CANTO VEYNTE Y OCHO De las cosas que passaron y sucedieron, antes de subir al Peñol, y dificultades que pusieron No las muestras, hazañas, no prohezas, De coraçones grandes, y hechos brauos, Quilatan los soldados si ganosos, De verse y estimarse por valientes, Arriesgan sus personas y las ponen, En punto de perderse y deslustrarse, Mas el valor, alteza, y excelencia, De aquel que con esfuerço, y con prudencia, Emprende reportado vn hecho honrrado, Y assi quando el esfuerço va y se pone, Enmedio del peligro con recato, Y aquestos requisitos que hemos dicho, Y del sabe salir sin empacharse, No hay para que tratar si sus prohezas, Y altos heroicos, hechos hazañosos, Fueron muy bien, o mal acometidos, Mas quando està perplejo, y muy dudoso, Del fin de sus impressas, aqui cargan, Las dudas y verguença de vn discreto, Y honrrado Capitan, fuerte, valiente, Cuios cuidados graues afligieron, A todos los del campo fatigado, Considerando bien la gran braueza, Del poderoso fuerte, y enemigos, Tan proterbos y altibos que abraçaua, Y las grandes entradas y salidas, Que para ganar honrra descubrian, y el aguage que estaua de aquel puesto, Muy largas cinco millas bien tendidas, Y que agua de pie la fortaleza, Tenia alla en la cumbre bien sobrada, Y el poco bastimento, pues tassado, Para no mas que solas dos semanas, Me mandò que truxesse y no passase, Vn punto mas de aquello que ordenaua, Y con esto notaron que tenian, Mas de para seys años los cercados, Bastantes bastimentos recogidos, Tenian todas estas, y otras cosas, A todos los de acuerdo cuidadosos, Y viendo demas desto que acordaua, El Sargento mayor hazer de hecho, Subir a escala vista a lo mas alto, Del poderoso risco peñascoso, Temiendo se perdiese todo el resto, Algunos me pidieron que tratase, Con el dicho Sargento que aduirtiesse, Aquello que intentaua, y no arresgase, Cosa tan importante, y que pedia, Acuerdo muy maduro, y muy pesado, Porque en saliendo mal de aquel intento, Era fuerça perderse y assolarse, Y dandole razon de todo aquesto, Y de otras muchas cosas que passamos, Tomando mal aquello que propuse, Sin mas considerar me dixo ayrado, Yo trazare esta causa de manera, Que mas no me repliquen estas dueñas, Llamandonos assi à los de acuerdo, Porque el determinaua con cuidado, Assegurar primero nuestras vidas, Con cuio buen seguro sin rezelo, Tambien asseguraua que ninguno, Haria mas de aquello que el quisiere, Y aunque es verdad que dixo todo aquesto, Por algun mal seguro no ignoraua, Que venian con el illustres hombres, Valientes y discretos, y animosos, Y assi fue prosiguiendo, y dixo luego, Aqui no hay, que tratar, sino apliquemos, Los vltimos remedios, pues lo pide, La dolencia que es vltima, y de todos, Por tal desahuziada, y pues à ossados, Es fuerça que fortuna faborezca, Tentemos luego el vado pocos hombres, Para que a menos costa, y menos sangre, Escapen con las vidas, y se bueluan, Los señores de acuerdo a su presidio, Luego que aquesto dixo confiado, Qual suele el leñador que al alto pino, Con vno y otro golpe reforçado, De la segur aguda lo estremece, Hasta que a puros golpes ya vencido, Temblando por la cima y por los lados, En tierra da con el, y hecho rajas, Alli lo ve à sus pies, assi el Zaldiuar, Para traerlos todos à su gusto, Al punto señaló doze guerreros, Para que como tales se aprestasen, Y à escala vista todos emprendiessen, La mas dificil cumbre lebantada, En esto aquellos baruaros contentos, De ver los Castellanos tan vezinos, Vn grande vaile todos ordenaron, Y vna opulenta cena regalada, Donde Zutacapan salio el primero, De mantas regaladas adornado, No menos que el salieron muy vizarros, Cotumbo, y Tempal, llenos de alegria, Tambien aquel Amulco, y grande Pilco, Y otros muchos con estos que mostrauan, Vn no pensado gusto, rebocando, De placer y, contento jamas visto, De ver los Españoles alojados, Tan cerca de sus muros lebantados, Estando pues cenando todos juntos, Para empeçar el vaile señalado, Como quiera que siempre la fortuna, Aborrece los gustos y contentos, Que celebran lo que ella quiere darnos, Temiendo Zutancalpo reboluiesse, En enemiga buelta la inconstante, Y mal segura rueda prodigiosa, De parecer de Bempol y Gicombo, Entrò con sus amigos demudado, Y tendiendo la vista por aquellos, Que con tan gran descuido alli cenauan, Qual otro Scipion que al Campamigo, No quiso permitirle tal excesso, Quando à Numancia vino assi este joben, Pareciendole mal aquellas fiestas, A toda desta fuerte les propusio, Barones descuidados bien os consta, Que para bien hablar en cosas justas, Es à qualquiera edad muy permitido, Que diga lo que siente, y le lastima, Y assimismo sabeys que alcança y tiene, La fuerça de razon en si mas alma, Quanto por menos años se propone, Aquello que es justicia y es derecho, Y si a lo que yo agora propusiere, No diere autoridad la fresca sangre, Tornad señores todas mis palabras, Como de hijo que à su mismo padre, Repugna y contradize en lo que haze, Cuia desemboltura no se toma, Si no es herrando el padre, y arrastrando, La fuerça de razon por los cabellos, Ya se que es impossible reduziros, A la gustosa paz que pretendemos, Y siendo aquesto assi, dezidme agora, Por qual razon viuis tan descuidados, Teniendo al enemigo tan a pique, Quien vio jamas banquetes y libreas, Bailes y regozijos por aquellos, Que lastimosa guerra les aguarda, Mirad soldados nobles esforçados, Que estan ya los Castillas dentro en casa, Y aunque tengais muy cierta la victoria, Es justo no ignoreis de todo punto, Que della nace siempre nueua guerra, Apercebid las armas, reforzemos, Todas las partes flacas con presteza, Hazed luego reparos y empecemos, A apercebir ingenios y trincheas, Pongamos luego postas no durmamos, Demos luego principio cuidadosos, A dar en que entender al enemigo, Mirad que de centellas muy pequeñas, Se suelen lebantar muy grandes llamas, Aqui Zutacapan algo risueño, Colmado de contento dixo luego, Diras à tus amigos Zutancalpo, A Gicombo te digo, y al gran Bempol, Que riñan sus pendencias con palabras, De gran comedimiento y cortesia, Bajas las dos cabecas y los ojos, En tierra bien clauados y los braços, Sueltos por los costados sin que cosa, Ocupen con las manos que con esto, No esperen que jamas les venga cosa, Que pueda dar disgusto à sus personas, Oyendo pues aquesto el noble joben, Venciendo aquel disgusto con prudencia, Dejandolos à todos dio la buelta, Y ellos empezaron luego el baile, Y entraron tan briosos y gallardos, Qual suelen los cauallos que tascando, Los espumosos frenos van hiriendo, Con las herradas manos lebantadas, Los duros empedrados, y assi brauos, Hollandose ligeros, mil pedazos, Ganosos de arrancar se van haziendo, Assi los brauos baruaros soberuios, Haziendo mil lindezas y faltando, Hiriendo aquel peñasco à puros golpes, De las valientes plantas que assentauan, Y con fuerça de gritos y alaridos, Vn infernal clamor alli subian, Tan horrendo y grimoso que las almas, De todos los dañados parecian, Que alli su triste suerte lamentauan, Este baile turò hasta que el Alua, La misera tiniebla fue venciendo, Y dando buelta al Muro por lo alto, Dixo Zutacapan en altas bozes, Viendo que auia bien auierto el dia, Que a que aguardan tanto los Castillas, Que ya estauan cansados de aguardarlos, Y lebantando todos grandes gritos, Diziendonos palabras afrentosas, A la batalla todos incitauan, En esto vnos Cauallos se acercaron, A vnos charquillos de agua llouediza, Y estando alli bebiendo nos flecharon, Algunos dellos, y otros nos mataron, Mas no les salio el hecho tan barato, Que al descuido, Cordero con Zapata, Por orden del Sargento les salieron, Y al Capitan Totolco su caudillo, Del gran Gicombo, suegro regalado, Y de Luzcoija padre muy querido, Muerto le trujo a tierra el buen Zapata, Siendo el primero