todo, Sin genero de cerro ni vallado, Donde en manera alguna pueda el hombre, Topar la vista acaso, o deternerla, En tanto quanto ocupa vna naranja, Si assi puede dezirse tal excesso, Y es aquesto señor en tanto extremo, Que si por triste suerte se perdiesse, Algunos en estos llanos no seria, Mas que si se perdiesse y se hallase, Enmedio de la mar sin esperança, De verse jamas libre de aquel trago, Queriendo pues en estos grandes llanos, El Sargento mayor coger algunas, De aquellas vacas sueltas y traerlas, Al pueblo de san Iuan, porque las viessen, Mandò que vna manga se hiziesse, De fuerte palizada prolongada, La qual hizieron luego con presteza, El Capitan Ruiz, y Iuan de Salas, Iuan Lopez, Andres Perez, y Iuan Griego, Tras destos Pedro Sanchez Damiero, Iuan Guerra, Simon Perez, y Escalante, Alonso Sanchez Boca Negra, y Reyes, Y Iorge de la Vega, y Iuan de Olague, Y el buen Christoual Lopez, Mallea, Y luego que la manga se compuso, Salieron para dar el auentada, Todos los sobredichos, y con ellos, El prouchedor, y aquellos Capitanes, Aguilar, y Marcelo de Espinosa, Domingo de Lizama, con Ayarde, Christoual Sanchez, y Francisco Sanchez, Iuan de Leon, Zapata, y Cauanillas, Pedro Sanchez, Monrroy Villabiciosa, Y Francisco de Olague, y los Robledos, Iuan de Pedraça, con Manuel Francisco, Carabajal, Carrera, y los Hinojos, Iuan de Vitoria, Ortiz, y los Varelas, Francisco Sanchez el Caudillo, y Sosa, Todos en buenas yeguas voladoras, Auentando salieron el ganado, Y assi como la manga descubrieron, Qual poderoso viento arrebatado, Que remata en vn grande remolino, Assi fue reparando y reboluiendo, La fuerça del ganado lebantando, Vn terremoto espeso tan cerrado, Que si junto a vnas peñas no se halla, La soldadesca toda guarnecida, No quedar ninguno que hecho pieças, Entre sus mismos pies no se quedara, Por cuia causa luego dieron orden, Que el ganado en paradas se matase, Y todo assi dispuesto hizieron carne, Para boluerse luego, y despidieron, Con notables carizias à los doze, Que el buen Marcos Cortes auia traido, Dandoles muchas cuentas y abalorios, Con que todos se fueron espantados, De ver la fuerça y armas de Españoles, Los quales vieron siempre en estos llanos, Gran suma de vaqueros, que a pie matan, Aquestas mismas vacas que dezimos, Y deltas se sustentan y mantienen, Toda gente robusta y de trabajo, Desenfadada, suelta, y alentada, Y tienen lindas tiendas por extremo, Y lindos y luzidos pabellones, Del cuero de las vacas, cuio adobo, Es tan tratable y dozil que mojado, Aqueste mismo cuero que dezimos, Buelue despues de seco mas suabe, Que si fuera de lienço, o fina olanda, En este medio tiempo y coiuntura, Estando hallà en san Iuan que no dormian, Iuntos el General, y el Comissario, De parte de la Iglesia sacrosanta, Y de vuestra grandeza generosa, Vnanimes los dos, determinaron, Que alli los Capitanes principales, De todas las Prouincias se juntasen, Por cuia causa luego despacharon, El libro de memoria, que era el sello, Con que era el General obedezido, De toda aquella tierra, porque en viendo, Los baruaros el libro se rendian, A todo lo que aquel que le lleuaua, De parte el General les proponia, Pues como sin tardança obedeciessen, Sin exceder en cosa de aquel tiempo, Que à todos les fue puesto y señalado, Iuntos en vna plaça les propuso, El noble General con buena gracia, Presente el Secretario, y todo el campo, Y el Padre Comissario, y Religiosos, Que la causa de auerlos el llamado, Era solo el amor que les tenia, Y que este le oprimia, y le forçaua, A que les enseñase vna gran cosa, Que mucho le pasaua que tan ciegos, En ella tantos tiempos estuuiessen, Pues sin que la supiessen y alcançasen, No era possible que ninguno dellos, Después que muerto fuesse, que dexase, De arder para siempre en