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obra
Augusto buscó para el arte de su tiempo la inspiración en el clasicismo griego. Unido esto al descubrimiento de las canteras de mármol de Carrara y Luna, permitieron al emperador la creación de unas obras de extraordinaria calidad, destacando sus propias representaciones. La dignidad que se le otorga a Augusto en sus retratos en los que encarna el ideal de príncipe, es comparable a la escultura que Cresilas hizo de Pericles. En este camafeo de extraordinaria riqueza podemos apreciar el gusto del emperador por el idealismo griego.
Personaje Arquitecto Escultor
Guiado por su progenitor para dedicarse a la escultura y la arquitectura, entró en el taller de Giovanni Pisano. Esta relación hace probable que fuera uno de los colaboradores que participaron en la realización del Púlpito de Siena. En 1315 es nombrado maestro de obras de la catedral de Siena, para la que realizó el sepulcro de Arrigo VII de Luxemburgo, pero las circunstancias políticas -al haber combatido del lado de los güelfos con los pisanos- provocaron su traslado a Siena. Allí comenzó a trabajar en la catedral, donde su padre era maestro de obras, en la ejecución de la sepultura del cardenal Petroni. A comienzos de los años veinte llega a Florencia y proyecta el monumento funerario del obispo Orso para la catedral. Su última etapa profesional discurrió en Nápoles, donde estuvo bajo la tutela del rey Roberto. En este tiempo, realizó numerosos monumentos funerarios para la familia de los Anjou. Como arquitecto participó en la cartuja de San Marino. La obra de este autor influido por Giovanni Pisano y A. Lorenzetti tuvo una importante repercusión en los escultores toscanos y del sur de Italia del siglo XV.
fuente
Capucha de malla que cubre la cabeza y los hombros.
monumento
La historia de este edificio se remonta al año 1365, cuando fue levantado por Carlos II para ejercer una mayor control sobre las finanzas reales. Entre 1525 y 1836 fue Tribunal de Cuentas del Reino. Tras un largo paréntesis, en 1980 este inmueble recuperó su actividad como órgano autonómico de control de las cuentas públicas. En su interior alberga una importante colección de monedas pertenecientes a los distintos reinados de Navarra. Gracias a la documentación que se conserva, también es posible conocer las consultas financieras realizadas por los monarcas. Desde el punto de vista artístico, destaca como uno de los escasos ejemplos del gótico civil en Pamplona. En su entrada se abre un arco apuntado, estructura que vuelve a repetirse en sus reducidas ventanas. El escudo de armas reales colocado sobre la puerta data de mediados del siglo XVIII. Un pequeño pasadizo, cubierto con bóveda de cañón, da paso a un hermoso patio con un pozo en un jardín.
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Se trata de una tumba señorial de la Cultura de Unetice excavada bajo un montículo de 34 m de diámetro y 8,5 m de altura. Dos cuerpos reposaban sobre el suelo de madera. Tal distinguida tumba, contaba con lujoso ajuar con gran cantidad de objetos áureos como alfileres, anillos y brazaletes que dan muestra de la gran calidad técnica de los orfebres centroeuropeos en la Edad de Bronce Antiguo.
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La primitiva Cámara Santa de Oviedo sufrió modificaciones en el siglo XII, añadiéndose una segunda planta. Las columnas pareadas que reciben el peso de los arcos transversales de la bóveda de este nuevo espacio se decoran con un Apostolado distribuido en parejas. Las figuras son casi de bulto redondo, conversando entre sí, destacando su expresividad, lo que indica que estamos en un momento de transición al Gótico. Los apóstoles se completan con los capiteles historiados y las parejas de animales que decoran las basas.
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La Cámara Santa, inmediata a la catedral de Oviedo, es el único edificio cuya construcción no mencionan las detalladas crónicas en las que se refleja la planificación de la sede regia asturiana en el siglo IX, y su dedicación a Santa Leocadia tampoco está documentada; sin embargo, ofrece un sencillo trazado de medidas visigodas, con su nave de cuatro por doce metros y puerta de 1,60 metros de ancho.