que mostró el esfuerço, Del Castellano vando belicoso, En esto los demas se retiraron, A muy gran priessa todos de aquel puesto, Viendo pues el Zaldiuar tal sucesso, A consejo mandó que se juntasen, Y estando juntos todos con cuidado, Assi les fue diziendo reportado, Quando todos partimos del presidio, Discretos caualleros no ignoramos, Que supieron los baruaros, salimos, A sola la vengança y el castigo, De aquestos que este fuerte abraca y tiene, Cuias balientes fuerças todos juntos, Supimos y alcançamos no ser menos, Que agora se nos muestran y descubren, Si puestos en el puesto donde estamos, Alçasemos la mano y sin enmienda, Dexassemos la causa començada, Qual serà aquel seguro que assegure, Nuestras honrras y vidas si tal mancha, Viessemos en Españoles los vezinos, De todas estas tierras comarcanas, Y por salir mejor de aqueste hecho, Pusoles por delante vuestro ceptro, Con omenage eterno obedecido, Y la Española sangre no cansada, De ser siempre leal, y los disgustos, De tan prolijos tiempos padecidos, Trujoles assimismo à la memoria, Aquel inmenso premio y altas cruces, Con que señor honrrais los nobles pechos, De aquellos valerosos que en las lides, Entre temor dudosos y esperança, Triunfaron como buenos de los hechos, Que assi como valientes alcançaron, Por cuias justas causas les dezia, Que pues por flacos medios pocas vezes, Grandes cosas se alcançan y, consiguen, Que a escala vista doze permitiessen, Que aquestos muros juntos escalasen, Que señalados todos los tenia, Para cuio buen fin dixo assimismo, Señores compañeros aduirtamos, Que razonar vn grande cortesano, Con vn vil, bronco, baruaro, grossero, Y tratar con el cosas que no caben, Mas que en vn limpio, claro y cultiuado, Sagaz, discreto, y alto entendimiento, Es querer que los pezes se apacienten, Por los subtiles ayres delicados, Y que los cierbos sueltos por el agua, Con presuroso Curso la atropellen, Y assi por esta causa soy de acuerdo, Imitando si puedo en este hecho, Al madrigado simple ole tragedia, Cuio fingir taimado desembuelto, Es como si otra cosa no encubriesse, Que assi cubierto todo y rebocado, Sera bien que yo habla aquestos Indios, Diziendoles que quiero por la cumbre, Mas alta del Peñol subir arriba, Con todos los soldados de a cauallo, Con cuio trato doble deslumbrados, Viendo que juntos todos emprendimos, La dificil subida peligrosa, Sera posible todos desamparen, Sus puestos, y al socorro partan luego, Y assi los doze salgan señalados, Para escalar los muros lebantados, Sin que persona alguna los impida, Pues aprouando todos este acuerdo, Salio el sagaz Sargento, y junto al muro, Cuia vertiente casi cien estados, De grimosa caida descubria, Mandó que les dixessen y auisasen, Que pues que no le dauan cuenta alguna, De las muertes injustas que causaron, A nuestros compañeros, que el queria, Por solo que supiessen y alcançase, Las fuerças y valor de los Castillas, Subir por aquel puesto y darles muerte, Passandolos à todos à cuchillo, Y porque no dixessen ni alegasen, Que no les auisaua, auia querido, Señalarles el puesto y preuenirlos, Y assi boluio las riendas, y al descuido, A todos los dexò con gran cuidado, Y porque aqueste hecho mas se entienda, Ya tengo señor dicho y declarado, Que estauan dos peñoles lebantados, Mas de trecientos passos diuididos, Los terribles assientos no domados, Y estaua vn passaman del vno al otro, De rocas tan soberuias que ygualauan, Con las mas altas cumbres que tenian, Entendido pues esto con secreto, Dexó doze Españoles escondidos, Al socaire de vn risco muy pegado, Al primero peñol, y luego al punto, Mando quitar las tiendas de manera, Que todos claro viessen y notasen, Que sin que Castellano alli quedase, Al prometido hecho todos juntos, Determinados yuan à matarlos, Y assi partieron todos de arrancada, Rasgando los costados poderosos, De los brauos cauallos animosos, Y viendo alli los baruaros que juntos, Los Españoles yuan denodados, A subir por el puesto señalado, Como baruaros todos luego al punto, Teniendo por verdad aquel engaño, Dexando sus assientos arrancaron, A defender el passo mas seguro, Que toda aquella fuerça alli alcancaua, En esto aquellos doze que escondidos, Al socaire del risco auian quedado, Salieron con esfuerço acometiendo, La fuerça del Peñol jamas vendido, Segun vereis gran Rey si soys seruido.
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CANTO VEYNTE Y QVATRO Como se dio la nueua al Gouernador, y de lo que fue sucediendo, hasta llegar à San Iuan de los Caualleros O mas que loca, incierta, debil, y dudosa, Esperança variable de los hombres, Y sus vanos y altiuos pensamientos, Pues que en mitad de la carrera varia, Quando con mas braueça la atropellan, De subito se vnde y zozobran, Primero que en seguro y dulze puerto, Puedan de su barquillo tenue flaco, Dando fondo, aferrar la pobre amarra, Porque como begigas muy hinchadas, Que con agua y jabon los niños tiernos, Por libiano cañuto al ayre esparzen, Que quando mas vistosas y agradables, En vn instante vemos desbanecen, Tan fin rastro de aquello que mostraron, Qual si nunca jamas ouiessen sido, No menos Rey sublime y poderoso, Todas las mas humanas esperanças, Al fin como mortales desbanecen, Y entonces se consumen, y se acaban, Quando dellas estamos mas assidos, Mas prendados, mas firmes, y mas ciertos, Y menos sospechosos de perderlas, Cuia verdad nos muestra y manifiesta, Aqueste claro exemplo que tenemos, Pues auiendonos puesto la fortuna, En la mas alta cumbre de su rueda, Teniendo ya pacifica la tierra, Sin ver gota de sangre derramada, Como nunca jamas se vio parada, Auiendose mostrado laborable, En enemiga buelta fue boluiendo, Dandonos quando menos entendimos, De su mudable fee patente indicio, Y assi llegaron juntos los amigos, Y dando al General la triste nueua, Siendo Casas de vista buen testigo, Para mayor dolor y sentimiento, Del desastrado caso que contaua, Cuio progresso apenas fue acabando, Quando se derribó de su cauallo, Que encubertado todo le traia, Y por sus ojos lagrimas vertiendo, Y el rostro para el Cielo lebantando, Hincadas las rodillas por el suelo, Puestas las manos todo demudado, Assi esforçò la boz desalentada, Hablando à Dios el triste cauallero, Gran señor si la pobre nauezilla, Que aquel grande piloto de tu Iglesia, Quiso y tuuo por bien de encomendarme, La tienes ya por mi aborrecida, Si por mis graues culpas no merece, Le des tu mano santa generosa, Por esta vez suplico la perdones, Y no permitas paguen inocentes, La mucha grauedad de mis delictos, Y si combiene todos zozobremos, A tu voluntad santa podeosa, Estoi aqui sugeto y muy rendido, Mas pues llegando auemos à estas tierras, Suplicote señor que nos aguardes, Suspendiendo el rigor de tu justicia, Y el grande y graue azote que descarga, Y serenando nuestras pobres almas, Gozemos del valor de tu clemencia, Con estas y otras cosas lamentables, Alçandose del suelo sollozando, Tomó el cauallo bien enternecido, Y assi como llegamos al parage, Solo à su tienda quiso recogerse, Hincado de rodillas, y en las manos, Vna Cruz pobre, hecha de dos trozos, Arribos con su corteza mal labrados, Que a falta de otros me mandó buscase, Y que a su tienda luego los truxesse, Donde passò la triste y larga noche, Gimiendo amargamente y suplicando, A Dios nuestro Señor le diesse esfuerço, Para poder lleuar tan gran trabajo, Y luego que la luz entró rompiendo, De la obscura tiniebla el negro manto, Mandó que me llamasen y dixessen, Iuntos los compañeros le lleuase, Y estando à una todos recogidos, Y sin consuelo lagrimas vertiendo, Salio del pabellon todo cubierto, De funebre dolor, manso lloroso, Los ojos hechos carne y viua sangre, Hinchados, tristes, tiernos, mal enjutos, Descolorido todo y trasnochado, Y afligido apretandose las