los infernos, Y que para librarlos deste fuego, Y que gozasen de vn descanso alegre, Era fuerça supiessen y alcançasen, Que estaua vn gran señor allà en el Cielo, De tan grande poder, y tanto imperio, Que con solo querer aquello hazia, Queriendo que se hiziesse, y que se obrase, Y que con este mismo señorio, Deshazia y quitaua todo aquello, Que tenia ya hecho y lebantado, Cuia verdad muy claro les mostraua, Aqueste gran señor que les dezia, A ellos mismos, si notar quisiessen, Pues sin obra de manos vian todos, Crecer las miesses, arboles, y plantas, Marchitarse despues y deshazerse, Llouer y granizar el alto Cielo, Y mostrarse despues claro y sereno, Venir el Sol y luego las Estrellas, Tener salud el hombre, y en vn punto, Perderla sin que manos le tocasen, Cuias obras grandiosas y admirables, Era razon supiessen y entendiessen, Eran hechas y obradas todas ellas, Con sola voluntad, y no otra cosa, Y que de aquesta suerte, traza y modo, Este mismo señor, sin mas ayuda, Auia hecho el Cielo, Sol y Luna, Estrellas, y los campos y las aguas, Los pezes, y las aues, y los montes, Y vna gran suma de Angeles que estauan, Siruiendole en el Cielo, y à los hombres, Que auitan en la tierra, y que importaua, Saber que en todas partes asistia, Aqueste gran señor, y se mostraua, Mas dentro de las cosas que criaua, Que ellas estauan dentro de si mismas, Sabiendo y penetrando el pensamiento, Y voluntad que cada qual tenia, En obrar bien, o mal, y cual camino, Era aquel que lleuaua, y que cuenta, Hazia de la ley que no podia, Negar que la ignoraua, y no supiesse, Pues todos dicernian y Qual era malo, o bueno, cuias obras, En bien o mal, ninguno se escusaua, De dar estrecha cuenta en la otra vida, Porque aunque libres Dios a todos hizo, Para escoger aquello que quisiessen, A todos les forçò a que alcançasen, Y juntamente claro conoziessen, Ser llegado a razon seguir lo bueno, Y culpa y ceguedad seguir lo malo, Y por si en la eleccion destas dos cosas, Alguno discrepase les hazia, Ciertos de gloria y pena, segun fuesse, Malo, o bueno, el camino que lleuasen, Y que por solo aquesto aca en la tierra, Tenia este señor grandes ministros, Para que castigasen y premiasen, A todos los que mal, o bien hiziessen, Y que pues ellos eran libertados, Y no estauan sugetos à ninguno, Que justicia ni ley les enseñase, Que si en estas dos cosas pretendian, Ser todos industriados y enseñados, Que era fuerça que todos libremente, Diessen su libertad y la obediencia, A vuestra Real corona, y que entendiesen, Que à los que bien viuiessen les daria, En vuestro nombre premios muy honrrosos, Y que estarian siempre defendidos, Y de sus enemigos amparados, Y assimismo tambien aprouechados, En muchas cosas de importancia grande, Para el cuerpo y el alma que tenian, Y que assimismo que era bien supiessen, Que à los que hiziessen mal, que fin escusa, Auian de ser todos castigados, Segun que los delictos cometiessen, Y que los que vna vez se sugetasen, Y diessen la obediencia a vuestras leyes, Que en ninguna manera no podian, Con pena de la vida hacerse afuera, Todas aquestas cosas les propuso, Alli el Gouernador bien declaradas, Y à todas ellas luego respondieron, Los baruaros à vna, que gustauan, De dar la libertad, y sugetarse, A vuestra Real persona, y que queman, Dar luego la obediencia de buen grado, Porque a todos muy bien les parecia, Lo que el Gouernador les proponia, Y luego se hizieron y escriuieron, Publicos instrumentos y escrituras, A cerca desta causa ya tratada, Con esto alegre el noble Comissario, Alli tambien a todos les propuso, Que dexasen su vil idolatria, Y adorasen a Christo, Dios y hombre, Cruzificado, muerto y sepultado, Por la salud de todo el vniuerso, A lo qual juntos todos replicaron, Que quisiessen primero doctrinarlos, En