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Datos principales
Desarrollo
CANTO DIEZ Y SEYS Como hizo assiento el Gouernador, con todo el Campo, en vn pueblo de Baruaros, à quien pusieron por nombre San Iuan de Caualleros, y del buen hospedaje de los Indios, y motin de los soldados, y fuga que hizieron quatro dellos, y castigo que en los dos se hizo, saliendo el autor, hasta tierra de paz tras dellos, y de la primera Yglesia que se hizo No tiene el mundo gusto tan gustoso, Que compararse pueda, al que recibe, La gente de una flota contrastada, Quando de brauos vientos combatida, Seguro y dulze puerto va tomando, En sossegado aluergue conozido, No de otra suerte todo vuestro campo, Al cabo de fortunas y sucessos, Tiempos y desuenturas tan pesadas, Alegre y con gran gusto fue arribando, Hazia vn gracioso pueblo bien trazado, A quien san Iuan por nombre le pusieron, Y de los caualleros por memoria, De aquellos que primero lebantaron, Por estas nueuas tierras y Regiones, El sangriento estandarte donde Christo, Por la salud de todos fue arbolado, Aqui los Indios todos muy gustosos, Con nosotros sus casas diuidieron, Y luego que alojados y de assiento, Haziendo vezindad nos assentamos, Estando el General comiendo vn dia, Lebantaron los baruaros vn llanto, Tan alto y espantofo, que pensamos, Auer llegado el vltimo remate, De la tremenda cuenta, y postrer punto, Del fin vniuersal de todo el mundo, Por cuia causa todos alterados, Confussos preguntamos à las lenguas, La causa de aquel llanto, y nos dixeron, Que lloraua la gente por el agua, Que mucho tiempo ya passado auia, O las nuues jamas auian regado, La tierra, que de seca por mil partes, Estaua tan hendida y tan sedienta, Que no le era posible que criase, Ninguna de las siembras que tuuiesse, Por cuia causa luego el Comissario, Y el Padre Fray Christoual confiados, En aquel sumo bien por quien viuimos, Mandaron que en voz alta les dixessen, Que no llorasen mas, ni se cansasen, Porque ellos rogarian à su Padre, Que estaua halla en el Cielo, se doliesse, De toda aquella tierra, y que esperauan, Que aunque inobedientes hijos eran, Que a todos muchas aguas les dada, Y que estas que vendrian de manera, Que todos los sembrados se cogiessen, Y assi como los niños tiernos callan, Quando ciertos les hazen de las cosas, Porque se afligen, lloran y fatigan, Assi callados todos sossegaron, Esperando les diessen cierta el agua, Por quien llorauan tanto, y se afligian, Y apenas otro dia fue llegando, La hora deste llanto, quando el Cielo, Cubriendose de nuues fue vertiendo, Por toda aquella tierra tantas aguas, Que espantados los baruaros quedaron, De la merced que alli el Señor nos hizo, Tras deste buen sucesso luego vino, Vn Indio bautizado, que Iusepe, Dixo que se llamaua, y que venia, Huiendo de la gente que auia entrado, Contra vando, y sin orden, con Bonilla, Y dio por nueuas, que vn soldado Vmaña, Le dexaua ya muerto à puñaladas, Por vandos y passiones que tuuieron, Y que este por Gouernador quedaua, Tambien por General de aquella gente, Que Riberas de vn Rio le dexaua, Tan ancho y caudaloso, que tenia, Vna cumplida legua, y que distaua, De nuestro nueuo assiento, y estalage, Seyscientas largas millas bien tendidas, Y dixonos con esto, que cebado, De la noticia grande que tenia, De muchas poblaciones abundosas, De gran suma de oro, se yua entrado, La tierra mas adentro, y que pensaua, Passar con ciertas balsas aquel Rio, Por entender que estaua bien poblado, Respecto de los humos que vissibles, De aquesta vanda todos descubrian, Tambien nos dio noticia aman passado, Por vn pueblo tan grande, que estuuieron, Vn dia y medio, en solo atrauesarle, Y que de miedo que de Vmaña tuuo, Respecto de los muchos que ahorcaua, Quiso con presta fuga alli dexarlos, En este medio tiempo vnos soldados, Con nosotros sus casas diuidieron, Y luego que alojados y de assiento, Haziendo vezindad nos assentamos, Estando el General comiendo vn dia, Lebantaron los baruaros vn