manos, Estando alli parado por buen rato, Assi como del aspero tomillo, Azedo y desabrido vemos saca, Miel para el panal la cauta aueja, Y della se socorre y faborece, Quando los tiempos cargan mas sin jugo, Assi el Gouernador a sus soldados, Desconsolados, tristes, y afligidos, Queriendo por tres veces esforçarse, A dezir su razon quedo suspenso, Con todas las palabras atoradas, A la pobre garganta y tierno pecho, Y luego que el tormento fue aflojando, Algun tanto la cuerda que apretaua, Dexandole alentar con mas sossiego, Assi habló a los flacos coraçones, Señores compañeros sabe el Cielo, Que me lastima el alma verlos todos, Desconsolados, guerfanos, y tristes, Viendo la gran columna que nos falta, En el Maese de Campo ya a difunto, Y en los demas amigos valerosos, Cuias vidas sin par y sin medida, Sirbiendo à las dos grandes magestades, Sabemos fenecieron y, acabaron, La pobre carne ha hecho ya su oficio, Y assí sera razon tambien que el alma, Prosiga con el suyo pues es Justo, Que en todo siempre vaya por delante, No siento aqui varon que no se precie, De soldado de Christo verdadero, Pues como tal su sangre, Cruz y muerte, Viene à comunicar con grande esfuerço, Por todas estas baruaras naciones, Se dezir que no tiene todo el campo, Soldadesca, y exercito de Christo, Vn tan solo soldado en su estandarte, Que segun tuuo cada qual las fuerças, No fuesse fuertemente molestado, Y figurosamente combatido, Dexo todos aquellos que oyeron, Y que por vista de ojos se hallaron, A vn millon de desastres prodigiosos, Con que quedaron todos lastimados, Y assi como nosotros afligidos, Dezidme los demas por donde fueron, Y qual fue la derrota que lleuaron, Los vnos viuos fueron enterrados, Y tambien asserrados otros viuos, A otros desollaron el pellejo, Descoiuntados otros acabaron, Y à bocados de cruel tenaza viua, Vna gran suma dellos fenecieron. Otros crucificados y azotados, Desquartizados otros valerosos. Tanto mas esforçados y estimados, Quanto mayor martirio padezieron, Si es que teneys espiritu de Christo, Señores compañeros llueuan muertes, Carguen trabajos, vengan aflicciones, Porque el que de nosotros mas sufriere, Mas triunfo, mas alteza, mas trofeo, Es verdad infalible que le aguarda, Y pues esto es assi, varones nobles, Deseche cada qual la vil tristeza, Y à Dios lebante el alma y no desmaye, En quien sin duda alguna espero y fio, Que si con veras todos le seguimos, Que con veras y por su misma mano, Auemos de ser todos consolados, Y luego que el Gouernador prudente, Acabò con su platica, parece, Que qual marchito campo que se alegra, Y brota, crece, sube, y se lebanta, Con fuerça de las aguas que derraman, Las poderosas nuues à su tiempo, Que assi todos se fueron consolando, Sacudiendo de si el disconsuelo, Y dolor melancolico pesado, Con que sus almas tristes lastimauan, Viendo à su General con tanto pecho, Esforçado, animado, y alentado, El qual luego empezo à ponerlo todo, En buen concierto y orden, por si acaso, A nosotros los baruaros saliessen, Y assi determinò Tomas entrase, Como de aquella tierra buen piloto, Y lengua de los indios naturales, A dar auiso a todos los amigos, Que alli golosos del metal sabroso, A descubrir las grandes minas fueron, Para que derrotados se boluiessen, A san Iuan con grandissimo recato, De cuia esquadra quiso adelantarse, El Capitan Farfan en compañia Del Capitan Quesada, porque juntos, Salieron con la nueua de las vetas, Segun que atras lo auemos ya contado, Hecha esta preuencion, que fue importante, Alçose todo el campo, y fue marchando, Lleuando en la banguardia gran cuidado, Y cuerpo de batalla, y retaguardia, Y porque todo fuesse mas seguro, Ligeros corredores despachaua, Que tierra descubriessen y abisasen, De qualquiera subcesso que importase, Y como siempre vemos que aborrecen, La belleza del Sol los mal hechores, No libres de traicion y de encubierta, De noche à punto todos nos velamos, Con cuidadosas postas desembueltos, Y grandes centinelas bien partidas, Con que al quarto del alua juntos todos, Continuamente siempre nos hallamos, Vigilantes y bien apercebidos, Y con este orden fuimos à alojarnos, Fatigados de sed à una cañada, Por cuias peñas fuimos recogiendo, Cierta parte de nieue retirada, Donde el rigor del Sol no pudo entrarle, Aquesta con el fuego regalamos, Puesta en los hielmos cascos y zeladas, Y al fin hizimos razonable aguage, Con que nuestra gran sed satisfizimos, Y aquel que no desamparó los suyos, Qual vedadera senda fue guiando, Nuestros cansados passos de manera, Que llegó à saluamento todo el campo, Muy, cerca de san Iuan adonde estaua, El Sargento bien triste y cuidadoso, Porque nunca jamas auia tenido, De todo nuestro campo nueua alguna, Viendo el Gouernador quan cerca estaua, Mandó salir al niño don Christoual, Para que de su parte visitase, Al Sargento mayor por su persona, Y porque su edad tierna no le daua, Lugar à lo que el Padre pretendia, Para que aquesta falta se supiesse, Y que por el vbiesse quien hablase, Encomendose toda aquesta causa, Al Capitan Quesada, y juntamente, Que fuesse yo con el al mismo efecto, Mandonos que con veras se pidiesse, A todos los amigos que escusasen, De salir al camino à recebirle, Porque seria ocasión de lastimarle, Mas de lo que el venia, aunque esforçando, A todos los del campo fatigado, Tambien nos encargó que con cuidado, Viessemos de su parte à las biudas, Y à todos los demas que perdidosos, Ouieseen por desastre, o mala suerte, De la desdicha de Acoma salido, Y à todos ofreciessemos con veras, De su misma alma y vida todo el resto, Porque con alma y vida procuraua, Hazer en su consuelo tanto efecto, Quanto era bien hiziesse para salbarse, Llegamos pues a casa del Sargento, Cuia vista me puso en gran tristeza, Porque de tres que juntos estuuimos, Dentro de aquel aluergue descuidados, Ya guerfanos los dos quedado auemos, Aguardando encogidos nuestra suerte, Dios sabe qual serà, y tambien el quando, Visitamos tambien à las biudas, Y fue tal el dolor que en todas vimos, Que assi como al Sargento no hablarnos, Menos a ellas palabra les diximos, En esta sazon luego tras nosotros, Llegó el Gouernador con todo el campo, Y estando en su presencia todos juntos, No se escapò garganta que añudada, Enzolbada y suspensa no se viesse, Ni ojos que alli no se quebrasen, Rebentando de lagrimas copiosas, Viendo al Gouernador que auia llegado, Y sin que hombre razon alli dixesse, Solo vbo abraços tiernos y apretados, Criança de buena gorra y no otra cosa, Y assi juntos al Templo lo lleuamos, Donde tambien los santos Religiosos, Sin dezirle palabra le abraçaron, Y rindiendo al inmenso Dios las gracias, Por si buena venida le cantaron, Te Deum laudamus, todos muy contritos, Y acabado el oficio todos fuimos, Con el hasta su casa bien llorosos, Y dexandole alli fue repartida, La cuidadosa vela por sus quartos, Y cada qual se fue qual nunca vaya, Alarabe ni Moro à su posada, Desconsolado, triste y afligido, En su confusso pecho reboluiendo, Cien mil quimeras tristes, lastimosas, Y las zozobras grandess, trabajos, Ordinarios que siempre nos cargauan, El pesado desastre sucedido, La soledad del campo sin su abrigo, La tierra rebelada y alterada, El pequeño socorro y gran peligro, Nuestro flaco partido y corta fuerça, La enemiga pujança si quisiesse, Proseguir en la rota comendada, Todas aquestas y otras muchas cosas, Las lastiniadas almas reboluian, Dentro de sus aluergues alteradas, Y el General prudente que assistia, Velando y no durmiendo en esta causa, Y en cuio ossado y animoso pecho, Los cuidados de todos se encerrauan, Aguardando a la luz de la mañana, Estaua el esforçado cauallero, Y para ver el orden que ha trazado, Pues viene ya rayando el claro dia, Serà razon que yo tambien me aguarde, Y en advertirlo todo no me tarde.