aquello que assi les proponian, De aquel hombre mortal passible y muerto, Y que si bien a todos estuuiesse, Dexar su ley por recebir aquella, Que alli les enseñauan y mostrauan, Que todos con gran gusto lo harian, Y que si viessen no les combenia, Que no mandasen que ellos recibiessen, Cosa que no entendiessen y alcançasen, Con cuia puerta luego el Comissario, Sembrò sus Religiosos como Christo, Sembrò el Apostolado por Prouincias, Y assi à san Miguel luego le dieron, La Prouincia de Pécos, a Zamora, La Prouincia de Quéres, y al gran Lugo, La Prouincia de Emés, y a Corchado, La Prouincia de Zía, y al buen Claros, La Prouincia de Tiguas, y con esto, Dieron à Fray Christoual la Prouincia, De aquellos nobles Téguas donde el campo, Quiso hazer assiento, y alli juntos, Los soldados à una hizieron fiestas, Por bien tan inefable y tan grandioso, Con cuio buen principio sin tardança, Salio el Gouernador por la Prouincias, Que estauan lejos, y apartadas destas, Que assi señor os dieron la obediencia, Y viendo quan bien todos se rendian, A vuestra Real justicia, y leyes della, Al Maese de campo escriuio luego, Que no bien el Sargento se apease, De buelta de las vacas, le dixesse, Que en su lugar quedase gouernando, Y que el sin detenerse le siguiesse, Con treinta buenos hombres bien armados, Porque determinaua yrse breue, A ver el mar del Sur, y que entretanto, Que los dos se juntasen, que el queria, Hazer visita entera de los pueblos, Que por amigos todos se mostrauan, Y como es cosa cierta que entre buenos, No faltan siempre malos que deshazen, Aquello que los buenos apetecen, Salio el Gouernador para la fuerça, De Acoma famosa, cuia gente, Alborotada toda van tomando, Las poderosas armas incitados, Del baruaro mas bajo que tenia, Aquesta braua fuerça, cuio encanto, Serà bien que se cante en nueuo canto.
contexto
CANTO DOZE Como salio segunda vez el sargento, a explorar el Rio del Norte, con solos ocho compañeros: y de los trabajos que sufrieron, hasta dar en vna Rancheria de Baruaros, y lo que sucedio con ellos Quien jamas gran señor imaginara, Ser tan illustres, y altos los quilates, De la simple ignorancia que por ella, Vbiesse de dezir aquel gallardo, Pelicano sagrado, cuio pecho, Tan mal herido y lastimado vemos, Del mazizo guijarro lebantado, Del penitente braço que rebuelue, Para mas bien subirla y encumbrarla, Sobre las graues letras memorables, De aquellos mas famosas que passaron, Diziendo desta suerte contra todos, O ignorancia santa cuia alteza, Es de tan gran valor, y tanta estima, Que basta para assegurar al hombre, Nacido para miseros trabajos, Seguro y dulze puerto perdurable, Dentro de aquella bienauenturança, Donde toda limpieça se atesora, Nunca por las escuelas Atenienses, Alcançò el gran Platon su gran grandeza, Aristoteles menos supo della, Iamas le dio Anaxogoras alcançe, Ni todos los demas mundanos sabios, Ni en la Academia Griega, ni Romana, Nunca jamas supieron ni alcançaron, El valor de su gran merecimiento, Y passando adelante va diziendo, Y yo tambien Geronimo abatido, Que siempre fui imitando à todos estos, Se que tambien se me passò por alto, Antes que por mi grande bien me dieran, Los sagrados azotes que me dieron, O soberano santo, y santo pecho, Y como esta doctrina nos enseña, Aquello que por vista de ojos vimos, Auiendo pues excelso Rey salido, A solo descubrir este camino, De tierra y mar destrissimos pilotos, Tan llenos de altibez, y de arrogancia, Que fin ellos jamas imaginaron, Que vn solo passo el campo se mouiesse, Y assi como sus vanos pensamientos, Como de vanos, vanos les salieron, Acordò el General se señalasen, Ocho soldados, y que solo fuessen, En armas y trabajos bien sufridos, Quea aquesto es lo que vale quando falta, Quien nos industrie, enseñe, y nos adiestre, En