llanto, Tan alto y espantoso, que pensamos, Auer llegado el vltimo remate, De la tremenda cuenta, y postrer punto, Del fin vniuersal de todo el mundo, Por cuia causa todos alterados, Confussos preguntamos a las lenguas, La causa de aquel llanto, y nos dixeron, Que lloraua la gente por el agua, Que mucho tiempo ya passado auia, O las nuues jamas aman regado, La tierra, que de seca por mil partes, Estaua tan hendida y tan sedienta, Que no le era possible que criase, Ninguna de las siembras que tuuiesse, Por cuia causa luego el Comissario, Y el Padre Fray Christoual confiados, En aquel sumo bien por quien viuimos, Mandaron que en voz alta les dixessen, Que no llorasen más, ni se cansasen.
Porque ellos rogarian à su Padre, Que estaua halla en el Cielo, se doliesse, De toda aquella tierra, y que esperauan, Que aunque inobedientes hijos eran, Que a todos muchas aguas les daria, Y que estas que vendrian de manera, Que todos los sembrados se cogiessen, Y assi como los niños tiernos callan, Quando ciertos les hazen de las cosas, Porque se afligen, lloran, y fatigan, Assi callados todos sossegaron, Esperando les diessen cierta el agua, Por quien llorauan tanto, y se afligian, Y apenas otro dia fue llegando, La hora deste llanto, quando el Cielo, Cubriendose de nuues fue vertiendo, Por toda aquella tierra tantas aguas, Que espantados los baruaros quedaron, De la merced que alli el Señor nos hizo, Tras deste buen sucesso luego vino, Vn Indio bautizado, que Iusepe, Dixo que se llamaua, y que venia, Huiendo de la gente que auia entrado, Contra vando, y sin orden, con Bonilla, Y dio por nueuas, que vn soldado Vmaña, Le dexaua ya muerto à puñaladas, Por vandos y passiones que tuuieron, Y que este por Gouernador quedaua, Tambien por General de aquella gente, Que Riberas de vn Rio le dexaua, Tan ancho y caudaloso, que tenia, Vna cumplida legua, y que distaua, De nuestro nueuo assiento, y estalage, Seyscientas largas millas bien tendidas, Y dixonos con esto, que cebado, De la noticia grande que tenia, De muchas poblaciones abundosas, De gran suma de oro, se yua entrando, La tierra mas adentro, y que pensaua, Passar con ciertas balsas aquel Rio, Por entender que estaua bien poblado, Respecto de los humos que vissibles, De aquesta vanda todos descubrian, Tambien nos dio noticia auian passado, Por vn pueblo tan grande, que estuuieron, Vn dia y medio, en solo atrauesarle, Y que de miedo que de Vmaña tuuo, Respecto de los muchos que ahorcaua, Quiso con presta fuga alli dexarlos, En este medio tiempo vnos soldados, Amotinando el campo fueron pressos, Y entre ellos Aguilar, por cuia causa, Queriendo el General hazer castigo, Fueron tantos aquellos que cargaron, Con lagrimas, lamentos, y con ruegos, Que general perdon alli alcançaron, Por cuia causa todos consolados, Por solo aqueste hecho se ordenaron, Vnas solemnes fiestas que duraron, Vna semana entera, donde vbo, Iuego de cañas, toros, y sortija, Y vna alegre comedia bien conpuesta, Regozijos de moros y Christianos, Con mucha artilleria, cuio estruendo, Causo notable espanto y marauilla, A muchos brauos baruaros que auian, Venido por espias à espiarnos, Y à ver las fuerças y armas que alcançauan, Alli los Españoles cuio brio, De ninguna nacion fue mas notado, Como después veremos adelante, Que de la fuerça de Acoma que tuuo, Entre nosotros vna grande espia, Que muy larga razon lleuò de todo, Pues luego que estas fiestas se acabaron, Como el perdon à vezes es gran parte, Para que nueuas culpas se cometan, Parece que vnos pobres oluidados, De la infamia y bageza que emprendian, En boluer las espaldas à la Iglesia, A vuestro General y al estandarte, Y à sus hermanos, deudos, y parientes, Hurtando vna gran parte de cauallos, Hizieron fuga, siendo los primeros, Que à tal infamia abrieron el camino, Mas Dios nos libre quando quiebra y rompe, El hancora sagrada de obediencia, La naue, y con fortuna se abalança, Por lebantados riscos, y assi suelta, Perdido ya el gouierno y arrastrando, Los