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CANTO VEYNTE Y SEYS Como llego la nueua del Maese de campo, a oydos de Gicombo, vno de los Capitanes Acomeses, que ausente auia estado, y de las diligencias que hizo, juntando à los Indios, à consejo, y discordia que tuuieron La cosa que mas duele, y mas lastima, El alma, y la consume, es que le imputen, Quando esta mas quieta y sossegada, Culpa que nunca hizo, ni propuso, Y este dolor y caso desastrado, En si es tanto mas graue quanto tiene, De peso y grauedad aquel excesso, Con que quieren mancharla y desdorarla, Luego que sucedio el caso triste, Que en Acoma los baruaros hizieron, No bien solas dos horas se pasaron, Quando Gicombo, vn baruaro valiente, Afable, gentilombre, y auisado, Que treinta leguas de la fuerça estaua, Por arte del demonio que no duerme, Supo lo que passaua, y sin tardança, Temiendo le imputasen tal delicto, Por ser varon de cuenta, y estimado, Por Capitan en esta misma fuerça, Donde estaua casado con Luzcoija, Vna famosa baruara gallarda, Que por su gran belleza y, trato noble, Era reuerenciada y acatada, De todo aqueste fuerte y sus contornos, Por cuias justas causas, y otras muchas, Que en su noble persona concurrian, Afrentado del hecho, y caso infame, Mandò a Buzcoico luego se partiesse, A los Apaches, que eran estrangeros, De su nacion remotos y apartados, Y à Bempol gran su amigo le llamase, Nacido y natural de aquella tierra, Valiente por extremo y gran soldado, Y de su parte solo le dixesse, Que dentro de seys soles conuenia, En Acoma se viessen, sin que vbiesse, En esto quiebra alguna ni tardança, Porque tenia cosas muy pesadas, Que tratarle y dezirle de importancia, Y apenas las seys bueltas fue cerrando, La poderosa lampara del Cielo, Quando los dos guerreros animosos, En Acoma se vieron, donde à una, Fueron bien regalados y seruidos, De la noble Luzcoija, y alli juntos, Despues de auer tratado y conferido, Por toda aquella noche el caso feo, Determinaron que en abriendo el dia, Los Capitanes todos se juntasen, Que eran solos seys baruaros valientes, Popempol, Chumpo, Calpo, y gran Buzcoico, Ezmicaio, y Gicombo, aqueste brauo, Por cuio ruego todos se juntaron, Y afsi como parece que derrama, El sembrador el grano, y que lo arroja, Perdido por el suelo assi al descuido, Hablando con la junta fue diziendo, Varones poderosos bien os consta, Que aquel que ofende es fuerça siempre traiga, La barua sobre el hombro recatado, De todo mal sucesso y caso triste, Bien veys que quien à honze Castellanos, Hizo fin causa alguna se partiessen, De aquesta vida triste miserable, Que puede ser que à su pesar le fuercen, Quando mas descuidado y mas seguro, Que tras de todos ellos vaya y siga, La misera derrota que lleuaron, Y pues para que bueluan, no ay remedio, Aquellos que de aquesta vida parten, Yo soy de parecer que con recato, Si en lo hecho quereis asseguraros, Que nuestros hijos todos y mugeres, Salgan de aqueste fuerte, y nos quedemos, No mas que los varones, entretanto, Que los Castillas, dan indicio, o muestran, El corage que tienen y las fuerças, Que ponen en vengar à sus amigos, Por cuia causa quise que viniesse, Bempol, y, con nosotros se juntase, Y con su parecer y voto diesse, Como quien en las armas siempre unio, Lugar mas preminente, y, mas en cosas, Que son de tanto peso, y tanta estima, Quales son estas donde tantas honrras, Vemos que penden sin las muchas vidas, Que es fuerça que peligren y se pierdan, Si muy breue remedio no se aplica, A mal tan peligroso, quanto el tiempo, Dira si con presteza no se ataja, Su misera dolencia conozida, Y assi como frenetico que buelue, Su saña contra el medico, y furioso, Pretende deshacerlo y acaluarlo, Sin ver que se desbela, busca y traza, Orden para curarle y darle sano, Assi rabioso, fiero, y sin sentido, Oyendo estas palabras desde afuera, Zutacapan se fue luego acercando, Con vna falsa risa al desgaire, Y dixo desta suerte con descuido, Cierto que estoy corrido, y que me pesa, Que para cosa tan cobarde y, baja, Ayan tan brauos y altos Capitanes, Iuntandose a consejo, pues de siete, Que estan en esta illustre y noble junta, Qualquiera de los cinco generosos, Que estoy por señalarlos con el dedo, Es muy bastante amparo y suficiente, Para poder en este puesto y fuerça, Desbaratar a todo el vniuerso, Y destruirlo sin que quede cosa, Que no se le sugete y auassalle, Y si Gicombo tanto miedo tiene, Arrimese à la sombra desta maça, Que aqui tendra su vida bien segura, Y escusara tambien que forasteros, Vengan a defendernos y à dar voto, Donde las fuerças v el consejo sobra, Y mas entre soldados tan valientes, Quanto cobardes todos los temores, Con que vienen agora alebrastados, Los dos guerreros con el brauo golpe, De vna sola piedra lastimados, Desocuparon luego los assientos, Y como prestos sacres embistieron, Las palmas bien auiertas, y si presto, Popempol, Chumpo, y Calpo, no bajaran, La colera rebuelta, ya encendida, Alli Zutacapan de todo punto, Quedara para siempre deshonrrado, Y buelto contra el, le dixo Bempol, De quando aca te atreues, dimie infame, Hablar donde jamas nunca tuuiste, Manos para librar por fuerça de armas, Lo que quieres librar por sola lengua, Cotumbo dixo en esto desembuelto, No ay para que ninguno se auentaje, Que solo aqueste braço en esta fuerça, Basta para rendir a todo el mundo, Y pensar otra cosa es cobardia, Infamia, y vil afrenta con que mancha, El valor y grandeza que alcançamos, Qual si fueramos dioses en lo alto, Destos valientes muros poderosos, Tras deste luego Tempal demudado, Assi como escorpion rabioso y fiero, De venenosa hierua apacentado, Vibrando las tres lenguas desgarradas, Y el espinazo todo lebantado, Dixo ser gran bageza gouernasen, Armas, todos aquellos que tuuiessen, Temor sobre seguro tan notorio, Qual brotan pedernales las centellas, Con golpes del azero y chispas viuas, Otros tambien sin estos aprouaron, Este partido juntos, y dixeron, Ser pobres de valor y de verguença, Aquellos que temiessen ni pensasen, Puestos en aquel puesto les viniesse, El mal que à las Estrellas, cuia cumbre, No permite que cosas jamas llegue, Que pueda escurecerlas ni mancharlas, Oyendo aquesto el noble Zutalicalpo, Assi qual diestro musico que ahaja, La lebatanda prima, y la afloja, La poderosa maça fue lançando, Enmedio de la junta, y fue diziendo, Si ser pudiera por valiente braço, Aquesta pobre patria defendida, Por este se que fuera libertada, Mas dezidme varones no vencidos, Quantos en alta cumbre entronizados, Con misera ruina auemos visto, Caer de sus assientos lebantados, Quantos valientes, brauos, y, animosos, Vemos de flacas fuerças consumidos, Quantas altas estrellas desclauadas, De los grandiosos cielos poderosos, En breue espacio vemos apagadas, De que sirue señores que mi padre, Con sola sombra de su maça haga, Seguras nuestras vidas, y con esto, Quieran otros tambien con solo vn braço, Derribar todo vil mundo y sugetarle, Si puestos en las veras todos juntos, Quales milanos tristes sin respecto, Han de ser despreciados y, arrastrados, Qual veys aquesa maça por el suelo, Muda, cobarde, flaca, y sin gouierno, De mano belicosa que la mande, Sin dexarle acabar al mismo instante, Echando viuo fuego por los ojos, Salio diziendo Bempol corajoso, No piense aqui ninguno que sin esfuerço, En si tanto se estiende y, se lebanta, Quanto el mas bajo poluo despreciado, Porque harè que donde yo la planta, A su pesar, sus viles ojos ponga, Gicombo se arriscò con otros muchos, Y este partido todos por las armas, Quisieron defender, y porque el fuego, No se encendiesse mas, y se abrasasen, Despues de auer passado con enojo, Muchas grandes demandas y repuestas, Desafiados tres à tres quedaron, Gicombo y Zutalcampo, y el gran Bempol, Contra Zutacapan, Cotumbo y Tempal, Cuio brauo combate suspendieron, Hasta alcançar de España la victoria, Por cuia causa Amulco vn hechizero, Que era por tal de todos estimado, Assi como se exsala, afloja