las cosas que todos ignoramos, Para este efecto fueron escogidos, El prouehedor, y Sebastian Rodríguez, Dionisio de Bañuelos, y Robledo, Francisco Sanchez, y Christoual Sanchez, Carabajal, y yo tambien con ellos, Para solo inchir sin que ygualase, Mi pequeño caudal à su alto esfuerço, Tan ignorantes todos en alturas, Rumbos, Estrellas, vientos, medios vientos, Que despues de encerrado el Sol sospecho, Que no yua alli ninguno que dixesse, Afirmatiuamente sin herrarse, Aqui es Oriente, y veis alli à Occidente, Mas para esto son buenos los trabajos, Que en ellos es necessidad maestra, Esta haze à los hombres auisados, Sabios, prudentes, praticos, y diestros, En todas ciencias, y artes liberales, Sacadas de experiencia, que es la madre, Y fuente principal de donde nacen, Assi que cada cual con su corteza, Aspera, tosca, bronca, mal labrada, Rindiò la voluntad, y fue cumpliendo, Lo que su General alli ordenaua, Y como ciegos que por solo el tiento, Aquello que pretenden van tentando, Sujetos à herrar, y dar de ojos, Assi sujetos, ciegos emprendimos, La dificil carrera peligrosa, Lleuando al gran Sargento por caudillo, Que fue la maior fuerça que nos dieron, Pues yendo assi marchando muchos dias, Por escabrosos paramos tendidos, Temerarios trabajos padeciendo, La dificil impressa proseguimos, A gran fuerça de braços quebrantados, Hasta que vbimos va de todo punto, Todos los bastimentos acabado, Y assi fue pura fuerça vemos todos, Por muy gran hambre, y sed, en grande aprieto, Mas con aquel esfuerço que combino, Al inmenso trabajo riguroso, Pusimos firme y animoso pecho, Y rompiendo por cuestas pedregosas, Y medanos de arena lebantados, Despues que por tres dias no comimos, Y agua por pensamiento no gustamos, Llegada ya la hora del reposo, Y el sueño amodorrido que al sentido, Sin ser sentido va el sentir priuando, Cansados y afligidos arribamos, A descubrir gran suma de faroles, Que bien dozientos ranchos calentauan, Luego à gran priessa fuimos recogiendo, Los sedientos cauallos disgustosos, Porque de la fogosa sed vencidos, Allà no se nos fuessen desmandados, Repartiose la vela con auiso, Para que alerta todos estuuiessen, Y con esto determinò el Sargento, Que en su lugar el prouehedor quedase, En el inter que solos los dos juntos, Yuamos à espiar aquellos ranchos, Por ver que cantidad de gente fuesse, Que fuerça, y en que sitio se aluergase, Y saliendo no mas que à aqueste efecto, Por no erar la buelta y derezera, Qual aquel que en el brauo labirintho, La fuerça del gran mostruo acometiendo, Fue la entrada y salida, assegurando, Assi nosotros por entrar seguros, Y por assegurar tambien la buelta, Marcamos vna Estrella derribada, Al pie del Orizonte bien opuesta, A los baruaros ranchos donde fuimos, Y estando que estuuimos agachados, Tan cerca dellos, que muy bien los vimos, A nosotros vinieron embistiendo, Cosa de siete Alarabes furiosos, Y con las mismas pieles que cubrian, Sobre nosotros fueron descargando, Apriessa grandes golpes, y assi juntos, Prestos, ligeros, fueron discurriendo, Todos con gran tropel amontonados, Dexandonos alli sin mas tocarnos, Nunca espantò jamas pantasma braua, Al que de verla estuuo mas seguro, Dexandole suspenso y sin sentido, Estremecido, y todo en si temblando, Como los dos sufrimos aquel rato, y luego que algun tanto nos cobramos, Venimos à entender segun supimos, Por señas y ademanes que nos hizo, Vno de aquestos baruaros que digo, Quando despues con ellos nos hallamos, Que viniendo de caza con contento, Aquellos siete Alarabes nos vieron, Y que entendiendo que heramos amigos. Compañeros tambien, y sus vezinos, Quisieron todos juntos espantarnos, Y para que otra vez no se burlasen, Ni nosotros con ellos si boluissen, Qual suelen los pilotos gouernarse, Por la Estrella del