poderosos cables donde assida, Estuuo, y sin zozobra de anegarse, Que quando assi perdida vemos pierde, El miedo à todo trance, Dios nos libre, Que à tanta desuentura nadie llegue, Auiendo pues perdido la verguença, Y hecho fuga aquestos desdichados, Mandó el Gouernador que luego al punto, Tras dellos yo saliesse, y me aprestase, Y porque aquesta causa bien se hiziesse, Mandó que Iuan Medel, Ribera, y Marquez, Como leales siempre en bien seruiros, A castigar tan gran delicto infame, Saliessen assimismo y ayudasen, Y que doquiera que el alcançe fuesse, Que alli luego las vidas les quitase, Con cuio mandamiento luego fuimos, Catorce dias siempre por la posta, Gran suma de trabajos padeziendo, Y dandoles alcançe qual Torquato, Que al muy querido hijo mandò luego, Por transgressor del vando quebrantado, Que la cabeça de los tristes hombros, Alli le destroncasen y quitasen, Assi à los dos mandamos degollasen, Y libres otros dos se libertaron, Dexandonos alli la cauallada, Y como todo aquesto sucediesse, Cerca de Santas Baruara salimos, Forçados de gran hambre à socorrernos, Desde cuios assientos escreuimos, A vuestro Vissorrey lo que passaua, Assi en esta causa como en todas, Las que en tan largo tiempo nos passaron, Y como el Real Alferez Peñalosa, Llegò con todo el campo sin disgusto, Al pueblo de san Iuan los Religiosos, Hizieron luego Iglesia y la bendijo, El Padre Comissario, y baptizaron, Mucha suma de niños con gran fiesta, En esto el General mandó saliesse, El Sargento mayor, y que arrancase, Cincuenta buenos hombres, y que fuesse, A descubrir la fuerça de ganados, Que los llanos que Zibola criauan, Pues como aquesto luego se hiziesse, Salio marchando, y en vn fresco Rio, De ziruelas cubierto, y de pescado, Alegres descansaron y se fueron, Por otros muchos Rios abundosos, De muchas aguas, pezes, y arboledas, Donde con solo anzuelo sucedia, Sacar quarenta arrobas de pescado, En menos de tres horas de soldados, Pues yendo assi marchando acaso vn dia, Auiendo hecho alto por las faldas, De vna pequeña loma, junto a vn Rio, Por vn repecho vieron que assomaua, Vna figura humana con orejas, De casi media vara, y vn hozico, Horrible por extremo, y vna cola, Que casi por el suelo le arrastraua, Bestido con vn justo muy manchado, De roja sangre todo bien teñido, Con vn arco y carcax, amenaçando, A toda vuestra gente con meneos, Saltos, y con amagos nunca vistos, Y mandando el Sargento que estuuiessen Apercebidos todos, y aguardasen, A ver en que paraua tal ensayo, Notaron que era vn Indio que venia, A no mas que espantarlos, porque tuuo, Por cosa cierta, que los Españoles, Dexaran el bagaje y se acogieran, Y que el fuera señor de todo aquello, Que alli lleuauan todos descuidados, De la baruara burla de aquel bruto, Por cuia causa juntos se mostraron, Alebrestados, timidos, cobardes, Fingiendo se escondian temerosos, Entre la misma ropa que lleuauan, Y assi notando el Indio que temian, Entre ellos se metio haciendo cocos, Al cabo de los quales le cogieron, Y la mascara luego le quitaron, Y assi corrido, triste, auergonçado, Llorando les pidio que le boluiessen, Aquel reboço, el qual con grande risa, Chacota, y passatiempo, le boluieron, Y no quiso el Sargento que se fuesse, Hasta que muy risueño, alegre y ledo, Con todo se mostrase, y esto hecho, El baruaro se fue por su camino, No menos disgustoso que contento, Tras desto luego fueron a otro Rio, Donde vieron à vn baruaro gallardo, Mucho mas blanco y zarco, que vn flamenco, Con vna buena esquadra de flecheros, Que con pausado espacio se venia, Hazia los Españoles, y en llegando, Con grande grauedad y gran mesura, A todos los mirò muy sossegado, Y viendo alli el Sargento su descuido, Su pausa, y su silencio, y poco caso, Que de todos hazia, y que apenas, Quiso alçar los ojos para nadie, Mandò que se llegasen, y a la oreja, Vn buen mosquete alli le disparasen, Con fin de que temiesse y se assombrase, Pues hazziendose assi, qual sino fuera, La fuerça del