y templa El encendido horno, destapando, La concaua brauera assi templando, I.a bauara canalla descompuesta, Dixo muy, bien sabeis nobles varones, Que el futuro sucesso que esperamos, Por hado aduerso, o prospero, que es fuerça, Que yo le sepa, entienda, y le conozca, Muy grandes tiempos antes que suceda, Y bien sabeis tambien que à mi los dioses, En aplacar las armas dieron mano, Y en alterarlas siendo conueniente, Si esto es assi por que quereis en vano, Litigar estas cosas si està en casa, Quien con patente y claro desengaño, Puede manifestaros todo aquello, Que puede disgustaros, o agradaros, Por cuia justa causa quiero luego, Por quitaros de dudas y sospechas, Consultarà los dioses, porque à todos, Pueda desengañaros sin tardança, Del bien, o mal que ya determinado, Es fuerça que le tengan, y no dudo, Daros alegres nueuas faborables, Todos los Capitanes aprouaron, Con el resto del pueblo aquel intento, Y abiendo entrado en cerco confiado, Aqueste bruto presago adiuino, Estando todos juntos aguardando, El prodigioso oraculo suspensos, Como si en el horrible infierno brauo, Vbiera estado, assi salio encendido, Diziendoles à todos con enfado, Que miedos son aquestos, que pantasmas, Que sombras, que visiones aueys visto, Dezidme valerosos Acomeses, Y tu Gicombo, y Bempol esforçados, Cuios grandiosos y, altos coraçones, Nunca jamas temieron como agora, Veo que estays los dos desalentados, Auemos puesto todos por ventura, El oluido perpetuo al brauo Qualco, Quando fue por espia, y te embiamos, Al pueblo de san Iuan, que dizen ellos, Ser de los Caualleros, no nos dixo, Que en ciertos regozijos que tuuieron, Estos mismos Castillas que dezimos, Que muy soberuios tiros se tiraron, Los vno à los otros, y no vido, Caer ninguno dellos, donde todos, Bien claro conozimos, y entendimos, No ser sus armas mas que solo asombro, Estrepitu, ruido, grima espantosa, Y al fin todo alboroto, pues sus rayos, Si assi quereis llamarlos, no hirieron, A ninguno de todos los que andauan, En medio de Sus truenos paborosos, Por solo essa razon dixo Gicombo, Que no se lastimaron ni tocaron, Con armas tan grimosas y espantosas, Auemos de entender que como dioses, Que nada les ofende combatieron, Y assi es muy justo todos les temamos, Aqui Zutacapan replicò luego, Yo quiero que con rayos muy ardientes, Quales soberuios dioses nos arrojen, Todos essos Castillas que tu temes, Pero sera razon tambien me cuentes, Por cada cien mil truenos, quantos rayos, Has visto que han llegado a nuestros muros, Y si has visto alguno que destrozo, Hizo aquel que mas pues vna arroba, Iamas nos han mermado todos juntos, De sus valientes riscos lebantados, Pues si el poder del Cielo no se estiende, A mas de lo que oyes, por que tratas, De vnos infames todos mas mortales, Que aquellosque sin almas vemos dexan, Los miserables cuerpos ya difuntos, Ya se que son mortales dixo luego, El valiente Gicombo reportado, Pues por sola tu causa como tales, Honze en aquesta fuerça fenecieron, Y sabes tu tambien que no peñasco, Ni fuerça tan soberuia en esta vida, Que no pueda assolarse y abrasarse, Si debajo de engaño y trato alebe, Queremos combatirla y derribarla, Muy, bien estoy con esso, dixo Amulco, Mas cuando viene el bien es cosa justa, Que todos su grandeza conozcamos, No es tan cierto el Sol en darnos lumbre, Quanto tenemos cierta la victoria, Calense luego puentes y piquemos, Todos los passadizos Sin que cosa, Quede para Castillas reserbada, Que desta vez auemos de assentarnos, En el mas alto cuerno de la Luna, Y à ti fuerte Gicombo yo te mando, No obstante que Luzcoija es muy hermosa, Doze donzellass bellas Castellanas, Y al brauo Bempol, porque buelua, Con tal despojo honrrado a sus Deudos, patria, y parientes mas cercanos, Aqui los dos a una replicaron, Por no dar de flaqueza mas sospecha, Armas nos han de dar y no mugeres, Si auemos de auer premio en las batallas, Mas porque no se entienda que queremos, Por miedo de la muerte aqui escusarnos, De ver à los Castillas prometemos, Por nos, y por los muchos que quisieran, Salirse deste puesto, y no aguardarlos, De quedarnos aqui con mas firmeza, Que estan los altos montes quando aguardan, A quien los rompa, tale, y los abrase, Y porque ya la gente Castellana, Apriessa se dispone, quiero luego, Disponerme señor, porque me es fuerça, Venir con todos ellos à esta fuerça.
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CANTO VEYNTE Y SIETE Como salio el exercito para el Peñol de Acoma, y de las cosas que fueron sucediendo, y rebato que dieron en el pueblo de San Iuan Qvando con buena y presta diligencia, La braueça del cancerr no se ataja, No es possible que el misero paciente, Escape con la vida, porque es cierto, Que la aya de rendir a tal dolencia, Y si la atrozidad de los delictos, Iusticia con rigor no los reprime, Tambien es impossible que gozemos, De la gustosa paz en que biuimos, Desto dechado grande nos han dado Aquellos brauos baruaros de Arauco, Pues por no mas de auerles dilatado, El deuido castigo à tales culpas, Sincuenta largos años son passados, Que en efusion de sangre Castellana, Sus omicidas armas no se han visto, Enjutas, ni cansadas, de verterla, Temiendo pues aquesto dando alarma, El brauo General mandò tocasen, Los gallardos clarines lebantados, De los valientes soplos impelidos, De los trompetas diestros que en coloquios, Respondiendo a los pinos y cajas, La fuerça de las armas encendian, Y a los valientes pechos prouocauan, Al rigor de los braços y los golpes, Que en la cruenta batalla se executan, Turbaronse con esto las prouincias, De las quales salieron con presteza, A dar auiso todas las espias, Pidiendo à los amigos socorriessen, Y contra España juntos conjurasen, A fuego y sangre, guerra, y la rompiessen, Con cuia fuerça luego fue creciendo, En toda la libiana y moça gente, Vn animo y corage desmedido, De baruara braueza desgarrada, Los nuestros viendo aquesto se cubrieron, De fino azero, limpio, y anta doble, Y dentro de las mallas sacudieron, Los poderosos tercios y colgaron, De los valientes hombros las adargas, Las lanças empuñaron de dos hierros, Las medias lunas otros aprestaron, Y de los cauallos brauos animosos, Las bridas y ginetas compusieron, Los bastos, los estribos, los aziones, Los fustes, las coraças, los pretales, Los frenos, con las riendas y, azicates, Los pechos, las hijadas, las testeras, Y de los gruessos crudos correones, Recorren y refuerçan las heuillas, Ciernen el poluorin y al Sol le ponen, Y otros al serpentin la cuerda ajustan, Aprestan las mochilas y, las balas, Y en fin no dexan cosa que les pueda, Hazer alguna falta, o quiebra, puestos, En la dificil prueua y estacada. Y porque sin buen orden el soldado, No es mas que bruto cuerpo sin el alma, El noble General les fue diziendo, Que sin passion tomasen el delicto, De la baruara gente, y que ninguno, Fuesse con solo blanco de vengarse, Pues era cosa cierta que llamaua, Vengança, à la vengança, y muerte à muerte, Por cuia causa à todos encargaua, Que solo se estendiessen y alargasen, A la enseñança y correccion deuida, De suerte que el delicto y no otra cosa, Quedase castigado, y la justicia, De todos amparada y socorrida, Mediante cuios medios esperaua, En Dios nuestro Señor, muy buen sucesso, Por cuias viuas llagas sangrentadas, Assimismo pedia con el alma, Que todos confessasen, pues la Iglesia, En peligros tan graues y pesados, Assi lo disponia, y lo mandaua, Y que no permitiessen que ninguno, Partiesse desta vida, y que dexase, Afrenta y, sambenito tan infame, Quanto penoso y triste para el pobre, Que contra si tan gran maldad hiziesse, Apenas lo vbo dicho quando todos, Labaron como buenos sus conciencias, Comulgando despues deuotamente, Ecepto vn desdichado que no quiso, Por mas que sus amigos le apretaron, Y assi le dexo aqui que pues se oluida, Dios que murio por el tema el cuidado, Salimos pues marchando, y otro dia, Mandò el Sargento luego me partiesse, Con doze