Norte lebantado, Para lleuar sus naues à buen puerto, Assi tomamos luego nuestra guia, Y presto à los amigos nos boluimos, Y dandoles razon de nuestro caso, Tambien les aduertimos y diximos, Que auia dozientos hombres de arco y flecha, Y todos combatientes sin la chusma, Que entendimos ser numero crecido, Gran confusion nos puso aquesta causa, Y assi dando y tomando en ella todos, Viendo quan mal parada toda estaua, Y que era fuerça perecer de hambre, Y que con la gran sed que descargaua, Tres cauallos aquella misma noche, Se nos caieron muertos trasijados, Qual aquel prudentissimo Saxonio, Que al brauo Emperador vencio à su saluo, Con solo que le dio à entender venia, Con gran fuerça de gente belicosa, Sobre todo su campo descuidado, Assi determinó que fuesse el hecho, Dando orden que al romper del Alua alegre, El bagaje sobre ellos embistiesse, Y que al aire los prestos arcabuzes, Las espantosas balas escupiessen, Lebantando rumor y grande estruendo, De muchas vozes, gritos, y alaridos, Porque dandoles à entender con esto, Que pujança de gente descargaua, Seria possible que à una todos juntos, Vencidos del gran sueño, y del espanto, A campo abierto, prestos, y ligeros, Desocupando todos sus aluergues, Con presurosa fuga se escapasen, Y que si bien del hecho se saliesse, Que luego el prouehedor con el Sargento, Y Sebastian Rodriguez con Bañuelos, Como Españoles brauos que se arrojan, Por la famosa tierra Berberisca, A cautibar los Moros desmandados, Que assi de los cauallos se apeasen, A prender la mas gente que pudiessen, Y en el inter los otros discurriendo, Por los pagizos ranchos despoblados, Fuessen quebrando y destrozando apriesa, Los arcos, y las flechas que pudiessen, Y que esto fuesse sin que cosa alguna, Por pensamiento alli se les dexase, Por si à nosotros reboluer quisiessen, Armas de todo punto les faltasen, Pues fin que en esto cosa se excediesse, Yua la noche humeda huiendo, Y à mas andar el Sol venia largando, Las riendas à su carro, y presurosos, Los candidos cauallos sacudian, Las lebantadas clines, y assomauan, Por el valcon dorado su luz bella, Quando de todo punto fue boluiendo, La gente Castellana retronando, Los lebantados Cielos de manera, Que los cauallos flacos destroncados, Huiendo del rumor se diuidieron, Rompiendo por los Ranchos tan furiosos, Que sola su braueza fue bastante, Para que todos juntos arrancasen, Y como sueltas liebres se acogiessen, Dexando los assientos despoblados, Con esto los soldados valerosos, Nueuo furor al punto acrecentaron, Y assi como rabiosos lobos todos, Quando con hambre turban los ganados, Y en torno de las redes codiciosos, Los perros y pastores despreciando, Por la majada juntos se abalançan, Y en son confusso todos arremeten, Assi enuistiendo todos denodados, Cargaron los que estauan escogidos, Para prender la gente mal guardada, Y à las bueltas andando con algunos, Assi qual fuertes Aguilas Reales, Las fuertes garras prestos ocuparon, El Sargento dos baruaros gallardos, Qual bramadero tuuo bien assidos, Bañuelos otros dos tuuo aferrados, Rodriguez ygualo tambien la parte, Y assi como en turbion horrendo, El Zefiro, y el Noto se acometen, Y en poderosa lucha se combaten, Barriendo y arrastrando todo aquello, Que su violencia braua, y fuerça alcança, Assi vn valiente baruaro se vino, A solo el prouehedor desatinado, Y el de los valientes miembros recogiendo, Los clientes y los puños apretando, Sin frenar passo le embistio ligero, Y como vn par de naues aferradas, Assi aferrò el vno con el otro, Con apretados ñudos bien ceñidos, Fuertes lazos, y brauas ataduras, Y en los valientes pechos se afirmaron, Y qual si dos zelosos toros fueran, Gimiendo y azezando por buen rato, Las poderosas fuerças se tentauan, Y sacudiendo cada qual los tercios, En