mosquete disparado, Alçò la blanca mano, y con el dedo, Escaruando el oydo con espacio, Al punto le quito, y quedo tan sesgo, Como si de vn fino mamol fuera, Viendo pues el Sargento tal prodigio, Mandò que con respecto le tratasen, Y assiendole del braço cortesmente, Vn gran cuchillo quiso presentarle, Y tomandole el baruaro mirole, Y boluiendo la mano poca cosa, Y los suyos le dio, y luego ellos, De su misma pretina le colgaron, Con esto le pidieron que vna guia, Fuesse seruido darles, y que fuesse, Tal que à todos juntos los lleuase, A los llanos que todos pretendian, Apenas lo dixeron quando luego, Mandó que cierto baruaro saliesse, De aquellos que con el auian venido, Y que qual buen piloto los lleuase, Hasta los mismos llanos que dezian, Iamas se vio sentencia rigurosa, Ni perdida de vida mas temida, Que el baruaro temio tan gran mandato, Y qual si yunque fuera no le vieron, Aunque muy demudado y alterado, Estremezido todo y sin aliento, Que replica tuuiesse, ni hablase, Con esto los dexò, y qual se vino, Con reposados passos fue boluiendo, Y luego con la guia fue marchando, El Sargento mayor, y siempre quiso, Que postas à la guia se pusiessen, Porque fuga no hiziesse y los dexase, Pues velando Cortes el triste quarto, Que dizen de modorra, fue rompiendo, La fuerça de prision el Indio cauto, Y assi como cometa que ligero, Traspone su carrera, assi traspuso, Y el Español tras del, y con presteza, El curso apresuraron de manera, Que corrieron dos leguas bien tiradas, Al cabo de las quales ya rendido, El Cortes se quedò desatinado, Lleno de corrimiento y de verguença, Pues como no supiesse ni entendiesse, El Sargento mayor, ni otro alguno, El camino y derrota que lleuauan, El vno tras del otro disgustosos, Esperando estuuieron hasta el alua, Y estando con grandisima tristeza, Porque era medio dia ya passado, A cosa de las tres llegò sudando, Con doze brauos baruaros dispuestos, Y con gentil donaire y desenfado, A todos denodados fue diciendo, Si como fueran doze fueran ciento, A todos los truxera, y fuera paga, Conforme al Euangelio sacrosanto, El vno se me fue, y aquestos traigo, Y no viniera aca sino supiera, Que bien puede suplir por vno solo, Qualquiera de los doze y aqui vienen, Con esto alegres todos y contentos, Arrancaron de alli, cuia memoria, Será bien que se cante en nueua historia.
Porque ellos rogarian à su Padre, Que estaua halla en el Cielo, se doliesse, De toda aquella tierra, y que esperauan, Que aunque inobedientes hijos eran, Que a todos muchas aguas les daria, Y que estas que vendrian de manera, Que todos los sembrados se cogiessen, Y assi como los niños tiernos callan, Quando ciertos les hazen de las cosas, Porque se afligen, lloran, y fatigan, Assi callados todos sossegaron, Esperando les diessen cierta el agua, Por quien llorauan tanto, y se afligian, Y apenas otro dia fue llegando, La hora deste llanto, quando el Cielo, Cubriendose de nuues fue vertiendo, Por toda aquella tierra tantas aguas, Que espantados los baruaros quedaron, De la merced que alli el Señor nos hizo, Tras deste buen sucesso luego vino, Vn Indio bautizado, que Iusepe, Dixo que se llamaua, y que venia, Huiendo de la gente que auia entrado, Contra vando, y sin orden, con Bonilla, Y dio por nueuas, que vn soldado Vmaña, Le dexaua ya muerto à puñaladas, Por vandos y passiones que tuuieron, Y que este por Gouernador quedaua, Tambien por General de aquella gente, Que Riberas de vn Rio le dexaua, Tan ancho y caudaloso, que tenia, Vna cumplida legua, y que distaua, De nuestro nueuo assiento, y estalage, Seyscientas largas millas bien tendidas, Y dixonos con esto, que cebado, De la noticia grande que tenia, De muchas poblaciones abundosas, De gran suma de oro, se yua entrando, La tierra mas adentro, y que pensaua, Passar con ciertas balsas aquel Rio, Por entender que estaua bien poblado, Respecto de los humos que vissibles, De aquesta vanda todos descubrian, Tambien nos dio noticia auian passado, Por vn pueblo tan grande, que