compañeros y aprestase, En el pueblo de Zia bastinientos, No mas que para solas dos semanas, Sin que en esto otra cosa dispensase, Porque mediante hambre pretendia, Si no pudiessemos hazer subiesen A lo mas alto del peñol soberuio, A vuestros Españoles sin que vbiesse, Para escapar la vida trabajosa, Remedio ni esperança de otra cosa, Hizelo pues ansi, y en tiempo breue, Por vua boca estrecha fue assomando, El campo Castellano, no dos millas, De soberuio Peñol jamas vencido, Nunca pilotos vieron viento en popa, Despues de larga calma desabrida, Mas alegre, contento, ni gustoso, Que el que estos brauos baruaros tuuieron, De vernos ya tan cerca de sus manos, Y luego que nos vieron lebantaron, Vna algazara y grita tan grimosa, Que alli todo el infierno parecia, Estaua con su fuerça rebramando, Y assi marchando en orden nos llegamos, Al poderoso fuerte, el qual constaua, De dos grandes peñoles lebantados, Mas de trecientos passos deuididos, Los terribles assientos no domados, Y estaua vn passaman del uno al otro, De riscos tan soberuios que ygualauan, Con las disformes cumbres nunca vistas, Desde Cuios assientos fue contando, Zutacapan la gente que venia, En orden dando buelta à sus murallas Y viendo ser tan pocos dixo Illego, Con grande regozijo, no es possible, Que dexen de ser locos todos estos, Pues con tan cortas fuerças han venido, A meterse en peligro tan notorio, Aqui dixo Gicombo rezeloso, Bien se que para cuerdos son muy pocos, Y muchos para locos, y esto es cierto, Que jamas vido el mundo tantos locos, Iuntos, qual tu los hazes en un puesto, Y pues las frentes todos enderezan, A nuestras casas con tan poca gente, Grande misterio tiene su venida, Tras desto dixo luego Zutancalpo, Bien os consta señores que estos vienen, De muy remotas tierras, y que es fuerça, Que en distancia tan larga ayan tenido, Grandiosas ocasiones de disgustos, Encuentros y batallas peligrosas, Con cuios duros trances, pues que vienen, Assi para nosotros yo no dudo, Sino que dexan hechas grandes prueuas, De sus soberuios braços poderosos, Y atajando la platica furiosa, Dixo Zutacapan que le dexasen, Con solos sus amigos que el queria, Sin su fabor y ayuda dar principio, A gozar de aquel tiempo y coiuntura, Que su buena fortuna le ofrecia, Y assi salio bramando con su gente, Qual jugando la maça y gruesso leño, Qual la soberuia galga despedida, Del lebantado risco, peñasco, Que tiraua la piedra, qual la flecha, Qual de pintados mantos se adornaua, Y de diuersas pieles y pellicos, Otros tambien alli se entretejian, Entre cuias libreas se mostraua, Vna grandiosa suma nunca vista, De baruaras bizarras, muy hermosas, Las partes bergonçosas enseñando, A vuestros Castellanos, confiadas, De la victoria cierta que esperauan, Tambien entre varones y mugeres, Andauan muchos baruaros desnudos, Los torpes miembros todos descubiertos, Tiznados, y embijados de vnas rayas, Tan espantables, negras y grimosas, Qual si demonios brauos del infierno, Fueran con sus melenas desgreñados, Y colas arrastrando, y vnos cuernos, Desmesurados, gruessos y crecidos, Con cuios trajes todos sin verguença, Saltauan como corços por los riscos, Diziendonos palabras bien infames, Y a todas estas cosas el Sargento, Qual aquel gran Dauid que las palabras, Sufriò de Semei, assi sufriendo, La baruara canalla, mandó luego, Llamar al secretario Iuan Belarde, Y a Tomas el interprete ladino, En la baruara lengua, y Castellana, Para que les dixessen se bajasen, A dar razon y cuenta de las muertes, Que dieron y causaron tan sin culpa, A nuestros compañeros, y al momento, Que fue por todos ellos entendido, Con boz terrible y ronca dixo luego, Zutacapan soberuio y arrogante, Que tempestad, que viento, que pujança, Os ha traido pobres à las manos, Y matadero triste desgraciado, Que es fuerça que sufrais, no aueis verguença, De aueros allegado à nuestros muros, Sino que pretendais pedirnos cuenta, De las muertes de aquellos cuias vidas, Tuuimos qual tenemos de presente, Las vuestras miserables desdichadas, En esto todos juntos lebantaron, Las armas y las bozes en confusso, Diziendo à que aguardamos, mueran, mueran, Mueran aquestos perros atrebidos, Y no quede ninguno que no sea, Hecho menudos quartos y pedazos, Por nuestras mismas manos y cuchillos, Viendo pues el Sargento su dureza, Y pertinacia braua que mostrauan, Y que la luz del dia derribada, Estaua al Occidente, mandó luego, Assentar su Real en vn buen puesto, Donde las postas todas repartidas, Me es fuerça que le dexe por contaros, Lo que esta misma noche fue passando, El fuerte General allà en su assiento, Donde dieron alarma con gran fuerça, Los baruaros del pueblo temerosos, De aquellos sus vezinos comarcanos, Diziendo que venian con pujança, A destruirlos todos y assolarlos, Si ya no fue ruydo y trato alebe, Que entre todos trataron y acordaron, Mas como quiera que esto sucediesse, El pueblo, no constaua ni tenia, Mas que vna sola plaça bien quadrada, Con quatro entradas solas, cuios puestos, Despues de auerlos bien fortalecido, Con tiros de campaña, y con mosquetes, Mandó que el uno dellos le guardase, El Capitan Moreno de la Rua, Y Francisco Robledo, y Iuan de Salas, Y aquel Esteuan noble hijo caro, Del gran Carabajal à quien seguia, Iuan Perez de Bustillo, y el Alferez, Iuan Cortes con Antonio Sariñiana, Y essotra esquina quiso defendiesse, El Capitan y Alcaide Bocanegra, Y su hijo Gutierrez y Medina, Don Iuan Escarramal, Ortiz, y Heredia, Francisco Hernandez, Sosa, y don Luis Gasco, Y el otro puesto tuuo con buen orden, El Capitan Marcelo de Espinosa, Con Geronimo Marquez y Iuan Diaz, Pedro Hernandez, y Francisco Marquez, Hermanos todos quatro, y con ellos, Bartolome Gonçalez, y Serrano, Baltasar de Monçon, y los Barelas, Y Iuan de Caso, y Pedro de los Reyes, Y el vltimo mandò que se encargase, Al Capitan Ruyz, y al buen Cadimo, A Gonçalo Hernandez, y al Alferez, Iuan de Leon, y Hernan Martin el moço, Y el cuerpo de guardia, el Real Alferez, El General, y gente de su casa, Antonio, Conte, Vido, Alonso Nuñez, Christoual de Flerrera, y Iuan de Herrera, Brondate, Zezar, y Castillo, todos, Muy bien apercebidos, y assi juntos, Alborotados todos con la grita, Y confusso tropel de aquella gente, Alarma dando todos con gran priessa, Requirieron los puestos, y notaron, Que estauan ya los altos de las casas, Tomados y ocupados, y assi luego, El General a bozes mandò fuessen, Algunos Capitanes, y mirasen, Que gente fuesse aquella, y que distino, En aquel puesto, puesto los auia, Mas luego doña Eufemia valerosa, Hizo seguro el campo con las damas, Que en el Real auia, y fue diziendo, Que si mandaua el General bajasen, Que ellas defenderian todo el pueblo, Mas que si no, que solas las dexasen, Si assegurar querian todo aquello, Que todas ocupauan y tenian, Con esto el General con mucho gusto, Dandose el parabien de auer gozado, En embras vn valor de tanta estima, Mandò que doña Eufemia se encarglase, De toda aquella cumbre, y assi todas, Qual à la gran Martelia obedecian, Las brauas amazonas, assi juntas, Largando por el ayre prestas valas, Con gallardo dormire passeauan, Los techos y terrados lebantados, Al fin como mugeres, prendas caras, De aquellos valerosos coraçones, El Alferez Real, y Alonso Sanchez, Zubia, y don Luys Gasco, y Diego Nuñez, Pedro Sanchez, Monrroi, Sosa, Pereira, Quesada, Iuan Moran, y Simon Perez, Asencio de Archuleta, y Bocanegra, Carabajal, Romero, Alonso Lucas, Y San Martin, Cordero, y el Caudillo, Francisco Sanchez, y Francisco Hernandez, Monçon, y Alonso Gomez Montesinos, Y Francisco Garcia con Bustillo, Y la de aquel membrudo y, fuerte Griego, Que como gran geniçaro valiente, Alli muy bien mostrò su bratio esfuerço, Y visto los contrarios el recato, Auiso y preuencion que en todo auia, Boluieron las espaldas sin mostrarse, Y porque nos boluamos al Sargento, Que cerca de la fuerça esta alojado, Serà bien que paremos entretanto, Que la obscura tiniebla pierde el manto.