bolteado torno al descubierto, Con vno y otro buelo levantado, Rendir el vno al otro pretendia, Cuia violencia braua resistiendo, En las ligeras plantas que afirmauan, Mas firmes que castillos se quedauan, Y viendo el poco jugo que sacaua, El baruaro el derecho pie ligero, Sobre el contrario hizquierdo fue cargando, Con vn grande gemido poderoso, Mas por estar los dos tan bien ceñidos, Haziendose crugir los duros gruessos, Rollizos nieruos, cuerdas y costados, Qual si fueran dos muros poderosos, Assi parados juntos se quedaron, Pues boluiendo segunda vez al torno, El Español vn buelo arrebatado, Al baruaro le dio con tanto aliento, Que lleuandole todo lebantado, En tierra dio con el por medio muerto, En el inter nosotros andubimos, Quebrando y destrozando à grande priessa, Los mas arcos y flechas que topamos, Y el Sargento mayor estando en esto, Con blandas muestras, y caricias nobles, Ternezas y regalos amorosos, Agasajò la pressa en quanto pudo, Dandoles à entender que no venia, A darles pesadumbre, ni à enojarlos, Y que su causa solo se estendia, A que dos, o tres dellos nos lleuasen, Al Rio que buscauamos del Norte, Y assi por esta causa les pedia, Que tuuviessen por bien de concertarse, De manera que algunos dellos fuessen, Y aquellos que escogiessen se quedasen, Y aduirtiendo quan mal se conuenian, Y que todos quisieron escusarle, Por quitarles de duda y de sospecha, Y parecerle aqueste buen camino, Vsó de potestad en concertarlos, Y assi sin dilatar aquesta causa, Cargandolos de cuentas y, abalorios, A los cinco soltò con grandes muestras, De amistad llana, buena, y muy cinçera, Sin ninguna encubierta, y trato doble, Y con las mismas muestras agradables, A los dos prometio que en viendo el agua, Dos hermosos cauallos les daria, En que ambos à dos juntos se boluiessen, Los cinco con contento se partieron, Los dos bien afligidos se quedaron, Y como aquellos que forçados lleuan, Mansos de todo punto ya rendidos, A la fuerça del remo riguroso, Y encendida braueza de crugia, Assi mansos, forçados los lleuamos, Y de los bastimentos que dexaron, De venados, tejones, y conejos, Hieruas, raposos, liebres, y raizes, Nuestra insaziable hambre socorrimos, Preuiniendo tambien para adelante, Lo mejor que pudimos preuenirnos, Y con esto nos fuimos à el aguage, Que buena media legua retirado, Estaua de los Ranchos descuidados, Y sabe gran señor el alto Cielo, Que aunque senti muy bien, y siento agora, Lo que por vista de ojos vi aquel dia, Que me faltan palabras y razones, Para darme à entender en esta historia, No mas que seys pozuelos se mostrauan, Sobre la superficie de la tierra, Como rodelas todos, y de hondo, Vna quarta el que mas hondable estaua, Cubiertos todos de agua, y acabada, Era fuerça aguardar à que inchesen, Y llenos por quedar el agua en peso, Para ninguna parte derramauan, Y no podian hazerse mas hondables, Porque era casi peña aquel assiento, Vno se referuo para nosotros, Y puesto encima del el gran Sargento, No podimos con el que se rindiesse, Al sabroso licor que le aguardaua, Para matar el fuego poderoso, Que en general à todos consumia, Respecto de que quiso que primero, Todos su grande sed satisfiziessen, En este inter llegò la cauallada, Y luego que reconocio el aguage, Todos juntos no fuimos poderosos, Para que vn solo passo atras boluiesse, Y viendo que acabauan toda el agua, Rompiendo por los pies de los cauallos, Dexandose pisar de todos ellos, Dos compañeros nuestros se arrojaron, Vencidos de la sed que los mataua, Y alli sus mismos rostros apretados, Con los muchos hozicos que cargauan, Secos los pozos, y ellos tambien secos, Casi muertos, tendidos se quedaron, Visto esto, todos fuimos ayudarlos, Y al fin juntos alli los socorrimos, Bien peligrosos de perder las vidas, Solo de la terrible