estuuieron, Vn dia y medio, en solo atrauesarle, Y que de miedo que de Vmaña tuuo, Respecto de los muchos que ahorcaua, Quiso con presta fuga alli dexarlos, En este medio tiempo vnos soldados, Amotinando el campo fueron pressos, Y entre ellos Aguilar, por cuia causa, Queriendo el General hazer castigo, Fueron tantos aquellos que cargaron, Con lagrimas, lamentos, y con ruegos, Que general perdon alli alcançaron, Por cuia causa todos consolados, Por solo aqueste hecho se ordenaron, Vnas solemnes fiestas que duraron, Vna semana entera, donde vbo, Iuego de cañas, toros, y sortija, Y vna alegre comedia bien conpuesta, Regozijos de moros y Christianos, Con mucha artilleria, cuio estruendo, Causo notable espanto y marauilla, A muchos brauos baruaros que auian, Venido por espias à espiarnos, Y à ver las fuerças y armas que alcançauan, Alli los Españoles cuio brio, De ninguna nacion fue mas notado, Como después veremos adelante, Que de la fuerça de Acoma que tuuo, Entre nosotros vna grande espia, Que muy larga razon lleuò de todo, Pues luego que estas fiestas se acabaron, Como el perdon à vezes es gran parte, Para que nueuas culpas se cometan, Parece que vnos pobres oluidados, De la infamia y bageza que emprendian, En boluer las espaldas à la Iglesia, A vuestro General y al estandarte, Y à sus hermanos, deudos, y parientes, Hurtando vna gran parte de cauallos, Hizieron fuga, siendo los primeros, Que à tal infamia abrieron el camino, Mas Dios nos libre quando quiebra y rompe, El hancora sagrada de obediencia, La naue, y con fortuna se abalança, Por lebantados riscos, y assi suelta, Perdido ya el gouierno y arrastrando, Los poderosos cables donde assida, Estuuo, y sin zozobra de anegarse, Que quando assi perdida vemos pierde, El miedo à todo trance, Dios nos libre, Que à tanta desuentura nadie llegue, Auiendo pues perdido la verguença, Y hecho fuga aquestos desdichados, Mandó el Gouernador que luego al punto, Tras dellos yo saliesse, y me aprestase, Y porque aquesta causa bien se hiziesse, Mandó que Iuan Medel, Ribera, y Marquez, Como leales siempre en bien seruiros, A castigar tan gran delicto infame, Saliessen assimismo y ayudasen, Y que doquiera que el alcançe fuesse, Que alli luego las vidas les quitase, Con cuio mandamiento luego fuimos, Catorce dias siempre por la posta, Gran suma de trabajos padeziendo, Y dandoles alcançe qual Torquato, Que al muy querido hijo mandò luego, Por transgressor del vando quebrantado, Que la cabeça de los tristes hombros, Alli le destroncasen y quitasen, Assi à los dos mandamos degollasen, Y libres otros dos se libertaron, Dexandonos alli la cauallada, Y como todo aquesto sucediesse, Cerca de Santas Baruara salimos, Forçados de gran hambre à socorrernos, Desde cuios assientos escreuimos, A vuestro Vissorrey lo que passaua, Assi en esta causa como en todas, Las que en tan largo tiempo nos passaron, Y como el Real Alferez Peñalosa, Llegò con todo el campo sin disgusto, Al pueblo de san Iuan los Religiosos, Hizieron luego Iglesia y la bendijo, El Padre Comissario, y baptizaron, Mucha suma de niños con gran fiesta, En esto el General mandó saliesse, El Sargento mayor, y que arrancase, Cincuenta buenos hombres, y que fuesse, A descubrir la fuerça de ganados, Que los llanos que Zibola criauan, Pues como aquesto luego se hiziesse, Salio marchando, y en vn fresco Rio, De ziruelas cubierto, y de pescado, Alegres descansaron y se fueron, Por otros muchos Rios abundosos, De muchas aguas, pezes, y arboledas, Donde con solo anzuelo sucedia, Sacar quarenta arrobas de pescado, En menos de tres horas de soldados, Pues yendo assi marchando acaso vn dia, Auiendo hecho alto por las faldas, De vna pequeña loma, junto a vn Rio, Por vn repecho vieron que assomaua, Vna figura humana con orejas, De casi media vara, y vn hozico, Horrible por extremo, y vna cola, Que casi por el suelo le arrastraua, Bestido con vn justo muy manchado, De roja sangre todo bien teñido, Con vn arco y carcax, amenaçando, A