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CANTO VEYNTE Y TRES Donde se dize la muerte del maese de campo, y lo que despues sucedio, hasta lleuar la nueua al Gouernador Renueuese el dolor, y el ronco azento, Con funebre dolor salga llorando, La fiera y braua muerte lamentable, De aquel varon heroico que rompiendo, Por mil furiosas baruaras esquadras, Por la terrible espada poderosa, Vn mar de fresca sangre va bertiendo, Tres largas horas con valor sostuuo, Todo el inorme peso portentoso, De la cruenta batalla el nueuo Marte, Con tan sobrado animo y esfuerço, Como si de vn fino bronce fuera, Pues viendo aquel membrudo y fiero Qualpo, La fineza del Español gallardo, Con sobrado corage fue à dos manos, Del arco las dos puntas encorbando. Para que con mayor violencia y fuerça, La poderosa flecha se arrancase, De la tirante cuerda belicosa, Y assi la despididio con tal braueza, Que rompiendole toda la escarcela, Atrabesada se quedó temblando, Por el derecho muslo bien assida, Aqui el Zaldiuar reboluio furioso, Qual rabiøso lcon atrabesado, Del riguroso dardo que le claua, El hastuto montero que le sigue, Tras cuio braço vemos que se enciende, Y se arma, sacude, y embrabeze, Rabioso, lebantando, y herizando, El aspero creston del alto cerro, El bedijoso cuello reboluiendo, Y con roncos bramidos y gemidos, Fuertes vñas y dientes corajosos, Para todos arranca y se abalança, No de otra suerte y traza la braueza, Del brauo Español crece y se lebanta, Haziendo vn bien tendido y ancho campo, Por do quiera que embiste y arremete, Aqui derriba, tulle y estropea, Alli huyendo del se acogen todos, Qual vanda de palomas que esparcidas, Huyendo del vilano van tendiendo, Las alas por el ayre y van buscando, Los auigados nidos puerto libre, Donde seguras puedan ampararse, Y libres de sus garras socorrerse, Assi los Acomeses temerosos, Apriessa se retiran y recogen, Mas como lo violento no es perpetuo, La gran braueza file desfalleciendo, Qual en vn fiero toro desfalleze, Quando en estrecho coso agarrochado, Se ve por todas parte afligido, Arroyado de sangre denegrida, Ya falto de vigor, fuerça, y aliento, No menos el raudal brauo famoso, De aquel brioso animo valiente, Vino à menguar sus esforçadas fuerças, Que ya como atras queda referido, Sobre el furiosos golpes descargauan, Pilco embistio con todos sus guerreros, Zutacapan tambien fue descargando, Ayudado de Amulco y Ezmicaio, Cotumbo y Tempal fueron reboluiendo, Y assi todos se fueron ya mezclando, Con la popular tropa que embestia, Sobre el brauo caudillo destroncado, Cobrando en su flaqueza nueuos brios, Tanto mas alentados y esforçados, Quanto menos esfuerco Y resistencia, Sintieron en el pobre cauallero, Condicion propria, y natural cosecha, De torpes brutos, animos bestiales, Ensayar su furor en vn rendido, Y que en el sean sus golpes señalados, Fingiendose valientes y animosos, Como si por alli no le dexara, Mucho mas descubierta la bageza, De sus infames animos cobardes, Pues siendo tan apriessa lastimado, Luego que por tres bezes ya perdido, Del suelo se cobro con nueuo esfuerço, El animoso y fuerte combatiente, Haziendo en todas tres, por tres leones, Tres bien desocupadas y anchas placas, Al fin con gran cuidado fue bajando, De aquel Zutacapan la fiera maça, Con tan valiente fuerça que assentada, Sobre las altas sienes del Zaldiuar, Alli rendido le dexò entregado, Al reposo mortal y largo sueño, Que a todos nos es fuerça le durmamos, O vida miserable de mortales, Sugeta à mil millones de miserias, Peligros, desbenturas, y desastres, Naufragios, y otros tristes accidentes, De miseros subcessos que notamos, Aquellos que aunque libres los sentidos, Dios sabe si otra cosa nos aguarda, De mas dolor, miseria, y mas quebranto, Que aquellas que muy graues nos parecen, Pues viendo aquel guerrero alli tendido, Como rabiosos perros lebantaron, Vn grande estruendo, baruaro confusso, De aullidos y alaridos temerosos, Y reempujandose desatinados, Los vnos à los otros se estorbauan, Por solo ensangrentar las fieras armas, Que cada qual mandaua y gobernaua, En la inocente sangre del Christiano, Y tantos golpes fueron descargando, Qual suelen los herreros quando en torno, Gimiendo junto al yunque van bajando, Los poderosos machos, y à porfia, Assientan con esfuerço mayor golpe, Y tantos sobre el dieron y cargaron, Quantos sobre aquel noble de Anaxarco, Quando por vista de ojos vio molerse, En vn grande mortero bien fornido, Adonde en lastimosa y tierna pasta, La carne con los guessos le dexaron, Viendo al Maese de campo ya rendido, El valiente Zapata, y Iuan de Olague, El gran Leon, y fuerte Cauanillas, Y aquel Pedro Robledo el animoso, Auiendo como buenos señalado, Sus imbenzibles braços no domados, Resistiendo à la turba que cargaua, Se fueron à gran priessa retirando, Hasta llegar à vn alto lebantado, De mas de cien estados descubiertos, De donde todos cinco se lançaron, Por milagro las vidas escapando, Ecepto el miserable de Robledo, Que derramados los bullentes sesos, Por las peñas bajó sin ambos ojos, Y como Sosa y Tabora con priessa, Y con ellos Antonio Sariñana, Se fueron a buen tiempo retirando, Libres y sin zozobra descendieron, Al llano de la cumbre lebantada, Donde el Alferez Casas quedó en guarda, De la importante y fuerte cauallada, El qual fue recogiendo à grande priessa, Aquellos quatro amigos despeñados, Que casi muertos los halló molidos, Sin genero de pulso ni sentido, Con los quales salio sin detenerse, Al puesto y vando amigo que dejaron, Donde los recibieron con gran llanto, Y despues que curaron los heridos, Acordaron que Tabora saliesse, A dar al General la triste nueua, Y luego despacharon por la posta, Por todas las Prouincias comarcanas, Porque à los Religiosos descuidados, Alguna tropa no les embistiesse, Y à todos sin las vidas los dexasen, Y para obiar tan grande incombiniente, A todos escriuieron y auisaron, Que a mas andar se fuessen recogiendo, Al Real de san Iuan con toda priessa, Donde ya con ligero y presto huelo, La vil parlera fama auia llegado, Con la infelix nueua desdichada, Alli luego el Sargento descuidado, De nueua tan atroz quedó suspenso, Los braços en el pecho bien cruzados, Y teniendo el aliento por buen rato, Con profundos gemidos fue vertiendo, Vna gran lluuia con que fue apagando, Las brasas en que su alma se abrasaua, De vna tan grande perdida encendida, Y despues que sus ojos fatigados, Vbieron vn gran golfo ya vertido, Todo lo mas que pudo fue sufriendo, Por no desconsolarà las mugeres, Que en viuos gritos todas se encendian, Y assi como leonas que bramando, Sus muertos cachorrillos rezucitan, No menos dando vozes pretendian, Dar vida a sus difuntos malogrados, Y cada qual sintiendo su desdicha, Gritos a sus maridos estan dando, Y otras al dulze hijo y caro hermano, Otras al bien hechor y deudo amado, Con tanto sentimiento que ya el pueblo, Con lastimoso llanto se hundia, De las pobres señoras que mesauan, Las hebras de oro fino que tenian, Y con sus blancas manos azotauan, Las rosadas mexillas de sus rostros, Con vno y otro golpe que se dauan, Haziendo tanta confusión y estruendo, Como quando con furia y con braueça, El poderoso mar resurte y vate, En las concabas rocas y peñascos, Que contra su gran fuerça se anteponen, Vista tan gran desdicha y desbentura, Reprimiendo el Sargento como pudo, Del sexo femenil el tierno llanto, Sacando algunas fuerças de flaqueza, Bien lastimado, triste, y afligido, Mandó por los difuntos se hiziessen, Vnas tristes obsequias funerales, En este medio tiempo y coiuntura, Llegó el Capitan Tabora diziendo, No auer podido dar con el camino, Y rastro, que el Gouernador lleuaua, Visto el recado con que auia venido, Sin mas acuerdo se mando que Casas, Y que Francisco Sanchez el Caudillo, Francisco Vazquez, y Manuel Francisco, Soldados de valor, y de verguença, Saliessen con grandisima presteza, Y la nueua al Gouernador lleuasen, Y apenas se les dixo quando luego, En sus cauallos bien encubertados, Marchando juntos con valor salieron, Y rompiendo por mil dificultades, Que los baruaros siempre les pusieron, Sin poder ofender à sus personas, Aunque algunos cauallos les mataron, Al fin con buena y presta diligencia, Llegaron estos quatro valerosos, Al mismo asiento, puesto, y estalage, Donde en mi gran trabajo riguroso, Fuy por mi buena suerte socorrido, Pues viniendo el Gouernador al puesto, De aquella triste nueua descuidado, Marchando con grandissimo contento, Con acuerdo de hazer alli jornada, Y de hospedarse en Acoma otro dia, Auiendo preuenido grandes fiestas, Para quando el Real se descubriesse, Y otras para despues que dentro entrase, Estando como digo preuenido, Y todo con acuerdo platicado, Llegaron los amigos sin consuelo, Muy tristes, cabizbajos, y llorosos, Y antes que puedan dar la triste nueua, Quiero tomar reposo si pudiere, Si es que por mi desgracia y corta suerte, He de boluer de nueuo a lamentarme, Para mas afligirme y lastimarme.