sed rendidos, Y fuerça de cauallos quebrantados, Alabente los Angeles Dios mio, Que assi abates al hombre que lebantas, Sobre las altas obras de tus manos, Dexò el alma y su belleza en vanda, Es possible señor que no le basta, Al estremado vasso que hiziste, Ser vice Dios illustre aca en la tierra, Imagen de tu misma semejança, Para dexar de estar siempre sugeto, Al misero sustento de que viue, Y fuera desta triste desventura, Como señor se sufre y se permite, Que auiendo de ser esto que los brutos, Prefieran à tu Imagen de manera, Que no se sienta cosa en esta vida, Que en todo no prefieran con ventaja, Comer, beber, vestir, calçar, contento, Que es lo que mas los hombres procuramos, Qual bruto en todo aquesto no prefiere, Estos secretos yo no los alcanço, Y assi muy triste mi alma te procura, Y tanto mas se abrasa, y te dessea, Quanto està en tus secretos lebantados, Mas ignorante, torpe, y mas confussa, Y assi qual torpe quiero ya boluerme, A los cauallos torpes fatigados, Que de la grande sed todos vencidos, Sobre las fuentes juntos se quedaron, Y de alli no pudimos retirarlos, Hasta que llenos todos los hijares, Como hinchados odres auentados, Poco à poco se fueron esparciendo, Y dando de beber à los sedientos, Dos compañeros tristes lastimados, Luego fuimos nosotros, y qual ellos, El insaciable vientre contentamos, Y luego que estuuimos satisfechos, Y ninguno quedò que no beuiesse, Vino el Sargento, y cerca de la fuente, Llegò, y haziendo vasso del sombrero, Alli su mortal sed quedò vencida, Y con esto salimos à lo llano, Por si acaso los Indios reboluiessen, Pudiessemos con verlos ser señores, De aprouecharnos bien de los cauallos, Alli à los prisioneros regalamos, Dandoles de amistad patentes muestras, Y de la poca ropa que tuuimos, A entrambos los vestirnos porque fuessen, Mas sin sospecha, y menos rezelosos, En cuio puesto les pidio el Sargento, Dixessen à que vanda, o à que parte, Derramauan las aguas de aquel Rio, Cuia fuente hazia el Norte rebentaua, Y vno dellos que Milco se dezia, Sobre aquesta pregunta referida, Hablaua tantas cosas que con ellas, Mas confusion à todos nos ponia, Por cuia causa el otro en pie se puso, Que Mompil dixo à todos se llamaua, Y era el que el prouehedor auia prendido, Y barriendo del suelo cierta parte, Que toda à caso deseruada estaua, Desemboluiendo el braço poderoso, Tomò la punta de vna larga flecha, Y assi como si bien cursado fuera, En nuestra mathematica mas cierta, Casi quiso à todos figurarnos, La linea, y el zodiaco, y los signos, En largo cada qual de treinta grados, Los dos remotos Polos milagrosos, El Artico y Antartico cumplidos, Los poderosos circulos, y el exe, Y assi como cosmografo excelente, Respecto al Ciclo quiso dibujarnos, Algunas partes de la baja tierra, Puso del Sur, y Norte las dos mares, Con Islas, fuentes, montes, y lagunas, Y otros assientos, puestos, y estalages, Pintonos la circunuezina tierra, Y el assiento del caudaloso Rio, Por quien tantos trabajos se sufrieron, Y todos los aguages y jornadas, Que era fuerça tener en el camino, Para auer de beber sus turbias aguas, Pintonos vna boca muy estrecha, Por la qual era fuerça se passase, Y fuera della no nos dio vereda, Que por ella pudiesse ser possible, Que saliesse el exercito marchando, Por ser aquella tierra en si fragosa, Y muy pobre de aguage en todas partes, Alli pintò tambien las poblaciones, De nuestra nueua Mexico, y sus tierras, Poniendo y dandose à entender en todo, Como si muy sagaz piloto fuera, No se mouio pestaña porque juntos, Todos oyendo al baruaro gallardo, De gran contento y gozo no cabian, Y por la mucha parte que me cupo, Serà bien que celebre la grandeza, De la mas alta baruara gallarda, De pecho y coraçon el mas rendido, Que en barbara nacion se à conocido.