toda vuestra gente con meneos, Saltos, y con amagos nunca vistos, Y mandando el Sargento que estuuiessen Apercebidos todos, y aguardasen, A ver en que paraua tal ensayo, Notaron que era vn Indio que venia, A no mas que espantarlos, porque tuuo, Por cosa cierta, que los Españoles, Dexaran el bagaje y se acogieran, Y que el fuera señor de todo aquello, Que alli lleuauan todos descuidados, De la baruara burla de aquel bruto, Por cuia causa juntos se mostraron, Alebrestados, timidos, cobardes, Fingiendo se escondian temerosos, Entre la misma ropa que lleuauan, Y assi notando el Indio que temian, Entre ellos se metio haciendo cocos, Al cabo de los quales le cogieron, Y la mascara luego le quitaron, Y assi corrido, triste, auergonçado, Llorando les pidio que le boluiessen, Aquel reboço, el qual con grande risa, Chacota, y passatiempo, le boluieron, Y no quiso el Sargento que se fuesse, Hasta que muy risueño, alegre y ledo, Con todo se mostrase, y esto hecho, El baruaro se fue por su camino, No menos disgustoso que contento, Tras desto luego fueron a otro Rio, Donde vieron à vn baruaro gallardo, Mucho mas blanco y zarco, que vn flamenco, Con vna buena esquadra de flecheros, Que con pausado espacio se venia, Hazia los Españoles, y en llegando, Con grande grauedad y gran mesura, A todos los mirò muy sossegado, Y viendo alli el Sargento su descuido, Su pausa, y su silencio, y poco caso, Que de todos hazia, y que apenas, Quiso alçar los ojos para nadie, Mandò que se llegasen, y a la oreja, Vn buen mosquete alli le disparasen, Con fin de que temiesse y se assombrase, Pues hazziendose assi, qual sino fuera, La fuerça del mosquete disparado, Alçò la blanca mano, y con el dedo, Escaruando el oydo con espacio, Al punto le quito, y quedo tan sesgo, Como si de vn fino mamol fuera, Viendo pues el Sargento tal prodigio, Mandò que con respecto le tratasen, Y assiendole del braço cortesmente, Vn gran cuchillo quiso presentarle, Y tomandole el baruaro mirole, Y boluiendo la mano poca cosa, Y los suyos le dio, y luego ellos, De su misma pretina le colgaron, Con esto le pidieron que vna guia, Fuesse seruido darles, y que fuesse, Tal que à todos juntos los lleuase, A los llanos que todos pretendian, Apenas lo dixeron quando luego, Mandó que cierto baruaro saliesse, De aquellos que con el auian venido, Y que qual buen piloto los lleuase, Hasta los mismos llanos que dezian, Iamas se vio sentencia rigurosa, Ni perdida de vida mas temida, Que el baruaro temio tan gran mandato, Y qual si yunque fuera no le vieron, Aunque muy demudado y alterado, Estremezido todo y sin aliento, Que replica tuuiesse, ni hablase, Con esto los dexò, y qual se vino, Con reposados passos fue boluiendo, Y luego con la guia fue marchando, El Sargento mayor, y siempre quiso, Que postas à la guia se pusiessen, Porque fuga no hiziesse y los dexase, Pues velando Cortes el triste quarto, Que dizen de modorra, fue rompiendo, La fuerça de prision el Indio cauto, Y assi como cometa que ligero, Traspone su carrera, assi traspuso, Y el Español tras del, y con presteza, El curso apresuraron de manera, Que corrieron dos leguas bien tiradas, Al cabo de las quales ya rendido, El Cortes se quedò desatinado, Lleno de corrimiento y de verguença, Pues como no supiesse ni entendiesse, El Sargento mayor, ni otro alguno, El camino y derrota que lleuauan, El vno tras del otro disgustosos, Esperando estuuieron hasta el alua, Y estando con grandisima tristeza, Porque era medio dia ya passado, A cosa de las tres llegò sudando, Con doze brauos baruaros dispuestos, Y con gentil donaire y desenfado, A todos denodados fue diciendo, Si como fueran doze fueran ciento, A todos los truxera, y fuera paga, Conforme al Euangelio sacrosanto, El vno se me fue, y aquestos traigo, Y no viniera aca sino supiera, Que bien puede suplir por vno solo, Qualquiera de los doze y aqui vienen, Con esto alegres todos y contentos, Arrancaron de alli, cuia memoria, Será bien que se cante en nueua historia.