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CANTO VEYNTE Y VNO Como Zutacapan hizo iunta de los indios acomeses, y discordia que entre ellos ubo, y de la traycion que fabricaron O Gloria humana, en cuia instable cumbre, la presuncion hinchada, y vil soberuia, Quiere siempre subirse y assentarse, Dime soberuia infame con ygualas, El poderoso cetro y Real corona, Con vn tan bajo baruaro perdido, De baruara, y vil baruaro, engendrado, Di que tiene que ver el alto trono, Con baruara canalla y behetria, O ciega vanidad, o vana pompa, De altos, medianos, vajos, y abatidos, Sin distincion, razon, ni cuenta alguna, Ygualmente buscada y pretendida, Digalo aqueste baruaro furioso, De tan humilde sangre produzido, Si como Luzbel quiere lebantarse, Y el gouierno de todo atribuirse, Y assi sin disistirse de su intento, Ordenó que à consejo se juntasen, Y juntos todos dentro de vna placa, Como la cruel soberuia desmedida, Continuamente siempre se adelanta, Sin dilatarlo, luego en pie se puso, En si todo encendido y abrasado, Y tendiendo la vista por el pueblo, Desbergoncado, libre, y desembuelto, Assi tomó la mano, y fue diziendo: Varones esforçados y valientes, Los postreros trabajos y peligros, Dan franca entrada, y campo bien abierto, Para que cada qual aquello diga, Que mas le duele, aprieta, y le lastima, Dezid qual mas infamia y vil afrenta, Puede venir por toda aquesta fuerça, Que permitir tan dura seruidumbre, Como es dar de comer a forasteros, Siendo como ellos todos libertados, Yo juro por los dioses todos juntos, Y por quien vidas todos alcançamos, Que no ha de quedar hombre en esta tierra, Que tal bageza aya imaginado, Y viendo que las armas embraçauan, Sin dexarle acabar salio diziendo, Su hijo Zutancalpo demudado, A su Padre mirando con enojo, El mas seguro bien que el hombre alcança, Es que quiera rendirse a todo aquello, Que a la razon va bien encaminado, No soy de parecer que a los Castillas, Enemistad ninguna se les muestre, Porque es temeridad hazer agruio, A quien nunca jamas nos a ofendido, Tenerlos por amigos con recato, Es mas sano consejo y sin peligro, Lo demas es patente desatino, Y para no ser todos imputados, Digo que la obediencia les guardemos, Pues ya la auemos todos professado, Y pues la ocasion freno nos permite, Reprimase la colera indiscreta, Que la paz es el punto mas discreto, Que puede remediar el mal que aguarda, Aquel que esta en peligro de sufrirle, Y con esto cesó el noble joben, Y con esto ceso vn rumor confusso, De toda aquella gente congregada, Y aprouando por bueno lo que dixo, Nunca passó palabra por crugia, Mas respetada, libre, y mas essenta, Ni mas obedecida, ni acabada, Que aquel acuerdo expresso, porque luego, luntas obedecieron y dejaron, Las poderosas armas lebantadas, En esto el viejo Chumpo rezeloso, De que la paz y tregua se rompiesse, Cargado de vejez y de trabajos, Con palabras discretas y seberas, La fatigada voz alcó diziendo, Mirad mis hijos que el consejo es sano, Y es quien alcança siempre la victoria, En peligrosas guerras conozidas, Y pues que Zutancalpo en verdes años, Os a ya dicho aquello que os combiene, Pues vernos que el morir no es mas que vn soplo, Y en bien morir consiste nuestra gloria, Para morir buen tiempo se procure, Sazon y coiuntura bien mirada, Y escusese tan grande incoueniente, Como es tratar con furia y mouimiento, Cosas tan graues, grandes y pesadas, Corno estas que tenemos entre manos, Aqui bolaron luego las palabras, Y torpes fanfarronas amenaças, De aquellos indiscretos conjurados, Llamando al viejo Chumpo de atreguado, Caduco, infame, loco, y hechizero, Oyendo aquesto todo embrauecido, Zutacapan arremetio furioso, Poniendo al pobre vicio en tal aprieto, Que si Cotumbro presto no repara, La fuerça de la maça que bajaua, La espalda toda entera se derriua, Vistose pues cargado con palabras, Que le dixo tambien de grande afrenta, Qual si sobre el valientes y altos montes, Se vbieran juntos puesto y assentado, Assi se echó de ver su sentimiento, Mas qual si fuera el mismo centro y vassa, Para lleuar vn peso tan pesado, Disimulose todo quanto pudo, Sufriendo el corage coricebido, Y dando à la templança larga rienda, Assi compuesto habló con todo el pueblo, Nunca jamas me vi tan inclinado, A satisfazer mi honrra ya difunta, Qual oy lo estoy con tanta desberguença, Como conmigo veys que se ha tenido, Y si aquel jubenil ardor tuuiera, Que en mi passada edad tener soha, Que es en que aqueste vil traidor estritia, Ya de su varia presuncion timiera, La enmienda, y, el castigo merecido, Mas que puedo hazer en mi descargo, Si ya de tanta edad estoy cargado, Y la vejez a mas andar me aflige, Aquesta afrenta no es à mi persona, A vosotros se ha hecho, por ser hijos, De aquellos cuios padres yo he criado, Y faltando enmedio de la plaça, Qual serpentin famoso que cargado, Esta de fina poluora suspenso, Su taco y gruessa vala, y sossegado, Està mientras el fuego no le mueue, Y luego que le llega con ruido, Assi se desembuelue, sale y rompe, Qual rayo de las nuues escupido, Assi sin deternerse ni tardarse, Zutancalpo por el tomó la mano, Y el reforcado leño reboluiendo, Para el Padre se fue desatinado, La gran maça el Padre aferró luego, Y al encuentro Parguapo fue saliendo, Pilco alli tambien se desembuelue, Otompo, y luego Meco, con Guanarribo, A Mulco, y otros muchos Acomeses, Y cada qual su vando sustentando, Derribando los mantos de los hombros, Prouar quisieron todos sus personas, Mas fueles impedido el allegarse, Por los muchos que juntos estuuieron, Con esto la canalla se deshizo, Y cada qual se fue para su casa, O vanidad, vil tosigo sabroso, sugeto à inuidia, y muerte acerba, Que mar de sangre vemos derramada, Por solo pretenderte, el vano altibo, Que presta la Real sangre, la hidalga, La villana, la baruara, y ferrana, si como de aquel Padre decendientes, Toda es vna materia y vna fuente, De vn color y una misma semejança, Que en cada qual la cruel soberuia altilla, Sabemos que se anida y se atesora, Que al hambrienta polilla peligrosa, O sedienta carcoma que royendo, De sus venas y etitrañas à su gusto, Derrarna, rompe, y vierte, la que quiere, Y assi este vil idolatra sangriento, Lleuado de frenetica soberuia, Luego determino que se rompiessen, Las pazes y las treguas concertadas, Y a los Castillas todos acabasen, Sin que anima viuiente en pie quedase, Y por enderezar mejor su intento, Determinaron todos que en entrando, La gente Castellana en sus assientos, Que cada qual hiziesse por su parte, Que todos por las casas se sembrasen, Y estando hien sembrados y esparcidos, Iuntos acometiessen de manera, Que pelo de ninguno se escapase, Estando todo aquesto assi tratado, Zutancalpo con todos sus amigos, Y Chumpo con los suyos se salieron, Fuera de todo el pueblo por no verse, En trato tan infame y vergonçoso, Desto Zutacapan tomo contento, Porque assi todo el pueblo le dexauan, Casi sin fuerça alguna que pudiesse, Contradezirle aquello que ordenase, En este punto crudo fue llegando, Aquel Maese de campo que vendido, Aquesto alehosos le tenian, Y por hazer sti causa en breue, Iuntos a recebirle le salieron, El pobre cauallero descuidado, De aquel rebozo estraño y encubierta, A todos abraçó con gran contento, Y luego que los vbo acariciado, Pidioles que le diessen por rescates, Algunos bastimentos que tuuiessen, A esto todos alegres le dixeron, Que assentase el Real, y que otro dia, Todo muy bien cumplido lo temian, Con esto se boluio, y el dia siguiente, En fin por orden del precioso liado, Para el pueblo boluio que no deuiera, Aquel que careciendo de sospecha, Acercandose fue para el engaño, Que todo aquesto tiene el trato doble, Llamar sobre seguro al inocente, Dios nos libre del mal que nos aguarda, Y con muestras de bien nos assegura, Porque puestos en prueua tan dificil, No ay discreçion, auiso, ni destreza, Arnias, virtud, verdad, ni resistencia, Que puedan contrastar su gran violencia, Propuso pues el fin ventura joben, Assi como a la fuerça fue llegando, Vna gustosa platica amorosa, Para que alli los baruaros le diessen, El bastimento que le auian mandado, Ellos con gran descuido respondieron, Que fuesen por las casas a pedirlo, Que todos con gran gusto le darian, Luego el Maese de campo sin sospecha, Porque fuesse mas breue aquesta causa, O por mejor dezir su corta vida, Quedandose con solos seys Soldados, Mandó que todos fuessen por las casas, Y el bastimento todo le juntasen, Cuia traicion si auemos de dezirla, Quiero alentar señor para escreuirla.
obra
La comparación con la otra cantoria realizada por Lucca della Robbia pone de manifiesto cómo simultáneamente en Florencia se están desarrollando dos formas completamente distintas de entender el clasicismo. En Donatello predomina un equilibrio compositivo marcado por las columnas que contrasta con la tensión y movimiento que desarrollan las figuras. Donatello demuestra en esta obra que el clasicismo no es un lenguaje sometido a la norma, sino creador de sus propias leyes en cada momento y circunstancia
obra
Para Lucca della Robbia, clásico es sinónimo de equilibrio, armonía y moderación. Al mismo tiempo, el nuevo lenguaje lo entiende como un comportamiento y un ejercicio académico y como una reflexión moderada en torno a sus principios. Compárese con la Cantoría realizada por Donatello que también se conserva en el Museo dell'Opera del Duomo de Florencia